Destinação Brasil 2013

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FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE GUADALAJARA INTERNATIONAL BOOK FAIR



Destinação Brasil

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Proyecto editorial y curaduría: Laura Niembro Cuidado de la edición, logística y operación: Melina Flores Diseño editorial: Paulina Maciel y Dania Guzmán Traducción: Portugués-español: Mercedes Guhl y Ramiro Arango Español-inglés: Luis Albores Este proyecto contó con el auspicio del Ministerio de Cultura de Brasil y la Fundación de la Biblioteca Nacional del Brasil. Agradecemos su valioso apoyo a José Castilho, Noé Dávila, Claudiney José Ferreira, Tania Guerrero, Josue Nando, Moema Salgado, Paulo Vassily, Juan Pablo Villalobos y a todo el equipo FIL que abrazó con gran entusiasmo este proyecto. 2

Feria Internacional del Libro de Guadalajara


universidad de guadalajara

comité organizador

Itzcóatl Tonatiuh Bravo Padilla

Raúl Padilla López

Rector general

Presidente

Miguel Ángel Navarro Navarro

Marisol Schulz Manaut

Vicerrector ejecutivo

Directora general

José Alfredo Peña Ramos

Tania Guerrero

Secretario general

Directora de Operaciones

Héctor Raúl Solís Gadea

Laura Niembro

Rector del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades

Directora de Contenidos

Alberto Castellanos Gutiérrez

Asesor literario

Rector del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas

Ernesto Flores Gallo Rector del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño

Gonzalo Celorio Mariño González Coordinador general de Prensa y Difusión

María del Socorro González Coordinadora general de Administración

Verónica Mendoza Coordinadora general de Expositores y Profesionales

Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio electrónico o impreso sin previa autorización de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara

Bertha Mejía Coordinadora de Patrocinios

Carolina Tapia Coordinadora de Programación y Logística

Dania Guzmán Coordinadora de Edición y Diseño


índice

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5 Introducción 68

índice 69

6 Bernardo Ajzenberg 70 71 10 Ivana Arruda Leite 72

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14 Carol Bensimon 74 75 18 Fernando Bonassi 76 77 22 Sérgio Capparelli 78 79 26 DeonÍsio da Silva 80 81 30 Andréa del Fuego 82 83 34 Emilio Fraia 84 85 38 Marcelino Freire

86 87

42 Julián Fuks 88 89 46 Juliano Garcia Pessanha 90 91 50 Ricardo Lísias 92

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54 Lourenço Mutarelli 94 95 58 Santiago Nazarian 96 97 62 Lucrecia Zappi 98 99

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Leer a un país es conocerlo. Con ese lema, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara lanzó en 2012 el festival literario Destinaçao Brasil; 18 autores sedujeron al público de Guadalajara y demostraron que Brasil, un gigante de la industria editorial, puede dejar de ser una incógnita en términos literarios para el resto del continente. En esta segunda incursión, la literatura brasileña apuntala su presencia en América Latina con la participación de quince autores que se encontrarán por primera vez con el público de Guadalajara: Bernardo Ajzenberg, Ivana Arruda, Carol Bensimon, Fernando Bonassi, Sérgio Caparelli, Deonísio da Silva, Andréa del Fuego, Emilio Fraia, Marcelino Freire, Julián Fuks, Juliano Garcia Pessanha, Ricardo Lísias, Lourenço Mutarelli, Santiago Nazarian y Lucrecia Zappi. Con las voces de cada uno de estos escritores elegidos por la FIL tomando en cuenta las recomendaciones de un conjunto amplio y diverso de amantes de la literatura: autores, editores, críticos literarios, periodistas, libreros, agentes literarios, lectores todos, en español y portugués, podremos viajar por diversas ficciones: de las calles al puerto, de la marginación a la cotidianidad privilegiada, de las parcelas campiranas a los edificios en la urbe, multiplicidad de escenarios se plantean como destino de este segundo desembarco. Este mosaico de creadores, además de exponer el amplio panorama de la literatura actual brasileña, durante su estadía en la Feria serán partícipes de las mesas de Latinoamérica Viva, en donde se entrelazarán con escritores de la región y visitarán a los nóveles lectores escolares en sus aulas. Esta apuesta no sería una realidad sin el esfuerzo conjunto de la Fundación Biblioteca Nacional, vinculada al Ministerio de Cultura de Brasil, que ha creído desde el comienzo en este proyecto y a la que agradecemos el refrendo de su confianza. Esperamos, pues, que este segundo intercambio de letras, de ideas y de pluralidad literaria, sea gozoso para todos ustedes, queridos lectores. Laura Niembro

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© Ana Dupas

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Bernardo Ajzenberg Tengo una relación visceral con las palabras. Desde muy temprano, quizá bajo el impulso de un temperamento reservado, y de saborear con gusto los momentos de soledad creativa, me acostumbré a narrar historias para mí mismo, en pequeños cuadernos. Ese hábito se acentuó en la adolescencia, en los años setenta, y se convirtió en una especie de punto de apoyo para mis dudas y ansiedades llegando a sustituir, en muchos casos, las conversaciones que he debido sostener con otras personas. Fue un hábito que, de alguna manera, compuso mi identidad. Entre finales de los setenta y finales de los ochenta me sumergí en una militancia política intensa, al punto de abrazar a nivel profesional la lucha contra la dictadura en el Brasil y, en un sentido más amplio, contra el régimen capitalista. Fui trotskista militante a lo largo de diez años. En ese periodo la militancia política ocupó, en mi interior, el lugar que antes habitaba la literatura. En 1987, por razones personales y políticas, caí en una crisis profunda que me exigió revisar lo que venía haciendo y reflexionar sobre lo que pretendía hacer con mi vida. Abandonar la militancia me dejó un profundo vacío interior y la necesidad de volver a encajar en la sociedad. Fue entonces que la literatura se me apareció cual tabla de salvación, y me aferré a ella. Así pude encontrar también el camino para reubicarme en el mundo. El resultado fue mi primera novela: Carreiras cortadas (Carreras cortadas), en 1989. Unos años después, al escribir mi tercer libro (Goldstein & Camargo, de 1994), me di cuenta de que había algo que faltaba en mi entrega al texto. Ese `algo´ era justamente la relación con mis orígenes. Sentí que, si no abordaba los temas de la cuestión judía (a pesar de ser ateo, cargo con esa tradición secular), de mi pertenencia a determinada clase media, a un lugar geográfico definido, sin eso mi ficción corría el riesgo de quedar a medias, o sea, de no profundizar verdaderamente en mis propias angustias, que componen el principal ingrediente de toda literatura que se diga auténtica y de calidad. No me interesa el paternalismo de clase que marca mucho de lo que se hace hoy en día. Quisiera pensar que, con esa importante inflexión, mis escritos ganaron en profundidad y, en cierto modo, pueden ser representativos de algo más amplio que mi propia persona.

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Fragmento de Ojos Secos Parece que sólo hasta hoy resolví pensar en mí… y decidí hacer el viaje que de verdad me place y ser importante. Los rusos duermen y su ronquido es muy fuerte. Y su hedor… su olor es muy desagradable. Deben llevar días sin bañarse. Extraño no haber recibido ni una carta de Débora. Me gustaron las cartas que llegaron de casa ayer (fue Sonia quien las trajo). Los rusos verdaderamente hieden en ese cuartito. “Dale un chance a la virtud, León, una oportunidad a la virtud. Dale un chance a la virtud, so gran mierda”. Pronunciaba la frase frente al espejo en voz baja, en un reclamo velado, siempre que el vicio amenazaba con dominarlo. “Dale un chance a la virtud”. Pero no era más que una frase efectista, de esas que, remolidas en la cabeza, no repercuten en el corazón o en el estómago y que, por eso mismo, nunca surten efecto alguno. Al contrario: bastaba con que León la pronunciara para que el mismo vicio se burlara de ella, para que volviera en un ritmo volcánico aún más fuerte. “Dale un chance a la virtud…” Pero ¿en qué consistía ese vicio? ¿De qué virtud, a fin de cuentas, se burlaba él tanto? ¿Qué eran, entonces, ese vicio y esa virtud, sintonizados, en continua alternancia? Y la duda principal: ¿Sabía él, León, diferenciar una cosa de otra? ¿Había realmente una frontera entre ellas? Tal vez en hechos menores, en el día a día del trabajo fuera más fácil identificarlas. El escribiente a su izquierda, por ejemplo, el tal Jessebom, siempre remedaba sus gestos: rascarse la oreja, rasgar una hoja de papel, sentarse con la pierna izquierda doblada sobre la otra, beber un vaso de agua cada dos minutos. Sin duda lo hacía inconscientemente, con un desfase de uno o dos segundos en cada gesto, pero quien los observase desde fuera vería algo semejante a un estrafalario juego de monos. León sabía eso, y sabía que lo ideal —lo virtuoso— allí sería advertirle (“oye, amigo, no te das cuenta, pero siempre estás imitándome en las reuniones…”) —como lo hizo con el campesino imberbe del depósito de mercaderías, cuyo olor corporal debido al muy parcial uso de desodorante barato era insoportable y contaminó la sala en sólo 15 minutos de encuentro (y León lo había advertido, sí, con claridad, “mira, el que es amigo de verdad dice las cosas de frente, hasta las más embarazosas, y no se calla por temor a ofender, ¿ves? Lo hago, entiende, no sólo por cuestiones profesionales o por la incomodidad, sino por ayudarte: un tipo tan joven, con esos rasgos firmes, ayudarte a conquistar mujeres, ¿entiendes? Tienes un gran futuro con las mujeres”, vaticinaba León sin titubear, “siempre y cuando te cuides”) -pero no lo hacía, no le advertía al escribiente sentado a la izquierda, ciertamente no sólo por tratarse en el fondo de algo absolutamente inofensivo (el inagotable juego de monos), sino también por temer una pérdida, pues sin aquello el día sería aún más soñoliento. Constataba en la realidad que, con el pasar de los años, los remedos de Jessebom se le habían vuelto imprescindibles. Es duro sobrevivir a las reuniones sin gracia y previsibles, siempre lerdas, repetitivas y soporíferas. ¿Un vicio? Admitía que sí. Pues él mismo se había acostumbrado a remedar a otras personas en el trabajo: observaba gesticulaciones y hacía lo mismo, a veces sin él mismo darse cuenta, de manera que, en realidad, el escribiente que lo imitaba acababa, en rigor, imitando a un tercer colega y así sucesivamente. Era ese el pasatiempo de mímica colectiva ideado de casualidad por León, practicado por él solo, a pesar de la involuntaria contribución de tantos otros. Uno de sus planes ideados en soledad y jamás ejecutados era justamente el de instalar una cámara, grabar imágenes de las reuniones y entretenerse después, en la casa, analizando los movimientos corporales de ese juego, la única diversión en el trabajo por semanas, meses, años. Diversión, diversión. No llegaba a constituirse en un vicio… diversión inconsecuente, mera diversión y listo. ¿Por qué renunciar a ella en nombre de la virtud? Para León, sin embargo, la distinción entre vicio y virtud, si bien obvia en el mundo notarial tosco y minúsculo, parecía nebulosa en las circunstancias más difíciles

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y decisivas, justo el terreno en que conoció las mayores complicaciones, los dolores lentos y los momentos menos divertidos. Hoy es sábado, acabé de jugar fútbol aquí en el kibutz Ruhama (donde aguardo la respuesta que será dada mañana). La gente aquí me llama por el apellido, “Zaguer”… es extraño, y más aún porque no juego de zaguero (jajajá…) Muy por el contrario: hice tres goles. Ayer, finalmente, escribí la carta para mi casa hablando de mi plan de pasear por Europa después de quedarme aquí cerca de un mes. No fue fácil… es claro que decisiones de este tipo son fundamentales para mí, pues tengo mucho tiempo para derrochar. Voy a ponerla mañana al correo, creo que debe haber uno por aquí. Los rusos salieron a pasar el fin de semana fuera y me quedé solo en un cuarto, donde no me querían dejar estar. El olor de ellos lo impregnó todo… Estaba en el auditorio del anfiteatro, al aire libre, y recordé la época en que quería ser dramaturgo, soñaba con serlo… Fue una experiencia muy importante, esa del teatro. Estudiaba con cariño, confiando en el valor del esfuerzo. Me acuerdo perfectamente de los ensayos para el Cristóbal Reflexiones, de la actuación de Moti; de nosotros dos, inexpertos, experimentando con la fuerza de la voluntad. Después la inmersión en Brecht, un poco apurada y ansiosa, la adoración. El resto… después lo cuento. Los rusos deben volver hoy… Necesito arreglármelas para decirles que tienen que lavarse… En el cuarto de al lado hay un brasileño de Minas Geráis, Arthur, y está escuchando la cinta de Chico Buarque con María Bethania donde cantan “Sinal fechado”, de Paulino da Viola. Eso me hizo recordar la interpretación que Fagner le dio a la misma canción, en un tono más desesperado, más teatral. Ayer en la noche empecé a leer los Reflejos del baile, de Antonio Callado, por cuarta vez; parece que ahora el autor resolvió concentrarse más en el lenguaje y jugar con la sintaxis. Eso lo vuelve más difícil, pero está bien. La vida en el kibutz es, de hecho, la vida que se lleva en una estación de baños termales. La única diferencia es que allá se ofrecen seis horas más de descanso (y aquí se trabaja todo el tiempo). Traducción de Ramiro Arango y Mercedes Guhl

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Ivana Arruda Leite Nací en 1951, en Araçatuba, estado de São Paulo. Muy niña me vine para la ciudad de São Paulo, y hasta el día de hoy vivo allí. Fui funcionaria pública durante 30 años y me pensioné en mayo de este año. Mi primer libro de cuentos, Falo de mulher (Hablo de mujer), fue publicado en 2002, cuando ya tenía más de 50 años. Suelo decir que soy la más vieja de los escritores jóvenes, porque surgí junto con un grupo de autores, la llamada Generación 90: los transgresores, que dio origen a dos antologías que agitaron la escena literaria en São Paulo a comienzos de la primera década del siglo XXI. En 2004 publiqué la novela Eu te darei o céu – e outras promessas dos anos 60 (Te daré el cielo… y otras promesas de los años sesenta). En 2005 publiqué mi segundo libro de cuentos: Ao homem que não me quis (Al hombre que no me quiso), finalista del Premio Jabutí. Después de eso, publiqué dos novelas: Hotel Novo Mundo (Hotel Nuevo Mundo, 2009) y Alameda Santos (2011). Participé en más de 30 antologías en Brasil y en el exterior, entre las cuales se cuentan Geração 90 – os transgressores (Generación 90: los transgresores); 25 mulheres que estão fazendo a nova literatura brasileira (25 mujeres que están haciendo la nueva literatura brasileña) y Contos de escritoras brasileira (Cuentos de escritoras brasileñas), entre otras. También escribo libros para jóvenes: Confidencial, anotações secretas de uma adolescente (Confidencial, anotaciones secretas de una adolescente); Uma turma inesquecível (Un grupo inolvidable); Amizade improvável (Amistad improbable); y para niños: Diomira e o Coronel Carrerão (Diomira y el coronel Carrerón) y Diomira, Lucinha e o Coronel Carrerão (Diomira, Lucinha y el coronel Carrerón). Mi literatura retrata básicamente el universo femenino, pero desde una óptica casi atemporal. No hablo de la mujer moderna y adaptada al mundo contemporáneo ni de la mujer que encaja en los patrones de las revistas femeninas. Las santas de mi devoción son mujeres que sufren, que son humilladas, rechazadas, pero que encuentran la manera de vengarse o de hacer que el hechizo se vuelva contra los hechiceros que las maltratan. Aunque sea solo en la fantasía, ellas consiguen empatar en la lucha. El humor y la ironía son características habituales en mis textos. Solo me tomo en serio el dolor de quien se ríe de sí mismo, y odio a las mujeres que buscan que les tengan lástima. Estoy conectada a las redes sociales. Quien me quiera encontrar basta con buscarme en Facebook o en el blog: www.doidivana.wordpress.com Para mí lo mejor de la literatura son los amigos y las cervezas que ella nos proporciona.

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Cuentos cortos Receta para comerse al hombre amado Tome al hombre que la maltrata, extiéndalo sobre la tabla de cortar carne y comience por sobarle la espalda. Luego píquelo bien picadito y échelo en la manteca caliente. Agregue los ajos y la cebolla. Revuelva despacio hasta que todo dore. La lengua, finamente picada, se echa enseguida, así como las manos, los pies y las yerbas aromáticas. Cuando el guiso comience a exhalar el aroma de los que arden en el infierno, vierta agua hirviendo hasta que el corazón ablande. Empanice el pito en el huevo con harina y sírvalo como aperitivo. Devore todo con cubiertos de plata, límpiese la boca con una servilleta de lino y eructe todo lo que quiera, para que eso no vuelva a repetirse jamás. Las mujeres son todas iguales Marieta Severo y yo no tenemos tiempo para la soledad. Ella estuvo casada con Chico Buarque y yo con João Teodoro. Ambos nos dieron mucha lidia. Teodoro era alcohólico y me pegaba en la cara. Pasé con él los peores momentos de mi vida. Y como si fuera poco, era medio marica, el tipo. Vivía enredándose con muchachitos por ahí, luego los traía a la casa y me los presentaba como colegas del trabajo. A ver si seré boba. Ponía a los angelitos a dormir en mi cama: “Él no tiene a dónde ir, pobre”, y dormía conmigo en el sofá de la sala. A media noche João desaparecía. Cuando bebía más de la cuenta se ponía a hacer escándalo. Yo le decía: “En cualquier momento agarro mi bolso y me voy sin despedirme”. Él no creía: “Las mujeres son todas iguales”, decía. Un día estaba yo en la cocina preparando el almuerzo cuando João entró y me vio vaciar medio litro de aceite, de los buenos, en el vaso de la licuadora. “¿Para qué tanto aceite?”, chilló. “La receta es esa: la salsa de pesto es así tal cual, lleva aceite como caballo”. No sé por qué, mis ojos se llenaron de lágrimas. Puse la licuadora a potencia máxima, y aquel ruido infernal, y aquella albahaca moliéndose toda allá adentro, y aquellas nueces triturándose, y aquel verde volviéndose pasta olorosa me fue dando una sensación de novedad, de comenzar de nuevo, un ánimo, que me fui al cuarto y agarré mi bolso. La licuadora quedó andando. Después de eso me inventé tanta cosa para hacer, para divertirme, que no tuve tiempo para la soledad. João tenía razón, las mujeres son todas iguales, un día se vuelven todas Marieta.

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El carro de Toñita Toñita quería comprarse un carro y fue y lo compró. Lo que guardó del salario de empleada doméstica dio justo para comprar un volkswagen 68. ¿Rojo? ¿Vino tinto? ¿Morado? Un poco de cada uno. Eran muchos los colores, las marcas de golpes, las volcadas, el óxido. Medallas conquistadas a lo largo de muchos años. Un carro con historia visible, inscrita en las latas. Feliz de la vida, Toñita volvió a la casa con carro nuevo. Ella, en el asiento del pasajero, el marido manejando. Toñita nunca tuvo cabeza para sacar la licencia. Además, era analfabeta. Pero obligaba al marido a llevarla a donde quisiera: supermercado, playa, casa de la suegra, todo en carro. Toñita indicaba el camino y el marido guiaba, hasta la coronilla. Pero ella era “la dueña” del carro, podía mandarlos a ambos. Un día el marido desapareció de la casa con el carro de Toñita. Tres días, cuatro, y ninguna noticia. En el trabajo dijeron que él estaba de vacaciones. “Yo mato a ese desgraciado. Andando por ahí con mi carro y, seguro, con una vagabunda dentro”. Toñita fue a la delegación y dio parte. No de la desaparición del marido, sino del robo del carro. “Un carro como ese es fácil de encontrar”, dijo el delegado. Y así fue: al día siguiente el marido fue encontrado en Playa Grande. Volvió encabronado. —Carajo, tú ni manejas, ¿para qué quieres esta porquería de carro? —No manejo, pero quiero el carro parado ahí en la puerta, para adorno. Lo voy a llenar de helechos. El marido salió a pie. María Luisa lo estaba esperando en la parada del autobús. El carro fue devorado por los helechos. Acabó pudriéndose dentro de ellos, convertido en palmicha. Jaque mate Quien me ve con esta corona en la cabeza y este manto cuajado de brillantes sobre la espalda es incapaz de imaginarme desnuda bajo el cuerpo de Felipe, este mismo que se arrodilla frente a mí y me jura fidelidad como cualquier súbdito. De noche, en los aposentos reales, siempre muestra un cierto nerviosismo al verme con las piernas abiertas. Yo lo entiendo. No debe ser fácil comerse a una reina. Traducción de Ramiro Arango y Mercedes Guhl

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© Roberta Sant’Anna

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Carol Bensimon Crecí en los años ochenta, en el extremo sur de Brasil, en Porto Alegre. Aquí el sol es menos directo; tomamos mate, como en Uruguay y Argentina; tenemos fama de callados y no sabemos bailar samba. Soy hija única, y mi interés por los libros y la fantasía se deriva en parte de ese hecho. Me encantaba sumergirme en mundos que no eran exactamente la realidad, sino una especie de variación de esta, más interesante. Cuando viajaba con mis padres salía sola a explorar los hoteles. La gente se alojaba en hoteles interesantísimos, y yo poblaba esos hoteles con historias. En los textos que escribo los lugares tienen una presencia notoria. Mi primer libro, Pó de Parede (Polvo de pared, 2008) está compuesto por tres historias que tienen en común el hecho de centrarse en elementos arquitectónicos: una casa modernista excéntrica; un condominio de lujo en construcción; un hotel decadente en las montañas. En 2009 publiqué Sinuca embaixo d’água (Atolladero bajo el agua), una novela sobre el luto con múltiples narradores (Antonia, el personaje ausente, murió en un accidente automovilístico). También acostumbro insertar un poco de rock y referencias a los años noventa en mis historias. Mi novela más reciente, lanzada este año, se llama Todos nós adorávamos caubóis (A todos nos encantaban los cowboys). Es una narración tipo road movie que se desarrolla en el interior del estado donde nací. En ella hay muchachas guapas, familias problemáticas, deseo, fascinación, recuerdos de París y una ciudad fantasma. Algunos de mis cuentos han aparecido en antologías. Escribo una columna en el periódico Zero Hora, y he traducido tiras cómicas francesas y belgas. Sinuca embaixo d’água obtuvo la Beca de Estímulo a la Creación Literaria de Funarte (Fundación Nacional de las Artes). En 2012 tuve el honor de formar parte del volumen “Los mejores escritores brasileños jóvenes” de la revista inglesa Granta. Hice una maestría en escritura creativa en la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul. Después de eso dejé a medias un doctorado en la Universidad de la Sorbona Nouvelle.

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Fragmento de A todos nos encantaban los cowboys TÍTULO Sí, yo me sentía atraída por las muchachas. Técnicamente, yo era bisexual. Mi línea de tiempo tendría todos los indicios: jugó a las tortugas ninja. Pasó por la escuelita de futbol. Se negó a ponerse falda. Se enamoraba de sus profesoras. Le gustaba un seriado de ciencia ficción cuya villana era en realidad un lagarto, y harto tentadora. Quiso hablar de eso y terminó enamorándose de la psicóloga. Frecuentó bares gay con identidad falsa. Vio el videoclip de Alicia Silverstone y Liv Tyler escandalizando por las carreteras más o menos unas doscientas veces, y a solas, y tumbada bocabajo. Besó a compañeras en baños públicos. Escribió frases feministas en jeans andrajosos. Fue fan de bandas de rock lideradas por mujeres. Paró el auto en una calle oscura y se pasó al asiento trasero con Martina, después con Luciana, luego con Amanda. Leyó Lolita. Leyó la obra completa de Hilda Hilst. Consiguió el teléfono de una muchachita y ella nunca contestó. Vio Criaturas salvajes, volvió a la escena de la piscina. Mintió diciendo que estaba en la casa de la amiga y, mientras tanto, era un motel con una decoración que recordaba más una mazmorra. De hecho, si uno apagaba algunas luces podía muy bien parecerse a una. Pero dije bisexual. Muchachas y algunos muchachos. O, para ser más exacta: muchacho. Muchacha. Muchacha. Muchacho. Muchacha. Muchacha. Muchacho. Y así siguiendo usualmente esa proporción. Con los muchachos me quedaba por inercia. Con las muchachas, por encantamiento. Con los muchachos todo transcurría como un guión de comedia romántica para el gran público (excepto que yo fingía justamente el papel que me correspondía). Con las muchachas todo comenzaba, continuaba y acababa en el más puro melodrama. Primer muchacho: a los catorce años, después de un baile de carnaval en Tramandaí, el día estaba clareando cuando él se sentó en el borde de la cama para ponerse el condón. Primera muchacha: con quince años ella parecía confusa, preguntó si yo ya había hecho eso antes; le mentí que sí, y ella dijo “se nota”. Los muchachos me invitaban a salir; yo era bonita, tal vez un poco misteriosa para ellos, no les pedía que me llamaran después. Las muchachas, yo tenía que batallar centímetro a centímetro, literalmente, la mano recostada en la pierna, después un cruce de miradas, luego finalmente un beso. A veces era necesario convencerlas de que ellas querían estar conmigo. Digo eso porque no era raro que me enamorara de una muchacha heterosexual. Tal vez ese haya sido mi mayor error: nunca me conformé con el hecho de no poder desear a cualquiera, sino más que todo a las que se encontraban dentro de las cuatro paredes de un lugar llamado gay. ¡Por amor de Dios! yo quería enamorarme en la calle y poder contar con una pizca de suerte. No tener miedo de envolverme con alguien que al día siguiente pudiera despertarse arrepentida. Pero acabé siendo el interludio de muchas. La fase superada de otras tantas. Mi atracción por el sexo femenino era una dulce aventura y, al mismo tiempo, una condena al más claustrofóbico de los universos. La peor parte, sin duda, era tener que lidiar con mis padres. Hacía ya mucho tiempo que yo había descartado las conversaciones serias. Ya saben: ellos votan por la izquierda y están a favor de los derechos humanos y de las minorías hasta que una aparece en casa con su novia. Entonces la primera cosa que dicen es que ellos no tienen ningún problema en aceptar tus “escogencias”, pero el resto de la sociedad, desafortunadamente, te va a estigmatizar. Y, en última instancia, ellos están preocupados es con tu bien. Adoran el verbo estigmatizar, pero claro está que son siempre los otros los responsables por todo ese lamentable equívoco.

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Y hay más aún: ¿Vas a perder la linda oportunidad de tener un hijo? ¿Vas a negarle a tu hijo la oportunidad de crecer en el seno de una familia normal? Ese es el tipo de cosa que ellos dirían, en el caso de que la charla seria hubiese sucedido. Pero, la verdad, no hubo ni tiempo siquiera para ese tipo de charlas. Cuando mis padres se separaron yo tenía dieciséis años. El otorrinolaringólogo más famoso de Porto Alegre se contentó, a partir de allí, con sus obligaciones de progenitor: dos encuentros semanales, miércoles y domingos, durante los cuales era más lo que masticábamos comida congelada que lo que tratábamos de crear algún tipo de complicidad. Así, era mi mamá a quien yo trataba de engañar cotidianamente. Por nuestra casa pasaba un desfile interminable de “mejores amigas”; si alguna desaparecía sin mucha explicación había luego otra atravesando la sala, en calcetines, para tomar un vaso de agua en la cocina. ¿Dónde nos habíamos conocido las dos? Eso quedaba un tanto vago. Y mi mamá, aunque tuviera todos los indicios a su disposición sin tener siquiera que salir de la casa, había decidido evitar confrontaciones. Por un tiempo, al menos. Entonces, una tarde soñolienta, abrió la puerta de mi cuarto. No sabría explicar por qué; ella siempre tocaba, estuviera yo acompañada o sola; era una norma en la que le gustaría creer. No obstante, esa tarde, con una disculpa cualquiera en la punta de la lengua, mi mamá entró a mi cuarto de una forma totalmente inesperada, tal vez deseando más que otra cosa usar la condenada disculpa, la cual podría haber sido: ¿necesitan alguna cosa?; voy a dar un paseíto, ¿no era hoy el día de recoger tu saco donde la costurera? Lo que vio, en cambio, dentro del cuarto lleno de íconos que no entendía, hizo que cerrara la puerta en poquísimos segundos y corriera al piso de abajo a buscar el teléfono. Marcó al exmarido. Aún aturdida como estaba, tuvo la delicadeza de formular las preguntas habituales mientras buscaba la manera de describir la escena: la amiga de tu hija acostada en la cama, unos calzones con un estampado casi infantil, tu hija con la mano en la… la mano dentro de los calzones de ella, yo siempre supe que Cora nos iba a hacer eso. Traducción de Ramiro Arango y Mercedes Guhl

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Fernando Bonassi Me llamo Fernando Bonassi. Nací en la ciudad de São Paulo, en el barrio de la Mooca, habitado por inmigrantes italianos. Cuando mi abuelo, quien había nacido en Calabria, oía la palabra “Europa” sacaba un puñal, pues alegaba que ese lugar solo le había traído humillación y hambre. Corría el año 1962. Dos años más tarde vino el golpe militar y me convertí en parte de esa generación de brasileños que fue alfabetizada en la escuela pública de la dictadura, en pleno “milagro económico” del país, que era entonces tricampeón de futbol. Allí, en la escuela, pasábamos por una serie de acondicionamientos pavlovianos para aprender matemáticas (anticuadas), ciencias (inofensivas), historia y geografía de todo y todos, menos del Brasil. Por los libros que recibíamos del gobierno, ¡era como si no existiéramos en el siglo XX! También cantábamos himnos. Había muchos en ese entonces: el Himno nacional, el de la Independencia, el de la república, el del Ejército, el de la Marina, el de la aeronáutica, el de industria, el comercio y muchos más… Cantábamos para no tener que llorar. Cantábamos y gritábamos para vencer el tedio. A todos nos capacitaban, más o menos, para ser operarios de la industria metalúrgica, destino del cual mis padres me permitían escapar (e incluso me estimulaban a hacerlo) a través de la escritura… Y es que descubrí que escribiendo era posible ahuyentar la desesperación, y así ha sido hasta hoy, en tiempos menos sombríos, pero no más justos. Se me da muy bien el trabajo para hacer guiones de cine y piezas de teatro, en creación colectiva, donde me ocupo de redondear los textos escritos a veces por decenas de coautores. Por eso, es en la literatura donde me ocupo de crear y destruir mis mundos, a mi manera, sin concesiones. Novelas publicadas: · A Boca No Mundo (La boca en el mundo), 100 crónicas publicadas en el periódico Folha de São Paulo, Editora Novo Século, 2007 · Subúrbio (Suburbio), novela, Editora Objetiva, 1994 y 2004 · Prova Contrária (Prueba contraria), novela, Editora Objetiva, 2003 (adaptado para el cine por Tata Amaral) · SP/Brasil, cuentos, Editora Dimensão, 2002 · Passaporte (Pasaporte), cuentos, Editora Cosac & Naify, 2001 · Um Céu de Estrelas (Un cielo de estrellas), novela, Editora Siciliano, 1991 (adaptado para el cine por Tata Amaral)

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FRAGMENTO DE Cosas que cuentan 1. Caídos Muchos caen con la gravedad de las piedras, es verdad, pero hay los que pegan y vuelven, como si fueran elásticos; los que abren agujeros en el suelo como si fueran topos, los que se quiebran en trozos hechos vidrios o estallan como bombas esparciendo sus deyecciones y pedazos en el camino. Están los que caen de pie, sacuden el polvo de la ropa y salen fracturados, hinchados y sangrando, pero felices y agradecidos como jamás pudieron haberlo estado antes del último vértigo. Están también las almas muertas en cuerpos travestidos de sobrevivientes; y los que fingen que no van a caer, pero no resisten; los que caen despacio, y los que apenas se ve y ya cayeron, están allá tendidos en el asfalto, adornados con las velas, los llantos y los rezos de los transeúntes. Algunos caen rodando como tornillos y otros más salen volando como hélices sueltas para luego quedar torcidos y parecer dormidos cuando están muertos de hemorragia hace rato. Hay incluso los que son confundidos con mendigos y obtienen limosnas hasta ser recogidos por el carro mortuorio que estaciona gimiendo con pereza de nuestros hábitos, a propósito de lo cual el peso, los trajes y el variado formato presentado por los ciudadanos que se precipitan desde lo alto no explicaría —por sí solo— la diversidad de estilos, velocidades y exuberancia atlética de sus caídas. 2. Lección de historia Mayor reformado con especialidad en el área de información, había recorrido diversas dependencias del Estado prestando servicios técnicos de interrogador diplomado, siempre asignado a aquellos grupos tácticos creados para el desmantelamiento de las organizaciones subversivas. Una carrera magnífica, predestinada al coronelato, si no fuera por el cambio de los vientos. Cayó en desgracia y acabó escondido bajo el tapete de la historia, junto con la dictadura y, al igual que ella, prefirió quedar olvidado en un rincón “por un tiempito”. En su caso, en una oficina regional de la Hacienda pública. La lucha armada había acabado, por lo menos, y sus horarios ahora eran reglados. Tenía los sábados, domingos y feriados para estar con la familia. No que supiera cómo hacerlo. Se volvió viejo y mohoso en los sótanos del ejército, sin humor ni iniciativa para juegos al aire libre. De lo que hizo no comentó nada con nadie, aunque su esposa y los parientes de ella sospecharan de cualquier cosa: un hombre demasiado retraído, desconfiado de los demás, callado, el vicio de los inhaladores de asma y la manía de jamás sentarse de espaldas a las puertas y ventanas entreabiertas. Consta en su prontuario (expurgado de ciertos hechos del periodo de excepción), que en los últimos años ayudó a detener a grandes deudores de impuestos. Para sorpresa suya ellos se abren y hablan profusamente en sus interrogatorios, suministrando sólidas pistas a las investigaciones, sin coacción alguna. A propósito de esto, no se ganó enemigos innecesarios en el pasado, que supiera, y tal vez hasta sea querido entre sus nuevos colegas de trabajo, pero se encuentra confundido, obedeciendo ahora a quienes antes era preciso vigilar, inquirir y, eventualmente, exterminar. 3. Perros de alquiler La divulgación de todo un submundo dirigido al reclutamiento, adiestramiento, selección y alquiler de perros guardianes para el servicio de seguridad ostensiva en obras de ingeniería, bodegas de mercancías y espacios públicos causó indignación entre las autoridades del ministerio del trabajo, protestas de sociedades canófilas y una

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nota de repudio del sindicato de celadores en la que se considera la explotación de animales en actividades de riesgo “una práctica envilecedora y competencia desleal.” 4. Violencia doméstica Pone al marido en el microondas. Diez segundos. Se reblandece. 5. Patriotismo Como los países vecinos se volvieron tan baratos como el nuestro, sin embargo mejor equipados, escolarizados y capaces de alcanzar mayores índices técnico-artísticos, en poco tiempo nuestras empresas de comunicación, publicidad y entretenimiento se trasladaron al otro lado de la frontera. Sucede entonces que las historias fundacionales de nuestro espíritu nacional pasaron a ser narradas con sus tecnologías, dramaturgias y caracterizaciones. Así, nuestras conquistas más importantes tienen ahora como telón de fondo su paisaje inconfundible. Son ellos quienes empuñan nuestras armas, izan nuestras banderas, lanzan nuestros gritos de guerra y disparan por nosotros en su propio territorio, como si nuestras crisis hubieran dependido alguna vez de las soluciones que ellos dieran y nuestro camino fuera trillado por sus pies, haciendo de cuenta que son lo que somos, pero con su acento, rasgos y estilo, mostrando que nuestras victorias serían las suyas, con solo quererlo, confundiendo así aún más a nuestros jóvenes, sobre cuyo sentido de patria no se conoce el efecto que tendrá este destierro de nuestra imagen oficial. 6. Eterna vigilancia Es procedimiento operativo estándar, no obstante realizado con aires de ritual por los servicios de inteligencia de varios países, que cuando un nuevo jefe toma posesión inmediatamente recibe el archivo secreto abierto en su nombre y puede leer todos los documentos confidenciales producidos respecto a él. Con la disciplina y método comunes a estos organismos de Estado todo es minuciosamente descrito y, en la medida de lo posible, con informes, imágenes y otras pruebas de campo añadidas. El material normalmente describe la estrategia de vigilancia y control desarrollada para su caso a lo largo de los años y las razones que se alegaban para proponerla, así como los agentes que la elaboraron y, basados en los puntos débiles, ejecutaron a contento. Se enumeran allí los eventuales desvíos percibidos, las virtuales sugerencias de castigo y demás propuestas de persecución política y profesional de que habría sido víctima… Y al tomar conocimiento de todo aquello, él también descubre y revisa detalles personales de algunos parientes y amigos íntimos en los que sería mejor no pensar. Por eso, al nuevo jefe —y solo a él— le es permitido incinerar su propio archivo y perseguir a los traidores. Traducción de Ramiro Arango y Mercedes Guhl

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SÉRGIO CAPPARELLI Nací en Uberlandia, una ciudad pequeña del estado de Minas Gerais, en 1947. A veces me parece que ya hice muchas cosas en la vida, y que ya fue suficiente. Pero otras veces doy un golpe en la mesa, me doy de cabezazos en las paredes y prosigo como si apenas estuviera comenzando. Ya viví en muchos lugares: Uberlandia, Goiania, Curitiba, Porto Alegre y São Paulo en el Brasil; Múnich, Londres, París, Grenoble, Montreal, Beijing y San Vito al Tagliamento. A veces me parece que ya fue suficiente. Pero vuelvo a dar un golpe en la mesa, un cabezazo en la pared y digo: aún me falta México, país que ni siquiera conozco. Ya escribí muchos libros, sobre medios de comunicación y para niños. Son más de 40 y me parece que ya fue suficiente. Pero de nuevo golpeo la mesa, y un cabezazo contra la pared es un nuevo comienzo. Cuando me jubilé, hace ya seis años, mi sensación fue la de estar entrando finalmente en la vida activa, aunque a veces también tuviera la sensación de estar frenando. Porque me di cuenta de que son los demás los que se distancian. Quien lo dijo fue Einstein, y también el poeta griego Odiseo Elytis. Y yo lo acabo de repetir al terminar un libro de poemas para jóvenes titulado Os Cavalos de Einstein. Fundamentos de Geometria Poética Não Euclidiana (Los caballos de Einstein. Fundamentos de geometría poética no euclidiana) que dedico a todos aquellos que, al igual que yo, consideran que la vida es una expansión. He recibido cuatro veces el Premio Jabutí, el más importante en Brasil en el campo de la literatura infantil y juvenil, y en la categoría de ensayo sobre ciencias humanas, por el libro Televisão e Capitalismo no Brasil (Televisión y capitalismo en el Brasil, 1982). Dos de mis libros para niños forman parte de la Lista de Honor de IBBY (International Board on Books for Young People): O Velho que Trazia a Noite (El viejo que traía la noche) en 1996, y A Lua Dentro do Coco (La luna dentro del coco) en 2012. Fui creador y director hasta 2010 de la revista electrónica de poesía infantil Tigre Albino, junto con Maria da Glória Bordini y Regina Zilberman. También en forma digital publiqué Wang Wei em São Paulo y Ciberpoesia, este último con Ana Cláudia Gruszynski. Y junto con Wu Di traduje al portugués los poemas de la poetisa china de la dinastía Song, Li Qingzhao. También, tengo el sitio web www.capparelli.com.br

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El araguaney y el flamboyán Cuando floreció por primera vez, en julio pasado, a la orilla del lago, el araguaney se estremeció de alegría. Pasó un buen rato contemplándose en el agua. Dudaba si, después de tal mudanza, seguía siendo él mismo. Una niña que pasaba por ahí le dijo a su amiga: —¡Llegó la primavera! El araguaney quedó aún más perplejo. Siempre había estado allí y su nombre era araguaney, no primavera. Entonces, le comentó al flamboyán que había a su lado: —No sé qué me sucedió. Me fui a dormir y desperté así. —Aquí, a la orilla del lago, uno no entiende lo que sucede. Solo puedo decir que tus flores son muy bonitas. —¿Eso le pasa a todo el mundo? —¿Qué? ¿Volverse amarillo? —Amarillo o rojo, azul o café, eso no importa. No sabría decir porque la botánica no es mi fuerte. Los dos siguieron conversando durante un buen rato. De vez en cuando, con la disculpa de una nube de polvo que el viento había arrastrado, el araguaney se mecía hacia un lado, para mirar a hurtadillas el reflejo de su floración en el lago. Llegó septiembre. El araguaney vio un tapete amarillo que cubría el suelo. Y ese tapete era de flores. Sus flores. Otras flores amarillas también flotaban en el lago. Hibiscos, rosas y dalias. Se dio cuenta de que la primavera no había llegado solo para él, sino que estaba en muchos lugares. Y, al igual que él, otras plantas también perdían sus flores. —Quería ser como tú –le dijo el flamboyán al araguaney—, incluso teniendo que perder las flores, que flotan en el agua y se van recordando dónde nacieron. Yo aún no he tenido la dicha de florecer. La niña de antes tomó una flor del araguaney y se la puso entre el pelo. —Ese flamboyán está igual que antes: sin ninguna flor –comentó. La forma en que habló la niña tenía un tono de crítica, como si el flamboyán tuviera la culpa de no haber florecido aún. ¿En qué se habría equivocado? ¿Qué tal que nunca fuera a dar flor? Al principio había sentido una pizca de envidia del araguaney. Después, se dijo entre dientes: — ¡Qué boberías puedo llegar a inventarme! Esa niña no quiso criticarme en ningún momento.

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Poco más de una semana después, el araguaney había dejado de ser amarillo para volverse verde. Y los hibiscos, las rosas y las dalias ya no flotaban en el lago. Pero aparecieron, de repente, petunias, orquídeas, bromelias, flores de braquiquito, mimosas y lluvia de oro. La mayor parte ya marchitas. Con todo, el flamboyán parecía satisfecho. —Creo que vamos cambiando al mismo tiempo en que el clima cambia— concluyó. Pero llegó noviembre y el flamboyán se entristeció. Empezó a vivir callado en su rincón. La niña buscó una flor en el suelo, sin encontrar ninguna, y dijo: —Noviembre, y ese flamboyán no se decide. Ya llega el calor. Primavera, ahora, sólo el año que viene. El flamboyán sintió que iba a desmayarse. Tal vez a causa del calor. El araguaney se agitó. Si la primavera volvía el próximo año, él florecería de nuevo. Al día siguiente, muy de mañana, el araguaney aún dormía y el flamboyán se pegó un susto al ver el lago ensangrentado. Soltó un grito, que despertó al araguaney. Y entonces se dio cuenta de que a su alrededor había nutrias roedoras, tortugas, yararás, zorrillos, termitas, pájaros carpinteros, ranas, garzas, y hasta una pareja de cisnes de la Patagonia. Todos lo miraban. Entonces, el flamboyán miró al río nuevamente. No era sangre lo que coloreaba el río. Era el rojo de sus flores reflejadas en el agua. La brisa que soplaba dijo que todo tiempo tiene su tiempo. Traducción de Ramiro Arango y Mercedes Guhl

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DeonÍsio da Silva Deonísio da Silva nació en 1948 en la ciudad de Siderópolis, estado de Santa Catarina, al sur de Brasil. Es conocido como un jardinero y botánico de palabras, pues concilia la enseñanza y el estudio de la lengua portuguesa con la literatura. Es un narrador que encanta y sorprende al lector a cada línea. Ha publicado 34 libros, incluyendo novelas y cuentos (traducidos a varios idiomas y ganadores de premios), crónicas, ensayos y libros para niños. Su libro debut, Exposição de motivos (1976) fue llevado a la televisión por Antunes Filho, y recibió el Premio del Ministerio de Educación de mejor libro del año. Su novela más reciente, Lotte e Zweig, lanzada en el año 2012, tiene como tema el suicidio de Stefan Zweig y su esposa, Charlotte, en 1942, en la ciudad de Petrópolis, Río de Janeiro. Sus novelas han sido constantemente reeditadas y premiadas. Adelante, soldados: atrás (1992), ya traducido a otros idiomas y en décima edición en Brasil, recibió el Premio Internacional Casa de las Américas, en el jurado presidido por el ganador del premio Nobel José Saramago. Teresa d´Ávila namorada de Jesus (1997), laureada por la Biblioteca Nacional, fue adaptada para el teatro. Sus novelas no dejan a nadie indiferente, es el caso de Goethe e Barrabás (2008), Guerreiros do Campo (2000), Orelhas de Aluguel (1987), A cidade dos padres (1985) y A mulher silenciosa (1981). En el área de ensayo están los libros De onde vêm as palavras (2011, 16ª edición), un estudio bienhumorado de la etimología, que se completa con A vida íntima das frases (2010, 2ª edición), que trae curiosidades acerca de frases célebres. Doctor en letras por la Universidad de São Paulo (USP), vive en Río de Janeiro, donde lidera varios proyectos relativos a la lengua portuguesa como “niñas de los ojos” de la Universidad Estácio de Sá, donde es profesor desde 2003. Desde 2011 presenta semanalmente el programa Sem papas na língua, en la radio Band News FM, que trata de las curiosidades de la lengua portuguesa y el origen de las palabras.

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Fragmento de ¡Adelante soldados, atrás! TÍTULO VII. Los amores de Camisão

“¿Qué supo cada santo en cada iglesia? La memoria es también pálida y muerta en la cual nuestro añorante amor revolotea” Después de esos dos combates de la columna, al cabo Argemiro lo hicieron sargento y después, teniente. Esta última promoción se la ganó en el combate de Ñandipá. La confianza de Camisão en su subordinado aumentó. Claro que Argemiro debía esas promociones a su coraje y lealtad en los combates y evidentemente durante la marcha de la columna. Pero Camisão se impuso a la tibieza de Juvêncio que debía tomar medidas y no lo hacía, y se interesó personalmente en la promoción del subalterno, cuya lealtad y competencia mucho admiraba y apreciaba. El Teniente Argemiro comenzó a sentirse mucho más cercano a su jefe y amigo, sobre todo ahora que las circunstancias favorecían esa aproximación dadas las obligaciones propias del nuevo cargo. Camisão se abría cada vez más con el amigo de combates y marchas. Le contó la historia de un gran amor de su vida. A principios de los años 50 –recordaba bien la época porque la asociaba con la Ley Eusebio de Queiroz, que había suspendido la trata de esclavos–, Camisão había conocido a una jovencita llamada Lili que era profesora en casas particulares, como se estilaba en las haciendas. Algunas familias no seguían las recomendaciones y costumbres de la tierra y contrataban a profesoras, casi siempre extranjeras, para educar a sus hijos. Lili llegó a la casa del Coronel1 Eufrasio, “un hombre que se elevó a coronel sin haber sido nunca soldado, ¿cómo es posible, Argemiro?”. Era una tarde veraniega y la recibieron con todos los honores. Claro que el coronel había preparado los empleados de la hacienda y había insistido tanto en el recibimiento a la tal “profesora de extranjía”, principalmente con su propia familia, que todos la recibieron con exagerada finura, con atenciones extremas. La sala de la casa de los Eufrasios había sido mejorada en muchos aspectos y todo el clan se enorgullecía de ello. Ya había también baños de asiento para que las mujeres y las jovencitas hicieran sus abluciones genitales. Cuanto a los hombres, consideraban la higiene como cosa femenina. Pero de todas maneras tomaban sus baños en algún río o laguna por los alrededores. Era difícil que se lavaran dentro de la casa. Cuando se despertaban, el derecho de lavarse la cara con jarra y palangana era de los dueños de la hacienda. Los otros habitantes de la casa, en su totalidad tenían orgullo al regar su cuerpo con la primera agua de la mañana directamente en el río o en la laguna.

Coronel: denominación tradicional dada a los terratenientes, que se origina en estos eran nombrados coroneles de la Guardia Nacional. (N. del T.)

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Al recibir a Lili con tantos festejos, el coronel Eufrasio escupió varias veces en las escupideras de porcelana, importadas “de extranjía” y que mucho dinero le habían costado. A una seña suya con la mirada, hijos y yernos escupieron también. Eufrasio nunca perdonó a uno de sus yernos que erró la puntería, por causa de la distancia, e hizo blanco en las patas de una de las escupideras, casi salpicando a la joven recién llegada. “La única hija soltera de este coronel dormía en una alcoba sin ninguna entrada de aire, sin ventana, a no ser un hueco redondo, siempre tapado, que hacía las veces de ventana y era suficientemente estrecho para que la doncella sólo pudiera sacar la cabeza”. “¿Y por qué, mi Coronel? ¿Por qué martirizaban tanto a las hijas?” “Argemiro, el padre, temía que huyera por la noche y se casara con quien quisiera”. “¿Pero qué de malo tendría algo así?” “Que la joven echara por tierra irreparablemente los planes del padre, que quería que se casara con otro. Una boda de intereses, tú sabes”. Argemiro sabía. En pocos días, ya Lili se había dado cuenta de que el patrimonio principal de toda esa gente era la ignorancia de todo lo que no se relacionara con los asuntos de la hacienda. Nadie sabía nada de historia de Brasil. Las nociones de historia que tenían se limitaban a los árboles genealógicos de la familia con la limitante de que llegaban hasta los bisabuelos. Los familiares más remotos los recordaban envueltos en una especie de bruma que lo cubría todo. No sabían ellos los nombres correctos, los apellidos se mezclaban, los lugares donde habían vivido sufrían cambios terribles. Y esos infelices difuntos no podían protestar cuando el Coronel Eufrasio decía lo que sigue, por ejemplo, de un viejo pariente de Rio Grande do Sul: “era de allá, por Vacaria, cerca de Montevideo, de Posadas, no estoy seguro”. Era esta su frase más real, ya que además de equivocarse de esa manera insólita, también mentía sobre sus antepasados, adjudicando cualidades a aquellos de los que conservaba un buen recuerdo e imputándoles defectos, por muy remotos que fueran, a los parientes que nunca había conocido, pero de los cuales era desafecto. Sin embargo, ciertos odios gratuitos pasaban de generación en generación. Así, de un pariente pobre cualquiera, de un tío distante, se decía: “Eso no valía un centavo”. Era así como se castigaba, de varias formas, la memoria del antepasado: con una sola frase. El pobre hombre no merecía ni al menos el uso adecuado de un pronombre. Decían “eso”, ni siquiera “ese”. Y en cuanto al valor, más valía un caballo viejo, por mal trotón que fuera, pues algo siempre valía. Pero el antepasado no valía nada. Lili habló de la “Revolución Francesa”. “No sé nada de eso”, dijo serio y atento el viejo Eufrasio, siempre gentil con aquellas mujeres que consideraba “de familia”. “De familia” eran todas las que no fornicaban con él o no trabajaban en su hacienda. “¿Cuándo fue que se rebelaron?” “Hace tiempo”, dijo Lili sin esperanza alguna. “¡Mire para eso! Nojotro no sabíamos”. Traducción de Ramiro Arango y Mercedes Guhl

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© André de Toledo Sades

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ANDRÉA DEL FUEGO Nací en 1975, en la ciudad de São Paulo. Al comienzo de mi carrera, en 1998, fui invitada a escribir en una revista donde me pidieron que inventara un seudónimo como columnista; por sugerencia de mi suegra adopté el nombre de Andréa del Fuego, que no fue sólo para la columna sino para toda mi carrera. Tengo un ojo de cada color: uno es oscuro y el otro se pone más claro en presencia del sol. A mi mamá le encantaba contar lo que soñaba. En uno de sus sueños nuestra sala era un acuario, y nosotros nadábamos y éramos rojos. La ventana estaba abierta y ni por eso huíamos. Yo ya había publicado cuentos, pero con la muerte de mi abuela materna decidí escribir sobre el origen de mi familia. El punto de partida es reciente, pues se desconoce lo que pasó antes. Mis bisabuelos fueron electrocutados por un rayo. Ese es el principio de la novela Los Malaquía, obra traducida en diversos países como Alemania, Italia y Argentina. Con una beca de Petrobrás escribí mi segunda novela, As miniaturas (Las miniaturas, 2013). Tuve un hijo, que se llama Francisco José. El José de su nombre fue sugerencia de Pilar del Río, la viuda del Nobel, quien me recibió, con mi barrigota a punto de reventar, en la ceremonia del Premio José Saramago. Publico desde hace nueve años. Tengo tres libros de cuentos y tres para niños y jóvenes. Todos mis libros han surgido de impactos en mi cuerpo, que es lo primero de lo que uno se entera, y lo primero de lo que escribe. Soy miembro de una generación de escritores que hacen uso de la Internet como herramienta de divulgación, mantengo sitios web y blogs literarios desde el año 2000. Mis textos han formado partes de diversas antologías como Os Cem Menores Contos Brasileiros (Los cien menores cuentos brasileños, 2004), organizada por el cuentista Marcelino Freire (1967), y Geração Zero-Zero (Generación cero-cero, 2011), organizada por el cuentista Nelson de Oliveira (1966). En 2004 lancé mi primera obra individual, el libro de cuentos Minto Enquanto Posso (Miento mientras puedo). Entre 2005 y 2008 publiqué minicuentos en el sitio web Escritoras suicidas. Escribí también libros juveniles, como Sociedade da Caveira de Cristal (La sociedad de la calavera de cristal). En 2010 publiqué mi primer libro infantil titulado Irmãs de Pelúcia (Hermanas de peluche), con ilustraciones del escritor de libros infantiles Jean-Claude Alphen (1965). En ese mismo año, me convertí en colaboradora del programa Entrelinhas (Entrelíneas) de la televisora TV Cultura, donde presento reportajes sobre grandes figuras de la literatura.

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Fragmento de Los Malaquía Todos se recogieron, la noche venía espesa, el viento aflojaba las ventanas. Las tejas vibraban; a un mínimo gesto la tempestad nacería dentro de la casa. Los padres dormían en un cuarto. Nico, Julia y Antonio en otro, en la misma cama, anidados en forma de embrión. Un gato estiró las patas, las paredes se tensaron. La presión del aire acható los cuerpos contra el colchón, la casa entera se encendió y apagó, una bombilla en medio del valle. El trueno sonó largo hasta alcanzar el lado opuesto de la sierra. Bajo la construcción, la tierra, de carga negativa, recibió el rayo positivo de una nube vertical. Las invisibles cargas se encontraron en la casa de los Malaquía. El corazón de la pareja hacía la sístole, momento en que la aorta se cierra. Con la vía contraída, la descarga no pudo atravesarlos y hacer tierra. Al pasar el rayo, padre y madre inhalaron, y el músculo cardiaco recibió el remezón sin desaguar. El fogonazo calentó la sangre a niveles solares y se dedicó a quemar todo el árbol circulatorio: un incendio interno que hizo al corazón, caballo que corre solo, terminar la carrera en Doñana y Adolfo. En los niños, todos tres, el corazón hacía la diástole, la vía expresa estaba abierta. El vaso dilatado no perturbó el curso de la electricidad y el rayo siguió por el embudo de la aorta, sin afectar al órgano. Los tres sufrieron quemaduras ínfimas, imperceptibles. Nico despertó y no cambió de posición; tenso, esperó el día. La lluvia no impidió que la noche clareara, el gallo quedó mudo. En el cuarto de los padres el sol entró por las tejas destruidas, la pareja estaba tiesa sobre la cama, pero nadie hubiera dicho que una chispa de fuego los había cocinado por dentro. El colchón y el borde de las tejas quedaron ennegrecidos, Nico fue hasta allá y se dio cuenta del embate entre luz y carne. Antonio abrió los ojos, en estado de shock. Julia estaba alerta, pero no se movía, no levantó el párpado; Nico la dio por muerta. Jaló a Antonio de la mano, atravesaron la sala, siguieron por el sendero que los dejó en la portada. Los dos se quedaron sentados bajo un arbusto. Antonio le codeó el brazo a Nico, la perturbación era de hambre. Nico volvió, la provisión más accesible fue un trozo de piloncillo que se metió al bolsillo mojado. Oyó ruido en el cuarto, era Julia asustada. No acababa de salir de la cama cuando Nico la alcanzó, la tomó en brazos, las piernas largas de la niña pegaban contra sus rodillas. Antonio mordisqueó el trozo de piloncillo, los otros se arrebujaron uno con otro. Unas vacas se irguieron al fondo de la carretera, detrás de ellas un adolescente sostenía una rama, el agua helada goteaba del sombrero, escampó. Los hermanos temblaban, los labios morados, los pies fríos. — ¡Nico!

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Timoteo era empleado de Geraldo Passos, dueño de la Hacienda Río Claro. Timoteo fue hasta la casa de los Malaquía, entró y volvió corriendo. No dijo nada, montó a los tres en el caballo sin arreos que viajaba junto con el hato y continuó el trayecto. Cuando Geraldo vio a los tres, en orden de estatura, mandó a la empleada a traer café. —Timoteo, mañana lleva a los pequeños al hogar de la hermana francesa, allá en la ciudad. El mayor se queda conmigo. Durmieron los tres en el tapete, en espiral estrecha, al lado de la cama de Timoteo. Antes de salir del cuarto, Nico puso el resto del piloncillo en la mochila de la hermana. —No llores, luego voy a buscarlos. La pequeña se enjugó la cara con el ruedo del vestido y se le cayó el piloncillo. Antonio lo recogió del suelo y lo guardó en su mochila, censurando a la hermana. Timoteo subió a Antonio y Julia al caballo. Seis horas de viaje hasta la pequeña ciudad. — ¿De dónde son?— se acercó la hermana Marie. —Los papás se chamuscaron, cayó un rayo en la casa. El mayor se quedó en la Hacienda, don Geraldo se quedó con el muchacho. Marie se llevó a los dos para el patio, esperarían allí a que les arreglara una cama en uno de los cuartos.

Traducción de Ramiro Arango y Mercedes Guhl

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Emilio Fraia Nací en São Paulo en 1982. Escribí mi primer libro, la novela O verão do Chibo (El verano del chivo, Alfaguara) en 2008, a cuatro manos con una amiga. Intercambiamos cientos de e-mails hasta que la historia quedó lista. Cada uno escribía una parte, el otro la leía, reescribía y seguía adelante. Es una narración sombría, con niños, vacaciones, verano; y trata de la dificultad de expresar ciertas cosas, normalmente las más importantes. A veces me parece que es una especie de novela de aventuras, pero contrahecha; o una conversación entre dos personas, plagada de malentendidos. En 2012 fui uno de los autores seleccionados en la recopilación de los mejores escritores jóvenes brasileños de la revista inglesa Granta. Allí publiqué un cuento titulado Temporada, sobre un tenista jubilado. Recientemente escribí el guión de una novela gráfica, Campo em Branco (Campo en blanco, Companhia das Letras, 2013), bellamente ilustrado por el dibujante de cómics DW Ribatski. El libro cuenta la historia de dos hermanos que se reencuentran luego de muchos años y deciden rehacer un viaje de su infancia. En este viaje van de campamento, escalan una montaña. Hay toques de road movie, de carreras de perros y de física cuántica. También es una narración sobre el blanco: durante el proceso acabamos obsesionados por este color que es el de la ausencia, de aquello que no se dice o no se entienden, de la ambigüedad y lo incompleto, de la bola de ping-pong y del silencio. Me interesan mucho las ciencias exactas, todo lo que estas le pueden decir a las ciencias humanas. Y me gusta todo lo que aparentemente no tiene sentido (pero lo tiene), Gombrowicz, Bernhard, Bolaño y viajar, principalmente a lugares de playa y naturaleza. Entre 2009 y 2013 fui editor de literatura contemporánea de una de las editoriales más importantes del Brasil, Cosac Naify, donde edité libros de autores como Enrique Vila-Matas, Mario Bellatín, Antonio Tabucchi, Alejandro Zambra, Macedonio Fernández, William Kennedy, Valter Hugo Mãe, Péter Esterhazy, Alan Pauls, entre otros. Tengo formación periodística y he escrito reportajes, crónicas y ensayos para diversas publicaciones brasileñas, como el periódico Folha de São Paulo y las revistas Trip, Piauí, Vogue, Serrote, entre otras. En la adolescencia (en los comienzos de la Internet), entre 1999 y 2003, tuve un sitio web llamado Givago (Zhivago), donde publicaba ficción de autores jóvenes. Fueron 91 ediciones, y en ellas se publicaron más de 500 textos. Actualmente estoy terminando de escribir un libro de cuentos que debe lanzarse el año próximo y se va a llamar Sebastopol, y trabajo en una novela, aún sin título. Mantengo un blog: emiliofraia.blogspot.com.

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© MarcioScavone

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Fragmento de Temporada Una noche, Nilo se encuentra al entrenador y a su mujer en un bar en Ángel. Están apoyados en la barra, acompañados de una joven que no reconoce. Al acercarse tiene la impresión haberla visto antes. Los saluda. Los presentan. Se trata de una amiga de la mujer del entrenador. Le preguntan si quiere tomar algo. Los tres están tomando cerveza. Al inclinarse para pedir un whisky —y jugo de manzana, para pasarlo— Nilo la recuerda: es la tenista de cola de caballo. Comenta sobre la coincidencia y le pregunta si su brazo está ya mejor. Ella dice que sí. Pasó un mes quieta, pero ahora está mejor. Pensándolo después, es más una sensación de cómo son las cosas, o cómo podrían haber sido. Ella cuenta que en la adolescencia jugó algunos torneos. Llegó a pensar en hacer carrera en el tenis, pero la vida fue tomando otros rumbos. Estudió inglés en la universidad. Tomó un curso de buceo en Nueva Zelanda. Dijo que su padre y sus abuelos son de allá. Los tatarabuelos eran ingleses. Emigraron alrededor de 1850. Luego, a comienzos de siglo, cuenta, su padre hizo el camino inverso y volvió a Inglaterra, poco antes de la guerra. Otro grupo se les junta, también son amigos del entrenador. Es el cumpleaños de ése, señala ella, el del saco estrafalario. Hablan del saco, comienzan a llamar al cumpleañero “el del saco estrafalario”. Acuerdan averiguar antes de que acabe la noche de qué está hecho el forro de un saco estrafalario. Ella pasa de cerveza a whisky. Hay una algarabía: brindis. Ella habla de las calles, museos, parques de los lugares que él no conoce y tiene que conocer. Ella muestra una foto que lleva en la cartera. Es mi parque favorito, dice. En la foto aparece de la cintura para arriba, con los ojos cerrados, recostada contra un puente. Cuenta que a veces no puede creer que dejó de jugar, quiere decir, de tomar la cosa en serio. Pero cuando mira atrás todo parece tener sentido. Comenzó a interesarse más por las clases en la facultad. Conoció a una muchacha que jugaba mucho mejor que ella. Pero no podía saber qué fue lo que más pesó en su decisión de no seguir jugando. Es posible que no haya sido nada de eso tampoco. Porque la gente dice: comencé a interesarme en la lingüística y cada vez tenía menos tiempo para el tenis, hasta que ya lo dejé totalmente. O bien: dejé de jugar tenis justamente para poder comenzar a apreciar la lingüística —el destino. Cuando leo sobre alguien que ya murió pienso: ¿será así como escribirán de mí un día? ¿Con un hecho explicando el otro, las motivaciones? Como si cualquiera pudiera saber cosas así sobre la vida de otro. Nilo bebió más de la cuenta y no sabe ya si entendió muy bien, pero todo le vuelve en el autobús. Introduce el dedo medio en la garganta, trata de vomitar, porque si vomita se va a sentir mejor, es lo que dice su mamá, tose, pero no lo logra. Apoya la cabeza en el vidrio y la piscina del gimnasio se agranda en la noche. Es la impresión que tiene, cuando se sumerge y todos están en sus habitaciones, durmiendo o en fiestas, recepciones de los de primer año, apartamentos ahumados. Se sienta en el borde. No se puede ver el fondo. Las

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gotas que caen forman círculos. Como si al otro lado del agua hubiera otro mundo, igual a este sólo que invertido y, en él, un hombre viejo y confundido buscara algo, sin lograr saber qué. El gimnasio está apagado, hay puntos de luz en los costados de la piscina, la superficie refleja un brillo frío.

Traducción de Ramiro Arango y Mercedes Guhl

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© Renato Parada

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MaRCELINO FREIRE Soy terco. De una generación terca de escritores. Que hundieron los pies en el teclado. Llegaron golpeando. Escriba ahí. Nací en Pernambuco, en el nordeste de Brasil. Escriba ahí. Todo el que nace donde yo nací es terco. No le gusta quedarse esperando a que el futuro suceda. El futuro pierde mucho tiempo. Escriba ahí. Vivo en São Paulo desde 1991. São Paulo es una ciudad que despierta. No amanece. Yo necesitaba una ciudad que me despertara. São Paulo me despertó. No me convirtió en un pedazo de llanta inerte. Escriba ahí. Cuando más leo es en la calle. Nadie tiene tiempo para andar por las nubes. Lo que se ve aquí es humo. Escriba ahí. Los cuentos que escribo son colchón en llamas. Tugurio estallando. Indio siendo quemado vivo. Escribo para vengarme. De mi país. De una añoranza. Escribo como quien reza. Fue mi mamá quien me enseñó. Es ella quien escribe lo que yo escribo. Por eso mis cuentos son cantos. Pláticas. Letanías. Publiqué cinco libros de cantos. Cuentos negreros ha sido el único publicado en el extranjero. Salió en Argentina. Escriba ahí. Cuando el público lector de la Feria de Guadalajara esté leyendo este testimonio yo ya estaré lanzando mi primera novela, Nossos ossos (Nuestros huesos). Será también lanzada en Argentina. Escriba ahí. No es fácil escribir una historia larga. Mi aliento es corto. No acabo de comenzar a escribir cuando ya quiero dejar de escribir. Cosa pesada eso de escribir. Por eso invento otras cosas. En São Paulo creé la Balada Literaria, un evento que tiene ya ocho años. Solo para distraerme. Darle sentido a lo que no tiene sentido. No sabría vivir sin la literatura. Soy un cobarde. Solo tengo valor cuando escribo. Es cuando me lleno más de rabia. Mis palabras se vuelven armas. Escriba ahí. Quiero a México. Sin nunca haber pisado México. Mi literatura tiene mucho de México. El colorido. El grito. La muerte. El pueblo. Las fronteras de allá son las fronteras de acá. El mexicano es nordestino. Terco. Yo sé. Escriba ahí. Escriba que yo firmo abajo. Por nosotros. Por mí.

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Canto II para La Balandra TÍTULO Canto II Solar de los príncipes Cuatro negros y una negra frenaron en la entrada de este edificio. El primer mensaje del portero fue: “¡Dios!”. El segundo: “¿Qué quieren?” o “¿Qué piso?”. O “¿Por qué todavía no arreglaron el ascensor de servicio?”. “Estamos haciendo una película”, respondimos. Caroline aclaró: “Un documental”. No tengo ni idea qué es eso, qué sé yo, no sé. Que cada uno de nosotros muestre su documentos de identidad y listo.“Estamos filmando.” ¿Filmando? ¿Espiando? Los ladrones hacen eso cuando quieren secuestrar. Acompañan el día a día, las costumbres, los horarios en que la víctima se va a trabajar. En el edificio hay gerentes de banco, médicos, abogados. Menos el administrador. El administrador nunca está. -¿De dónde son ustedes? -Del Morro do Pavão. -Vinimos a grabar un largometraje. -¿Un metra qué? Metralladora, caño largo, granada, negros armados hasta las encías ¿No lo dije? Voy a salir corriendo. Los nordestinos son hombres ¿Los porteros son o no son hombres? Caroline inició un diálogo así: “La idea es entrar a un departamento del edificio, de sopetón, y filmar, hacerle una entrevista al que vive ahí”. El portero: “¿Entrar a un departamento?”. El portero: “No.” El pensamiento: “Estoy jodido.” Fue mía la idea, lo confieso. Las personas viven subiendo al morro para hacer películas. Les abrimos nuestras puertas, les mostramos nuestras cacerolas, mierda. Así fue: compré una cámara de tercera mano, nos pusimos de acuerdo, ensayamos unos días. Imágenes exclusivas, tomadas de la vida de clase media. Caroline: “Querido, por favor, cariño”. Caroline le mostró el micrófono, de lejos. Con sus labios le llamó la atención, no sé. ¿Van a golpearme con el micrófono? El micrófono nos lo prestó un pai-de-santo, que nos patrocinó. El portero llamó a los departamentos 101, 102, 108. Fue pasando por todos los pisos. Me están asaltando, presionando, llamen al 190, qué sé yo. La gracia era que nadie se enterara. Se pierde la espontaneidad del testimonio. Que los vecinos cuenten cómo es vivir con autos en el garaje, con cuentacorriente, con piscina, con computadoras modernas. Fama y dinero. Festival de Brasilia. Festival de Gramado. Mostrar la película en el barrio y también ahí en el salón de fiestas del edificio. No.

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Nosotros no solamente oímos samba. No solamente oímos balas. Este portero no parece negro, al dejarnos encerrados del lado de afuera. El morro está ahí, abierto las 24 hs. Nosotros les damos la bienvenida de brazos abiertos. Entran los malandros, investigan sobre nuestro pasado. Nosotros nos desahogamos como loros. Hablamos demasiado, ofrecemos hasta lo que no tenemos, agua, café, coca-cola. La mierda del portero no nos deja empezar. Qué cagada. Domingo, hoy es domingo. Sólo queremos saber cómo almuerzan las familias. Si hacen la misma fiesta que nosotros. Platos, feijoada, servilletas. Carajo, no hacía falta el administrador. Escuche. Vamos a sacar la cámara del bolso. Le mostramos que somos buenos, que sólo queremos mejorar, eso, nuestra fama. Hacer cine. Cine. Piense en la gran dama Fernanda Montenegro, casi se gana un Óscar. -Fernanda Montenegro, no, ella no vive acá. Y nos advirtió: “Voy a llamar a la policía”. Nosotros: “¿Llamar a la policía?” A nadie le gusta la policía. No queremos ese tipo de noticias. Hicimos todo esto con un esfuerzo del carajo. Nicholson dejó de ir a vender churros. Caroline faltó al boliche. Yo dejé a mi esposa, mi perra y mi hijo. No es un largo, es un corto. La alegría de los pobres es dura y dura poco. Filmen. ¿Qué? Les di la orden: filmen. Empezamos a filmar todo. Algunos vecinos posando la cara por los balcones. El tránsito transitando. La sirena de la policía. ¿Eh? La sirena de la policía. Toda película tiene sirenas de policía. Y tiros. Muchos tiros. En cámara violenta. Mierda, Johnattan saltó el portón de hierro. El portero se encerró detrás del vidrio. Aterrador. Aparecieron personas de todo tipo. Y esa no era la idea. Tuvimos que improvisar. No hay problema, todo bien. Pedimos que lo corten al editar.

Traducción de Lucía Tennina

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julián fuks No he vivido lo bastante para un balance autobiográfico. No he vivido lo bastante para escribir, a decir verdad, y sin embargo veo una página tras otra manchándose de tinta, cubriéndose de palabras antes impensadas. Mi existencia puede resumirse en unos pocos datos menos o más refutables: nací en San Pablo hace poco más de treinta y años, hijo de argentinos exiliados, y algo de mi infancia la pasé en un departamento antiguo de Buenos Aires. Fue esta existencia parca, la vida que se deslinda en insignificancias episódicas, lo que traté de registrar en algunos cuentos delgados que ni siquiera eran cuentos, eran meros fragmentos. Después me cansé de la ausencia de fantasmas propios y tomé algunos prestados: vi algo en la ceguera de otros escritores, Borges, Cabral, Joyce, e hice de sus desdichas mi tema literario. Como ninguna de esas páginas me vino fácil, como mi escritura se ha dado siempre tras un duro embate que casi por milagro resulta en una secuencia ordenada de frases, me dejé convencer por algunas ideas convenientes: la muerte inminente de la novela, la imposibilidad de narrar. Abracé la paradoja y con estas nociones catastróficas engendré una novela, es decir, más coherentemente, una procura de la novela. Quizá en algunas páginas haya sido capaz de conciliar la escualidez de la vida y la mezquindad de las palabras, y estas aún resistirían en mi estima. La estima de otros lectores siempre ha sido una sorpresa, una improbabilidad por la cual soy muy grato. No son tantos, pero son generosos, y me han rendido algunas reseñas felices en revistas y diarios, algunos premios lisonjeros, la mención en un par de listas de mejores escritores jóvenes, por supuesto todos méritos cuestionables. Sé que nada de esto llega a concederme una consistencia biográfica, o a la vida algún propósito claro, pero al menos ahora me atrevo a afirmar que soy ‘escritor’ casi siempre que me lo pregunta algún formulario. Mis libros publicados son: · Procura do romance (Procura de la novela, Record, 2011) · Histórias de literatura e cegueira (Historias de literatura y ceguera, Record, 2007) · Fragmentos de Alberto, Ulisses, Carolina e eu (Fragmentos de Alberto, Ulisses, Carolina y yo, Letras, 2004)

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Fragmento de Los ojos de los pobres (...) Debo decir, si voy a contarlo, que el episodio nada tiene de remoto, nada de inexplicable, nada de absurdo, todo lo contrario, es un episodio de los más obvios. Es su patente obviedad lo que lo hace más hediondo – es por tan banal, tan rutinario, ocurrencia trivial en cada urbe del mundo entero, que adquiere un extraño status de atrocidad. No es que tenga yo el derecho de usar esta palabra, no es que sea el mensajero cierto de la atrocidad, yo que aquí me concedo el insomnio, el silencio y la noche alta, yo entre paredes rígidas en mi cómodo escritorio, bajo el foco de esta luz pálida que me baña los brazos, esta luz que me lava las manos ávidas sobre el teclado. Quiero hablar de la desgracia del mundo y temo acabar hablando sólo de mi propia, tan pequeña desgracia. Veníamos, si puedo contarlo, y si al contarlo no me arrogo ninguna exclusividad, veníamos ella y yo deslizando por las calles con los vidrios cerrados – ella que ahora duerme en nuestra cama en el cuarto de al lado, sé por la respiración que resuena, quizás reviviendo esta misma escena imperiosa en la insistencia habitual de sus sueños – deslizábamos, yo decía, por las calles con los vidrios cerrados, y estábamos contentos, éramos felices, veníamos ligeros, distraídos, soberbios. Nos complacíamos con la más reciente adquisición para nuestra casa, dos lindos sillones mullidos con que luego amueblaríamos, amueblaremos, este mismo escritorio en que ahora me encuentro, este espacio vago atravesado por sombras que se alargan a mis espaldas. No nos habíamos comprado, tal vez valga resaltar, un horno de microondas o un lavavajillas automático, no nos habíamos comprado un televisor u otro aparato tecnológico, ningún símbolo mayor de la disipasión dañosa, nada, hasta donde puedo ver, que sugiriera tan de inmediato un consumismo inveterado. En los sillones nos sentaríamos para leer, simplemente, lado a lado, haciendo eco a citas interesantes, intercambiando comentarios dispersos, gastando en esa paz doméstica las largas tardes de sábado, hasta el anochecer, era lo que divagábamos, por eso tal vez convendría conseguir también una nueva lámpara, era lo que discutíamos, cuando la ocurrencia surgió al acecho en el rojo del semáforo y sin tanto querer interrumpió nuestro unísono diálogo. Querría poder decir que lo primero que noté fueron sus ojos, los ojos opacos de los que sufren, los ojos que esconden el sufrimiento detrás de su opacidad, los ojos huérfanos de todo brillo, de toda espera, de todo afecto – los ojos de miserable. Sin embargo lo primero que noté fueron los pasos tambaleantes que lo aproximaban, la inestabilidad de sus piernas y brazos, el cuerpo cayendo hacia adelante, pie ante pie, en choques irregulares. Por instinto, alguien dirá, pero estoy cierto de que el instinto no tiene nada que ver con esta historia, por instinto llevé la mano al botón correspondiente y verifiqué si las puertas estaban trabadas, las trabé de nuevo, compensando el acto audible de hostilidad con la apertura de pocos centímetros de la ventana. Por esta grieta mezquina del vidrio oscuro el hombre debe haberme visto palpando los bolsillos, averiguando en patético teatro si no habría alguna moneda improbable abandonada en el cenicero, en el cajón entre los asientos, en el compartimiento interno de la puerta, volviéndome hacia ella y indagando sin palabras si tendría alguna cosa, retornando a él, ostentando mis palmas vacías y blancas, alegando ahora: Perdón, no tenemos cambio.

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Debe haber existido alguna vacilación en sus gestos, creo que retrocedió un paso, estuvo a punto de dislocar la pesada carga de su cuerpo escuálido hasta el próximo coche, de extraviar así su existencia en el torbellino de hechos inmemorables que componen cualquier gran ciudad. En vez de eso, se detuvo allí por un mínimo instante, algo como algunos segundos comprendidos en su relativa inmensidad, y con el antebrazo izquierdo se amparó en el parabrisas, curvó la columna, posicionó los labios junto a la brecha expuesta – ocultando sus probables pupilas dilatadas, los iris coléricos que yo no había observado. Fue en un susurro grave que él expresó su voluntad, estas palabras sencillas que no quieren tan pronto ser digitadas, que susurro de vuelta testando el ritmo o el impacto, estas sí la cita haciendo eco en las paredes del escritorio, entre los sillones aún ausentes: Pase con la rueda encima de mi cabeza. Pase con la rueda encima de mi cabeza, fue lo que él dijo una sola vez, y no era una orden, y no era tortuosa retórica, yo estaba seguro, era un pedido sincero en un momento de pleno desespero. ¿Cómo reaccionar, cómo responder a tal apelación, cómo elegir en la infinidad de convenciones y frases hechas que la cultura nos ofrece alguna réplica que se acomodara en mínima medida a la situación asombrosa, al disparate? Si el hombre apenas escucharía las palabras banales que le dijera, si ya se retraía y se preparaba para marcharse sin más, si el mundo ya se había ocupado de enseñarle con total elocuencia que ningún pedido suyo, fuera el que fuera, jamás sería atendido. Y si en ese incontenible instante, callado y ahogado en saliva, tan solo me era posible clavar los dientes y simular en mi mente aquella escena inaudita, por un segundo nada más, el hombre estirándose en la acera, empapando sus trapos en el agua sucia de la calle, pegando su oreja al piso, frunciendo las cejas, y – a pesar de mí y de mis sentimientos, a pesar de ese otro hombre sentado al volante y de la incertidumbre del pie que acelera – aguardando la rueda que vendría a aplastarlo sin piedad ni tristeza, la goma dura a desollarle la piel, derrapando en su mejilla, el peso del coche montándose en su cráneo, destruyendo sus huesos, el rostro deshaciéndose, los ojos explotando por fin, por un segundo nada más, sesos manchando el asfalto de gris y rojo. Por un segundo nada más y ya no supe qué decir, devuelto súbitamente al silencio de antes, a la paz terrible del presente. (…) Traducción de Julián Fuks

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JULIANO GARCIA PESSANHA Nací en São Paulo en 1962, y fue en esa ciudad en donde ocurrieron las cosas que me acontecieron. Pero creo que esas cosas podrían haberme pasado también si hubiera vivido en Buenos Aires o en la Ciudad de México, o en algún otro lugar. Con eso quiero decir que no noto en mis escritos un tono marcadamente local. Esa impresión se confirma aún más cuando constato que, en la constelación de lecturas en las cuales encontré eco para mis preguntas incluso sin formular, hay autores rumanos, polacos, argentinos, checos y alemanes, y algunos de ellos son escritores pero otros no, más bien filósofos, por ejemplo. Nunca tomé la decisión de convertirme en escritor. Simplemente me sentí impelido a escribir diarios. Estos eran una especie de salvaguarda para mí, una zona de protección en un mundo en el cual no me sentía en casa. Escribirlos era una tentativa por comprender mi situación paradójica y, al mismo tiempo, de levantar una cartografía de la inhospitalidad. De esos diarios, escritos entre 1983 y 1995, surgieron mis primeros libros: la trilogía Sabedoria do nunca (Sabiduría del nunca), Ignorância do sempre (Ignorancia del siempre) y Certeza do agora (Certeza del ahora). Están compuestos por varios géneros y ya contenían elementos ensayísticos que dialogaban con la filosofía y el psicoanálisis. Hoy, pasados tantos años y tras la publicación de Instabilidade perpétua (Inestabilidad perpetua) en 2009, pienso que todo lo que he escrito y publicado está atravesado por un deseo de localización y de intentar responder a las preguntas ‘¿Quién soy?’ y ‘¿En qué mundo estoy?’. Un análisis de mí mismo y una indagación sobre el mundo escrito a partir de diversos repertorios.

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Fragmento de La exclusión transfigurada Entre otras cosas yo, Kafka,… Durante mucho tiempo quise nacer hacia dentro del mundo. Me parece bastante extraño que haya nacido hacia fuera del mundo. ¿Cómo es posible que, al nacer, no se nazca hacia el interior del mundo, sino hacia una zona exterior e ilegal? Mi condición es la de jubilado prematuro; desde el principio desencargado del servicio del mundo por carencia de algún vínculo esencial. En mí el vínculo era de hielo, amarra rápidamente derretida y deshecha. Pero siempre quise regresar al engaño de esa adherencia. Yo veía a todo el mundo viviendo por el lado de adentro. Yo también quería vivir en la ilusión de estar viviendo por dentro. Los hombres, cuando viven por el lado de adentro, cuando se encuentran activos, están tan bien recostados en el ente e integrados al mundo, que son enteramente identificables. Ayer mismo, en el bar, con Werfel, con Max y los demás, ¡los veía tanto que me asustaba! Y los recorrí uno a uno y fui deletreando la identidad de ellos hasta que me llegó el turno y percibí que de mí sería imposible dar siquiera alguna ubicación. Me levanté y fui hasta el baño y entonces pude percibir que mi ombligo era un signo de interrogación. Y aún más, al mirar mejor y más detenidamente mi ombligo, noté que se abría en él un agujero sin fin. Llegó a parecerme gracioso, pues aunque odie las metáforas, me comparé con un queso suizo lleno de agujeros, pero un queso suizo ya casi enteramente comido y devorado por tantos ratones que ya solo quedaba un agujero en sí. Pero era así. Vuelvo a la mesa y ellos parecen estar todos bien mientras yo me quedo todo el tiempo roído y atravesado por ese desasosiego terrible, por esa pregunta inmensa… Max se la pasa siempre elogiándome, diciendo que yo soy esto, que soy aquello, pero no sabe que yo no paso de ser un jeroglífico sin sentido y que mi vida es apenas una marcha congelada, pues yo, al contrario de él y de sus peripecias y experiencias múltiples, solo tuve la experiencia de no ser contemporáneo de ninguna experiencia. Las experiencias y los acontecimientos se dan del lado de más allá de la frontera, del lado de los que nacieron hacia dentro del mundo. Como yo nací hacia afuera, no consigo alcanzar el reino de las experiencias. En una carta que le escribí a Milena en el año 1922 le dije que “mi vida es la vacilación ante el nacimiento”. Nacer, más allá del sentido biológico, es acoger determinaciones, es ganar una identidad en el mundo. Ahora, como yo me la paso deambulando en la zona prenatal, permanezco indeterminado y desreferenciado. El mundo de los nacidos (de los subjetivados) es para mí una tierra extraña adonde entro como una especie de etnólogo envidioso. Todo lo que para ellos es un habitual compartido, es para mí algo extraño que debe ser descifrado… y, de hecho, gran parte de la interpretosis infinita que aparece en mis textos deriva de ahí. Deriva de que me debo esforzar en la dirección de lo básico. ¿Hay desgracia mayor de la de tener que esforzarse en la dirección de lo básico? Además de eso, mi posición de excluido del mundo y de detenido en la antecedencia del nacimiento (en mi diario escribí “no haber nacido aún y ser obligado a pasear por las calles y conversar con las personas”) es dolorosa, porque en mí hay una inmensa añoranza de vida no vivida, una nostalgia de la vida desperdiciada. ¡Ah! Qué promesa, la vida humana. ¿Cuánto rondé esa promesa? ¿Cuánto la presentí detrás del velo de la exclusión? Muchas veces pensé que un buen día me despertaría ¡y ya! Estaría dentro de la vida, compartiendo y participando como los demás.

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Entonces yo simplemente iría a estar en la mesa de las personas animadas y estaría animado también y no como en aquella pensión, aquella noche en que anoté en mi diario: “Infinitamente asombrado ante una reunión animada de personas”. Siempre asombrado, con el rumor de las partidas, con los planes de vacaciones de los que viajaban. Un día —¡cuánto mesianismo!— yo iría a sentir todo aquello por dentro. Traducción de Ramiro Arango y Mercedes Guhl

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RICARDO LÍSIAS La semana pasada, a punto de cumplir los 90 años, mi abuelo me pidió que le diera de regalo un ejemplar de El conde de Montecristo. Su pasatiempo siempre ha sido leer. Mi madre, al igual que él, adora los libros. Crecí en una casa en que la lectura era un hábito, y eso hizo que desde pequeño viviera cerca de los libros. No recuerdo cuándo empecé a escribir, pero a los diez años gané un concurso de crónica, con un texto en el cual pedía algunas mejoras para el barrio en que vivíamos. Ese fue el comienzo de mi proyecto literario: el vínculo entre los clásicos de la literatura y los problemas contemporáneos. Publiqué mi primer libro cuando era muy joven, a los 24 años. Cobertor de estrelas (Cobertor de estrellas) narra la historia de un niño abandonado que vive en las calles de São Paulo y sueña con aprender a leer y escribir. En mi siguiente novela, Duas praças (Dos plazas), se entrelaza la historia de una mujer habitante de la calle con la de la desaparición de una joven argentina que vino a estudiar al Brasil, y en el trasfondo se vislumbra la herencia de las violentas dictaduras que estremecieron nuestro continente. El libro fue uno de los ganadores del Premio Portugal Telecom. Cuando salió a la venta yo tenía 30 años. Dos años después reuní cinco cuentos largos en el tomo Anna O e outras novelas (Anna O y otras novelas cortas). El punto en común entre ellos es el análisis de diversos desórdenes psicológicos que aquejan a los personajes. En 2009, cuando cumplí 34 años, publiqué la novela O livro dos mandarins (El libro de los mandarines). En ella cuento la historia de un ejecutivo de un banco que decide trasladarse a China, el nuevo paraíso del capitalismo mundial. Es mi crítica al mundo corporativo. El año pasado publiqué la novela O céu dos suicidas (El cielo de los suicidas), que describe la trayectoria de angustia y desesperación del narrador en busca de una explicación para el suicidio de uno de sus mejores amigos. El libro resultó elegido como el mejor del año por la Asociación de Críticos de Arte de São Paulo. También en 2012 fui escogido para la edición de la revista Granta dedicada a “los mejores autores jóvenes brasileños”. A mediados de 2013 publiqué mi quinta novela, Divórcio (Divorcio), que describe el camino del narrador quien, tras un breve matrimonio que acaba en desilusión amorosa, recupera el equilibrio psicológico perdido. Ahora me doy cuenta de que esta presentación está llena de fechas y edades. Será porque estoy escribiéndola el día que cumplo 38 años. Según mis cuentas, todavía voy a publicar otras diez novelas…

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Fragmento de Divorcio TÍTULO KILÓMETRO UNO Poco después del divorcio uno de mis mayores problemas fue el aire. En la calle, respiraba profundo y el aliento no atravesaba la garganta. Pensé que caminando rápido el tórax se comprimiría un poco. Hice fuerza, pero no dio resultado. Me volvió a la cabeza mi cadáver en la cloaca. Miré alrededor. Si morí no puedo estar viendo estas luces. Algunos automóviles disminuían la velocidad, otros sólo paraban en el semáforo. El aire volvió a desaparecer y aceleré aún más. Sentí aturdimiento. Si me cayera allí, nadie se daría cuenta. Nadie, una palabra que tendría eco en mi cabeza con más frecuencia que la imagen de mi cuerpo sin piel en el ataúd de la cloaca. ¿Quién piensa sin aire? Nadie. Por ejemplo, uno puede llorar desesperadamente en la avenida más importante de América Latina y nadie lo va a ayudar. Nadie me preguntó nada cuando entré a la línea equivocada del metro y miré el letrero confundido. Necesitaba que un viejo me dijera algo, o una joven, pero nadie me miró en el metro de São Paulo en el peor día de mi vida. Me di cuenta de que caminar rápido no resolvería la cuestión. El aire, al igual que nadie, no aparece. Controlé el aturdimiento. Al derruirse, el mundo rueda. Mis piernas están fuertes. De repente, un lapso de orgullo que sólo hasta hoy noto. En aquel momento a nadie le importarían mis piernas. A nadie. Me alejé un poco de la calle, pues si me caía sería atropellado. Vi algún movimiento en la acera. Tengo que quedarme por acá. Despacio, pasé frente a una parada de autobús. Si me desmayara en este momento, me verían. Me quedé allí tratando de respirar profundo por un buen tiempo. Traté de rehacer en mi cabeza lo que había ocurrido. No lo logré. Nadie ofrecía ayuda. Entonces paré por unos instantes para verificar mi cuerpo. Percibí algún alivio al notar que mis piernas estaban cansadas. Algo clareó en mi visión. Amanecía. Había caminado mucho. Estoy vivo. * En el camino de vuelta fue un error acelerar. Perdí el aliento otra vez. Respiré profundo y la garganta dio la impresión de hincharse. Por segunda vez en pocas horas me vino a la cabeza la imagen de mi ex mujer sin hacer nada mientras yo me ahogaba. Dejé de caminar y me senté en un muro. Un autobús pasó bien cerca. Oí a tres muchachos conversando. Estoy en un lugar concurrido. La conclusión me calmó. Sentí que lo ideal era respirar despacio. Me siento débil.

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Todavía sentado, planeé el camino de vuelta. Si no diera resultado, por lo menos estaba pensando en algo. Sentí también que no debía de apurarme. Por nada, repetí en voz baja. No puedo apurarme por nada. El insomnio causa mucha irritación. El corazón se dispara y, con eso, desaparece el aliento. Falta todavía más aire. Cuando comencé a caminar de nuevo, el estómago se apretó. Poco a poco conseguí suficiente aire para caminar a un ritmo normal. Tengo hambre. En la puerta de una panadería me di cuenta de que no tenía dinero. Al atravesar la calle, a unas cinco cuadras de la cloaca, cambió de repente el semáforo y quedé en medio de la calle. Tuve la certeza de haber visto, detrás de un puesto de revistas, a uno de los enanitos de mi sobredosis. Un automóvil sonó la bocina. Si sigo caminando, del otro lado de la calle me van a cercar los enanitos. Volví a la acera donde estaba antes y la vista se me oscureció de nuevo. Ahora alguien me ayudó. Traducción de Ramiro Arango y Mercedes Guhl

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Lourenço Mutarelli Comencé mi carrera como diseñador. Después pasé a dibujar historias en forma de cómic y luego me convertí en escritor. Hice algunos proyectos como actor, y en la actualidad dicto talleres de historias en cómic, en el Sesc Pompeia. Como autor de cómics he publicado doce álbumes: Transubstanciação (Transusbstanciación, 1991), Desgraçados (Desgraciados, 1993), Eu te amo Lucimar (Te amo Lucimar, 1994), (La confluencia del tridente, 1997), Sequelas (Secuelas, 1998), O Dobro de Cinco (El doble de cinco, 1999), O Rei do Ponto (El rey del punto, 2000), y Soma de Tudo (Suma de todo, 2001, 2002), volúmenes 1 y 2 (que integran mi más reciente lanzamiento en el género gráfico por parte de Companhia das Letras, titulado Diomedes, a trilogia do acidente (Diomedes, la trilogía del accidente), además de Mundo Pet (2004), A caixa de Areia (La caja de arena, 2006), Quando Meu pai se encontrou com o ET fazia um dia quente (Cuando mi padre se encontró con ET, era un día caluroso, 2011). Asimismo, he escrito seis piezas de teatro, cinco de ellas reunidas en el libro O Teatro de Sombras (El teatro de sombras, 2007) y una miniserie para la Internet, titulada Corpo Estranho (Cuerpo extraño), http://www.teatroparaalguém.com.br. Actualmente trabajo sobre un nuevo proyecto como dramaturgo, Sobre Projeções Mentais (Sobre proyecciones mentales). Y también en una nueva novela, aún sin título. Como escritor he publicado: · Cheiro do Ralo (El olor de la rejilla, Companhia de Letras, 2002) · O Natimorto (El mortinato, Companhia de Letras, 2009) · Jesus Kid (Devir Livraria,2004) · A Arte de Produzir Efeito sem Causa (El arte de producir efecto sin causa, Companhia de Letras, 2008) · Miguel e os Demonios (Miguel y los demonios, Companhia de Letras, 2009) · Nada me faltará (Companhia de Letras, 2010) · Cheiro do Ralo (Companhia, das Letras, 2011) Y dos de mis novelas han sido publicadas en español: · El doble de cinco (Devir, 2003) · El rey del ponto (Devir, 2003)

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Fragmento de El olor de la rejilla * Él entra. Trae una pierna. Una prótesis. Es japonesa, dijo. La voy a comprar. Va a ser la pierna de mi padre. Ya tengo el ojo. Ahora que pagué, tengo la pierna. Sé que con el tiempo, voy a ensamblarlo. Voy a ensamblar a mi padre. Mi padre Frankenstein. El padre que se fue. Se fue antes de que yo lo tuviera. Se fue, antes de yo nacer. Ni me vio. Nunca volvió. Se fue. Tan sólo salió con mi mamá una vez. Yo ni su nombre sé. Ni sé si tiene un nombre. Él ni sabe cómo soy yo. Nunca me vio. Yo, sólo lo imaginé. La vida entera. Yo mismo le di un nombre. Yo mismo lo bauticé. Yo mismo cuidé de criarlo. De cada detalle cuidé yo. Mi padre, fui yo quien lo inventó. Él nunca supo lo que yo siento. No supo cuánto lo amé. Él no sabe que rezo todas las noches. No sabe. No sabe cómo es mi cara. Ni sabe cómo fue. No sabe que yo fui niño. No sabe que la cicatriz de la rodilla fue de la vez que me caí. No sabe que existo. Y que tengo cara de Bombril. Él se metió rapidito en mi mamá y se fue. Yo quedé. Él es más triste que yo. Tal vez él no tenga a nadie. Yo lo tengo a él. Mi padre Frankenstein. * Prendo la TV. Oscurezco la pantalla hasta desaparecer la imagen. Transformo la TV en una especie de radio. Le pido la bendición a mi padre. Recito “Un Arnaldo Antunes”. Abro el refrigerador. Bebo algo. Así los sonidos de los 80 llegan a ser graciosos. Hasta los gemidos son engranajes. Ahora ya no quiero nada más. El vacío se expande en mí. Poco a poco me convierto en cosa. No sé si me da sueño o si es el sueño el que me da a mí. Llego. Ella ya me espera. Dice estar ansiosa y feliz. Espera no decepcionarme, nuevamente. No como recepcionista. Abro la puerta y le explico unos detalles. De las cosas muy sucias o complicadas, ella debe hacer una preselección. El resto, deja que yo me ocupo. Y nunca, nunca entres sin antes tocar. Hoy es ella quien frambuesa me da. Entonces, ya en mi sala, encerrado. Camino hasta el bañito y descubro la rejilla. Ayer, hasta me olvidé. Echado de bruces, inhalo. Trago.

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Para ella, la rejilla soy yo. Observo atento el agujero. En esta pose vuelvo a recordar el Narciso que pintó Caravaggio. Sólo que no hay reflejo. Sólo hay lo oscuro que soy. Y eso es todo lo que me resta para amar. Traducción de Ramiro Arango y Mercedes Guhl

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SANTIAGO NAZARIAN Suelo decir que, en el Brasil, o se es un escritor serio o se es un escritor malo. La literatura brasileña sigue siendo bastante conservadora, y se asocia más con los académicos que con los artistas. Cuando comencé a publicar, hace diez años, abracé la utopía de hacer una literatura más pop, joven, pero con densidad y consistencia. Ese nuevo género lo llamé “existencialismo bizarro”: tratar las cuestiones existenciales atemporales del ser humano, pero asociándolas con referencias a películas de terror, cultura pop y humor negro. No es una mezcla común, y generalmente se le ve como literatura de entretenimiento, desechable, y obviamente no es acogida por unanimidad. A pesar de eso tuve el privilegio de ser publicado por grandes editoriales, de recibir críticas entusiastas, de que algunas de mis obras fueran adaptadas al teatro (o vendidas para hacer películas), y de ver mi libro adoptado como lectura obligatoria para los alumnos de primer año de universidad. Con mis obras, que comienzan a publicarse en el exterior, veo posibilidades de encontrar ese lector atípico, alternativo, capaz de leer la poesía escrita con sangre. Obra publicada: · Mastigando Humanos (Masticando humanos, Nova Fronteira, 2006; Ediciones Ambulantes, España, 2013; La Linea, Italia, 2013; Editora Record, Brasil, 2013) · Garotos Malditos (Muchachos malditos, Record, 2012) · Pornofantasma (Record, 2011) · O Prédio, o Tédio e o Menino Cego (El predio, el tedio y el niño ciego, Record, 2009) · Feriado de Mim Mesmo (Vacaciones de mí mismo, Planeta, 2005) · A Morte Sem Nome (La muerte sin nombre, Planeta, 2004; Palavra, Portugal, 2005) · Olívio (Talento, 2003)

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© Zare Ferragi

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Pirañitas Dos primos descansaban al borde del río. Catorce y trece años. Debían de tener nombres tontos de chiquillos: Fabio, Gustavo, para que se llamaran de Binho y Cuto. Muchachos. Se humillaban mutuamente. Pero estiraban los brazos y las piernas dentro del agua. Para ver si estaba fría. Si estaba caliente. No entraban, indecisos. Jugaban, prevenidos, revolviendo el agua sintiendo la temperatura, imitando una zambullida. Se habían sumergido tantas veces, tantas otras, tanto antes, sin siquiera poner un dedo, sin preocuparse por el frío. El calor estaba en ellos. Y siempre había una buena razón para sumergirse, refrescarse, huir del erizado de los mosquitos. Ahora no, a los catorce, trece... A los catorce y a los trece tenían conciencia del peligro. Quizás eran los brazos y las piernas, que se estiraban dentro del agua. Quizás era la educación, la escuela. Ciencias, tal vez fuese la tenía solitaria. Y el río en donde se zambulleran tantas veces presentaba nuevos peligros, enfermedades, nuevo tipo de corrientes impetuosas. El más joven sabía de lo que tenía miedo: pirañas. Dientecitos afilados trabajando en conjunto, consumiendo todo lo que insistiese en sumergirse. Era el más joven, pero era más robusto. Era más blanco, serviría de carnada. Como ganado para las pirañas, sería devorado por ellas, mientras que su primo... su primo cruzaría a salvo. Bastaba una herida abierta. Bastaba un mínimo sangrado. Un corte casi imperceptible, ellas lo percibirían. Lo devorarían ya muchacho en el río en que alguna vez nadara como niño. El mayor tenía miedo de otra cosa: enfermedades. Nadar entre pirañas -y las había pescado- en la punta de su caña de pescar, sabía que a él no le harían daño. Era magro. Era moreno. Se asustarían con sus brazos y zancadas. El peligro seguiría siendo imperceptible. Caramujos, platelmintos como la tenía. Animales muy pequeños que se alimentarían de su pubertad y se abalanzarían sobre él antes de cumplir quince. Se comerían sus entrañas, no dejarían nada para las pirañas. Poco a poco el agua se fue agitando, el sol se puso, y ellos se apresuraban para ver quién se zambulliría. Apenas mojaban sus pies, riñendo para ver quién iría primero. ¿Quién serviría de carnada, quién serviría de conejillo de indias? El valor no estaba en duda, pues se habían zambullido tantas veces antes. -Otras tantas veces- aún niños. Ahora se disfrazaban de· amabilidad, -primero usted-, -no, usted-. No era el asunto ver quién entraba de segundo, sólo si el primero sobreviviría. Cuando uno se zambullera y muriese, el otro apenas suspiraría. -Qué bien que no fui yo-. -Entonces por qué no entramos juntos- sugirió el mayor. No era ese el caso, no querían hacer un pacto de suicidas. Permanecieron en silencio, conviniendo. Además no querían morir juntos.

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El agua estaba ya rojiza por el ocaso. Pronto sería noche, imposible. Regresarían a casa y después a la ciudad. Ninguna otra oportunidad. El río, la naturaleza llamando y apenas los pies mojados. Puestos dentro de los tenis, sentían arrugarse los dedos. El tiempo había pasado como las oportunidades que no aprovecharon. Volverían a ser niños, en un impulso, en un salto, antes de que fuera tarde. Fabio, Gustavo, enfurecieron. Entraron en el agua hasta la cintura, dejando de pensar. Se llenaron de valor, y de repente, estaban en el agua. El calor era más fuerte que los platelmintos, el agua era más limpia que los mosquitos. Se habían cansado de espantar los insectos, de limpiarse el sudor, de mirar hacia el horizonte e imaginar qué había allá. La corriente no podía llevarlos. Eran ya bastante grandes. Brazos, piernas, unas zambullidas, otras más cerca de la orilla. Sólo un poco, solamente un poquito, un tris lejos de la orilla no nos hará mal. Pero la impaciencia no es virtud solamente de niños. La ansiedad hace también llorar a los cocodrilos. Caimanes. Yo. Estaba ya al final de mi día y cansado de esperar. Que viniesen a mí. Que me fueron traídos por la corriente. Que nadaran hasta mis brazos, mi abrazo, mi boca. Trabajo solo, pero soy más hábil que las pirañitas. Tengo apetito para los dos, para comer la carne y pasarle el palillo a los dientes. La dulzura del joven y lo crocante del mayor. Carne roja, pollo en leche de coco. Si los chicos no vienen a nosotros, nosotros vamos a ellos. Puedo alcanzarlos en la orilla. Llegará el día en que los reptiles volverán a dominar la Tierra. Traducción de Gerardo Sánchez

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© Margaret Gibbons

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Lucrecia Zappi Tenía cuatro años cuando dejé Buenos Aires, en 1976. Ansiosos por que el exilio fuera menos duro para mis hermanas y para mí, mis padres inventaron como excusa un crucero para ir a Brasil. Cuando repaso estos recuerdos de infancia, una de las imágenes más vívidas que me vienen a la memoria es el de mi madre dejando a mi perro a la portera del edificio. “Sólo por unos días”, dijo con el ánimo de tranquilizarnos. La franqueza de su rostro mientras ensayaba aquella sonrisa fue crucial para mí. No puedo explicar de qué modo, pero sé que de alguna manera es ahí donde está enraizada mi escritura. No sabía nada de portugués cuando llegué a São Paulo. Lo tuve que aprender. Y con 16 años, nueva partida. Esta vez me tocó ir a vivir a México, donde tuve que aprender español de nuevo. Resulta tentador pensar que para un extranjero la necesidad de buscar raíces está ligada al simple hecho de aprender un idioma, pero a medida que fui mudándome a otros países (Holanda, Bélgica y de nuevo Brasil), me he dado cuenta de que los temas relacionados con la reinvención y los desplazamientos no han dejado de obsesionarme. Mi novela, Onça preta (Jaguar negro), se publicó este año en São Paulo. Ocurre en Chapada Diamantina, en el nordeste de Brasil. Las ilustraciones que aparecen pertenecen a la protagonista, una estudiante de botánica que viaja a un lugar remoto para buscar a su desconocido padre. Los dibujos son parte de su esfuerzo para comprenderse, tanto a sí misma como a ese rústico y abandonado mundo que se trata de descubrir. Publicado también en portugués, tengo un proyecto para niños titulado Milfolhas (Milhojas), un viaje gastronómico por la historia de los dulces que ganó el Premio Bologna Ragazzi en 2011. Soy una enamorada de la cocina, pero el proyecto también nació de un inevitable entusiasmo por ver cómo los postres han ido paseándose de mesa en mesa, sobreviviendo o adaptándose a diferentes siglos y culturas, como curiosas figuras heroicas, capaces de extraer todo tipo de superlativos de las bocas que los degustaron. He trabajado como periodista para el periódico brasileño Folha de S. Paulo, y en otras publicaciones, la mayoría de ellas especializada en arte. Me gusta dibujar y soy traductora del holandés al portugués. Cursé un máster de creación literaria en la Universidad de Nueva York (NYU), y vivo actualmente en Nueva York. Actualmente estoy trabajando en mi segunda novela.

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Fragmento de Jaguar negro TÍTULO Mis dedos se arquearon, resistiéndose a tocar los insectos que huían por el suelo. Todavía no me acostumbraba al baño fuera de la casa ni al agua invernal racionada, que chorreaba escasa por mis piernas, escurriéndose por los pies ligeramente encogidos. Dos baldes de quince litros por persona eran la medida correcta, aseguraba José. Si la casa estuviera llena, la relación hubiera sido de un balde para cada uno. Y si no les agradaba la idea, que se fueran al río. Su mujer lo miraba con dolor. Que Brasil andaba caro y el turismo ecológico era cosa de los noventa, decía ella, pero él no le hacía caso, aunque el albergue siguiera prácticamente vacío. Mientras reconstituía la sonrisa penetrante del abuelo, rumoreando unos cuantos asuntos por el patio afilado por el viento, o vagando callado por las cómodas sombras, concluí que necesitaba más agua para lavarme el pelo. Tenía los dedos agarrados a los hilos ya enjuagados, pero sin agua suficiente para el acondicionador. Solo algunas gotas seguían marcando el tiempo, a intervalos cada vez más prolongados. En un rincón, cerca del rebosadero, en donde la espuma se distribuía en pequeñas islas, encontré un resto de jabón. Estaba tan arenoso y sucio que apenas resbalaba. Sin saber qué hacer, y un poco aburrida en aquel fondo de patio inhóspito, empecé a arrancar los restos de mundo de aquel objeto, determinada a dejarlo cada vez más liso. Del pulido salió un olor a talco que me hizo recordar a Domingos, su sabor fuerte que aún permanecía en mi boca. Aparte del rasguño en mi espalda, no había dejado otras marcas sobre mi cuerpo. La quietud afuera era de una mañana perfecta, pero la sensación de haber visto una sombra bajo la puerta me hizo parar. Con la ayuda de las palmas de las manos apoyé la cara en el cemento. Todo lo que alcancé a ver eran vilanos de dientes de león que se deshacían en el viento. Al poner más atención, noté que una de las puertas al fondo del patio, en donde se quedaban los turistas, estaba abierta. Y que los perros, así como yo, husmeaban el suelo, rascando con las uñas la tierra más allá. Esperé que la sombra regresara, pero nada. Y los perros, a la carrera, se alejaron. Cuando me levanté toqué mi rostro, donde quedó impreso el grano del piso, acordándome de las veces en que mi abuela señalaba mis labios tristes, naturalmente arqueados hacia abajo. Era lo que me asemejaba a ella. Por más que intentara alzar las dos diminutas esquinas, allí donde no pasaba la sonrisa. Volví a mirar por el haz luminoso de dos centímetros bajo la puerta. Nada. Amasé mi mejilla, con ganas de borrar la marca del cemento. No había espejo. Toda aquella tontería por no saber qué rumbo tomar para evitar a Domingos. De pie, contra la pared, enrollé la toalla en la cabeza después de ponerme el vestido y calcé mis sandalias. Desde el patio que conectaba el huerto hasta la cocina, el paisaje marchito de julio me pareció más seco. Recelosa de encontrarme con él, caminé hacia la parte delantera de la casa, en donde vi a los tres perros con las patas estiradas al sol, como duermen los enyesados. El viento rabeó en el valle y todo recobró su aparente mansedumbre. Gruñeron cuando me acerqué, pero pronto movieron la cola en señal de reconocimiento. El más joven lamió mis piernas húmedas del baño, mordisqueando mi talón, mientras, los otros dos guardaban cierta distancia, especialmente el del pelo agrisado y patas cortas. Me senté en el banco, en el sitio de José, y jalé la toalla de la cabeza, sujetando el pelo para atrás. El cachorro saltó sobre mi sandalia. No me importó que me ensuciara de babas, pero su terquedad agitada me ponía

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Marçal Aquino nerviosa, especialmente cuando vi que los otros dos animales decidieron avanzar. Encogí las piernas, pero insistían, hasta que los ahuyenté delicadamente con el pie. El de pelo gris mostró los dientes, mientras el cachorro saltaba sobre mi tendón. La mordida perforó la piel, y la poca sangre que brotó la lamió con ganas, hasta que de pronto huyó con un grito. Los otros se alejaron con él, y me quedé sin entender, intentando descifrar en los arbustos ventosos el bailoteo de los animales. Noté que María Pena estaba junto a mí, atenta, con una piedra en la mano. Xô, filho duma figa, dijo, mirando en la dirección del matorral. Pena se tapó la boca para toser. Apretó el pecho con las dos manos, como si no alcanzara a respirar. Estaba pálida, con la expresión perturbada. -Avisa si te molestan de nuevo. -¿Y esa tos? -Bronquitis -Tienes que ver eso Ella no contestó. Las lágrimas causadas por el esfuerzo subieron a sus ojos. Está bien que me quieras proteger, Pena, pero no me importa que los perros se echen encima de mí. Deveras no me importa. Sin hacerme caso, Pena caminó de regreso a la puerta, su falda azul balanceándose. Antes de cruzar la puerta, se quedó junto a ella, mirando una vez más a lo lejos, poniendo orden en el pasto. Ni señal del perro en las cercanías, pero en cuanto Pena entró en la casa, el cachorro salió de detrás de las plantas. - Ven aquí, lo hice. Ven Se detuvo. Su hocico sangraba. Me atreví a dar un paso en su dirección, pero él huyó bajo el cercado de alambre de espino. Traducción de Lucrecia Zappi

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To read a country is to know it. With this idea, the Guadalajara International Book Fair launched in 2012 the literary festival Destinaçao Brasil, where 18 authors seduced the public of Guadalajara and demonstrated that Brazil, a giant in the publishing industry, is no longer a literary mystery for the rest of the continent. In this second edition, Brazilian literature spearheads its presence in Latin America with the participation of 15 authors that for the first time will meet the public of Guadalajara: Bernardo Ajzenberg, Ivana Arruda, Carol Bensimon, Fernando Bonassi, Sérgio Caparelli, Deonísio da Silva, Andréa del Fuego, Emilio Fraia, Marcelino Freire, Julián Fuks, Juliano Garcia Pessanha, Ricardo Lísias, Lourenço Mutarelli, Santiago Nazarian and Lucrecia Zappi. These writers have been chosen by FIL taking into consideration the recommendations of a large number of literature lovers: authors, publishers, literary critics, journalists, booksellers and literary agents, both from the Spanish- and Portugueselanguage worlds. And through the voices of each one of these writers we will be able to travel to different styles of fiction: from the streets to the port, from marginalization of some to the privileged situation of others, from countryside farms to large city buildings... a multiplicity of scenarios is set forth as the destination of this landing. During their stay in Guadalajara, this collection of creators –apart from showcasing a broad landscape of Brazil’s current literature– will also participate in the tables of Latinoamérica Viva, sharing the stage with local writers while visiting new readers in their local schools. This project wouldn’t be a reality if it weren’t for the joined efforts of the Fundação Biblioteca Nacional and Brazil’s Ministry of Culture, who have believed in this project since the beginning. We thank them and appreciate their trust. We hope that for this second edition the exchange of literature, ideas and diversity will be a joyful experience for all readers.

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Ler um pais é conhece-lho. Com esse slogan a Feira Internacional do Livro, de Guadalajara, México, lançou em 2012 o festival literário Destinação Brasil. Dezoito autores seduziram ao público de Guadalajara e demonstraram que o Brasil, um gigante da indústria editorial, pode, em termos literários, deixar de ser uma incógnita para o resto do continente. Nesta segunda incursão a literatura brasileira está vigando a sua presença na América Latina com a participação de quinze autores que vão se encontrar pela sua primeira vez com o público de Guadalajara: Bernardo Ajzenberg, Ivana Arruda, Carol Bensimon, Fernando Bonassi, Sérgio Caparelli, Deonísio da Silva, Andréa del Fuego, Emilio Fraia, Marcelino Freire, Julián Fuks, Juliano Garcia Pessanha, Ricardo Lísias, Lourenço Mutarelli, Santiago Nazarian e Lucrecia Zappi. Com cada uma das vozes destes escritores escolhidos pela FIL (levando em conta as recomendações de um conjunto amplo e diverso de amantes da literatura: autores, editores, críticos literários, jornalistas, livreiros, agentes literários, todos eles leitores, em espanhol e português) poderemos viajar por variadas ficções: das ruas ao porto, da marginação à cotidianidade privilegiada, das chácaras camponesas aos prédios na urbe propõem-se múltiplos cenários como destinação deste segundo desembarco. Este mosaico de criadores vai, além de expor o amplo panorama da literatura atual brasileira, participar das mesas da América Latina viva, onde se entrançarão com escritores da região e visitarão os novéis leitores escolares nas suas salas de aula. Esta aposta não seria uma realidade sem o esforço conjunto da Fundación Biblioteca Nacional de México com o Ministério da Cultura do Brasil, que, desde o começo, tem acreditado neste projeto, e com o qual ficamos obrigados pela sua confiança. Esperamos, então, que este segundo intercâmbio de letras, de idéias e de pluralidade literária seja prazeroso para todos vocês, queridos leitores.

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Bernardo Ajzenberg

I have an intimate relationship with words, visceral even. Literature lives within me. From an early age, perhaps by an impulse of a reserved temperament, or a liking in the moments of creative solitude, I got used to writing and telling stories to myself in small notebooks and agendas. This habit became stronger in my teenage years, during the seventies, and it became in a kind of support for my doubts and anxieties and in many cases a substitute for the conversations I should have had with other people. It was a habit that, in a way, formed my identity. But that element that at the time could have been limiting to my development, at least from a social standpoint, later on proved to be essential. Between the late seventies and late eighties I participated in an intense political militancy to the point of undertaking the plight against the military dictatorship in Brazil, and in a broader sense against the capitalist regime, to a professional level. I was a militant Trostkyst during that period. At the time, political militancy occupied in me the place that literature used to have. Meaning, I found myself in the militia just as I had before in my teenage readings and writings. In 1987, for a number of personal and political reasons, I fell into a deep crisis that demanded I review what I had been doing up until then and reflect about what I wanted to do in life. Leaving the militancy left me with a deep void and the need again to fit in society. That is when literature appeared before me as a lifeline I would never let go. That is how I found the way back into the world. To be rescued. The result of all this is my first novel Carreiras cortadas, in 1989. A few years later, when I was writing my third book (Goldstein & Camargo, 1994), I realized that something was lacking from my relationship with the text. And that “something” was precisely the relationship with my origins. I felt that if I didn’t address the Jewish-related issues (despite being an Atheist, I carry that secular tradition), and issues of belonging to a certain middle class and geographic space (Sao Paulo and other meaningful cities), my fiction would run the risk of being incomplete, not truly exploring my own anxieties which, from my point of view, are the main ingredient of any kind of literature that is praises itself of being authentic and up to standards. I am not interested in the political paternalism seen in much of what is done today. I’d like to think that, through this important inflection, my writings have gained in deepness and, in a way, they can also be representative of something bigger than my own persona, giving them, I think, more sense… at least in spirit.

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Tenho com as palavras uma relação íntima, até mesmo visceral. A literatura vive dentro de mim. Desde muito cedo, provavelmente sob o impulso de um temperamento recluso e de saborear com gosto momentos de solidão criativa, acostumei-me a escrever, narrar histórias para mim mesmo, em pequenos cadernos ou agendas. Esse hábito se acentuou na adolescência, nos anos 1970, tornando-se uma espécie de ponto de apoio para minhas dúvidas e ansiedades, substituindo, muitas vezes, as conversas que talvez devesse ter tido com outras pessoas. Um hábito que, de alguma forma, compôs a minha identidade. Aquilo que, naquele momento, poderia ser um elemento limitador, talvez, do meu desenvolvimento, ao menos socialmente falando, mostrou-se, anos mais tarde, fundamental. Do final dos anos 1970 até o final dos anos 1980, mergulhei numa militância política intensa, abraçando até mesmo profissionalmente a luta contra a ditadura militar no Brasil, e num sentido mais amplo, contra o regime capitalista. Fui militante trotskista ao longo desses dez anos. Nesse período, a militância política ocupou, no meu íntimo, o lugar ates preenchido pela literatura. Ou seja, encontrei-me, na militância, tal como me encontrava, comigo mesmo, antes, nas leituras e nos escritos de adolescência. Em 1987, por uma série de razões pessoais e políticas, caí numa crise profunda, que exigiu uma revisão daquilo que vinha fazendo e uma reflexão a respeito daquilo que pretendia fazer em minha vida. Abandonando a militância, deparei-me com um vazio íntimo profundo e com a necessidade de me reencaixar socialmente. Foi quando a literatura se apresentou novamente como uma espécie de boia de salvação, e a ela me agarrei. Nela, eu pude me reencontrar e, ao mesmo tempo, abrir o caminho para me recolocar “no mundo”. Resgatar-me. O resultado desse movimento foi meu primeiro romance, “Carreiras Cortadas”, de 1989. Alguns ao depois, ao escrever meu terceiro livro (“Goldstein & Camargo”, de 1994), eu me dei conta de que alguma coisa faltava na minha entrega ao texto. E essa “coisa” era justamente a relação com as minhas origens. Senti que, se não abordasse os temas da questão judaica --mesmo sendo ateu, carrego comigo essa tradição secular--, do meu pertencimento a uma determinada classe média, a um local geograficamente definido (São Paulo e outras cidades significativas), sem isso minha ficção correria o risco de ficar pela metade, quer dizer, de não se aprofundar verdadeiramente nas minhas próprias angústias, que compõem, a meu ver, o principal ingrediente de toda literatura que se queira autêntica e de qualidade. Não me interessa o paternalismo de classe pretensamente político que marca em grande medida muito do que se faz hoje em dia. Gosto de pensar que com essa importante inflexão meus escritos ganharam em profundidade e, de certo modo, podem, também, ser representativos de algo bem mais amplo do que a minha própria pessoa –o que lhes confere, creio, ao menos potencialmente, mais sentido.

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Ivana Arruda Leite

I was born in 1951, in Araçatuba, São Paulo. I came to the city of São Paulo when I was a small child have lived here ever since. I worked in government for 30 years and retired May of this year. My first short story book, Falo de mulher, was published in 2002, when I was already over 50. I say that I am the eldest of the young writers because I emerged with a group of writers called the Generation of 1990: the Transgressors, which have produced two anthologies that shook São Paulo’s literary scene in the beginning of the 21st century. In 2004 I published the novel Eu te darei o céu – e outras promessas dos anos 60. In 2005 I published my second short story book: Ao homem que não me quis, finalist in the Jabutí prize. Later came two novels: Hotel Novo Mundo and Alameda Santos (2011). I have participated in more than 30 anthologies in Brazil and abroad, including Geração 90 – os transgressores; 25 mulheres que estão fazendo a nova literatura brasileira and Contos de escritoras brasileira, among others. I also write for young people: Confidencial, anotações secretas de uma adolescente; Uma turma inesquecível; Amizade improvável; and for children: Diomira e o Coronel Carrerão and Diomira, Lucinha e o Coronel Carrerão. My literature is basically a portrayal of the feminine universe, but from an atemporal standpoint. I don’t talk about the modern woman adapted to the contemporary world or about the woman that complies with the standards of women’s magazines. The woman I reach out to are women who suffer, who are humiliated and rejected, but who find a way to seek vengeance or who make the evil spell turn against the sorcerers who abuse them. Even if it is only in fantasy, they achieve equality in the struggle. Humor and irony are regular characteristics of my texts. I am only serious about the pain of those who laugh at themselves. I hate women who seek pity from others. I am connected to social networks. Whoever wants to find me can do easily on Facebook or my blog www.diodivana.wordpress.com For me, the best things in literature are friends and the beer she brings.

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Nasci em 1951, em Araçatuba (SP). Vim para São Paulo menina ainda e moro aqui até hoje. Sou mestre em sociologia pela Universidade de São Paulo. Fui funcionária pública por trinta anos. Me aposentei em maio deste ano e, desde então, estou na vida que pedi a Deus. Meu gosto pela escrita nasceu junto com minha paixão por Monteiro Lobato, que virou meu pai lítero-espiritual pra toda a vida. Escrevo desde a adolescência mas só consegui publicar meu primeiro livro de contos, Falo de mulher, em 2002, com mais de cinqüenta anos. As coisa eram difíceis naquele tempo... Costumo dizer que sou a mais velha dos jovens escritores. Isso porque surgi junto com um grupo de autores, a chamada Geração 90, que deu origem a duas antologias que agitaram a cena literária paulistana no começo dos anos 2000. Em 2004 publiquei a novela Eu te darei o céu – e outras promessas dos anos 60 (2004). Em 2005 publiquei meu segundo livro de contos: Ao homem que não me quis, finalista do prêmio Jabuti. Depois disso publiquei dois romances: Hotel Novo Mundo (2009), finalista do prêmio São Paulo, e Alameda Santos (2011). Participei de mais de trinta antologias no Brasil e no exterior, dentre as quais: Geração 90 – os transgressores; 25 mulheres que estão fazendo a nova literatura brasileira; Contos de escritoras brasileiras; Sex’n’ Bossa, Ed. Mondadori, Itália; Terriblemente felices, Ed. Emecé, Buenos Aires; Wenn der Hahn kraht, Zwolf hellwache Geschichten aus Brasilien, editionfuenf, Alemanha e muitas outras. Também escrevo livros juvenis: Confidencial, anotações secretas de uma adolescente; Uma turma inesquecível; Amizade improvável; e infantis Diomira e o Coronel Carrerão e Diomira, Lucinha e o Coronel Carrerão. Minha literatura retrata basicamente o universo feminino mas sob uma ótica quase atemporal. Não falo da mulher moderna e adaptada ao mundo contemporâneo nem da mulher que se encaixa nos padrões das revistas femininas. As santas de minha devoção são mulheres que sofrem, que são humilhadas, rejeitadas mas que dão um jeito se vingar e fazer o feitiço virar contra os feiticeiros que as maltratam. Nem que seja só na fantasia, elas conseguem empatar a luta. O humor e a ironia são marcas correntes nos meus textos. Só levo a sério a dor de quem ri de si mesmo e odeio mulheres que se fazem de coitadinhas. Estou conectada nas redes sociais. Quem quiser me encontrar, é só procurar no facebook ou no blog: www.doidivana.wordpress.com. Pra mim, o melhor da literatura são os amigos e as cervejas que ela nos proporciona.

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Carol Bensimon

I grew up in the eighties in the southern tip of Brazil, in Porto Alegre. Here the sun shines less directly; we drink mate, like in Uruguay and Argentina; we are more on the quiet side; and we can’t dance samba. I am an only child, and my interest in books and fantasy are product of that fact. I loved to dwell into worlds that weren’t exactly reality, but a kind of version of it, more interesting. When I traveled with my parents, I used to go out alone and explore the hotels. People stayed in super interesting hotels, and I filled those hotels with stories. In the text that I write, places occupy an important space. My first book, Pó de Parede (2008), is made up three stories that have in common the fact of focusing on architectural elements: a modernist and eccentric house, a luxury condo under construction and a decadent hotel in the mountains. In 2009 I published Sinuca embaixo d’água, a novel about mourning with different narrators (Antonia, the absent character, died in a car accident). I usually also include a bit of rock and references to the 90s. My latest novel, published this year, is called Todos nós adorávamos caubóis. It is a kind of road movie that takes place in the backcountry of where I was born. There are many beautiful women, problematic families, desires, fascination, memories of Paris and a ghost city. Some of my short stories have been included in anthologies. I write a column for the newspaper Zero Hora, and I have translated French and Belgian comic strips. Sinuca embaixo d’água received the scholarship for literary creation of Funarte. In 2012 I had the honor of being part of the edition of Granta magazine dedicated to the best Brazilian young writers. I have a master’s degree in creative writing by the Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul. After that, I didn’t finish a doctorate at Sorbonne Nouvelle.

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Cresci nos anos 1980 no extremo sul do Brasil, em Porto Alegre. Aqui o sol é um pouco enviesado, nós tomamos mate como no Uruguai e na Argentina, temos fama de calados e não sabemos sambar. Sou filha única, e meu interesse pelos livros e pela fantasia vem, em parte, desse fato; eu adorava ficar imersa em mundos que não eram exatamente a realidade, mas uma espécie de variação mais interessante dela. Quando viajava com meus pais, saía sozinha para explorar os hotéis. A gente ficava em hotéis interessantíssimos e eu povoava esse hotéis com histórias. Nas coisas que eu escrevo, os lugares têm uma presença muito forte. Meu primeiro livro, Pó de Parede (2008) é composto de três histórias que têm em comum o fato de estarem centradas em elementos arquitetônicos: uma casa modernista excêntrica, um condomínio de luxo em construção, um hotel decadente na serra. Publiquei, em 2009, Sinuca embaixo d’água, um romance sobre luto com múltiplos narradores (Antônia, a “personagem ausente”, morreu em um acidente de carro). Também costumo colocar um pouco de rock e referências aos anos 1990 nas minhas histórias. Meu último romance, lançado esse ano, se chama Todos nós adorávamos caubóis. É uma narrativa de estrada que se desenrola no interior do meu estado natal. Tem garotas, famílias problemáticas, desejo, encantamento, lembranças de Paris e uma cidadefantasma. Alguns de meus contos já apareceram em antologias. Tenho uma coluna no jornal Zero Hora e já traduzi histórias em quadrinhos francesas e belgas. Sinuca embaixo d’água ganhou a Bolsa de Estímulo à Criação Literária da Funarte (Fundação Nacional de Artes). Em 2012, tive a honra de integrar o volume Os Melhores Jovens Escritores Brasileiros da revista inglesa Granta. Fiz um mestrado em Escrita Criativa na PUCRS (Pontifícia Universidade Católica do Rio Grande do Sul). Depois disso, larguei pela metade um doutorado na Université Sorbonne Nouvelle.

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Fernando Bonassi

My name is Fernando Bonassi. I was born in Sao Paulo in the neighborhood of Mooca, inhabited by Italian immigrants. Whenever my grandfather, who was born in Calabria, heard the word “Europe”, he pulled out a knife as he claimed that that place had only brought him humiliation and hunger. It was 1962. Two years later came the military coup and I became part of that generation of Brazilians that were alphabetized in the public schools of the dictatorship, during the “economic miracle” of the country, at the time, three times soccer champions. There in schools, we underwent a series of Pavlovian training to learn Math (outdated), science (harmless), history and geography of everything and everyone, except Brazil. By the books we received from the government, it’s as if we didn’t even exist in the 20th century! We also sang hymns. There were many back then: the national anthem, the Independence anthem, the republic, the army, the marines, the aviation, industry, commerce… and many more. We sang not to cry. We sang and yelled to defeat boredom. We were all trained, more or less, to be operators in the metallurgical industry, a fate my parents allowed me to escape from (they even encouraged me to do so) through writing. I had discovered that by writing it was possible to shake off desperation. And that is how it has been to this day, in less somber times but not more just. I am quite good at writing scripts and plays, in a collective creation process, where I round off texts sometimes written by dozens of co-writers. That is why in literature is where I create and destroy my worlds, in my terms, no compromise.

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Meu nome é Fernando Bonassi. Nasci na cidade de São Paulo, no bairro da Mooca, de imigração italiana. Quando meu avô, de origem calabresa, ouvia a palavra “Europa”, empunhava uma faca, pois alegava que aquele lugar só lhe trouxera humilhação e fome. Era 1962. Dois anos depois veio o golpe militar, e eu me tornei parte desta geração de brasileiros que foi alfabetizada na escola pública da ditadura, em pleno “milagre econômico” no país, então, tricampeão de futebol. Ali experimentávamos uma série de condicionamentos pavlovianos para aprender matemática (ultrapassada), ciências (inofensivas), história e geografia de tudo e de todos, menos do Brasil. Pelos livros que recebíamos do governo, era como se não existíssemos para o século vinte! Também cantávamos hinos. Havia muitos hinos naquela época: o hino nacional, da independência, da republica, exército, marinha, aeronáutica, indústria, comercio e muitos mais... Cantávamos para não chorar. Cantávamos e gritávamos para vencer o tédio. Todos éramos mais ou menos treinados para sermos operários da indústria metalúrgica, destino do qual meus pais me permitiram, e até me incentivaram a mudar, escrevendo... É que eu descobri que, escrevendo, era possível espantar o desespero, e assim tem sido até hoje, em tempos menos sombrios, mas não mais justos. Transito muito bem por filmes e peças de teatro, em regime de criação coletiva, fechando textos escritos, muitas vezes, por dezenas de coautores. É, portanto, na literatura que eu crio e destruo meus mundos, à minha maneira, sem concessões.

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Sérgio Capparelli

I was born in Uberlandia, a small city in the state of Minas Gerais, in 1947. Sometimes I think that I have already done many things in life, that it’s enough. But then I bang on the table, I bang my head against the walls and continue as I were just beginning. I have lived in many places: Uberlandia, Goiania, Curitiba, Porto Alegre and São Paulo in Brazil; Munich, London, Paris, Grenoble, Montreal, Beijing and San Vito al Tagliamento. Sometimes I feel it’s been enough. But then I bang on the table again, my head against the wall again and say: I haven’t lived in Mexico, I never even been there. I’ve written many books, about mass media and for children. They count over 40 and I feel it’s been enough. But then I bang on the table again and with another head-bang on the wall, I begin a fresh start. When I retired six years ago, I had the feeling of being finally entering the active life, although sometimes I have also had the feeling of being slowed down. I realized that it was everyone else who were becoming distant. Einstein said it, and I believe the Greek poet Odysséas Elytis too. And I just repeated it at the end of a poetry book for young people titled Os Cavalos de Einstein. Fundamentos de Geometria Poética Não Euclidiana, which I dedicate to all those who, as I, consider that life is expansion. I have received Brazil’s most important prize in literature for children and young people, the Jabutí prize, on three occasions, for the books Vovô fugiu de casa (1982), As meninas da Praça da Alfândega (1995) and Duelo do Batman contra a MTV (2005). I also received the same prize but in the category of essay on human sciences for the book Televisão e Capitalismo no Brasil (1982). Two of my children’s books are included in the IBBY Honor List: O Velho que Trazia a Noite in 1996, and A Lua Dentro do Coco in 2012. I created and was director until 2010 of the e-magazine Tigre Albino, dedicated to poetry for children, together with Maria da Glória Bordini and Regina Zilberman. Also in digital, I published Wang Wei em Sao Paulo and Ciberpoesia, the latter with Cláudia Gruszynski. And with Wu Di I translated into Portuguese the Chinese poet from the Song Dynasty, Li Quingzhao. I also run my website www.capparelli.com.br.

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Nasci numa cidade pequena no interior de Minas Gerais, Uberlândia, em 1947. Às vezes acho já que fiz muitas coisas na vida e que assim está bem. Outras vezes bato na mesa, dou de cabeça na parede e prossigo como se fosse apenas o começo. Já vivi em muitos lugares. Uberlândia, Goiânia, Curitiba, Porto Alegre e São Paulo, no Brasil; Munique, Londres, Paris, Grenoble, Montreal, Beijing e San Vito al Tagliamento. Às vezes acho que assim está bem. Mas de novo bato na mesa, dou de cabeça na parede e digo: falta ainda o México, que nem conheço. Já escrevi muitos livros, sobre meios de comunicação e para crianças. Mais de 40, e acho que assim está bem. Mas bato na mesa e dar de cabeça na parede é o recomeço. Fui durante muitos anos professor da Universidade Federal do Rio Grande do Sul, criando, junto com uma equipe, os programas de Mestrado e de Doutorado em Comunicação. Já o meu Doutorado foi pela Universidade de Paris. Quando me aposentei, há seis anos, minha sensação era a de entrar finalmente na vida ativa, mesmo se às vezes tivesse a sensação de estar parando. Porque, me dei conta, são os outros que se distanciam. Quem o disse foi Einstein, mas também o poeta grego Odisseus Elytis. E que eu acabo de repetir, ao terminar um livro de poemas para jovens intitulado “Os Cavalos de Einstein. Fundamentos de Geometria Poética Não Euclidiana”, que dedico a todos aqueles que, como eu, acreditam na vida como expansão. Por três vezes recebi o prêmio Jabuti, o mais importante no Brasil no campo da literatura para crianças e jovens, com os livros Vovô fugiu de casa (1982), As meninas da Praça da Alfândega (1995) e Duelo do Batman contra a MTV (2005). Recebi o mesmo prêmio, categoria ensaio em Ciências Humanas, pelo livro Televisão e Capitalismo no Brasil (1982). Dois dos meus livros para crianças integram a lista de honra do International Board on Books for Young People IBBY: O Velho que Trazia a Noite, em 1996 e A Lua Dentro do Coco, em 2012. Criei e dirigi até 2010 a revista eletrônica de Poesia Infantil Tigre Albino, junto com Maria da Glória Bordini e Regina Zilberman. Também como publicação digital, publiquei Wang Wei em São Paulo e Ciberpoesia, este último com Ana Cláudia Gruszynski. E junto com Wu Di traduzi para o português os poemas da poetisa chinesa da Dinastia Song Li Qingzhao. Tenho o site www.capparelli.com.br.

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Deonísio da Silva

Deonísio da Silva was born in 1948 in the city of Siderópolis, in the state of Santa Catarina, in southern Brazil. He is known as a gardener and botanist of words, since he brings together the teaching and study of the Portuguese language with literature. He is a writer that charms and amazes readers in every line. He has published 34 books, including novels and short stories (translated into different languages and prize winners), chronicles, essays and children’s literature. His first book, Exposição de motivos (1976) was taken to the TV screens by Antunes Filho, and received the Ministry of Education’s award for best book of the year. His latest novel, Lotte e Zweig, published in 2012, is about the suicide of Stefan Zweig and his wife, Charlotte, in 1942, in the city of Petrópolis, Río de Janeiro. His novels have been continually republished and awarded. Adelante, soldados: atrás (1992), translated into other languages and into its 10th edition in Brazil, received the Casa de las Américas international prize, with Nobel Prize winner José Saramago as president of the jury. Teresa d´Ávila namorada de Jesus (1997), praised by the Biblioteca Nacional, was adapted into a play. His novels leave no one indifferent, like Goethe e Barrabás (2008), Guerreiros do Campo (2000), Orelhas de Aluguel (1987), A cidade dos padres (1985) and A mulher silenciosa (1981). In essay, he has the books De onde vêm as palavras (2011, 16th edition), which is a light mannered study on etymology, completed by A vida íntima das frases (2010, 2nd edition), on the curiosities about famous quotes. Doctorate in literature by the Universidad de Sao Paulo, he lives in Rio de Janeiro, where he directs different projects related to the Portuguese language for the Universidad Estácio de Sá where he is teacher since 2003. Since 2011 he hosts the weekly radio show Sem papas na língua, about the curiosities of the Portuguese language and the origin of words.

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Catarinense de Siderópolis, onde nasceu em 1948, é escritor e professor universitário, autor de 34 livros, entre romances, contos, ensaios e infantojuvenis, alguns dos quais publicados em italiano, espanhol, alemão, sueco etc., e adaptados para teatro e televisão. Doutor em Letras pela USP, é professor da Universidade Estácio de Sá, no Rio de Janeiro, desde 2003, onde é Vice-reitor de Extensão e Diretor da TV Universitária, membro da Academia Brasileira de Filologia e consultor dos Dicionários Caldas Aulete. Já recebeu dezenas de prêmios: MEC, Biblioteca Nacional, Fundação Cultural de Brasília, Caixa Econômica Federal, Fundação Cultural de Santa Catarina, Editora Abril (melhor matéria sobre censura), Editora Três, Universidade Federal de São Carlos, Universidade de Passo Fundo etc. Seus livros mais recentes são Palavras de Direito e Lotte & Zweig (melhor livro do ano pela Academia Catarinense de Letras, em 2012, que sai este ano na Itália). Assina coluna semanal de etimologia na revista Caras e mantém a coluna semanal de Língua Portuguesa, Sem papas na língua, com Ricardo Boechat na Rádio Bandnews RJ. De onde vêm as palavras, A vida íntima das frases e Palavras de Direito são livros referenciais de etimologia e sobre o tema Deonísio tem feito conferências, não apenas em universidades e em escolas, mas também em tribunais, como o TRF de Brasília, os Tribunais de Justiça do estado de São Paulo. É também cidadão honorário do estado do Rio de Janeiro e recebeu medalha do Exército, pelo romance Avante, soldados: para trás, que recebeu também o Prêmio Internacional Casa de las Américas, em júri presidido por José Saramago. O romance está publicado também em Cuba, Portugal e Itália, e em 10ª edição no Brasil). fim

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Andréa del Fuego

I was born in 1975 in São Paulo. At the beginning of my career, in 1998, I was invited to write in a magazine where they asked me to use a pseudonym. By my mother-in-law’s suggestion I took Andréa del Fuego, which has stuck on for the rest of my career. I have two-colored eyes: one is dark and the other is clearer when under the sun. My mother loved to tell us her dreams. In one of them our living room was a fish tank, and we swam and were red. Although the window was open, we didn’t swim away. I had published short stories, but after my grandmother’s death, on my mother’s side, I decided to write about my family’s origin. The starting point is recent because we don’t know what happened before. Lightning electrocuted my great-grandparents. That is the beginning of the novel Los Malaquía, which has been translated for Germany, Italy and Argentina. With a grant from Petrobrás, I wrote my second novel, As miniaturas (2013). I had a son and named him Francisco José. José by suggestion of Pilar del Río, the Nobel Prize winner’s widow, who received me and my enormous belly during the ceremony of the José Saramago prize. I have been publishing for nine years. I have three short story books and three for children and young people. All my books have come from impacts on my body, which the first thing one finds out and the first thing one writes. I belong to a generation of writers that use Internet as a tool for diffusion. I work on literary websites and blogs since 2000. My texts have been included in anthologies like Os Cem Menores Contos Brasileiros (2004), organized by short-story writer Marcelino Freire, and Geração Zero-Zero (2011), organized by short-story writer Nelson Oliveira. In 2004 I published my first individual work, the short-story book Minto Enquanto Posso. Between 2005 and 2008 I published ministories on the site Escritoras suicidas. I also wrote books for young people, like Sociedade da Caveira de Cristal. In 2010 I published my first book for children, Irmãs de Pelúcia, with illustrations by Jean-Claude Alphen. That same year I began collaborating in the TV show Entrelinhas, presenting reports on the great figures of literature.

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Nasci em 1975 na cidade de São Paulo. Tenho um olho de cada cor, um é escuro, o outro fica mais claro na presença do sol. Minha mãe adorava dizer os sonhos que tinha, num deles a nossa sala era um aquário, nós nadávamos e éramos vermelhos, a janela ficava aberta e nem por isso fugíamos. Eu já havia publicado contos, mas com a morte de minha avó materna resolvi escrever sobre a origem da minha família, o ponto de partida é recente, pois se desconhece o que veio antes. Meus bisavós foram eletrocutados por um raio, esse é o começo do romance Os Malaquias. Com uma bolsa da Petrobrás escrevi meu segundo romance, As Miniaturas. Tive um filho, ele se chama Francisco José, esse José por sugestão de Pílar del Rio, viúva do Nobel, com barrigão estourando fui recebida por ela na cerimônia do Prêmio José Saramago. Publico há nove anos, tenho três livros de contos e três infanto-juvenis, todo s os livros surgiram de impactos no meu corpo, que é o primeiro a saber, também o primeiro a escrever.

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Emilio Fraia

I was born in São Paulo in 1982. I wrote my first novel, O verão do Chibo in 2008, together with friend. We exchanged hundreds of emails until it was ready. Each one of us wrote a part, then the other read it, rewrote it and continued. It is a dark story, with children, vacations and summer. It is about the difficulty to express certain things, normally the most important ones. Sometimes I think it is a kind of adventure novel, but twisted. Or a conversation between two people full of misunderstandings. In 2012 I was included the best Brazilian young writers list of Granta magazine. There I published the story called Temporada about a retired tennis player. Recently, I wrote the script for a graphic novel, Campo em Branco (Companhia das Letras, 2013), beautifully illustrated by DW Ribatski. It is about two brothers who meet again after many years and decide to retrace a trip from their childhood. On the trip, they go camping and climb a mountain. With touches of road movie, dog fights and quantum physics. It is also a story about white: over the process we end up obsessed by this color, which is the color of absence, of that that goes unmentioned or misunderstood, of ambiguity and incompleteness, the ping pong ball and silence. I am very interested in exact sciences and everything they can tell human sciences. And I also like anything that apparently doesn’t make sense (but does), Gombrowicz, Bernhard, Bolaño and to travel, mainly to the beach and natural spaces. Between 2009 and 2013 I was editor of contemporary literature at one of Brazil’s most important publishing houses, Cosac Naify, where I published authors like Enrique Vila-Matas, Mario Bellatín, Antonio Tabucchi, Alejandro Zambra, Macedonio Fernández, William Kennedy, Valter Hugo Mãe, Péter Esterhazy and Alan Pauls. I have a journalistic background and have written articles, chronicles and essays for different printed media in Brazil. As a teenager –during the beginnings of Internet– I had a website from 1999 to 2003 called Givago (Zhivago) were I published fiction by young authors. With 91 editions, I included over 500 texts. I am currently finishing writing a short-story book scheduled for next year called Sebastopol, and am working on a novel. My blog: emiliofraia.blogspot.com.

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Nasci em São Paulo, em 1982. Escrevi meu primeiro livro, o romance O verão do Chibo (Alfaguara), em 2008, em parceria com uma amiga. Trocamos centenas de e-mails até a história ficar pronta. Cada um escrevia um trecho, o outro lia, reescrevia e seguia em frente. É uma narrativa sombria com crianças, férias, verão — e sobre a dificuldade de expressar certas coisas, normalmente as mais importantes. Às vezes, penso nele como uma espécie de romance de aventuras, só que enguiçado; ou como uma conversa entre duas pessoas, toda feita de mal-entendidos. Em 2012, fui um dos autores selecionados para a coletânea de melhores jovens escritores brasileiros da revista britânica Granta. Nela, publiquei um conto chamado Temporada, sobre um tenista aposentado. Recentemente, escrevi o roteiro de uma graphic novel, Campo em Branco (Companhia das Letras, 2013), belamente ilustrada pelo quadrinista DW Ribatski. O livro conta a história de dois irmãos que se reencontram depois de muitos anos e decidem refazer uma viagem da infância de ambos. Eles acampam, sobem uma montanha. Há toques de road movie, corridas de cachorro e física quântica. É também uma narrativa sobre o branco — durante o processo acabamos obcecados por esta que é a cor da falta, daquilo que não se diz ou não se entende, da ambiguidade e da incompletude, da bolinha de pingue-pongue e do silêncio. Eu me interesso muito pelas ciências exatas, por aquilo que elas podem dizer às humanas. E gosto de tudo aquilo que aparentemente não faz sentido (mas faz), de Gombrowicz, Bernhard, Bolaño e de viajar, principalmente para lugares de praia e natureza. Entre 2009 e 2013, fui editor de literatura contemporânea de uma das mais importantes editoras brasileiras, a Cosac Naify, onde editei livros de autores como Enrique Vila-Matas, Mario Bellatin, Antonio Tabucchi, Alejandro Zambra, Macedonio Fernández, William Kennedy, Valter Hugo Mãe, Péter Esterhazy, Alan Pauls, entre outros. Sou formado em jornalismo, escrevi reportagens, crônicas e ensaios para diversas publicações brasileiras, como o jornal Folha de S.Paulo e as revistas Trip, Piauí, Vogue, Serrote entre outras. Na adolescência (nos primórdios da internet), entre 1999 e 2003, editei um site chamado Givago, que publicava ficção de jovens autores. Foram noventa e uma edições e mais de quinhentos textos publicados. Atualmente, estou terminando de escrever um livro de contos, que deve ser lançado no próximo ano e vai se chamar Sebastopol, e trabalho num romance ainda sem título. Mantenho um blog: emiliofraia.blogspot.com.

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Marcelino Freire

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I am stubborn. And belong to a generation of stubborn writers. Writers that sank their feet in the keyboard. They came in a blow. Write it down. I was born in Pernambuco, Brazil. Write it down. Everyone who is born where I was is stubborn. We don’t wait for the future to happen. Future wastes a lot of time. Write it down. I have been living in São Paulo since 1991. São Paulo is a city that awakes. There is no dawn. I needed a city that would wake me up. And São Paulo did it. It didn’t change me into a piece of rubber. Write it down. I read the most on the street. No one has the time to be in the clouds. What we see here is smoke. Write it down. The stories I write are mattresses on fire. A bursting hovel. An indian being burnt alive. I write to get back. At my country. At longing. I write as if I prayed. My mother taught me. It is she who writes what I write. That is why my stories are chants. Conversations. Litanies. I published five chant books. Cuentos negreros is the only one published abroad. In Argentina. Write it down. When the reading public of the Guadalajara International Book Fair reads this account, I will be publishing my second novel, Nossos ossos. It will also be published in Argentina. Write it down. It isn’t easy to write a long story. I am short of breath. I haven’t even begun writing when I want to finish writing. It’s a hard thing to do. That is why I invent other things. In São Paulo I created Balada Literaria, an event that is in its eight year. Just to amuse myself. To give meaning to what doesn’t have it. I wouldn’t know how to live without literature. I am a coward. I am only courageous when I write. It is when I fill with rage. My words become weapons. Write it down. I want to visit Mexico. I have never set foot in Mexico. There is much of Mexico in my literature. Its colors. Its shout. Death. The people. Its borders are the same borders we have here. Mexicans are northeasterners. Stubborn. I know. Write it down. Finish it so I can sign it. For us. For myself.

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I am stubborn. And belong to a generation of stubborn writers. Writers that sank their feet in the keyboard. They came in a blow. Write it down. I was born in Pernambuco, Brazil. Write it down. Everyone who is born where I was is stubborn. We don’t wait for the future to happen. Future wastes a lot of time. Write it down. I have been living in São Paulo since 1991. São Paulo is a city that awakes. There is no dawn. I needed a city that would wake me up. And São Paulo did it. It didn’t change me into a piece of rubber. Write it down. I read the most on the street. No one has the time to be in the clouds. What we see here is smoke. Write it down. The stories I write are mattresses on fire. A bursting hovel. An indian being burnt alive. I write to get back. At my country. At longing. I write as if I prayed. My mother taught me. It is she who writes what I write. That is why my stories are chants. Conversations. Litanies. I published five chant books. Cuentos negreros is the only one published abroad. In Argentina. Write it down. When the reading public of the Guadalajara International Book Fair reads this account, I will be publishing my second novel, Nossos ossos. It will also be published in Argentina. Write it down. It isn’t easy to write a long story. I am short of breath. I haven’t even begun writing when I want to finish writing. It’s a hard thing to do. That is why I invent other things. In São Paulo I created Balada Literaria, an event that is in its eight year. Just to amuse myself. To give meaning to what doesn’t have it. I wouldn’t know how to live without literature. I am a coward. I am only courageous when I write. It is when I fill with rage. My words become weapons. Write it down. I want to visit Mexico. I have never set foot in Mexico. There is much of Mexico in my literature. Its colors. Its shout. Death. The people. Its borders are the same borders we have here. Mexicans are northeasterners. Stubborn. I know. Write it down. Finish it so I can sign it. For us. For myself.

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Julián Fuks

I haven’t lived enough to make an autobiographical balance. I haven’t lived enough to write, to say the truth, however I keep seeing one page after another stained with ink in words before unthinkable. My existence can be summarized in a few disputable facts: I was born in San Pablo a little over 30 years ago, of Argentinean parents in exile, and part of my childhood occurred in an old apartment in Buenos Aires. It was this frugal existence, life unchained in insignificant episodes, what I tried to register in some slime stories that weren’t even stories, but fragments. I later became tired with the absence of my own ghosts, so I borrowed a few: I saw something through the blindness of other writers, Borges, Cabral, Joyce, and I made of their misery my literary subject. And since not one of these pages came easy to me, and since my writing has always come after a strong struggle that almost miraculously results in an ordered sequence of phrases, I decided to listen to a few convenient ideas: the imminent death of the novel, the impossibility to tell. I embraced the paradox and with these catastrophic notions I produced a novel. Perhaps in some pages I was able to bring together the scrawniness of life with the stinginess of words, and these still uphold in my esteem. The esteem of other readers has always come as a surprise, an improbability that I am very grateful for. Their aren’t many, but they are very generous and they have rendered some joyful reviews in magazines and newspapers, some flattering prizes, the mention in a couple of lists of best young writers, of course, all questionable. I know that nothing here said can give me any biographical consistency or a clear purpose in life, but at least I can now say that I am a writer every time a form asks me.

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Não vivi o bastante para um balanço autobiográfico. Não vivi o bastante para escrever, e no entanto vejo uma página após a outra manchando-se de tinta, cobrindo-se de palavras antes impensadas. Minha existência pode se resumir em uns poucos dados menos ou mais refutáveis: nasci em São Paulo há pouco mais de trinta anos, filho de argentinos exilados, e algo da minha infância passei num apartamento antigo de Buenos Aires. Foi essa existência parca, a vida que se deslinda em insignificâncias episódicas, o que tentei registrar em alguns contos magros que sequer eram contos, eram meros fragmentos. Depois cansei da ausência de fantasmas próprios e tomei alguns emprestados: vi alguma coisa na cegueira de outros escritores, Borges, Cabral, Joyce, e fiz de seus infortúnios o meu tema literário. Como nenhuma dessas páginas veio fácil, como minha escrita se deu sempre por meio de um duro embate que quase por milagre resulta numa sequência ordenada de frases, me deixei convencer por algumas ideias convenientes: a morte iminente do romance, a impossibilidade de narrar. Abracei o paradoxo e com essas noções catastróficas engendrei uma romance, isto é, mais coerentemente, uma procura do romance. Talvez em algumas daquelas páginas eu tenha conseguido conciliar a esqualidez da vida e a mesquinhez das palavras, e estas ainda resistiriam em minha estima. A estima de outros leitores tem sido sempre uma surpresa, uma improbabilidade pela qual sou muito grato. Não são tantos, mas são generosos, e me renderam algumas resenhas felizes em revistas e jornais, alguns prêmios lisonjeiros, a menção em algumas listas de melhores escritores jovens, obviamente todos méritos questionáveis.

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Juliano Garcia Pessanha

I was born in São Paulo in 1962, and it is in that city that happened the things that happened to me. But I think that those things could have happened also if I had lived in Buenos Aires or in Mexico City, or some other place. And with that I mean that I do not notice in my writing an especially local tone. And that impression is confirmed even more when I corroborate that –in the constellation of readings where I found echo to my questions, even those not yet stated– there are authors from Romania, Poland, Argentina, the Czech Republic and Germany, and some of them are writers and others are not, rather philosophers, for example. I never made the decision of becoming a writer. I simply felt compelled to writing diaries. These were a kind of safeguard for me, a protection zone in a world where I didn’t feel at home. Writing them was an option to understand my paradoxical situation, and at the same time, to draw a map of inhospitality. From those diaries, written between 1983 and 1995, emerged my first books: the trilogy Sabedoria do nunca, Ignorância do sempre and Certeza do agora. They comprise different genres and include essay elements that interacted with philosophy and psychoanalysis. Today, after many years and the publication of Instabilidade perpétua in 2009, I believe that everything I have written and published is experiencing the desire of localization and trying to answer the questions “who am I” and “where am I.” An analysis of myself and an investigation of the written world from different repertoires.

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Nasci em São Paulo no ano de 1962 e foi nessa cidade que aconteceram as coisas que me aconteceram. Mas eu penso que essas coisas poderiam ter me acontecido também se eu tivesse vivido em Buenos Aires ou na Cidade do México ou ainda em algum outro lugar. E com isso quero dizer que não noto em meus escritos um tom marcadamente local. Essa impressão se confirma ainda mais quando constato que na constelação das leituras nas quais encontrei ressonância com as minhas perguntas ainda informuladas há autores romenos, poloneses, argentinos, tchecos e alemães, sendo alguns escritores e outros não − filósofos, por exemplo. Eu nunca me decidi a me tornar escritor. Simplesmente me senti impelido a escrever diários. Eles eram para mim uma espécie de salvaguarda ou zona de proteção em um mundo onde não me sentia em casa. Escrevê-los era uma tentativa de compreender a minha situação paradoxal e de realizar uma cartografia da inospitalidade. Desses diários, escritores entre 1983 e 1995, nasceram os meus primeiros livros, a trilogia Sabedoria do nunca, Ignorância do sempre e Certeza do Agora. Eles eram compostos de vários gêneros e já continham elementos ensaísticos a dialogar com a filosofia e a psicanálise. Hoje passados tantos anos, e tendo publicado Instabilidade perpétua, em 2009, penso que tudo o que escrevi e publiquei estava atravessado por um desejo de localização e de tentativa de responder as perguntas: “quem sou?” e “em que mundo estou?”. Uma analítica do si mesmo e uma indagação sobre o mundo escrita a partir de vários repertórios.

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Ricardo Lísias

Last week, on his 90th birthday, my grandfather asked me to give him as a present a copy of The Count of Monte Cristo. Reading has always been his hobby. Like him, my mother loves books. I grew up in a home where reading was a habit and that made me grow up close to books. I can’t remember when I began to write, but at the age of ten I won a chronicle contest with a text where I asked for improving the neighborhood where we lived. That was the starting point of my literary project: the link between the classics and contemporary issues. I published my first book when I was 24. Cobertor de estrelas tells the story of an abandoned child living in the streets of Sao Paulo who dreams of learning to read and write. In my next novel, Duas praças, the story of a woman who wanders the streets intertwines with that of a young Argentinean woman who has come to Brazil to study while in the background we see the heritage of the violent dictatorships that shook our continent. The book won the Portugal Telecom prize. I was 30 when it hit the shelves. Five year later, I collected five long stories in the volume Anna O e outras novelas. The common element among them is the analysis of different psychological disorders suffered by the characters. In 2009, when I turned 34, I published the novella O livro dos mandarins. In it I tell the story of a bank executive who decides to move to Chine, the new capitalism paradise of the world. It is my critique of the corporate world. Last year I published the novella O céu dos suicidas, a description of the narrator’s anguish and desperation in search of an explanation to the suicide of one of his best friends. The book was chosen as book of the year by the art critics’ association of Sao Paulo. Also in 2012, I was selected for the edition of the magazine Granta dedicated to the “best young Brazilian authors.” In mid 2013 I published my fifth novel, Divórcio, describing the narrator’s journey who, after a brief marriage that ends in disenchantment, recovers his lost psychological balance. Now I realize that this presentation is full of dates and ages. I guess it’s because I am writing it on the day I.

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Semana passada, perto de completar 90 anos, meu avô me pediu para presenteá-lo com uma edição de O conde de Monte de Cristo. O passatempo dele sempre foi ler. Minha mãe, do mesmo jeito, adora um livro. Cresci em uma casa em que a leitura era um hábito, o que me fez desde cedo ficar perto dos livros. Não lembro quando comecei a escrever, mas aos 10 anos ganhei um concurso de crônicas com um texto pedindo algumas melhorias no bairro onde morava. Foi o início do meu projeto literário: a ligação entre os clássicos da literatura e os problemas contemporâneos. Publiquei meu primeiro livro muito jovem, aos 24 anos. Cobertor de estrelas conta a história de uma criança abandonada pela família que mora nas ruas de São Paulo e deseja aprender a ler e a escrever. No romance seguinte, Duas praças, a narrativa da vida de uma mulher que mora nas ruas é entrelaçada ao sumiço de uma garota argentina que vem estudar no Brasil. Por trás de tudo, a herança das violentas ditaduras militares que abalaram nosso continente. O livro foi um dos vencedores do Prêmio Portugal Telecom. Quando saiu, eu tinha 30 anos. Dois anos depois, reuni cinco contos mais longos no volume Anna O e outras novelas. O ponto de ligação dos textos é a análise de diferentes desordens psicológicas que perturba as personagens. Em 2009, quando completei 34 anos publiquei o romance O livro dos mandarins. Resolvi contar a história de um executivo de banco que resolve se transferir para a China, o novo paraíso do capitalismo mundial. Trata-se da minha crítica ao mundo corporativo. No ano passado, publiquei o romance O céu dos suicidas, descrevendo a trajetória angustiada e desesperada do narrador atrás de alguma explicação para o suicídio de um de seus melhores amigos. O livro foi escolhido como o melhor do ano pela Associação Paulista de Críticos de Arte. Em 2012, também, fui eleito para a edição da revista Granta com Os melhores jovens escritores brasileiros. No meio de 2013, publiquei meu quinto romance, Divórcio, que descreve a trajetória do narrador para, depois de um curto casamento, recuperar o equilíbrio psicológico que perdeu por causa da desilusão amorosa. Percebo agora que essa apresentação está cheia de datas e idades. Deve ser porque estou escrevendo no dia do meu aniversário de 38 anos. Pelas minhas contas, ainda vou publicar mais 10 romances...

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Lourenço Mutarelli

I began my career as a designer. Then I began drawing stories in the form of comic books and then I became a writer. I undertook a few projects as an actor, and today I direct workshops of stories in comic book form in Sesc Pompeia. As comic book author I have 12 published works: Transubstanciação (1991), Desgraçados (1993), Eu te amo Lucimar (1994), Sequelas (1998), O Dobro de Cinco (1999), O Rei do Ponto (2000) and Soma de Tudo (2001, 2002), volumes 1 and 2, which are part of my latest publication in the graphic genre through Companhia das Letras, titled Diomedes, a trilogia do acidente, plus Mundo Pet (2004), A caixa de Areia (2006) and Quando Meu pai se encontrou com o ET fazia um dia quente. I have also written six plays, five of them collected in the book O Teatro de Sombras (2007) and the Internet miniseries Corpo Estranho (http://www.teatroparaalguém.com.br). I am currently working on a new project as playwright, Sobre Projeções Mentais, as well as new novel.

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Comecei minha carreira como desenhista. Depois passei a fazer histórias em quadrinhos e então me tornei escritor. Fiz alguns trabalhos como ator e atualmente dou oficinas de histórias em quadrinhos no Sesc Pompeia. Como quadrinhista publiquei 12 álbuns: “Transubstanciação”(1991), “Desgraçados”(1993), “Eu te amo Lucimar”,(1994) “A Confluência da Forquilha”(1997), “Sequelas”(1998), “O Dobro de Cinco”(1999), “O Rei do Ponto(2000)” e a “Soma de Tudo” (2001, 2002) vol 1 e 2 (que integram meu ultimo lançamento em quadrinhos pela Companhia das Letras intitulado “Diomedes, a trilogia do acidente”), além de “Mundo Pet”(2004), “A caixa de Areia”(2006) e “Quando Meu pai se encontrou com o ET fazia um dia quente”(2011). Escrevi também 6 peças de teatro, cinco delas reunidas no livro “O Teatro de Sombras”(2007) e uma mini série para internet www.teatroparaalguém.com.br intitulada “Corpo Estranho” e trabalho atualmente em um novo projeto como dramaturgo “Sobre Projeções Mentais”. E em um novo romance ainda sem título. Como escritor tenho 6 livros: · Cheiro do Ralo (Companhia de Letras, 2002) · O Natimorto (Companhia de Letras, 2009) · Jesus Kid (Devir Livraria,2004) · A Arte de Produzir Efeito sem Causa (Companhia de Letras, 2008) · Miguel e os Demonios (Companhia de Letras, 2009) · Nada me faltará (Companhia de Letras, 2010) · Cheiro do Ralo (Companhia, das Letras, 2011)

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Santiago Nazarian

I say that in Brazil one is a serious writer or a bad writer. Brazilian literature continues to be quite conservative, and it is more associated to academics than artists. When I began publishing ten years ago, I embraced the utopia of creating a more pop- and youngoriented literature, but with density and consistency. I named that new genre “bizarre existentialism:” treating timeless existential issues of the human being but relating them to references in horror films, pop culture and dark humor. It is not a common mix, and generally it is seen as literature for entertainment, disposable and obviously not well received throughout. Despite that, I had the privilege of being published by two important publishing houses, of receiving enthusiastic critiques, of having two of my works adapted to theater (or sold to be made into films), and of seeing my book being adopted as required reading in the first year of university. With my works, which begin to be published abroad, I see the possibilities of finding that atypical and alternative reader capable of reading poetry written in blood.

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Costumo dizer que no Brasil ou se é um escritor sério ou se é um escritor ruim. A literatura brasileira ainda é bastante conservadora, associada mais aos acadêmicos do que aos artistas. Quando comecei a publicar, há dez anos, abracei a utopia de fazer uma literatura mais pop, jovem, mas com densidade e consistência. A isso chamei de “existencialismo bizarro”, tratar das questões existenciais atemporais ao ser humano, associada a referências de filmes de terror, cultura pop e humor negro. Não é uma mescla comum, geralmente é vista como literatura de entretenimento, descartável, e obviamente não é recebida com unanimidade. Ainda assim tive o privilégio de publicar por grandes casas editoriais, receber críticas entusiasmadas, ter obras adaptadas para o teatro (e vendida para o cinema) e ver meu livro adotado como leitura obrigatória para alunos ingressando na universidade. Com minhas obras começando a ser publicadas internacionalmente, vejo possibilidades de encontrar esse leitor atípico, alternativo, capaz de ler a poesia escrita com sangue. · Publicações · Olívio (Talento, 2003,) · A Morte Sem Nome (Planeta, 2004; Palavra, Portugal, 2005) · Feriado de Mim Mesmo (Planeta, 2005) · Mastigando Humanos (Nova Fronteira, 2006; Ediciones Ambulantes, Espanha, 2013) · La Linea, (Itália, 2013; Editora Record, Brasil, 2013) · O Prédio, o Tédio e o Menino Cego (Record, 2009) · Pornofantasma (Record, 2011) · Garotos Malditos (Record, 2012)

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Lucrecia Zappi

I was four when I left Buenos Aires, in 1976. Anxious to make the exile less painful for my sisters and me, my parents invented a cruise to Brazil. When I muse over those early childhood memories, one of the most vivid images is the moment when we were leaving, and my mother handed over our dog to the building’s concierge. “Just for a few days,” she reassured. Yet, the frankness on his face behind that smile did something crucial to me. I still can’t explain what it is, but this is somehow where my writing is rooted. I did not know what Portuguese was when I landed in São Paulo. At sixteen, the equivalent happened. I moved again, this time to Mexico City, where I had to relearn Spanish. It is tempting to think that the need to find roots as a foreigner is tied to simply speak someone else’s language, but as I kept moving to other countries (The Netherlands, Belgium, and back to Brazil), the themes of reinvention and displacement continued to obsess me. Onça Preta was published this year in São Paulo. It’s my first novel. In English, the title means “Black Jaguar”, and it takes place in Chapada Diamantina, in the Northeast of Brazil. The illustrations that I’ve made belong to the protagonist, a botany student who travels to a remote area to find her unknown father. The drawings are part of her effort to understand herself and this rustic and abandoned world, which she’s driven to explore it. Also published in Portuguese, is a children project called Mil-folhas (Thousand Leaves), a gastronomic wanderlust about the history of sweets. It won the Bologna Ragazzi Award in 2011. The passion for food is there, but also the inevitable enthusiasm to see a dessert travel from table to table, from different centuries and cultures, like a mock heroic figure, pulling superlatives from the mouths of those about to eat it. I’ve worked as a journalist for the Brazilian newspaper “Folha de S. Paulo”, and other publications, often specialized in fine arts. I also make drawings, and translate from Dutch to Portuguese. I hold a master’s degree in Creative Writing from NYU, and I currently live in New York, working on my second novel.

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Saí de Buenos Aires aos quatro anos, em 1976. Na tentativa de aliviar o exílio para minhas irmãs e eu, meus pais inventaram um cruzeiro para o Brasil. Quando revisito essas memórias de infância, uma das imagens mais latentes para mim é justamente o momento em que estávamos deixando o apartamento, quando minha mãe pôs nosso cachorro no colo do zelador. Só por uns dias, ela disse. Por trás do sorriso sem graça do homem havia uma tristeza desconcertante, e aquilo foi marcante para mim. Até hoje não sei explicar exatamente o que é, mas é onde minha escrita se enraíza. Desconhecia o português quando cheguei em São Paulo e, aos 16, algo semelhante voltou a acontecer. Mudei de novo, para o México, onde tive que reaprender o espanhol. Gostaria de arriscar que a necessidade de buscar um lugar no estrangeiro está ligado à tentativa de falar um outro idioma, mas continuei mudando para outros países (Holanda, Bélgica e de volta para o Brasil) e temas como o deslocamento ou reinventar-se a si mesmo passaram a ocupar um grau de interesse quase obsessivo para mim. Onça Preta foi publicado neste ano em São Paulo e é meu primeiro romance. Está ambientado na Chapada Diamantina, e as ilustrações que acompanham o texto pertencem à protagonista, uma estudante de botânica que viaja para essa região remota em busca do pai que nunca conheceu. Vejo os desenhos como parte do seu esforço de entender a si mesma, assim como o mundo rústico e abandonado em que se encontra, de onde já não consegue deixar de fazer parte. Antes do romance, fiz o Mil-folhas, que é uma viagem gastronômica sobre a história dos doces, vencedor do Bologna Ragazzi em 2011. A cuilinária é uma de minhas paixões, mas aqui há também há o prazer da viagem de um doce passando por séculos e culturas diversos, de mesa em mesa, como uma curiosa figura heróica, capaz de extrair todo o tipo de superlativos das bocas prontas para devorá-lo. Trabalhei como jornalista para o jornal “Folha de S. Paulo” e outras publicações. Também desenho e sou tradutora do holandês para o português. Em Nova York, onde moro desde 2006, fiz mestrado em Criação Literária pela Universidade de Nova York. Estou escrevendo meu segundo romance.

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DESTINAÇÃO BRASIL SE TERMINÓ DE IMPRIMIR EN NOVIEMBRE 2013 EN LOS TALLERES DE COLORISTAS Y ASOCIADOS CALZADA DE LOS HÉROES 315 3700 LEÓN, GUANAJUATO, MÉXICO TIRAJE: 1,000



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