Ensayo

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Benemérita Escuela Normal “Manuel Ávila Camacho”

Ensayo: “El sentido social de la profesión docente”

Curso: El sujeto y su formación profesional. Docente: Aneli Galván Cabral. Integrantes del equipo:  Ana Karla López Gallegos.  María Fernanda Rocha Villagrana.  Lorena Montsserrat Pérez Rodríguez. Licenciatura: Educación Preescolar. Semestre y grupo: 1º “A” Fecha de entrega: 17/12/18


Introducción. Este documento presenta un trabajo que pretende ofrecer un análisis crítico y reflexivo de investigación acerca de la figura y la imagen social del maestro que se transmite en la prensa diaria. La imagen que se transmite desemboca en una visión negativa de la imagen social del hecho educativo en general, y afecta negativamente al proceso de aprendizaje que experimentan los alumnos, al proceso de enseñanza que desarrollan los profesores e incluso a la salud psíquica y física de éstos. Tan importante puede resultar el desprestigio gratuito, generalizado y desmesurado del profesor que merece ser tomado más en serio por estudios enfocados hacia la búsqueda de soluciones. Los medios de comunicación social pueden modificar la dirección de esta circunstancia si comienzan a transmitir una imagen del profesor más sincera, realista y ajustada, salvando los estereotipos, la complejidad del acto de enseñar, las dificultades que acarrea ser profesor hoy en día y la evolución en la percepción sobre la figura del maestro y la maestra a lo largo de los años, son algunos de los aspectos abordados, además de ello, el documento pretende ser una provocación para aquellos que se dedican a la función docente desde cualquier instancia o en cualquier nivel o etapa educativa. Una llamada a la reflexión consciente, a la búsqueda de nuevos caminos que, en medio del desasosiego educativo y social actual, logren una mejor atención educativa a la infancia y un mayor bienestar en la profesión. 6

Desarrollo. Durante algunos años los más pequeños fueron considerados hombres y mujeres en miniatura y, por lo tanto, inferiores a la categoría adulta. Como consecuencia, la mayoría de los niños eran analfabetos, privados del don de la escritura y de la lectura y de todo lo que esto comporta. Durante el siglo XX muchos maestros se pusieron manos a la obra para poner remedio a esta perversa enfermedad que dejaba a gran parte de la humanidad indefensa ante los poderes políticos, económicos y sociales, y que impedía a los pueblos, envueltos en la miseria intelectual, avanzar. La sociedad otorgó el título de maestro a las personas que obtenían un grado supremo, una sabiduría más grande que la del resto y que eran capaces de transmitirla a los demás. Todavía


hoy en día, en muchos países, dirigirse a alguien como maestro es un honor que se hace únicamente a las personas que se considera que, por su inteligencia y humanidad, nos aportarán nuevos caminos y nueva sabiduría. Y de aquí maestro de escuela. Durante el siglo XX el concepto “maestro” fue perdiendo esta característica de sabiduría y, no únicamente ha ido continuando con un bajo prestigio social, sino que ha ido perdiendo el nombre; así, desde el último tercio se habla más de profesor y profesora. Sin embargo nunca se ha perdido su uso, ni su reivindicación e, igual que los ríos siempre vuelven a su calma, hoy continuamos reclamando el título de maestro de escuela como un signo de una profesión que tiene encomendada una tarea ambiciosa y difícil: educar a los hijos de los otros, como dice la tradición, con la sabiduría y la paciencia necesaria El hecho de educar genera una forma determinada de ver la realidad social, de reflexionar y hacer reflexionar sobre lo que pasa, y por este motivo, muchos y muchas maestras han sido perseguidos durante el siglo XX, han sido sancionados, han sufrido humillaciones, y también el exilio y la muerte por defender sus ideas o por enseñar las ideas a otros que pensaban diferente. Es cierto que los sistemas políticos quieren controlar ideológicamente la educación de las personas y por lo tanto, ven a los maestros y a las maestras como un colectivo fundamental para difundir una determinada ideología, con una función de sometimiento y dependencia a los poderes establecidos. En los años setenta se comienza a contraponer a la imagen idílica del profesorado, como ser modélico en sus virtudes y buenos hábitos, una visión conflictiva de la enseñanza y de los propios profesores que se transmite a la sociedad. Los medios de comunicación de masas fueron los principales transmisores

de

dicha

imagen,

pues

ellos

empezaron

a

divulgar

las

imperfecciones y lagunas del sistema educativo, mientras culpaban de ellas a los propios profesores. Así pues, vemos cómo la imagen social del profesorado se desprestigia desde que los medios de comunicación de masas, y la comunidad en general, empiezan a convertir en problemas educativos todos aquellos conflictos sociales y políticos


que van surgiendo, sin que los responsables de la política educativa hayan intervenido a su favor, salvo contadas ocasiones. «Los profesores en nuestra sociedad contemporánea se enfrentan a unas circunstancias cambiantes que les obligan a hacer mal su trabajo, enfrentándose además a una crítica generalizada, que, sin analizar esas circunstancias, considera a los profesores como los responsables inmediatos de los fallos del sistema de enseñanza» Un profesional inseguro sólo consigue el deterioro de su actividad. Los profesores han pasado en poco tiempo de ser admirados por su impecable labor a ser compadecidos por la situación tan compleja en la que desarrollan su trabajo. En este contexto, los profesores han dejado de ser «agentes monopolizadores» para convertirse en «agentes mediadores» entre los alumnos y la masa de información que reciben constantemente (García García, 1986). Las profesiones mayores son aquellas que solucionan problemas concretos; como la medicina, la abogacía, las empresas..., las cuales suelen fundamentar su actividad en un conocimiento científico y/o tecnológico. En cambio, las profesiones menores poseen fines más ambiguos, una ordenación menos rigurosa y su ejercicio no calma la ansiedad humana; precisamente entre estas últimas se encuentra la enseñanza. Las profesiones menores, en cuanto dejan de tener un significado social, pierden la categoría de «profesión» para pasar a ser «arte». Se puede afirmar que la docencia es una profesión que lucha por mantener esta categoría porque «al ser considerado profesional, uno entra, por así decir, dentro de una élite, tanto en lo económico como en lo social, con todas sus implicaciones en forma de poder, brillo y fama» (Wanjiru, 1995, 186). En el mismo sentido, la docencia es una ocupación que se encuentra a medio camino entre la profesionalización y la proletarización, a estas ocupaciones en términos sociológicos se les denomina «semiprofesiones»; pero existe un factor muy importante que interviene a favor de la profesionalización de la actividad educativa: «[...] es la naturaleza específica del trabajo docente, que no se presta


fácilmente a la estandarización, a la fragmentación extrema de las tareas, ni a la sustitución de la actividad humana por la de las máquinas» (Fernández Enguita, 1990, 160). Una condición que puede haber influido notablemente en el deterioro de la imagen del profesor ha sido la burocratización de su trabajo, cuya consecuencia directa es la de someter al profesor a un continuo proceso de supervisión, evaluación y control. A este respecto, podemos distinguir cinco tipos de control. Un primer tipo de control sería el «político», referido a los profesores que desempeñan cargos en su centro. Un segundo tipo sería el control «legal», que permite a los ciudadanos exigir ante un juez que se cumplan sus derechos educativos. El tercer tipo de control es el del «mercado», según el cual padres y alumnos eligen la escuela más apropiada y, en algunas ocasiones, hasta profesor. El cuarto es el control «burocrático», mediante el cual la Administración educativa vigila el cumplimiento de las reglamentaciones y las modifica cuando lo considera necesario. Y, en último lugar, no por ello menos importante, está el control «profesional», referido a la continua revisión de los compañeros en la toma de decisiones en el aula (Marcelo, 1994). Uno de los principales causantes de esta crisis en la profesión docente son aquellas políticas educativas que, por una parte, no han sabido ofrecer al profesor la capacitación necesaria para poder actualizar sus métodos según lo vaya demandando la sociedad; y, por el contrario, permiten que el profesor tenga que enfrentarse con una realidad ficticia que se les plantea durante su formación. Este desengaño, también denominado «shock del futuro» (Toiler, 1972), produce un tremendo desconcierto, una baja consideración social y una pérdida de valoración y de autoridad. Entre la diversidad de exigencias, destacamos aquellas que reclamaban los cambios en la unidad familiar: los padres dedican menos tiempo a sus hijos, el número de hijos por familia se ha reducido notablemente y la implicación del resto de los familiares también es inferior; estas circunstancias crean una serie de lagunas que se pretende que sean cubiertas por el profesor (Merazzi, 1983). Al no


satisfacerse esas exigencias, aparecen críticas indiscriminadas hacia el profesorado, las cuales van contribuyendo al desprestigio de la profesión docente y, por supuesto, indirectamente son causa del aumento significativo del número de bajas e incluso de abandonos. El constante juicio social al que está sometido el profesor ha llegado a desilusionarle y, en ocasiones, a provocarle el serio problema del estrés (Cooper y Travers, 1997; Esteve, 2003). Este aumento creciente de responsabilidades sobre los profesores, lejos de producir una mayor profesionalización, al exigir ampliar conocimientos y especialidades, ha conducido a una proletarización de sus actividades En general, la sociedad ya no piensa que la educación pueda igualar las diferencias entre los individuos, eliminando las clases marginales, ni tampoco cree que la educación garantice un futuro profesional porque ya no asegura un puesto de trabajo acorde al nivel de estudios. Sin embargo, hemos retrocedido en la consideración profesional del profesor. Al descargarlos de la culpa de una serie de males sociales, no de todos, pierden responsabilidades y con ellas pierden relevancia en las jerarquías socioProfesionales. En los últimos años, están apareciendo nuevas ocupaciones e instituciones destinadas a dar solución a esos problemas sociales que sobrepasan la tarea educativa del profesor, Así pues, con esa pérdida de responsabilidades, los profesores han dejado de gozar de una excelente consideración social, entendiendo que la consideración social puede definirse como un conjunto de derechos y deberes que caracteriza la función de un individuo en sus relaciones con los demás» (Molió, 1980, 60). En realidad, vivimos una situación realmente contradictoria, pues la sociedad reconoce que el profesor realiza un trabajo de capital importancia, a la vez que les asigna una posición social baja. Los estereotipos que nos llegan a través de los medios de comunicación social, en el caso de la docencia, se resumen en dos: el «ideal» y el «conflictivo» (Esteve y Fracchia, 1984; Vera, 1988). El primero es el que hace referencia a la consideración histórica del profesor como amigo, guía, cuidador y modelo del


alumno, en el que confía toda la sociedad, porque resalta todos los matices positivos de la docencia. El segundo subraya todos los inconvenientes o lagunas del proceso educativo como errores imputables, casi en exclusiva, al profesorado, resaltando sus características más conflictivas. Tan injusto como parece el segundo estereotipo, también lo es el primero, por cuanto pone al profesor frente a un ideal utópico de desarrollo profesional. En realidad los dos estereotipos conviven y pueden incluso desarrollarse sobre un mismo profesor en dos momentos diferentes de su vida profesional. Es importante hacer notar que muchos profesores se preocupan por la existencia de esos estereotipos que se transmiten a la sociedad, simplemente por el interés comercial de los medios de comunicación (Rodríguez Penin, 2002).

Conclusión. Para concluir podemos deducir que se le comenzó llamar maestro al que adquiría un grado superior de estudios, preocupándose así por darle importancia a los niños adultos en miniatura al cual al profesor se le considera como amigo, guía, cuidador y modelo del alumno, en el que confía toda la sociedad. Además de que en el siglo XX se inicia la controversia entre la importancia del maestro y el lugar que ocupa en la categoría social. Por ende, esta se comienza a ver como una profesión de segunda, dominada por los altos mandos y por la sociedad en general, a esto se le atribuye al docente problemas sociales que no le corresponden y al no cumplir con las expectativas generan cada vez

más

desprecio de ello. Ahora bien, “Nuestro sentido social deja mucho que desear como una regularmente lo reconocemos”. Hay, pues, que avivarlo, educarlo, orientarlo. Si la educación no consigue formar ciudadanos penetrados de sentido social, no ha logrado lo que de ella esperaba la sociedad, sobre todo la nuestra.” La educación debe formar el sentido social. Alberto Hurtado es un pedagogo social y, en esta pedagogía, ve el sentido y futuro de la educación. Toda acción


educativa si quiere ser tal, debe apuntar a la formación del sentido social. En el concepto “sentido social” se unen, complementan y requieren mutuamente la realidad social y pedagógica que Alberto Hurtado concibió como un todo unitario, porque la educación es social, si no es verdaderamente educativa. Dos son las características fundamentales que definen el sentido social. En primer lugar, debe tener una cualidad moral y espontánea, en la medida que es formada y ejercitada, de comprender los problemas humanos. En segundo lugar, debe existir la capacidad de ponerse en el lugar y mirada del otro que es prójimo, especialmente cuando su dignidad es atropellada y violada. Por lo tanto, el sentido social es cognitivo (hace comprender) y afectivo (toma el lugar del prójimo y se indigna). Consecuentemente, podemos afirmar que desde el conocimiento social que podamos tener de la realidad, tenemos que dar un salto indispensable que es hacernos sensibles a esa misma realidad, afectándonos y comprometiéndonos a la acción. Por ende, el “sentido social” está ligado a tres conceptos que lo fundamentan, como son: Primero, “la vinculación de unos seres con otros, sus deberes recíprocos donde el alumno comprenda que sus actos repercuten en los demás” Segundo, “la supremacía del bien común sobre los intereses individuales o colectivos” Tercero, la centralidad de los derechos humanos y la conciencia que se debe lograr sobre “los derechos fundamentales de la persona humana” Por lo que vivir, educarse, nos lleva a tener una vida digna. Las semejanzas que pudimos encontrar fueron que las dos se tratan de notas de entrevistas en los cuales se expresa la misma idea; el maestro desde el punto de vista social, que era de esperarse contiene comentarios que hacen ver la profesión docente como una profesión de segunda. Otra semejanza es que los dos textos se enfocan en el punto de vista social del docente. Las diferencias con las que cuentan estos textos son que “La función y la imagen del profesorado” es un artículo mientras que “La imagen social del profesorado en la prensa” es un trabajo de información. Otra diferencia es que el primer texto


mencionado invita a la reflexión para se logre un mayor bienestar en la profesión, además de que este se enfoca no solo en el presente, también en lo que se pensaba del docente en el pasado. En el segundo texto mencionado se enfoca en estudios para la búsqueda de soluciones, además, habla más sobre lo que se dice en la prensa como lo dice su título hace un llamado para lograr que los medios de comunicación puedan modificar la dirección de esta circunstancia comenzando a transmitir una imagen del profesor más sincera, realista y ajustada, salvando los estereotipos. Con ayuda de los medios de comunicación y este tipo de artículos se podrá dar una imagen diferente del docente donde los comentarios que se hagan hacia el sean más acercados a la realidad, a lo que se vive día con día en las aulas y fuera de ellas logrando que la profesión sea valorada y tenga una vista social digna de lo que realmente es ser docente. Bibliografía. Amparo Consuelo Civila Salas, 12 de diciembre del 2018 “La imagen social del profesorado en la prensa” 28 pag. Francisco Imbernon Muñoz, Beatriz Jarauta Borrasca, Zoia Bozu, 12 de diciembre del 2018 “La función y la imagen social del profesorado”, Volumen 2 12 pag.


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