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Editorial

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Trivia Colocolina

Trivia Colocolina

Y dale alegría,

alegría a mi corazón

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La copa Libertadores es un honor Cuanta alegría al entonar ese canto, desde todos los rincones del país, desde cualquier “monumental” en algún bar, con una caña de vino o “una chelita”, o desde el extranjero vistiendo la del popular y acercando un poco el alma y la mente a este pedazo de tierra en el que habitamos. Y cómo no emocionarse con ese Colo Colo, con ese ‘91 y ese Mirko y su rebeldía, ese Morón y el dorado en su traje para ponerle la palma encima a la pelota en la raya antes de matar el sueño o achicarle un arco al Bati y ese Boca, esa prestancia del “Chano” y dejar muda a la bombonera, la juventud de “Cheito” y su entrega, el incansable “kaiser” y la comba en un tiro libre de “Rubén”, la rapidez del “Pato”, el encarar como “Barti” o ese cacheteo y que pegue en el travesaño y se haga inalcanzable al Mono Montoya, ese oportunismo de Ricardo Mariano, la zurda de Martínez y su humilde pero gigante legado, ese pecho y enganche en el área para ponerla a la izquierda del Paraguayo, esas lágrimas y el dedo apuntando al cielo del Leo, un abrazo apretado en el banderín del córner y las antorchas por montón en el David Arellano, ese cabro chico metiéndose de un resbalón en una imagen para la eternidad, las cábalas y la garra de Carlitos Velásquez, ese tocar la copa entre las rejas ofrecida al pueblo en señal de indestructible unión y de enamoramiento, esa novia esquiva que nos dejó plantados en el altar el ‘73 y que le vendió el alma al Diablo y se fue a vivir a Avellaneda, pero ese ‘91 volvió y volvió para quedarse en una noche fría de junio, pero fría ya no será jamás porque se metió en nuestros corazones.

Agradecemos a cada colaborador que hizo posible este hermoso especial Libertadores, a un campeón que nos entregó una hermosa entrevista y a todos los colectivos, socios e hinchas que aportan para seguir sembrando resistencia.

Dejamos la invitación abierta a continuar aportando. Si tienes algún tipo de sugerencia o comentario, o quieres escribir alguna columna, puedes hacerla llegar al mail: sembrando.resistenciafm@gmail.com, o también puedes buscarnos en nuestras redes sociales:

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FE DE ERRATAS: En la edición anterior cuando se explicó el contrato de concesión se señaló que se pusieron en la bolsa 9 acciones en serie B y 1 en serie A, pero realmente fueron 99.999.999 acciones serie B y 1 serie A.

¿Qué es Colo Colo?

Por Patricio Córdova

¿Qué es Colo Colo para mi?

Hace rato que no veía y compartía con el Memo. Un pulento que conocí en los primeros años de la Filial Maipú cuando se suma como apoderado en la Escuelita de Fútbol Popular de la Filial ubicada en La Farfana y que volví a verlo hace unos días compartiendo mientras veíamos el partido del Colo versus Everton - partido deslucido totalmente -, momento en el cual me invita a escribir estas ideas desde la pregunta ¿qué es para mi Colo Colo?

Y comencé a pensar cómo abordarlo ya que lo que sentía antes no es para nada igual a como me relaciono con Colo Colo hoy, por lo que senti-pienso que compartir ese sentir debo mirar para atrás y hacer la ruta hasta hoy.

Patricio Córdova Fundador Filial Maipú

Los 90, de camiseta nike e idolatrias

La población estaba conmocionada. O al menos mis amigxs y yo, allá por el 95 o 96. En ese tiempo vivía frente al “Ekono”, el primer megamercado que llegaba a Iquique, al cual le bastó unos pocos meses para liquidar el comercio local. Bazares, negocios pequeños, restaurant y más sucumbieron a los bajos precios con los que el gran monstruo llegaba a la ciudad. A unas cosas de distancia, estaba nuestro “estadio”. Una cancha de cemento con camarines que iba a ser inaugurada esa misma noche. Teníamos entre 8 a 10 años, cuando nos preparábamos para el primer partido que viviría tal recinto. Recuerdo que entrenamos para la ocasión y lo hacíamos con nuestras “mejores” pilchas. Yo estaba usando la mítica camiseta amarilla del Rambo Ramírez que tenía los hombros rojos. Era la única camiseta que tenía y a la cual amaba con todo. Era la armadura que me acercaba a ser como aquel arquero que veía en la TV por el cable. Arquero que jugaba junto a puros cracks como Espina, Barti, Basay, Emerson, etc. Colo-Colo en esos tiempos era eso. Era distancia e idolatrías. Idolatrías ingenuas como las de un niño de 8 años. Soñaba con conocerles y sentarme en ese estadio tan distinto al querido Tierra de Campeones. Recuerdo que el 97 viajamos para radicarnos en Santiago, fruto de los problemas económicos que vivíamos en el norte. Dejando de lado amigxs y territorio. Llegamos en pleno Agosto santiaguino, con mucho frío y con la “Super Copa” en pleno desarrollo. El estadio estaba más cerca y paso obligado fue visitarlo. Recuerdo que cuando entramos, era un partido contra el Santiago Wanderers -otro de los clubes hermosos de estos territorios-, me acerco a las gradas y me encuentro con un tremendo estadio. Era gigante. El más grande del mundo en esos ojos de niño. Aluciné. Miraba a la barra y a los jugadores. No la podía creer. Estaba donde soñé estar tantas veces mientras jugaba con los amigos a pleno sol.

La quiebra y el re afirmación

Era el 23 de Enero de 2002. Fecha la, siento, marcó a varias generaciones de colocolinxs. Estaba en pleno 2° medio, cuando me entero de esto. Recuerdo que ese día abrí un portal de noticias desde donde me entero que Colo Colo, ese club con el que soñaba desde peque, había quebrado. Tenía 15 años cuando ese hecho marcó esa identidad colocolina que venía cosechando. Uno de los primeros grandes dolores del corazón, marcó un antes y un después en mi forma de relacionarme con el Club. Junté moneda por moneda para comprarme la primera camiseta original (2001) y me comprometí a acompañarlo en cada encuentro que se jugase en el Monumental. Por primera vez no fallé en todo el año. Estuve toda la campaña. Era mi forma de poder entregarle mi apañe “directo” al Club en una etapa donde necesitaba esa fuerza. Las canchas se llenaban. Eran miles de colocolinxs que sintieron ese llamado y que se entregaron en cuerpo y voz a empujar al equipo. De esta salíamos todxs.

Colo-Colo como territorio de lucha

Así pasó el tiempo y a la cancha no falté más. En los primeros años -2002- junto a mi viejo, para luego comenzar a ir junto a amigxs que generalmente iban rotando en su frecuencia. Así, paralelamente, comienzo a estudiar en la universidad y con ello mi forma de entender el mundo comienza a cambiar. Recuerdo intentos de organización para levantar un Centro de Alumnos en mi segunda casa de estudios y la conformación de una banda de reggae. Espacios donde comenzaban a permear ideas, sentires y necesidades. Era 2010 y prendo la tele. A Barticciotto, aquel jugador de melena larga y amarilla que veía en mi niñez como todo un dios, es agredido por quienes, supe luego, defendían intereses de nefastos personajes por dinero. Ese golpe, que varixs sentimos también, me empujó a hacerme Socio. Creo que recién acá es cuando comencé a re-entender al club. Hasta acá este lo visualizaba y lo sentía como el equipo que salía a jugar de blanco, con esa grandeza la cual se nos transmite de voz en voz. Pero algo hacía “click”. Ese Colo Colo de la niñez comenzó a cambiar. Es pleno 2012 cuando Colo-Colo en cancha se parecía al actual. Un técnico displicente, un equipo sin luz y una dirección nefasta tanto del Club como de la ya instalada Concesionaria. Las ideas que comenzaban a empujar visiones más críticas de mi ser y mi entorno, remueven lo que iba sintiendo por el club. Comencé a entender de injusticias, de visualizarlas, de molestarme, de angustiarme por las violencias que ejercen unxs pocxs sobre otrxs muchxs, muchas veces utilizando al fútbol y a Colo Colo para mantener esas estructuras de violencias, cosechando una rabia que venía germinando desde las primeras manifestaciones estudiantiles a las cuales empecé a asistir en 3° medio. Ahora esas ideas trasladaba al fútbol y así Colo-Colo comenzó a ser un lugar de organización. Comencé a entender lo que era un Club. Algunxs amigxs queridxs hasta el día de hoy me contaban cómo era el Club de antes. Que tenía una sede, un teatro y un estadio a puro pulso. Los dos primeros “saqueados” en plena quiebra. Así es como comencé a organizarme persiguiendo apañar y aportar en la construcción de realidades más justas. Sin saber mucho, en pleno proceso de aprendizaje, ese Colo Colo era otra cosa. Primero, dejó de ser ese equipo en cancha solamente. Era la reunión del jueves en la noche. Era la cerveza de la semana pensando en el partido que venía. Era la asamblea en pleno centro de Santiago con varixs compas que sentían que así como el mundo debía cambiar, Colo Colo era nuestro primer territorio a transformar. Eso me llevó a lo que hoy veo como una gran escuela popular de organización. Desde la Filial Maipú como primer territorio hasta la institucionalidad del CSD Colo-Colo.

Hoy, ¿Qué es Colo Colo para mi?

De esa última etapa hasta ahora ha pasado harta agua sobre el río. Así las ideas, los sentires y las utopías van complejizándose empujando posiciones más concretas desde la individualidad situada en lo colectivo. Aquel Colo Colo que salía a jugar en cancha ya no lo siento. Al punto en que me molesta verlo. Me molesta ver jugadores que se posicionan como dioses. Me molesta ver y escuchar un silencio cómplice de la Concesionaria. No me hace sentido lo que ocurre en esa cancha de fútbol profesional. Pero eso no quiere decir que deje de ser colocolino. Hoy para mi Colo Colo es otra cosa. Ese Colo Colo lo visualizo en la Cami, en el Memo, en la Marce, el Carlitos y en el Simon. En las risas que compartimos en tiempos de organización y fijo que en los abrazos de próximos reencuentros. Es ese aguante de una parte de la población que entiende esta bandera como una apegada al pueblo y por tanto al servicio de las transformaciones que requerimos como sociedad. Es ese empuje y fuerza que hace que se levanten iniciativas populares autogestionadas para, “simplemente”, cambiar la realidad concreta de distintos territorios. Hoy para mi Colo Colo es eso. Son recuerdos, son certezas, pero también un montón de contradicciones internas, las cuales he procurado dejar de castigar abrazándolas para cambiar. Colo Colo es un territorio, no el que más sienta hoy, pero si un territorio que es necesario transformar. Lugar donde muchxs de esxs compas pulentxs que conocí a través de él, arman jugadas para pensar otro mundo posible, mediante otro Colo Colo. Uno de calle, uno popular -no desde la masividad-, uno que apañe y se sume a las transformaciones y a los procesos emancipatorios. No más para jugar el juego de los poderosos, sino que para jugar por y para lxs oprimidxs.

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