1 minute read

Bibliotecas parroquiales

Actualmente las bibliotecas se consideran un mito histórico; se escucha con frecuencia este comentario ¿para qué un libro impreso si tengo internet, una laptop o libros digitales? El problema no es la tecnología; es que tampoco leemos, no hay recursos económicos para este servicio como equipamiento, energía, y la compra de libros virtuales; peor aún en países pobres y no digamos en zonas rurales, agrícolas, campesinas o no urbanas.

Si a estas limitaciones unimos una educación escolarizada, académicamente también limitada con métodos pedagógicos, falta de inversión y políticas de Estado; el problema de acceder a una formación extracurricular de niveles aceptables o superiores, se torna más lejano e inaccesible.

Advertisement

Sin hacer un análisis etimológico de las palabras educación e ilustración, estos conceptos deberían complementarse; a falta del primero, yo emprendí un viaje quijotesco por la ilustración a través de bibliotecas en las áreas rurales, en donde los estudiantes tienen menos posibilidades de acceso a libros en comparación a quienes estudian en la ciudades.

Por ello, he llevado libros impresos al campo, a casas, hogares, barrios, comunas campesinas especialmente del valle de Tumbaco y sus ocho parroquias; igual hemos implementado el proyecto en otras provincias.

Desde mi primer anuncio de bibliotecas parroquiales, en un período de dos años, he formado 20 recintos de cultura e ilustración, cada una con un promedio de mil libros seleccionados y codificados, verificando su calidad y su contenido.

El acercamiento con autoridades locales, líderes barriales y campesinos; así como en centros educativos, ha sido para convencer a la población de la necesidad de ilustrarnos.

¿Para qué está autoeducación? Para ser humanistas, patriotas, libres de pensamiento para tener valores éticos, conocer el mundo a través de las letras; como bien lo describe el escritor ambateño

Juan Montalvo, «Para encontrar la verdadera felicidad, libertad que nos llevará al progreso».

Esto ha sido posible con la donación bibliográfica de la sociedad, el aporte tangible y personal de escritores y aún aspiro el aporte bibliográfico de grandes cadenas y editoriales, y que los medios de comunicación sean portadores de este tipo de noticias.

Solo quiero ver a mi gente leyendo en el autobús, en los parques, mientras esperan una cita médica, que los jóvenes lean a los ancianos.

Todo al unísono, voy trabajando, motivando, creando, inventando formas para que los libros lleguen a diversas manos, pero que se queden en el corazón y en la mente de cada uno.

Lo gratificante en esta actividad es que llego a cada uno de los recintos bibliográficos, a escuchar a un niño cuando me dice «Yo leí tres libros». Entonces pienso que valió la pena, porque cada vez somos más.

This article is from: