☼ - felipe bozzani

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I

textos felipe bozzani

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“Apenas por venir. Ni siquiera volver un poco: estaré de ida siempre. De ida miro, de ida caigo.” Cánones F. Urondo



La silueta de un gato sin orejas se parece a tu boca

devoradora. (Mucho aire confuso es tu nombre bárbaro e impronunciable. Sha, Geva, Paria.) (Invento ridículos cruces porque no puedo mostrarme frío.) Quizás descubras con mi mano tu vestido y el aire levitando.



La diferencia radical del fuego

Su cuerpo inmaterial surge, dicen, de una combustión. Pero realmente nadie estaba ahí. Algo había tomado parte de su voz y se transformaba en una especie de hoguera. Fingía quemarse y en el aire, una muerte ilusoria acariciando el suelo. Una parte de sí volvía a escribir en las sombras creciendo.



Diáfana II

Un ciego se pregunta la experiencia de un lince. Un cuervo disfruta la corrida de los tigres. Pero ay de los ángeles, si los escucharas abatiéndose y disputándose el destino de los hombres.


Olvido de los dormidos Cómo pude olvidar aquellos días en que era el águila y que por siete días perseguía desde lo lejos tus pasos. Cómo pude olvidar aquellos días en que era el tigre y que por siete días verdaderamente como un tigre abatía la furia y el rechazo de tu cuerpo. También fui la roca y el mar y con el tiempo a prendí a llorar y a transformar tus recuerdos en arena.


A veces hasta me convertía en sangre dirás, para qué, qué sentido tiene, y allí permanecía, siete días en reposo esperando para revivir como un guerrero. Cómo pude olvidar ¡qué inútil la memoria! cuando fui el pájaro de plumas verdes que torcía tu mirada indiferente. Pero más me entristece (¿¡Cómo pude!?) olvidar que fui gorrión y que puedo volar lejos de vos.


Una dedicatoria herida a Eduardo

En un cuaderno de tapas negras y de ramas como mirando el mar un hombre creĂ­a ver un pez que nadaba sobre las cosas muertas. Ablandado por los bordes de su mano dejaba caer entre sus hojas una y otra vez, las mismas cosas muertas que habĂ­a visto el pez.


luego los pies del hombre bajaron al oscuro pozo donde se contraía el animal, sintiendo en sus dedos cómo se hundían las ramas que quebraban sus branquias. En ese mismo agua un puñado de aletas y de escamas colgaban como heridas a los costados del hombre que se achicaba en los ojos del pez.


Viéndo cómo se contraían en aquella silueta el hombre y el pez, el mar dejó correr los cuerpos sobre en una misma corriente. y así envuelto el pez, en el cuerpo de aquel hombre veía cómo su sombra nadaba perdida sobre las cosas muertas.



Remasterizar el pasado El tiempo de las cosas, y el de la existencia personal dialogan. Lo dif铆cil era aceptar la maduraci贸n en su justo espacio. Volver sobre ellas, las cosas, moverse en el tiempo para pensarlas y alentarlas despacio.


La existencia se nutre de instantes pero la vida de la eternidad. Y en esa contradicci贸n quisiera mostrarte mis besos, no me apresures. La diferencia entre dejar morir y matar es una forma de tiempo.



Asco macabro

Ahora no puedo dejarme morir, tengo tanta agua en la boca y las entraĂąas dilatadas... ÂżPero cĂłmo puedo, con palabras amorfas e indecifrables, evitar este devenir de mi carne?



Óleo que huele a salmuera Ayer pensé que había perdido esa forma de mirarte. Me lastimaba el parecerme otro cerca tuyo, o desaparecer. Pero así era irse, borrarse burlonamente en tus ojos del resto y perder la fuerza de un pesado texto.



Encontré un dibujo tuyo y me llamaste Yo no creo que la suerte de encontrarse sea la transformación de la especie. Creo que cuando cierro los ojos para despertar ahí en ese otro retumbar que es uno mismo, aparece una suerte de imagen, cosa fugaz e inmaterial, que nos atrapa. Y así es como recibe un beso el recuerdo y un hombro desconcertado despierta en tu cuello.



Fragmentos del Sarcófago de Taho “Nosotros venimos del paraíso terrestre, y con todo nuestro cuerpo tocamos nuestra tierra. silbamos y buscamos el paraíso en la tierra porque existe y lo conocimos. y también buscamos, silbando, a aquel que amamos, que es de nuestra raza y que no puede morir.” de G. Apollinaire. El encantador putrefacto



Quiero correr por tu huella Sólo puedo caminar donde no conozco. Me atrae y me repele el saberme tocado por mi propio cuerpo. Creo quisiera ocultarme debajo del suelo frío esperando el otoño. No, es otra cosa, No sé.



Agua por todos lados Si me vas a recordar que sea lento, te pido no caigas en la ridícula e inolvidable transparencia. Pero por qué te mentí disfrazándome de poeta como si hubieses aparecido para mí, pintada, y real, como una silueta.


In territorio del Inconscio Venecia, Brandsen y Nueva Orleans Lo extraño de encontrarse así, almas tan lejanas de la mirada lenta, era ver y saberse amando en el instante y en la verdad de lo fugaz, algo que no puede ser puesto en duda: que muero o lo eterno. Nos perdíamos en una barca, bajo una oscuridad que no podía ser puramente estrellada o brumosa, llena de saltos y raíces donde era posible derretirse y contarse con espaldas los dedos.


Despertaría sólo, perdiéndome todo el rostro que podía ser tan hermoso, para buscar en la orilla las siluetas de una pantera. Despertaría sólo, sí, buscándote entre el barro y las hojas, en el principio de un vientre (creación fugitiva de tus sombras.) Todavía sería noche extrañando ser día bajo las copas, y en el aire, espasmos de luz violeta revelando cierto pulso, como interferencias seduciendo los sentidos.


Podía contarte el suceso de antes, cómo te perdí para llegar junto a vos en aquella luna caria, de velocidad y vueltas sintiéndose próximas en el espacio. No, no era tarde. Yo, vos, ahora estoy sólo, paseando en esta noche que no puede abandonarse en los colores y el tiempo. Pero la luz, violeta, tiñe todo. Hay resplandores como flores grotescas, monumentos del devenir


(la distancia era la lejanía de nuestros cuerpos, una imagen mental del espacio de nosotros durmiendo.) y barcas prometiendo un sin fin de vueltas arriba y abajo. Así fueron acercándose todos nuestros sentidos, hasta tocarse en un gran ojo blanco, ciego, que dormía sobre tu cuerpo. en el resplandor de una constelación persiguiendo nuestro encuentro.



un Todo magenta llovía sin tinta, todo invisible como quisieras imaginarme. llovía como ausente, sin ganas yo de aparecerme. No soy otro cuerpo no hay rudeza ni frío. Pero cómo no me advertíste, no me dijiste que, claro tenías los ojos empapados.


Jacinto el Tocayo

“nos quedamos con los presentes ordenados en una mesa inútil.”

de Salvo el Crepúsculo Julio Cortázar.


El sillón de las utopías verdaderas En este mismo asiento y con este mismo libro que tengo en la falda ahora, escribí cosas extrañas que nos encontraban en tu boca. Ahora, desde aquel entonces y éste, sólo alejados por el paso de la historia, han pasado meses que no se dejan escribir y la sólida manía de cosas extrañas (pero mudas) que no han encontrado tu boca, pero yo sí.



Caricia de ciegos, toc toc Boca, la madre boca. Que habrá de copular con el grán Urano Estrellado. Afuera planetas que se dejan caer uno a uno acariciándose en un retorcido níquel, que es tu boca despierta, tu boca buscándose un lugar donde expandirse. Pangea, Plutón, Son tu fuerza reproductora.



Extraño caso de una vida nómada

El ojo del lince y del ángel se parecen por eludir el aire en su caída. Sus garras y sus plumas bajan por su cadera. ¿Cómo pueden volver a nacer transformándose en caricias?



Hoy no vi ni liebres ni tigres, y sin embargo están moviéndose todos los días. Caeré otra vez pero será sobre mis pies, sobre eso que conocemos como tierra. Me plantaste una sólida pared de piedra (un osbtáculo) para encontrarnos del otro lado pero no puedo ser tu cabrito otra vez y saltarlo me-he-he.



Gulliver es un poroto al lado de tus brazos secos

Es tortuoso poder elegir que me obligarás a las apariencias, vos que me pedías hacer de cómplice a mi destino. Y prohibirme, así el ritmo de las manos, que son lo único que tengo.



Concierto Marai Reptando hacia una boca mordida, que haxzblaba y hablaba un tartamudo sin fin, comprendí que el uso y el Verbo, crean el sueño y el Tiempo. Pero también me rescaté que sus dientes pesaban heridos, y todos marcaban a mi cuerpo atraído. Y me lastimé y me alcé sosteniendo una caída que no era mía.



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