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felipe bozzani
grabados, textos, edici贸n felipe bozzani
un poema Vuelve en el aire. Huelo La ausencia De un campo. Huelo La ausencia De tu mano. Siempre Fue así. Siempre Será también. Si huelo Entra aire Y Sale de nuevo como otro aire: adentro mío Queda en algún lugar de nuevo el polvo. Es que estuve tan cerca. Todos estamos cerca Y por alguna razón nos rechazamos. Yo huelo Para mantener volando lo que (ya) no está.
Un poema Sacado de una escena crucial
Bastaba que cayera una sola gota de mermelada sobre mi pie Para sentir cómo todo el desayuno Se derramaba sobre una taza de té. Una gota de nada, una gota resbalando pegajosa, Una gota saliendo con asco de tu cara.
Me senté en el piso Donde acostumbrábamos servir el desayuno para las moscas y durante toda la mañana estuve pendiente de aquella gota, Una especie de lágrima Redonda y viscosa.
Siempre me había parecido Que la mañana se hundía primero en los ojos Y después en la mermelada.
Pero para no caerme yo en esa mañana, Esperando acaso que me hablaras, fantaseaba con una mosca saliendo de tu cara, Tan solo una llevándose de tu boca aquellas frutas pasadas.
Pero ni siquiera eso, Ni siquiera las moscas volaban ya entre nosotros. Sólo quedaba esa gota pegada, una gota cada vez más hondo en tu cara.
Detrás de toda caverna, hay otra.
Si por lo menos pudiera prestarte mi olfato, desprenderme de todas las cosas que he sentido; si pudiera al menos exhalarte de mi nariz tus labios; pero sé que te devolvería no sólo tu boca sino todas las cosas que respiré. Cosas como manchas volviéndose amorfas, ceniza de paredes recién hechas, y cuevas abriéndose con mis manos; una y otra vez tu olor se mezclaría con el olor de la carne, con el olor de un molino de trigo desgarrándose en el polvo. Podría reconocerte, a vos, entre el efluvio de todas esas diminutas partes de mi vida, volando entre aquel viento húmedo. Así es como adentro se van moviendo los recuerdos, como todos un mismo río de vapor que desnuda hormonas y deseos ajenos, los recuerdos de un armario, de un sillón donde olíamos cada uno en partes cada uno los dos al mismo tiempo. Pero cómo podría entregarte a tu propio olor, al eco propio de tu olor que ha debido repetirse una y otra vez en cada lugar que conocimos los dos, que pisamos los dos y que nos gritamos cada uno los dos mezclándose en el silencio del otro; busco como si quedaran rastros dentro de este lugar, y fuera, partido el mundo desvistiéndome lento, camino y soy olor, soy partículas de mi cuerpo enredadas en el viento, apretadas en el viento contra tu olor, detrás de tu olor, que huye, vuela, y
se aleja porque no estamos sólo nosotros dos, porque hay otro olor que nos sigue y que seguimos, una esencia que golpea una y otra vez con tus pasos, parece que lo arrastrás, que viene de vos, que sale del medio de tu cuerpo vos que también exudás olores, vos que también exhalás y traés el pasado con el aire, haciendo resonar dentro de una caverna, una otra y otra, como una roca que no conozco, como toda piedra que no huele ni es familiar; así cada uno en grandes arcadas, así cada uno se introduce sigiloso hasta el fondo intruso, escondiéndose en el cuerpo del otro, refugiándose gárgolas, pero ahora entra luz que despierta que molesta que rasca y levanta fuera los olores, así quisiera expulsarte mi olor y desprenderme una vez más hacia vos, pero cómo hacer, si por lo menos pudiera devolverte tu olor, siempre tan dentro, tan diminuto, el olor es un presagio y es inútil, el olor es un limbo que no puede borrarse y se derrumba, y si pudiera confesarte mi olor sabrías que yo también olía como vos, que yo también mezclaba muchos recuerdos y que yo también como vos dejaba que un eco retumbara difunto el silencio de nosotros dos.
No gracias.
Me había preguntado cómo era posible volver. Cómo después de esa mirada, era posible pronunciarse con la misma voz. Hablar así era como quitarse el ahora, como intentar repetir el tiempo de nuestro ahora. Pero ya la cama, quieta antes que revuelta, quieta después que revuelta, nos mostraba la dificultad de aquel término. Volver. Acaso mover las miradas hacia la cama, repetir una y otra vez el destiempo entre dos cuerpos; y colocárse de nuevo en ese espacio donde vos, yo, ahora, antes habíamos decidido no volver a dejarnos quietos. Pero el tiempo, el mismo que hay detrás de toda cama (ahí arriba, como una alarma), se detiene revolcándose con nosotros ahora hace ya dos horas, hace ya tantas horas, hace ya un mismo, y otro, distante ahora, y es incapaz de contestarte y vuelve a pronunciarme con otra voz tu distinta hora.
Es invisible el olor de tu boca. Hay un olor que recuerdo que no es la piel que tocaba mi mano. Siempre otro olor encuentro volando. Siempre hay una hierba, un pasto Un lugar donde se esconde mi mano. Todos los cuerpos se deshacen Y siempre que huelo se mezclan las cosas distantes. Entonces volvés, o podría encontrarte, pero es invisible la voz en tu boca. Creo a veces haberlo dicho todo y entre las últimas risas y los comienzos Siempre una palabra se escapa detrás de un gesto. Siempre es así, Y siempre otra boca encuentra otro gesto, en una playa, en un sueño Se mezcla con el aire de nuevo y siempre que huelo Todo el paisaje se vuelve para adentro. Pero nunca me toca, es invisible el dolor de tu boca.