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Los ejércitos del Imperio Galo consiguen echar al militar Sabino Juliano y sus hombres de su territorio y este se adentra en Italia. El emperador Claudio II ordena a Aureliano, su principal comandante, que se dirija hacia el Imperio de Palmira para recuperar Egipto y las zonas invadidas por la reina Zenobia. El emperador Claudio II deja a su hermano Quintilo al frente de la ciudad de Roma para evitar el vacío de poder mientras él comanda las tropas para pacificar Hispania. Claudio II pacifica Hispania, pero muere de enfermedad mientras se dirigía al Imperio Galo.
7. Aureliano y Quintilo (1 año antes del evento) Año 270. El emperador Claudio II había muerto, pero su ambicioso plan para devolver la gloria a Roma siguió adelante. Ajeno a la muerte de su amigo y emperador, el comandante Aureliano marchó hacia el este para recuperar los territorios del Imperio de Palmira y, especialmente, Egipto. Hacía apenas dos años desde que la reina Zenobia de Palmira se independizó del Imperio Romano y tomó Egipto por la fuerza, dejando al Imperio sin una de sus principales fuentes de alimentos. Sin embargo, las tropas de Aureliano se encontraron con un inesperado contratiempo. De camino, el comandante Aureliano se cruzó con las tropas lideradas por el capitán Sabino Juliano. Juliano fue un militar de alto rango a las órdenes de Macriano, uno de los últimos comandantes fieles al fallecido emperador Valeriano. Tras la muerte de Macriano a manos de Aureolo hacía 8 años, Juliano se estableció en Germania. Allí reunió un pequeño ejército para derrocar al emperador y hacerse con el control de la capital. Huyendo del Imperio Galo tras una derrota, Juliano y sus hombres habían entraron en Italia. Pese a que, una vez más, Sabino Juliano se veía superado en número, sus dotes diplomáticas consiguieron que algunos de los hombres de confianza de Aureliano le traicionasen. Pese a ello, Aureliano fue más hábil y consiguió acabar con la conspiración a tiempo, aunque el precio a pagar fue alto. Aureliano tuvo que ajusticiar a prácticamente todos sus generales y reestructurar su jerarquía. Después de varios días de campañas, las tropas de Aureliano consiguieron hacer retroceder a Sabino Juliano, que se vio obligado a huir. Poco después de reemprender la marcha hacia Palmira, Aureliano recibió la noticia de la muerte de
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Claudio II. Según se le comunicó a Aureliano, en el testamento de Claudio II especificaba que el propio Aureliano se convertía en el heredero y que, por tanto, le correspondía el título de emperador. A pesar de la legitimidad de su nuevo cargo, en Roma se había nombrado emperador a Quintilo, el hermano de Claudio II. Contradiciendo las últimas voluntades de su hermano, Quintilo había conseguido el apoyo de la mayoría del senador e incluso de las provincias. Gracias a ello se derogó el testamento y se proclamó emperador a Quintilo. Aquello enfureció a Aureliano, que dio media vuelta y se dirigió directo hacia Roma. Mientras tanto en Roma el emperador Quintilo se preparaba para una guerra que sabía imposible de ganar. Sin apenas tropas, la mayor baza de Quintilo era su influencia política. Su única opción era ganar tiempo frenando el avance de Aureliano. Si conseguía retrasar a su enemigo lo suficiente, tal vez podría bloquear los suministros de alimentos de Aureliano lo suficiente para que el grueso de sus tropas desertaron al no recibir paga ni alimento. Parecía una estrategia arriesgada, pero no sería la primera vez que se usaba en el Imperio y era sabido que Quintilo era el favorito de los comerciantes y nobles. El único punto flaco en la estratagema de Quintilo era el tiempo. Para detener a Aureliano se necesitaría una gran cantidad de mercenarios. Hacía veinte años, al emperador Valeriano le hubiera sido sencillo conseguirlos, pero había llovido mucho desde entonces. Con el territorio galo independizado de Roma, el imperio romano había perdido su principal fuente de mercenarios. Por suerte para Quintilo, Sabino Juliano y sus tropas se encontraban a pocos días de la capital. Después de un encuentro, Sabino Juliano y Quintilo se dirigieron hacia Aquilea (al este de Italia). Allí pretendían parar a
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Aureliano antes que entrara en la Península, donde le sería más difícil cortar los suministros. Cuando Aureliano llegó a Aquilea, los hombres de Sabino plantaron cara a las numerosas tropas Aureliano. Sin embargo, a las pocas horas, tanto el propio Sabino como sus soldados dejaron el campo de batalla y huyeron hacia Roma. Traicionado y sólo, Quintilo quedó rodeado y se quitó la vida, dejando una nota excusando a sus tropas y pidiendo que se les respetara la vida. Cumpliendo con la última voluntad de Quintilo, Aureliano permitió que las tropas se unieran a su ejército y partió de inmediato a la caza de Sabino Juliano. Le alcanzó en Mutina (norte de Italia). Todos los soldados enemigos fueron aniquilados y el propio Sabino preso. Una vez en Roma, Aureliano celebró su victoria dando muerte pública a Sabino delante de todo su pueblo. Ya nombrado emperador, la primera orden de Aureliano fue divinizar inmediatamente a Claudio II, a quien consideraba su mentor. Luego, ordenó ejecutar una damnatio memoriae sobre la persona de Sabino Juliano. La condena a damnatio memoriae era uno de los castigos más severos del Imperio Romano. Implicaba borrar todo rastro de la existencia del reo, una condena de la memoria. Esto incluía eliminar su nombre de los escritos, destruir sus efigies, repartir sus propiedades e incluso acabar con sus familiares más directos. Un duro castigo reservado a los mayores traidores del Imperio. Una vez vencida toda resistencia dentro del Imperio, al emperador Aureliano le quedaba mucho por hacer. Sin demora, en Roma se empezó con los preparativos para seguir con el plan que había marcado Claudio II. Un plan que traería de nuevo la gloria a Roma. O que acabaría definitivamente con un legado de más de seis siglos.
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