Damnatio memoriae capitulo07

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Se divide el imperio en 3: el Imperio Galo al norte (emperadores Tétrico I y Tétrico II), el Imperio Romano en el centro y norte de África (emperador Claudio II) y el Imperio de Palmira al este y Egipto (reina Zenobia). Después del asesinato del emperador Galieno, Claudio II es nombrado nuevo emperador del Imperio Romano. Al volver a Roma deberá resolver junto a su segundo al mando, el comandante Aureliano, las crisis que su antecesor dejó sin atender.



7. Claudio II y los problemas del Imperio (2 años antes del evento) Años 269. Claudio II acaba de ser nombrado emperador del Imperio Romano. Al volver a Roma después de acabar con el usurpador Aureolo, se encontró con un Imperio descuidado y lleno de problemas ocasionados por la mala gestión de su antecesor. Desde el este llegaban informes de que Palmira se había escindido del Imperio Romano y acababa de invadir Egipto. La pérdida del Egipto suponía un duro golpe para Roma pues las costas del Nilo representaban la principal fuente de alimentos del Imperio. Empezaba así la cuenta atrás inexorable para todo el Imperio. Si no se liberaba Egipto pronto, la hambruna azotaría a las tropas. Y mantener a las tropas alimentadas y pagadas era lo único que impedía que derrocasen al emperador y el estado se sumiese de nuevo en el caos. Desde el recién fundado Imperio Galo llegaban informes de que dos nuevos coemperadores, Tétrico I y Tétrico II, habían conseguido pacificar el territorio de Germania. Pese a que el anterior emperador Galo había asegurado que no tenían intención de ir contra el Imperio Romano, nadie conocía las intenciones de estos nuevos emperadores. Con la Galia en paz, es sólo cuestión de tiempo que el Imperio Galo armase un ejército capaz de hacer frente a las tropas romanas. Sin embargo, Egipto y la Galia no eran los únicos problemas por resolver. Gracias a la cortina de humo que supuso el enfrentamiento con Aureolo, el anterior emperador había ignorado Hispania durante todo su mandato. La península Ibérica seguía a la merced de bárbaros y piratas. Muchas de las provincias se habían fortificado y se negaban a pagar sus impuestos. Si la anarquía seguía campando a sus anchas por

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Hispania, no pasaría mucho tiempo hasta que pidieran ayuda al Imperio Galo y Roma perdiera otra parte fundamental de su territorio. Por si los problemas fronterizos no fuesen graves, el desdén de su antecesor por la economía había dejado las arcas de Roma en un estado inusualmente fraudulento. Pese a que la extracción de oro, plata y cobre no había disminuido, los comerciantes informaban que los sestercios romanos de nueva producción contenían cada vez menos metales nobles. Según parecía, la pérdida de calidad de la moneda venía provocado por la extrema corrupción de los productores de monedas. Este hecho afectaba relativamente poco a nivel local, pues el valor de la moneda romana estaba avalado por el Estado y aceptado por la mayoría de los comerciantes. Sin embargo, la calidad de la aleación de las monedas conllevaba que el sestercio del Imperio Romano perdiera fuerza respecto a la moneda acuñada en Palmira, Galia e incluso Persia. Esto conllevaba un encarecimiento de la importaciones. Especialmente las de alimentos, un bien que amenazaba con escasear. Con este panorama, el emperador Claudio II trazó un ambicioso plan para intentar solucionar cada uno de los problemas. En primera instancia, ordenó a su hombre de confianza, el comandante Aureliano, que se preparara para partir hacia el Imperio de Palmira y parase los pies a la reina Zenobia. Su prioridad era recuperar el territorio ocupado, especialmente Egipto. Mientras, el propio Claudio II se puso al frente de las tropas y se dirigió hacia Hispania para pacificarla. Finalmente, Claudio II encargó a su hermano Quintilo que mantuviera el orden en Roma en su ausencia. Siguiendo el plan, Aureliano partió hacia Palmira y Claudio II se dirigió hacia Hipania. Una vez en Hispania, Claudio II se encontró con que en la península reinaba el caos más absoluto. Los militares romanos habían dejado las zonas costeras a merced

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de los bárbaros y, de mientras, se dedicaban a extorsionar a cualquier población que no tuviera recursos para defenderse por sí misma. No pudiendo recorrer a la milicias locales, Claudio II tardó meses en pacificar completamente Hispania pero, pese al tiempo invertido, tuvo un éxito rotundo. Una vez finalizada su tarea en Hispania, Claudio II se dispuso a salir a través de los Pirineos e iniciar la conquista del Imperio Galo. Sin embargo, a los pocos días de trayecto el emperador romano contrajo la peste. Temiendo por su vida, Claudio II escribió su testamento y lo mandó al senado. Pocos días después, Claudio II moría entre fiebres y dolores.

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