Revista cultural del Bajío
Fomento Cultural Irapuato A. C.
Las Hacedoras
Edición Trimestral • Irapuato • Agosto - Octubre 2021 • Año 5 - Edición No. 16 - Ejemplar Gratuito
COLABORADORAS Ana Paulina Calvillo (Ciudad de México, 1974). Docente, editora, impresora y tipógrafa en tercera generación, es directora editorial de Los Otros Libros. Textos suyos fueron publicados en la antología Palabras Germinales (Ediciones La Rana, 2001)y en los Premios de Literatura de León (Instituto Cultural de León, 2020). Camelia Rosío Moreno G (Jerécuaro, Gto., 1965) Radica en Acámbaro, Gto. Mujer. Hija. Madre. Oficinista. Promotora cultural.Mediadora de lectura. Hacedora. Cecilia Magaña (México DF, 1978) radica en la ciudad de Guadalajara desde 1988. Ganó el premio Gilberto Owen con el libro de cuentos La cabeza decapitada y fue becaria del FONCA durante el período 2013-2014 con el proyecto de novela Old west Kafka, (Editorial Paraíso Perdido, 2018). Autora de las colecciones de cuento Silenciosa y sutil y Todos los ruidos del mundo (Paraíso Perdido, 2016). Participante en las antologías de cuento LADOS B 2015, Catedrales en la Arena, Cuatro estaciones y Solo Cuento X. Actualmente imparte talleres de creación literaria y varias materias para la Universidad de Medios Audiovisuales (CAAV). Fundadora, junto con Ada Cabrales, de Atípica Editorial. Conductora del videopodast Juego de Pomos. Su novela Principio de Incertidumbre (Paraíso Perdido, 2020) recibió el Premio Bellas Artes para primera novela Juan Rulfo 2013 Estrella G. Torres Hernández (León, Gto.) Es miembro de la Red Estatal de Tertulias Literarias Guanajuato José Luis Calderón Vela. Ha publicado en la antología de Haiku y Senryu Trébol de cinco hojas, así como en la antología Andanzas y remembranzas en León. Es la responsable de las tintas del comic Perdu Cirque editado en Canadá a través del sello editorial Studiocomix Press, así como en el comic oficial municipal Purisimense. Actualmente es escritora regular de la revista mensual Ecos Literarios, capítulo León. Gabriela Castillo (Irapuato, 1991) Compositora e intérprete musical. Comenzó a corta edad sus estudios musicales. En el 2013 funda el cuarteto Perhaps donde también es bajista. Estudiante de la Licenciatura en Música (Composición) en la Universidad de Guanajuato, donde ha sido premiada como alumno destacado por la Universidad de Guanajuato con el premio al Mérito Académico 2012 y 2014. Composiciones sinfónicas de su autoría han sido interpretadas por la OSUG, así como ha compuesto música para cortometrajes durante el festival KINOFEST. Hany Kornhauser Valadez (León, Gto., 1969) Exalumna de la Universidad Iberoamericana. Empresaria por necesidad, tiene más de veinte años estudiando Historia de México, Arte, Redacción de cuento y filosofía. Ha publicado en Argonauta, revista cultural del Bajío y en La trinca del cuento del diario AM. En 2009, publicó el libro Cincuenta Regresiva. Helue Yozunne Nocedal (CDMX, 1991) Estudió Arte en la Universidad del Claustro de Sor Juana. Trabajó como Gerente de Cultura Postal del Servicio Postal Mexicano. Sus primeros textos giraron en torno a estampillas filatélicas conmemorativas. Actualmente se dedica a la investigación de recintos catalogados monumentos, curaduría y escritura libre en torno a temas histórico-artísticos de México de principios del siglo XX. Es la representante de la Orquesta Sinfónica Metropolitana. Jaime Panqueva (Bogotá, Colombia, 1973) Premio Juan Rulfo de Primera Novela 2009 por su obra La rosa de la China (Planeta, 2011). Autor de El final de los tiempos (NortEstación, 2013). Ganador del concurso literario del 9° Festival Internacional de Escritores y Literatura en San Miguel de Allende 2014; becario de la Asociación de Escritores de Shanghái para las residencias literarias 2014 y tutor del PECDA y del Seminario para las letras guanajuatenses. José Antonio Banda (Coatzacoalcos, 1982) Premio Nacional de Poesía Bartolomé Delgado de León 2014 y Premio Ramón Figuerola 2016. Becario del PECDA en el 2013. Autor de Cuaderno en ruinas (Plataforma, 2011), Teoría de la desolación
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(Azafrán y Cinabrio, 2012), El Pozo abierto (Cartonera La Cecilia, 2014; Quemar las naves, 2016 y Río interior (Ediciones Atrasalante / ISC, 2016). Karla Barajas (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1982) Publicó Neurosis de los bichos (Colección Minitauro, La Tinta del Silencio, 2017), Esta es mi naturaleza (Editorial Surdavoz, 2018), Cuentos desde la Ceiba (Colección Bocanada, La Tinta del Silencio, 2019). Laura Edith Barrera (Puentecillas, Gto., 1987) Se desempeña como docente en la ENMS Guanajuato. Forma parte del equipo del proyecto Ilustrando con mis Abuelos Éza'r en Misión de chichimecas, San Luis de la Paz, Gto., el cual fue apoyado por el PAPNyJ2019 del FONCA. Es autora del libro de cuentos Para Curar de Espanto (2020). Lisa Teasley (Los Ángeles, USA, 1964) escritora y artista plástica. Su primer libro de relatos, Glow in the dark (2002), obtuvo los premios Gold Pen y Pacificus Foundation. Sus novelas Dive (2004) y Heat Signature (2006), abordan cuestiones de género, raza, interculturalidad y justicia social. Escribió y presentó el documenta de la BBC para television High School Prom en 2006). Es Senior Editor de ficción para Los Angeles Review of Books. Radica actualmente en Los Ángeles. María Barrón (Irapuato, 1991) Licenciada en Letras Españolas por la Universidad de Guanajuato. Guionista de Karma (2016), cómic independiente. Colaboradora de Revista Golfa de arte y cultura desde su creación en 2011. Entusiasta de la creación y difusión de proyectos culturales. María Ángeles Pérez López (Valladolid, España, 1967) Poeta y profesora titular de la Universidad de Salamanca, donde trabaja sobre poesía contemporánea en español. Antologías de su obra han sido editadas en Caracas, Ciudad de México, Quito, Nueva York, Monterrey, Bogotá y Lima. También, de modo bilingüe, en Italia y Portugal. Ha ganado varios premios en España. Está incluida en diversas antologías, la más reciente es La primera línea. Poesía iberoamericana (Lima, 2021). Es miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, miembro de la Academia de Juglares de Fontiveros e hija adoptiva del pueblo natal de San Juan de la Cruz. Forma parte de la Asociación “Genialogías”, volcada en re-conocer el legado de las poetas. Ha sido jurado de numerosos premios literarios, siendo el más relevante el Premio Cervantes. Mariana del Vergel (Aguascalientes, 1998) Estudiante de Letras Españolas en la Universidad de Guanajuato. Fundadora del Encuentro Nacional de Revistas Literarias (ENAREL) “Fernando Benítez”. Ha publicado sus poemas y ensayos en diversas revistas literarias como Punto de Partida, Punto en Línea, Campos de Plumas, Página Salmón y Maremoto Maristain. Obtuvo el primer lugar en la edición 2019 del concurso coordinado por la FeNaL “Mundos posibles” con la categoría de poesía. Actualmente es directora editorial de la revista de creación y crítica literaria Los Demonios y los Días www.losdemoniosylosdias.com Mónica Lavín (CDMX, 1955) escritora y periodista mexicana, y es autora de una veintena de libros de cuentos, novelas y ensayos. Pertenece al SNCA desde 2003. Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 1996. Premio del Club de Periodistas 1997 por el programa radiofónico de divulgación de la ciencia Muy Interesante. Premio Nacional Narrativa Colima para obra publicada 2001 por Café cortado. Premio Iberoaméricano de Novela Elena Poniatowska 2009 por Yo, la peor. En 2010, recibió el Premio Governor General de Canadá por la promoción de la literatura canadiense en México y en 2011 obtuvo el Premio Nacional Malinalli por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez de Tabasco. Desde 2005 es profesorainvestigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México en la Academia de Creación Literaria y es columnista del diario El Universal. Rosario Cázares (Irapuato, Gto., 1998) Escritora e integrante activa de Manto Blanco. Su poema La Monte Young, 1961 fue publicado en la edición bilingüe del Anuario de Poesía de San Diego 2020-2021 (Rainbow, California; 2021). Autora de Poltergeist, obra que obtuvo mención honorífica en los Premios de Literatura León 2021, integrados por el XVII Concurso de Cuento Corto y el XIV Concurso de Poesía Libre.
DIRECTORIO
Director general Jaime Panqueva Director Editorial José Antonio Banda Editoras Invitadas Maria Barrón Rosario Cázares Diseño Paola Andrea Moreno Franco Consejo Editorial Alejandro Palizada Sánchez, Francisco MacSwiney Salgado, Marco Vanzzini. Contacto para publicidad contacto@argonauta.com.mx Cartas de los lectores y colaboraciones edicion@argonauta.com.mx Página web www.fomentocultural.org www.argonauta.com.mx Argonauta Revista Cultural del Bajío
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https://issuu.com/fomentoculturalirapuato ARGONAUTA es una publicación de Fomento Cultural Irapuato A. C., sin fines de lucro. Todos los derechos reservados. Se permite la reproducción de los textos bajo autorización previa del autor. Las opiniones expresadas son responsabilidad única del autor y no reflejan necesariamente la opinión de la publicación. Registro de nombre y licencia de contenido en trámite. Argonauta. Año 5 número 16. Irapuato, Gto. 2021.
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29 30 32 36 Portada: Madame Juliet, la leyenda amazónica Estefanía Mata. Escultura en fibra de vidrio
DOSSIER LA CHOPPER DE MILWAUKEE ANA PAULINA CALVILLO MUJERES BASURA (CRÓNICA RESCATADA) MÓNICA LAVÍN A GOLPE DE LINTERNA, DINAMITAR EL CANON Y LEER DE OTRA MANERA LILIANA PEDROZA MUJER ILUSTRE DEL BAJÍO: CATALINA D’ERZELL HELUE NOCEDAL PROSPERIDAD HANY KORNHAUSER VALADEZ SCARLETT MARTÍNEZ, HACEDORA CON GRAN FUTURO INTERVENCIÓN POÉTICA CORREAS MARÍA ÁNGELES PÉREZ LÓPEZ DOS POEMAS CAMELIA ROSÍO MORENO ESTELA CECILIA MAGAÑA MI MADRE ES UN EXTRATERRESTRE MARIANA DEL VERGEL YO NO SABÍA SER MUJER ESTRELLA G TORRES ABERRACIÓN KARLA BARAJAS P O R TA F O L I O ESTEFANÍA MATA A RT Í CU LOS MUJERES EN LA MÚSICA GABRIELA CASTILLO EL ZANGARRO LAURA EDITH BARRERA MORALES GIGI Y LALO LISA TEASLEY BIBLIOTECA
DAMAS ERRANTES MUJERES Y PODER OVA COMPLETA
NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO: Thánatos
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l a p i c i n u M PresidednecIiarapuato EDITORIAL
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ás allá de lo que algunos podrían considerar una moda o una explosión coyuntural, el auge de los movimientos feministas nos hace reflexionar sobre las estructuras tradicionales y las formas de concebir nuestra realidad. Ya sea por la invisibilización de la violencia, la exigencia de equidad en profesiones u oficios acaparados secularmente por los hombres, o la lucha por la libertad de decidir sobre el propio cuerpo, el activismo tomaba, justo antes del inicio de la pandemia global, un cariz único en nuestro país por su dinamismo y diversidad. En Argonauta, decidimos dedicar este número al trabajo creativo de las mujeres, de ahí el título de Las hacedoras, como una mueca provocadora al texto del escritor argentino Jorge Luis Borges. A través de una convocatoria abierta, invitamos a participar en él con cuento, poesía y ensayo. Contamos con la ayuda de dos editoras invitadas, María Barrón y Rosario Cázares, quienes adelantaron el proceso de selección. Buscamos potenciar nuestra mirada local, abierta también al mundo con colaboraciones de la poeta española María Ángeles Pérez López y la narradora norteamericana Lisa Teasley. Bienvenidas a este nuevo viaje.
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LA CHOPPER DE MILWAUKEE por: ANA PAULINA CALVILLO
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a abuela, que solo escuchó un cacho de conversación, ya lo sabe. Se muerde los labios y en la punta de la lengua danzan los consejos y los reclamos. Allí se quedarán porque entiende que son inútiles. Últimamente, Papá le hace oídos sordos —piensa que su suerte está echada— y al tío Héctor todo eso se le escurre como agua. Papá sufre las consecuencias: carga dos piedritas en los riñones —todas las noches Mamá intenta deshacerlas con té de diente de león—. En una piedra guarda la frustración y en otra la incertidumbre, una y otra se confunden y en lugar de que salgan por donde deben salir, hacen que su nariz se arrugue como la de un conejo, al compás de sus palabras. En casa no habla o nada más farfulla entre dientes y en sus enojos ya no deja espacio para nosotras; Mamá ha cambiado las protestas por sollozos y a nosotras, que no nos hace falta ninguno de los dos, solo nos queda escuchar, observar y guardar silencio. Tío Héctor busca a Papá en la entrada. Monta la chopper de Milwaukee que tanto les gusta a los dos. Nos invita a subir y nosotras decimos que no, a pesar de las ganas. Pregunta si tenemos miedo y la mayor de nosotras mueve la cabeza, negando. Él insiste pero en ese momento Papá se asoma. Desde la puerta contempla a la bestia: la rueda delantera delgadita y un manillar mucho más largo que el de nuestras bicicletas. Papá y el tío pasaron noches enteras volviéndola una chopper —to chop, to bob— para hacerla más rápida y liviana. Quitaron las salpicaderas —todo lo que no fuera indispensable— y cambiaron el tanque por uno más pequeño. Tío Héctor acelera y un rugido ensordecedor hace temblar los moños de nuestros vestidos. Podemos sentirlo en todo el cuerpo y casi no escuchamos al tío que grita para hacerse oír: es tuya. Papá, sin inmutarse, contesta que no tiene forma de pagarla y ya no me interesa. Tío Héctor le habla del dinero del abuelo, le pide que le pague con su parte: no ahora, en nueve meses. Papá musita algo y después de un larguísimo silencio dice que lo pensará. El tío deja a la bestia en nuestra cochera, sin preguntar; la abandona apagando el motor y echando a un lado su peso para que se mantenga erguida. Se dirige a su casa: camina despacio, como disfru-
tando el trote, como saboreando nuestros ojos que lo observan por la espalda.
montará y fingirá haber perdido la pasión que trata de escapársele del pecho.
En la cocina, Mamá está con la cena y desde la ventana ve la chopper que la observa a ella, invitándola a pasear: unido al manillar, el faro —su único ojo, ahora dormido—evadiendo la culpa. Papá entra detrás de nosotras, Mamá con la hogaza de pan entre las manos ¿qué quería?, dice blandiendo el cuchillo de hoja larga con su filo ondulado como dientes. Vendérmela, contesta Papá, sin alejar los ojos de la canasta de pan y su carpeta bordada con flores diminutas. La mujer va a tener un hijo, agrega finalmente. Ninguno de los dos vuelve a decir palabra y Papá sale al patio llevándose los cerillos. Por la cortina raída se trasluce el humo del cigarro y Papá de espaldas a la moto, muy cerca, pero sin tocarla.
Como aquella vez que recorrimos Insurgentes —el trecho del camino que baja de Viaducto— el ronronear del motor y las piernas suavecitas enrollándose en su cintura. Papá nos envolvía con su brazo izquierdo, una cabeza se asomó apenas sobre su vientre —sonreímos observando su sonrisa en el retrovisor—, pasaba las velocidades con la mano mientras su pie oprimía el embrague suicida. Todo a la inversa, porque la chopper es así, distinta a las demás motocicletas. Podemos todavía sentir una fuerza que se resiste entre los muslos, un cosquilleo acompasado sobre las piernas de Papá y la velocidad que empuja el viento acrecentando la vibración de nuestros cuerpos. Dejamos la avenida y volvimos a doblar la esquina. Desde allí, como si fueran juguetes, vimos tres casas alineadas e inseparables: la de la abuela, la nuestra, la del tío Héctor. Hoy no serán lo que eran entonces: una y la misma.
Mamá piensa en Héctor pero no en nuestro tío, en el otro Héctor —nuestro primo muerto— y le recuerda a Rosa que también se ha ido pero a otro lado. Le tortura darse cuenta lo fácil que le resulta a este Héctor olvidar al otro y cambiar a Rosa por la mujer, que para nosotras es solo la mujer como Papá le dice. Pero pronto Mamá deja de rumiar sobre Rosa y los dos Héctor y se acuerda de esos dos —que tampoco tienen nombre, pero que eran suyos—. Habían sido suyos porque los llevaba dentro aunque los había perdido —no estaban perdidos, estaban muertos— y por eso ella no puede tener más hijos aunque Papá quiera y la abuela le aconseje. Mamá se queda viendo la cortina, detrás de la ventana y más allá, a Papá que le da la espalda y que piensa en esos dos o en los otros dos, o en los nueve meses y el dinero del abuelo. Mamá imagina —y quiere que sea cierto— que no es el dinero lo que Papá desea, quiere creer que Papá extraña a los otros dos como los extraña ella. Sabe que no fue la urgencia de vender la chopper sino las ganas que al tío Héctor se le hacían agua por contar las novedades. Odia el instante en que Papá salió al patio, aun cuando él mismo desvió su paso para no toparse con la motocicleta. Imposible devolverla parecería resentimiento, y tarde o temprano sabe que Papá la
La chopper de Milwaukee otra vez dormida en la cochera, después de muchos viajes —pero ninguno con Mamá—. Será necesario dividir en partes iguales y otro tanto para ella. La abuela, que solo ha escuchado un trozo de conversación, se muerde los labios y se queda escondida. El tío dice que eso no es justo, que ella no lo necesita; Papá afirma que el dinero es más de ella que de cualquier otro, que la vejez es enfermedad; el tío opina que cuando eso llegue su cartera estará lista para ayudar, que ahora es capaz de derrocharlo. Papá insiste en dividirlo y la negativa de Héctor es casi definitiva —al fin y al cabo, él cumplió los deseos del abuelo pues, aunque la niña es niña, él tuvo antes al otro Héctor—. Cuando el tío dice el nombre de su hijo, que es su propio nombre, se da cuenta que también puede ser pronunciado por los otros; esa palabra que en voz alta le es particular: su nombre, dicho y oído por todos; que dice qué decir, que los demás digan de él; su nombre que ahora es solo su nombre y ya no más de su hijo. Con eso, él allí por completo, en su nombre. Mira a Papá y entonces dice: haz lo que quieras.
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MUJERES BASURA (crónica rescatada) por: MÓNICA LAVÍN
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l trayecto que recorro a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México es largo. Trabajo en el plantel San Lorenzo Tezonco. Es buen momento de escuchar noticias. No hay como las noticias por radio, es la pura voz: palabras y tono. Conforme me adentro en la calle del Árbol, ese atajo para evitar los camiones de avenida Tláhuac escucho los detalles. Acaban de encontrar el cuerpo de una niña desnuda dentro de una bolsa en los Reyes, Tláhuac. Aún no dicen si es Fátima, la niña desaparecida hace unos días después de que una mujer la recogió en su primaria. Aristegui pregunta a la fiscal si los restos pertenecen a la desaparecida, ella no puede afirmar que es la pequeña. Entrelíneas todo lo indica. Entre calles yo miro a derecha e izquierda hacia las bifurcaciones que se adentran donde asentamientos humanos han poblado los bajos del cerro de tepalcate en donde las alcaldías de Iztapalapa y Tláhuac hacen esquina. Quiero buscar Los Reyes en el mapa del celular. Quiero saber qué tan cerca está el lugar del hallazgo. Una extraña sensación de peligro me invade. Conforme escucho los detalles de la pequeña, conforme sospecho lo que las averiguaciones confirmarán (aunque estas van mucho más allá de lo más obvio y despreciable que a uno se le ocurre), me acuerdo de aquel personaje del cuento de la escritora nigeriana Chimamanda Gnozi Adichie, “Tú en Estados Unidos”. Siento algo alrededor del cuello. Algo alrededor del cuello es angustia, nos atenaza el miedo. En este caso es la impotencia, lo que está fuera de lugar. Pero los feminicidios ya no están fuera de lugar, ocurren todo el tiempo. Y están cerca.
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El miedo se va trepando mientras miro a las mujeres en la calle, algunas en afanes domésticos: van a comprar algo, otras salen a vender algo, las jóvenes esperan el pesero arregladas para el trabajo en otra zona. Hay mamás que llevan a sus pequeños al colegio. La vida no para. El taxi se atraviesa, el materialista se detiene para empezar el bacheo en una de las callejuelas. El camón pita. La vida sigue. Miro en las esquinas algunas bolsas de basura que esperan el paso del servicio. No sé qué contengan. Todo es posible. ¿Quién encontró a la niña muerta? Conforme se distienden los días todos hablamos de Fátima. Nos duele Fátima, nos ofende. No sé si la preocupación se agita en el aire como un pañuelo que pide auxilio. Quiero cambiar el paisaje de las voces, quiero apagar el radio para siempre, darle de martillazos. Hacer cachitos el periódico, no encender la televisión. Los pormenores del asesinato de la pequeña Fátima son estremecedores. Después de que la mujer de su tío se la consiguió como virgen sacrificada para saciar sus deseos de carne fresca, su perversión pederasta, fue violada repetidamente por él y mientras los medios lanzaban la incógnita de la ausencia de la niña después de un día escolar, se preocuparon. Tomaron la decisión de lo que ya era irreversible, estaba muerta si la dejaban viva. Entonces escogieron su silencio, para negar lo innegable. Para cubrir su vileza y su monstruosidad. Fueron entonces más crueles y más monstruosos. Juntos. Pederastia, asesinato, feminicidio. * Cuando los osos están con sus crías no hay que interponerse. En Canadá hay letreros para que hagas ruido en la
temporada de verano si caminas por el bosque; no debes ir solo, venden cascabeles para ahuyentar a los animales que se aprovisionan de moras en esa época del año. También atienden a sus crías. No hay que interponerse entre la madre y los hijos. Pero la bicicleta es silenciosa, apenas y las llantas raspan el aire con una cadencia repetitiva. Así le pasó a la turista cerca de Banff donde yo escribía. No se dio cuenta que cruzaba el camino la madre de un lado, los oseznos del otro. De un zarpazo, el animal la tiró de la bici y la mató. Las madres pueden matar a quien hiere a sus hijos, las madres somos animales salvajes cuando alguien amenaza a nuestros pequeños. Si alguien mira con lascivia a nuestras adolescentes bellas, ingenuas, abriéndose a la vida como flores inexpertas, somos capaces de golpear. He matado miradas que descubrí inspeccionando a mis hijas. Los he hecho huir de mis ojos asesinos, he reconocido mi corazón desbocado a punto de estrangular al otro: al animal sexual, al irrespetuoso, al que huele la carne fresca y fantasea con cuerpos núbiles. Si alguien se pasara de la raya no dudaría en dar el zarpazo. Las madres somos cosa seria cuando algo compromete la inocente felicidad de nuestros hijos. Si anduviéramos haciendo justicia por la calle habría muchos muertos. No serían feminicidios, y tal vez habría menos. * En la dolorosa y memorable novela de Toni Morrison, Beloved, la madre sacrifica a su hija porque sabe qué mundo le espera. Hija de esclava negra, condenada a serlo también. A ser abusada desde todos los ángulos posibles: en el trabajo, en su cuerpo, en sus emociones.
Sin la posibilidad de disentir, de elegir. Beloved nace con una doble condena, es negra y es mujer. La madre la libera del futuro sin salida. La revelación es brutal y es el material profundo de una novela sobre ser mujer en una sociedad y en una época en donde los negros no tenían derecho alguno en Estados Unidos. La esclavitud se ha abolido, pero ser mujer condena al peligro. El peligro se llama abuso, maltrato, feminicidio. Todas de una u otra manera hemos estado allí. Y empieza en casa, o con el padre, o con el novio que exige, o el jefe que intercambia, o el hombre en el metro, en la calle, o el mundo que es un campo minado porque una mujer es un cuerpo con orificios utilizables; desechable, o para poseerlo eternamente, o eres mía o de nadie más, o haces lo que yo quiero o hasta aquí llegaste, pinche vieja. Sigo siendo el rey. Es muy fácil matar. La geografía de los feminicidios no tiene palabra. Las primeras evidencias desmesuradas fueron las muertas de Juárez. La indignación social, la flagrante corrupción del dinero, del narco y sus redes, de la riqueza dispersada para que cada quien, como dueños del negocio y de las vidas, disponga de su banquete de hembra, hervidero de maquiladores, provisiones abundantes sin arraigo en la frontera entre el sueño y el horror. Tenis salpicados en el desierto como flores artificiales. Abuso de los anhelos que se topan con el mal sin fronteras. Ahí se miró con claridad lo sencillo que es matar. Te sirves de la morra y la despachas, así al otro mundo, y tú limpias tus colmillos y aún hay más. Total, el desierto es grande y los cadáveres se desbaratan lentamente, se vuelven arena y la arena sólo hace daño si se mete a los ojos. Y qué importa ya si se deshacen o no. En el asfalto de la mancha urbana cualquier bolsa es basura, cualquier mujer es nada, estorbo, úsese y tírese. Aparecen en lotes, en basureros, en túneles de metro, en banquetas, bajo la banca donde se espera el transporte. Si apesta, el olor se confunde, porque todo huele mal o a todo se acostumbra uno. Al
miedo de la muerte de ellas, a la indignación que produce cada uno de los asesinatos sean las esposas, o las hijas, o las sobrinas, o las novias, o las exnovias, o las exesposas, o las que recogieron en la calle, ligaron por redes, conocieron en el antro, ni siquiera supieron su nombre no nos debemos acostumbrar. A que en el aire corra la palabra feminicidio como un eco cotidiano, como un velo pesado y amenazador, desafiante y doloroso no nos podemos habituar. Cuando yo era niña y los mayores hablaban de algo que no debíamos oír, bajaban la voz. Cuidaban las palabras. Ahora no es posible cuidar nada, la realidad brutal tiñe de miedo el aire que respiramos todos. Y el miedo si no produce adrenalina para sobrevivir, anestesia. La inacción es una forma de la resignación y de la vergüenza. Se sobrevive avalando a los asesinos. Deshumanizándonos. Scherezade logró salvar a las mujeres del reino del sultán, que castigaba la infidelidad de su mujer matando a cada nueva esposa, gracias a su habilidad narrativa. Sabía contar una historia tras otra y el sultán, deseoso de saber el final, le perdonaba la vida. La narrativa evitó que acabaran con las mujeres del reino. Construyamos una narrativa consecuente con las acciones donde nos podamos mirar con dignidad, una narrativa que nos conserve vivas en el país nuestro de cada día. Reaprender —o hacerlo por primera vez desde todos los ámbitos sociales— el respeto a la vida, al espacio de las mujeres, la convivencia igualitaria, la equidad en todos los sentidos, nuestro derecho y responsabilidad de ser y decidir. Hacer valer la vida. Larga y fundamental tarea para las esferas de gobierno que han desmantelado programas y apoyos existentes y que cofunden el paisaje de la realidad con el que les acomoda leer. La realidad es de todos. Y la exigencia es de cada mexicano. ¿O harán algo hasta que la realidad se haya vuelto material literario? Eso ya está pasando. Se requiere velocidad y constancia. Matar es muy sencillo.
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A GOLPE DE LINTERNA,
dinamitar el canon y leer de otra manera por: LILIANA PEDROZA
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ras conversar con Liliana Pedroza sobre A golpe de linterna. Más de 100 años de cuento mexicano, durante el programa nro. 114 de La nave de Argos, regresamos a ella unos meses después con esta entrevista para conversar sobre la acogida por el público de esta antología dividida en tres tomos en donde reúne 100 cuentos de 100 autoras en un recorrido panorámico por la historia de la narrativa breve en México. Un proyecto editorial pensado para ser una compuerta a una ruta donde el lector pueda percatarse de la transformación del cuento como género vivo, así como también donde puede conocer o reconocer a algunas autoras que fueron pioneras en México, o se sumaron a géneros como el policiaco, el realismo mágico o la ciencia ficción con la idea de ser escuchadas en pie de igualdad. La colección plantea un viaje fascinante por los imaginarios de estas escritoras, aunque la mayor parte de ellas sistemáticamente silenciadas en el recuento de la historia de la literatura. Realizar esta antología ha sido una labor titánica. ¿Desde cuándo empezaste a vislumbrar hacer un barrido tan concienzudo de la literatura escrita por mujeres y cuánto tiempo te llevó en total realizarlo? La idea de realizar una antología surge en 2018 cuando aparece mi trabajo de investigación Historia secreta del cuento mexicano (1910-2017) publicado por la UANL en el que doy cuenta de más
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de 500 autoras que se habían dedicado al cuento. En ese año recibo la propuesta de Iván Trejo, director editorial de Atrasalante, para convertir la investigación en una colección de cuentos. Sin el impulso de Iván no hubiera realizado esta labor tan intensa de volver a mis materiales de lectura, mis notas y a trazar un mapa histórico por el cuento escrito por mujeres. Él tuvo la paciencia de esperar a que estuviera listo y a pensar en la manera en que debíamos configurar más de 100 años de cuento. Nos llevó casi 3 años todo el proceso y el resultado fue A golpe de linterna, una antología en 3 volúmenes y casi 1000 páginas que contienen 100 cuentos de 100 autoras. El libro se editó a finales del año pasado. ¿Cómo ha sido su recepción? ¿Cuáles han sido las principales críticas que has recibido hasta el momento sobre la antología? Afortunadamente hemos tenido muy buena recepción. Desde Historia secreta pienso que puse sobre la mesa de diálogo algo que para mí es fundamental: ¿dónde están las escritoras? Con un catálogo de más de 500 mujeres era innegable pensar en la invisibilización que tenemos en los espacios públicos, que se nos niegan los lugares en la cultura. De ahí otros editores impulsaron muchos otros proyectos sobre mujeres cuentistas y eso ha sido una gran noticia. Para mí, la antología A golpe de linterna era el paso que debía dar para mostrar la gran diversidad estilística, temática y la variedad de voces en nuestro país.
Quizá lo más difícil fue concretar el proyecto, con el cambio de administración pública y luego la llegada de la pandemia, los coinversores comenzaron a aplazar los convenios sin concretar nada. Los últimos años han sido muy difíciles para las editoriales independientes. Pero Iván y yo nos dimos cuenta de una urgencia histórica y que debíamos encontrar otros mecanismos para llevar a cabo un proyecto tan costoso, por eso nos decidimos a hacer una preventa. Nunca había visto a lectores tan entusiastas y con tantas ganas de apoyar un proyecto como este, lo mismo nos ha sucedido con los medios de comunicación y gestores culturales que han apoyado con la difusión, y se los agradecemos muchísimo, en ese sentido hemos sido muy afortunados porque fue una apuesta muy arriesgada. Has comentado en varias entrevistas sobre el silenciamiento que han sufrido las mujeres narradoras en México en particular durante la primera mitad del siglo XX. ¿Podrías comentar en particular sobre algunos de los relatos que conforman esta antología? ¿Cuáles consideras esenciales incluir en los cánones actuales o cuáles fueron especialmente difíciles de encontrar? Una de las particularidades de esta antología es la de incluir a autoras poco conocidas con autoras que están en el canon pero con su obra menos difundida. Básicamente el primer tomo que subtitulamos “Pioneras” es un volumen con autoras desconocidas y cuyos cuentos son de difícil acceso pues no solo acudí a las bibliotecas públicas, sino a las bibliotecas privadas y a los libreros de segunda mano que fueron indispensables en la labor de búsqueda. Es decir, Historia secreta es importante en el sentido de que doy cuenta de todas las autoras de las que los críticos e investigadores no han prestado suficiente atención, pero con A golpe de linterna fue decir: aquí está su obra. Fue justamente con este argumento que Iván Trejo me convenció para que me dedicara 2 años en construir esta antología. Es difícil escoger algunos nombres que deberían ser incluidos en el canon. Mi propuesta es más radical: dinamitar el canon y replantearnos otra manera de leer, una selección de voces donde encontremos la diversidad pluricultural y plurilingüística de México, su diversidad de pensamiento. Pensar e imaginar desde distintos lugares nuestra realidad. Ya que has abarcado un amplio periodo de tiempo en la investigación, lectura y selección de textos, además de la forma en que han sido divididas las secciones de la antología, ¿será posible proponer grupos o generaciones que compartan ciertas características? O por el contrario, ¿es tan variable la poética de cada autora que resulta innecesaria tal categorización? Una de las mayores problemáticas a las que me enfrenté en mi estudio de Historia secreta es que en un inicio pretendí añadir estas autoras a Breve historia del cuento de Luis Leal y proponer una historia general donde se estudiaran a hombres y mujeres sin distinción. Al poco descubrí que tal y como estaba configurada esta historia no era posible incluirlas. De ahí justo nació el título, pues supe que se tenía que escribir una historia paralela para contar su propio proceso, contar la historia secreta. Ese es el motivo por el que creo que debemos dinamitar el
canon, porque su modo de narrar la historia de la literatura no permite incluir la pluralidad de voces. Desde ese sentido mi intención fue crear una antología donde se pudiera pensar la literatura no solo desde el punto de vista de generaciones sino de estéticas y temáticas donde confluyen o divergen con toda su complejidad social, pues para las mujeres ha sido más difícil el acceso a la publicación de sus obras. La evolución del rol de la mujer ha sido indudable de 1908 hasta nuestros días, pero con seguridad las académicas del siglo XXI sufren todavía, si no de invisibilización de otros retos como el techo de cristal o formas soterradas de violencia y poder. ¿Cómo percibes a la academia en México? La invisibilidad del trabajo intelectual y artístico de las mujeres se da en todos los espacios y en todos los niveles en México. Actualmente para las mujeres todavía es difícil acceder o permanecer dentro de los espacios académicos y aún más en espacios de conocimiento como las ingenierías o las ciencias donde hay un porcentaje mayor de hombres que de mujeres debido al acoso laboral o sexual. A una mujer le costará más acceder a cargos de liderazgo. Y se le tomará menos en cuenta sus contribuciones. La selección está dividida en pioneras, insumisas y exploradoras; ¿llegaremos a un libro futuro que podamos titular “forjadoras de un nuevo canon”? Los 3 volúmenes que componen A golpe de linterna fueron subtitulados como bien señalas: pioneras, insumisas y exploradoras, para crear una visión de conjunto entre las diversas voces en estos 3 tomos y que, de algún modo, hablan de una evolución de las mujeres en la literatura. Mi aspiración es que en un futuro no muy lejano podamos hablar de una literatura sin apellido, que cuando hablemos de lo que escriben hombres o mujeres no tengamos que hacer una marca de género, de identidad sexual o de grupo social. Ojalá podamos pensar la literatura liberados de prejuicios de género, raza, identidad sexual, condición social o lengua dominante. El trabajo editorial de Atrasalante se vio interrumpido con el fallecimiento de Iván Trejo. ¿Cómo recuerdas el trabajo realizado con él para que saliera éste que sería uno de sus últimos trabajos editoriales? 2021 ha sido un año difícil y triste luego del lamentable fallecimiento de Iván Trejo quien, además de ser la cabeza de Atrasalante, estaba involucrado en todos los procesos editoriales. Él y yo planificamos conjuntamente todos los detalles de A golpe de linterna, su último trabajo editorial y que por fortuna pudo verla recién salida de imprenta. Trabajamos hombro con hombro durante estos años y siempre fue una escucha atenta con la intención de dignificar, a través de este trabajo tan largamente pensado, la labor de las escritoras. A golpe de linterna, quedará como su gran legado como editor enmarcado a una hermosa y arriesgada visión de conjunto que ha sido su editorial. La pandemia se llevó no solo a un gran poeta, a un gran editor. Nos queda lo que tan generosamente nos compartió. Para mayor información: https://edicionesatrasalante.mx/ product/a-golpe-de-linterna/
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MUJER ILUSTRE DEL BAJÍO: Catalina D’Erzell por: HELUE NOCEDAL
S/A, Retrato de Catalina D’Erzell, Ca. 1940, Fototeca Nacional, D.R. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México.
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os inicios del siglo XX significaron una sublevación del sentir femenino en nuestro país, de la mano de la graduación de la primera doctora mexicana, hasta las grandes estrellas de cine o las míticas pintoras y poetas, este siglo trajo consigo una revolución en el ámbito de lo femenino. Los nombres más reconocidos de mujeres sobresalientes parecen centralizarse en la metrópoli, pues todas radicaron en la Ciudad de México, urbe que absorbe y absuelve de las rupturas sociales y culturales a quienes lograron destacar no solo en un ámbito estético sino en el intelectual. Este también fue el caso de una mujer oriunda del Bajío, cuyo aporte al arte y la cultura fueron, y son, motivos para revisitarle. Catalina Dulché y Escalante, mejor conocida como Catalina D’Erzell, nació en Silao, Guanajuato en 1897, fue periodista, dramaturga, novelista, poeta, autora de libretos operísticos, actriz silente de cine, guionista, adaptadora y compositora. Se abrió paso precozmente, pues con tan solo 12 años de edad ya había culminado sus primeros dramas Orfandad y El Plagiario. Su ímpetu parecía inagotable pues no dejó de escribir, y tan dichosa era con las palabras que a los 18 años fue publicado en el periódico El Nacional su primer cuento, que signó con el apellido de su abuela y con el que sería reconocida por la posteridad. Entre sus obras literarias destacan la novela La Inmaculada (1920), las novelas cortas Apasionadamente (1928), así como sus guiones teatrales: Cumbres de Nieve, Chanito, ¡Esos hombres! (1923), El Pecado de las Mujeres (1925), La Razón de la Culpa (1928) y Los Hijos de la Otra (1930). Entre sus cuentos, destaca el polémico titulado Así son las Mujeres (1925), cuyo contenido provocó múltiples reacciones de la época. Para los años de 1932 a 1941 dedicaba parte de su tiempo para colaborar en una columna denominada Digo yo como mujer en el periódico Excélsior, que la llevó a figurar en otros diarios y
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revistas importantes de la época, como El Universal, El Universal Ilustrado, El Hogar, El Demócrata, El Nacional, Revista de Revistas y Todo. Fue considerada una de las dramaturgas más importantes de la década de los veinte y treinta del siglo XX, pues cuentan las buenas lenguas que Catalina junto con sus contemporáneas Amalia González Caballero de Castillo Ledón, Concepción Sada y María Luisa Ocampo, entre otras, fueron las dramaturgas que más se involucraron en el trabajo de establecer un cambio en la forma de sentir y vivir de la mujer (Peña, 2010, p.1). Ello coloca a Catalina D’Erzell como una de las precursoras del feminismo en nuestro país, pues dentro de sus puestas en escena, encontramos algunas palabras sacrílegas para la época, tales como divorcio, libertad, engaño, aventura y muerte. La composición de sus textos dramáticos hacía olvidar al público lo impúdico de sus palabras; en los estrenos y durante toda la temporada los boletos se agotaban en los teatros de manera inmediata. Catalina D’Erzell alteró el sentir de lo femenino, cuestionó, indagó, relató y jugó con un contexto para abrir paso a su innovadora realidad. A la sombra de su labor como dramaturga, permanece su obra poética, pues la poesía no tiene tiempo, el que la lee la rescata, la hace presente y luego la regresa a su eternidad (Estrada, 2020: web). El Rostro del Amante Qué admirable es el rostro del amante cuando nos pide amor, ruido sin palabras expresión delirante que nunca sabemos si es placer o es dolor. Así es tu rostro, amado, tu rostro empalecido y transfigurado, tus lados convulsos en el delirio de tu deseo desbordado son trozos de cirios en hojas de lirio que agitan temblor […]
El poema inicia con versos cargados de erotismo y una connotación de lo masculino que juega con las palabras, no obstante al leerlo detenidamente, podemos recrear el rostro del amante, quien ambiguo y pálido cede al apetito desmedido. […] en el rito pagano nuestro amor boca que inhala y me dice tanto boca que se ríe en un rictus de llanto boca sin color, boca que es un beso y una imploración de amor fervoroso rezo y muda intrincación boca mansa tendida a besar, boca loca dispuesta a sangrar boca palpitante como un corazón que sabe de herir y de acariciar dos ojos hundidos, ojos adormecidos que se recuestan en una órbita violenta como en una honda inmutada y quieta ojos que imploran y que amenizan, que exigen besos y que agonizan pupilas que se esconden entre alabastros y surgen luego en el fulgor de astros […] Los versos de Catalina evocan momentos intensos de pasión y erotismo, las imágenes vienen a mi mente en cortes y enfoques fotográficos, la piel comienza a erizarse y los dientes a apretujarse; la autora nos lleva del suspiro al llanto, de la entrega a la herida, ¿Pues no es aquel acto del amado el más indómito anhelo?
[…] ojos impacientes por largas esperas las gana el celaje de tus ojeras ojos de humildad que me arrancan llanto ojos iracundos que me dan espanto ojos moribundos que me dan piedad ruego sin palabras, expresión delirante que nunca sabemos si es placer o es dolor es admirable el rostro del amante cuando nos pide amor. El cierre del poema es una hipérbole de pasiones, donde en el amor que damos al amante no sabemos si lo hacemos sufrir o gozar. Nos encontramos ante los ojos del amoroso que en frenesí explota la sexualidad de la autora, que nos invita a sus pasiones con una cadencia que nos obligan a culminar el acto. En sus versos encontramos aliteraciones que podrían simbolizar la fusión de aquellos que se aman, pues al enunciar tantas veces los ojos nos situamos ante un encuentro íntimo que detona el sentido de la vista; mirar el cuerpo y los propios ojos del amante. El descubrimiento de estos versos me lleva a preguntarme dónde han quedado los ejemplares de su poemario Él, publicado en 1928 e imposible de encontrar en librerías modernas. Rastrearlo en la red es una labor igual de frustrante. Así que culmino este artículo con el inicio de mi actual misión: indagar más respecto a la poesía de D’Erzell, una mujer ilustre del Bajío que debería ser más conocida por todos, y cuyo rescate, valoración y posterior lectura, quizás puedan brindarle un reconocimiento tardío pero merecido.
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PROSPERIDAD por: HANY KORNHAUSER VALADEZ
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irginia, despertó por los ladridos de la jauría que habitaba en la calle. Desde la madrugada, los perros habían estado ladrado y aullando más que de costumbre.
–¡Pinches animales, no dejan descansar ni un poco! –maldijo mientras se levantaba con pesadumbre por el fuerte catarro que le había contagiado su hijo, Esteban. Abrió la ventana. Afuera se levantaba un aire seco, terregoso. Con olor a podrido. De esos que anuncian las malas noticias. Virginia, colocó la cazuela de peltre con frijoles sobre la estufa que estaba en la esquina de la pequeña habitación que también le servía de dormitorio. Los perros siguieron aullando. Cogió la pistola de Esteban, con la intención de descargarle hasta la última bala. El chirrido de la puerta de lámina, le puso la carne de gallina. Se asomó al camino empedrado. La calle estaba desierta. Sintió que el aire se le acumulaba en la garganta sin dejarla respirar. Regresó al cuarto. Calentó agua
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con hojas de gordolobo. Tomó la infusión en pequeños sorbos, mientras preparaba la salsa de chile verde para los tamales que tanto le gustaban a Esteban. Ese día su hijo cumplía dieciséis años. Recordó cómo lloró cuando la partera le mostró al niño de rostro moreno y ancho. Los primeros días, no quiso darle el pecho y hasta pensó ahogarlo en la pequeña tina de plástico donde también lavaba los trastes y la ropa. Ella sabía cómo la colonia Prosperidad atrapa sin misericordia a los hombres que nacen allí. Los ahoga en el alcohol o en las drogas y les consume la razón hasta llevarlos a la muerte. En ese barrio, era más fácil ser mujer. Por lo menos podían vivir siendo putas –como ella– o, con algo de suerte, salir y amancebarse con algún tipo que no viviera en ese lugar de paracaidistas. Esteban había salido listo para hacer cuentas y juntar las letras. A punta de golpes, Virginia lo había obligado a terminar la primaria. Tenía la esperanza de que, si el muchacho estudiaba, no se lo tragaría el torbellino de la pobreza.
Cuando el chamaco tenía trece años, una camioneta de policía, se estacionó frente a la tienda de abarrotes de Doña Trinidad. Allí, donde Esteban y sus amigos se sentaban a tomar cerveza, fumar un porro o inhalar pegamento. Los oficiales, bajaron la ventanilla y llamaron al muchacho. Se lo llevaron. Unas horas después, regresó caminando. –Esos cuates son buena onda, me dieron chamba –le dijo a su madre, quién lo esperaba afuera de la casa, con el vestido arrugado de tanto que lo había retorcido. Los judiciales, volvía cada vez con más frecuencia. Esteban subía a la camioneta y regresaba hasta varios días después. Poco a poco, su aspecto cambió: Se tatuó el pecho y los brazos. Pintó su cabello del mismo color que las cadenas que usaba y que contrastaban con su chamarra de cuero negro, donde guardaba una 9mm Luger. Al medio día, Virginia había terminado de preparar los tamales. Su tranquilidad se quebrantó al no escuchar a Esteban. Prendió una veladora y rogó a la imagen de Santa Nefija, que lo protegiera. Sabía que el muchacho estaba marcado por la muerte y que tarde o temprano ella tendría que ir a SEMEFO a identificar su cadáver. Movió la cortinilla de cuentas de madera, que separaba las dos habitaciones. Solo lo necesario para no hacer ruido. Se tranquilizó al ver a su hijo acostado en el catre
y envuelto en la cobija. No se atrevió a despertarlo, temía provocar su ira y que el muchacho la golpeara como tantas veces. “De seguro llegó borracho”, pensó mientras se acomodaba el chal. Salió a la tienda a comprar cigarros, aspirinas y una caguama para curarle la cruda. Tambaleó un poco cuando escuchó nuevamente a los perros. No eran ladridos, sino chillidos. Como si estuvieran viendo algún espíritu maligno. Se entretuvo un rato, escuchando hablar a Doña Trinidad, de una enfermedad abominable que estaba matando de ahogo lento a ricos y pobres. No entendió bien, pero se persignó varias veces por todos los difuntos. Cuando regresó a casa, vio que los tamales y frijoles estaban en las ollas. Caminó hacia el cuarto de su hijo. Ya no escuchó a los perros. La obscuridad y el silencio se hicieron más intensos a cada paso. Tuvo una sensación de desamparo. Era la misma que tenía desde la mañana, pero con las horas, se había vuelto más intensa y turbia. Se aproximó de puntillas al catre. Descobijó al muchacho. Vio que el rostro de su hijo estaba del color de la veladora. Esteban, trató de decirle algo, pero el sofoco no permitió que saliera palabra de su boca. La mirada era suplicante, de angustia. Virginia, hizo una bola con la cobija. La colocó en el rostro cenizo de Esteban, presionando con todo el peso de su cuerpo -humedecido por las lágrimas y el sudor-. Las manos de Esteban se sacudieron en el aire, al mismo tiempo que hacía un último esfuerzo por empujarla con las piernas. La respiración agitada fue cediendo. Los perros volvieron a aullar.
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SCARLETT MARTÍNEZ, Hacedora con gran futuro
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carlett Martínez aún siente algo extraño cuando alguien compra alguno de sus trabajos o diseños. La joven, de trece, originaria de San Luis de la Paz saltó al ruedo de las artes plásticas hace cinco años al obtener el primer lugar en el XXXIX concurso nacional de Pintura Infantil El niño y la mar, organizado por la Secretaría de Marina-Armada de México. Scarlett, que inició en la pintura al acompañar a su padre a cursos de grabado en San José Iturbide, tras el viaje al puerto de Veracruz y la recepción del premio de manos del presidente de México de entonces, decidió que de grande estudiaría medicina y solicitaría su ingreso a la Marina. Aún hoy, al evocar ese viaje dice mantenerse firme en la decisión, aunque sus trabajos se exhiben y distribuyen a través de la galería G12.tres, ha vendido varios diseños a compañías fabricantes de promocionales, y se ha estrenado durante la pandemia en la animación digital. Tras el primer galardón, la experiencia no se detuvo allí; continuó la experimentación en diversas técnicas y obtuvo dos premios más; en 2017 el del 17º Concurso de dibujo !Que Viva la Selva Lacandona!; y al año siguiente, el segundo lugar en el Concurso Nacional de Dibujo Infantil Diviértete Leyendo en Familia, convocado por la Secretaría de Educación Pública (SEP), en colaboración con el Consejo de la Comunicación y 16
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la empresa Jumex. No sobra mencionar que a este último concurso se inscribieron más de 100.000 trabajos provenientes de todo México. Cruzamos de sur a norte el estado de Guanajuato para conversar con Scarlett y su padre, Octavio. En el espacio que funcionó como el segundo ciber de San Luis de la Paz, está instalado un tórculo donde ellos, alumnos y allegados han realizado diferentes proyectos de grabado. Uno de ellos, Nimales nc’hi iri’r (Animales imaginarios, en lengua jonaz) fue patrocinado por el Pacmyc en 2019, una edición bilingüe con un tiraje de 1.000 ejemplares. A una cuadra de su casa, Scarlett recibió la autorización para pintar un fragmento de la barda perimetral de la escuela primaria Nicolás Bravo. En febrero de este año se inauguró el mural que bautizó como Despedida, donde evoca la fauna regional. Para este número de Las hacedoras, nos pareció importante incluirla como una de las jóvenes promesas de la plástica regional. Sus trabajos pueden consultarse en la página de la galería G12.tres http://www.g12tres.com/ o en su página de Instagram: @scarlettmtzh
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CORREAS María Ángeles Pérez López
Correas que sujetan las palabras a la rueda inflexible de la boca, grilletes de decir y no decir. El óxido violenta las encías, las bóvedas oscuras de la sed. En el temor se enferman las vocales. Hay luz muy sucia en el mandil del tiempo, moscas sobre los zocos de la ira, grumos de desamparo en cada litro de leche almacenada en los arcones con que asciende el umbral de la pobreza. Formas de expiación, desgarraduras, ganchos de carnicero que desangran pulmones sonrosados de animal –uno es Oriente, el otro es Occidente–. Cada animal conoce su dolor, es inocente siempre en su dolor. Y con su gota espesa y pegajosa la tierra fertiliza los manzanos, la fruta que también es inocente. Sin embargo, al morder y al escribir letras de aire en su cuerpo malherido, la boca deja un rastro de semillas. Omnívora y febril, también elige pedirle compasión a los metales, pedir a los grilletes que liberen su presa con un tajo del puñal que brilla como un sol inesperado. Que las correas suelten las palabras. Que sean compasivos los metales.
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DOS POEMAS Camelia Rosío Moreno
LÍRICO Es otoño Canto Mi voz rompe los esquemas y te lleno de palabras Al ritmo de consonantes y vocales la hojarasca, sobre tu piel desnuda baila.
VACUO Agazapada entre espinas brota la soledad amalgama en sí el silencio, la noche, el frío enredada entre los pliegues de un éxtasis abandonado sus ojos gotean el recuerdo
Funde la imagen Deshiela la palabra Amontona el sentimiento y lo arroja al vacío.
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ESTELA Cecilia Magaña
1 Contiene la respiración. “Así", diría su padre, hablándole por encima de su hombro, sin tocarla. Ambos atentos a la liebre; ella observándola a través de la mirilla, él achicando los ojos, tendido boca abajo. Casi puede oler las hojas secas detrás del aroma a pólvora, la tierra húmeda helándole el pecho a través del chaleco y la camisa de franela. “Ahora”, repite en su cabeza, con el pulgar sobre el gatillo. Apuntando la boca del Remington justo entre sus ojos: mejor mirar ese túnel aún caliente, que el cuerpo de Aníbal. 2 —Un solo tiro debe bastar. De esta ánima debe salir una sola bala— había dicho su padre, señalando el caño largo del rifle. —Una sola para que la de tu presa la siga sin dolor al otro lado. —¿Por qué ánima?— Estela señaló con sus dedos el hueco helado que sólo se calentaría con la detonación, mientras su padre aún sujetaba el Remington por el guardamanos. —Porque ánima significa alma. Y él se había mirado hacia la pradera como si buscara una liebre con la que demostrárselo. Estela se había dedicado entonces a observarlo, a acechar a su lado, pensando primero que quizás era porque el cañón estaba hueco y en su interior no residía más que el fantasma del último disparo. Su padre la limpiaba después de cada jornada y el escobillón con el que lo hacía, tras desarmar una a una las piezas, la hacía pensar en los tiros que había fallado, en las ánimas de presas que no habían podido seguir, sin dolor, la trayectoria de su bala. —No llores, Estela— le decía su padre, entregándole el escobillón para que ella misma limpiara el alma del rifle. —Lograrlo lleva tiempo. ¿A dónde se escapaban las liebres y los ciervos y los pecaríes de ojos pequeños, como los de él? Nunca le había preguntado cuál era ese otro lado. Sólo había aprendido a respirar despacio para asegurar un solo tiro y había desollado las presas como él le indicaba. No lloró en el funeral. Después de todo, el tiro de su padre había sido limpio. Recordó algo que pensaba de cuando era niña: Mi papá, además de cazador, es un poeta. 3 Estela dio con el sitio siguiendo una liga tras otra; no creyó que fuera real hasta que el mensaje saltó en la orilla inferior de su computadora. “Es más fácil si se hace entre dos”, había escrito el usuario con el nombre de Rimbaud. “¿Dices que eres cazadora?” No, hubiera querido contestar, pero las fotografías en su muro no podían mentir. “Hay que vernos”, seguido del vínculo a una ubicación. Estela aceptó y supuso que verse con Rimbaud en un lugar tan concurrido era señal de que él también desconfiaba. Aníbal no era un chico pequeño y rubio, de mirada fría; tampoco parecía un traficante de marfil: era un hombre de mediana edad y al menos cuarenta kilos de sobrepeso que sorbía nerviosamente un preparado de café y arrugaba la nariz mientras la veía acercarse. La mesera levantó la orden y le trajo a Estela un vaso de unicel al que ella le hizo líneas rectas con el filo de su cuchara. Guardaron silencio y vieron pasar a familias con bolsas de papel y envolturas de regalo, pinos falsos y escarcha. —Conseguí una pistola quemada, pero nunca he usado una— lo oyó sorber. —No quisiera fallar en eso, ¿me entiendes, Estela? Su nariz larga y ojos redondos le recordaban a un coatí.
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—¿Quemada?— lo evaluó por encima del borde de su vaso, antes de dar un trago. —De las que se usan para un crimen y nadie quiere volver a usar…— Aníbal volvió a mordisquear el final de su popote. —Es la mejor temporada. Una mujer joven con una minifalda de peluche rojo se inclinaba hacia delante para entregar volantes a los niños que venían acompañados de varones y evitaba a las parejas. —¿Por qué entre dos es más fácil?— preguntó ella y Aníbal parpadeó antes de responder: —Si el que dispara primero tiene dudas, es más posible que se decida por la culpa. —Yo nunca he sentido culpa—y pensó en las cocotas aleteando doloridas, en el escobillón que usaba para limpiar el ánima, en el hueco que había dejado la de su padre al salir siguiendo la bala que ella no había anticipado. —¿Qué es lo más grande que mataste? —Aníbal se inclinó un poco hacia ella y Estela pudo oler que no se había bañado. —Un alce— dijo y el extremo de su cuchara dibujó una cornamenta invisible sobre la mesa. —No es lo mismo matar a un hombre. Una canción sobre campanas y niños recostados en pesebres hizo aplaudir a un grupo al otro lado del pasillo. Reían moviéndose como si repitieran una coreografía, toscos y felices, entorpeciendo la huída de las familias. Aníbal suspiró. —Está bien—dijo Estela. —¿No quieres saber por qué? —¿Por qué, qué?— lo miró a los ojos redondos y dulces: un coatí, sin duda. —Por qué quiero que me des un tiro— justo antes de que la mesera pusiera delante de él otra bebida roja. —Para que tu alma siga la bala al otro lado,— cruzó los brazos— debe bastar un solo tiro. —Más te vale— sonrió y los labios le temblaron. Ella correspondió a la sonrisa y mordió suavemente la orilla de su vaso. Luego dijo: —Y olvídate de tu pistola. Yo me encargo. 4 Estela desvía la mirada del cañón para verlo tendido sobre el parquet de la cabaña que rentaron por el fin de semana. La mujer en el módulo de recepción ha pensado que eran pareja y sobre la cama matrimonial alguien ha desbaratado una docena de rosas. Aníbal había querido hacerlo de espaldas. Se puso de pie muy cerca de la ventana. Ella dio unos pasos y se agazapó para acecharlo. El vaho marcó un círculo en la ventana. Ella contuvo el aliento, esperando. —No me digas cuando vayas a hacerlo— la forma en que se limpiaba los lagrimones, decía lo contrario. “Una sola bala para que el alma de tu presa la siga sin dolor al otro lado.” Pero Estela tuvo que acercarse y pararse sobre él, mientras Aníbal se agitaba en el piso, con los ojos aún más redondos, antes de jalar nuevamente el gatillo. 5 Vuelve los ojos al túnel. No tiene mucho tiempo, la recepción no está lejos. Contiene la respiración, mirando el alma del Remington. —Ahora— murmura con el pulgar sobre el gatillo. Afuera, las hojas crujen. “Ahora”, se repite en silencio. La voz de una mujer llama. Su mirada se concentra en el vacío que habita el fantasma de su último disparo. “Ahora, Estela”. Su pulgar contra el gatillo, la otra mano envolviendo el caño largo. Puede sentir el sudor frío y pegajoso contra su pecho, por debajo de la ropa. “Lograrlo lleva tiempo”. Alguien golpea la puerta. En la pradera, una liebre se para en dos patas antes de alejarse a saltos.
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MI MADRE ES UN EXTRATERRESTRE MARIANA DEL VERGEL Puede ser que algún día invitemos a un habitante de Marte para un fin de semana en nuestra casa. ROSARIO CASTELLANOS
Mi madre es un extraterrestre que domina la tierra de los andamios ocultos al pasado, las cuentas del alcohol ante su padre y una que otra espiga de esperanza guardada para siempre entre su vientre. Cuando se pone el casco, se pintan nacarinas cada flor de paño y deja ver sólo en su mirada horizontal, la coartada perfecta de su vilo amarrado al planeta en afecciones. Sus manos enguantadas –llenas de espacio– convergen en la asfixia ciega de un virus que aturde cuando acercamos nuestra lupa a una solar distancia calculada sin saber nada del humano o su herencia hormiga. Mi madre sabe que enmudecemos mientras mentimos decididos y en la cama decimos con coraje: ¡somos inmortales! Lo sé porque anoche algún hermano mío levantó en alto una bandera blanca con ayuda de otro brazo, y cerca de las doce terminó su ritual por designio ajeno bañándose en tierra caliza. Mi madre es y nos deja ver y sabe, pero no son sus cuidados o su mote los que nos impiden compartirle un abrazo de media tarde o la sopa de mar salado. Es que no podemos entrar ni salir de nuestro yelmo –¡estamos encerrados!– como ella noble sí lo hace cuando viste sin peligro su extraña bata blanca.
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YO NO SABÍA SER MUJER Estrella G. Torres
Porque las mujeres saben cocinar, saben calentar las tortillas y voltearlas con las manos, sin necesidad de un tenedor o una cuchara. Yo no sabía ser mujer. Porque las mujeres tienen sus cosas super ordenaditas, barren la calle temprano y una mujer siempre se levanta con el sol para hacer todos sus quehaceres. Yo no sabía ser mujer. Porque las mujeres son recatadas, no dicen palabras altisonantes, ríen quedito, casi para adentro, para no llamar la atención. Yo no sabía ser mujer. Porque las mujeres solo sirven para tener hijos, para tener la comida caliente, la casa limpia, servir al hombre que trabaja por su familia. Yo no sabía ser mujer. Porque una mujer renuncia a sí misma, a sus sueños, a sus deseos, porque una mujer de verdad es abnegada y se sacrifica por todos. Yo no sabía qué era… Porque amaba el vuelo de las faldas, las blusas que caían por mis hombros, mostrar el piercing tan lindo que tenía en mi ombligo, pero no quería que me llamaran “zorra” o me desvistieran con la mirada. Yo no sabía qué era… Porque me gustaba divertirme, tomar unas copas y reír a carcajadas. Bailar sola, moviendo todo mi cuerpo, hablar con los chicos mirándolos a los ojos, sin que creyeran que era una invitación para ir a mi cama. Yo no sabía qué era… Porque anhelaba ser madre, pero quería trabajar, ser profesionista, que mis hijos estuvieran orgullosos de mí. Pero trabajar y atender bebés no se llevan de la mano. Yo no sabía qué era… Porque en la junta del kínder todas las mamás decían que su pasatiempo favorito eran sus hijos y yo fui la única loca que dijo que los hijos no eran un pasatiempo. Que el mío era dibujar. Yo no sabía qué era… Porque despertaba todos los días frustrada, amando y odiando mi hogar. Sintiéndome reina y esclava. Con unos de mis sueños rotos… y al mismo tiempo viendo crecer mis sueños de carne y hueso. Hoy, todavía no sé ser la mujer que la sociedad espera, que mi familia espera, ni siquiera la que yo misma quiero. Pero veo que el mundo avanza, que evolucionamos poco a poco, que las mujeres tienen más voz cada día, y mi único consuelo es que mis hijas no tengan que dudar si saben ser mujeres o no. Que sean felices teniendo la libertad de ser lo que quieran ser.
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INTERVENCIÓN POÉTICA
ABERRACIÓN KARLA BARAJAS Exponían que era un hígado porque respeto las reglas de los juegos y nadie en la escuela jugaba conmigo. Por suerte en las noches lo hacía con Vera. Nadie en la casa la vio entrar o salir porque jugábamos a escondernos y a ser fantasmas. Su única regla era que no hablara con mi mamá de ella, porque mi amiga jugaba a ser un espectro, por eso nadie la debía escuchar mientras caminaba o me susurraba mandatos. Ella siempre era Simón, ella mandaba. Nuestros juegos favoritos eran Simón dice, la ouija y las escondidas. Me entendía y seguía nuestras reglas. En una ocasión me indicó que me metiera en el horno de hacer pan, ahí nadie me encontraría y entonces los adultos me prestarían atención. Así fue, me quedé enroscada escuchándolos gritar mi nombre: “¡Mariana, Mariana!”. No era una fantasma que siempre está sin ser vista en su propia casa. No hubiera respondido de no ser porque al cuarto día, mi mamá encendió el horno de pan para ofrecerle a la gente de mi colonia, en agradecimiento por su exhaustiva búsqueda de cuatro días. Me quemaba y aunque quise apegarme a las reglas, grité por el dolor. Vociferé, chillé y rompí otra de las pautas, nombrar a mi amiga. Clamé y confesé que estaba jugando con Vera y por eso entré al horno. Las personas me veían con horror. —¡Ay, las quemaduras de la pobre Mariana! —decía una vecina. —¡Otra aberración, como la hijita de Vera! —susurró una de las chismosas. —¿Por qué los niños de este lugar estarán loquitos? Debe ser el agua contaminada —escuché exponer al maestro Octavio de quinto grado de primaria, quien también se sumó a la búsqueda. —La hija de Vera está escondida como si no pudiéramos mirarla. Seguramente fue ella quien aconsejó a la mensa de Marianita. Con todas esas heridas, Mariana será una aberración más, no podrá ir a la escuela. De por sí era rarita, nadie la quería, nadie la aguantaba —decían frente a mí y yo lloraba atormentada por el dolor y porque mi piel se quedaba pegada a la ropa de mamá. Tenían razón, no regresé a la escuela. Estuve hospitalizada, tuve una cirugía tras otra. Ahí es donde mi obsesión por las reglas creció, porque si no las seguía los gérmenes y bacterias se comerían mi piel sana. Cuando cicatricé, tenía algunas heridas en los brazos y en las manos, pero la cara estaba libre de heridas. De Marianita, pasé a ser nombrada la Aberración. Barría el suelo varias veces al día, pero como era de tierra se volvía a llenar de polvo. La gente no compraba pan a mamá cuando se vendía en la casa y ella me enseñó a hornearlo para que cuando ella muriera, pudiera sobrevivir y para que ella pudiera salir a vender a las calles. En los caminos sí le mercaban su producto, quizás porque no me veían. Solamente advertía a Vera por las noches y jugábamos a la ouija o a besarnos y yo pensaba que eso estaba mal, era mejor hablar con los muertos a través de la tabla de madera a toquetearnos. Los muertos también nos mandaban, ellos decían que “todos pagamos por los pecados, el fuego abraza pecados, pero es doloroso, arde y el dolor no cesa”. Yo reía, porque eso significaba que estaba libre de mis pecados. Me purifiqué en un horno de pan cuando era niña. Cuando cumplimos veinte años, aunque ya no jugamos a Simón dice, ella seguía mandando. “Bésame, tócame” y no me resistía, solamente ella me hacía sentir amada, a pesar de las cicatrices. Nadie se me acercaba, ni me miraban, pienso que, para no incomodarme, para no sentir asco de mí. Volví a ser ignorada. Crecimos. Las visitas nocturnas continuaron, también lo hicieron los juegos. Vera me propuso que caváramos profundo y enterramos nuestros miedos en un hoyo bajo mi cama. —¿Qué te da miedo? —me preguntó. —Que mi piel vuelva a ser abrazada por el fuego. Qué mamá descubra que por las noches nos amamos, que la gente nos vea juntas jugando a ser fantasmas y nos llamen: aberración. —Bueno, pues cava en el suelo de tierra cuando tu madre se vaya a vender el pan y por la noche enterraremos nuestros miedos. Cavé sin cuestionar. En la obscuridad, me tomó de la mano y me llevó hasta donde estaba mi madre, recostada viendo el techo de lámina. —Vera, ¿qué haces acá? —indagó mi señora con horror. —¿Puedes verla? —Claro, es la hija loca de doña Vera. No te debes acercar a ella, es frenética. Ella mató a su padre y lastimó a sus hermanitos. No la quiero en esta casa —me dijo. —Es mi novia —arremetió Vera. Madre nos vio con horror y se puso a llorar frente a las dos. —Es la hora de enterrar nuestros miedos —dijo mi única amiga y arrojó a mi madre contra la pared. Creo que estaba viva, pero apendejada, y la enterramos en el hoyo—. Escóndete porque te meterán a la cárcel o te quemarán viva. Hice lo que Vera dijo, me escondí en el horno de pan y ahí me quedé sin salir, sin comer, sin ir al baño. Estuve silenciosa, como cuando era niña y me despertó el fuego, el fuego que esta vez fue eterno y no paró, a pesar de mis gritos. Seguramente, Dios perdonará mis pecados.
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ESTEFANÍA MATA
Escultura monumental con detalle y precisión milimétrica
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on la confianza de alguien que tiene la certeza de estar en el oficio correcto, Estefanía Mata revela que llegó a la escultura gracias a un sueño. Uno muy vívido, donde sintió que daba forma a un objeto con las manos. Éstas transmitían una sensación tan agradable que al despertar pensó que debía investigar y buscar la manera de acercarse a las artes. Sus primeros pasos los dio en la escuela Antonio Segoviano, donde recibió la invitación para trabajar en el estudio de Ramsés Ruiz con quien aprendió a dominar diversas técnicas y realizó proyectos en colaboración que pueden apreciarse también en este portafolio. Nacida en León ha tenido que "batallar con la cultura machista mexicana", no sólo con otros creadores o compradores, hasta con los vendedores de insumos y herramientas. En particular en la escultura monumental, las mujeres son vistas aún como un rara avis, aunque no niega que ha recibido el apoyo de artistas que reconocen su trabajo y la han animado a perseverar en su vocación. Cuando planeaba montar un nuevo estudio y dotarlo con las herramientas necesarias, sobrevino la pandemia que le obligó, como a una buena parte del gremio artístico, a modificar sus planes. En la terraza de la casa que habita en Guanajuato, prepara sus nuevos proyectos mientras contempla los edificios el centro histórico que se yergue a sus pies. Mata habla
de la importancia de combinar tanto la sensibilidad estética, como el cálculo matemático y las infinitas posibilidades de materiales modernos o clásicos para obtener los volúmenes y formas de sus creaciones. Durante la charla entre pequeños estudios de animales, que en un futuro podrían dar un salto a volúmenes descomunales, Mata menciona un fragmento de un poema de Wisława Szymborska: “Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa”. El mundo mágico de las leyendas ancestrales americanas en combinación con las imágenes de la escultura clásica proveen la materia prima para modelar sus ideas antes de realizar el salto hacia los grandes volúmenes que calcula y pule con obsesiva minuciosidad. A lo largo de su trabajo ha buscado acompañarse también de mujeres ayudantes, “son más detallistas, se fijan más donde puede surgir algún error. Son más atentas y eso te ahorra mucho drama dentro del proceso.” A la pregunta de qué escultura le gustaría producir para el estado de Guanajuato, responde sin titubear: “una de mujeres mineras, porque no hay una sola. Si te diriges, por ejemplo, a Mineral de la Luz, sólo encuentras esculturas de hombres en el trabajo de las minas, y siempre ha habido mujeres, hasta en la actualidad las hay y es justo reconocerlas. Aunque esto a muchos no les va a encantar.”
PORTAFOLIO
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MUJERES EN LA MÚSICA por: GABRIELA CASTILLO
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a música es una de las artes a la que con mayor facilidad cualquiera puede acceder; el canto de las aves al amanecer, el viento entre los árboles o el sonido del mar seguramente fueron los sonidos que inspiraron a nuestros antepasados al construir los primeros instrumentos. Nuestra propia voz, el canto de la madre a su bebé… Son tantos los momentos del día en que uno puede cautivar su oído y creatividad sonora que pareciera que la música es algo universal. Sin embargo, cuando de enlistar se trata, la historia parece decirnos que la creatividad musical es una capacidad exclusivamente masculina. La tradición ha colocado a la mujer en el arte como un ser casi divino que logra transmitir por medio de su belleza una lucidez casi mística que cautiva al hombre incitándolo a crear las más bellas obras. El papel de la mujer como creadora, pasa desapercibido, es un papel casi ausente. Si bien todos recordamos a Alma como el gran amor de Mahler, son pocos los que conocen algo de su obra. La mujer pasó a ocupar el lugar de objeto de visibilidad negando su capacidad de crear, por que claro, “creador” solo hay uno, y una no debería aspirar a tal honor. ¿En qué momento de la historia de la música, la mujer comenzó a ser invisibilizada? La educación musical ha sido limitada para las mujeres. El campo del arte y la cultura a lo largo de los siglos han sido ocupados solo por unos pocos “privilegiados”. En definitiva, la ausencia de las músicas no responde a una incapacidad de las mismas, me atrevo a decir que la exclusión social es la responsable. Situémonos en las sociedades del siglo XIX, una sociedad romantizada, donde la mujer tiene “el poder” de encantar a un hombre hasta la locura. Y es fácil imaginarnos esa escena del pobre perdido y enamorado sentado en su piano a la luz de la luna escribiendo una dulce melodía que refleja ese amor no correspondido, o bien correspondido. Pero ¿dónde está ella? ¿sentada en el balcón esperando a su siguiente “presa”? ¿Por qué no podemos contemplar la imagen de una mujer sentada al piano componiendo? ¿Por qué solo al mirar al pasado nos imaginamos a la bella Prima Donna y no a una tempestuosa directora de orquesta? Conocer el contexto social y cultural de los diferentes periodos históricos, nos ayudan a entender el valor de aquellas mujeres que lograron aportar a la música, como intérpretes, docentes, directoras y compositoras. He de admitir que a lo largo de mi carrera, he llegado a juzgar con rudeza obras de alguna compositora de antaño; ahora entiendo que no solo es el virtuosismo e ingenio lo que ha de apreciarse, la mujer
que hace música es un ser rebelde que rompe con el papel impuesto de musa: ha renunciado al pedestal de la divinidad y del soplo divino, para ser ella quien cree y decida. Feminine Power ...Mostrar anche al mondo (per quanto mi fosse concesso in questa profession della Musica) il vano error de gl’huomini, che de gli alti doni dell’intelletto tanto si credono patroni, che par loro, ch’alle Donne non possono medesimamente esser communi… Deseo mostrar al mundo, tanto como pueda en esta profesión musical, la errónea vanidad de que sólo los hombres poseen los dones del arte y el intelecto, y de que estos dones nunca son dados a las mujeres. Maddalena Casulana- Venecia, 1568. Pareciera que en este universo las mujeres artistas creativas y las músicos no encajan; sin embargo y a pesar de las pocas oportunidades para publicar, interpretar o dirigir, las mujeres han estado presentes en todas las sociedades, componiendo, interpretando y dejando obras dignas de admiración. A continuación enumero algunas de ellas. La Stavia de Francesca Cassini. Es la primer opera de la que hay evidencia compuesta por una mujer. Se dice que además Franccesca era una de las mejores cantantes de Florencia. De todas sus óperas sólo se conserva La liberazione di Ruggiero dall'isola d'Alcina. A false desin to be cruel de Lady Dering. Es la primera compositora Inglesa en ser publicada, al igual que en la mayoría de los casos, son pocas las obras que se conservan y menos aún las que se interpretan. Das Ständchen de Josephine Lang. Compositora alemana con un vasto numero de trabajos, destacan los lieder y obras vocales. Concierto para piano en la menor de Clara Schumann. Una de mis obras favoritas, sin duda una de las mujeres que más me ha inspirado. Una historia llena de tragedia y entrega. Una mujer que jugó ambos papeles: inspiración y creación, musa y artista. Cuatro canciones para Soprano y Orquesta de Alma Malher. Es curioso como al buscar Alma Malher son más los videos dedicados a hablar de sus relaciones amorosas que de su obra. Considero que su trabajo posee gran valor y complejidad musical. La fronteriza de María Garfias. Compositora mexicana de la segunda mitad del siglo XIX, aunque la prensa de la época hace mención de ella, son pocas las obras que se han recuperado. Cuarteto op. 14 de Guadalupe Olmedo. Aunque existe considerable registro biográfico de Guadalupe Olmedo, son pocas las obras tocadas y/o grabadas de esta compositora de Toluca. ARTÍCULOS
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EL ZANGARRO por: LAURA EDITH BARRERA MORALES
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l sur de Guanajuato se tiñe de cálido luto. Despiertan los alhelíes. Su canto violeta perfuma todo el camino hasta la gran cañada… De oro y plata son las plegarias de las mujeres, germina el trigo en verde consuelo. El medio día se mece entre los siete dolores de María y un niño en la puerta pregunta si la Virgen ya ha llorado. Victoria sale a recibirlo con buena cara:
juntan con otros niños para pedir agua o nieve. Días felices de dulce penitencia.
- Sí, Fabián, ya lloró. Mi tío acaba de traer la nieve. Pásale.
y todo el pueblo venera año con año a su patrona, la Virgen de los Dolores. Todas las casas lucían sus hermosos altares resplandecientes de manzanilla y papel picado, álamo reverberante, semillas colocadas en sagradas formas esperando a ser bendecidas por la Virgen para ir a dormir tranquilamente durante la siembra y luego emerger como mazorcas tiernas, frijol abundante o dorado trigo. En esta fecha se hallan las puertas de la fe abiertas de par en par.
Fabián y Victoria siempre han sido amigos. Los dos niños son de El Zangarro
El calor escurre entre los tejados de El Zangarro, mientras Fabián y Victoria se
- Pero ¿por qué? ¿Por qué nos van a echar de aquí?
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Ya en la tarde, al volver a casa, Victoria observó en su madre un semblante distinto, ausente. Por la noche la escuchó llorar frente a su padre: - ¿Qué vamos a hacer? - Lo que todos, mujer. Pal norte. Esto no parece tener arreglo. Me llevo a los muchachos, tú te quedas aquí con la niña en lo que nos acomodamos por allá.
Se estaban quedando sin agua en Guanajuato. El gobierno iba a construir una presa y perforar algunos pozos para abastecer a la cabecera municipal. Esa era la razón por la que cientos de familias serían desalojadas y reubicadas. Victoria no podía creer lo que había escuchado. Se sentó un momento para intentar comprender que todo lo que ella conocía iba a quedarse bajo el agua. Sola, frente al altar, miró una lágrima de plata resbalar del afligido rostro de La Dolorosa, hasta que se percató que era su propio llanto infantil inundando sus ojos, tal como lo haría la presa con su hogar y sus recuerdos. La familia de Fabián correría la misma suerte. A ellos los mandaron para Cajones. Mientras, Victoria junto con sus padres y hermanos fueron a dar al nuevo Zangarro, hacia el lado de Irapuato, en terrenos secos y polvorientos que no eran ni la sombra del Zangarro viejo. La mudanza fue tormentosa. El constante acarreo de pertenencias hacía más dolorosa la partida de la gente. Se sentían como plantas arrancadas a la fuerza, con las raíces escaldadas y expuestas sin piedad al ardor del sol. Victoria y Fabián apenas tuvieron oportunidad de despedirse. Todas las familias enfrentaban la pérdida de su pueblo, intentaban aferrarse volviendo todos los días hasta que el agua ya no los dejó pasar. La presa se tragó las huertas, el templo, las casas y la belleza del paisaje. Sólo habitaban los muertos del viejo panteón que también quedó debajo. Todavía salen a pasear de vez en cuando, a nadar entre las calles de aquél pueblo tan fantasma como ellos. Lo resguardan, lo mantienen en pie. Por eso en temporadas de sequedad el agua lo descobija, se rinde ante la memoria del viejo Zangarro. Victoria y su familia llegaron a una casa que los recibió con indiferencia. Los
hombres de cada hogar salieron para los Estados Unidos. Al poco tiempo de instalarse en su apretada nueva vida, la madre de la niña se deprimió, pues no logró encontrar, por más que buscó, la imagen familiar de la Virgen de los Dolores. Debió perderse en la mudanza. Era una herencia de la bisabuela de Victoria. Dijo su madre con honda pena: - Ahora sí que estamos solas… Victoria nunca pudo acostumbrarse al nuevo Zangarro. Cada viernes de Dolores se sentaba en la orilla de la presa, mirando en dirección a su pueblo ahogado, contemplando la superficie, buscando entre el agua, su infancia y sus risas con Fabián. ¿Se habría ido al norte también? Cómo saberlo… Los años viajeros se llevaban la niñez de la hija y las fuerzas de la madre. Un día, simplemente, la leña se quedó esperando a ser encendida y el molino acabó más temprano su quehacer: la madre de Victoria había muerto. Los céfiros de marzo arrastraban la soledad de un lado a otro durante varias semanas hasta que Victoria tuvo que aceptar su destino vacío. Una tarde salió de paseo, lejos de casa. Caminó largamente, como un peregrino hasta que se topó con un campo de nubes matizado de alhelí. Se detuvo a mirarlo y a descansar. Era la víspera del viernes de Dolores. A lo lejos un grupo de hombres cosechaba las flores. Uno de ellos se apartó para atender a la joven que permanecía suspendida en medio del campo. - ¿Qué se te ofrece? Victoria le dirigió la mirada y respondió con asombro: - ¿Fabián? El rostro del muchacho se iluminó: - ¡Victoria! ¡Tantos años! - Pensé que te habías ido al norte…
- Sí, pero ya llevo un tiempo aquí. Dime, ¿vienes por flores para tu altar? - No, no Fabián. No pongo altar desde que nos cambiamos al nuevo Zangarro. Mi difunta madre perdió su imagen de la Dolorosa hace mucho y pues, ya no lo pusimos más. Fabián le sonrió en señal de consuelo y cortó un ramo de flores. - Ten, son para ti. Y prometió visitarla pronto. A los pocos días llegó el viernes de Dolores. Victoria terminó temprano sus labores de casa, cuando en eso llamaron a la puerta. - ¿Ya lloró la Virgen? Como hacía tanto tiempo, se encontraba Fabián en la entrada con un atado abundante de flores. - ¡Ay, Fabián! ¡Pasa, pasa! Te digo que no ha llorado. No tengo altar, mas que puras veladoras. - Traje algo para ti. Los ojos de Victoria se convirtieron en cristalinos manantiales al tener entre las manos la imagen de la Dolorosa que había perdido su madre años atrás y por la que tanto había sufrido. Miró a Fabián con agitado e intermitente sollozo. - Fui a tu casa poco antes de que la presa la sepultara. Ahí encontré la imagen. Duró muchos años guardada y cuando tenía oportunidad de verla me acordaba de ti y de nosotros andando de casa en casa… Ese año fue bueno. Victoria y Fabián ponían de nuevo el altar con verdadera devoción, casi tal como lo recordaban. El destino sacudió sus vidas, las cambió para siempre... Por dentro, seguían siendo los mismos niños que con su alegría aligeraban la vigilia del Viernes de Dolores.
ARTÍCULOS
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GIGI Y LALO por: LISA TEASLEY Traducción: Luci Panqueva
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’ve never kissed a black girl before, Lalo confesses, as they stop a moment from kissing on his dark green leather couch, in his fourplex apartment on the border of Silver Lake and Echo Park in Los Angeles. What is it like? Gigi asks. Well, he hesitates. Your lips are endless, and your skin is so soft. That sounds like Gigi. Yes, well… right. Gigi. Beautiful Gigi. He looks at the kitchen, a few yards across the room, and scoots his flattish bottom to the edge of the wide plush couch seat. Rather than cold, the leather is so soft and warm it could be made into a big plush Teddy Bear for a kid to hug. He turns to look in her eyes, distracted by the marks in the whites, the very thing she is most embarrassed by. This takes her out of her reverie from the comfort of his home. Are you hungry? He asks. She nods, emphasizing a patience she doesn’t really feel. She smiles. She watches him stand to his great height, her eyes follow the incredible length of him across the walnut hardwood floor of his apartment, the light through the window eerie as it subtly shifts from the golden hour and twilight. Palm trees are leaning in the distance. She doesn’t tell him that she has never kissed a Mexican boy before because it wouldn’t be true, her first kiss in junior high being with Chico Flores, then the long wait till her second kiss in high school with Berto Alvarez. And anyway, she is not a girl and he is not a boy; they are already decades here on this plane. She follows him to the kitchen and sits at the small round glass table. Their knees nearly touch, the table is so small, and the sight is a bit distracting. There are ghosts in the room, but she does not mind. I have an extra set of vertebrae, he confides, standing in his kitchen, taking the croissants he made from scratch out of the oven. The smell is warm and delicious like a fancy patisserie or some imagined French grandmother’s kitchen. The extra vertebrae is what makes me this tall and gives me all of this back pain, he says, putting the cookie sheet down on the stovetop. The croissants gleam golden with butter, as he turns to her and touches his lower back with both hands. I have been twice to the chiropractor in two weeks, though oddly enough the accident is what made it feel a little better. His car is totaled, the airbags saved him, it was not his fault, and the insurance company has given him a good loaner. She is thinking about all this as she looks at him, still considering him unlucky. I have an extra set of teeth, she volunteers, touching the skin over her top protruding gums, they are right here. She softly pokes. They are just above and ready to replace these, should anything happen. She smiles wide and proud. Wow, really? He opens his eyes and his mouth to match the whale of this smile. But you did say you were a witch. The sexy expression in his handsome face is finally back. Yes, among other things, she responds with a wink. He puts one croissant on a plate in the middle of the table between them, and the other plated croissant he puts at the side. 32
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unca antes había besado a una chica negra, confiesa Lalo, mientras dejan de besarse por un momento sobre su sofá de cuero verde oscuro, en su departamento quadruplex limítrofe entre Silver Lake y Echo Park en Los Ángeles. ¿qué se siente?, pregunta Gigi. Bueno –duda- Tus labios son infinitos y tu piel es tan suave. Eso suena a Gigi. Sí, bueno ... claro. Gigi. La hermosa Gigi. Lalo mira hacia la cocina, a unos pocos metros de la habitación, y desliza su trasero plano hacia el borde del amplio sofá de felpa. El cuero es tan suave y cálido que podría convertirse en un gran oso de peluche para que un niño lo abrace. Él se vuelve para mirarla a los ojos, distraído por las marcas en la pupila, precisamente lo que más la avergüenza. Esto la saca de la ensoñación en la comodidad de su hogar. ¿Tienes hambre?, pregunta él. Gigi asiente, enfatiza una paciencia que realmente no siente. Sonríe y mira a Lalo ponerse en pie, sus ojos lo siguen mientras desplaza su increíble estatura sobre el piso de madera de nogal del departamento, la luz a través de la ventana es un misterio que cambia sutilmente de la hora dorada al crepúsculo. A lo lejos unas palmeras se mecen. Gigi omite mencionar que nunca antes había besado a un chico mexicano porque no sería cierto, su primer beso en la secundaria fue con Chico Flores, luego la larga espera hasta su segundo beso en la preparatoria con Berto Álvarez. Y, de todos modos, ella no es una niña y él no es un niño; ya cuentan varias décadas. Ella lo sigue a la cocina y se sienta a la pequeña mesa redonda de vidrio. Sus rodillas casi se tocan, la mesa es tan pequeña y la vista distrae un poco. Hay fantasmas en la habitación, pero a ella no le importa. Tengo un par de vértebras extra, confiesa Lalo, de pie en la cocina, saca del horno los croissants que hizo desde cero. El olor es cálido y delicioso como el de una pastelería elegante o como la cocina de una abuela francesa imaginaria. Las vértebras adicionales me hacen tan alto y me producen este dolor de espalda, dice, poniendo la bandeja del horno sobre la estufa. Los croissants brillan dorados por la mantequilla cuando él se vuelve hacia ella y se toca la parte baja de la espalda con ambas manos. He ido dos veces al quiropráctico estas dos semanas, aunque, curiosamente, el accidente me hizo sentir un poco mejor. Su auto quedó destrozado, los airbags lo salvaron, no fue culpa suya, y la compañía de seguros le ha dado una buena indemnización. Gigi piensa en todo esto mientras lo mira, aún lo considera desafortunado. Yo tengo algunos dientes de más, aventura ella, mientras toca la piel sobre sus prominentes encías superiores, están justo aquí. Las empuja suavemente. Están justo encima y listos para reemplazar estos otros, en caso de que ocurra algo. Gigi sonríe amplia y orgullosa. Wow, ¿en serio? Lalo abre los ojos y la boca para comparar sus sonrisas. Pero dijiste que eras una bruja. La expresión sexy en su hermoso rostro finalmente regresa. Sí, entre otras cosas, responde ella con un guiño. Lalo coloca un croissant en un plato en medio de la mesa entre ellos, y el otro croissant servido lo deja a un lado.
So, he says, sitting down across from her. He is again with great hesitation and thought before looking up at her. There are many ways to eat a croissant, so I can get a knife, if you would like. No, she interrupts, I like to pull the pieces apart and share them with you. May I? Please. I would like that. She picks one up carefully, tearing off the end, and tastes at first only the flakes on her finger and they melt in her mouth. Then she bites into the crunch of the end, and its spongey center, trying to compare it, and to what — marshmallow within a thin cookie? Of course not. Donut? Not at all. Cake? Never. A croissant is a croissant is a croissant. Delicious, she enunciates with her mouth a little full. Thank you. I am happy to share it with you, he says with sincerity. She eats, watching him eat, and he watches her eat. None of this is real, you know. She looks up at him, then uses her arm, gesturing it around as if she were a model in a showroom. She could pass for one wearing all of this ornate beige lace. Like him, she often overdresses to feel glamorous. Neither are my memories real. This is just a set we could strike. We agreed to meet here, at this time. He remains quiet, giving her a look that seems to withhold judgment. Who is that? She points to the wall where hangs a large framed print of a woman, drawn and painted with simple lines, the color washes outside of her body. The woman is surrounded by red birds. That is my aunt, he says. We were very close. When I was a kid she would come over once a week for a slumber party, she would bring her TV, and we would watch in bed together. When she died, I could not go to the funeral, I was too heartbroken. But my sisters told me that all of the flowers in the room shook when the person speaking mentioned my name. Who was speaking? My mother. You called her ‘the person speaking.’ Did I? Yes. She smiles. She is looking at him waiting for more but sees it will not come. Do you now feel complete about it? Your aunt’s death, I mean. How do you mean ‘complete’? This could be some kind of language barrier. No, you are a court translator. Yes, but… I mean… so how do you mean, ‘complete’? Does anyone feel ‘complete’ when someone they are close to dies? His accent is now a little thick, but she knows this comes with more emotion in his voice. You are right. The word is awkward. Few people are comfortable with completing anything—completion is like a death in itself. People don’t know when something is finished with someone, for example, or when they have to move to another place. They might see it as a casualty rather than a completion. If they understood the word to be positive, such as making it up to the next level, such as having just completed the last course, then they would not be so uncomfortable with change. As change is the only real thing on this plane.
Entonces, dice, sentándose frente a Gigi. Él de nuevo vacila y reflexiona antes de mirarla. Hay muchas formas de comer un croissant, así que puedo traerte un cuchillo, si quieres. No, interrumpe, me gusta hacerlo cachitos y compartirlos contigo. ¿Puedo? Por favor, me encantaría. Gigi coge un croissant con cuidado, arranca el extremo y, primero prueba solo las moronas que quedaron en su dedo, se derriten en la boca. Luego muerde el crujido del extremo y su centro esponjoso, trata de compararlo con algo ¿malvavisco dentro de una galleta fina? Por supuesto que no. ¿Una dona? Para nada. ¿Pastel? Jamás. Un croissant es un croissant. Delicioso, confiesa Gigi con la boca un poco llena. Gracias. Me alegra compartirlo contigo, dice Lalo con sinceridad. Gigi y Lalo comen, mirándose. Nada de esto es real, ¿sabes? Ella lo mira, luego hace un ademán con el brazo como si fuera una modelo en una pasarela. Podría pasar por una que viste de adornado encaje beige. Al igual que él, a menudo se viste de más para sentirse glamorosa. Tampoco mis recuerdos son reales. Este es solo un juego. Acordamos encontrarnos aquí, en este momento. Él permanece callado, con una mirada que parece reprimir su opinión. ¿Quién es esa? Ella señala la pared donde cuelga un grabado en gran formato de una mujer, dibujado y pintado con líneas simples, el color se esparce fuera de su cuerpo. La mujer está rodeada de pájaros rojos. Esa es mi tía, dice. Éramos muy unidos. Cuando era chico, ella venía una vez a la semana para una fiesta de pijamas, traía su televisor y la veíamos juntos en la cama. Cuando murió, no pude ir al funeral, estaba desconsolado. Pero mis hermanas me dijeron que todas las flores de la habitación temblaron cuando la persona que dio el discurso mencionó mi nombre. ¿Quién fue? Mi madre. La llamaste "la persona que dio el discurso". ¿Lo hice? Sí. Gigi sonríe, lo mira esperando que diga algo más, pero ve que no lo hará. ¿Sientes ahora que lo has superado? Me refiero a la muerte de tu tía. ¿A qué te refieres con "superado"? Esto podría ser una especie de barrera del idioma. No, eres traductor judicial. Sí, pero ... quiero decir ... entonces, ¿qué quieres decir con "superar"? ¿Puede alguien “superar" la muerte de un familiar cercano? Su acento ahora es un poco denso, pero ella sabe que esto se debe a la emoción en su voz. Tienes razón. Es una palabra incómoda. Pocas personas se sienten cómodas con completar cualquier cosa; la finalización es como una muerte en sí misma. Las personas no saben cuándo se termina algo con alguien, por ejemplo, o cuándo tienen que mudarse a otro lugar. Es posible que lo vean como una casualidad en lugar de un final. Si entendieran que la palabra es positiva, como pasar al siguiente nivel, como haber completado el último curso, entonces no se sentirían tan incómodos con el cambio. El cambio es lo único real en este plano. ARTÍCULOS
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A RT Í CU LOS
So, something is real here? Half of his mouth is in a mischievous curve she finds irresistible. Well, yes. How do you feel? What do you think? You don’t seem to want to take things to the next level. We have been kissing on the couch on three separate occasions now, as if there was nowhere to go from there. Is something wrong? Her voice cracks here. Are you just not that into me? No no. Who wouldn’t be into you? Men must be crawling all over you, aren’t they? She shrugs her shoulders. You know I’m dating. Yes, but what are you online for? On apps for? What are you looking for? What are you looking for? She hits the question back at him. I asked you. And I am neurotic. I get really really very attached to people, I can get really weird and make up excuses when I don’t want to do what I say I am going to do with you. That happens a lot, by the way. I make up excuses that are not true. I am a loner, so if I am going to take the trouble to get to know someone and let them in, it becomes very intense. Quickly. Too quickly. I get… weird. He emphasizes the last word. Okay. She looks at him with surrender. And I am a sugar addict. I pre-make a tremendous amount of batter for cake and freeze it. Like the croissants... Yes, but that is more practical. But with the cakes I eat the first small one I intended to make just for myself, then I bake another and eat it, and then another and eat it, and another… all of this to fill this, this, big empty hole inside. Then all I end up feeling is bad about myself. Okay, she says too quickly. So, you can do that until you just can’t do that anymore. He shrugs. I wish it were that easy. So why did you ask me what it is I want with dating other men? I was asking what it is you want, exactly. Can you define what you want? Yes, but you said, after our first kissing on the couch, when we were in each other’s arms before you left my place, that I have found this— this with you and me—so what am I dating others for. And you did not answer. He juts his chin forward, making his point, still soft in the eyes. I thought it was rhetorical. Now, I am just unclear on what is happening. She opens both of her hands as if freeing a butterfly. You also said, that none of this is real. Yes, on this plane, I mean. Nothing on this plane is real. She looks down at her hands that she places on either side of her on the seat. Except completion and change. He is still soft. Exactly. Are we supposed to be moving toward completion or change so quickly? His tone a little more aggressive. How do you mean? With your line of questioning. I didn’t want to question you, but then I thought, maybe we should do things differently, and just keep totally honest. That is my intention in explaining myself to you, Gigi. So what is happening here, Lalo? We do not know. I do not know what I feel, so I am careful with my words. 34
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Entonces, ¿hay algo real aquí? La mitad de su boca forma una curva traviesa que ella encuentra irresistible. Bueno, sí. ¿Cómo te sientes? ¿Qué piensas? No pareces querer llevar las cosas al siguiente nivel. Nos hemos besado en el sofá en tres ocasiones distintas, como si no hubiera ningún otro lugar adonde ir. ¿Está algo mal? Su voz se quiebra aquí. ¿No estás interesado en mí? No no. ¿Quién no estaría interesado en ti? Los hombres se arrastran por todas partes a tu alrededor, ¿no es así? Ella se encoge de hombros. Sabes que estoy saliendo con alguien. Sí, pero entonces ¿para qué estás en línea? ¿en las apps? ¿Qué estás buscando? ¿Qué estás buscando tú? Ella le revira la pregunta. Yo pregunté primero. Y soy neurótico. Me siento muy apegado a la gente, puedo ponerme muy raro e inventar excusas cuando no quiero hacer lo que digo que voy a hacer contigo. Eso me pasa mucho, por cierto. Me invento excusas. Soy un solitario, así que, si me voy a tomar la molestia de conocer a alguien y dejarla entrar en mi vida, el asunto se vuelve muy intenso. Rápido. Muy rápido. Me pongo ... raro. Lalo enfatiza la última palabra. OK. Lo mira ella rendida. Y soy adicto al azúcar. Preparo cantidades enormes de masa para pastel y las congelo. Como los croissants... Sí, pero eso es más práctico. Con los pasteles me como la primera pequeña que pretendía hacer solo para mí. Luego, horneo otro y me lo como, y luego otro y me lo como, y otro… todo esto para llenar este gran agujero vacío dentro de mí. Al final, termino sintiéndome mal conmigo mismo. Está bien, dice ella demasiado rápido. Entonces, lo haces hasta que ya no puedas hacerlo más. Lalo se encoge de hombros. Desearía que fuera así de fácil. Entonces, ¿por qué me preguntaste qué es lo que busco al salir con otros hombres? Pregunté qué es lo que quieres exactamente. ¿Puedes definir lo que quieres? Sí, pero dijiste, después de nuestro primer beso en el sofá, cuando estábamos abrazados antes de que dejaras mi casa, que yo había encontrado esto, esto contigo y conmigo. Entonces, ¿para qué estoy saliendo con otros? Y no respondiste. Él inclina su barbilla hacia adelante, haciendo su punto, su mirada aún es suave. Pensé que era una pregunta retórica. Ahora, no tengo claro lo que sucede. Gigi abre ambas manos como si liberara una mariposa. También dijiste que nada de esto es real. Sí, en este plano, quiero decir. Nada en este plano es real. Ella le da un vistazo a sus manos ubicadas a su lado, sobre el asiento. Excepto la finalización y el cambio. Él sigue siendo tierno. Exactamente. ¿Se supone que debemos avanzar hacia el final o cambiar rápidamente? Su tono es un poco más agresivo. ¿Qué quieres decir? Sigo con tu línea de cuestionamiento. No quería cuestionarte, pero luego pensé, tal vez deberíamos hacer las cosas de manera diferente y ser totalmente honestos. Esa es mi intención al exponerme ante ti, Gigi. Entonces, ¿qué está pasando aquí, Lalo? No lo sabemos. No sé lo que siento, por eso cuido mis palabras.
Okay. I should leave then. It couldn’t be more than eight in the evening and her chest hurts with the dare. That feels abrupt. Don’t you think? We could listen to music, we could play music for each other like we did before, our music game, we could relax instead of getting twisted in words. I liked that. The music. Yes, I thank you for that. The love songs, he says with shyness. And I thank you. She looks into his eyes. Maybe they weren’t love songs. Yes, of course, they were love songs. And, you know I do not feel twisted in the words. He inhales slowly and deeply, exhales short and loud with impatience. He shrugs, shakes his head, looking at the floor. He is so handsome, she is thinking. Well, then, maybe you should go home, he says, his voice both final and in surrender. And then, but then, also not be so quick to judge or question what is happening. Let us let it happen or not happen, rather than pushing forward with warnings from both parties. ‘Both parties.’ What were my warnings? She cocks her head, and this is what he meant when he called her ‘sassy’ as she arrived. You have had so many boyfriends. How is that a warning? That you are quick to decisions. I am not, Gigi. And I am so messed up. Fair enough. I will go then. Gigi gets up, as does Lalo, putting his hands together and caressing as if he were smoothing with lotion while deciding the lotion can’t help. She gathers her bag and her long brown suede coat with knit wool sleeves. He follows her to the door, and out. He follows her around the corner, down the corridor, and down the steps. He hastens ahead to open the security front fence door for her, and she goes through it. At her car, they stand and embrace, a long and true embrace. She can smell the sweet lavender in his hair. And then she walks out toward the traffic on Silverlake Blvd, waiting for a break on the busy street to open the car door. He is standing there so tall, his back hunched over. He is so very handsome, looking confused with large sad eyes. She drives fast the three freeways, 101, 110, 10, and is home in Venice beach, now in bed, reading one of the books on the night table stack, Octavia Butler’s Parable of the Talents. She is not paying attention to any of the prescient words, reading the same graphs over and over. She puts the book down, takes a gulp of her water from the small turquoise glass jar she favors over all other water glasses, and she reaches for the lamp switch, thinking of him, and wishing he were there. He texts at this very moment. This very moment of wishing for him to be in bed with her now, as she cuts out the light. Sweet dreams, beautiful Gigi, it says. She replies with most of the details of his perfect timing, then lays down the phone, willing herself not to look at it, no matter what, until morning. And she does not hear from him again for more than a year, when out of the blue while she is in Bali with another man, he texts her a link to a love song he sings to her himself.
Bueno. Debería irme entonces. No podrían ser más de las ocho de la noche y a Gigi le duele el pecho por el atrevimiento. Eso es muy abrupto. ¿No te parece? Podríamos escuchar música, podríamos tocar música el uno para el otro como lo hacíamos antes, nuestro juego de música, podríamos relajarnos en lugar de retorcer las palabras. Me gustaba eso. La música. Sí, te agradezco por ello. Las canciones de amor. Dice él con timidez. Yo también te doy las gracias. Ella lo mira a los ojos. Quizás no fueron canciones de amor. Sí, claro, eran canciones de amor. Y sabes que no retuerzo las palabras. Él inhala lenta y profundamente, exhala breve y ruidosamente con impaciencia. Se encoge de hombros, niega con la cabeza y mira al suelo. Es tan guapo, piensa ella. Bueno, entonces tal vez deberías irte a casa, dice él, con voz a la vez definitiva y de capitulación. Pero entonces tampoco juzgues o cuestiones a la ligera lo que está sucediendo. Dejemos que suceda o no, en lugar de seguir adelante con advertencias de ambas partes. "De ambas partes". ¿Cuáles fueron mis advertencias? Ella ladea la cabeza, y eso fue justo a lo que Lalo se refería cuando al llegar la llamó "descarada”. Has tenido tantos novios. ¿Cómo es eso una advertencia? Significa que eres rápida en las decisiones. Yo no lo soy, Gigi. Y estoy hecho un desastre. Ya es suficiente. Entonces me iré. Gigi se levanta, al igual que Lalo, juntan las manos y se acarician como si se aplicaran un ungüento mientras se percatan este no puede ayudarles. Ella recoge su bolso y su abrigo largo de ante marrón con mangas de lana tejida. Lalo la acompaña hasta la puerta y sale, la sigue a la vuelta de la esquina, por el pasillo y escaleras abajo. Se adelanta para abrirle la puerta de seguridad y ella la atraviesa. Junto a su auto, se detienen y se abrazan, un abrazo largo y verdadero. Ella puede oler la dulce lavanda en su cabello. Luego, ella camina hacia el tráfico en Silverlake Blvd, esperando una pausa en la congestionada calle para abrir la puerta del auto. Él está parado ahí tan alto, con la espalda encorvada. Se ve tan guapo así, confundido con grandes ojos tristes. Conduce rápido por las tres autopistas, 101, 110, 10, y llega a su casa en la playa de Venice, ahora en la cama, lee uno de los libros sobre la mesita de noche, La parábola de los talentos de Octavia Butler. No está prestando atención a ninguna de las palabras proféticas y lee los mismos gráficos una y otra vez. Deja el libro, bebe un sorbo de agua del pequeño frasco de vidrio turquesa que prefiere sobre todos los demás vasos de agua, y alcanza el interruptor de la lámpara, pensando en él y deseando que estuviera allí. Él le envía un mensaje de texto en ese mismo momento. En ese mismo momento de desear que él esté en la cama con ella ahora, mientras apaga la luz. Dulces sueños, hermosa Gigi, dice. Ella le responde comentando la mayoría de los detalles de su perfecta sincronía. Luego cuelga el teléfono, desea no mirarlo, pase lo que pase, hasta la mañana siguiente. Y ella no vuelve a saber de él durante más de un año, cuando de la nada, mientras ella está en Bali con otro hombre, Lalo le envía un mensaje de texto con un enlace a una canción de amor cantada por él mismo.
ARTÍCULOS
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BIBLIOTECA
Las cualidades consideradas masculinas son más valoradas que las que se consideran femeninas, y los miembros de una sociedad que encarnan el ideal femenino obtienen menos cosas que los que ejemplifican el ideal masculino. En la salud y la educación de las mujeres se invierten menos recursos; las mujeres tienen menos oportunidades económicas, menos poder político y menos libertad de movimiento. El género es una carrera donde algunos de los corredores compiten sólo por la medalla de bronce. Sapiens De animales a hombres. Yuval Harari. No es fácil hacer encajar a las mujeres en una estructura que, de entrada, está codificada como masculina: lo que hay que hacer es cambiar la estructura. Mujeres y poder. Mary Beard.
BIBLIOTECA DEL ARGONAUTA
DAMAS ERRANTES DE VERÓNICA ARREDONDO
Exceder el espacio donde durante siglos se le ha pretendido colocar al universo de lo femenino y a las personas que lo habitan, supone convertirse en símbolo de resistencia: un cuervo como mensajero del porvenir, una lechuza resguardando el conocimiento, la noche como refugio de la libertad. Estas imágenes que, sin embargo, solemos asociar con la amenaza a una forma de vida convencional, podrían ser la semilla de un pensamiento distinto, centrado en la criatura que da origen y continuidad a la existencia. Por ello es necesario que este universo femenino habite rodeado de una atmósfera espectral, para ser protegido, pues se protege lo que es sagrado. Y qué mejor lugar que la palabra, de donde nos viene la sabiduría y la cultura. En Damas errantes (Instituto Zacatecano de Cultura, 2019) nos encontramos en esa dimensión que abarca lo sobrenatural, lo místico, pero sobretodo ese principio que funda las bases de la libertad, el secretísimo libre albedrío femenino. Mediante el código poético, Verónica Arredondo (Guanajuato, 1984) logra enlazar unas y otras tradiciones para dejarlo bien claro, a través de símbolos reforzados por espléndidos grabados del artista Abel Lozano. Al tejido poético hay que sumarle las referencias como las hechas a Goya, John Donne y Zoroastro, haciendo posible una ampliación de sentido que liga a aquellos con las leyendas populares de lo mágico. La intertextualidad se une en dichosa conjunción con un lenguaje atronador, cristalino y terrible, como casi cualquier palabra que reta los principios cimentados por aquellos que dominan el discurso social sobre el que se rige nuestro mundo cotidiano. El símbolo que representa más bellamente este lenguaje sagrado, la bruja, le devuelve o le otorga a eso femenino un nuevo reino por descubrir. En este libro de conjuros se invoca a la mujer, la que es fuego, la que ha sido amante y la que ha de ser libre siempre: la mujer de la que hablan en secreto a voces, pero que en el fondo todo mundo sabe que existe y se exhibe a través del velo místico de la poesía para huir del Juicio y de las leyes escritas por hombres. MB
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MUJERES Y PODER DE MARY BEARD
OVA COMPLETA DE SUSANA THÉNON
Hace unos años, a instancias de la London Review of Books, Mary Beard presentó dos conferencias: La voz pública de la mujeres y Mujeres en ejercicio del poder, que fueron traducidos y editados en Mujeres y poder. Un manifiesto (Crítica, 2018) y distribuidos en el mundo hispanoparlante por Grupo Planeta. Con la sencillez y precisión que caracterizan su estilo, Beard se remonta a los orígenes de la cultura occidental, inicia en la Odisea de Homero, para mostrar cómo primero la voz (mythos) ha sido monopolizada por parte del género masculino debido a que, “el discurso público y la oratoria... eran prácticas y habilidades exclusivas que definían la masculinidad como género.” Desde este punto de partida y a lo largo de milenios, nuestra noción de poder se ha construido a partir de la exclusión y contraposición de lo masculino y lo femenino. La fuerza y el vigor en antagonismo con la sumisión y obediencia. Los cambios experimentados en el último siglo en particular, según Beard, no se reflejan en lo más íntimo de sus bases, las mujeres siguen adoptando posturas masculinas para ser aceptadas en los entornos de poder. Éste a su vez se emparenta con la celebridad y se ejerce desde una postura posesiva y masculina, como un arma. Beard nos muestra que los clásicos siguen estando presentes entre nosotros en formas irreconocibles a primera vista, además de servirnos de guía para encontrar respuestas. Como muestra cierro con una larga cita: “...resulta provechoso recurrir a los griegos y a los romanos, porque, pese a que la cultura clásica es en parte responsable de nuestras arraigadas convicciones de género en lo relativo al discurso público... también es cierto que algunos antiguos eran mucho más analíticos que nosotros en cuanto a estas convicciones: eran subversivamente conscientes de lo que estaba en juego, les preocupaba su simplicidad y apuntaban a la resistencia... Ovidio... también sugería que la comunicación podía trascender la voz humana, y que no era tan fácil acallar a las mujeres.” JP
Ova Completa de Susana Thénon es una de las obras hispanoamericanas más vanguardistas de los años ochenta. Thénon, una punk relegada por voluntad propia; su poesía: la experiencia viva de la lírica. La voz de su poemario Ova Completa adopta temas, fórmulas y estrategias distintas, en esta dinámica, su poesía se convierte en agente transformador del lenguaje. Es una voz que no puede sumergirse en el pasado hasta ser indistinguible, porque la voz de Thénon trascendió en su propia existencia. Hablemos de su poema “Non stop”, el cual obtiene una construcción del yo configurada desde la reticencia. Este ‘yo’ se posiciona frente a una mitificación de la India, misma que, alrededor del poema, se suprime. Además, este recurso ironiza la cultura oriental en el imaginario colectivo. La voz se niega a la idea de un posible conocimiento automático y garantizado durante una estancia en la India y, finalmente, esconde un diálogo interior en donde la cultura y los elementos que rodean al ‘yo’ se eliminan y permiten una ironía a través de un sapere aude. La reticencia cuestiona la influencia oriental sobre occidente, misma que se ha mitificado a través de figuras aclamadas en la literatura, tales como William Borroughs y Gary Snyder; o por medio de la cultura pop con músicos aclamados como Donovan y The Beatles, quienes posterior a la Invasión británica, realizaron viajes a la India para completar su conocimiento. A través de este recurso, se suprime un imaginario cultural que da a entender más de lo que se calla, proporcionando el sentido de lo que no se dice: la confrontación del yo enmascarado con el orientalismo occidentalizado y la certeza imaginaria que tenemos del saber. Este acto, alrededor de su obra, se vuelve fundamentalmente irónico. Thénon permaneció al margen de la vida literaria argentina pues no era un Borges ni un Cortázar, tampoco una Pizarnik ni una Gioconda Belli, porque Thénon era incluso, de un feminismo raro. Esto es lo que la autora proclama en Ova completa: una periferia que posee la libertad de contradecirse a sí misma. RC
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