Ficción La Revista No.2

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No. 2 . Barcelona • Medellín . año I . 2011


Contenido Bilbao Oscuro Darío Ruiz Gómez

Girona con los dedos abiertos José Guillermo Ánjel Rendo (Memo Ánjel)

El arte en la periferia Félix Ángel

Medellín: balas y algunas flores Reinaldo Spitaletta

Bruselas en cinco tiempos y una noche Saúl Álvarez Lara

Una historia increible (cuento) Diego Aristizábal Múnera

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No. 2 . Barcelona • Medellín . año I . 2011

Cinco ciudades y un cuento

Presentamos el segundo número de Ficción la Revista, publicación electrónica para iPad con extensión PDF para lectores en internet, de BCN Base de Barcelona y Ficción la Editorial de Medellín. Cinco ciudades y un cuento es el título de nuestro segundo número. Las ciudades nos habitan, buena parte de nuestro tiempo sucede en ellas, las recorremos, las experimentamos, las vivímos y algunas veces, sólo algunas veces, llegamos a conocerlas. Proponemos cinco ciudades, cinco visiones desde ángulos distintos a los que estamos acostumbrados. Lejos del turismo, las ciudades en Ficción la Revista, narran experiencias, percepciones y, por supuesto, ficción. Hay quien cree que cuando se habla de ficción se habla de invención pura, sin tener en cuenta que la realidad o la no-ficción, preferimos llamarla así, necesita de la ficción para ser lo que es. La “realidad”, entre comillas, son ficciones que, a fuerza de ser repetidas terminan por suceder y ser tomadas por lo que no son. Cinco ciudades, distintas a las que conocen, y un cuento, “Una historia increible” que comienza en la acera de una de las tantas ciudades que recorremos cada día. Hasta el próximo número. Los editores

http://www.bcnbase.com serge@bcnbase.com

saulalvarezlara@gmail.com

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Darío Ruiz Gómez Escritor colombiano, vive y trabaja

ha publicado libros de poemas y de

en Medellín. Graduado en la Escue-

ensayo sobre arte, literatura y urba-

la Oficial de Periodismo de Madrid

nismo. Columnista y crítico polémi-

en 1961. Paralelamente estudia ur-

co, en la actualidad Darío Ruiz Gó-

banismo y estética. Colabora con la

mez es considerado como uno de los

Revista Acento. En Bilbao es redac-

intelectuales colombianos de mayor

tor de Hierro hasta su despido por

prestigio internacional.

motivos políticos. Durante treinta años fue profesor de Historia de la Arquitectura en la Universidad Nacional de Colombia. Ha publicado los libros de cuentos Para que no se olvide su nombre, La ternura que tengo para vos, Para decirle adiós a mamá, Sombra de rosa y vino, Tierra de paganos y las novelas Hojas en el patio y En Voz baja. También

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Bilbao

Oscuro

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Bilbao oscuro

La marea baja permite ver las orillas de un cieno

reino emparamado de penumbras y ventanas, de

oscuro y fétido, como las vísceras de un gran pez.

árboles sobrecogidos, de patios que jamás parecen

Las gaviotas picotean buscando su alimento, otras, haber visto el sol, apenas una tísica claridad ilumivuelan en círculos y sus graznidos acompañan el

nando a tramos el recorrido de las rúa, los sucios

sonido agudo de la sirena de un pesquero impa-

soportales. Lluvia que resbala por las cornisas,

ciente por hacerse a la mar. El tren de cercanías

que se adensa en los resumideros, en las alcanta-

bordea la ría estrepitosamente y a su paso apare-

rillas y se convierte, finalmente, en un leiv motiv

cen barcos de mayor calado donde se adivina el

permanente como imagen y sonido del dominio del

ajetreo de los marineros limpiando las cubiertas,

reino de lo líquido:

igualmente carcasas herrumbrosas. Al fondo las

en las afueras, entre arbustos secos, los ríos apare-

montañas de un color verde oscuro, de una textura cen bajo una capa de materia blanda, degradada, de musgo, indiferentes a lo que acontece en la ría,

aguas muertas, malezas quemadas por una lluvia

a lo que está sucediendo en las calles estrechas y

química, ruinas de antiguas fabricas de muros des-

apretadas de los barrios obreros. En las cubiertas

truidos, ventanales mugrientos, no hay corriente

de casas y edificios el agua de la lluvia se estanca,

porque los bancos de sucia espuma no se mueven,

el agua infinita de la lluvia, menuda, obsesiva, el

apenas, estelas viscosas en el agua podrida que,

sirimiri, hace parte de la estrategia constructiva

finalmente, confluye a la ría, dando entonces la

para el cerramiento de la losa de cemento. Unos

impresión de que el agua enferma, corriera debajo

yerbajos lustrosos, crecen sin gracia alguna en

de esta capa podrida hacia las instancias del mar

estas terrazas. Persistencia visual de las fachadas

y el mar le opusiera una tenaz resistencia con tal

ennegrecidas por el polvillo que despiden los altos

de mantener vigente el esmeralda y la fuerza de

hornos, las difusas chimeneas industriales, hábitat

sus aguas opalinas, de manera que, estancada, un

de la humedad, de las caligrafías del verdín, del

vaho de estas pestilencias se adhiere a las facha6


Darío Ruiz Gómez das, se expande a través de las callejuelas como el

minado, la viruta metálica, lo agredido ¿no se su-

soplo de una peste, se pega a la ropa y determina

ponía que la industria era la entrada en el futuro?

áreas urbanas enteras como una turbia campana,

Las sucias calles de estos barrios obreros dan la

el Bilbao oscuro que hace parte de este reino de la

impresión de haber sido vistas anteriormente, figu-

niebla sucia, una niebla teñida de hollín, de he-

ras hurañas de obreros con el rostro tiznado, de

rrumbre, un manto de lama verdosa sobre cosas y

mujerucas avejentadas prematuramente, de niños

nombres, venciendo, finalmente las esperanzas de

tristes, el D. H. Lawrence de “Padres e hijos”, la

la claridad. Yo que crucé por la claridad de Casti-

desesperada barriada industrial, algunos films

lla y de repente sentí que había entrado en un tú-

ingleses sobre barrios obreros, el nuevo infierno

nel, el interior del furgón se oscureció, un velo gris urbano. Pero lo que se impone es la fragmentariecubrió cosas y nombres, el gran hongo de polución dad, un pequeño parque sepultado bajo la verdosa me había envuelto, estaba en Bilbao.

humedad, bajo el hollín, bajo una pátina espesa

Hasta que irrumpe en los oídos el chirrido de

de grisácea materia, ofuscada que termina por

los baldes que transportan el mineral hacia los

imponer a la racionalidad de los volúmenes de la

altos hornos. Es un ruido fastidioso, enervante

arquitectura la imagen orgánica que la ha devora-

de maquinaria fatigada. Las sólidas chimeneas

do, la tenacidad del orín de las paredes, del vaho

de los hornos esparcen un resplandor destellan-

de crustáceos en descomposición, de lo que perma-

te, un humo algodonoso, el chirrido se rompe, se

necerá emparamado para siempre. La luz oblicua

hace fino a través de los cables de esta cadena de

del sol entre los apretados edificios confirma su in-

Moebius donde la visión ininterrumpida de estos

capacidad de llegar hasta el adoquinado y ya en la

contenedores sobre un resplandor rojizo parece la

tarde es una luz vencida: los bares y tabernas han

ilustración de una novela de ciencia ficción, cuer-

permanecido bajo el mismo claroscuro, lo propio

das curvas y oscilantes, la imagen goteante de un

del ensimismamiento de esta raza de seres. El vino

asteroide maldito. Bancos de lodo borbollantes,

es agrio porque la ubicación de la ciudad está en

manchas cobrizas de bordes tornasolados, propias un hueco cerrado entre montañas y en este clima de materiales químicos en descomposición, como si la exacta y debida temperatura que cualifica a los desde los cuatro puntos cardinales de esta sombría distintos caldos es imposible de mantener. Los bares responden a una ruta instintiva de luga-

ciudad dominada por los miasmas, los vertederos

llevaran décadas arrojando sin cesar estas basuras res, por un lado marchan los grupos de hombres que, enfrentadas entre sí, se abren a un incesante

y por otro las mujeres. Se da un contacto rápido,

proceso de degradación de sus elementos. ¿Dónde

una seña disimulada y de nuevo a caminar, el río

están los grandes astilleros si cada barcaza es tan

de gentes entre las luces esporádicas, cantando,

primitiva, tan modesta? Lo que está aquí no es el

emborrachándose, haciendo bromas pesadas para

confort, la prosperidad sino lo residual, lo conta-

disimular el spleen que los sobrecoge. Qué sería 7


Bilbao oscuro de los bares sin el humo de los fumadores, sin la

coro de voces rigurosas, la penumbra escondía esta

flema de los enfermos del pulmón, sin el marea-

fraternidad de alucinados, de nómades insoborna-

do tufo del anciano, de la apestosa ansiedad de

bles. En “Solar caustic” el alucinado marinero de

quien debe embarcar en minutos, de la recóndita

Malcom Lowry penetra al bar y se va hasta el fon-

amargura de quien carece de empleo y no quiere

do buscando desaparecer en el rincón más oscuro.

regresar a casa. ¡Bilbao! ¡Bilbao! ¡Bilbao! Canta

En su sangre melancólica, siente que, la ciudad se

gangosamente Lotte Lenya en “La opera de tres

mece como un inmenso barco a la deriva. Y, ahí

peniques” con la música de Kurt Weil y el libreto

se queda. ¿Quién soy mientras el licor se adueña

de Berthold Brecht : metáfora de la errancia de

de mi cerebro atormentado? ¿ Porqué llega hasta

los nómades del mar, el agite sudado del muelle de

aquí el bramido del mar enfurecido? Afuera llueve

Ripa,”Muelle de las brumas” de Pierre Mc Orlan

quedamente, la atmósfera empapada es la imagen

en el rostro perplejo de Jean Gavin, en cada puer-

de una lectura de juventud. Sobre el cielo destella

to el adiós a sí mismo, el encuentro con otras sole-

el resplandor rojizo de los altos hornos y escucho,

dades, gritos, trifulcas de marineros y obreros, de

conmovido, el chirrido de los baldes colgando de

chulos en “La Palanca” el barrio de putas, la voz

las cuerdas metálicas, yendo de torre a torre, mis

pastosa de la Lenya brotando de los estrados para

oídos creen escuchar el ruido seco del material que

el canto en los bares atestados , recogiendo con su

cae de los baldes y va hacia la boca en llamas de

luz marrón esta atmósfera pesada de borrachos

los grandes crisoles donde nace el hierro. Nunca

sin hogar: ¿Partir o llegar? De repente alguien en- jamás volveré a ver la claridad del sol. tona una canción y de inmediato lo acompaña un

Bilbao, Bilbao, Bilbao.

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Dar铆o Ruiz G贸mez

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Escritor colombiano, vive y trabaja en Medellín. Profesor de la Escuela de Teología, Filosofía y Humanidades de la Universidad Pontificia Bolivariana de medellín. Es también columnista de El Colombiano periódico de la misma ciudad. Durante el año 2005 obtuvo la Beca de Artista en Residencia que otorga el Berliner Kunstler Programm del DAAD (Deutscher Akademischer Austauschdienst) y vivió durante ese año en Berlín.

José Guillermo Ánjel Rendo Memo Ánjel

Ha publicado Historias de Prado, crónica, De dictadores, pangeles, peatones y pecados renovados, ensayo, El tren de los dormidos, cuento, publicado por la Editorial de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, La luna verde de Atocha, novela, Entendimiento, novela de Spinoza y La casa de las cebollas, novela. Recibió la mención Especial de la Cámara de Comercio de Medellín en el año 2006 por su novela Míndele 1955. En Alemania y Suiza ha publicado Das meschuggene Jahr, Das Fenster zum Meer, Geschicten von Fenstersims y Mindeles Liebe.

Ilustraciones de la libreta de apuntes de Memo Ánjel 10


Girona

con los dedos 1 abiertos

1. Los Kohanim, sacerdotes judĂ­os, bendicen con las palmas de las manos hacia adelante y los dedos abiertos entre en el medio y el anular. De esa manera detienen el mal, se dice. 11


Girona con los dedos abiertos

Esta ciudad, que cuando se llama Gerona tiene nombre de barrio viejo de Medellín (comienzo irrespetando pero sin ánimo fullero), fue el espacio que ocupó Isaac el ciego (Isaac el cec, en catalán), cabalista que misteriosa y maravillosamente escapa de los libros que lo narran. Pero, si hay suerte, se logra ubicar en los más laberínticos, en esos en los que el hebreo se mezcla con el arameo y, en ocasiones, con el ladino y la escritura Rashi2. Un judío lizo, intermitente, burlón, este Isaac el ciego, cabalista medieval que cada tanto produce una sombra larga sobre las calles empinadas del Call de Girona (llamada por los romanos Gerunda) o en las escalinatas de la catedral inconclusa de santa María, al lado de la colegiata románico gótica de sant Feliú. También se dice que, en los días más intensos del verano lo han visto, repentinamente, emergiendo de las aguas del río Onyar y hundiéndose de nuevo, después de unos momentos de recorrido, como el periscopio de un submarino que carece de cuerpo. A Girona (Gerona en español franquista), he ido un par de veces. La primera fui multado porque pasé más del tiempo previsto por el parquímetro, en las orillas del Call. Pero al mismo tiempo fui perdonado por la mujer que extraía el papel de la multa de una pequeña máquina manual. La mujer era chica, un poco gorda, 2. Raschi, gran talmudista, fue el último comentador del Talmud. Su manera de escribir las letras hebreas es diferente de los alefatos tradicionales. 12


Memo Ánjel

muy joven. Y quizá yo fui su primera multa y su primer perdón (supongo que aun le faltaban las agallas del oficio). Y la primera historia extraña que le contaban, porque le dije que había estado en la casa de Isaac el ciego y allí, el en patio que luce en el suelo un escudo de David grande y unos parrales contra el muro, perdí la noción del tiempo y del espacio, no teniendo más opción que emprender un vuelo, como de pájaro. En mi caso, de pájaro gordo, de trapo. -¿Usted voló?, preguntó la guarda. - Si, volé, -le dije, -con la ayuda de Isaac el ciego. - ¿De quién?, la guarda abrió un ojo más que otro. - Del espíritu de la ciudad, del aire de las calles del Call, de las flores que crecen en los patios, de las sombras flacas de los muros. Usted sabe, debe haberse enamorado. Uno vuela cuando se enamora. - …, la guarda sonrió y rompió la multa. Si vuelvo a pasar y usted sigue volando, ya la multa no tendrá reversa, me dijo. La ciudad apareció de nuevo, en la parte alta del Call de los judíos, con la presencia de Isaac el ciego hablando del poder de las letras y los números, del misterio de las palabras, de ver más allá del cielo y sentir seres en la sangre de las venas porque, si estamos en el mundo y nos sentimos en él, es posible que dentro del cuerpo tengamos seres pequeñísimos (quizá inteligentes) 13


Girona con los dedos abiertos

para los que nosotros somos su espacio, su horizonte, su cielo y sus historias. Girona me hizo pensar en estas cosas. Y en esa ciudad que apareció, el río Onyar volvió a correr lamiendo los muros de las casas, mirando a la ropa de colores que permanecía extendida en las venta-

Los turistas que llegan a Girona toman fotos, suben

nas y los pequeños balcones, y a las mujeres que habla- cuestas, se llenan de verano o de invierno, miran maban de un lado al otro de la calle. Y si bien hacía calor

pas y se agitan subiendo la escalinatas de la catedral

y todo parecía desfigurarse en ciertos momentos, hubo

de Santamaría, cuyo claustro casi siempre está cerrado

otros de inmensa lucidez, como si la letra que busca-

quizá por temor recibir algún hereje. Luego van a la

ba Isaac el ciego, esa que contenía a las otras con sus

ciudad nueva y buscan un bar, un restaurante, un ho-

formas y sonidos, fuera una certeza frente a mis ojos.

tel o el bus en que vinieron. Allí logran deshincharse

Ojos que ven, que permean, que se engañan, que no

un poco. Los viajeros, en cambio, entran en la ciudad

son los ojos de las orejas y los dedos, que son los de las y se pierden en ella: son absorbidos por las paredes, enseñanzas y las certezas.

las plantas que cuelgan de los muros y las historias, las contadas y no contadas. Algunos logran salir de ahí, como en mi caso, para regresar después y hacer el itinerario con los ojos cerrados. Otros se pierden por siempre y se hacen discípulos de Isaac el ciego. Y viven otros tiempos, otros lugares, otros seres, esos 14


Memo Ánjel

que propician las letras cuando Girona respira como

can. Y con los dedos, porque una ciudad que no pueda

una mujer amada que no teme a las caricias, que carece ser tocada y danzada carece de sentido, de literatura, de presunciones, que se hunde en el misterio y lo goza.

de recuerdos que puedan ser cambiados como las inter-

Eso dicen.

pretaciones de la Biblia, esa alfaguara de la que mana y

¿Qué sería de Girona sin Isaac el ciego? No lo sé.

fluye imaginación constante. Es curioso que en Girona,

Quizá no fuera esa ciudad que conozco, esa que leo,

antes de que se fueran los judíos en la Edad Media, se

esa que es y no es y por eso puedo visitarla cada tanto

haya escrito una Biblia cuyas páginas fueron hundidas

con la certeza de estar llegando a un sitio que no nece-

de una en una en las junturas de las piedras de cada

sita de ojos y se entiende con los olores, sintiendo las

casa y cada muro de la ciudad vieja. La leen solo los

piedras de las calles y las escalinatas que se multipli-

creyentes, viajeros que son.

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Félix Ángel Arquitecto de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Artista plástico con más de cien exposiciones individuales y 250 colectivas en las Américas y Europa. Autor de tres libros (incluyendo la novela Te quiero mucho poquito nada), y más de 200 artículos y ensayos. Curador de 60 exposiciones internacionales. Director-curador del Centro Cultural del BID, Washington, D.C. Editor de la sección de Arte de América Latina para el HLAS (Handbook of Latin American Studies) de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos de América. Comisionado para las Artes y las Humanidades de la Ciudad de Washington, donde vive desde 1974. www,felixangel.com

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El arte

Welcome to L.A. 1991

En la periferia Que haya artistas trabajando en los linderos de los

Averiguando cómo llegar a la zona utilizando trans-

centros urbanos no quiere decir que el arte es marginal

porte público (en vista de que desde muy joven decidí

en la vida de ciertos individuos o la comunidad a la

no conducir), me di cuenta que la convocatoria hacía

que pertenecen. Ello me quedó claro un fin de semana

parte de un festival más complejo organizado por el

pasado cuando acepté con gran curiosidad una invita-

Gateway Arts District. La zona comprende varios sec-

ción que me extendió un amigo gestor de las artes muy

tores sobre los que Mount Rainier se ha erigido como

conocido en Washington para visitar un grupo de talle-

centro neurálgico, artística y socialmente. La inclu-

res y estudios de artistas en un barrio llamado Mount

sión de vecindarios como West Hyattsville, Edmoston,

Rainier, ubicado al este de la ciudad en el Condado de

Hyattsville, Brentwood, y North Brentwood dentro del

Prince George, justo en el límite entre el Distrito de

Festival se realizó a base de la actividad cultural que

Columbia (Washington DC) y el estado de Maryland.

desarrollan las comunidades. 17


El arte en la periferia queados o señales de la actividad frecuente en otras estaciones más cercanas al centro de Washington cuyos pasamanos, muros y rampas destinados a la circulación se convierten en el parque de diversión de los muchachos desocupados durante el fin de semana. Tanta calma me inquietó. Las paredes, los postes de luz, todo Untitled. 2000 Al calcular las distancias entre los diversos lugares

lo aledaño pululaba con grafitis faltos de imaginación, insultos visuales que indicaban la intensa actividad nocturna de las pandillas sub-urbanas.

me di cuenta que efectuar una visita sin automóvil to-

Al inspeccionar detalladamente los alrededores me

maría prácticamente todo el día. Así pues que, invité

percaté de la presencia de un mini-bus blanco planta-

tres conocidos para que me acompañaran en lo que

do contra la acera a unas dos cuadras de distancia. No

me parecía tenía todas las características de una ex-

sabría decir por qué, pero la apariencia inmaculada del

pedición. La víspera, antes de acostarme y como si se

vehículo me recordó los delantales de las enfermeras.

hubieran puesto de acuerdo, recibí correos electrónicos

Las ventanas de vidrio polarizado no me dejaban ver

de mis tres camaradas informándome la imposibilidad

nada hacia adentro. Parecía como si estuviese abando-

de acompañarme. En lugar de desanimarme, las cir-

nado, pero deduje que debía ser el medio de transporte

cunstancias redoblaron mi determinación de realizar la

provisto por la municipalidad mencionado en la tarjeta

visita por mi cuenta.

electrónica enviada por mi amigo.

El sábado me levanté temprano y luego de desayu-

Al acercarme al autobús la puerta se abrió automáti-

nar caminé las cinco cuadras que hay entre mi casa y

camente; seguramente tenía una célula electrónica que

la estación del Metro más cercana para tomar la Línea

la activaba al detectar movimiento en su proximidad.

Verde que me llevaría hasta el inicio del recorrido. El

Instintivamente retrocedí. Enmarcado en la puerta de

tren se fue quedando vacío a medida que paraba en

entrada, sentado al volante podía ver ahora el chofer,

las estaciones dispuestas a lo largo de la ruta. Pronto

un moreno enorme, amable y risueño, divertido pro-

Washington quedó atrás. Aproximadamente veinte

bablemente con mi reacción que debía ser la misma de

minutos más tarde desembarqué en la estación de West

mucha otra gente. Al preguntarle si ese era el medio de

Hyattsville, un lugar donde no había puesto un pie en

transporte asignado por los organizadores para despla-

mi vida. Allí se suponía que esperaba un bus que partía

zarse entre las diversas estaciones del Festival de Arte,

cada cuarenta minutos para llevar a los interesados a

la respuesta afirmativa llegó en forma de coro por parte

los puntos de interés designados por el festival.

de los demás ocupantes.

Cuando bajé del tren el lugar me pareció otro planeta. No había signos de vida humana o animal alrededor

Al subir, el conductor me entregó un mapa muy bien diseñado, como pude comprobar luego, que indicaba

de la estación, ni taxis esperando pasajeros, coches par- con detalle los lugares de interés elegidos por los res18


Félix Ángel ponsables del evento. Había de todas formas algo muy

El viaje hasta la primera visita marcada en el mapa,

extraño. Parecía estar en medio de un episodio de The

“Estudio y Taller de Escultura en Vidrio” sobre la Ave-

Twilight Zone donde una vez se ingresa al vehículo no

nida 46, nos llevó por extramuros insospechados pero

hay escapatoria posible de algo muy horrible que suce-

estuvo de lo más entretenido. Los seniors no paraban

de más adelante.

de hablar y para mi sorpresa no se bajaron. Querían ir

El bus iba repleto con adultos mayores de todos los

primero a otro lugar y mi impresión fue que estaban

colores, tamaños, fachas y registros de voz, y bastones,

más interesados en socializar y conversar entre ellos

caminadores y sillas de ruedas de diversa marca regis-

que a mirar cosas que probablemente ya conocían, no

trada. Todos aseguraron ser artistas y hablaban hasta

podían manipular, o no les interesaban.

por los codos. Como pude me acomodé en el único

El personal del taller me recibió muy bien. Sobre

asiento con ventanilla disponible. Los viejitos me

una pequeña mesa de fórmica y patas de cromo –un

asediaban a preguntas. Para corresponder a su cordiali-

rezago de los años 50, alguien había dispuesto amo-

dad repartí tarjetas personales con la direccion electró-

rosamente un par de botellas de vino tinto, vasitos

nica de mi sitio Web, recomendándoles que lo visitaran

desechables de plástico, tostitos, salsa y un frasco

dado que, probablemente, no tenían mucho más qué

para “contribuciones”. No había mucha gente pero sí

hacer. Algunos me abrumaron con agradecimientos.

algunos curiosos maravillados con la demostración de

Untitled. 2000 19


El arte en la periferia hizo tomar la decisión de regresar a la avenida Baltimore caminando en lugar de esperar el vehículo para continuar con el recorrido. El bus y todos sus ocupantes debían encontrase ya en la “Dimensión Desconocida”, y bajarme en el taller de vidrio posiblemente me había librado de desaparecer misteriosamente de este mundo, antes de tiempo. Guiándome al pié de la letra con el mapa me convertí en el personaje de una película de Peter Bogdanovich. Mi papel era caminar por calles vacías medio-asfaltadas, trepar como una cabra por senderos trazados por la costumbre de otros, serpentear como un vago detrás de culatas de edificios abandona-

Ridge. 1990

dos, saltar la carrilera del tren, y

manufactura de vidrio artístico. En

ban desde un horno al rojo vivo con

finalmente circunvalar las orejas

una galería de exposición adjunta

el extremo opuesto, produciendo

de un peligroso paso-nivel donde

al área de trabajo se resumían de

toda clase de receptáculos. La única

a alguien se le ocurrió dejar un es-

alguna forma los logros del taller,

pausa permitida se destinaba a llevar

trecho espacio para los peatones.

con más o menos ingenio. Una

la burbuja de vidrio al horno antes

De existir tráfico el lugar debía

chica muy joven de apariencia

de seguir soplando hasta lograr la

resultar peligrosísimo de transitar

anoréxica servía de guía expli-

forma deseada que ante los ojos de

pero en ese momento no había un

cando con relativa claridad cómo

los espectadores y como por acto de

alma deambulando por los alrede-

se obtenían los diversos efectos y

magia cambiaba constantemente de

dores. Las demás pruebas de civi-

colores. Lo que más me asombró

apariencia por la pericia de los ope-

lización parecían desvanecerse de

fue la potencia pulmonar de cier-

rarios.

la escenografía con la intensa luz y

tos individuos que soplaban por la

Satisfecho con la demostración

un sol reverberante que se elevaba

boca de un tubo larguísimo inflando me dispuse para la segunda visita.

sobre el cielo impoluto indicando la

una masa incandescente que saca-

aproximación del medio día.

Mirando el mapa una corazonada me 20


Félix Ángel Cegado por la luminosidad la idea de haber come-

ter. Sin duda, la región por la que peregrinaba era una

tido un error de orientación cruzó momentáneamente

zona en transición muy deprimida económicamente, un

por mi cabeza. Instintivamente acaricié el bolsillo del

lugar periférico con relación a Washington DC y más

pantalón para asegurarme que no había olvidado el

aun con Baltimore, la siguiente ciudad de importancia

teléfono celular, un aparato que detesto pero en las

hacia el Noreste. El deterioro colindante contrastaba

circunstancias era lo único que podía servirme en caso

con la infraestructura, monumental e indiferente a la

de una emergencia. Pero algo más me tranquilizó. Me

vez. Algo no funcionaba bien en aquellos parajes para

había escapado del bus, y trasegar por lugares como

que la sociedad civil y las autoridades inventaran un re-

esos es muy distinto a caminar por algunas ciudades en

corrido de talleres de artistas durante un fin de semana

Colombia donde se requiere el pago de una “vacuna”

para atraer visitantes y reactivar un poco la economía

para cruzar de un barrio a otro.

de consumo a falta de otras atracciones.

Después de tomar un atajo que no estaba en mis

La ausencia de peatones aumentaba mi aprehensión.

cálculos logré alcanzar la avenida principal cuyo deco-

El paisaje me trajo a la memoria “La casa cercana a

rado a lado y lado no era muy diferente del que pre-

la estación”, un cuadro de Edward Hooper pintado

dominaba hasta ese momento. De vez en cuando baja-

en 1925 propiedad del El Museo de Arte Moderno de

ba un carro, o subía un ciclista distraído con su propio

Nueva York. En la pintura, el edificio de estilo victoria-

retraimiento. La desolación alrededor de la parada de

no, vacío y melancólico se yergue detrás de la carrilera

autobús me permitió discurrir que el servicio de fin

del tren como una premonición del colapso económi-

de semana era muy espaciado así que opté por seguir

co de los Estados Unidos en 1929. La austeridad y la

caminando bajo el sol de primavera, muy atento a mi

afonía son los protagonistas principales de la obra, y en

carta de navegación.

ese momento parecía convivir con ellos en carne pro-

La pobreza me es familiar por haberla observado en

pia. Recordé también la escena del filme de Hitchcock

mis años mozos trepando las faldas aledañas a Mede-

North by Northwest que se convierte en la metáfora de

llín a la par que yo crecía. En mi adolescencia puede

toda la historia cuando el personaje central, interpreta-

mirarla cara a cara durante las horas dedicadas al servi- do por Cary Grant, corre impecable con traje y corbacio social a que el colegio nos obligaba. Pero no quie-

ta completamente desorientado por un campo yermo

re decir que me acostumbré a ella y mucho menos la

perseguido por un pequeño avión.

menosprecie como sí menosprecio la pobreza de carác-

Hay cosas en la vida con las que uno nunca termina de familiarizarse y la zona que visitaba a pie era una de ellas. Lo curioso es que anteriormente había pasado de

Man Looking at Something. 1990

21


El arte en la periferia

Horse and Rider. 2009 largo en coche, varias veces, y escuchado hablar años

Continuando hacia el Oeste llegué finalmente a la

atrás cuando muchos artistas comenzaron a emigrar de

altura en que la Avenida Baltimore se convierte en la

la ciudad escapando los prohibitivos arrendamientos de

Avenida New Hampshire por caprichos en la nomen-

Washington D.C.

clatura. Cercado por garajes para reparación de auto-

Mientras marchaba a paso sostenido por la Avenida

motores, cacharrerías y uno que otro bar a lado y lado,

Baltimore reflexioné sobre lo duro que es ser artista.

la cantidad de locales vacíos atestiguaba el impacto de

La autopista se extendía sin fin. La línea amarilla que

la Recesión que ha azotado a todos los Estados Unidos

dividía los carriles parecía ampliarse por el calor y se

desde hace casi tres años. La impresión era que nada

asemejaba al sendero por donde Dorothy se dirigía a

por allí era incapaz de proveer algún tipo de solaz para

OZ, la Ciudad Esmeralda. La situación era peor por

el espíritu excepto por el Red Café, y el Centro Munici-

haber sido abandonado por mis tres amigos, el león, el

pal construido recientemente.

espantapájaros y el hombre de hojalata. Menos mal

Me poseyó una ansiedad terrible por el futuro de

que conservaba el coraje, el cerebro y el corazón. Y no

los Estados Unidos y del mundo. Mi desasosiego era

llevaba perro, ni había visto brujas volando, aunque in-

justificado porque leyendo un fragmento de la página

conscientemente miré para arriba “just in case”, asegu-

principal del periódico del día con el que me tropecé en

rándome que no había mensajes escritos con humo por

la calle, los titulares mencionaban la posibilidad de un

encima de mi cabeza. Pero claramente podía leer: “Uno nuevo descalabro económico mundial inminente con no escoge el arte, es al revés.”

la quiebra de Grecia, 20% de desempleo en España, la 22


Félix Ángel deuda irlandesa, el costo y la duración de la guerra en

al de una cárcel, y en cierta forma lo son. Los locales

Afganistán que ya ha superado la de Vietnam, la deva-

están hechos para que la gente guarde en ellos lo que

luación del Euro, la baja del dólar que ha llegado a nive- ya no cabe en casa, y pague por ello creyendo que así les imprevistos, la deuda externa y la disminución de las ahorra. exportaciones norteamericanas cuya industria ha perdi-

Ocupando la fachada principal del edificio con

do inventiva, calidad y competitividad en el mundo.

amplios ventanales algunos estudios-galería de apa-

Sobrellevando estos pensamientos calle

riencia modesta gozaban de muy buena ilumi-

abajo encontré las primeras galerías de

nación gracias a su privilegiada orientación

arte y más de un edificio repleto con estu-

hacia el Norte. ¿O era el Noroeste? En la

dios de artistas. En particular me llamó

esquina de la cuadra, sobre la acera, una

la atención una construcción de pocos

muchacha visiblemente identificada como

pisos al cruce con la Avenida Utah que

voluntaria del Festival me informó con la

denotaba haber sido concebido para servir

misma cortesía de una azafata de hace treinta

como depósito, un invento más de la eco-

años que en la parte de atrás había muchísi-

nomía del despilfarro. El exterior de

mos otros estudios que no podía dejar

esos edificios es muy parecido

de visitar.

Urban Figure. 1990

23


El arte en la periferia Al dar la vuelta y entrar por la espalda del edificio me di cuenta

verdadera vocación para sobrellevar una situación de esa naturaleza.

Es irónico que la sociedad no sienta vergüenza por apropiarse de

que los depósitos estaban conver-

Todos sin excepción parecían

los incentivos que pueden hacerle la

tidos en estudios de artistas y eran

estar comprometidos cuando no

vida más amable a los artistas y los

por supuesto más obscuros y menos

enamorados incondicionalmente

destine a otras cosas que no mejo-

sofisticados que los ubicados sobre

de su obra y de su destino. Algu-

ran la vida de nadie. En el mejor

la fachada principal, como siem-

nos demostraban ser muy hábiles

de los casos, cualquier sobrado de

pre. Conversando con sus ocupan-

en cuestiones técnicas al punto de

la economía que reciben conlleva

tes corroboré que los “estudios” eran en realidad garajes, unidades individuales para guardar trastos y chécheres, desprovistos de baño o lavabos. El dueño concibió la brillante idea de convertirlos en lugar de trabajo para artistas dado que no era posible alquilarlos para el fin que originalmente se construyeron debido a la crisis económica. Un bloque comunal de servicios dispuesto en el interior del edificio satisfacía las necesidades fisiológicas de los ocupantes; la solución a otras más personales quedaba a la Cyclist No.8. 2003

imaginación y el estoicismo de cada uno de los usuarios, más o menos. Un buen número me confió que

llevarlo a uno a preguntarse por qué a cambio el compromiso de salvar

vivían de vender su obra. Algunos

no se dedicaban a producir cosas

lo que al resto de la gente le resulta

eran jubilados o tenían otros traba-

más interesantes. Sobre la puerta

imposible de salvar. Lo singular es

jos para poder complementar sus

de uno de los garajes había una

que frecuentemente lo logran. Es

entradas, solventar sus familias y

pancarta que indicaba la existencia

casi una fórmula y se ha aplicado

comprar los materiales para respon-

de un «Artista en Residencia». La

muchas veces con éxito, por ejem-

derle al oficio, aunque casi todos

dama en cuestión venía desde el

plo en Nueva York con SoHo y

eran desconocidos por fuera de sus

Estado de Indiana.

NoHo, en Brooklyn con DUMBO, en Miami Beach con Lincoln Road,

círculos sociales. Se necesita tener 24


Félix Ángel y en Old Town, Alexandria, Virginia, con el Torpedo

Para mi sorpresa, el Director resultó ser un viejo co-

Factory. Hoy día ningún artista modesto podría com-

nocido desde mis días en la Comisión de Artes y Huma-

prar un lugar para trabajar en esos barrios. Sin em-

nidades del Distrito de Columbia. Mi mundo, al menos

bargo, son los artistas quienes activaron y crearon las

ese que tiene algo de familiar pareció alinearse con la

circunstancias favorables para su recuperación urbana.

realidad que el día anterior consideraba tan distante. En

Y si ello es así en el Primer Mundo, qué podremos

el Gateway Arts Center fue donde me detuve por más

esperar del Tercero?

tiempo antes de proseguir avenida abajo para llegar al

Contagiado por la energía positiva que emanaba

corazón del barrio Mount Rainier donde las actividades

de los artistas continué mi recorrido hasta llegar a un

lúdicas y culinarias del Festival se desarrollaban a todo

oasis: El Gateway Arts Center.* Modesto en su diseño pero muy funcional, el Centro ha producido un impacto significativo en el entorno social y la comunidad a su alrededor. El ambiente se parecía al del Museo Pedro Nel Gómez, en Medellín. Participando animadamente en una actividad colectiva dentro de un espacio múltiple se hallaban los seniors con quienes había viajado inicialmente en el bus hasta el taller de vidrio. Después de todo no habían desaparecido junto con el bus, secuestrados por fuerzas extra-terrestres como era mi temor. Entendí porqué no bajaron conmigo en la primera parada. Uno de los salones del Centro albergaba una selec-

Urban Figure. 1990

ción muy bella de “quilts” realizados por artistas afroamericanos (grupo étnico muy numeroso en el Condado de Prince George). El espacio principal dedicado

vapor con una intensidad indiscutiblemente popular.

a muestras temporales estaba tomado por un artista

Con el cuerpo extenuado más no así el alma terminé de

chino-americano cuya obra no me satisfizo del todo

realizar las rondas pendientes antes de abordar el bus

aunque la presentación estaba cerca de ser profesional

que me llevaría a la estación más cercana al Metro para

en cualquier lado. Ubicada ostensiblemente frente a la

regresar a Washington. Mi corazón latía trastornado

calle, una selección estupenda de objetos en vidrio, ce-

por la experiencia del día pero me sentía excitado y de

rámica y tela para la venta atestiguaba la variedad del

buen humor. Había trasegado por kilómetros de tierras

talento que existía en el vecindario.

desconocidas reviviendo temores de la niñez y recuer-

*Tres meses después de mi visita fuí invitado a exponer en el Gateway Arts Center. 25


El arte en la periferia dos de juventud, doblegando escollos de muchas clases; tras el tren se desplazaba a toda velocidad reapareció intercambiado experiencias con personas que proba-

en la lejanía la ciudad que tanto he aprendido a querer,

blemente no volvería a ver en mi vida; y observado el

dibujándose a contraluz contra el agonizante resplan-

trabajo de artistas que estaban convencidos que lo eran,

dor del crepúsculo. Sentí un ligero estremecimiento de

y como tales estaban dispuestos a llegar hasta lo último

alegría. Así es como recuerdo a Washington cuando me

afanados por sus convicciones en medio de una gran

encuentro lejos de ella. Así la recordaré siempre, con

incomodidad a sabiendas que de otra forma continuar

los ojos cerrados.

viviendo no tendría sentido. La flor malva a la que Sartre comparó la tarde se

El arte y la vida se encuentran ligados en la base de la existencia pero la sociedad ha logrado que en el

descompuso en el horizonte. Desde el desayuno no

diario vivir resulten incompatibles para la mayoría. La

había comido ni bebido nada en todo el día. Gruesos

línea del menor esfuerzo es mucho más cómoda. La

nubarrones se acumulaban en la distancia traídos por el

comunidad artística no está exenta de culpa. Es más

viento del Norte. El sol continuaba su descenso y ello

fácil navegar al ritmo del capricho de los administra-

significaba que con toda seguridad tendría que encon-

dores culturales sin ningún otro interés que el propio;

trar un lugar para cenar antes del retorno a casa. Mien-

estar en desacuerdo es remar contra la corriente. Es Reclined Figure. 2001

26


Félix Ángel más beneficioso lucrarse de actividades sin otro obje-

Sobre este tema y con la osadía de cometer una impru-

tivo que justificar la politiquería, el gasto municipal, la

dencia, de estar vivo Fernando González probablemen-

ineficiencia institucional, y de paso volverse cómplice

te exclamaría: “!Dios, si existes, líbranos de toda esta

del robo o la malversación de dineros públicos. Da más porquería!” y mi tío Félix Antonio Ángel Vallejo moprestigio colaborar para poder ver el nombre en letras

vería la cabeza en señal de aprobación, sin modular.

de molde en una lista que no estar en ella. Hay menos

Ser artista implica lidiar con cuestiones de talento y

desgaste cuando –sobre todo en las pequeñas capita-

éxito, pero sobre todo, con la condición de ser. Algu-

les-- se apoyan eventos con pretensiones internacio-

nos privilegiados con lo primero deben cargar con la

nales, y se celebra la presencia de artistas “invitados”

cruz de no ser favorecidos con lo segundo. Solo unos

cuyo trabajo estará siempre fuera de contexto para que

cuantos logran ambas cosas y la mayoría ninguna. Pero

equívocamente le “enseñen a los locales qué es ese

igual, todos somos artistas, esa es la paradoja. Cual-

asunto del arte”, porque finalmente a nadie le importa.

quiera que sea la situación el artista no puede dejar de

Es políticamente correcto aplaudir al artista farsante,

trabajar y la sociedad tiene la obligación de permitírse-

culebrero y oportunista, argumentando que todo ello

lo. Si Jurgen Habermas está en lo correcto, la moderni-

hace parte del “desarrollo económico” “la reivindica-

dad es un proyecto incompleto, y para el artista el arte

ción social”, la convivencia, la inclusión, y el cuarto de

lo será siempre, al menos en el presente.

hora que le dan a la ciudad en los informes anuales de

Es obvio que la sociedad ha logrado deteriorar cada

corporaciones privadas o entidades gubernamentales.

vez más su comportamiento para desembarazarse de

Es incorrecto cuestionar.

las responsabilidades a que le obliga consumar la uto-

Para el artista el arte es un asunto de vida o muerte.

pía de un futuro mejor. Los artistas estamos fregados.

El creador está sujeto a muchas clases de muerte mien-

Jamás podremos dejar de ser lo que somos, así nos

tras que el resto de la gente solo a una. La mayoría

toque trabajar en un garaje, grande o pequeño. Y hay

de la humanidad insiste en darle importancia a cosas

muchos que lo hacemos todos los días, cada minuto,

superficiales porque el hombre es por naturaleza me-

cada segundo de la vida, y donde menos esperamos o

diocre y no le importa servir de leña para mantener en-

creemos que merecemos: en la cuadra de una ciudad

cendido el fuego de la demagogia que distribuye el pan

cualquiera, alejada años-luz de las nimiedades que de-

y hace funcionar el circo en países como Colombia.

finen la rutina de la colectividad.

27


Reinaldo Spitaletta

Escritor y periodista colombiano, vive y trabaja en Medellín. Nacido en Bello, Antioquia, ha publicado más de una docena de libros de ficción y periodismo, entre los que están las novelas El último puerto de la tía Verania y El sol negro de papá; la colección de cuentos El último día de Gardel y otras muertes, los relatos Estas treinta y tres cosas, y Oficios y Oficiantes. Es docente-investigador de la Universidad Pontificia Bolivariana, Presidente del Centro de Historia de Bello y columnista del diario El Espectador.

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MedellĂ­n:

balas y alguna flor

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Medellín: balas y alguna flor

ocasiones, el de Medellín, que tiene a los esnobistas más pintiparados, como de los que habló Carrasquilla, Medellín tiene historia (y cara) de muchacha bonita, como lo señaló un cronista de hace tiempos. Y, aun

y a ejecutivos de medio pelo que se creen la reencarnación de Ford y Taylor, juntos y revueltos.

ahora, con todos sus laberintos de miedos, la ciudad,

Medellín, la de los barriecitos altos en los que cada

tal vez pensada en los últimos años para turistas, man-

noche las balas zumban, está azotada por la violencia.

tiene ese rostro de chica en flor. No hay duda: tiene

Son, de nuevo, numerosos los diagnósticos. Que se

una infraestructura moderna y agraciada, aunque en

trata de una consolidación del paramilitarismo en la

los barrios pobres ésta sea muy distinta, sin rebuscadas

ciudad, con sus viejas y nuevas bandas, con sus dis-

estéticas ni arribismos.

putas territoriales y sus aires de criminalidad. Que hay

Medellín, sí, la misma pionera de la industria tex-

una lucha entre las fracciones de aquello que se quedó

til en Colombia, la del “loco” modelo empresarial, la

en el imaginario colectivo como las “convivir”, posee-

de los obreros (hoy en desuso) y Los Panidas, la que

doras de millonarias rentas por el cobro de “servicios

en otro tiempo no “pegaba el ojo” en el turbulento e

de seguridad”. Que se trata de las bandas de narcotra-

histórico sector de Guayaquil, la de la aquella villa

ficantes, que hoy no exhiben sus esclavas y cadenas

con “gente necia, local y chata y roma” que cantó De

doradas, pero sí sus pistolas.

Greiff, la de Carrasquilla y Mejía Vallejo, es hoy una

Otras voces cuentan que en Medellín, para efectos

urbe insegura, asediada por el hampa, convertida en

de control en las barriadas de los excluidos, se mantie-

“cueva de ladrones”, en la cual ni siquiera el profeta

ne el reino del miedo entre jóvenes y viejos para que

Gonzalo Arango podría hoy estar “a solas contigo”.

unos y otros no se levanten en desobediencia contra el

A veces piensa uno en Alfred Döblin y comienza a

Estado, para que sus palabras no adquieran el tono de

ver “tabernas, fruterías y verdulerías, restaurantes, em-

la rebeldía, para que sigan siendo una suerte de “reba-

presas de transporte, empresas de seguros…” y como

ño desconcertado”, que mejor se maten entre ellos. Eso

el escritor de Berlín Alexanderplatz uno también dice

dicen por ahí, en cafeterías y centros académicos.

que jamás un pueblo ha sido engañado de modo más vergonzoso y miserable, como ha sido, en múltiples

30


Reinaldo Espitaletta

Desde hace unos cuatro años la situación de inseguridad ha aumentado en la ciudad. Se sabe que entre En cuanto a aquellas organizaciones criminales que

2004 y 2007, se redujeron los homicidios, debido al

cobran “seguridad”, es decir, vacunas y extorsiones a

poder hegemónico que tuvo en Medellín alias Don

los comerciantes, incluidos los de las pequeñas ciga-

Berna, según lo reportaron en su momento organiza-

rrerías y dulces al menudeo, sus recaudos son multimi-

ciones de investigación social. Hoy, según parece, las

llonarios. Casinos, flotas de buses, almacenes, bares,

estructuras criminales en Medellín “gozan de cabal

todos tienen que pagar la “cuota”. Los que se resisten

salud”.

al cobro, son víctimas de asaltos y otros modos de

A veces uno, en medio del desasosiego, vuelve a

presión. Ya empezaron a asesinar conductores de buses

Baudelaire, y comienza a ver que lo feo es hermoso y

que se opusieron al chantaje.

que hasta el horror se torna encantamiento. Se sienta

Cómo será la situación, que de las “vacunas” no se

uno en alguna plaza y el olor a orines lo despacha a

libran ni los llamados “escaperos” (ladrones de mer-

otra, en la que encontrará mujeres turbias y decrépitas,

cancías en supermercados y otros almacenes), que de-

o alguna otra “a quien el esposo abrumó de dolores, y

ben pagar entre cincuenta y cien mil pesos con el fin de otra más por su hijo lacerada”. Que en los pliegues de que los “dejen trabajar”. Otro diagnóstico da a conocer

esta ciudad vieja y joven hay historias secretas y otras

que las mafias del narcotráfico dominan la ciudad y

que lastiman al caminante.

son las encargadas de la movilización de armamento

Medellín sigue teniendo cara de muchacha bonita.

y la conformación de pandillas. Los tiroteos ahora no

Sin embargo, la ciudad de Fernando Botero y Pedro

son con “changones” ni revólveres hechizos. Hoy se

Nel Gómez, de los extinguidos cafetines de tango, la

utiliza armamento sofisticado. ¿De dónde procede todo

ciudad incendiada de Fernando Vallejo, la de algún

esto? ¿Desde cuándo se consolidaron el narcotráfico, el

fagotista en el tejado, y la de los teatreros persistentes,

paramilitarismo y otras pestes en amplios sectores de

vive hoy en la zozobra y los desamparos. Pero ya lo

Medellín?

dijo el poeta de Alejandría: donde uno vaya la ciudad

En Medellín, ciudad color naranja y con violinistas

lo perseguirá, a veces en forma de bala, a veces a modo

en los barrios, ha aumentado el desplazamiento forzado de perfume de mujer. intraurbano y en muchos sitios se mantienen los toques de queda y el régimen del terror impuesto por las bandas armadas. Ahora los pistoleros llegan a los lugares de congregación social y disparan sobre la gente, o contra algún cantante de hip-hop.

31


Saúl Álvarez lara Escritor, editor, pintor, ilustrador, di- Ha publicado dos libros de cuentos señador colombiano, vive y trabaja más: El teatro leve en 2002, relatos en Medellín. Con su primer libro de a partir de ilustraciones de Humcuentos Recuentos, recibió el pre- berto Pérez, en coedición entre el mio del Concurso de la Cámara de periódico “Vivir en El Poblado” de Comercio de Medellín, 2001.

Medellín y la Editorial Universidad de Antioquia; y El sótano del cielo, publicado por la Editorial de la Universidad Eafit en 2003. La Universidad Pontificia Bolivariana publicó la novela La silla del otro en 2005 y en el mismo año recibió la beca de la III Convocatoria de Proyectos Culturales de la Alcaldía de Medellín para terminar la novela ¡Otra vez!, publicada por la Editorial Hombre Nuevo de Medellín en 2007.

Mannen-ken Pis (variaciones). 1980 32


Bruselas en

cinco tiempos Y una noche


Bruselas en cinco tiempos y una noche 1. El regreso Sucedió la noche del regreso a Bruselas, veintidós años, ocho meses, dos días, diez horas y quince minutos después de haberla dejado en avión y cargado de equipaje, para no volver. Regresé, con mi mujer, en tren vía Aix la Chapelle, Aachen en alemán, y Bruselas-Midi. Hora y media en tren de alta velocidad una noche oscura. Por la ventanilla del vagón de primera clase veo desfilar, con trazos brillantes, granjas iluminadas, alumbrado público en rutas secundarias, estaciones de tren regional desiertas por la hora y el frío. Mientras hacía el quite con una sonrisa a una afir-

después de años de ausencia, fue detenido en la calle

mación sobre la dificultad para concentrarse en los

por un desconocido que dijo llevar una semana buscán-

vagones de tren del pasajero frente a mí, él intentaba

dolo para recordarle una cita.

trabajar en su portátil, recordé dos historias. Al volver a

Fue entonces cuando mi vecino murmuró con los

casa después de cierto tiempo un viajero encontró todo

ojos fijos en su portátil: «…es un círculo vicioso…».

igual, pero no fue reconocido por nadie, ni siquiera por

Quizá lo dijo al aire, quizá era un tic o un descubri-

su familia. El tiempo parecía atascado entre las cosas

miento, no lo dijo para entablar conversación. ¿Un

y su recuerdo desvanecido hasta el olvido. La segun-

círculo vicioso? pregunté, pero él, inmerso en su com-

da relata la confusión de otro viajero que a su regreso,

putadora, no me escuchó. El círculo quedó, a pesar de mi vecino, en el ambiente. Mentalmente dibujé uno perfecto, luminoso y visible en la noche de invierno que pasaba veloz frente a la ventanilla, un círculo donde partir y regresar eran el punto donde se unen los extremos. Así era el regreso. El punto de inicio está en la partida, el punto final en el regreso y al unirse no queda rastro. 2. Magritte Recordé el vecino del tren y el círculo mientras caminaba con mi mujer por la Chaussée de Charleroi, rumbo a la Toison d’Or a unas seis o siete calles del hotel donde bajamos. Una distancia respetable si se tiene en cuenta la hora, un poco más de las nueve de la 34


noche, y el tiempo frío acompañado de la lluvia fina y sin apariencia pero bien presente del invierno. Era una distancia respetable pero insistí, mi mujer estuvo de acuerdo. Cualquiera pensaría que es una hora en la

ventana o la calle. Lo curioso era que los hombres en

que nadie sale a pie y menos con ese tiempo, sin em-

las mesas iban vestidos de negro, camisa con cuello de

bargo cruzamos varias personas, una de ellas con abri-

pajarito, abrigo también negro y sombrero melón. Era

go negro y sombrero melón, como el que usó Magritte

una reunión donde los invitados coincidieron en ser

en buena parte de sus fotografías y pinturas. El hombre

Magritte. Recordé, entonces, aquel cuadro, “El mes de

nos alcanzó, pidió disculpas por importunar nuestro ca- la vendimia” donde cientos de Magrittes miran al intemino, nos adelantó una veintena de metros, se aproxi-

rior de una casa por la ventana abierta, sólo que ahora

mó a una ventana, apoyó la mano en visera contra el

éramos nosotros, mi mujer y yo, quienes estábamos en

vidrio para mirar al interior, hizo un gesto como si al

el lugar de los Magrittes, del otro lado de la ventana.

fin encontrara alivio a alguna incertidumbre, nos miró con cara de quien se quita un peso de encima y a toda

3. «Les cités obscures»

prisa desapareció por una puerta.

La noche era fría, tal vez no demasiado para los

Cuando llegamos a la altura de la ventana, no pude

bruxelenses acostumbrados a la lluvia pertinaz. Para

contener la curiosidad de mirar hacia el interior, lo que

nosotros era fría, muy fría. Después de dejar atrás la

vi fue un salón iluminado con paredes altas de color

celebración de Magritte, bajamos sin contratiempos por

rojizo, un espejo que subía desde el parador de la chi-

la Chausée de Charleroi hasta la Avenue Louise, gira-

menea, prendida, hasta los adornos del techo, devolvió

mos a la derecha y bordeamos la Toisón d‘Or hasta la

mi imagen al otro lado de la ventana a pesar de la dis-

Porte de Namur, dos calles más arriba. Buscábamos un

tancia. Era un restaurante. Las mesas estaban ocupadas

café, «Le Trappiste», un bistrot donde años antes, ha-

por clientes que conversaban sin preocuparse por la

bíamos estado juntos y por separado. Nada había cam35


Bruselas en cinco tiempos y una noche pareja, que no vi en mi primer recorrido por el reflejo, apareció en una mesa al otro lado del salón en el momento en que ordenábamos a Gastón, el mesero según su escarapela, la segunda cerveza. Hubieran pasado desapercibidos si el hombre al hacer su pedido no hace un ademán en dirección nuestra y ordena lo mismo. Mi primer impulso fue creer que alucinaba por el mero hecho de estar de vuelta y no lo mencioné a mi mujer pero en ningún momento dejé de observar por el espejo la pareja a mis espaldas. Me encontré con la posibilidad de estar frente a una reverberación de mi imaginación, su actitud y es posible también que su estancia en «Le Trappiste» dependiera punto por punto de lo que mi mujer y yo hiciéramos. Llegué a verlos como una representación de nosotros mismos. Cuando llamamos a Gastón para pedirle algún tentempié y él sugirió, porque iba muy bien con la «Duvel», un platillo de Gouda joven, alcancé a ver la misma situación en la mesa al biado, las tres filas de apartados con sillas pegadas por

otro lado de la sala. ¿Era una coincidencia, como hay

los espaldares, al centro; y al muro, las de los costados,

tantas que no tenemos en cuenta y sólo reciben el va-

seguían en su lugar. Los meseros, uno por fila, vestían

lor de lo banal? No lo sé. Cuando pedí la cuenta con la

el uniforme de siempre: pantalón, chaleco y corba-

esperanza de que no se percataran. Ellos también llama-

tín, negros; camisa y delantal con caída hasta el piso

ron al mesero. Ya en la calle, la lluvia había cesado pero

anudado en dos vueltas a la cintura, blancos. El lugar

el frío era más intenso, los busqué a través del ventanal

era el mismo. Alguien conocido debe andar por aquí,

a la salida, ya no estaban en su mesa y lo único que

pensé mientras buscaba con insistencia en las caras de

vi fue nuestro reflejo, o el de ellos, en los espejos del

los clientes concentrados en sus platos, en conversar o

salón pero no en la misma Bruselas, quizá en la otra, en

en beber cerveza, el conocido de antes. El silencio que

la Bruselas paralela e idéntica de «Les cités obscures»

me rodeó, tal vez para facilitar la búsqueda se rompió

de Peeters y Schuiten. En la Bruselas a la que se entra,

cuando uno de los meseros preguntó: ¿Table pour com- dicen ellos, por una puerta disimulada tras una columbien? Los muros de los costados y el fondo, detrás del

na del hall del Palacio de Justicia. Quien la encuentre abierta y pase del otro lado hallará la ciudad paralela,

mostrador, estaban cubiertos de espejos que multipli-

idéntica en todo, incluso en el discurrir del tiempo, a la

caban el salón y sus ocupantes hasta el infinito, una

Bruselas donde parece que nos encontramos. 36


Saúl Álvarez Lara 4. La Place Flagey «Chez León», la fritería de siempre en una esquina

preguntar, supusiera sin suponer, con la certidumbre de que él concretaría sus dudas. Cuando la respuesta

de la Place Flagey, parecía también a ritmo de tiempo

definitiva sobre el devenir del aguafiestas o del otro, el

detenido. Los cucuruchos de papas fritas y mayonesa,

que regresó, debía llegar, León anunció el pedido de la

tomate, pickels, curry, mostaza, americana, etcétera,

pareja joven.

al gusto del cliente; las frikandelles, hamburguesas,

Quedé sumido en la conversación de la pareja que

chuzos y toda la parafernalia de comida rápida belga

partió y no noté, tampoco escuché, que otras personas

estaba allí, invariable. La fila de clientes en turno era

hacían la fila detrás. Con el anunció de nuestro pedido

la evidencia, no había cambiado en años. Una pareja

la acción fue la misma, casi calcada: recibimos, pre-

joven delante de nosotros me distrajo, fue imposible

guntamos el valor, pagamos, León nos devolvió algu-

sustraerme a su conversación, el vicio de escuchar

nas monedas y partimos. En el momento de alejarnos,

en lugares públicos lo que otros hablan me estimula,

el instante tomó forma de advertencia, y me obligó

como si con esas palabras recibiera en versión co-

a mirar hacia quienes esperaban detrás de nosotros.

rregida y aumentada lo que sucede alrededor. Habría

Entonces vi el hombre y la mujer del «Le Trappiste».

una fiesta, fue lo primero que se desprendió de la

Tomé a mi mujer por el brazo y la llevé, con suavidad

conversación, sin embargo debí corregir porque una

para que ni ella ni los otros lo notaran, en la misma

respuesta de la joven me aclaró que la fiesta ya había

dirección de la pareja joven que había partido.

tenido lugar y había sido un fracaso por culpa de otra persona, que ambos conocían, él mejor que ella. Luego vinieron frases entrecortadas porque León el dueño de la fritería adelantó, hasta llegar a nosotros, los pedidos. Tomó nota del nuestro y regresó al interior del remolque cocina. Perdí el hilo de la conversación y ya no fue posible asegurar que la persona de quien hablaban era la misma de la fiesta. Se trataba de alguien que a su regreso desconoció todo, no se adaptó a nada, cero familia, cero amigos, cero casa y partió de nuevo. Desapareció, dijo ella, nadie lo volvió a ver, debe estar por aquí cerca rondando, murmuró. Más que una conversación donde se intercambian ideas o conclusiones, parecía como si ella preguntara sin


Bruselas en cinco tiempos y una noche ¿La primera o la última reacción?, quizá fue la últi-

convertido en restaurante, también estaba en su lugar.

ma, no recuerdo haber tenido otras antes, sin embargo

La insignia había desaparecido y en su reemplazo

seguir la ruta de los otros era lo natural, nuestro hotel

había un nombre de restaurante en letras blancas sobre

quedaba en esa dirección.

un color vino tinto, “À la bonne fourchette”. Nos cruzamos con personas apresuradas pero nin-

5. Cortázar Nuestro hotel no estaba lejos de la casa donde na-

guno, la pareja de “El Trappiste” o los jóvenes todavía hablando de su fiesta, hacía lo mismo en la Bruselas

ció Jules Florencio Cortázar en 1914. Julio Cortázar,

paralela, sólo nosotros buscábamos la casa donde

el escritor hijo de padres argentinos que, por razón de

nació Cortazar. Pasamos cuatro calles, en cada esqui-

la profesión de su padre, llegó al mundo en Bruselas,

na teníamos la seguridad de que sería en la siguiente,

igual hubiera podido llegar en Shangai o Camberra,

algún recuerdo nos lo hacía creer. La casa queda al

pero no, lo hizo en Ixelles, la misma comuna donde

lado derecho dije, mi mujer insistió que era al lado

bajamos nosotros.

izquierdo. Una pareja mayor que bajaba en dirección

La lluvia era más de lo que aparentaba, íbamos bien

opuesta nos miró sin saber qué responder cuando se

cubiertos pero el frío se colaba por las rendijas de la

lo preguntamos, lo mismo sucedió con una mujer que

ropa. Caminamos cuatro cuadras por la Chausseé de

intentaba, sin lograrlo, abrir una puerta. Una joven

Waterloo rumbo al bosque de La Cambre. El primer

que parecía en pose de inconsistencia y que a pesar de

punto de referencia era un café de esquina con la

la lluvia fina esperaba en una esquina el paso de algo

insignia “Jupiler” en su fachada. En el cruce encon-

o de alguien, quizá de un tren, cualquier cosa puede

traríamos una avenida de doble calzada, con árboles y

suceder en Bruselas, tampoco supo decirnos si estába-

sendero peatonal en el centro. La

mos cerca o lejos. Cuando vi-

avenida Louis Lepouttre estaba

mos una mujer, quizá una tía,

en su lugar. El café, remodelado y

paseando una mano, con forma de mano y actitud de mano, intuimos que estábamos cerca.

38


Saúl Álvarez Lara No sé que esperábamos encontrar, ¿una fiesta como

Fue de este lado del espejo donde encontré disi-

la de los Magrittes, con Cortázar multiplicado en los

mulado sobre una de las sillas de nuestra mesa un

salones de su casa y que él en persona nos invitara a

libro que reconocí de inmediato, era mío. Sin em-

entrar? Cuando llegamos frente al número 116, del

bargo yo no lo dejé allí, lo tenía en mi morral, es-

lado donde mi mujer aseguró que se encontraba la

taba seguro. Lo abrí y en la primera página en letra

casa, sólo había una fachada oscura y solitaria bajo

negra, pegada y menuda, como en el que llevaba

la lluvia fina. Una placa conmemoraba el nacimiento,

conmigo, estaba marcado: “A quien encuentre este

en ese lugar, el 26 de agosto de 1914, el mismo día

libro le pido que lo lea y después lo pase a otra per-

del primer bombardeo alemán sobre Bélgica, de Julio

sona. Si no puede o no encuentra a quién dejárselo,

Cortázar. Nos tomamos fotografías frente a la casa y el

abandónelo, yo lo hice, en una silla, en una mesa,

busto del escritor en el sendero central de la avenida,

en el metro, en un tranvía, en un parque, donde crea

un grupo que apareció de repente se ofreció para ha-

que puede continuar su camino. Alguien lo encon-

cerlo por nosotros.

trará y su circulo de viaje se ampliará sin remedio.

“Le Portrait” es un bistrot cerca de la casa de Cor-

En seguida mi nombre, un correo electrónico, la

tázar. Entramos para tomar una cerveza y celebrar el

fecha, 25 de noviembre de 2009, y un título, “El día

encuentro. Había sólo una mesa ocupada. Pedimos dos

que salimos en busca de la casa de Cortázar”. ¿Esto

cervezas. Las mesas estaban dispuestas alrededor del

sucedió?¿Está por suceder?¿En cuál Bruselas esta-

salón como si, además de bistrot, también fuera sala de mos, en la paralela?¿En la otra? Es posible. baile. Sobre tres de los muros del salón había retratos y

Miré alrededor, sólo había una mesa ocupada, tres

caricaturas de personajes, el cuarto muro era un espejo

personas hablaban sin notar nuestra presencia. Afue-

de lado a lado que reproducía como en la ciudad para-

ra caía una lluvia fina. En Bruselas todo es posible.

lela lo que sucedía en el salón.


Diego A ristizábal Múnera Nació en 1980 en Medellín, Antio- de la UPB publicó su primer libro de quia. Comunicador social y perio- cuentos: “Memorias de un hombre dista de la Universidad Pontificia solo”.Es columnista del periódico El Bolivariana (UPB). En el año 2006 Colombiano y profesor la Facultad ocupó el primer puesto en el con- de Comunicación Social y Periodiscurso literario “Con la Pelota en la mo de la Universidad Externado de Cabeza” realizado por la Alcaldía de Colombia. Actualmente adelanta esMedellín, con el cuento “Fue en los tudios de maestría en Estudios Litenoventa cuando nos ganó Cristina”. rarios en la Universidad Nacional de Con el título “Rabia”, obtuvo el ter- Colombia (Bogotá). cer puesto en el concurso “Un Cuento para tu Ciudad en Cien Palabras” otorgado por la empresa Metro de Medellín. El año pasado la editorial

40


U na historia increible Cuento

41


Una historia increible observando el papel y evocando el oráculo o las En verdad no lo podía creer. Había encontrado

ninfas de la casualidad, no, simplemente en la medi-

ese papelito muy cerca de la librería El Andariego,

da que me agacho pienso en cada una de esas cosas.

justo en el rincón de una acera que estaba marca-

Es algo más bien mecánico. Ese día hice lo mismo y

da con las letras amarillas: AME y una X, como si

nada se cruzó por mi cabeza hasta que desdoblé el

en poco tiempo esta seña indicara una reparación.

papel y lo que leí me dejó asombrado.

Faltó poco para no saber nunca lo que decía ese

Antes de continuar y de contarles en detalle lo

papelito y todo lo que vendría después porque la

que pasó después de leer aquel papelito rojo, me

hojita roja plegada dos veces estaba en el límite de

gustaría decir un par de cosas. Lo primero es que

una alcantarilla y con la más mínima fuerza del

este oficio casi de basurero me empezó a gustar

viento hubiera caído por siempre en el abismo hasta cuando una noche de tragos le escuché a un amideshacerse con el agua y la mugre. Por fortuna era go alemán, bastante mayor que yo, que cierto día, verano y una ausencia de vientos daba la impresión

cuando vivía en Bonn y después de salir del colegio,

de que la gente caminaba como en cámara lenta, ni

tomó el camino de siempre para llegar a casa. De

siquiera los trajes se movían, al contrarío, parecían

repente vio cómo el viento envolvía un montón de

aferrados a los cuerpos como si se hubieran derre-

papeles blancos y los regaba como semillas en una

tido en ellos. Lo cogí como a lo largo de muchos

considerable parte de la llanura. Mi amigo siguió

años he cogido papelitos sueltos en la calle buscando caminando hasta el remolino y cuando se vio ensiempre infidencias, números ocultos que me hagan vuelto en medio de papeles que se pegaban a su acertar en la lotería (que nunca juego pero siempre

cuerpo sintió curiosidad en saber qué podrían decir

guardo la esperanza de hacerlo algún día), recetas

esas hojas destrozadas que deambulaban por donde

que hayan sido aplicadas para enamorar, secretos

nunca en su vida había encontrado nada más que

de vidas que desconozco, poemas de suicidas, inven-

un pasto verde y una que otra mariposa perseguida

tarios, etc. Lo cogí porque me llamó la atención su

por un pájaro.

color rojo y porque estaba al frente de mi camino y

Tal vez no crean lo que les diré pero ¿saben lo

era imposible no verlo, un color como esos siempre

que mi amigo leyó al coger al azar uno de esos pa-

es imposible no verlo.

pelitos? Su nombre: Marco Berger, nada más. De

Como siempre lo he hecho me pregunté: “¿Qué

inmediato los amigos que escuchábamos la historia

será?”, que da pie para el extraño juego en el que

de Marco le dijimos que tal vez él estaba con alguna

nunca he acertado y que consiste simplemente en

fumarola en el cerebro o había sido víctima de una

deducir por la ubicación del papel, su color y su

ilusión óptica. Pero que va, de inmediato Marco

estado, qué puede decir, a quién habrá pertenecido

desmintió esa posibilidad con un simple:

y su importancia. Desde luego esto ocurre en milésimas de segundos, no crean que me quedo parado

- Estaba en el colegio, todavía no tenía mañas. Mi nombre estaba en ese papelito. 42


Diego Aristizábal Múnera Asombrados no tuvimos más remedio que creerle. nita esa palabreja que escondía muchas cosas, pero

- ¿Y qué decía en los demás papelitos Marco?, le preguntó uno de los amigos después de tomarse un

algo dentro de mí, que no sabría cómo explicarles,

trago de ron.

me decía que simplemente esa era la contraseña del correo de Julio Ramón Ribeyro y no más.

-No lo sé, no quise averiguarlo, me asusté tanto

No era casualidad que ese papelito estuviera a po-

que salí corriendo Todos soltaron la carcajada porque a pesar de

cos metros de la librería que el gran Ribeyro había

que en el supuesto momento Marco recién salía del

abierto en compañía de un pintor y un cantante ha-

colegio sin nada en la cabeza, en ese momento de

cía pocos meses en Medellín. No era casualidad por-

la noche, mientras contaba las cosas, sí tenía varios

que varias veces sentado en la tienda de la esquina,

tragos que podían estimular la muy creativa mente

después de comprar algunos libros en El Andariego

de mi querido amigo. Bueno sea lo que sea y a pesar y mientras me bebía despacio una cerveza, había visto pasar fumando al escritor muy cerca de la misde que todos se rieron no sé por qué extraña razón a mí me quedó sonando la idea de encontrar cosas

ma alcantarilla donde esa tarde había encontrado

al azar mientras caminaba desprevenido. Desde

el papelito rojo. No era casualidad que ese papelito

entonces comencé a recoger en la calle papelitos que tuviera esa información porque no era un secreto en el mundo de las letras que el maestro de los cuenencontraba y que podrían decirme cosas. tos colombianos estaba perdiendo la memoria. Lo

De mis hallazgos más significativos recuerdo uno que vi caer del bolsillo de un hombre que no se

había dicho en una entrevista que publicó Arcadia,

percató de su pérdida porque se subió a un bus. Yo

y que por eso debía anotar todo en papelitos rojos

me agaché y al abrirlo leí lo siguiente: “Llamar a

o en libretas de distintos colores según el quehacer.

Magdalena antes de que mi mujer se despierte” Era

Probablemente hacía pocas horas había pasado el

inútil la información pero eso decía. Otra vez en-

maestro por el camino de siempre y al sacar la caje-

contré unos números cruzados por unas líneas y un

tilla de cigarros no se dio cuenta de que había caído

sol, y así fui abriendo papelitos por la calle sin ma-

un papelito al suelo. Parado al lado de esa alcantarilla con el papel

yor interés, sólo por vicio, hasta que llegó el día que

en la mano tenía dos opciones: devolverme y en-

me motivó a contarles esta historia.

tregarle la información a Luis Fernando, el librero

Cuando abrí el papelito rojo decía lo siguiente: jribeyro@gmail.com y debajo la palabra: “Pa-

permanente que cantaba y leía en francés, italiano

limpsesto”. De inmediato supe que esa era la con-

y alemán y que siempre era amable con quienes

traseña del correo electrónico de uno de los escrito-

lo escuchaban más de la cuenta, como lo era yo, o

res que yo más admiraba. Podría ser también que la largarme de inmediato a casa y violar la corresponpalabra palimpsesto estuviera ahí porque así llama- dencia digital de quien yo admiraba profundamente por sus historias y de quien conocía poco de su vida

ría a un cuento o porque simplemente le parecía bo43


Una historia increible emocionante. Su escritura era clara pero incisipersonal porque siempre había querido mantenerla

va, daba ejemplos extraordinarios y graciosos que

hermética. Si optaba por la segunda debía mar-

hacían que uno se leyera esas dos páginas en una

charme al instante, antes de que Ribeyro llegara a

sentada. Luego me gustaron los cuentos que publicó

su casa en Prado, un barrio en inmediaciones del

en su libro “Sólo para fumadores” y después cuan-

centro, y al darse cuenta de la pérdida de su clave la do publicó su novela “La verdad de las cosas” con recuperara a través del correo electrónico y la cam-

la que recientemente había recibido un premio en

biaría por otra expresión literaria que sería imposi-

Europa. Alguna vez lo entrevisté para el diario en el

ble descubrir.

que trabajo y fue estupendo, me regaló uno de sus

Me sentí asustado y entusiasmado a la vez. En-

libros autografiados y al terminar la entrevista me

contrar lo que yo había encontrado me convertía en

dijo que cuando quisiera podía buscarlo en El An-

un delincuente si optaba por la segunda opción pero dariego porque le había hecho una entrevista intetambién me brindaba la posibilidad de esculcar la

ligente. El asunto es que él poco iba a El Andariego

correspondencia de quien admiraba profundamen-

porque se la pasaba en casa escribiendo y leyendo

te, conocer sus mayores secretos, las infidencias

y las veces que yo fui desde entonces nunca me lo

mejor guardadas y conocidas sólo por unos cuantos. encontré. Pero eso no importaba ahora porque ya ¿Acaso eso no era lo que hacían los investigadores

mismo podría generar ese encuentro, ya mismo po-

cuando los escritores se morían? ¿Después no ven-

dría marcharme a casa y enterarme de lo que uno

drían los libros con la correspondencia, las anota-

finalmente quiere saber de un escritor, entender qué

ciones de viaje, la transcripción de las libretas? De

le preocupa, con quién se escribe, a qué le teme, qué

alguna forma lo que yo haría, en caso de revisar el

cosas oculta, qué piensa, qué lee, qué espera, qué

correo de Ribeyro, era conocer un poco antes que

escribe... Ya mismo podría sentarme en mi compu-

todos sus admiradores lo que, desde luego, se publi-

tador y revisar la correspondencia de Julio Ramón

caría. Viéndolo así no cometía ningún delito, lo que

Ribeyro. Miré el papelito rojo y sentí emoción en el estó-

haría simplemente sería adelantarme a los hechos manteniéndolos en secreto; es decir, no podría utili-

mago. Al fondo vi la librería como un lugar desier-

zar esa información para nada. ¿Por qué me atraía

to, perdido en las sombras de la tarde. Me sentí solo

tanto eso prohibido?

y desde ahí justifiqué mi interrupción en la intimi-

Mi admiración por Ribeiro despertó cuando leí

dad de aquel hombre que desde ese día conocería a

sus columnas en El Colombiano hacía un poco más

fondo. Guardé en el bolsillo de mi camisa el papelito

de seis años. Allí escribía críticas literarias y a cuen-

y huí como si fuera perseguido por los misterios.

ta gotas dejaba ver algunos rasgos de lo que podría

A la media hora me encontré sentado al frente de

ser su vida privada, siempre discreta, limitada pero

mi computador con una cerveza en la mano y con el papelito rojo a un lado. Sabía que hacía mal al 44


Diego Aristizábal Múnera hacer lo que haría pero no me importó, igual nadie se enteraría y más tonto sería si dejaba pasar

da la impresión de que yo podría ser más explícito y

esa oportunidad que nunca en la vida volvería a

duro que tú pero apenas me siento a hacerlo las ideas

encontrar. Me justifiqué, como si todavía no me

se me resbalan, se resguardan en otro cerebro. Por

mostrara muy convencido de lo que haría, en mis

eso te pido el favor a ti, mi hombre crítico de siem-

pobres hallazgos desde que había iniciado esta tarea pre, sé que lo haces bien, pero hazme caso en esto de recoger papelitos en la calle donde casi siempre

que te digo. Estoy seguro de que es lo que los lectores

encontraba inmundicias, frases inconexas llenas de

quieren. Espero que podamos hacerlo en la próxima

errores de ortografía, sumas básicas, manchones

columna donde hablaremos sobre el nuevo libro que

de tinta. Ni siquiera mi nombre había aparecido

presentó Daniel Mendoza que desde ya te digo es una

escrito de casualidad en un asunto que me resulta-

mierda.

ra tenebroso. Tal vez por eso este papelito llegaba

Abrazos,

en este momento como una recompensa, como una

JRR

deuda pagada.

¿Pueden imaginarse entonces cómo me puse yo

Digité el correo y en el lugar donde me pidió la

apenas leí este disparate? Jamás hubiera creído en

cuenta escribí “palimpsesto”, de inmediato una

esa información así la estuviera leyendo con mis

bandeja de entrada con 756 mensajes, que no era

propios ojos de no haber sido porque correos simi-

la mía, se abrió. Cerca de seis mensajes estaban por

lares dirigidos a la misma “F” había cada semana.

leer, entre ellos, uno de la revista Semana escrito

No podía creer que las columnas del maestro Julio

directamente por Alejandro Cano, el director de

Ramón no fueran escritas por él. Me consolé un

la revista y unos más de El País pero no me detuve

poco pensando que tampoco los presidentes escri-

mucho en ellos porque debía ser cuidadoso de no

ben sus discursos aunque fue un despropósito la

abrirlos porque eso sí hubiera podido generar algu-

comparación.

na sospecha.

La mayoría de secretos que descubrí lo hice le-

Cuando me di cuenta de que ya estaba dentro de

yendo los elementos enviados, al fin y al cabo, era lo

la vida privada de Julio Ramón Ribeyro sentí un

que Ribeyro pensaba y escribía. Y fue en estos co-

poco de culpa, me sentí mal por lo que hacía aun-

rreos donde también me di cuenta de que sus cuen-

que apenas empecé a leer los correos enviados me

tos tampoco eran de él. Los cuentos de Julio Ramón

di cuenta de cosas aterradoras. Como es posible

Ribeyro eran de un tal: Méndez, el único apellido

que no me crean si se los digo publicaré uno de esos

escrito completo porque casi todos los demás es-

correos para que se hagan una idea.

taban dirigidos a iniciales: F, W, J, MM, LL, DR,

Querido F:

etc. Leí cómo Julio Ramón le daba instrucciones de

Me gustaría que en la próxima columna fueras

ideas vagas a Méndez y él a los pocos días le man-

más enfático en las ideas que te propongo, a veces me 45


Una historia increible Me paré, di una vuelta por el apartamento y desdaba propuestas que medianamente eran devueltas

tapé otra cerveza que me acabé en tres sorbos que

por Ribeyro con un par de anotaciones. Mejor di-

me dejaron como consecuencia un hipo que me es-

cho, lo que los lectores de Ribeyro habíamos leído

trujaba el pecho hasta dolerme. Antes de sentarme

de él no le pertenecía. Ribeyro era un incapaz, un

de nuevo, fui por una más y la puse al lado del mou-

suplantador de talentos que yo no entendía cómo

se mientras seguí leyendo y leyendo hasta quedar-

habían soportado la fama de él sin recibir ningún

me atónito. Resulta que no sólo sus columnas y sus

mérito.

cuentos eran escritos por otras personas sino tam-

Fue entonces cuando me pregunté cómo había

bién sus novelas, nada más aterrador. Tenía pruebas

hecho este hombre para mantener tal falacia y por

de “Uvitas en la luna” y de “Langosta”. Las cartas

qué había decidido hacerlo. Me vi tentado a escri-

tenían, a diferencia de otras, simples comentarios

birle un correo electrónico diciéndole que yo sabía

donde primero aceptaba las ideas y luego, meses

todas sus mentiras, que tenía la forma de compro-

después, hacía correcciones que adjuntaba en viñe-

barlo, que era injusta la forma tan vil como había

tas de colores. Lo que significaba que las novelas no

engañado a todos los lectores que creímos en sus

las pensaba Julio Ramón sino que eran propuestas

obras y nos sentimos conmovidos con un cuento tan

de varios novelistas de verdad. No sabía qué pensar,

bello como “La nostalgia del laurel”, donde metafó-

estaba decepcionado. El hipo desapareció. El escri-

ricamente hablaba de la guerra y de un amor per-

tor que había seguido por años con entusiasmo, que

dido después de que llegaron las cartas de los niños.

había escuchado en conferencias, que había firmado

Los lectores de Ribeyro nunca olvidaríamos ese

para mí uno de sus libros, el mejor de todos: “Uvi-

episodio, una amiga incluso lloró todas las noches

tas en la luna”, y que me había hecho incluso pensar

durante una semana recordando las descripciones

que algún día quería ser como él, era un farsante.

y después se volvió voluntaria en una clínica de la

Me pregunté cómo un hombre habría optado por

ciudad.

semejante carrera literaria, cuál habría sido su inte-

Sin pensarlo más veces deseché la idea de escri-

rés de volverse escritor por intermediación de otros,

birle un correo, primero, porque yo no era nadie

cómo era posible que hubiera hecho de la literatura

para hacerle ese tipo de reclamos a un hombre

un negocio. Era increíble, todo esto era impensable.

como él; segundo, así me doliera, Julio Ramón no

Un escritor, siempre lo creí así, escribe porque nece-

estaba cometiendo ningún tipo de delito porque los

sita reflexionar sobre la vida y no puede hacer otra

suplantados eran conscientes de lo que pasaba; ter-

cosa distinta que atarse al cuello las palabras que

cero, el que cometía un delito en ese instante era yo

poco a poco deja con dolor en el papel y lucha hasta

al violar la correspondencia privada de alguien.

dejar al menos una frase bien escrita, una cadencia en el alma, un dolor que se libera en el cuerpo. Pero en este caso, evidentemente, no era así, en Ribeyro 46


Diego Aristizábal Múnera había otra intención que no lograba entender. No había sido capaz de luchar contra esa negación,

nos absurdamente otro chance, me paré y prendí

no quiso darle el tiempo al tiempo, no se atrevió a

las luces del cuarto para darle un último vistazo al

escribir ni siquiera algo realmente malo. Ribeyro

correo de Julio Ramón Ribeyro. Esperé que cargara

era un cobarde que se había rendido y en vez de

el computador y mientras tanto me preparé un café.

dedicarse a otra cosa se había vuelto un contratista

Sentado frente al computador, con la página de

literario. ¡Qué vergüenza!

Gmail abierta, digité de nuevo jribeyro@gmail.

Lo mejor hubiera sido no encontrarme nunca ese

com y “Palimpsesto”. El sistema me dijo que había

papelito rojo y haber seguido creyendo inocente-

algún error, que digitara de nuevo la clave. Esta vez

mente en un escritor. No hay nada peor que cuando

lo hice con parsimonia, deletreando con cuidado

un hombre deja de creer en otro hombre. No quise

cada una de las letras. Otra vez apareció el mismo

seguir mirando los demás correos porque en rea-

mensaje: “La información de nombre de usuario

lidad no había nada peor que encontrar, para mí

o de contraseña introducida no es correcta”. Me

todo estaba terminado, el dolor había sido suficien-

paré del computador y con un fósforo de madera

te. “Apuré la cerveza de un sorbo”, como cantaba

prendí una de las puntas del papelito rojo. Cuando

Sabina al fondo y fui por otra y otra hasta comple-

estuvo a punto de que ardieran mis dedos arrojé

tar un montón de nubes blancas en mi mente que

el papel por la ventana y vi como se fue apagando

me hicieron quedar dormido.

el fuego sobre la mancha negra. Contemplé la ciu-

Cuando desperté a eso de las 4 a.m. asustado

dad dormida desde mi nostalgia y supe que tenía

porque no fui consciente de que me había dormi-

un secreto. Como si fuera una relación eterna que

do, me percaté de que la batería de mi computador

apenas enfrentaba un primer disgusto, cogí el libro

portátil se había agotado. Prendí la lamparita de

que hacía unos años me había autografiado el gran

noche y en la búsqueda del cable del computador

Julio Ramón y a pesar de que le hice un reproche

me topé con el libro autografiado de Julio Ramón,

mentalmente, de que no dudé en desahogarme con

con un artículo de una revista que había cortado

palabras y acciones fuertes que terminaran en el

y con el borrador de una carta donde elogiaba sus

abismo, decidí mandar todo lo leído de casualidad

frases cortas, sus historias tan originales pero sobre

al carajo y me quedé con las historias eternas que

todo su forma tan consecuente como se comporta-

él, bueno, que muchos otros, habían escrito para

ba siempre. La rompí como se rompen las cartas

todos. Prometí, además, dejar ese oficio de curioso

cuando se acaba el amor y los pedazos diminutos de

reciclador y desde entonces tampoco he vuelto a

esa hoja de cuaderno, los eché en una de las botellas

pasar por El Andariego.

vacías. Y aunque sentí esa agonía que da el abrir los ojos cuando no se sabe si lo vivido fue cierto o no y por eso casi siempre se vuelven a cerrar para dar47


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Cuatro escritores, un ilustrador, cinco libros. Darío Ruiz Gómez, Memo Ánjel, Humberto Pérez, ilustrador, Reinaldo Spitaletta, Saúl Álvarez Lara

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