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VOLAR EN GUATEMALA
HACE UNOS MESES, JASON NEWBURG, PILOTO ACRÓBATA CANADIENSE RADICADO EN ESTADOS UNIDOS, ME COMENTABA CON SORPRESA SU EXPERIENCIA EN GUATEMALA. REGRESABA DE HACER UNA GIRA POR CENTROAMÉRICA ATENDIENDO VARIOS EVENTOS QUE SUELEN HACERSE EN LA MISMA TEMPORADA. SE ESTABA QUEDANDO UNOS DÍAS EN EL AERÓDROMO ALBATROS, EN TEQUESQUITENGO, MOR., PARA LUEGO SEGUIR SU CAMINO DE VUELTA A CALIFORNIA. CON SUS PALABRAS CONSTATÉ LA IMPRESIÓN QUE HE TENIDO Y QUE NO HA DISMINUIDO UN ÁPICE EN LAS TRES OCASIONES QUE HE PODIDO VOLAR A GUATEMALA.
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El vuelo desde el centro de México es, por decir lo menos, largo y solitario. Suelo despegar de Morelos al alba y hacer escala en Puerto Escondido. Ahí reabastezco combustible y sigo toda la costa de Oaxaca y de Chiapas hasta llegar a Tapachula. Son, en promedio, cinco horas y media el tiempo acumulado de esos dos vuelos. Son mínimos los tráficos que uno puede oír en las frecuencias de radio. Pero lo que me sorprende es que, si bien se pasa a 25 millas al sur del aeropuerto militar de Ixtepec —en el mero Istmo de Tehuantepec— desde Huatulco hasta Tapachula no hay ninguna alternativa para aterrizar en un tramo de cerca de 260 millas náuticas. México es tan pobre en ese sentido.
El sentimiento que me causa cruzar la frontera por el río Suchiate es como la de aquel que ha saltado de universo paralelo. Son cinco las frecuencias que uno cambia desde que cruza la línea fronteriza, hasta que apaga el motor en la plataforma internacional del aeropuerto de La Aurora, en Ciudad de Guatemala. Es un vuelo de 140 millas náuticas. Sorprende la cantidad de aeródromos que se ven en el camino y la cantidad de tráficos que se escuchan en la frecuencia. Una de las veces pude observar, desde la ventanilla izquierda, cinco pistas con sus cabeceras bien marcadas, algunas con su hangar, todas alineadas de norte a sur, salvo una de ellas, que por algún motivo era transversal.
En una ocasión nos organizamos algunos amigos pilotos de Morelos, Chapala y San Luis Potosí y Tabasco para ir al festival aéreo de Iztapa. Despegamos a las tres de la tarde de Tapachula. Había mucha bruma y formaciones de nubes en la sierra. Volamos paralelos a la costa y al virar a Ciudad de Guatemala y pasar hacia su elevado valle rodeado de volcanes, las cosas se complicaron por el clima. Yo iba en la retaguardia y me comenzó a llover en las tierras planas y bajas de Escuintla. Pasar por el cañón de Palín era imposible y avisé a Control San José que iba de vuelta a Tapachula. El controlador se comunicó conmigo minutos después. Se había informado de las condiciones de otra ruta por el lado oriental del activo volcán Pacaya y me sugirió intentar por ahí. Todo el tiempo
estuvo pendiente de mí, y solo cuando confirmé que tenía el valle de Ciudad de Guatemala a la vista, me transfirió a La Aurora. Aterricé momentos antes de que lo hiciera un Airbus 340 de Iberia. Si bien no me dieron prioridad, sí me brindaron la oportunidad de adelantarme para aterrizar lo antes posible. El controlador de la torre me pidió hacer un toque largo para desalojar la pista. Al entrar a la plataforma internacional miré al sur. En la ruta de Palín se veía un horizonte negro con relámpagos. El Airbus 340 frenaba en ese momento en la pista. El empleado de operaciones me dio la bienvenida. Me bajé sorprendido y le comenté: ¿Puede creer que ese monstruo viene de Madrid?
Tramitar los permisos de sobrevuelo e internación desde casa se resumió a enviar por correo una solicitud y los documentos escaneados que uno lleva en el avión. Veinte minutos después llegó el número de permiso. Eso fue todo. Llegando a Guatemala entregué copias de los documentos enviados. No pagamos la tarjeta de turista, “no en balde —nos dijeron— ustedes son tripulación”. Al terminar los trámites nos presentamos en la sede del aeroclub de Guatemala.
El aeroclub de Guatemala se fundó en 1945. Es una asociación de más de 700 miembros de los cuales 500 son pilotos en activo. Guatemala tiene una actividad aérea de verdad sorprendente. El edificio sede cuenta con un restaurante, un bar y una terraza con una vista extraordinaria. Todo lo que aterriza o despega del aeropuerto pasa por enfrente. En el tiempo que estuvimos ahí vimos muchos aviones comerciales y de aviación general de todos tipos y tamaños. En ese mismo edificio, exclusivo para socios, hay un gimnasio, una sala con pantallas para observar el clima y un mostrador de despacho donde se abren planes de vuelo que son transferidos por un empleado a la DGAC. El aeroclub hace los trámites ante la autoridad. En el vestíbulo una vitrina resguarda objetos y fotografías relacionados con la historia del aeroclub y de la aviación guatemalteca. Una hermosa foto aérea, enorme, en blanco y negro, muestra la sierra sur del país, la que mira al Pacífico, con
los grandes volcanes alineados, unos tras otro y que caracterizan tanto el paisaje guatemalteco; desde el volcán de Agua, el de Fuego y el Acatenango, hasta el Atitlán, el Tajumulco y el Tacaná. En el muro opuesto a la foto hay un colosal mapa en relieve de todo el país, que ocupa el descanso de la amplia escalera que lleva al restaurante y a la terraza.
El gasavión en La Aurora es administrado por el aeroclub, así como los hangares de la aviación general. Con ello se obtienen ingresos. El aeroclub también da servicio de FBO a las aeronaves privadas extranjeras que aterrizan en La Aurora a un precio muy conveniente. Cuenta con cuatro pistas privadas: dos sobre la costa del Pacífico, una en el hermoso lago de Atitlán y otra más próxima al Caribe, la de Río Dulce. En la página web del aeroclub se pueden consultar cámaras en tiempo real para enterarse de las condiciones del clima en cada uno de sus aeródromos.
Al día siguiente, a la una de la tarde, despegamos de La Aurora rumbo al noreste. Volamos sobre la ciudad más poblada de Centroamérica, de dos millones de habitantes, sobre una topografía muy accidentada. Nos cambiaron a la frecuencia de Guatemala Radio, que abarca gran parte del país. La controladora nos preguntó si estábamos familiarizados con la ruta, brindándonos con eso su ayuda para cualquier eventualidad. Alcanzamos el río Motagua, el más largo de Centroamérica. Pasamos Zacapa y seguimos el cauce del río hasta el mar Caribe. Vimos de lejos el lago Izabal, rodeado de paisajes tropicales espectaculares. Alcanzamos la costa y cruzamos la frontera con Honduras cerca de Puerto Cortés. Pasamos a través del aeropuerto de San Pedro Sula. Volamos sobre las primeras estribaciones de una escarpada sierra marítima cubierta de selva. Cruzamos sobre el mar y llegamos a la hermosa isla de Roatán, muy montañosa y muy verde, con playas blancas y aguas claras, de ese azul tan del Caribe. Sin embargo, nos tomó más de tres horas hacer el papeleo y pasar migración y aduana. ¡Ay, cómo extrañamos Guatemala! Estuvimos dos días en Roatán, comiendo excelente y esnorqueleando en arrecifes. Regresamos a Ciudad de Guatemala y visitamos durante tres días la hermosísima ciudad de la Antigua y el lago de Atitlán. Despegamos de La Aurora en una mañana clara un grupo de cinco aviones mexicanos escoltados por el precioso Husky de Roberto Guirola, nuestro anfitrión del aeroclub de Guatemala. Tomamos al oeste. Volamos por tierras elevadas, boscosas y de orografía muy complicada. Vimos la fumarola permanente del volcán de Fuego. Pasamos por el valle fértil de Patzicia y llegamos, después de ver paisajes hermosos, a la inmensa y profunda cuenca, rodeada de montañas gigantescas, que contiene el lago de Atitlán. Aldous Huxley, autor de Un Mundo Feliz, describió a Atitlán como el lago más hermoso del mundo. Sobrevolamos ese gran espejo obscuro de aguas profundas y pequeños pueblos. Vimos las laderas inclinadas de los tres volcanes que lo rodean. Pasamos desde arriba la pista de pasto de Santiago Atitlán y cruzamos por uno de los dos collados bajos para salir a la vertiente del Pacífico. Abandonamos los bosques espesos de coníferas hacia tierras bajas y tropicales, sembradas de caña, palma y plátano. Llegamos en media hora a la pista de Iztapa, cercana a Puerto San José.
El aeródromo de Iztapa es muy significativo. Es una pista de pasto de 900 metros impecablemente mantenida, paralela al mar y resguardada de los vientos por una laguna larga y una barra. Es un paraíso. Cada año se celebra ahí el evento de aniversario del aeroclub de Guatemala. Es un festejo privado que no está abierto al público; pero gracias a la invitación de Roberto pudimos ver un numeroso grupo de acróbatas locales y extranjeros que hacen esa exhibición privada: Carlos Dárdano, Patty Wagstaff, Melissa Pemberton, Skip Stewart, Kirby Chambliss y algunos otros. Pudimos contar, estacionados a la orilla de la pista, decenas y decenas de aviones locales impecables que llegaron para darse cita en el evento. Monomotores, bimotores, helicópteros y ultraligeros. Los nuestros se quedaron muy al final, todos sucios por nuestro viaje largo. Ciudad de Guatemala está en un valle alto rodeado de enormes volcanes y es, en ciertas temporadas, muy complicada por el clima. Iztapa es un aeródromo alterno a La Aurora para aeronaves de pistón cuando se presentan malas condiciones de clima en la capital. Al llegar de noche no hay más que oprimir el PTT para encender las luces de la pista desde el avión y aterrizar. En Iztapa hay habitaciones con servicio de hotel y otras facilidades. Contiguo a ello hay hangares para resguardar embarcaciones marinas de socios que practican actividades náuticas. Después del evento regresamos a La Aurora para despedirnos de nuestros amigos del aeroclub de Guatemala y emprender el largo regreso a casa.
La ruta hacia México fue espectacular. Despegamos de La Aurora después de hacer trámites fáciles y amables. Una vez en la vertiente del Pacífico, pudimos ver la gran cantidad de pistas que hay, una tras otra. Volamos sobre la costa contemplando hacia el norte los grandes y hermosos volcanes de Guatemala en una sucesión de paisajes casi repetidos, desde el volcán de Agua hasta el Tacaná. Ingresar por Tapachula fue como recibir un balde de agua helada. Las autoridades —lentas, complicadas, prepotentes— nos dieron una agria bienvenida de vuelta a casa.
Hay mucho que aprender de la aviación en Guatemala, y en particular, nosotros, como Federación, del aeroclub de Guatemala.