ESQUINAS Cuentos y fotografĂas
L
Lo curioso de las esquinas es que a pesar de encontrarse en los extremos de calles o plazas, son el centro de la acción. Lo dice uno de los textos de esta quinta edición de Ficción la Revista: “… Esquina en lenguaje de ordenador urbano es el cruce de dos vías. En lenguaje de vendedores de cigarrillos, de lotería o de aguacates es donde están los clientes. En lenguaje de gamonales, una esquina es la mayor demostración de poder, sobre todo si es de plaza principal donde también hay iglesia, alcaldía y estación de policía. Una esquina, en términos de comercio, es el lugar más costoso de la cuadra; lo mismo si se trata de vivienda, las casas de esquina son más caras y en general más grandes…” La historia de las ciudades pasa por esquinas que fueron, son y serán lugar de reunión de amigos, punto de referencia, o inicio de manifestaciones y marchas. Las esquinas han privilegiado los encuentros de amor y también los desencuentros y los desamores. Se conocen por la nomenclatura del cruce, calle y carrera, pero también por el aviso del local, café o granero más visible. Por las esquinas pasa todo, incluso las ficciones. Por eso a esta quinta edición de Ficción la Revista, le adjudicamos el papel de esquina, de cruce de historias y de personajes. Conocimos a Heriberto López Pérez en 1985 cuando llegó a Bruselas, lo dejamos de ver en 1987 y volvimos de nuevo a estar en contacto cuando ganó el Premio de Cuento “Tomás Carrasquilla” en 1990. La publicación en este número de su relato Aquí es una forma de reencontrarnos y acercar los lectores a la obra de este escritor y hombre de teatro colombiano. La sombra de la esquina de Darío Ruiz Gómez; Retícula de José Guillermo Ánjel, Memo Ánjel; Un aviso funerario de Reinaldo Spitaletta; y Una Esquina cualquiera de Saúl Álvarez Lara completan la edición. John Mario Díaz, director creativo y fundador de Prana Comunicaciones de Medellín nos cedió generosamente sus fotografías urbanas. No intentamos ilustrar los relatos con ellas, quisimos más bien, ilustrar la sensación de movimiento y narración sin fin que producen las esquinas de las ciudades… de todas las ciudades. Saúl Álvarez Lara Editor saulalvarezlara@gmail.com
Aquí Heriberto López Pérez
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La sombra de la esquina Darío Ruiz Gómez
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Retícula Memo Ánjel
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Un aviso funerario Reinaldo Spitaletta
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Una esquina cualquiera Saúl Álvarez Lara
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www.lamarginalia.com
FICCIÓNLAREVISTA5
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Aquí * Por Heriberto López Pérez**
Q
Qué es una ciudad sino
taxista que se le aproxima y le pre-
este conglomerado infor-
gunta como si usted fuese su primo
me de objetos innombra-
como si se hubiesen visto todos
bles. Cosas aglutinadas.
los días después de veinte años, ¿y
Entes como cuerpos afantasmados
qué tal, aún vivo? conglomerado de
se confunden con las personas. Y
cosas innnombrables, gritos susu-
una cosa puede tener el nombre de
rros, chillidos, llevo el gordo dice
una persona, personas como cosas,
un vendedor de lotería colocándole
pegadas unidas a objetos, por
una lista de billetes de todos los
ejemplo hay una esquina que se
colores al tiempo que anuncia, el
llama Ruperto. Hay gente que tiene
cuatro no ha caído desde hace dos
nombres de cosas, al zapatero que
meses, tengo el dos que ganó la
vive después de la tienda depar-
semana pasada y puede que repi-
tamental lo llaman “caneca”. hay
ta, mire este número, dan ganas
personas que no tienen nombre.
de jugarlo con un cero en la mitad,
Conglomerado de cosas innombra-
tengo también la extraordinaria, y el
bles, junturas, confusiones, muros
semáforo cambiado hacia el verde
y revoltijos, como la lluvia trans-
lo salva nuevamente de la desgracia
formada en chorros abiertos des-
mientras retumba la voz del hom-
…Conglomerado de cosas innombrables, junturas, confusiones, muros y revoltijos, y llamó al portero…
angrándose por los canales de las arterias reventadas a lo largo del techo, y eso junto al aviso en rojo con letras blancas y nubes azules del club de los vientos y luego un
Heriberto López Pérez Escritor y hombre de teatro colombiano. Vive y trabaja en Bélgica
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FICCIÓNLAREVISTA5 pequeño escrito con mala letra: no se deje sorprender, en una ciudad pueden cambiarle la esquina, el nombre, el día o quitarle la cartera mientras usted lee un aviso idiota en una esquina, el lector, rápido, dirige la mano hacia su cartera y encuentra el bolsillo vacío, mira de nuevo el aviso y lee con gusto, no se deje sorprender, en una ciudad pueden cambiarle la esquina, el nombre, el día o quitarle la cartera meintras usted lee un aviso idiota en una esquina, el lector sonríe, convencido del peligro de leer en la ciudad. Es cierto que cambian las esquinas, es decir, la ubicación de las esquinas. Así de simple. También puede suceder que el tiempo se detenga. No hay géneros en la ciudad, el estilo es lo intrincado, lo travieso. Lo trágico es sólo un juego, el conflicto desprovisto de historia, el
…vea que Miguelito nunca se vara por bujías y se larga entre autos y gente del mercado…
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bre entre pitos y motores bajo la
engranaje del país es la trabazón de
presión de los ambragues: ¡Mede-
clanes separados por el vecindario,
llín, llevo el siete de la de Medellín!
la tribu apoderada del lugar. Usted
Venden un hueco, el palacio arzo-
encuentra en la calle algo deplora-
bispal, empanadas. Conglomerado
ble y usted dice, qué pasa aquí, la
de nombres innombrables, cuando
gente camina a zancadas para no
a su carro se le revienta la bomba
mancharse los zapatos de sangre y
de agua pasa un hombre en bicicle-
encima de la cruceta del poste de
ta que dice cómprese un buen auto
luz dos optimistas gallinazos hacen
para que no ande con esa chatarra
cola, qué pasa aquí, repite usted,
por ahí varándosele y haciendo
que acaba de llegar a la ciudad, si
esos trancones o es que se cree
usted se mirara en un espejo com-
dueño de la calle, vea que Miguelito
prenderíaque usted ya no es usted,
nunca se vara por bujías y se larga
ha perdido como dicen en Lovaina,
entre autos y gente del mercado.
encima del cementerio, la virgini-
Pasan volquetas con corotos, carros
dad, pero usted repite porque usted
tirados por táparos repletos de
acaba de llegar: qué pasa aquí, y
camas, cocinas, un escaparate, un
alguien le responde, ¡aquí no pasa
loro, un gato. Y la gente se viene a
nada!, ¡circule! Y usted insiste: qué
vivir a la ciudad. Infamia más gran-
pasa aquí, mire ahí, dice usted, y se
de que venirse a vivir a la ciudad no
lo repiten por segunda vez: ¡aquí no
hay. Sin ánimo de sorprenderse, un
pasa nada!, ¡circule!, y usted repi-
lector va por la ciudad entre una de
te asombrado, ¡mire eso ahí!, y le
las calles del mercado y se detiene
responden por tercera vez: ¡aquí no
en una esquina y lee, lee un aviso
pasa nada!, mira a la gente alre-
…¡aquí no pasa nada!, ¡circule! Y usted insiste: qué pasa aquí, mire ahí, dice usted…
dedor que sonríe y los gallinazos en lo alto de la cruceta que ahora son cinco y los oye decir: aquí no pasa nada. Usted se aleja viendo a la gente revolotear y piensa: aquí no pasa nada. Ha entrado ahora al mundo fatal, al vaivén de lo azaroso. La ciudad es un conglomerado informe de cosas innnombrables. ** Heriberto López Pérez nació en Remedios, Antioquia, el 25 de diciembre de 1944. Es licenciado de Estudios teatrales en la Universidad de Lovaina, Bélgica. Recibió el doctorado en la misma Universidad en 1981. Ha publicado cuatro obras de teatro. En la actualidad continúa su ñabor de escritor y director de teatro en Bélgica. * Texto tomado de: “Sueños, epifanías y porros del continente eterno” Ediciones Autores Antioqueños, volumen 85. 1993.
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FICCIÓNLAREVISTA5
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La sombra de la esquina Por Darío Ruiz Gómez
C
Cuando comenzaba a
había visto abiertas. La puerta se
declinar la luz de la tar-
encontraba en un desnivel y a ella
de aparecía el hombre
se accedía mediante dos escalones
que con una vara enca-
de ladrillo. La hilera de casuchas
jaba el switch y encendía la luz de
que remataba hacia el camino de
un bombillo que apenas lograba
tierra desaparecía en medio de la
iluminar parte de la pared y del
oscuridad bajo la cual lo notorio
alero. Después, hacia las cinco y
era la inquietante silueta de un
media de la mañana aparecía de
frondoso búcaro que ante los ojos
nuevo el hombre, levantaba la vara
del niño era la exacta reproducción
y desenchufaba el switche. La luz
de una ilustración de un libro fran-
mortecina parecía más en la noche
cés de historias de terror. Esta di-
una guía para niños o borrachos
mensión aumentaba cuando de las
extraviados. El hombre iba de
tinieblas surgía el dragón bufante
esquina en esquina haciendo su ta-
de la locomotora arrojando miles
rea a lo largo y ancho de la ciudad.
de chispas encendidas y el ladrido
La esquina la conformaba una casa
de los perros asustados parecía un
con una gran puerta de madera y
coro de almas condenadas.
un ventanuco, en la fachada principal que daba hacia un camino de
…La luz mortecina parecía más en la noche una guía para niños o borrachos extraviados…
Con la claridad del día todo aquello se esfumaba entre los
tierra y la sólida tapia de la calle. A lo largo del tiempo se llegó a decir que la casa no tenía dueño pues la puerta y las ventanas nadie las
Darío Ruiz Gómez Escritor, poeta, crítico colombiano. Vive y trabaja en Medellín
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FICCIÓNLAREVISTA5 ces desde la ventana de la sala de la casa miraba la casa y sabía que, tal como se lo habían enseñado las ilustraciones de los libros, allí algo intangible e indecible se alojaba. Con la casa lindaba por la calle una casita donde habitaba una familia pobre acogida a la caridad de la Fundación Casitas de Jesús Obrero, de manera que quienes podrían atestiguar la presencia de aquel anciano ermitaño tendrían que ser, inevitablemente aquella anciana y sus dos pobres hijos: un gemido desgarrador en medio del sueño, el sonido seco y escandaloso de una estantería cediendo ante el peso de los libros, los pasos arrastrados de un anciano calentando una sopa, indicios leves de una presencia humana. Durante los largos meses del invierno, bajo
…La silueta de aquel hombre alto, desgarbado, se dibujaba con sorprendente nitidez…
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aromas de las cocinas preparando
los truenos de las tormentas, una
el desayuno, con las voces de los
lluvia oblicua golpeaba las paredes,
niños marchando hacia la escuela,
hacía resonar la puerta y resonar
las figuras de los empleados recién
lúgubremente las tejas del alero.
duchados y su mirada huidiza, el
La bruma ascendía desde la tierra
sol hacía más rotundos aquellos
encharcada y se iba apoderando
muros que la humedad había im-
de las calles, el fulgor de un rayo
primido de arabescos de un color
mostraba fugazmente la silueta del
ferroso, y hacía más obsesiva la
búcaro. La silueta de aquel hombre
presencia inquietante de la puerta
alto, desgarbado, se dibujaba con
y las ventanas cerradas. Nunca ha-
sorprendente nitidez bajo los ra-
bía visto a alguien ascender los dos
malazos de luz de los rayos sobre
escalones y tocar la puerta. Pero el
la pared de la casa. De día era un
murmullo general decía que allí se
hombre de nariz ganchuda y que
refugiaba un abogado, un ermita-
tenía una peculiaridad, iba des-
ño rodeado de libros y legajos, de
calzo, la ancha bota del pantalón
periódicos viejos, ratas, cucarachas
de dril cubría sus grandes pies. El
¿cómo entonces nadie lo había
hombre vivía al final de un callejón
visto salir ni siquiera a altas horas
cubierto de malezas y lodo. Salía
de la noche? Para unos y otros
en la mañana y regresaba cuando
con el paso de los días el hecho de
ya la luz del bombillo estaba en-
que la puerta y las ventanas per-
cendida, como si la noche fuera su
manecieran cerradas fue aceptado
ambiente propicio y la lluvia y la
implícitamente como un mobiliario
soledad del lugar su espacio defi-
propio del sector que el avance de
nido frente a las tinieblas, frente a
la ciudad iría transformando. A ve-
los interrogantes que planteaban
aquella puerta, aquellas ventanas cerradas. Como si la sombra de su cuerpo sobre la pared fuera en realidad su compañía preferida y no un efecto de luz. Cuando vio un corro de gentes rodeando la puerta de la casa corrió hacia éstas y escuchó los comentarios sobre el hecho de que la policía utilizando una barra debió violentar la puerta pues varios vecinos había escuchado un gran ruido en su interior y nadie desde dentro había respondido a sus llamados. Al contrario de lo que esperaban no se toparon con un zaguán polvoriento dominado por las telarañas, con un patio enmaleza-
…La visión del interior de la casa le dejó la impresión de espacios donde la ausencia del protagonista era transitoria…
do, el patio parecía recién barrido, limpia aparecía la cocina, limpias las dos piezas, tendidas las camas, flores frescas en los floreros, un gran escritorio presidía el gabinete
cerraron la puerta y colocaron
de trabajo enmarcado por las es-
un papel que decía “Sellado”. La
tanterías llenas de libros y legajos
silueta del añoso búcaro emergía
cuidadosamente colocados, curio-
inquietante con el avance de la
samente de ninguna pared de la
claridad de la luna.
casa colgaba una foto o un cromo.
Desde la sala de su casa en las
Efectivamente el hombre de nariz
noches de verano, descubrió que la
ganchuda y de alta estatura había
sombra de aquel hombre continua-
caído de cabeza sobre las piedras
ba proyectada sobre el muro, movi-
del patio y se había desnucado.
da a veces por las ondas del calor
Abriéndose espacio entre las gen-
que brotaba de la tierra reseca.
tes logró ver desde el zaguán los
Durante meses las gentes hacían
grandes pies con las plantas endu-
un rodeo para no pasar cerca de
recidas por los callos, desgonzados
la esquina pero ningún gemido se
como los de un hombre que duer-
había escuchado o el lamento del
me una borrachera. Rápidamente
fantasma del hombre que se había
cubrieron el cuerpo con una sába-
desnucado. Imaginaba las manos
na hasta que dos policías lo lleva-
que limpiaban escrupulosamente
ron en andas hasta la ambulancia.
los objetos, que tendían las camas
La visión del interior de la casa
y renovaban las flores; en aquella
le dejó la impresión de espacios
esquina donde terminaba el tra-
donde la ausencia del protagonista
zado urbano y la carrilera del tren
era transitoria. Un espacio abierto
delimitaba unos potreros conquis-
por el patio hacia a la vasta cúpula
tados por la maleza y el barbecho,
del cielo, negado por lo tanto al
que, después, se iban a convertir
diálogo con el exterior. Por la tarde
en las serenas riveras del río.
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FICCIÓNLAREVISTA5
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La retícula Por Memo Ánjel
L
La retícula (esto que los
una clínica, con fachadas diversas,
arquitectos llaman da-
que recuerdan los sitios visitados
mero), figura que crearon
por quienes vivían en estas casas.
los romanos para diseñar
Esquinas muy solas. El barrio, con
sus ciudades, creó las esquinas, ese
todas las calles nombradas, sólo
punto en el que se unen dos líneas
tuvo una esquina fea, la de calle
creando un ángulo de más o menos
Belalcázar con Venezuela, subiendo
90 grados, sin parar muchas bolas
a la derecha, donde construyeron
al que sean más o menos, que lo
una semirotonda con piso de arena.
importante es una calle que se une
Allí, en ese punto de mal gusto, una
con otra formando un espacio, una
muchacha de Lovaina (zona de to-
historia, una presencia, una acción
lerancia con las esquinas torcidas)
en el tiempo, una señal, un recuer-
nos mostró el sexo. Por esos días,
do, una oportunidad, un desespero,
yo tenía doce años. Y recuerdo que
un lugar donde hubo algo y ahora
la muchacha (o la mujer) tenía cara
no hay nada, que esa es la suerte
de sapo y la piel brillante. Cada vez
de las pequeñas historias: aparecer
que paso por esa esquina, aparece
y desaparecer.
ella abriendo las piernas y sonrien-
Yo me crié en el barrio Prado, un barrio con esquinas bonitas,
…una señal, un recuerdo, una oportunidad, un desespero, un lugar donde hubo algo y ahora no hay nada…
do triste. Pero ésto sólo pasó en esa esquina, un día de calor con un
árboles grandes, casas frente a guayacanes, carboneros y sombras frescas. Y con esquinas. Alguna con una tienda, una salsamentaria, con
Memo Ánjel Filósofo y escritor colombiano. Vive y trabaja en Medellín
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FICCIÓNLAREVISTA5
…En esas esquinas se dieron pequeñas acciones… aire perverso estancado como la luz
una muchacha de servicio mirando
de una lámpara redonda, como las
las placas de las direcciones, un
de los viejos bares en las esquinas
hombre gordo poniéndole la mano
del centro de Medellín.
a un taxi, un vendedor de helados
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En las otras esquinas pasa-
en posición de reposo, dos tórtolas
ron y no pasaron cosas. Las más
sobre los cables de teléfono, un
hermosas y a la vez más vacías de
transformador de energía (éste sí
esas esquinas eran las de la calle
condenado a estar en la esquina),
Jorge Robledo, las de Palacé y Bal-
los murciélagos de la noche co-
boa, que lucían casas imponentes
miéndose los frutos de un pero del
y si no casas silenciosas y con las
Brasil, algunas flores amarillas de
ventanas cerradas, aunque detrás
guayacán sobre la acera; la sal-
de ellas alguien miraba la calle. En
samentaria de Palacé con Darién,
esas esquinas se dieron pequeñas
con Ranfis en el mostrador viendo
acciones: un par de enamorados
entrar y salir clientes (algunos de
dándose un beso; una pareja ha-
ellos se quedaban en el interior be-
ciendo el amor de pie, los dos
biendo al escondido detrás de una
mirando asustados a la izquierda y
mampara); una loca mirando por
a la derecha, una mujer llorando y
una ventana de un manicomio, una
sonándose la nariz, un borrachito
que otra monja limpiando el hábito
apoyado en una reja o contra la
con sus manos. Todas estas cuadras
pared, dándose ánimos para se-
de esquina, y apariciones y desapa-
guir caminando; un niño de colegio
riciones, me crearon una memoria
sentado revisando su mochila, un
volátil, una que otra certidumbre,
anciano levantando el bastón y
muchas incertidumbres y un tiempo
señalando algo (quizá alguna ánima
ido.
del purgatorio), dos señoras que
Ahora, recorriendo el barrio, en-
acababan de salir de misa y charlan
cuentro otras esquinas (las mismas
con los libros de rezar en la mano,
pero con otro uso). En unas hay fo-
tocopiadoras, en otras ventanas en las que se ve una mujer que peina y arregla las uñas; una anciana que mira desde el balcón o que desde allí duerme con los ojos abiertos.
…Y en esa retícula se da entonces una vida móvil, que se destaca en verano…
También aparecen los vendedores ambulantes, los de frutas, cigarrillos y confites; los acopios de taxis, el que pasa, el perro que orina contra la pared, el ladroncito que espera, dos mujeres que parece que se preguntaran dónde están. Y en esa retícula se da entonces una vida móvil, que se destaca en verano y bajo las lluvias cambia de tono, que es distinta en la mañana, en la tarde y en la noche. Y en esa retícula, que marca todas las esquinas, no vive nadie de manera fija. Unos pasan, de unos hay datos y de otros no. Sólo quedan las esquinas como referentes, marcando direcciones, imperturbables ante el cambio, ahí, existiendo y no existiendo, con historias para contar, imaginar, tener identidad o sentirse perdido sobre la tierra.
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FICCIÓNLAREVISTA5
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Un aviso funerario Por Reinaldo Spitaleta
A
Ayer no más, diagonal a
de la mañana a conversar y esco-
mi casa, había un aviso
ger tomates.
fúnebre sobre la acera y recostado a la pared.
Lo del letrero funerario me llamó la atención por unos instantes, pero
Desde la esquina donde vivo, en
luego olvidé el asunto, porque de
un segundo piso, no pude leer
muertes ya estamos acostumbra-
de quién se trataba. Tal vez pudo
dos en la ciudad, pero más que
haber sido la señora, ya vieja, como
todo, en esta calle, en la que, como
de setenta años, que iba casi todos
caso curioso, casi todos somos
los días a una legumbrería, muy
viejos, pues eso es lo que desde el
cerca de aquí, en la que, según he
balcón observo, y entonces se cree,
sabido, las señoras del barrio iban
eso dicen, que la pelona, como la
(van todavía) no solo a comprar
llama doña Genoveva, dueña de
plátanos y cebollas, sino a hablar
una tienda en esta misma cuadra,
de la vida del sector, de si escucha-
está al acecho y cualquiera puede
ron unos balazos anoche, de que
ser el escogido. En realidad, nunca
se robaron una motocicleta en la
supe el nombre de la señora de
otra cuadra a una muchacha que
edad que yo suponía sería la muer-
no era de por estos lados, sabés
ta y hoy apenas me he enterado de
querida que vimos entrar a un tipo
que se llamaba Aurora, porque mi
…Tal vez pudo haber sido la señora, ya vieja, como de setenta años…
raro en casa de doña Mery, y todas esas parlas y otras parecidas las he conocido porque mi mujer, que no es tan vieja, también va a ese lugar
Reinaldo Spitaletta Periodista y escritor colombiano. Vive y trabaja en Medellín
17
FICCIÓNLAREVISTA5 te, no he visto a nadie más que le acompañe, y desde hace tiempos no he visto a otros diferentes a él y a ella en el balcón. No sé por qué no me nacen ganas de ir hasta allá y desde abajo, muy juntito a donde estuvo puesto el aviso, mandarle un saludo de solidaridad, pero no, creo haber perdido el sentido de vecindad, tal vez desde que decidí mantenerme alejado de los demás de por aquí, cuando precisamente en esta esquina me asaltaron dos tipos a pleno sol y bueno, yo no grité, no insulté, ni sentí miedo, pero sí rabia porque yo veía que otros miraban sin inmutarse, o tal vez sí, como si fuera un espectáculo el que a uno le estuvieran birlando cualquier cosa, y claro, no llevaba casi nada, unos billetes arrugados y
…“¿Le robaron, señor?”, preguntó alguien, con una voz de estupideces y yo no contesté.…
mujer me lo ha dicho, aunque en
una lapicera y no más, y sentí ganas
rigor sabía que en efecto alguien
de vomitar en el asfalto cuando los
había muerto allá, no porque hubie-
dos muchachos se fueron, despa-
ra un anuncio, sino porque hoy vi
cio, cada uno con una especie de
a un hombre abatido, en el balcón,
bamboleo. “¿Le robaron, señor?”,
aferrado a la reja, la cabeza gacha y
preguntó alguien, con una voz de
como sollozando y me he puesto a
estupideces y yo no contesté.
decir por dentro pobre tipo, parece tan solo y desamparado, y a mí ni
esquina era más calmada. Eso me
siquiera se me ocurre pasar hasta
decía mi mujer, porque yo casi no
allá y saludarlo con un rictus de
paraba por aquí, unas veces traba-
pesar en los labios, de esos que le
jando, o quedándome después del
duelen a uno, porque las palabras
turno en un bar del centro, echando
no fluyen, y decirle un “lo siento”
monedas a las canciones del tra-
que suene sincero, porque lo que
ganíquel, mirando a la copera, que
deduzco es que el hombre se que-
tenía unas caderas grandotas y una
dó solo y ese es un destino ineludi-
cara de aburrimiento. Era mejor ver-
ble, dice uno, como para no entrar
la por detrás, y tal vez por esa razón
en pensares que pueden molestar
la hacía ir cada rato al mostrador
el alma.
para que me trajera más pasantes
El caso es que sí se murió la
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Me parece que en otros días esta
de zanahoria y limón. Ella, creo, sa-
señora del señor que vi en el balcón
bía que el propósito oculto era que
y a mí me ha ido entrando como
le mirara el trasero y en ocasiones,
una pensadera sobre cómo es
tal vez cuando el tedio la dejaba, lo
quedarse uno solo, porque supon-
contoneaba con entusiasmo. Va-
go que el vecino debe estar en esa
lía la propina. Digo que no era tan
condición, ahora sí, solo de rema-
fregada esta parte del barrio porque
nunca, al llegar tarde, pasaba nada. Pero sí me daba cuenta de que las ventanas tenían ojos detrás de las cortinas y la señora del aviso funeral era una de las que se asomaba con deleitoso cuidado, seguro a ver qué tan borracho había llegado su vecino. A veces, uno alzaba la mano, para que los husmeadores se sintieran pillados. En esta esquina mis soledades fueron creciendo y llegó un momento en que nadie de por aquí me importó. Ya se habían ido aquellos que conocí hace tiempos y los que llegaron no me llamaron la atención, tal vez porque uno se torna
…En esta esquina mis soledades fueron creciendo y llegó un momento en que nadie de por aquí me importó.…
huraño con el pasar de los días, cuando las corvas empiezan a doler, y en las rodillas principia como una tembladera, como una tiesura, qué se yo, y salir a caminar no es ningún
importara en realidad quién era el
atractivo, sino una especie de casti-
muerto, que me ido acostumbran-
go. Me gustaba más estar fuera de
do a las ausencias, sin más ni más.
esta jurisdicción de señoras que ya
Claro que, a ella, a mi mujer, parece
no tenían ningún encanto y que no
habérsele contagiado mi indiferen-
valía la pena verlas caminar desde
cia porque, que yo me haya dado
el balcón, y de hombres, como yo
cuenta, no ha expresado ninguna
tal vez, a los que se les notaba el
intención de ir donde el hombre
hartazgo o el cansancio, que los dos
que parece haberse quedado solo
son síntomas de ya no tener ganas
en el mundo. O puede ser también
de nada. Y cosa extraña, por aquí
que me interesa poco lo que ella
no es que abunden los jóvenes,
haga o deje de hacer y entonces yo
excepto los que llegan de otros la-
pueda ser un tipo que haya perdido
dos a robar motos, como supe que
toda sensibilidad y mi mujer no sea
dicen las señoras de por acá, por
más que otra sombra. El cuento es
ser lugar de desolación.
que la triste imagen del hombre me
El aviso blanco de letras negras
ha trastornado y tal situación me
me puso a pensar sobre cómo he
preocupa, más por mí que por él,
perdido el interés por el barrio, no
porque parece que ya estoy sintien-
me importa quién vive al lado ni al
do ganas de ir a tocar su puerta y
frente, ni diagonal, ni tampoco las
decirle que nos vamos a tomar una
noticias que mi mujer trae cada que
cerveza en la tienda de doña Geno-
va a lo de las legumbres y leches y
veva para hablar de por qué diablos
arepas. En otros días, quizá hubiera
por aquí ya nadie se preocupa por
salido a la calle y sin premuras me
leer los avisos de muertos ni por
hubiera acercado a leerlo, pero solo
los hombres que se van quedando
por una curiosidad, no porque me
solos.
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FICCIÓNLAREVISTA5
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Una esquina cualquiera Por Saúl Álvarez Lara
E
Esquina en lenguaje de
crónica sucedieron, o comenzaron,
ordenador urbano es
o dejaron para concluir al día si-
el cruce de dos vías.
guiente por lo menos diez historias.
En lenguaje de vende-
Es pasmoso el poder de atracción
dores de cigarrillos, de lotería o de aguacates es donde están los
que tienen la esquinas. Hay esquinas famosas como
clientes. En lenguaje de gamonales,
“Speakers Corner” en el Hyde Park
una esquina es la mayor demos-
de Londres, o la que forman Broad-
tración de poder, sobre todo si es
way y la Cuarenta y dos, el “Times
de plaza principal donde también
Square” de New York. Igualmente
hay iglesia, alcaldía y estación de
famosos son el cruce de Junín con
policía. Una esquina, en térmi-
la Playa en Medellín, y la esquina
nos de comercio es el lugar más
de la avenida Jiménez con la carre-
costoso de la cuadra; lo mismo si
ra Séptima en Bogotá, donde han
se trata de vivienda, las casas de
asesinado caudillos, han iniciado
esquina son más caras y en gene-
manifestaciones de importancia
ral más grandes. Una esquina es
para la historia del país y eventos
un lugar de encuentro, centenares
deportivos de la talla de la primera
citas se han hecho y deshecho en
Vuelta a Colombia en bicicleta.
esquinas. Hace poco encontré en
…En lenguaje de gamonales, una esquina es la mayor demostración de poder…
Sin embargo pueden más las es-
un periódico la crónica nocturna de una esquina, el cronista la llama el semáforo. En esa sola esquina y durante el tiempo que abarcó la
Saúl Álvarez Lara Escritor colombiano Vive y trabaja en Medellín
21
FICCIÓNLAREVISTA5 la tarde, insiste que si sale después de esa hora llega tarde. El personaje Uno no regresa a la esquina
…“Cuatro Esquinas” que se apoderó de los puntos de convergencia…
hasta el día siguiente, por lo tanto no tiene idea de lo que sucede allí cuando no está. El personaje Dos es una mujer alta, bonita y viuda. Tiene dos hijos pequeños para darles estudio y comida todos los días. Trabaja el turno del amanecer en una fabrica, de cuatro a once de la mañana. A esa hora deja el almuerzo para el personal listo y se va, tan rápido como puede, para la esquina por-
quinas pequeñas, de barrio, conoci-
que tiene el compromiso personal,
das solo para los vecinos. La esqui-
ineludible, de cuidarla entre las
na del granero “La Abundancia” es
doce menos veinte y las cuatro de
famosa en cinco calles a la redonda
la tarde. A esa hora organiza, barre
pero tiene tanta historia como las
y limpia la acera, y deja todo como
más engalanadas del mundo. O
quisiera encontrarlo al día siguien-
“Cuatro Esquinas” que se apoderó
te. Cuando termina, cerca de las
de los puntos de convergencia po-
cuatro y media, recorre cuatro
sibles. En una esquina de aquellas
cuadras hacia el norte y espera el
sucedió una historia que me cuesta
transporte de sus hijos que pasa a
no contar. Los personajes son tres,
las cinco menos cinco.
dos hombres y una mujer pero no
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El personaje Tres, es más joven
es un triángulo amoroso porque no
que los anteriores y por lo tanto
se conocen entre ellos y no coin-
más díscolo. Se levanta todos los
ciden en la esquina, sin embargo
días entre las doce y media y las
cada uno tiene conocimiento, por
dos de la tarde porque nunca se
lo menos, de la existencia de uno
acuesta antes de las seis de la
de los otros. Nada se ha interpues-
mañana. A veces encuentra comi-
to entre ellos y cada uno lleva vida
da hecha en la cocina y a veces,
independiente sin causar preocu-
cuando su mamá amanece “con la
paciones a los demás. Hasta un día.
manta en el hombro” no encuentra
El personaje Uno está en edad
nada. Tiene un águila tatuada en el
de jubilación, ya puso los papeles
hombro izquierdo y espera, con las
en el Seguro pero todavía no le han
ganancias de un negocio, mandar
resuelto nada, por eso se instala en
diseñar una culebra enroscada dos
la esquina todos los días entre las
veces para que acompañe el águila
ocho y las once y media de la ma-
desde el brazo derecho. A las dos
ñana mientras limpian y organizan
y media de la tarde está listo para
su casa. A esa hora camina las tres
salir, a veces con hambre, a veces
cuadras rumbo al sur que lo sepa-
no. Deja su casa al otro lado del río
ran de su mujer, la saluda, almuer-
antes de las tres, si no, llega des-
za, se cambia de ropa para bajar al
pués de la hora a la esquina donde
centro y parte antes de la una de
se queda hasta las diez y media
de la noche, la hora en que ya no pasa nadie más, la policía comienza a molestar y es mejor cambiar de lugar. Entonces baja hasta las esquinas del movimiento donde siempre hay clientes y amigos hasta el amanecer. Ninguno de ellos, se podría decir que de común acuerdo, va a la esquina en sábado y domingo. Uno dice que necesita descansar. Dos dice que tiene que llevar los niños a todas partes y no le queda tiempo y Tres no se levanta de la cama en todo el fin de semana. Si lo hace es para ir a fútbol. Cuando me contaron la historia
aclarar, porque Uno, Dos y Tres no se encontraron nunca, llegó a tal
interrumpí varias veces para pre-
nivel de injuria que la junta de veci-
guntar cuál era el punto en común
nos se vio en la obligación de poner
entre los tres personajes. Las mis-
fin a la situación. En tres semanas
mas veces que interrumpí, me di-
dieron con la solución.
jeron que el único punto en común
Tres semanas en que los veci-
era la esquina y me aseguraron que
nos notaron la desmejora física de
lo importante comenzó una tarde
Dos, el temblor crónico de Uno y
cuando Tres encontró una nota
el abandono en que Tres dejaba
de Dos pegada con un alfiler en el
su puesto cada noche. La policía,
árbol donde se recostaban para
como medida de represión acortó
descansar, dormitar o ver pasar
el tiempo de Tres en la esquina.
automóviles. Tres no prestó aten-
Cuando la junta de vecinos adop-
ción a la nota de Dos y agregó otra
tó una solución, el Municipio ya
para Uno donde le pedía que leyera
había tomado cartas en el asunto.
con atención la que encontró en
A partir de la fecha y sin demora,
el tronco del árbol. Como Uno no
anunciaba el comunicado oficial,
sabía de la existencia de Dos pensó
la ampliación de la vía, tal y tal, (la
que Tres se estaba burlando de él y
dirección coincidía con la esquina)
Tres a su vez, creyó que entre Uno
tendrá lugar y obra. Todos los ár-
y Dos lo estaban poniendo en sán-
boles serán trasplantados en otros
duche para sacarlo de la esquina.
lugares de la ciudad y no se per-
La única inocente del desbarajuste
mitirá la presencia de transeúntes,
era Dos que no sabía de la existen-
vendedores, comerciantes o tu-
cia de Uno y lo único que deseaba
ristas mientras duren los trabajos.
era encontrar su esquina cada día
Ejecútese y cúmplase. Cuando los
como la había dejado el anterior.
vecinos se levantaron de sus ca-
Cada uno culpó al que creyó más
mas y se asomaron a las ventanas,
cerca y en ese ir y venir de mensa-
después de escuchar los primeros
jes pegados al tronco del árbol las
gritos de alarma, nadie podía dar
dudas y las inculpaciones no falta-
crédito a sus ojos, el paisaje era
ron. El escándalo, silencioso valga
desolador.
…Ninguno de ellos, se podría decir que de común acuerdo, va a la esquina en sábado y domingo…
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Todo es ficción … El resto también
F icción
la
E ditorial
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