Mi nombre es Luis Zuberbuller Fui presidente de la Bolsa de Comercio en varios períodos. Formé parte de muchas comisiones, invitado por el presidente de la República, entre ellas la que revisó las tarifas aduaneras y la que estudió la organización del Puerto de Buenos Aires. Soy dueño de varias estancias de la Provincia de Buenos Aires, vicepresidente de una compañía de seguros y director de un banco. Poseo muchas propiedades. En este momento se abre en Buenos Aires un debate. Todos los diarios dedican sus páginas a recoger variadas opiniones al respecto. Las reuniones sociales en Buenos Aires se han convertido en discusiones muy encontradas y conflictivas: viejos amigos enfrentados, familias peleadas.
Algo, sin embargo, une a todos los participantes: mantener alejado al pueblo criollo no gringo de la vida política es un acierto, ya que no está capacitado para votar, porque el voto debe ser un privilegio de gente culta, es decir, de la gente adinerada. La forma de ejercicio del poder actual no está en discusión en nuestras reuniones. Este Estado, que nos costó sangre y mucho esfuerzo construir, llamado por nuestros enemigos “oligárquico” no debe desaparecer ni ser cambiado por otro: peligrarían nuestros derechos.
Mi nombre es Joaquín Cuello Mi padre nació en Buenos Aires, lo mismo que yo. Fue empleado público, cargo que heredó de su padre, también criollo. Tanto mi abuelo como mi padre apoyaron siempre a los gobiernos que se fueron sucediendo en los últimos años en nuestro país. Siempre encontraban argumentos y sobre todo siempre, decían que ellos recibían beneficios del “milagro económico”. Mi padre era muy amigo de Rosendo García, el caudillo conservador del barrio en que vivíamos. Siempre que lo necesitó recibió el favor personal (nunca quedaba muy claro a cambio de qué): un ascenso en el trabajo, un crédito para arreglar la casa, un lugar en el hospital durante la enfermedad del abuelo.
Cuando lo aprieto un poco, sólo puede contestarme que admira la figura paternal y la habilidad de hacer política de Rosendo García: el “caudillo” del barrio. Le gusta ser invitado a los asados y sobre todo admira la ropa que usa y su sombrero. En estos días que comenzó el debate por la Reforma Electoral, cerca de nuestra casa se abrió un comité radical. Me atraen las ideas de Alem e Yrigoyen y aunque su forma de hacer política electoral para ganarse votos es bastante parecida a la de los conservadores, me gusta asistir a las conferencias y mitines que organizan, cantar el Himno Nacional y escuchar las marchas militares.