5 minute read
TOCANDO LAS NUBES
“EN LA NATURALEZA NO HAY CONTRADICCIONES” -LUC DE CLAPIERS
Podría decirse que los pilotos y las nubes vivimos juntos…pero no revueltos. El sueño dorado de un piloto, como el de un marino, es un cielo sin nubes. Pero ahí están, ellas llegaron primero que nosotros y van a seguir estando, nos guste o no nos guste. Lo mejor que podemos hacer como pilotos es estudiarlas y tratar de entender su comportamiento. Las nubes solas son inofensivas, como los cachorritos, pero una vez que se organizan… cuidado. No sé por qué, pero todo lo que a nosotros los pilotos nos causa problemas tiene que ver con las nubes. Veamos, por ejemplo, la legislación aérea: si no hay nubes aplican ciertas reglas, si hay nubes aplican otras. ¿Qué es lo mejor para un principiante? Apartarse de las nubes, por supuesto. Entonces, ellas por un lado y nosotros por el otro. La situación es que compartimos el mismo cielo, por lo que tenemos la necesidad de convivir.
Advertisement
Yo me acuerdo de mis primeras lecciones de vuelo, a las nubes no las tomábamos en cuenta para nada; por allá, en la lejanía, las veíamos sobre la barranca de Oblatos totalmente inofensivas, eso sí, en la tarde armaban unos chubascos con rayos y centellas. Poco a poco al ir avanzando en nuestro adiestramiento de vuelo nos fuimos acercando a ellas. Ya en la maniobra de acrobacia ahí sí nos fuimos acercando a las nubes por la altitud que necesitábamos para las “maromas”. Sin embargo, solo las rozábamos de vez en cuando. Entrar en ellas era para nosotros “perder la visibilidad”, es decir, nuestra referencia visual y eso para un piloto nobel es peligroso, solo nos dedicábamos a “perforarlas inocentemente”. Más adelante aprendimos que hay “nubes con hueso”. Es decir, no todas ellas son inofensivas. Las nubes que rodean una montaña son extremadamente peligrosas para un avión, en su interior son sólidas como una roca y no hay poder humano que las atraviese sin verse perjudicado, así que hay que alejarse de ellas. Existen muchos tipos de nubes más, pero generalmente las organizamos en: Nimbus – Estratos, Cumulus – Cirrus. Luego la naturaleza se encarga de mezclarlas unas con otras y nos las ofrece a los pilotos como “plato servido”. Cada uno toma lo que quiera. Ahora bien, Nimbus significa: lluvia. Cumulus son nubes de gran desarrollo vertical, típicas del verano. En el invierno, si voltea a ver el cielo y observa unas nubes muy altas que parecen pinceladas en un cuadro de Van Gogh, son Cirrus formadas principalmente de cristales de hielo. La naturaleza es tan sabía que en una tormenta de verano puede presentarnos todos los tipos de nubes habidos y por haber, es solo cuestión de observar y de sentir sus efectos. ¿Qué determina la forma de las nubes? Ahí sí no le puedo ayudar. La naturaleza es muy caprichosa y parecen volutas de humo. Lo que si necesitan las nubes para formarse son dos cosas básicamente: humedad presente y temperatura. Si ambas se combinan se forma una nube. Un día estaba observando la naturaleza en una colina, estaba del lado del Pacifico en la península de Baja California, del lado de Todos Santos para los que conozcan, cuando de repente, a mi alrededor se empezó a formar niebla, sin querer estaba presenciando el momento mágico en el que los elementos, humedad y temperatura, se combinaban para dar nacimiento a una nube, que por estar pegada al suelo la llamamos niebla. Por alguna razón se comenzó a desplazar y al llegar al borde de la colina en donde yo estaba, descendió, como derramándose silenciosamente. En ese preciso momento me sentí el ser más afortunado del planeta por estar presenciando ese milagro natural. Con los pies en la tierra vi nacer una nube. Lo curioso es que a una nube, si tiene o casi tiene contacto con la superficie, la llamamos “niebla” y no es más que una masa de vapor suspendida en la atmosfera. Si alcanzan a dispersar la luz las vemos blancas hermosas, y cuando no, se tornan grises y amenazantes, ni que decir si se ponen negras. Si se organizan entre ellas son capaces de desatar los mil diablos del infierno. Considere lo siguiente: nubes Nimbus mezclándose con nubes Cumulus. Esa si es una fórmula para una tormenta. En aviación los llamamos: Cumulus-Nimbus o Cb abreviado. “Actividad Convectiva” (sube y baja). Las fuerzas que se combinan dentro de una de estas gigantescas nubes exceden por mucho las limitaciones de cualquier aeronave. Vamos a encontrar ráfagas ascendentes y descendentes, turbulencia severa, descargas eléctricas, lluvia intensa, granizo y formación de hielo, todo en unas cuantas millas y en unas cuantas horas. Los pilotos prudentes nunca se acercan a estos monstruos y cuando nos las encontramos en nuestra ruta les sacamos la vuelta poniendo distancia de por medio (mínimo 20 millas). Los navegantes de los siglos XV, XVI, etc., no tenían la menor idea de dónde y cuándo se las iban a encontrar; sin embargo, las desafiaron, algunas veces, con resultados trágicos. Desde entonces, marinos y pilotos nos hemos dedicado a estudiarlas para tratar de entender su comportamiento sin llegar bien a bien a comprenderlas. Eso sí, ya las podemos ubicar y clasificar sus potenciales peligros, como con la invención de radares por parte de los ingleses. Si usted apunta un transmisor de ondas electromagnéticas hacia el frente, existen algunas cosas que no pueden ser penetrados por esas ondas y las rebotan, una de ellas es la lluvia. Ese sencillo descubrimiento dio origen al radar. Yo como piloto le doy gracias a solamente dos individuos: al que inventó el aire acondicionado y al que inventó el radar. El radar en manos de un piloto experto es un arma sensacional para detectar, pero más que nada, para evadir el mal tiempo. Ese es el secreto: evadir el mal tiempo, no enfrentarse a él. Hace algunos años sucedió un terrible accidente: un Airbus 330 de Air France volando de Río de Janeiro a Paris se encontró con una zona muy extensa de actividad convectiva (tormentas) sobre el Atlántico. No le hicieron caso a su radar y se metieron en lo más fuerte de las tormentas. Obviamente todos los instrumentos y modernísimas computadoras fallaron, los pilotos acostumbrados a la automatización no supieron resolver el problema y se estrellaron trágicamente. Aquí en nuestro país, hace algunos años, un avión de Aeroméxico intentó despegar con una tormenta al frente ya sobre la pista, no lo logró y se estrelló fatalmente. Desgraciadamente los ejemplos abundan en la aviación. Los pilotos tenemos que aprender a respetar a la naturaleza y no mezclarnos con ella, porque siempre saldremos perdiendo. Necesariamente debemos practicar la humildad.