Escandalo de bandurrias

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Escรกndalo de bandurrias


Elsa Coliva Analía Pizzi Graciela Perazzo Florencia B arris

Escándalo de bandurrias Selección de textos del taller literario coordinado por Ariel Puyelli año 2016


Todos los derechos reservados. Esta publicaciĂłn no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, sin el permiso previo de las autoras. Editado por Ediciones GataFrida. Lago Puelo, Chubut, Patagonia Argentina en enero de 2017 edicionesgatafrida@gmail.com Taller Literario coordinado por Ariel Puyelli Contactos: tallerdepalabras2016@gmail.com aapuyelli@gmail.com Foto de tapa: Diario RĂ­o Negro


Arte puro

Quienes participan de talleres literarios conocen el espíritu de un espacio peculiar. A veces sin tiempo. Siempre –o casi siempre- sin límites. Es maravilloso apreciar cómo, dentro de un grupo, las voces personales cobran fuerza, volumen, textura, música. Cómo, bajo una misma consigna, los textos aparecen mostrando personalidades y sentimientos tan diferentes. Tanto, que esas consignas –con fortuna- se diluyen y desaparecen o se transforman gracias a las miradas individuales que entonces escriben lo que el autor necesitaba escribir. Este grupo en especial, el compuesto por Elsa, Analía, Popi y Flor, me regaló el privilegio de observar cómo cada una de ellas era capaz de conducir una consigna por los caminos de la propia identidad, la propia voz. Y transformarla en arte, no mero ejercicio. A la experiencia de lectura y escritura de cada una de las integrantes del taller, se sumó un trabajo previo de introspección, de viaje interior, de reconocimiento del tema y del alma antes del momento de escritura y durante las instancias de correcciones. Analizar la consigna desde todas sus aristas y lo que ella representa para cada uno es, para mí, requisito indispensable para que la palabra pueda hacérsele carne.


Todo este proceso es, en definitiva, el camino que recorremos todos los escritores a la hora de enfrentar consignas propias o sugeridas por terceras persona, hechos u observaciones. Coordinar este grupo fue puro placer y aprendizaje: el placer de ser testigo de búsquedas interiores; y el aprendizaje que surge siempre del participar en la escritura desde la gestación de una idea hasta la última corrección. Agradezco a Elsa, Analía, Popi y Flor, la confianza depositada en mí y en el espacio que propongo, así como la oportunidad que me dieron para poder ser, yo tambén, un integrante más que escribió con la misma pasión que ellas. Lo que sigue es la selección de textos que cada una hizo en su intimidad. Invito a los lectores a disfrutar cada página, cada verso, cada línea, cada silencio, y a compartir este libro digital –por las redes sociales u otras vías- con la certeza de estar distribuyendo Arte en su estado más genuino y original. Ariel Puyelli Coordinador del Taller Literario


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Elsa Coliva

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Absoluto La bufanda eterna por la que salen mis talones a despertar las mañanas ama el canto hondo y oscuro que añosas pintan las alamedas. Ser en lo que piso. Sin cuidados entrego mi cintura a esta montaña que me hizo suya. Un pez de pitra se muestra, no como el pico amarillo que intentó pasar por palito olvidado entre las hojas. Ser en lo que veo. ¿De qué se escandalizan las bandurrias, al ver pasar mis cielos de cuatro mundos? Ser en lo que doy y en lo que trago. Ser en lo que canto. Absoluto.

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Amenaza Húmeda y negra falsa oscuridad silenciosa gusta de crecer mácula. Ínfima, late y difumina tizne con intención de cubrirme toda. ¡Alto compañera! Solo tomaré estímulo para volverme profundo sol gestador de verdad. Con o sin heridas sé volar sola o con cuatro alas. Habito un campo minado de flores cómplices del sonido de mi risa menuda y celeste. Te haría bien retroceder aunque si no hay error

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Escándalo de bandurrias entrego agradecimiento pero te tomo sin levaduras ¡Quieta ahí! Que también te amo.

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Aún sin encontrar ¿ Y si por amar me salto la espera del último aplauso y sorbo la noche sin café? ¿Y si renazco en tenue golondrina y sin mirar atrás huyo de este desierto inventado? Por morir y besar no hallé ángel que no eligiera triturar sus alas.

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Cosa de nubes Ellas se encargan de entrenarme en el desapego. Un día tengo un altar al final de la ruta y al siguiente solo un muro gris. El altar y el muro, el marco verde y el sostén acuoso del cuadro son una trama ficticia. Por antojo, realzan la compacta energía de la forma. Proyectan en fondos puntuales (esos que mis gastados ojos aún pueden ver), mensajes de sus fondos oceánicos, de mis cañerías, de mis bolsos con o sin musgo. Replican como antenas, notas desde otros mundos. Una liebre me libera del reloj.

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Descreo del amor de la luna de la Tierra y sus giros de mis pasos hacia el lago y de algún criterio profundo. Descreo de todo síntoma descreo del té, del gen, de lo que veo en la gente. Descreo de copias y originales de sequías, de plurales de gobiernos y libertades de rectas y vacíos. Descreo de los torcidos de autor de iluminados y de muertos de aulas y recreos. De portones y cerrablandas de toda clave que no nos abra a lo que sin dudas, ya, nos sostiene.

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Hermana Exceso de invierno, en el cresteo despeinado, celoso de tanto humo libre, creo ver quietud. Un cantavientos compite con la campana viuda, le gana. Sólo entre manos sordas ella logra andar como pájaro enamorado. Soy las siete hojas últimas, dos gatas fuera del cuadro y en parte la sombra, Hermana de siempre.

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Largavistas azules nunca tuve y sin embargo me atan a tu mirada europea. Sí hubo un bombo santiagueño regalo de Mirco, un parche amable y hondo que no enlazó a tu corazón.

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En Natura no hay pobreza un aroma dulce me llena mรกs que la sucia leche de todo postre.

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Una pasa de uva ¿Qué me capacita con tan poca luz, a saber mantener la armonía en esta creación increíble ? Elegiré el bocado. Subordinada al vacío permeable a Él por Él tomada unida a la obviedad, sumida.

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Presencia Ruedo sobre la pinocha perdida, crujo sobre la madre que comienza a verdear lenta, segura. Un zorzal camuflado por hojarasca, me sorprende fuera de allí, ida en lo por llegar, muerta antes de ayer. Gracias a su bordado sonoro vuelo a su pico. Recuerdos de un otoño impúdicamente mágico.

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Puelo Sur ¿Qué contar sobre lo indecible? ¿Lo autogestado, lo etéreo? ¿Qué sobre La Única Artista? No lo sé. Una hoja del Japón pintada en el agua helada de mi Puelo Sur. Te huelo por la popa del ojo, Prima Verdad, verde llamado. Un ciclista llega recorriendo la lengua gris espaciadora de campos, hay encuentro. Sí, somos vida escondida tras la máscara de lo oculto, desamado y solo. En un pulso sin freno y estéril pero tan humano somos olas y holas en tácito frío.

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AnalĂ­a Pizzi

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Soy el reflejo de las mujeres que fui. Remolino en la distancia. Sol y runa. Me descubro otra y recorro el vacío que no es. Trozos y más trozos de mí se unen.

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Llueve. Otro año caracol me envuelve. La quietud marca el tiempo. Solos. Cada vez más solos.

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Me habitan fantasmas azules. Uno a uno aparecen en ronda como animales hambrientos. Soy presa fรกcil.

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¿Dónde se esconde la palabra que sostiene este río?

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Adoro mis pies vestidos de gata. Sigilosos sortean la vida para llegar a tu cama.

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¿Dónde van estos pies desterrados de mí?

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Si los pies son la madre si caminar duele tanto si adherirse a este suelo los vuelve raíces. ¿Por qué debo ser árbol en un desierto de almas?

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Absenta I Gota sobre gota la dulzura absorbe la esencia del fuego. Agua de mar espejo del bohemio.   II Aguamarina en los labios en las venas. Terrón de azúcar tu cuerpo en llamas.   III Sumergidos en agua marina, los días son gotas que lame la sed.   IV ¿Qué es un ritual sino una palabra obligada a ser?

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De cómo construir un poema

Si escribir fuera una canilla que gotea la tinta de las venas, la médula exprimida del poeta, una nota muda, esa calle de la infancia. Entonces, para construir un poema se necesita: ballenas que sacudan sus colas en el mar de césped, una bestia herida que se esconda en las entrañas, el calor de unos brazos, caminar al filo de un andamio, emborrachar los ojos de sorpresas despellejar la nostalgia. Para construir un poema se necesita despertar niño cada mañana.

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Un รกngel triturรณ tu recuerdo. Barriรณ mi piel con sus besos.

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Te busqué en la arena, en las rocas, en el abismo. Paraíso perdido donde tus peces juegan a las escondidas y moran, ese, tu país húmedo como mi cuerpo que espera un destello de tus ojos marinos, la chispa necesaria para encender mi territorio de escamas. Te busqué en el viento cálido reflejo de tus gemas navegando este, mi país verdelima donde aún espero vuelvas a habitarlo.

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Paso traspaso sobre la arena. ¿Quién soy después de ayer? Camino hacia la noche. ¿Cómo regresar al hastío? ¿Cómo olvidar?

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En el último refugio antes del adiós desnudé mi cuerpo de penas y teñí de bermellón estos labios, para vos. Con el filo de tu engaño dibujé mis muñecas. Y me perdí detrás de mis ojos.

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Quiero llenar esta jaula de palabras nuevas. Limpiar el vacĂ­o. Ser golondrina.

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Amanece en mi cuerpopaís gastado de días sin luna. Ahora sí amar en lo profundo.

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Llueve en mis venas Y soy arcoĂ­ris.

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Tu mundo no es una calle sin salida. Es un barco Pirata que navega en el aire. Pedacitos de cielo bajo el mar. Una hamaca colgada de una pluma. Edificios como flores. Tu mundo es el escondite perfecto para ver la realidad.

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Graciela Perazzo

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Escándalo de bandurrias

Amores monógamos engañan queriendo aplacar la soledad de la existencia Amores perdidos de cuerpo presente velado una y otra vez Amores que no son que gota a gota hacen huella evidenciando lo imposible Amores ocultos sombras de sentimientos acechando sin brillo A todos ellos se aferran sufrimiento agridulce se escoge porque es más cruel, más desolado el reflejo de uno solo

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Azul profundo del mar destellos, desolación si la soledad se puebla hoy está habitada por vos. Mientras, el tiempo se burla de esta melancolía echa la leña necesaria para seguir ardiendo desde lo profundo se ve la superficie lejana, transparente, difusa el silencio se cuela en mí soy cuerpo inerte que naufraga a la deriva.

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Arde en el pecho tu imagen, duele pensarte, sentirte lastima desde el punto más extremo hasta el infinito, la angustia me habla de vos, te trae, enreda tus canciones en mi recuerdo. Extraña relación de ausencias tan presentes.

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Aroma a tabaco hecho pipa Pasado, fotos viejas caminos color sepia ¿Añorarías tu tierra, tu niñez? Tus pasos ya lentos ¿jugarían a correr? Canciones sonando al compás de tus pitadas Silencios habitados de melancolía De pronto tu esencia se hace viva en este recuerdo de madera perfumada.

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Por algún motivo huyen las palabras agazapadas tras la ropa poblándose de alas esquivándome, prefieren esconderse mirar desde un rincón son un sinsentido raíz bajo tierra que me sujeta se fortalecen haciéndose silencio.

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Andar apesadumbrado, pañuelo en la cabeza, pollera larga y alpargatas. Parece estar, pero es solo su presencia, sus pensamientos divagan, fluyen, la confunden. “La loquita”, le dicen con cariño, todos la conocen. Segovia acompaña desde siempre. En la puerta del hospital hace guardias eternas, en la terminal, por las avenidas, siempre caminando, a veces mira y sonríe, esperando un saludo, y lo devuelve con un gesto que esconde cierta complicidad. Cuando la alegría no la acompaña, mejor mirar desde lejos. Protesta, putea y le habla a quién sabe qué alma. ¿Entrará en discusión con el mundo, porque gira en sentido contrario? Ese camino que transita, es lúgubre, con fantasmas, recuerdos, voces que la colman y a veces, seguro la atormentan. Sus pensamientos, como un espectro constante, la poseen haciendo de ella un barrilete que se deja llevar, por el viento de su mente que sopla fuerte y la arranca de la realidad. La veo pasar, y siento esa especie de cariño y nostalgia. Quizás sus espectros y los nuestros no sean tan distintos, quizás solo aprendimos a callarlos, evitando que nos dominen, pero están ahí, escondidos en algún rincón, susurrando como brisa algunos pensamientos, que sabemos esquivar, o a veces no. Refleja emociones Segovia. Luchas feroces con uno mismo, laberintos y rincones a los que no nos gusta acercarnos y a ella la chocan de frente a diario. Ternura, violencia, agresión, todas juntas viajan en su tren sin freno, y por esas vías va la señora de andar curvado, como acostumbrada al viento, el patagónico y el de su alma.

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De tu mente crecen alas rotas no volás te atan por dentro remolinos de emoción en tu corte bufón y reina miradas lejanas desde ahí todo es distinto las voces te colman acompañan cada paso no te dejan, no se callan cargan tu figura una curva luchando contra el viento mueca de alegría y pena mujer nostalgia perdida en el eco en los jirones del alma.

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Mi mamá guarda esa foto como un tesoro porque en ella figura su bisabuelo, en el centro, abrazando a Ester, la que sería luego su bisabuela. Eso la hace una reliquia y además, para mí siempre fue una intriga la figura parada a la izquierda con un rostro que parece de porcelana. Mi imaginación se echa a volar viendo la expresión de Maricel. Su nombre lo supe preguntándoselo a mi abuela, una tarde entre pastelitos, té y fotos. Ahora que la miro otra vez, creo que parece un poco asustada. Vestida con ropa clásica, típica de esa época, aparentando adultez, aunque su figura evidenciaba que no tendría más de quince años. ¿Qué pensaría Maricel? ¿Qué sentiría? ¿Durante su vida habrá conservado esa mirada entre asustada y desafiante? La abuela ese día agregó algo más: -“pensar que ella podría haberme enseñado muchas cosas, sabía cocinar muy bien, pintaba y escribía, pero se fue a Europa y no volvió”, sola se quedó, era rara”. Y… Sí, se la veía distinta, no tenía pinta de seguir mandatos, quizás siempre me sentí identificada, ¿quién sabe? por ahí un poco de esa mirada se coló en mí.

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Piel, cansancio, piel Humedad, perfume, sal Laberintos recorridos encuentros esquivos Labios, sed, latidos Juego de ajedrez sin jaque mate Mapa sin destino hundirse, caer pactar la rendiciรณn

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Sombra cubre mi tierra seca Lluvia que no moja Gritos a la luna buscan eclipses eternos vuelven en eco solo chispas, un contacto Y el silencio.

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El calor de las palabras pronunciadas al oĂ­do el aliento las caricias marcan hitos entre los dos Besos serenos de marea baja inician la travesĂ­a sin tiempo, ni escalas

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Enraizada observo su figura pequeĂąa y fuerte roble firme sujeta con sus ramas mi deseo constante de remontar vuelo

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El aire se tiñe de sol se cuela la luz por los vidrios A lo lejos pasos Sin noción del tiempo Me abraza el aroma a tierra mojada Por el rocío Giro y tu cabello enrulado cubre la habitación Cobro memoria Sé ahora La razón de mi mareo Embriagué de placer y tu espalda desnuda es marco de un nuevo comienzo

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Enmudeció y todo fue silencio, como las nevadas en invierno el mismo frio quebró la chance mutiló el deseo llenó el paisaje de vacíos sin sol

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Florencia Barris

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Soy la mentira que sabe que no sabe quién es.

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El viento trae una risa. Risa de lejos, que huele a sal y atardeceres. Me trae melodías amarillas, tonos de ocres. Un niño a los saltos - pequeño corsario – que amenaza a su hermanita - pequeña guerrera – con calabozos de arena y pulpos azules. El viento trae una caricia, un vestido. Remolinos danzando entre largas piernas, morenas como su cabello, desbocado. Hembra que llama a casa a sus cachorros, que la marea ya sube y el viento sopla.

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Una mujer posa su mejilla sobre una hoja en blanco. Abre la boca.

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El verano está cerca. Viene a mi encuentro En cada brote, Cada perfume. Sádico. Me busca, me llama. Como si no se supiera responsable. El verano viene a mi encuentro, a la cosecha. Y yo acá, verde, inmadura, aún no sé de qué frutos me está hablando.

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Recorro en una lágrima un rostro que desconozco. Siento las curvas, las diagonales, húmedas. Piel tersa resquebrajada. Óxido. Y maquillaje. En esta mujer, este hombre, esta niña emplumada que está pero no está. Ahí! No. Se resbala. Ahí? Tampoco.

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Entre gemidos dulces tu sangre acaricia su boca. La mĂ­a.

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Te amé ese anochecer a lo largo de todo tu país. Amé tu bandera. Amé tu idioma, tu textura, tus olores. Amé las leyes que te forman y dejé que me amaras con cada uno de tus modos insurrectos. Te amé, señor de tus tierras. A vos y a tus sabios, tus brujas, tus hembras furiosas y tus hombres sensibles. Amé a tus niños y a cada una de sus fantasías. Te amé sin juicios, sin condiciones. Con ojos brillantes. Con ese amor idiota y adorable, de turista enamorada.

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Ser la palabra que juega que forma da forma deforma y te llama.

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Lento andar, imperceptible. Danza madre, hembra de pelo mojado que huele a yungas, a helechos. Respira la tierra negra, hĂşmeda y acompasada, en su pecho de animal salvaje. Filo de obsidiana, ofrece tu sangre en sacrificio, mientras recorre esa boca de pantera poseĂ­da por tu aliento final arrebatado.

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Escándalo de bandurrias

De cómo hacer un poema

Encender el fuego. Desnudarse de juicios, de máscaras. Invitar a la mesa a aquel recuerdo, aquella imagen que abre a patadas la puerta de la cocina. Revolver los versos despacio, con gentileza. Reservar obviedades y redundancias. Buscar otros modos y escuchar atentamente. Seguir revolviendo hasta alcanzar el punto justo en que el aroma y la textura permitan, al menos por ahora, hacer la hoja a un lado.

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Absentha Ella De finas hierbas, esmeralda en llamas. Me invita al viaje y abre una puerta. Aguanto la respiraciรณn, siento las brรกnqueas, en lo profundo y mi muerte abre una puerta tras otra. Hacia la noche en el silencio voces me miran me llaman al otro lado de aquella puerta tras esa otra. Hasta mis viejos allรก, en el vientre. Hasta aquel grito del dolor y la vida, que abre una puerta tras otra. tras otra.

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EscĂĄndalo de bandurrias

Porque las pistas de carreras no van hacia ningĂşn lado. Ni se atreven los columpios a sorprendernos. Porque el paracaĂ­das es un acto de miedo y no de arrojo. Al mundo se llega nadando; surcando los mares, surfeando las nubes. Y se parte en picada; cerrando los ojos, soltando las velas, abriendo la boca.

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