Ficcion La Revista

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No. 1

Barcelona • Medellín

n í l l e d e M n

e n a j a b a r

t y n e Viv o Cuatr

d

a ilustr n u , s ore escrit

libros o c n i or, c


Contenido Sombra de Rosa y Vino Darío Ruiz Gómez

El tren de los dormidos José Guillermo Ánjel Rendo (Memo Ánjel)

El Teatro Leve Humberto Pérez Tobón (Ilustraciones) Saúl Álvarez Lara (Cuentos)

Encuentros y desencuentros Saúl Álvarez Lara (Cuentos)

El último día de Gardel Reinaldo Spitaletta

BCN Base Serge Herbiet Sovet

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Viven y trabajan en Medellín es el título de la primera entrega de textos para iPad que hace BCN Base de Barcelona y Ficción la Editorial de Medellín. Presentamos cinco libros de cinco autores con amplia trayectoria literaria, artística y periodística en la ciudad de Medellín. Darío Ruiz Gómez, Memo Ánjel, Humberto Pérez, ilustrador, Reinaldo Spitaletta y Saúl Álvarez Lara. Es una muestra del trabajo que realizan quienes viven y trabajan en una ciudad que, como Medellín, es propicia para la creación. Para la alianza BCN Base y Ficción la Editorial éste es el primer paso del largo camino que nos propusimos recorrer en compañía de quienes, como los cinco autores que presentamos en este número, escriben, diseñan e ilustran en la ciudad. Es igualmente el primer paso hacia la divulgación en iPad de la literatura colombiana contemporánea. En esta publicación encontrarán una muestra parcial del contenido de los títulos propuestos. La totalidad de cada libro está disponible en iTunes. Hasta pronto con más títulos y autores. Los editores

http://www.bcnbase.com serge@bcnbase.com

saulalvarezlara@gmail.com

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Darío Ruiz Gómez Escritor colombiano, vive y trabaja en Medellín. Graduado en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid en 1961. Paralelamente estudia urbanismo y estética. Colabora con la Revista Acento. En Bilbao es redactor de Hierro hasta su despido por motivos políticos. Durante treinta años fue profesor de Historia de la Arquitectura en la Universidad Nacional de Colombia. Ha publicado los libros de cuentos Para que no se olvide su nombre, La ternura que tengo para vos, Para decirle adiós a mamá, Sombra de rosa y vino, Tierra de paganos y las novelas Hojas en el patio y En Voz baja. También ha publicado libros de poemas y de ensayo sobre arte, literatura y urbanismo. Columnista y crítico polémico, en la actualidad Darío Ruiz Gómez es considerado como uno de los intelectuales colombianos de mayor prestigio internacional.

El cuento “Noticias econòmicas” es parte del libro “Sombra de Rosa y Vino”. Puede leerlo a continuación o, si prefiere, puede bajarlo sin costo de www.bcnbase. com en el formato que ilustra esta página. 4


Libro disponible para iPad en el AppStore US. $ 1.99

El despiadado

inteligencia por el

mundo del nar-

autor de este libro

cotráfico descrito

quien ha hecho

con agudeza en

de la escritura un

“Tierra de paga-

método de cono-

nos”, su reconocido libro de cuen-

cimiento crítico. El género de la

tos, alcanza en estos nuevos relatos

noveleta tiene en “La pared trans-

una profundización en lo funda-

bía terminado, personajes siniestros

parente” un notable aporte a través

mental: el factor humano. No sólo

convertidos en figuras cívicas de la

de una pesquisa policial que permi-

pues el dato sociológico sino la des- ciudad. O la fuga de una madre con

te descubrir un mundo insospecha-

nuda condición del ser humano ante sus hijas herederas de un imperio

do de antiguos personajes de barrio

sus pasiones definitorias, el odio, la

económico que las leyes abstractas

convertidos en fugaces actores de

venganza pero igualmente la secre-

de la nueva economía le impiden

una farsa que hoy nos parece remo-

ta piedad, la callada solidaridad.

aceptar. La tentación de caer en el

ta pero que la escritura rescata con

Una guerra que aparentemente ha-

tic comercial ha sido rehuída con

humor y desenfado.

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Noticias Económicas Cuento tomado de “Sombra de Rosa y Vino” Primer Documento

la alta vida social del país, reconocidos políticos, des-

Creo, estimada señora, que es imposible que usted tacados industriales, gracias a los cuales se han logrado pueda darse cuenta de lo que este testamento significa importantes contratos tanto con el sector público como desde el punto de vista económico dada la amplitud de privado y gracias a los cuáles nuestras empresas cuentan conceptos que abarca, la complejidad de los aspectos hoy con la imagen de respetabilidad y de honorabilidad sobre los cuales incide directamente y el número de ru- que les despejan el panorama de trabajo hacia el futuro. blos de los cuales se compone -fincas, apartamentos,

No alcanzamos a sospechar entonces qué fue lo que

edificios y sobre todo empresas comerciales- cuya enu- condujo a su marido a tomar finalmente esta absurda demeración se haría demasiado prolija y para usted difícil cisión a través de su abogado de cabecera -muerto igualde entender dado el hecho de que cada uno de ellos está mente en el atentado- y no a través del equipo jurídico cobijado por normas, reglamentos, completamente di- de asesoría permanente de la compañía, lo que hubiera ferentes, sin contar con lo que supone en cada factoría facilitado el proceso testamentario sin tener que vernos el número de empleados, importe hasta la fecha de las abocados a una situación de la cual usted debe ser la cesantías etc. Por no enumerar lo referente a impuestos, primera sorprendida. gravámenes, capitales asignados a importaciones y ex-

Comprenderá que en este caso lo que importa es la

portaciones, títulos de valor constante, etc.

buena marcha de las empresas y sobre todo la seguridad

¿Entendería usted ésta complejidad? Si el número de económica de empleados, ejecutivos, asesores que viven empleados de sólo dos de estas factorías llegase a seten- y crean para el país desde estas fuentes importantes de ta personas; ¿a cuánto asciende hoy la nómina mensual trabajo. Esperamos que usted entenderá ésta situación de pagos? Teniendo en cuenta que hay en éstas, emplea- y por lo tanto se prestará a una negociación rápida para dos de diferentes categorías, economistas, abogados, evitar penosas fricciones. El nombramiento de un abozootecnistas, etc., expertos en hotelería, muchos de los gado negociador seria un error lamentable de su parte. cuales cuentan ya con suficiente antigüedad para aspirar a la jubilación -antigüedad que debió ser tenida en cuen-

Documento Nº 2

ta a la hora de la transacción de compra- ¿Cómo podría

Para mí fue una sorpresa saber que usted existía. Co-

usted enfrentar éste problema? ¿Cuál sería su actitud nocí a su marido durante los últimos cinco años, fui confrente al sindicato?

fidente de muchas de sus acciones y decisiones impor-

Pero es más, hay que contar igualmente con los tantes hasta el día de su muerte en el fatal atentado. Él, miembros de algunas juntas directivas que cobran altas sin embargo nunca se refirió a usted ni a sus dos hijas primas por concepto de asesoría. Y queremos recordarle y desde luego lo que me llama la atención es el hecho que entre estos asesores hay connotados personajes de de que a pesar de la notoriedad de su marido en la vida 7


pública del país y de la malevolencia con que los medios y cultural del país, decisiva en el manejo de los negocios de comunicación del país se han referido a su caso, usted de bienes raíces en la región de Cartago, Cerritos. haya permanecido al margen, silenciosa sin haber jamás

Estas personas reclaman la parte justa que les corres-

reclamado nada de lo que, desde luego, le corresponde ponde de esta gran herencia y para ellas queda fácil depor derecho propio. Esto sin embargo ha venido a tras- mostrar que mientras usted vivía aparte del sinnúmero tornarlo todo, pues parece simplemente que su marido de los terribles azares de la vida del país en los últimos al tener oculto su testamento único, sabiendo que vivía años, de los peligros que los negocios conllevan hoy, permanentemente en peligro, ha querido burlarse de al- ellas estaban al lado de su marido jugándose la vida, sagunas personas que por derecho propio van a reclamar liendo milagrosamente ilesas de muchos atentados. Son su parte en la fortuna que usted está heredando hoy. Esta pues, como ve, querida señora, personas como se dice actitud es incomprensible por lo siguiente :

de armas tomar y para las cuales lo que digan unas sim-

El señor X, por ejemplo, durante los últimos diez ples normas jurídicas no cuenta para nada. En este país años fue su jefe de seguridad, un hombre leal, valiente al ellas han sabido hacer de su ley, la única ley a respetar; cual le tocó enfrentar situaciones difíciles, acciones san- además, después de vivir hasta hoy con la modestia que grientas de los enemigos y lo hizo por respeto y cariño usted eligió -sin duda en beneficio de sus hijas- entrar de hacia su marido. También está el señor X su contador, pronto en este juego de grandes y complejos intereses, quien únicamente luchó para incrementar la fortuna de le quedaría difícil por la mentalidad que éste exige, por su esposo, para darle la validez jurídica que hoy tiene y los conocimientos que se deben tener al respecto y por la fachada de honorabilidad necesaria para ser aceptada la sangre fría necesaria para ser implacables con lo que por quienes como asesores son lo mejor y más represen- vaya aconteciendo. tativo de nuestra vida social y política.

No considere esto, querida señora, como un chantaje

Hay dos mujeres : la señora X quien lo acompañó sino como la ilustración que le hago de una situación en los últimos años, asesorándolo en muchas acciones frente a la cual y en la situación misma del país se hace por su conocimiento del medio, su pasaporte norteame- necesario tomar fríamente una conveniente salida. No ricano y su conocimiento de ciudades como Los Ánge- dije justa salida sino conveniente salida pues aquí de les, Chicago. Mujer estricta en su disciplina casi militar. lo que se trata es, ni más ni menos, de salvar el pellejo. También está la señora X socia de su marido en los nego- Otra decisión la conduciría a entrar en el vértigo de escios de Pereira, conocedora como pocas del manejo de tos enfrentamientos, de estas retaliaciones. dólares, amiga de reconocidas figuras de la vida política

Estoy dispuesto entonces querida señora a conseguir 8


para usted una salida honorable pues creo que ya las sar que tenemos temor y por eso sentimos una luz viva directivas de la empresa le han descrito suficientemen- que nos impide dormir. Una luz que recorre las habitate la situación creada por su marido, los peligros de un ciones de la casa y llama al párpado a levantarse : y es cierre de las factorías -que a nadie interesa- la necesidad como si estuviésemos viendo un gran lago al atardecer de salir adelante pensando, sobre todo, en el bienestar donde una gaviota solitaria parece ir hacia ninguna parde ejecutivos, empleados y sobre todo, también, de las te. Así somos nosotras : ¿dónde está la otra orilla del personas que como mis representados, reclaman un de- lago? Pues mientras más volamos más lejana se hace la recho a algo que es suyo por derecho propio.

orilla y más oscuras las aguas y más helado el viento.

Documento Nº 3 Su porvenir económico así como el de sus hijas ha quedado asegurado. La suma de dinero que recibirá mensualmente le servirá para llevar adelante una vida con todos las comodidades, se ha comprado la casa en la población que usted escogió y en el barrio señalado, la próxima semana le harán entrega del jeep acordado en nuestra conversación y de la escritura de la pequeña finca.

Las personas que señaló como indeseables y pe-

ligrosas para su vida no sabrán nunca de su existencia como no lo sabrá nadie en esta compañía. En cuánto a sus futuros vecinos ya se encargará usted misma de inventar la historia que más le convenga. A sido un placer tratar con alguien que, se prestó inmediatamente a este arreglo que a todos nos deja satisfechos pues la presencia de abogados litigantes hubiera entorpecido la feliz culminación de este acuerdo que da a sus Y cuando creemos ver la cinta de una carretera en la

hijas un porvenir, el mejor de todos.

montaña, ésta desaparece y una selva tupida se mueve sin cesar borrando esa ilusión. ¿Qué hay en el horizonte,

Documento Nº 4

Me detengo en la noche y siento el sueño de las dos allí donde está lloviendo y la gente se ha marchado del niñas, sus rostros iluminados. Pero hay mañanas en que parque? ¿Quién habla en la puerta de la casa? ¿Porqué su amor se hace extraño y sobre todo irreal debido a su se van perdiendo las voces, los pasos? Y sin embargo, tomadas de la mano, seguimos avan-

firmeza : jugamos entonces -las tres- a ser nadie en la

vida, llenas de nuevos motivos pero me atrevo a confe- zando hacia la luz que nos llama. 9


José Guillermo Ánjel Rendo Memo Ánjel Escritor colombiano, vive y trabaja en Medellín. Profesor de la Escuela de Teología, Filosofía y Humanidades de la Universidad Pontificia Bolivariana de medellín. Es también columnista de El Colombiano periódico de la misma ciudad. Durante el año 2005 obtuvo la Beca de Artista en Residencia que otorga el Berliner Kunstler Programm del DAAD (Deutscher Akademischer Austauschdienst) y vivió durante ese año en Berlín.

Ha publicado Historias de Prado, Los cuentos “La mujer en la vencrónica, De dictadores, pangeles, tana” y “ El hombre del pijama” peatones y pecados renovados, en- hacen parte del libro “El tren de los sayo, El tren de los dormidos, cuen- dormidos”. Puede leerlos a conto, La luna verde de Atocha, novela, tinuación o, si prefiere, puede baEntendimiento, novela de Spinoza y jarlos, sin costo, de www.bcnbase. La casa de las cebollas, novela.

com en el formato que ilustra esta

Recibió la mención Especial de la página. Cámara de Comercio de Medellín en el año 2006 por su novela Míndele 1955. En Alemania y Suiza ha publicado Das meschuggene Jahr, Das Fenster zum Meer, Geschicten von Fenstersims y Mindeles Liebe. 10


Ese libro de cuentos pequeños lo escribí en Berlín en el año de 2005, mientras hacía uso de la beca de Artista en Residencia del DAAD. Lo anterior

Libro disponible para iPad en el AppStore US. $ 1.99

no tiene validez literaria porque no

entran en contacto.

es una invención. Pero fue en esta

Este libro, entonces, no es una

realidad (la de Berlín y yo embuti-

memoria sino un prontuario de la

do en esa ciudad) la que me permi-

ciudad escondida. Y un prontua-

neur” de Baudelaire) se encuentra

tió leer las caras escondidas en los

rio mío, que como un zorro en la

en las esquinas, en alguna mesa de

periódicos, detrás de las ventanas,

noche, intervine con la escritura

bar, en la base de algún momento o

entre la gente que subía y bajaba

lo que pudo haber pasado en esa

patea en una acera haciendo algu-

por las escaleras del metro, en los

ciudad que, no sé si para huir de su

na jugada del viejo fútbol para que

supermercados y, posiblemente (ha- pasado o para borrar lo malos tiem-

haga una elipse en el aire y entre en

bito las posibilidades), en el interior pos, se reconstruye permanente-

el corazón.

de las cámaras de los turistas japo-

mente. Y en esa reconstrucción deja

Escribí este libro para apoderarme

neses, que deben estar llenas de los

sueltos cientos de pequeños trozos

de la ciudad. Y desde entonces huyo

lugares y gentes con las que nunca

de historias que uno (como el “fla-

con ella.

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La mujer de la ventana Cuento tomado de “El tren de los dormidos” Ahora vivo en un viejo edificio de Friedenau, en Wielandstrasse 18. La calle y el barrio son clásicos y viejos, y en invierno hace un frío intenso. Así son enero y febrero en Berlín. En ocasiones llueve agua casi helada y en otras nieva. Por eso, mantengo la nariz tapada y las manos y los pies con guantes y medias de lana. Claro que en el piso donde habito hay calefacción, pero saber que afuera la temperatura está casi bajo cero me mantiene con catarro permanente. Esto me lleva a estar bebiendo café caliente y, como consecuencia, no duermo. Y si alguien me viera, creería que soy un pájaro negro congelado que han puesto cerca de una lámpara que produce una luz amarilla y una sombra gorda. Pero el frío y el insomnio me han permitido conocer una extraña mujer que visita el edificio en las noches. No sé si entra en los otros pisos o sube directamente las escaleras hasta el mío. El caso es que abre la puerta, supongo que debe tener llaves, me saluda muy amablemente y se va hasta el cuarto de atrás y mira por la ventana que da al patio, Esta mujer, de quien no sé el nombre, debe tener más

donde están los recipientes de basura y un espacio enrejado en el que se amontonan troncos de leña para

de cincuenta años; lo deduzco por las arrugas del cue-

alimentar las chimeneas. Permanece allí mirando, entre

llo. Si no fuera por esas arrugas, podría tener cuarenta

diez o doce minutos, y luego se marcha, aunque antes

años, porque sus ojos azules se mantienen brillantes y

se despide alegremente. Porque la mujer es muy simpá- su boca todavía está carnosa. Los dientes son fuertes y tica y supongo que cuando joven debió ser muy bonita.

el pelo corto se le ve hermoso. Y le he visto los ojos y 12


Dibujos tomados de la libreta de apuntes de Memo Ánjel

na. Siempre va hasta la ventana del cuarto de atrás, al mismo ángulo, y mira, pero no busca algo en particular, es como si apreciara mucho lo que ve desde ahí. Luego, se marcha igual que como entró, se pone el abrigo, el sombrero y la bufanda mientras baja las escaleras. Después de que ella se va, yo miro por esa ventana y no veo nada especial: sólo hay un patio, unos árboles sin hojas y, al fondo, unos edificios de ventanas pequeñas en las que es difícil ver algo. Apenas unas luces y las sombras de unos objetos. Pero, como he dicho, el interés de la mujer se centra únicamente en el patio, que lee cuidadosamente desde la ventana. De esta mujer no he podido saber si está viva o es una aparición. Me inclino más por lo segundo, porque me gusta que me visite un fantasma bello, y porque sólo así podría estar tranquilo, pues no es bueno que un desconocido tenga las llaves de la casa y entre por ella como si fuera la propia. Y si es una aparición, como creo, el hecho de que mire por la ventana tiene un enorme sentido. Algo debe haber sucedido en ese patio. Quizás, en los

las arrugas, los dientes y el pelo, porque cuando entra y días de la guerra, alguien se escondió entre los leños me ve, se quita el abrigo, el sombrero y la bufanda, me

amontonados o dentro de algún recipiente de basura. Y

saluda y juega un poco con un rizo castaño claro que le

la mujer lo vio todo. Y después no vio nada y eso es lo

cae sobre la frente. A veces, con ese gesto, parece una

que le preocupa. Hay preocupaciones eternas, me digo.

niña.

Y siento más frío y espero que pite el recipiente donde

Lo que me llama la atención de la mujer es su ruti-

hiervo el agua para hacerme otro café. 13


El hombre del pijama

Cuento tomado de “El tren de los dormidos” Hay un hombre que vive en los bajos del edificio de enfrente de donde yo vivo y todos los días sale a una pequeña terraza para leer el periódico y mostrar que luce un pijama diferente. Esto lo sé por los colores y diseños que logro ver. Lo miro salir en las mañanas, pararse delante de las ventanas, dar una vuelta sobre sí mismo y sentarse a leer el periódico. Pero no lo lee sino que está atento para que lo miremos desde la ventana, es decir, se hace el que lee y es posible que el periódico que pone sobre sus piernas sea un ejemplar viejo o uno de esos periódicos barriales que llegan a la casilla de correos cada semana. No es claro qué periódico lee. Desde cualquier ventana del vecindario, lo único que se puede ver es el pijama y el color. Y al hombre que nos mira porque sabe que los vecinos lo miramos. Pero lo que llama la atención no es que el hombre sea un exhibicionista sino que sus exhibiciones las haga en pleno invierno, a eso de las

con su amante, que podría ser una mujer o un hombre.

diez de la mañana y a un promedio de dos o tres gra-

O quizás un (a) muñeco (a) de plástico. Todo puede

dos centígrados de temperatura, cuando no bajo cero,

esperarse de un hombre que sale a lucir sus pijamas

y luce, la mayoría de ocasiones, pijamas que sólo se

delante de todo el vecindario.

usarían en verano: pantalones cortos, camisas de cue-

El hombre sale, enciende un cigarrillo y hace su

llo abierto. Lo he visto con pijamas de seda, como si

acto. Y desde las ventanas los vecinos nos hacemos

viniera de hacer el amor o se preparara para una sesión

señas de que está ahí. Incluso, hay unos que se asoman 14


Claro que no sé el nombre de nadie ni deben saber el mío, pero sí reconozco las caras y, cuando me encuentro con algún vecino, sonreímos los dos. Tenemos en común la salida a Dibujos tomados de la libreta de apuntes de Memo Ánjel

la ventana cada mañana. Con los días, y de tanto mirar al hombre, he ido descubriendo ciertas cosas (imagino que los vecinos también las han descubierto): tiene la cara alargada y no parece tener cejas. La boca es apenas un hueco redondo donde cabe un cigarrillo. Y las manos son muy extrañas: son manos distintas todos los días. Un día toma el periódico con manos largas y otro con manos cortas y gruesas; éste lo toma con una mano de uñas pintadas y aquél con unas manos que tienen aletas. Y no son guantes que usa para impresionarnos sino que son reales extensiones del brazo. Los pies no los defino bien porque van cubiertos por unas pantuflas, pero, a veces, los noto más anchos o más flacos. En el vecindario, como decía, todos nos conocemos de tanto vernos en las ventanas y saludarnos en la calle. Y existimos cuando el hombre aparece con el periódico y el pijama. Pero no debí conocerlos ni permitirles que me conocieran: he notado, últimamente, cuando saludo a cualquiera de ellos, que les cambian las manos y el color de los ojos, que carecen

y beben una taza de café o comen un bocadillo, o un

de cejas y que sus bocas son exageradamente peque-

trago de licor, como lo hace una vecina vieja que siem-

ñas. Y que, por lo que presumo, se turnan para ser el

pre luce el mismo deshabillé y el mismo pelo cogido

hombre de la terraza, porque él no es uno solo sino los

con pinzas de aluminio. A lo largo del tiempo y de las

mismos vecinos, creo. Y esto me tiene nervioso porque

tantas salidas del hombre a la terraza, el vecindario se

no sé qué pueda suceder cuando yo entre en este jue-

ha ido cohesionando. Y personas que antes nos cruzá-

go de invierno. Y cuando me cambien las manos y las

bamos en la calle sin mirarnos, ahora nos saludamos.

cejas se caigan y… 15


Humberto Pérez Tobón Ilustraciones Pintor, ilustrador, diseñador, colom-

El cuento “La ciudad desconoci-

biano, vive y trabaja en Medellín.

da” hace parte del libro “El Teatro

Realizó sus estudios en el Art center

Leve”. Puede leerlo a continuación

School of Design (Pasadena, califor-

o, si prefiere, puede bajarlo, sin cos-

nia) Recibió clases con Harry Car-

to, de www.bcnbase.com en el for-

mean, Gien Vilppu, John Edmonson.

mato que ilustra esta página.

Sus obras están en las colecciones del Museo de Arte Contemporáneo de América Latina de la Organización de los Estados Americanos OEA-, Washington, D.C., en el Museo de Arte Moderno de Medellín, Museo de Arte Moderno de Bogotá y en la colección de la Compañía Suramericana de Seguros. Recibió el Premio Lorenzo El Magnífico en la categoría Vida y Obra de la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Florencia, Italia. Esta introducción a El Teatro Leve

durante muchísimo tiempo ha plas-

el antecedente de este experimen-

pretende servir de justificación y

mado con sorprendente imagina-

to que nació de enamorarse de las

explicación del trabajo que usted

ción en su trabajo como ilustrador,

imágenes de Humberto Pérez.

tiene entre sus manos. Durante los

como pintor o como creativo publi-

Humberto Pérez, un pintor renacen-

últimos años Saúl Álvarez Lara

citario. De hecho, su primer libro

tista en nuestro siglo, un hombre

(Pacho Lara para sus amigos) se

de cuentos: Recuentos y su trabajo

maduro en todo el sentido metafó-

dedicó a buscar en las palabras que

sobre cuadros contados nos deja ver rico de esta palabra. Dedicado por 16


Saúl Alvarez lara Cuentos Escritor, editor, pintor, ilustrador, diseñador, colombiano, vive y trabaja en Medellín. Con su primer libro de cuentos Recuentos, recibió el premio del Concurso de

Libro disponible para iPad en el AppStore US. $ 2.99

la Cámara de Comercio de Medellín, 2001. Ha publicado dos libros de cuentos más: El teatro leve en 2002,

relatos a partir de ilustraciones de Humberto Pérez, en coedición entre el periódico “Vivir en El Poblado” de Medellín y la Editorial Universidad de Antioquia; y El sótano siempre a la pintura con asomos en

del cielo, publicado por la Editorial

otras artes, Humberto Pérez tiene

de la Universidad Eafit en 2003. La

en el trabajo su mejor arma, en la

Universidad Pontificia Bolivariana

constancia su mejor escudo y en su

publicó la novela La silla del otro

imaginación su mayor gracia y en

pintar, los lee en su mundo particu-

en 2005 y en el mismo año recibió

él mismo su mejor faceta. En sus

lar y que ahora encontramos en este

la beca de la III Convocatoria de

cuadros él no reconoce eso que tra-

libro…

Proyectos Culturales de la Alcaldía de Medellín para terminar la nove-

dicionalmente reconocemos como “cuadros”, sino como ilustraciones

Julio Posada A.

la ¡Otra vez!, publicada por la Edi-

de cuentos que no habíamos podido

Director Vivir en El Poblado.

torial Hombre Nuevo de Medellín

leer. Los cuentos que él lee antes de

www.vivirenelpoblado.com

en 2007.

17


La ciudad desconocida Cuento tomado de “El Teatro leve”

Se registró en el hotel Arcadia de la gran ciudad desco- botones con un billete rojo del cual desconocía el valor. nocida a primera hora de la mañana. La habitación con Un buen baño, duermo un rato y después de almuerzo ventana hacía la arboleda del parque que había reservado decido el plan de la tarde. El sólo pensamiento de su por telegrama con varios días de anticipación, por suge- cuerpo en el agua tibia de la bañera, los ojos cerrados y rencia de un amigo, estaba libre y podía tomar posesión el pensamiento leve, fueron suficiente para que las dudel lugar inmediatamente, le dijo el conserje mientras das sobre la amabilidad de los habitantes de la ciudad daba tres golpes a la campana de escritorio para que el pasaran a otro plano. botones le ayudara con

El ruido de objetos que

su única maleta y lo

se deslizan, el frota-

llevara por las escale-

miento de materiales

ras de medio circulo,

diferentes, como si se

en el salón principal,

estuvieran acariciando,

hasta los corredores

apenas perceptible des-

amplios como aveni-

de la bañera, lo distra-

das reservadas para

jo del sopor en el que

personas especiales.

había esperado caer.

Desde su llegada a la

Abrió los ojos. Desde

estación de tren a tres

la bañera tenía una vi-

calles del hotel, todos aquellos con los que se cruzó en sión parcial de la sala de baño, el vapor dejaba adivinar, la calle, el muchacho que le ayudó con la maleta de la apenas, los cuadros blancos y negros en tablero de ajeestación hasta el hotel, el dependiente de un puesto de drez que cubría los muros y el cielo, brillante y sin nurevistas donde compró una guía de la ciudad; todos, ab- bes, se reflejaba en el espejo del gabinete a través de la solutamente todos, mostraban a su presencia un cierto bruma. Estoy soñando, pensó y volvió a cerrar los ojos. aire de amabilidad que lo halagó pero una vez en su ha- El frotamiento de objetos continuó pero era tan distante bitación, lo hizo sospechar de que algo se tramaba a su que muy pronto se convirtió en una más de las cosas alrededor. Luciana me diría que estoy loco por creer que nuevas que lo rodeaban. Más tarde, el agua casi fría de cuando la gente es amable es porque está tramando algo, la bañera lo obligó a abrir los ojos y entonces decidió pensó mientras abría la llave del agua caliente de la ba- salir del baño, se puso una levantadora blanca, marcada ñera, después de agradecer la amabilidad discreta del con el nombre del hotel que encontró detrás de la puerta 18


y salió a la habitación. Las paredes, color cáscara de huevo, contrastaban con la madera oscura de los muebles y el espaldar de la cama, enorme. Aquí caben cuatro personas, calculó mientras se recostaba para inspeccionar el lugar, antes de bajar a la recepción del hotel a organizar el itinerario de visitas en la ciudad. El techo, del mismo color de los muebles, era alto como la nave central de una catedral. Un paisaje enmarcado en la pared al frente de la cama y en la esquina, al lado de la puerta, un sillón tapizado con paño en bandas rojas bordeadas con hilos dorados, era el mobiliario de la habitación. No vio el libro de pastas rojas que sobre la mesa de noche al lado de la cama porque una sombra en el cuadro de luz reflejado en el muro, lo distrajo. Creyó que era una hoja de palmera movida por el viento pero después de unos instantes cayó en la cuenta de que allí no había palmeras. Se asomó a la ventana y se encontró con las copas de los árboles pero no se percató de que estaban absolutamente quietas como si alguién las hubiera fijado en su movimiento. Tal vez es un pájaro, pensó y volvió a recostarse en la cama. El ruido, ahora más cercano, de materiales distintos que se frotan continuó, aunque desde el momento en que se 19


confundió con todo lo nuevo que estaba viendo y sintien- cio cuando ya éste había entrado a la habitación. Nadie do no lo volvió a escuchar, lo que si alcanzó a percibir, abrió la puerta, dijo el muchacho vestido con uniforme pero no le prestó atención fue un chirriar de ruedas que igual al que llevaba el empleado de la recepción, de otro se desplazan porque la pasta roja del libro sobre la mesa color, pero con el mismo cuello blanco almidonado en de noche atrajo su mirada, lo tomó y para su sorpresa plataforma, como era la moda entre los personajes imno estaba en una lengua incompresible. “Las ciudades portantes de la corte holandesa que pintó Jan Vermeer. invisibles” por Italo Calvino, era el título perfectamente El empleado dejó la bandeja con el pedido humeante legible en la portada, el dibujo de una estructura transpa- sobre la mesa de trabajo y se retiró empujando su carrito rente ilustraba la cubierta. La miró con detenimiento y sin decir más. La imagen de la ciudad en movimiento sintió sed, recordó que no había comido ni bebido nada lo absorbió por completo, cuando probó el café ya estadesde la noche anterior en el tren, entonces sintió ham- ba tibio, lo único que conservó el calor original porque bre también. Miró su reloj pero, con seguridad, pensó, se encontraban sobre un plato especial que conserva la marca una hora distinta a la del lugar y prefirió ponerlo temperatura, fueron los huevos revueltos en omelette en el cajón de la mesa de noche.

con tomate y perejil finamente picado.

El número del servicio a las habitaciones era el cero cinco guión cuatro, lo marcó. La voz de una mujer joven respondió que a esa hora podía ordenar lo que deseara, desayuno, almuerzo o cena, en servicio completo o, si prefería también le podrían preparar un plato especial. Le sugiero hacer su pedido ya mismo, hoy es un día especial, dijo la joven, el menú cambia y desconozco cuál será el contenido del próximo. Pidió un desayuno completo, colgó y se recostó de nuevo en la cama con el libro entre las manos, lo abrió en la página marcada por el separador y leyó algo sobre una ciudad que se desplaza con sus edificios y sus gentes, a una distancia igual al área que ocupa, cerró los ojos y trató de imaginar cómo, en el mismo orden, todo se mueve dejando un vacío igual donde se encontraba antes, quedó tan abismado en sus cálculos que sólo sintió la presencia del empleado del hotel con el desayuno sobre un carrito de servi20


Quiso leer mientras comia y puso el libro sobre la mesa movimiento se escuchaban cada vez más cerca pero él en frente suyo, entre el plato de la omelette y la jarra no quería registrar eso, sólo quería oir su voz cuando plateada de café, donde se podía ver el reflejo de la ven- comenzara la lectura en voz alta. Estaba a punto de hatana que mira hacia el parque. Esta vez abrió el libro en cerlo cuando un movimiento en la ventana y su reflejo la primera página y se encontró con una pequeña nota en la jarra del café, como la sombra que ya había visto firmada por alguien que parecía ser de la dirección del pasar, lo distrajo del texto. No se movió del lugar donde hotel. Leyó. Le pareció que algo extraño estaba escrito se encontraba, no pudo hacerlo, quedó como clavado en allí, repasó la nota una y otra vez hasta que estuvo se- el borde de la cama, frente a la mesa donde estaba serguro del contenido pero ni aún así podía dar crédito a lo vido el desayuno. Lo único que pudo mover fueron los leído, decidió leerlo en voz alta para estar seguro de que ojos. Buscó con la mirada pero el movimiento no era era él quien leía y él mismo quien escuchaba, así, pensó, lo suficientemente amplio para ver algo, sin embargo no creeré que estoy soñando. El sonido de las cosas que la jarra de café le devolvió el reflejo de cómo, poco a se frotan entre ellas y el chirrido de grandes ruedas en poco, la sombra que se proyectaba en la pared cambiaba hasta formar dos siluetas que se definen, dejando de ser sombras, para convertirse en dos hombres vestidos con el uniforme de cuello blanco en plataforma. Se está cumpliendo lo que dice la nota, pensó en voz alta, gritó, pero sólo alcanzó a escuchar las palabras retumbar en su cabeza acompañadas del sonido de grandes ruedas en movimiento, entonces percibió que él y todo aquello que lo rodeaba estaba en movimiento como una sola pieza. Los dos hombres con sus uniformes de cuello blanco en bandeja, ahora nítidos en la pared de su habitación, parecían observarlo desde lo alto de sus pilares. Volvió a recordar lo que estaba escrito en la nota, son los guardianes del movimiento, lo ven todo, lo perciben todo, nada escapa a su mirada mientras, a su alrededor, todo cambia de lugar como está escrito que sucede cada veinte años y se demora veinte años. Según la nota, el movimiento es eterno y quien entra en él no vuelve a dejarlo nunca. 21


Saúl Alvarez lara Escritor, editor, pintor, ilustrador, diseñador, colombiano, vive y trabaja en Medellín. Con su primer libro de cuentos Recuentos, recibió el premio del Concurso de la Cámara de Comercio de Medellín, 2001. Ha publicado dos libros de cuentos más: El teatro leve en 2002, relatos a partir de ilustraciones de Humberto Pérez, en coedición entre el periódico “Vivir en El Poblado” de Medellín y la Editorial Universidad de Antioquia; y El sótano del cielo, El cuento “Tres, treinta y siete,

publicado por la Editorial de la Uni-

cuarenta, trece” hace parte del libro

versidad Eafit en 2003. La Universi-

“Encuentros y desencuentros”.

dad Pontificia Bolivariana publicó la

Puede leerlo a continuación o, si

novela La silla del otro en 2005 y en

prefiere, puede bajarlo, sin costo,

el mismo año recibió la beca de la III

de www.bcnbase.com en el formato

Convocatoria de Proyectos Cultura-

que ilustra esta página.

les de la Alcaldía de Medellín para terminar la novela ¡Otra vez!, publicada por la Editorial Hombre Nuevo de Medellín en 2007.

22


lleva la mejor parte. Encuentros y desencuentros plantea desde bordes conocidos: el amor, la duda, el engaño, el recuerdo, la ignorancia, la ingenuidad y también la amenaza, situaciones que parecen extremas. La agitación es válida,

Libro disponible para iPad en el AppStore US. $ 1.99

deseable, es la posibilidad de alcanzar algo que tendría tendencia a desaparecer como en dencias, cruces fallidos por razones

los encuentros fallidos.

diversas. La ignorancia del otro es

Muchos lectores podrían tener

una de ellas. Hay ocasiones en que

entrada a estos textos, muchos

el encuentro puede convertirse en

que encuentren puntos en común

Entrar en trato con desconocidos

suplicio, por supuesto manipulado,

o situaciones referidas. Lectores

o conocidos sucede a diario pero

dirigido por el menos apegado a la

iniciados y por iniciar, encontrarán

es difícil. Muchos no lo asumen

norma. También llega a ser com-

una buena manera de abordar situa-

por temor y prefieren dejarlo en el

petencia, desidia y descalabro. En

ciones conocidas en el universo de

plano de lo imaginado. Otros, en

cualquier caso una relación de fuer-

las ficciones y, con más frecuencia

cambio, afrontan la situación con

te a débil se instala entre las partes

de la imaginada, a la espera de ser

solvencia. Hay encuentros, coinci-

y no siempre es el primero quien

descubiertas.

23


Tres, treinta y siete, cuarenta, trece

Cuento tomado de “Encuentros y desencuentros”

Está equivocada respondió Severo. No es posible nunca le habló de llamadas perdidas o equivocadas. dijo la mujer, levantando la voz, el equivocado es Mientras se ponía el saco para salir, aunque hiciera usted que no conoce el número de donde responde. calor siempre llevaba saco, pensó en la señorita loca No señora, murmuró Severo con calma, este teléfono pero no dio más trascendencia a la equivocación, bono es el tres, treinta y siete, cuarenta, trece. Señora rró la llamada de su memoria y se concentró en la no, señorita, devolvió la mujer con ironía. ¿Señori- partida de billar que iba a jugar ese mismo día con ta? disculpe, por teléfono es difícil ver esos detalles. Joaquín Osorio, un apostador del Club de Billares ¡Ah, no! devolvió la mujer, cómo es posible que us- Metropol, que debía ganar a toda costa pues necesited me insulte de esa manera, si ni siquiera conoce taba recuperar el terreno perdido en las partidas de el número del teléfono de donde contesta, ¿está en los días anteriores. su casa? Por supuesto que estoy en mi casa. ¿A esta Desde la desaparición de su madre la calidad de sus hora? ¿no trabaja? páseme a su esposa. Estoy solo, golpes disminuyó, erraba carambolas que antes hacía respondió Severo. ¿La que trabaja es su mujer? in- con los ojos cerrados y las series tres bandas por las sistió la mujer al otro lado. Cómo le parece que no que se hizo famoso desaparecieron. Achacó el bajón soy casado, mejor, no vivo con nadie y cuando usted a la muerte reciente que lo afectó más de lo esperallamó estaba a punto de salir a encontrarme con unos do. Tres meses y medio después del entierro, cuando amigos, ¿quiere saber los nombres de mis amigos? regresó al Club, seguía desconcentrado, tembloroso preguntó Severo algo alterado. No, eso no importa, y sin tino. Fue entonces cuando Joaquín Osorio aprono faltaría más, ¿entonces dígame, ese no es el tres, vechó para retarlo a jugar las diez partidas rituales, treinta y siete, cuarenta, trece? No señora. ¡Señorita! con liquidación total de fondos del perdedor. señor, ¡Señorita!

Hasta ese día Severo había perdido tres partidas.

Severo Peña no estaba acostumbrado a recibir lla- Los Peña no fueron familia acomodada. En vida del madas equivocadas. En realidad era la primera vez padre tuvieron las contenciones y escasas holguras que recibía una, por lo menos desde la muerte de su de la clase media trabajadora. Su madre heredó una madre. Antes, era ella quien respondía el teléfono y pensión y ahora le tocó a Severo recibir los ahorros 24


que la señora guardó para la vejez. Una buena par- dado cuenta? es la segunda vez que hablamos. Sete de esos ahorros debían pasar a manos de Joaquín ñora, por favor, tengo problemas por resolver. ¿Y no Osorio si no recuperaba su juego, hasta ese momento puede hablar? usted me dijo que vivía solo. ¿Yo le perdido. El estado de ánimo de Severo era compren- dije? Si señor, usted me dijo que vivía solo. Mire sible esa noche cuando regresó a casa después de ha- señora. ¡Señorita! lo interrumpió la mujer, Mire señora, insistió Severo, tengo un problema grave por

ber perdido la cuarta partida consecutiva.

El teléfono timbró cuando Severo, con los ojos cerra- resolver y no tengo tiempo para hablar con usted, el dos, para olvidar, se dejaba caer en el sillón preferido número que marcó no es el que busca. Usted es un de su madre. Respondió sin saber por qué. ¿El tres, hombre difícil, respondió la mujer, no quiere aceptreinta y siete, cuarenta, trece? preguntó la mujer. Está tar que hemos hablado dos veces. Con mayor razón, equivocada, señora, respondió. ¡Señorita!, señor por protestó Severo, está confirmando su equivocación. favor ¡Señorita! Con eso fue suficiente para recordar No señor, dijo la mujer, cuando uno habla varias vela conversación anterior. Como si hubiera presenti- ces con otra persona, lo corriente, por lo menos eso do que Severo iba a colgar, la mujer gritó ¡Señor, fue lo que me enseñaron, es conocer su nombre y señor! no cuelgue, usted es el mismo caballero con usted ni siquiera menciona el apellido de su famiquien hablé esta mañana, dí-

lia cuando responde, ¿aló?

game la verdad, ¿ese no es el

familia tal o cual ¿sí o no?

tres, treinta y siete, cuarenta,

insistió la mujer. Severo

trece? No señora, respondió

había estirado su cuerpo

Severo con tal tono de resig-

en la silla mientras habla-

nación que la mujer al otro

ba y con los ojos cerrados

lado de la línea se preocupó.

dijo el primer nombre que

¿Está enfermo? preguntó sin

le vino a la mente, está

resaltar que había sido trata-

bien soy Joaquín Osorio,

da de señora. No, dijo Seve-

pero no respondo del nú-

ro, este no es el número que

mero al que usted llama.

usted marca. ¿Sabe? agregó

Mucho gusto, respondió la

la mujer, es la segunda vez

mujer, mi nombre es Sole-

que hablamos. ¿Qué? pre-

dad Puerta y me encanta

guntó Severo. ¿No se había

conocerlo. 25


Eran las tres o cuatro de la mañana cuando el tut... pasa?¿Con quién hablo? preguntó Severo sentado en tut.tut.. tut... tut.tut... del teléfono pegado a la oreja la cama. Con Soledad Puerta, ¿ya olvidó mi nomde Severo, ocupado o cortado, lo despertó. Un dolor bre? ¿qué le pasa? ¿qué problema tiene? ¿Con quién en la espalda contribuyó a sacarlo del movimiento, hablo? repitió, está equivocada, no la conozco. Pero que no era sueño era pesadilla, de la partida donde Joaquín, dijo la mujer, no sea niño, ayer nos presenJoaquín Osorio no erraba tacada, carambola tras ca- tamos, usted me dijo su nombre y el de su madre, me rambola y hasta las más difíciles se las permitía con contó que ella había muerto ¿no recuerda? y después adornos de fantasía.

de decirme cuándo me dejó hablando sola. Severo

El tut... tut...tut... le recordó la conversación con la escuchaba sin comprender pero había algo en el tono mujer equivocada pero nada más. Estaba preocupa- de voz de la mujer que lo tranquilizaba. ¿Yo le dije do y se durmió profundamente mientras ella habla- todo eso? Hemos hablado varias veces, no nos coba. Con imprecisión recordó palabras perdidas de la nocemos claro, pero ya somos amigos... de voz, ¿no conversación, un número, un nombre y su insistencia le parece? preguntó la mujer en un tono que tornaba para que la llamara señorita. Las luces del salón ha- poco a poco a la dulzura. No sé qué decir, señora. bían quedado prendidas, las apagó, fue a su cama, la ¡Señorita!, ¡señorita! ¿no me cree? ¡No, no, no... resmisma que ocuparon sus padres, después su madre pondió Severo arrepentido, por supuesto que le creo, viuda, ahora él solitario y se acostó sin desvestirse. es una costumbre de familia, siempre llamé “señoCayó profundamente dormido; no soñó, como temía, ra” a mi madre y, hablo tan pocas veces con mujecon Joaquín Osorio, su juego, las bolas blancas y ro- res que cuando lo hago siempre las llamo así. ¿Le jas, la apuesta. No soñó.

hace falta? preguntó Soledad. ¿Quién? Su madre.

El teléfono timbró cuando el sol entraba hasta la mitad Creo que sí, respondió Severo, es por eso que no me de la habitación, era Soledad. Joaquín, dijo cuando concentro, tiemblo cuando voy a jugar y desperdicio respondió entre dormido y despierto, ¿Todavía duer- tacadas que antes, cuando ella vivía, ganaba con los me? son casi las once la mañana. Severo creyó escu- ojos cerrados. ¿Jugar qué? preguntó Soledad. Billar char la voz de su madre que acostumbraba a sacarlo en el Club con... al decir esto se interrumpió, estuvo de la cama con órdenes inmediatas apenas aparecían las primeras luces. ¿Mamá? preguntó entre asus-tado y esperanzado. ¿Mamá? repitió la voz femenina con tono agresivo, no señor, no soy su mamá, anoche me dejó hablando sola, y ahora no me reconoce, ¿qué le 26


a punto de decir el nombre de su contrincante. ¿Con como yo, porque nunca será capaz de ganarme. quién? insistió Soledad. Severo dudó, dijo que era Severo nunca ganó tanto, pero a pesar de todo siemtarde, inventó un retraso para llegar al trabajo o cual- pre tuvo la convicción de que era mejor que Joaquín quier otra cosa y colgó sin despedirse. El teléfono Osorio en la carambola corrida, en la banda previa, timbró varias veces pero no respondió, ensordeció en la tres bandas o incluso en la retro. Por eso acepsus oídos y casi inmediatamente la figura de Joaquín tó la apuesta, aunque desde la muerte de su madre, Osorio concentrado en una serie de carambolas, de como una manera de guardarle el luto, no había vuelesas que lo estaban llevando a la ruina, apareció en to al Club. Sin duda en esos días se filtró entre los apostadores la noticia de que había heredado una

su memoria.

Es una cuestión de honor, cuando se hace una apues- gran fortuna; en realidad no tenía nada de fortuna ta se lleva hasta el final, hasta la derrota del rival, era sólo una pensión, pero cuando regresó al Club, a hasta su ruina. Le había ganado a jugadores menos media tarde de un jueves a la hora en que los colegas fuertes, incluso pensó que Joaquín Osorio estaba en- comenzaban a llegar, Joaquín Osorio lo retó, como tre los menos fuertes, por eso aceptó la apuesta. La era la costumbre, hasta el aniquilamiento del perderealidad era que Joaquín Osorio siempre había sido dor. Eran diez partidas donde cada uno apostaba lo un reto. Desde la primera vez que entró al salón de que tenía. Joaquín sospechaba que la herencia había las diecisiete mesas alineadas contra las paredes lado sido grande y Severo sabía que Joaquín tenía más a lado y con iluminación baja, el resto era dominio de que él para perder. Por eso agradeció en silencio la la penumbra donde sólo se escuchaba el tastaseo de iniciativa. Pero el balance después de cuatro partidas las bolas al chocar, Joaquín Osorio lo llevó a un lado, era una catástrofe. sacó un fajo de billetes del bolsillo del pantalón, los Cuando regresó a su casa después de haber perdido contó y al terminar le dijo moviéndolos en abanico otra vez, la quinta derrota, lo único que deseaba era frente a sus ojos, ¿te parece mucho? en el banco ten- cerrar los ojos, subir los pies sobre un banco más go más para gastar dónde y cómo yo quiera, todo alto que sus nalgas y esperar que su madre le trajera ganado a pulso papito, usted nunca va a tener tanto el té caliente que siempre tomaron juntos porque era el único que le gustaba a ella. El timbre del teléfono le recordó que no habría té, a menos que él mismo lo hiciera. Apenas descolgó, la voz de la señora, señorita, habló antes que él como si buscara atraparlo, Joaquín, dijo, por qué te demoraste tanto, he llama27


do varias veces, ya me tenías preocupada. ¿Con

cuando, incluso poco antes del falleci-miento, su

quién hablo? preguntó Severo. ¡Joaquín! dijo ella,

madre iba hasta la cama para darle el beso de las

no es posible que me olvides tan fácil, ¿no recuer-

buenas noches, pero la apuesta con Joaquín Oso-

das mi nombre? Hubo un silencio mientras bajaba

rio y las llamadas de la mujer lo distraían de la

los pies del banco y se acomodaba para hablar, si

ruta que se había trazado. Nunca pensó que la

señora respondió y antes de que ella lo corrigiera

ausencia pudiese afectar su juego hasta ese pun-

agregó, no señora, así llamaba a mi madre y no

to, no era un profesional del billar pero como no

he perdido la costumbre, hace poco murió, ¿se lo

había emprendido nada distinto, terminó como

dije ya? ¿Estás solo? preguntó ella con voz con-

apostador metido entre apostadores, mesas, bo-

movida. Me parece verla en todos los rincones,

las y tacos, algo que su madre jamás supo con

cuando usted llamó... Me puedes tutear, ya somos

certeza. Cuando ella comenzó a manifestar du-

amigos, lo interrumpió Soledad. Severo nunca se

das sobre su trabajo y el lugar donde él asegura-

atrevió a tutear a su madre, esa noche, quizá por-

ba que iba todos los días, Severo decidió reducir

que esperaba con ansia el té caliente, la voz de la

las dosis de algunos medicamentos y aumentar

mujer en el teléfono le recordó la otra que siempre

las de otros al azar, con la esperanza de que la

llevó pegada al oído. No señora, dijo Severo. ¿No

señora lo dejara en libertad por muerte natural,

te parece que ya es hora de que nos encontremos?

como sucedió, pero antes de lo previsto. Quizá

¿Encontrarnos? respondió Severo como si hubie-

eso lo despistó. ¿Y las llamadas? Aparecieron en

ra derramado el té caliente en sus piernas. Si, en

el momento menos propicio, cuando comenzaba

alguna parte, dijo ella, conocernos, conversar, me

a constatar que estaba más afectado de lo calcu-

parece que necesitas compañía, alguien que ha-

lado y sobre todo, rumbo a la bancarrota. En esas

ble contigo. Severo no supo qué responder. Si la

circunstancias una voz, cada vez más parecida a

mujer con voz cada vez más parecida a la de su

la de su madre pegada al oído como siempre, no

madre y preocupada por él como la difunta, quería

era lo más recomendable.

conocerlo y hablar, quizá estar con él, y aceptaba,

Soledad decidió tener paciencia y esperó el final

pensó, no habría logrado nada, se encontraría en

del silencio. Cuando sintió que el hombre estaba

ceros como el día antes de que todo comenzara.

de nuevo al otro lado de la línea, le preguntó con

Siempre vivió apegado al calor maternal pero con

suavidad, ¿dónde quieres que nos encontremos?

el deseo secreto de vivir independiente de la super-

¿Encontrarnos? repitió Severo. Sí, dijo ella, con-

visión familiar. Vivir la vida, repetía en las noches

versar, conocernos mejor, se me ocurre una idea, 28


cómo te parece si nos vemos en la cafetería del

rubio, mi cara tiene forma de corazón y mis ojos

Museo, al lado de las esculturas. ¿Al lado de las

se ven grandes cuando los maquillo, mañana los

esculturas? Si, mañana a las once. Había algo en

voy a maquillar; iré vestida de rojo, blusa blanca

la voz del teléfono que lo subyugaba y lo repe-

de cuello amplio y falda roja, llevaré una chaque-

lía como siempre sucedió con su madre, que en

ta del mismo rojo en la mano ¿te parece bien?

paz descanse. Desde la primera llamada, la insis-

¿me reconocerás? ¿Y yo, cómo sabré que eres tú?

tencia, el tono imponente cuando se trataba de

Mientras Soledad hablaba Severo dejó correr la

aclarar que era señorita, la necesidad de saber su

mirada hasta la foto de su madre que más gusta-

nombre, de confirmar que eran amigos, o por lo

ba entre familiares y extraños, alguien la había

menos conocidos, el cariño de las últimas frases,

tomado unos veinte años antes, y vio en ella a la

la forma como lo invitaba a una cita, todo parecía

misma mujer que Soledad describió en el teléfo-

salido de la imaginación de su madre. Mientras

no. Es la fatiga pensó, era tarde y la apuesta con

Soledad esperaba paciente al otro lado de la lí-

Joaquín Osorio llenaba todas las posibilidades de

nea, Severo se retorcía en el sillón que había sido

su mente sin dejar espacio para más, sin embargo

el preferido, a través de los años, por sus padres.

la revelación de la figura de su madre ante sus

¿Mañana a las once? preguntó con la voz trans-

ojos a pesar de que siempre estuvo en el mismo

parente que utilizaba cuando su madre le daba

lugar, le produjo una reacción desconocida y con

una orden. ¿A las once, estás de acuerdo?, me

más temor que astucia dijo, ¿no será mejor si nos

alegra, por fin te voy a conocer, podremos hablar,

vemos en la cafetería del primer piso del Club,

pasear, no te sentirás solo. Severo escuchó la voz

Billares Metropol, en Junín a media cuadra del

inconfundible de su madre, siempre intentando

Parque, a media tarde? Como quieras, respon-

convencerlo, persuadirlo, atraerlo con un cierto

dió Soledad, y yo, ¿cómo voy a saber cuál eres

acento de autoridad que lo hacía temblar. Recor-

tú? Entonces con respeto como si hablara a su

dó a su padre sentado en aquel mismo sillón de-

madre, Severo hizo una descripción precisa que

jando que su mujer ordenara sin intervenir.

coincidía en los zapatos recién lustrados, la ca-

Con la misma voz transparente que encantaba a

misa brillante, el peinado engominado, el anillo

su madre, Severo preguntó cómo se iban a re-

de esmeralda en el dedo meñique, con la figura

conocer. Soy alta, bueno no tanto, dijo Soledad,

de Joaquín Osorio. Si no me ves cuando llegues

delgada, no tengo cuerpo de modelo pero soy

espérame que no tardaré, le dijo tuteándola por

delgada, mi cabello es largo, hasta los hombros y

primera vez.

29


Reinaldo Spitaletta Escritor y periodista colombiano, vive y trabaja en Medellín. Nacido en Bello, Antioquia, ha publicado más de una docena de libros de ficción y periodismo, entre los que están las novelas El último puerto de la tía Verania y El sol negro de papá; la colección de cuentos El último día El cuento “El último día de Gar-

de Gardel y otras muertes, los rela-

del” hace parte del libro “El últi-

tos Estas treinta y tres cosas, y Ofi-

mo día de Gardel”. Puede leerlo a

cios y Oficiantes. Es docente-inves-

continuación o, si prefiere, puede

tigador de la Universidad Pontificia

bajarlo, sin costo, de www.bcnbase.

Bolivariana, Presidente del Centro

com en el formato que ilustra esta

de Historia de Bello y columnista

página.

del diario El Espectador.

30


Libro disponible para iPad en el AppStore US. $ 1.99

Nuestra señora muerte siempre está

mientos. Pero al final de cuentas –y

Cafetines, traganíqueles, pitonisas

ahí, al acecho, vigilante. Con la

de cuentos- ella será la victoriosa.

y mujeres de “armas tomar”, luces

certeza de su triunfo. Con la con-

En El último día de Gardel y otras

decembrinas y pájaros de mal agüe-

vicción de que no hay, para el esco-

muertes, el lugar común es ella. En

ro, en fin, desfilan por estas ficcio-

gido, -y somos todos- escapatoria

uno que otro relato, subyace; en la

nes breves, que esperamos aporten

alguna. Puede, sí, que haya aplaza-

mayoría, es evidente. Y mortal.

al asombro y la reivindicación de la

Estos cuentos suenan a música de

vida.

pianolas, a lenguaje callejero, a vida cotidiana, pero también a la música de los sueños. Y a la incertidumbre de lo inesperado. 31


El Último día de Gardel Cuento tomado de “El último día de Gardel”

“Este será tu último año”, le advirtió la pitonisa del tó. Salió sin pagar la consulta, se abrió paso entre la barrio. Todo el mundo solía hacer fila para que doña gente y caminó hacia el bar Florida. Concepción les leyera las cenizas de cigarrillo, los -Bizco, servime un aguardiente. asientos de chocolate, las cartas de la baraja, el tarot. El cantinero lo observó con aire de conmiseración Era un fenómeno, decía la voz general. Claro que que no pudo saber por qué le salía, sirvió la copa Gardel no creía en esas tonterías baratas, que eso a y de pronto se dio cuenta de que Gardel tenía mieun duro como yo no le hace falta, porque de todos do. Nunca en tantos años lo había visto así. Gardel, modos me tengo que morir de cualquier cosa. Sin que jamás se había arrugado ante nadie, ni siquiera embargo, y no se sabe todavía el motivo, decidió en- frente a los más guapos del barrio, que era mucho trar, rompiendo la cola, hasta la habitación en pe- decir porque cada uno tenía a sus espaldas más de numbras de la maga, porque yo no nací para esperar un muerto. El Bizco advirtió un desencajamiento en nada, y aquí estoy porque he venido a ver qué es lo la fisonomía de su cliente: “Algo muy malo le debió que usted sabe, mi señora, que me parece que todo es haber pasado”, se dijo el hombre mientras empezapura estafa, ¿o no?.

ba a recordar la tarde aquella cuando Gardel le tum-

-Pues no, mi querido. Sentate no más, le dijo- Ella lo bó del Wurlitzer “Sangre maleva” al Tato Márquez. observó sin parpadeos y el hombre se sorprendió con Aquella actitud, en rigor, era como suscribir una la serenidad de la adivinadora.

pena de muerte. Nadie, en la historia del bar había

-¿Cómo querés tu futuro?-

realizado un desafío tan temerario, pero Gardel ese

-Con cigarrillo-, contestó él mientras encendía un día tenía ganas de terminar con el reinado de MárLucky.

quez, y ¡plum!, apretó el interruptor y la música y las

Cuando doña Concepción, tras examinar las cenizas, palabras cesaron. La concurrencia, aterrada, miró al le dio el vaticinio, Gardel soltó una carcajada, pero atrevido. Gardel se sentó, como si acabara de llegar sin poder disimular su súbito nerviosismo. Expresó del orinal. un temblor al prender el siguiente cigarrillo y tam- -Gardelito, se te acabó la vida, carajo-, dijo Márquez. bién temblaba por dentro, sin comprender por qué. -Eso creés vos, pedazo de hijueputa-, replicó, al tiemTal vez fue la seguridad de ella la que lo desconcer- po que desenfundaba la puñaleta y se abalanzaba 32


sobre Márquez. El cuer-

La mirada de Gardel

po del malevo, sangrante,

se detuvo en la sonrisa

tirado en el suelo del bar

petrificada del cantor,

era como el testimonio de

en el cuadrito detrás

que un nuevo rey había

del mostrador. “Qué

llegado al trono del barrio.

va, cuál último año.

Desde entonces a Gardel todos le tenían miedo, que Esas son güevonadas”, se dijo y pidió otro trago. El es otra forma del respeto. Las muchachas, sin em- Bizco lo observó como si estuviera interrogándolo bargo, veían en él a un galán, con una sonrisa per- con los ojos. manente, tan parecida a la del cantante que estaba en -Hoy estás más bizco que nunca-, le dijo Gardel, todos los cafés, enmarcado. A ellas les gustaba verlo alargando la sonrisa. pasar –eso decían- por ese caminado de bamboleo, de -Oíste, Gardel, vos sabés que no me meto en nada: tipo que se cree único, exclusivo, que se sabe mirado por eso he sobrevivido. Pero me parece que tenés y deseado. Y también temido. Pero eso sí, siempre miedo-. impecable en el vestir de camisas bien planchadas y La frase le cayó como un machetazo. pantalones de dacrón o de pana, zapatos lustrados y -¿Miedo yo?, de qué, si nunca me arrugo, papá, cómo así, de dónde putas me va a venir a mí el miedo, si

cabello peinado a la gomina.

-¿Qué será lo que le pasa?-, pensó el Bizco mientras es que eso no está hecho para mí, hombre, vos sí que lavaba unas copas. El café olía a detergente y a cho- sos un güevón, bizco de mierda, dame otro guaro y rizos secos. 33


no me fastidiés más, que de pronto me acelero con dor. El Bizco, de espaldas a él, organizaba copas y vos y ya sabés cómo es la movida conmigo-.

vasos.

Las palabras le salían en surtidores, los ojos fijos so- -Gardel –dijo el Bizco-, creo que algo malo te va a bre el Bizco, pero, claro, el Bizco parecía mirar a pasar. Vos sabés que no me meto en nada, pero te veo otro lado. Y entonces Gardel recordó a doña Concep- muy raro hoy. ¿Estás enfermo?ción: “Este será tu último año”. Bebió con avidez, se -Ve, hombre, Bizco, lo que sea es asunto mío. A mí limpió los labios con el dorso de la mano y tornó a no me pasa nada y estoy muy aliviado. mirar el cuadrito sonriente. “Vaya, si es que somos La voz de la maga resonó en el cerebro de Gardel el mismo”.

confundiéndose con la que brotaba del traganíquel:

Fue hasta el Wurlitzer, metió una moneda y seleccio- “En tus muros con mi acero, yo grabé nombres que nó. La voz del cantor le susurró una canción, que ya quiero…”. era un lugar común en el café: “Barrio plateado por Y por qué me habrá de pasar algo, más bien le puede la luna, rumores de milonga es toda tu fortuna…”.

pasar a este bizco que ya se está sobrepasando, no

-Sólo me falta cantar como él-, se dijo, no sin vani- sé por qué tuve que ir adonde esa vieja hijueputa, dad y volvió con aire de suficiencia hasta el mostra- que de maga no tiene nada, engañadora y estafadora, 34


bueno, por lo menos no le pagué nada. “Barrio... ba- -Gardel, pero si estás temblando-, remató el Bizco, que casi no alcanza a terminar la frase porque un pu-

rrio... que tenés el alma inquieta

de un gorrión sentimental…”. Cuál último año de mi ñetazo de Gardel se estrelló contra su cara. El Bizco vida ni qué nada, más bien éste será el último de esa rodó detrás del mostrador, con un estropicio de botumbabobos…

tellas.

-¡Otro aguardiente!

-Bizco, hijo de mala madre, que te dije que yo no

El Bizco, al servirlo, vio que Gardel estaba temblan- estoy temblando, ni me pasa nada, que vos te la busdo.

caste, hijo de la gran puta-.

-Oíste, ¿cierto que estás enfermo?

Gardel caminó como si nada hacia la pianola, intro-

-Cuál enfermo, bizco metido, ya te dije que nada me dujo una moneda, oprimió las teclas, se fascinó con pasa y no me jodás más, que esa bizquera te la puedo la luz fosforescente del Wurlitzer, miró cómo se moarreglar a punta de puñaleta, y entonces el enfermo vía un disco, cómo hacía contacto con la aguja, sintió vas a ser vos, pedazo de nada- Su voz se unió a la del un estremecimiento y de pronto oyó en confusiones cantor: “…que al rodar por tu empedrao, es un beso la detonación del inesperado disparo y aquella voz ineludible: “Este será tú último año”.

prolongao que te da mi corazón”. 35


BCN Base Barcelona Grupo Editorial

Serge Herbiet Sovet Comunicador Visual y Diseñador Gráfico especializado en diseño editorial, egresado de La Cambre, Bruselas, Bélgica. Serge ha trabajado durante varios años en America Latina y en Estados Unidos. Desde 2006 vive y trabaja en Barcelona.

Lali Doménech Estudió diseño gráfico en la escuela Massana, Barcelona. Más tarde abrió un restaurante que dirigió durante varios años. Estilista de alimentación, redactora de artículos y recetas de cocina, y autora de varios libros de cocina para la editorial RBA. Actualmente combina su trabajo con la docencia.

Paco Gayá Fotógrafo especializado en fotografía de alimentación, packaging, publicidad y editorial. Estudió en Santa Monica College y en Art Center College of Design, Callifornia, EEUU. Hasta 1990 trabajó en Los Angeles, donde abrió su propio estudio. En 1990 se traslada a Barcelona, su ciudad natal, donde abrió su nuevo estudio. 36


Árabes, Griegos, Italianos, Españoles, Franceses, Catalanes, Romanos, Egipcios... un sinnúmero de razas y culturas, de ingredientes y de recetas que se han acom-

Libro disponible para iPad en el AppStore Gratis

pañado durante miles de años en sus cabalgadas y en sus barcos, en sus guerras y en sus festines, en sus victorias y en sus derrotas, día a día, de cocina en cocina, de plato en plato y de paladar

En este pequeño recetario se han

en paladar.

reunido veinte recetas con olor a sol y tradición. Lali Doménech y Paco Galá, dos grandes artesanos, han aportado sus saberes en cocina y en fotografía. Faltaron los olores, quizás en una próxima edición logren inmiscuirse... El Mediterráneo existe desde la noche de los tiempos, los ingredientes también. Juntarlos ha sido obra de los hombres, hombres que los han aprovechado para alimentarse y para crear en infinidad de culturas, cocinas que se repartieron por el mundo entero. “Los ingredientes y la cocina mediterránea” se encuentra disponible en el App Store para IPad en español, francés e inglés.

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Viven y trabajan en Medellín Literatura colombiana contemporánea para el iPad

Cuatro escritores, un ilustrador, cinco libros. Darío Ruiz Gómez, Memo Ánjel, Humberto Pérez, ilustrador, Reinaldo Spitaletta, Saúl Álvarez Lara

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