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LAOCTAVA MARAVILLA DEL MUNDO

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TO R R ES D E L PA I N E Patagonia. Tierra de misterios y leyendas. De tehuelches, colonos, gauchos y pumas. De montañas, estepas y glaciares. Una porción del planeta cuya sobrecogedora naturaleza parece haber sido creada para la aventura, y sus paisajes cincelados para la ensoñación. Y de entre todos ellos, hay uno que destaca por su salvaje y cautivadora belleza: las Torres del Paine. Por: Fco. Javier González Fotos: Claudio Magallanes / Chile Nativo

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TO R R ES D E L PA I N E

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terrizar en Punta Arenas, Chile, después de 24 horas de viaje supone enfrentarse a la sensación de haber llegado al fin del mundo. Pero como todo fin, también es la oportunidad de un comienzo: y estoy excitado ante los cuatro días de emociones outdoor venideras alrededor de todo un ícono de la naturaleza como es el Parque Nacional de las Torres del Paine, acertadamente nombrado hace unos años como la octava maravilla natural del mundo. Estamos en la región de Magallanes, la decimosegunda de Chile y la única al este de los Andes. Terra Australis Incognita. El fin -o el comienzo- del mundo. El paisaje de camino a Puerto Natales es árido, yermo, incluso arisco. Cinco horas y 250 kilómetros de carretera a través de una inmensa estepa escasamente poblada, apenas salpicada por estancias separadas entre sí por vastos latifundios ganaderos.

Chile Nativo

En la pintoresca localidad de Puerto Natales se encuentra la agencia de viajes de aventura Chile Nativo. Todo un guiño a los tehuelches, nativos de la Patagonia continental a los que los conquistadores españoles denominaron patagones, y a los que exterminaron entre 1920 y 1930 por una fatídica combinación de enfermedades, alcohol y violencia. En su sede nos recibe su gerente Gonzalo Fuenzalida: “El mayor reclamo de la zona es el famoso recorrido de la W en Torres del Paine, aunque las actividades de observación de fauna y la hípica van ganando enteros.” Y aunque la temporada alta es desde octubre hasta abril, nos cuenta que son capaces de trabajar todo el año. Armando Iglesias, bisnieto de gallegos y guía local de la agencia desde hace

doce años, nos da su creíble explicación: “El clima en la zona ha cambiado mucho, los inviernos ya no son tan duros y no nieva tanto como hace veinte años, por eso ahora viene más gente en invierno.” Dejamos Puerto Natales, no sin antes embelesarnos a orillas del canal con las vistas de los glaciares del Monte Balmaceda, Sierra Chacahuco y Sierra Prat, así como del Paine Grande, la montaña más alta de la zona con 3.050 m. A la salida de Natales nos despide una escultura a tamaño real del extinto Milodón, un perezoso gigante emparentado con los actuales. Vemos barcos pesqueros en el fiordo "Última Esperanza", homónimo de la provincia que pisamos, y llamado así por el navegante Juan Ladrillero en su viaje en 1557, al que consideró como su “última esperanza” de encontrar al estrecho de Magallanes viajando desde Chile. Nos quedan unas horas de viaje por la carretera denominada “Ruta del Fin del Mundo”, en una aproximación de varias horas que se acortará sensiblemente en el futuro cuando se terminen las obras del aeropuerto de Puerto Natales, al que presumiblemente llegarán vuelos directos desde Santiago.

denominados “cojín de la suegra”, así como otros arbustos espinosos denominados calafates. Entre ellos merodean guanacos salvajes, de los que cada año mueren el 40% de los ejemplares jóvenes devorados por los pumas. En una charca cercana se refleja el cuerpo rosado de dos ejemplares de flamencos chilenos, y vemos galopar algunos baguales (caballos salvajes) así como simpáticos ñandús, de aspecto similar a las avestruces pero de menor tamaño. Caballos, vacas y ovejas pastan en inmensos latifundios cortados cartesianamente por vallas, y pequeñas y grandes estancias se suceden cada cierto tiempo por el camino. Una naturaleza inconmensurable, parada en el tiempo. No es de extrañar que aquí fuese donde la poetisa chilena Gabriela Mistral escribió su célebre poema “Desolación”: “Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa; miro crecer la niebla como el agonizante, y por no enloquecer no encuentro los instantes, porque la noche larga ahora tan solo empieza.” Mientras nos dirigimos al norte divisamos a lo lejos parte del atractivo e indómito Campo de Hielo Sur. Un poco más y se nos muestra el deslumbrante macizo del Paine. Un par de enormes cóndores vuelan sobre nosotros.

Desolación

A lo gaucho

El paisaje es recio, quieto, solitario. Un rudo y marcado contraste entre los tonos ocres de la tierra, los bosques de ñirres y lengas, y las prístinas montañas nevadas y glaciares colgantes que salpican el horizonte. Desde la furgoneta vemos animales de todo tipo que nuestro guía Armando se ocupa de nombrar: vuelan bandurrias, caiquenes y caranchos. En el suelo baldío crecen pequeños cactus

desde los enormes latifundios de las antiguas compañías inglesas -que importaron el modelo ganadero de Australia y Nueva Zelandahasta la expropiación forzosa del presidente Allende, y el reparto posterior al golpe de estado de Pinochet, en el que se otorgaba una hectárea por oveja a cada familia. Los terrenos de Tercera Barranca ocupan casi seis mil hectáreas por las ¡más de 5.500 ovejas que manejan! “Y es pequeña”, me dice Patricio. En 1995 tuvo lugar el denominado como “Terremoto Blanco”: el invierno fue tan duro, y las nevadas tan intensas que murieron muchísimos animales, por lo que muchas familias lo perdieron todo y se vieron forzados a abandonar y malvender sus tierras.

“Tratamos de proporcionar una experiencia lo más pura posible, y siempre trabajando con gente local, como por ejemplo los gauchos”, me dice Gonzalo. Estamos en Tercera Barranca, una hacienda con privilegiadas vistas a las Torres del Paine. Algunos trabajadores están talando unos árboles. Patricio, un atento y cordial trabajador de la hacienda me comenta, “las necesidades del turismo nos son las mismas que las del trabajo de antaño. Antes procurábamos protegernos de la naturaleza, ahora toca abrirse a ella”. También me explica el proceso de reparto de las tierras a lo largo de la historia,

En la cabalgada disfrutamos del hipnótico paisaje del Macizo del Paine: el Monte almirante Nieto, las tres Torres y el Nido de Cóndores.

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TO R R ES D E L PA I N E En las siguientes décadas el proceso de concentración de tierras en pocas manos ha sido imparable. Según nuestro guía Armando, “la forma de trabajar a la antigua usanza de los gauchos también ha ido desapareciendo, ya que no se pueden desplazar libremente por las tierras para trabajar de una hacienda a otra.” Los gauchos no suelen ser los dueños de las tierras, pero sí los que las trabajan. Normalmente no viven en familia, suelen ser solteros, y muy solitarios. Nos trasladamos hasta el puesto “El Gringo”. Los puestos son lugares alejados de las estancias equipados con camas y cocina a los que los gauchos podían acudir y quedarse en caso de tener que vigilar reses en otras zonas. Además, eran una opción perfecta para los gauchos con dificultades económicas, ya que pasaban un buen tiempo aislados, pero con techo y comida. No es el caso de Moncho, el baqueano cuyas exóticas facciones son las responsables del nombre del puesto, y al que -como buen gaucho- cuesta arrancarle incluso monosílabos. Nos vestimos para la ocasión con perneras, guantes y casco, y según el nivel de experiencia previa nos reparten los caballos, de raza criollos chilenos. Aunque es muy recomendable el uso de crema solar y gafas de sol (esta zona del planeta está más expuesta a la radiación por el agujero de ozono) los gauchos no usan ni una ni otras… Excitados, comenzamos la cabalgada disfrutando desde el primer momento del hipnótico paisaje del Macizo del Paine, con el Monte Almirante Nieto, las

tres Torres y el famoso Nido de Cóndores. Poco a poco nos acostumbramos a los diferentes ritmos: al paso, al trote e incluso al galope. No es tan fácil como puede parecer, y se notan los jinetes que tienen experiencia previa. Mi caballo “Chingao” se muestra rebelde, y a pesar de mis esfuerzos no me da la sensación de que yo sea el que lleva las riendas… Por el camino sorprende la cantidad de fauna salvaje que nos acompaña y podemos ver a simple vista: ñandúes, guanacos, armadillos, cóndores… En el Parque hay cerca de 25 pumas contabilizados, y como en otras zonas también aquí hay problemas de furtivos (normalmente los propios gauchos, que incluso los ahúman para comérselos después de cazados). Precisamente, el hambre aprieta después de tres horas a caballo. Paramos frente a la Laguna Azul, que ofrece un contraste cromático más a la paleta de colores del paisaje. La primera europea en contemplar la misma escena que estamos viendo fue la escocesa Lady Florence Dixie, viajera, corresponsal de guerra, escritora y feminista, que llegó desde Punta Arenas después de una expedición de tres meses a caballo. Cuando a este mismo lugar la vista le recordó a una edificación de Londres “Las agujas de Cleopatra”, y así las bautizó. Precisamente, uno de sus guías, el famoso baqueano Santiago Zamora (el primero que se aventuró a cazar en la zona alrededor de 1870) da nombre al río que tenemos que cruzar en la segunda parte de la jornada. En el paraje que recorremos abundan los

Antonio Pigaffeta, explorador, geógrafo y cronista del primer viaje alrededor del mundo realizado al mando de Magallanes.

esqueletos de animales ya rapiñados, lo que aporta una sensación extra de territorio salvaje. Al detenernos en cruce de los ríos Zamora y las Chinas, el grupo parece una banda de cuatreros, antes de enfilar una cresta de bajada que nos hace tener que confiar casi ciegamente en nuestros nuevos amigos equinos… ¡no os caigáis precisamente aquí! Cruzamos el río y nos adentramos en un siniestro bosque de lengas antes de llegar a la cascada Salto las Chinas. A la vuelta se nota que hemos adquirido un poco más de pericia sobre los caballos. Trotamos y cabalgamos más y mejor. De hecho, los últimos tramos galopamos a la carrera tratando de ser los primeros en llegar. En total han sido seis horas de cabalgata para recorrer un total de 18 kilómetros. Para un novato la experiencia es intensa ¡y dolorosa! Al día siguiente las agujetas recorrerán prácticamente todos los músculos del cuerpo desde el cuello hasta los pies. Ya en el puesto, Moncho y su compañero calientan agua para tomarse una mate. “En 20 años no quedarán gauchos, los jóvenes quieren vivir en la ciudad, y no está bien pagado”. No se suelen jubilar, y trabajan hasta morir. La vuelta a la estancia nos depara una realidad mucho más agradable, con un yacuzzi al aire libre, unas cervezas artesanales de la zona o un buen vino chileno, ¿quizás un Pisco Sour? El aperitivo perfecto para un típico cordero a la estaca ¡mínimo cuatro horas preparándose al fuego! Duermo en una pequeña y coqueta caravana rehabilitada de los viejos tiempos en que se usaban en los lejanos puestos. El cielo austral se muestra solemne en la noche, ¡puedo tocar las estrellas!

El Mirador de las Torres

Ocres brillantes y nieve rosada. Un perro se despereza y ladra a una mofeta que pasa despreocupada por el camino. La luz del amanecer incide sobre un mapa de la zona que refleja las enormes posibilidades de exploración en la zona. Hoy toca el trekking más famoso del Parque hasta el Mirador de las Torres. De camino, las calmadas aguas del Lago de los Cisnes reflejan las colosales paredes y el glaciar del Paine grande. Un guanaco posa altivo en una cresta, probablemente un centinela del rebaño que nos encontramos metros después. La carretera serpentea hasta llegar al punto de partida del trekking, muchísimo más alejado de lo que parece sobre el mapa. Cruzamos el río Paine, el principal del Parque y que nace en el lejano glaciar Dickson, y pasamos por bosques quemados como consecuencia de los incendios de 2006 y 2011. El último, más virulento, tardó meses en apagarse. Ahora son más estrictos con la normativa y las multas son mucho más elevadas, e incluso dentro del Parque sólo se puede fumar en lugares habilitados. La entrada al Parque cuesta 18.000 pesos para los extranjeros, válida para todos los días que hagan falta mientras no se salga del Parque, que solo se puede hacer tres veces. El trekking comienza en las faldas del Monte Almirante Nieto, ascendiendo el Valle de Ascencio Brunel, el más famoso ladrón de caballos del s. XIX. Del también

FOTO: FRANCISCO JAVIER GONZALEZ

La normativa del Parque es estricta: las multas son elevadas y sólo se puede fumar en lugares habilitados.

Transcurrieron dos meses sin que viéramos ningún alma en ese país. Un día, cuando menos lo esperábamos, un hombre de estatura gigantesca se presentó ante nosotros. Estaba sobre la arena, casi desnudo. Y cantaba y danzaba al mismo tiempo, echándose polvo sobre la cabeza. Era tan grande que nuestra cabeza llegaba apenas a su cintura. Nuestro capitán llamó a este pueblo patagones.

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denominado “Demonio de la Patagonia” se llegó a pensar que era un brujo, ya que le llegaron a ver en varios sitios muy alejados entre sí a la vez. Aunque la razón era más terrenal: eran tres hermanos. Dos horas de pronunciado y mantenido ascenso hacen de primer filtro para los turistas no habituados a las caminatas de montaña, aunque en verano el trekking puede ser recorrido por hasta 300 personas cada día. “Cada año hay más incidencias de accidentes con gente no preparada”, me dice Armando, “no es raro encontrarse con mochileros sin preparación para la montaña”. Una vez en el Refugio Chileno los más agotados pueden contratar un descenso de vuelta a caballo. Los que tengáis dudas, seguro que las vistas de las Torres Central y Norte junto al Nido de Cóndores os espolean a hacer un penúltimo esfuerzo. Nos sorprendemos al ver llegar a un chico con esquís en la espalda, visiblemente decepcionado por las malas condiciones de la nieve en cotas altas “Bueno, no pasa nada, iba en busca de aventura, y la he encontrado a pesar de no poder esquiar”. El camino zigzaguea a través de un bosque Nothofagus –también conocidos como hayas del sur- pasa por ríos a través de puentes colgantes de madera, y ocasionalmente permite ver el glaciar del Monte Almirante Nieto, de 2.640 m (nombrado en honor al militar chileno que auspició la expedición alemana a la cima en 1936, alcanzada por los alpinistas Hans Teufel y Stefan Zuck, del Club Alpino de Baviera) que justo ruge para nosotros antes de desprenderse de un buen pastel de nieve y hielo. Caminamos por un auténtico cementerio de lengas, con amasijos de troncos, ramas y raíces, en los que encontramos Llao Llaos, hongos comestibles de característico color amarillo. El Campamento Torres (en el que se puede acampar con reserva), suele ser el punto de inicio de muchos escaladores que tienen como reto trepar las verticales paredes de más de 880 metros que nos sirven de faro en este trekking. Aquí comienza la verdadera ascensión: 280 metros de desnivel restantes por una dura y mantenida cuesta antes de llegar al pedregal de la

morrena, cuyos enormes bloques de granito y lenguas de nieve ponen a cada caminante en su sitio. No pasa nada, unos metros más y la recompensa del esfuerzo se muestra ante nosotros: el Mirador de las Torres, un anfiteatro natural modelado por la fuerza del hielo glacial al pie de la Laguna de las Torres (todavía helada en primavera) y de las enormes paredes graníticas de la Torre Sur (de 2.850 m y escalada por primera vez en 1963 por una expedición italiana guiada por el famoso alpinista Armando Aste) , la Torre Central (de 2.800 m y escalada por primera vez en 1963 por los británicos Chris Bonington y Don Whillans),y la Torre Norte (2.600 m escalada por primera vez por el italiano Guido Monzino), así como el Nido de Cóndores y la cara norte del Monte Almirante Nieto. ¿De qué se forman los recuerdos? Sin batería en la cámara de fotos, los míos los forman el sol reflejado sobre la laguna helada, el frecuente sonido de rocas cayendo por las laderas y las monumentales paredes que parecían vigilar cada movimiento a sus pies. Es hora de desandar el camino, como siempre con una dosis de precaución extra para que el cansancio no nos haga tropezar… De vuelta al hotel los músculos acusan más de seis horas de caminata y cerca de 1.100 metros de desnivel, pero la luz del atardecer sobre una nueva perspectiva del Macizo, ahora desde el oeste, nos recuerda que “sarna con gusto no pica”. Entre témpanos y glaciares “Mejor que no gritéis aunque estéis excitados”. Es cierto. Estamos excitados, nerviosos, agitados ¡entusiasmados! Para la mayoría no es algo habitual estar sentado en un kayak a pocos metros de un témpano de varios metros de altura; pero la advertencia de nuestro guía no pasa desapercibida: un pequeño bloque de hielo se desprende del iceberg y al momento nuestras caras reflejan el temor a que caiga uno más grande… Estamos en el extremo sur del Lago Grey, en el denominado “Cementerio de Icebergs”, donde terminan su travesía los témpanos que se desprenden del Glaciar Grey, que

nace en el Campo de Hielo Patagonico Sur. Nuestro guía José Luis, 32 años y natural de México, nos ha dado unas clases prácticas de paleo y seguridad antes de echarnos al agua, y nos asegura que sabe de primera mano que podemos aguantar hasta once minutos en el agua antes de correr riesgo de hipotermia “Así que, en caso de tener que hacer un auto rescate, es mejor hacerlo bien a la primera: tranquilidad, pero presteza.” Y aunque el cementerio está muy expuesto a las olas, somos afortunados de tener unas condiciones perfectas –y poco habituales en la zona- para palear: ¡ni gota de viento! La vista engaña, y los 17 kilómetros de distancia a los que está el glaciar parecen poder ser recorridos en un rato. En vez de eso nos congratulamos de palear entre témpanos de caprichosas formas y tonos cambiantes al son de las nubes y los claros, desde el blanco más puro al azul más glauco. Proseguimos por el río Grey siguiendo en fila al guía, que nos coloca en la línea en función de nuestro nivel. Dado el poco caudal, estamos en un clase I con algunas partes de clase II, pero por lo menos es perfecto para palear incluso en días de viento, ya que buena parte pasa por zona s protegidas. Los primeros meandros ponen a prueba la sensibilidad del timón (y del timonel) y la habilidad de los palistas (el más experimentado en la popa con el manejo del timón). Nos adentramos en un bonito cañón en el que nos dejamos llevar plácidamente por la corriente justo antes de maravillarnos con una nueva y seductora perspectiva del macizo al fondo, iluminado por una sugerente luz de claroscuros. José Luis nos comenta que “no es normal un día así de bueno a esta altura del año. ¡Días así en seis meses hay muy pocos! Suele hacer más frío, más viento… ¡y no es fácil esta vista del Paine tan despejada!”. Como nos ocurrió cabalgando, cada vez hay más confianza y deseamos que lleguen más y más grandes rápidos, pero el río lleva poca agua y las zonas de aguas bravas que normalmente son de clase III ahora son clase II o incluso I. Así pues, el problema que tenemos es quedarnos estancados. Cuando ocurre, resulta cómica la escena tratando de desencallar con el movimiento acompasado de nuestros cuerpos. Después de cinco horas paleando, 15 kilómetros en total, la cerveza austral con la que nos reciben a pie de río sabe cómo todos vosotros seguro que ya sabéis… OX

GUÍA PRÁCTICA  CON QUIÉN: Chile Nativo es una experimentada empresa de turismo aventura que ofrece programas de trekking, cabalgatas, kayak y observación y fotografía de paisajes, aves y fauna en la zona del Parque Nacional de las Torres del Paine. Los programas pueden ser combinados o hechos a medida, y en todos se pueden contratar distintas opciones de alojamiento, siempre de la mejor relación calidad-precio. Destacamos la profesionalidad y simpatía de los guías, auténticos responsables de una completa (y divertida) experiencia de viaje. Tel. (56-2) 27175961 info@chilenativo.travel chilenativo.travel  VUELOS: La compañía aérea Lan Chile opera vuelos diarios desde Santiago de Chile a Punta Arenas. La capital chilena es accesible en avión desde Madrid y Barcelona. lan.com  MÁS INFORMACIÓN: Chile es uno de los destinos emergentes de turismo de aventura. La variada naturaleza de su extensa geografía permite disfrutar del trekking, kayak, esquí y snowboard, bicicleta de montaña, descenso de cañones, surf… Podéis consultar las diferentes posibilidades de deportes y aventura en las distintas regiones en: chile.travel

Tenemos un vídeo de nuestra experiencia en las Torres del Paine en revistaoxigeno.es

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