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Un millón
El cordón no es sanitario
Javier Cuervo
Sameth Mey, ayer, durante la revisión que le practicó el oftalmólogo Luis Fernández-Vega Sanz en la clínica que dirige en Oviedo. | Fernando Rodríguez
Sameth venció a la mina antipersonas Un niño camboyano que perdió una mano y un ojo por un artefacto explosivo recupera la vista gracias a una operación realizada en Oviedo Oviedo, Pablo ÁLVAREZ –Estaba cuidando las vacas, me encontré una caja, no sabía lo que era, me puse a jugar con ella, la tiré contra un árbol y estalló. La caja era una mina antipersonas. Y Sameth Mey, de 11 años, perdió la mano derecha y casi se queda ciego. El pasado 24 de octubre, la luz volvió a entrar por su ojo derecho tras una operación realizada en Oviedo por tres oftalmólogos. Ayer, acudió a revisión y pudo contar su historia. Y el próximo sábado regresará a su país, Camboya, e iniciará su nueva vida. Por vez primera, irá a la escuela. La historia de Sameth comenzó a entrelazarse con Asturias gracias al gijonés Kike Figaredo, prefecto apostólico de Battambang, territorio camboyano. Uno de los “carismas” de este jesuita consiste en buscar, dar cobijo y prestar a asistencia a los niños mutilados por las minas antipersonas de las que el suelo está infestado a consecuencia de la guerra con Vietnam que asoló el país asiático a lo largo de dos décadas. Kike Figaredo acogió al pequeño Sameth Mey en el Centro Pa-
MARTES 3 de diciembre
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Desde la izquierda, Estrella y Cristina Rubio (cuñadas de Kike Figaredo y promotoras de la ONG Sauce), el doctor Luis Fernández-Vega, Bopáh Hang y Sameth Mey. | Fernando Rodríguez
dre Arrupe, dedicado a la atención de chicos y chicas con discapacidad física. Por allí aparecieron hace un año un par de especialistas del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, de Oviedo, cuya fundación tiene establecida una colaboración estable con la ONG Sauce, creada por familiares y amigos del sacerdote gijonés. “Fue entonces cuando conocimos el caso de Sameth. El ojo izquierdo era irrecuperable y en el derecho, en aquel momento, solo pudieron ponerle unas gafas con la intención de operarlo en Oviedo cuando fuera posible”, explica Luis Fernández-Vega Sanz, director médico del Instituto Fernández-Vega.
Sameth nunca había estado escolarizado. Primogénito de una familia de cinco hermanos, su trabajo consistía en cuidar vacas. Pero en su vida se cruzó una tercera entidad española, la Fundación Real Madrid, que lo incluyó en uno de sus proyectos solidarios y lo trajo a nuestro país. Este viaje permitió que su ojo derecho fuera operado hace casi mes y medio por los doctores Luis FernándezVega, José F. Alfonso y Eva Villota. “Tenía una alteración seria en el cristalino y restos de la explosión en el vítreo”, explica el doctor Fernández-Vega. Los cirujanos limpiaron la parte anterior del ojo, quitaron el cristalino, reconstruyeron la zona y efectuaron una
vitrectomía para limpiar el vítreo. Posteriormente, “implantamos una lente intraocular sobre los restos de la cápsula del cristalino que fue posible conservar”, puntualiza el director médico de la clínica. El resultado y la evolución han sido satisfactorios. En estos momentos, en el ojo sano “tiene una visión aceptable, del 75-80 por ciento, con un pequeño astigmatismo residual y una visión de cerca bastante buena”, subraya Luis Fernández-Vega, quien vaticina que esta situación “va a permitirle llevar una vida normal” y no tiene por qué empeorar con el paso de los años. “Desde la operación veo mucho mejor; puedo ver cosas que están muy lejos y verlas muy claras”, subraya el pequeño Sameth, quien ha viajado a España acompañado por Bopáh Hang, directora del Centro Arrupe, quien hace también de traductora. Dentro de un año, el niño será sometido a una nueva revisión en Oviedo. Tal vez se le remate la intervención con un tratamiento con láser. Pero lo inmediato es regresar a su país: “Estoy contento de volver a estar con mis padres y mis hermanos”, señala. En su retina quedan los partidos de fútbol vistos en el Santiago Bernabéu. Y su admiración por el jugador Marcelo. Pero lo que de verdad podrá cambiar su destino es la posibilidad de ir a la escuela. La maldita mina puede traerle un futuro nunca soñado.
Si hubiera un comité médico para sociedades llevaría años recetando a la española un cambio de dieta y de hábitos para bajar la tensión política. Como no existe, ni siquiera sabemos si Vox es síntoma, secuela, lesión, inflamación, dolencia crónica, enfermedad hereditaria o recidiva del franquismo. Un herpes, dicen los que siempre ven el huevo de la serpiente. Quizá. A veces, el estrés baja las defensas y salen ampollas. En cuanto se habla de Vox la conversación acaba en términos de salud. No callan con “el cordón sanitario”, que sirve para aislar las enfermedades infecciosas y que se quiere aplicar también a Bildu y los partidos independentistas que piensan más allá del constitucionalismo sentados en escaños del Parlamento.
La obligación de la política es garantizar la convivencia y ni un solo cargo político puede librarse de tratar con otro Así que no. Por más que se invoquen casos europeos de esa práctica, ni un solo cargo debe librarse de tratar con otro partido porque la obligación última de la política es garantizar la convivencia. El antecedente que atañe a España es la transición democrática, que no existiría si hubiera habido cordones sanitarios entre la Alianza Popular de Manuel Fraga y el Partido Comunista de Santiago Carrillo, dos convecinos que no se andaban con abrazos, pero tampoco con cuarentenas. Entenderse políticamente evitaba combatirse militarmente. El PSOE, que entonces supo monetizar (por decirlo en términos de hoy) la reconciliación que ofrecían gratuitamente los comunistas, no debe juguetear con los cordones sanitarios con la frivolidad que lo hace, creyendo que le benefician –porque perjudican al Partido Popular– porque la convivencia es más importante y porque le queda mucho que negociar con partidos que tienen otro modelo de vida y escaños fabricados con millones de votos.