Revista cultural del Bajío
Verdad, ficción, posverdad
Fomento Cultural Irapuato A. C. Edición Trimestral • Irapuato • Marzo 2021 - Mayo 2021 • Año 5 - Edición No. 15 - Ejemplar Gratuito
COLABORADORES
Alejandro Palizada Sánchez (Irapuato, 1982). Autor de Videns (Plataforma, 2011) y Fantasmas (Azafrán y Cinabrio, 2012). Parte del consejo editorial de Argonauta y miembro fundador de Fomento Cultural Irapuato A.C. Francisco Gallardo (Pénjamo, 1984). Licenciado en filosofía y maestro en literatura hispanoamericana por la Universidad de Guanajuato. Colabora habitualmente en la revista Nexos. Ganador del Premio Nacional de Ensayo Literario Alfonso Reyes (2015). Autor del libro Andar de espaldas: la reescritura del relato de viajes decimonónico en El viajero del siglo, de Andrés Neuman (CONARTE / CONACULTA). Ha realizado investigaciones para diferentes entidades de federales y estatales. Es profesor en activo y ha impartido conferencias en diversas universidades del país. Héctor Hugo Acosta Mejía (Tulancingo, Hidalgo, 1989). Abogado de profesión, voraz lector y escritor por vocación. Su relato Los jornaleros fue seleccionado en el sexto concurso nacional de cuento corto Endira y publicado por esta editorial. Hace parte del taller de escritura creativa del IMCAR y prepara la publicación de un libro de cuentos. Jaime Panqueva (Bogotá, Colombia, 1973). Premio Juan Rulfo de Primera Novela 2009 por su obra La rosa de la China (Planeta, 2011). Autor de El final de los tiempos (NortEstación, 2013). Ganador del concurso literario del 9° Festival Internacional de Escritores y Literatura en San Miguel de Allende 2014; becario de la Asociación de Escritores de Shanghái para las residencias literarias 2014 y tutor del PECDA y del Seminario para las letras guanajuatenses. Jesús Abraham Suárez Noriega (Zapopan, 1991). Licenciado en Filosofía por la Universidad de Guanajuato. Ponente en congresos organizados por universidades nacionales. Colaborador de programas de radio cultural, de diarios locales y de Argonauta, revista cultural del bajío. José Antonio Banda (Coatzacoalcos, 1982). Premio Nacional de Poesía Bartolomé Delgado de León 2014 y Premio Ramón Figuerola 2016. Becario del PECDA en el 2013. Autor de Cuaderno en ruinas (Plataforma, 2011), Teoría de la desolación (Azafrán y Cinabrio, 2012), El Pozo abierto (Cartonera La Cecilia, 2014; Quemar las naves, 2016) y Río interior (Ediciones Atrasalante / ISC, 2016). Aparece en El fragor de otras voces. Diez poetas jóvenes guanajuatenses (UNAM, 2018), número especial de la revista Punto de Partida; y en Las avenidas del cielo. Muestrario poético de Aguascalientes y Guanajuato (UAA/UG, 2018). Kennia Velázquez (León, 1975). Periodista. Integrante de Red Mexicana de Periodistas de Ciencia, Connectas Hub, y del Laboratorio de Periodismo y Opinión Pública. Luis Armenta Malpica (CDMX, 1961). Poeta, ensayista, presidente de la Casa Cultural de las Américas (sede en Houston) y director de Mantis Editores. Premio Jalisco en Letras, Premio Nacional de Poesía José Emilio Pacheco,
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Premio de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz, Diplôme d’Excellence Librex en Iasi, Rumanía, Premio Jaime Sabines-Gatien Lapointe, Canadá-México, y Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada. Cavaler al Poeziei Capitalei Marii Uniri Iasi, y finalista del Premio Letterario Internazionale Camaiore (Italia), entre muchos otros reconocimientos. Autor de veinticinco poemarios, siendo los más recientes Götterdämmerung (Quebec, 2015), Greetings to the Family (España, 2016), Vointa luminii (Rumania, 2017), Chiamatemi Ismaele (Italia, 2019) y Enola Gay (España, 2019). Libros y poemas suyos han sido traducidos al alemán, árabe, catalán, francés, gallego, inglés, italiano, maya, neerlandés, portugués, rumano y ruso. Luz Antonia Miranda Félix (Celaya, 1981). Historiadora por la Universidad de Guanajuato, con maestría en Estudios Históricos Interdisciplinarios. Fresera de corazón porque Irapuato fue la ciudad que la vio crecer desde niña. Coautora del libro Haciendas virreinales de Irapuato (2009) y autora de Pueblo me llamo: la versión indígena de la fundación de Irapuato (2021). Omar Iván Padilla Hidrogo (Irapuato, 1983). Artista visual y multidisciplinario, discípulo del maestro Raúl Zárate en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Guanajuato, donde también estudió técnicas de grabado y transfer con el maestro Francisco Patlán. Su obra ha sido expuesta de forma individual y colectiva en la escena regional y nacional. Es creador del proyecto de música experimental e imagen digital ZETAHEDRO. Director del área de artes visuales en CREA Centro Cultural, Director de Renart Galería y Artista Visual en Taller Café de Todos. Pedro Ángel Palou (Puebla, 1966). Autor de una larga y distinguida lista de novelas, ensayos literarios y crónicas históricas. Pertenece a la Generación del crack. Ha sido funcionario público, académico, profesor universitario, investigador, editor, promotor cultural. Actualmente escribe la columna Knock Out de la revista latinoamericana Poder y Negocios. Columnista de El Universal. Escritor residente y profesor visitante en Dartmouth College. Fue promotor y director de la revista Revuelta. Dirige la revista de cultura y pensamiento Universidad de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Ha sido miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte y obtenido los premios Xavier Villaurrutia 2003, José Rubén Romero 1994, Jorge Ibargüengoitia 1991, entre otros. Rosario Cázares (Irapuato, 1998). Escritora e integrante activa de Manto Blanco. Autora de EMA (Escucha el Mensaje del Árbol), publicado en la revista digital 3 Pies (agosto 2020). También es autora del Instructivo para escuchar a las especies marinas norteamericanas, expuesto a través del colectivo autogestivo Estudio Impropio (2019) y publicado en el suplemento semanal Tachas 376. Su poema La Monte Young, 1961 fue publicado en edición bilingüe por el Anuario de Poesía de San Diego 2020-2021 (Rainbow, California; 2021). Autora de Poltergeist, obra que obtuvo mención honorífica en los Premios de Literatura León 2021.
DIRECTORIO
Director general Jaime Panqueva
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Director Editorial José Antonio Banda Diseño Paola Andrea Moreno Franco Consejo Editorial Alejandro Palizada Sánchez, Francisco MacSwiney Salgado, Marco Vanzzini. Contacto para publicidad contacto@argonauta.com.mx
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Cartas de los lectores y colaboraciones edicion@argonauta.com.mx
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Página web www.fomentocultural.org www.argonauta.com.mx
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Argonauta Revista Cultural del Bajío
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Números anteriores disponibles en: https://issuu.com/fomentoculturalirapuato ARGONAUTA es una publicación de Fomento Cultural Irapuato A. C., sin fines de lucro. Todos los derechos reservados. Se permite la reproducción de los textos bajo autorización previa del autor. Las opiniones expresadas son responsabilidad única del autor y no reflejan necesariamente la opinión de la publicación. Registro de nombre y licencia de contenido en trámite. Argonauta. Año 5 número 15. Irapuato, Gto. 2021.
DOSSIER VERDAD Y POST-VERDAD PEDRO ÁNGEL PALOU LLAMARLE GATO AL PERRO ALEJANDRO PALIZADA IDENTIDAD Y RECONOCIMIENTO EN LA ERA DE LA POSVERDAD Del juego de la imitación al captcha FRANCISCO GALLARDO NEGRETE CREENCIA Y VERDAD: La fundación de irapuato LUZ ANTONIA MIRANDA FÉLIX INTERVENCIÓN POÉTICA LLÁMENME ISMAEL LUIS ARMENTA MALPICA LOS SICARIOS ESTÁN ENTRE NOSOTROS HÉCTOR HUGO ACOSTA MEJÍA LA SOMBRA DE JOAN VOLLMER EN LAS MONTAÑAS DE AHL-SRIF ROSARIO CÁZARES
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P O R TA F O L I O HUMBERTO BARAJAS - Strangerbot
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A RT Í CU LOS PRIMER PREMIO FEDERICO RAMOS SÁNCHEZ OMAR IVÁN PADILLA HIDROGO POSVERDAD Y ALIMENTOS KENNIA VELÁZQUEZ INFODEMIA O LAS TRAMPAS DE LA VIRTUALIDAD JESÚS ABRAHAM SUAREZ NORIEGA RENACIMIENTO: La música como instrumento de transformación JAIME PANQUEVA
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BIBLIOTECA
EL ARTE DE LA MENTIRA POLÍTICA PUEBLO ME LLAMO PARA COMBATIR ESTA ERA
Portada: Campo de sueños, Humberto Barajas Óleo y acrílico sobre tela
NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO: Las Hacedoras
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Exiliados de la memoria, Humberto Barajas. Óleo y acrílico sobre papel. 12x12 a 6x6 cms 48 pzs 2020
EDITORIAL
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o tengo pruebas, pero tampoco dudas; en esta lapidaria y sencilla frase se condensa el núcleo de lo que llamamos posverdad, una creencia defendida a rajatabla por encima de hechos irrefutables. El nombre se inserta en el proceso sociocultural caracterizado por la profusión de referentes, la irrupción de los márgenes, y el desmoronamiento de los cánones tradicionales, lo cual, también, ha ampliado el panorama en las artes, la cultura y la sociedad como nunca antes se había vivido en la historia humana. La digitalización y las nuevas tecnologías de redes han disparado y dinamizado el proceso en las últimas décadas a niveles apenas imaginados ¿Cómo actuar frente la atomización de los discursos? ¿Qué postura asumir ante la relativización de la verdad? Creemos que la respuesta se halla entre las líneas de la tripulación que nos acompaña en estas páginas.
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VERDAD Y POST-VERDAD por: PEDRO ÁNGEL PALOU
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ace tiempo reflexionaba sobre los peligros del Internet. Decía que había algo de infantil en las identidades de los cibernautas, los odiadores profesionales, los trolls. Pellicer decía: “Tengo veintitrés años y creo que el mundo empezó conmigo”. Podríamos ampliarlo ahora: tengo entre catorce y treinta y cinco años y creo que el mundo sólo existe dentro de los límites de la red. Y, por supuesto, nació conmigo. Un ser oculto tras el anonimato de la red puede insultar a alguien con nombre y apellidos que habita en el mundo real. Los insultos, las descalificaciones, el ataque son siempre de lo más viles. Descalifico para existir, al menos virtualmente. El otro, el vituperado, jamás puede devolver el insulto. Si acaso, poner la otra mejilla. El Internet y sus comisarios son la nueva Cosa Nostra. De su totalitarismo y su adhesión ciega al insulto y la diatriba depende que el “Anónimo de las 10:46”, por ejemplo, no sea insultado a su vez por discrepar mínimamente de la voz del consenso. Por eso es estúpido participar en un foro: nadie escucha allí los argumentos de los otros. Es una especie de uniforme coro griego donde la voz colectiva silencia el pensamiento individual. En el Internet –y no en la prensa, como creían Nietzsche y Karl Kraus– es donde ha triunfado de una vez y para siempre el nihilismo rampante. Bienvenidos a su morada digital. Todo esto viene a cuento por la aparición de Qanon y la viralidad de lo que ha provocado. Poco después de que Trump ganara las elecciones de 2016 apareció un supuesto anónimo, en la red 4chan que se llamó a sí mismo, Q, que sabía todo, que venía del Deep state y aseguró que Hillary Clinton había sido detenida. Esto, por supuesto no ocurrió y Q debió haber quedado descalificado. No fue así. Las teorías conspiracionis-
tas que comenzó a enunciar en las redes fueron seguidas por cientos y pronto por miles de internautas estupidizados por las redes. Todos hemos caído en tentaciones similares, como la viralidad de Baby Yoda o la tontería de hacer “equipos” en favor de un escritor o de otro en luchas virtuales absurdas como Dante versus Vallejo. En otros lugares hemos discutido lo patético de las redes, el hecho de que dos situaciones incomparables se vuelven analógicas en el discurso público, con todos sus riesgos. ¿En qué creen los seguidores de Qanon? En que Donald Trump va a salvar el mundo, que fue reclutado hace tiempo por un Kennedy que no ha muerto, aunque lo creamos, para destruir el estado profundo y la corrupción. La élite de Hollywood y política de Washington, según estos conspiracionistas, es un grupo de pedófilos y caníbales. Hillary, Oprah y Tom Hanks, por ejemplo, consiguen niños para chuparles la sangre y conseguir vivir más años. Lo sé, es absurdo, y sin embargo en los mítines de Trump y en las calles la gente sale con camisetas o pancartas de Qanon. Lo creen de verdad. Son los mismos antivacunas y tierra planistas. Son legión. Peor aún, están dispuestos a actuar. Salen armados y son capaces de disparar para detener a esta secta. Son ellos mismos una secta peligrosa. Uno de ellos, por ejemplo, irrumpió en una pizzería de Washington DC, disparando para “liberar” a los niños atrapados allí para alimentar la sed de inmortalidad de Oprah y Hillary. Este hombre viajó en coche desde Texas. Es un evangélico y cree en lo que entonces se llamó pizzagate y ahora Qanon. No importa que ninguna de las predicciones del anónimo Q se hayan cumplido. No importa que uno de los amigos de Epstein, quien usaba según esta teoría su isla para actos caníbales, no solo pedófilos, sea Trump. Si le preguntas
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a un seguidor de Qanon te responderá que Trump fue infiltrado hace décadas para lograr su labor de salvar al mundo. El mismo Trump ha retuiteado a seguidores de Qanon y al ser increpado por la prensa ha dicho que parece ser un grupo de patriotas que lo quiere mucho y que no sabe mucho del movimiento salvo eso. Sin embargo, la cuenta de tweet de Trump es una caja de resonancia de las más enloquecidas ideas conspiracionistas. La diputada electa en las primarias para el Congreso de los Estados Unidos, Marjorie Taylor Green, y la diputada Lauren Boebert de Colorado son, por declaraciones propias, convencidas de Qanon. No hemos visto aún lo peor. Wendy Liu ha escrito un libro que es al tiempo manifiesto, memoria y alegato en contra del exceso. Su Abolir Silicon Valley puede ser leído entonces como un arrepentimiento, un mea culpa de alguien que estuvo adentro del vientre de la ballena y salió para contarnos que allí adentro apesta. Varios de los argumentos valen no sólo para Silicon Valley y la cultura de los start-ups. Por ejemplo, que son especies de clubes de Tobby en los cuales las niñas no están permitidas. Es raro el caso de mujeres que escalan hasta la cima y la mayoría se quedan en analistas y programadoras menores (sin dejar de contar el pago distinto de hombres y mujeres, similar al de otras industrias). En el caso de la autora, por ejemplo, aceptó muchas veces no cobrar por un cierto idealismo de una sociedad cibernética abierta, de libre acceso. Sus héroes abogaban por esa idea de libertad, pensando que Linux a diferencia de los lenguajes de Windows o MacOs eran restringidos. Desde el sistema operativo hasta sus propios programas tenían esa intención de liberar el internet y hacerlo llegar gratis a todo el mundo. La realidad se encargó de demostrarle que uno de los lugares donde el capitalismo salvaje se ha enquistado es precisamente en la inteligencia artificial y el ciberespacio. Justo después de graduarse fue contratada en Google. Y esa parte de la memoria es muy útil para nosotros sus lectores, puesto que todos los mitos de la cultura juguetona, anti-productiva en el sentido de libre y sin horarios, son echados por la borda en el libro. Después de la luna de miel inicial Liu se dio cuenta de lo que estaba atrás del gigante informático. Particularmente la filosofía de que puedes mentir hasta lograrlo (Fake it till you make it, en inglés). La siguiente parte del libro tiene que ver con las start-ups, de las que ella misma formó parte, hasta que el sueño de alcanzar
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el éxito instantáneo y ser millonarios se esfumó. El tema de los capitales de riesgo y los buitres intentando asociarse con el próximo creador de Facebook alcanza también una parte importante de las reflexiones de Liu. De hecho, ella opina que Silicon Valley es un medio ambiente estúpido produciendo estúpidos resultados. Algunos proponen democratizar a los inversores, en lugar de permitir que grandes inversores busquen quedarse con las ganancias en el caso de que haya éxito en la empresa, la nueva app, el nuevo software. Pero incluso si tiene éxito el argumento de la autora es implacable: la tecnología que amamos no es nuestra, los productos que adoramos, a los cuales les hemos permitido atesorar nuestros datos, nuestras memorias, nuestras imágenes y conexiones son propiedad de inversores y las empresas operan en favor de esos dueños, no de nosotros, los usuarios. Nos venden al mejor postor. La ganancia, nos explica, debería ser tratada como un signo de que el sistema necesita una corrección. Donde ocurra, debería ser redirigida a los trabajadores, a un mejor servicio o de lo contrario pagar impuestos para canalizar ese dinero de manera más útil y democrática a otras necesidades. El problema es que es la fuerza de la economía neoliberal. El problema es que la hemos celebrado como un fin en sí mismo. Nuestros modernos héroes no son quienes más han contribuido a la sociedad sino quienes se han hecho ricos a costillas de los demás. ¿Qué significa abolir Silicon Valley, además de una frase que la autora usó antes del título de su libro en un Tweet polémico? Significa intentar moverse fuera del paradigma del capitalismo que ha hecho que los avances tecnológicos se manejen de manera total por las necesidades del capital. ¿Podremos tener un control más democrático sobre el desarrollo tecnológico y una mayor equidad en la distribución de sus beneficios? En mis últimas columnas he insistido que es tiempo de protestar, colectivamente, para que cuando salgamos del encierro no volvamos a lo que estaba mal. Si es cierto como opinan algunos filósofos que es más fácil imaginarse el Apocalipsis que el fin del capitalismo, lo cierto es que este sistema global es, en buena medida, culpable de la manera atroz en la que hemos encarado la pandemia. Para que no vuelva a ocurrir así necesitamos cambiar. Necesitamos resistir la post-verdad, volver a creer en los hechos, en la ciencia, y exigir que los políticos no nos mientan.
LLAMARLE GATO AL PERRO por: ALEJANDRO PALIZADA
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n términos generales dos son los sentidos con que se suele usar el término de posverdad. En una primera instancia, se llama posverdad a una mentira. Y aunque así es mucho más fácil comprender de qué se trata la posverdad, parece que, si no profundizamos en las diferencias sutiles entre una cosa y la otra, si obviamos los matices que justifican el uso de un término distinto, estamos perdiendo de vista la complejidad del fenómeno. En segunda instancia, el término posverdad suele utilizarse como un rasgo de época, a fin de caracterizar una propensión hacia la relativización de lo que se consideraban ideas absolutas. Decimos “ideas” para abarcar también conceptos, valores, relatos. Este último término es el que usó Lyotard para explicar el fenómeno: la modernidad se edificó sobre “grandes relatos” o “metarrelatos” que constituían “normas” y, por lo tanto, los referentes últimos. Sin un “metarrelato”, sin una “norma” que rija y oriente epistemológicamente el orden social, lo que hay es un espacio más amplio de posibilidades. Trataré de explicarlo con un ejemplo: En una familia, de un padre y una madre, una hija de 18 años y un hijo de 12, hay implícita una jerarquía de discurso, una jerarquía del poder de la palabra: Los hijos deben obedecer al padre y a la madre. Un
día los padres salen al cine y, en casa, la jerarquía cambia: El hijo de 12 debe obedecer a la hija de 18. Otro día los padres salen con la hija de 18 años y el hijo de 12 se queda en casa con la niñera: El hijo de 12 debe obedecer a la niñera. En estas situaciones, el “poder” del orden que regula a la familia es el de los padres, y aun cuando estén ausentes, determinan el orden transfiriendo su “poder” a la instancia que ellos así consideren. Aunque la niñera no pertenezca a la familia, está legítimamente reconocida por los padres como portavoz y ejecutora del poder parental. Ahora imaginemos el siguiente cambio en esta misma familia. Cada miembro vive aparte, en su propia casa, y todos tienen la misma edad, digamos 30 años. ¿Tiene sentido que el padre de 30 años, cuando sale al cine, le diga a su hija de 30 años que vaya a cuidar al otro hijo de 30 años a su propia casa? ¿Tiene sentido si la madre dijera, al contrario, que debe ser el hijo quien debe ir a cuidar a la hija a su propia casa? ¿Cuál sería la jerarquía que debe respetarse para mantener el orden deseado, si es que aún tiene sentido hablar de un orden? En este segundo ejemplo la jerarquía que ordena a la familia está anulada, se vuelve irrelevante porque todos los miembros los asumimos en igualdad
de condiciones. Es un ejemplo forzado, desde luego, pero ilustra con claridad dos cosas. La primera es que o bien podemos asumir un mismo “orden”, o bien podemos asumir la posibilidad de “varios órdenes”. Lo segundo es ¿a quién nombramos en el “nosotros podemos”? Con eso planteado regresemos a la primera definición de “posverdad”. Se suele asociar que la “posverdad” es el producto de la masificación de la información (aunque cabe aclarar el sesgo con que suele usarse “información” como sinónimo de “noticia periodística”). Que las fake news se viralizan porque “las masas” no son lectores críticos. Que un Usuario web capaz de analizar y cotejar la información no caería en la seducción engañosa de la web. En realidad, el cambio crucial no ha sido que las masas accedan a la información. El cambio ha sido que las masas accedan a la producción, distribución y comercialización de su información. Esta base tecnológica es la que ha trastocado el orden jerárquico tradicional en donde ciertos “miembros de la familia” tenían como función la producción, distribución y comercialización de la información. El alcance de internet supera por mucho a los medios tradicionales. La televisión, la DOSSIER
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radio y la prensa escrita han tenido que adaptarse para aprovechar el internet, precisamente, porque es su dominio natural, la difusión a las masas. Aunque son muy recientes, las redes sociales siguen una lógica más o menos idéntica. Cuando surge una nueva red o app, su forma novedosa impresiona y captura a una generación de usuarios, la cual crece con esa red o app, hasta que una nueva generación de usuarios ha adoptado una nueva red o app, que, aunque en esencia tenga la misma funcionalidad, tiene una forma novedosa que impresiona y captura a esa nueva generación. Para los medios de comunicación todo se resume a una lucha de poder. Socialmente es más fácil identificar a Héctor de Mauleon como un “periodista” por el hecho de colaborar en El Universal, en Nexos y obtener el Premio Nacional de Comunicación José Pages Llergo. En cambio, a Fulano de tal, profesionista de otro ramo, aunque apareciera por una ocasión en televisión nacional (whatever that means today) no tendría el mismo reconocimiento por el simple hecho de no ocupar una “posición” formal en el campo mediático. Lo que hoy ocurre, si nuevamente hacemos una distinción, es que la “posición formal” que tiene un periodista como Héctor de Mauleón, en México, no garantiza una mayor audiencia en redes sociales que la de Fulano de tal, y la “posición formal” que tiene un periodista no garantiza una mayor veracidad que lo que puede expresar Fulano de tal. El primer punto, es un problema de “alcance” en las masas. El segundo es un problema de “legitimidad”. Lo que puede expresar Fulano de tal es tan legítimo como lo que expresa el profesionista más certificado y laureado socialmente. El 22 de noviembre del año pasado, una usuaria de Twitter identificada 10
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como Laura Cruz le escribió al periodista: “@hdemauleon por favor suplico su ayuda ya que mi hermana está en el INER, están saturados quieren sacarlo sin un destino tiene el 20% de oxigenación no hay ningún hospital que la pueda recibir y nos están presionando para sacarla por favor ayúdenos a encontrar un respirador.” Ese mismo día, Héctor de Mauleón posteó la petición de ayuda de la usuaria, haciendo énfasis en un dato: “Oxigenación: 20%”. Apenas un instante después, un usuario le replica al periodista su post: “Al 80% de oxígeno en sangre, se considera severa. ¿Cómo vivía con el 20%? No da más datos, por lo que concuerdo en que deben ser Fakenews.” La publicación de Héctor de Mauleón fue retuiteada 1,7 mil veces. La del usuario fue retuiteada una vez. Héctor de Mauleón, periodista de El Universal, tiene 368 mil seguidores en Twitter. Luis Pablo Mondragón Guzmán es psicólogo, en la Ciudad de México, y tiene 458 seguidores en Twitter. La verdad no es indiscutible, pero tampoco indiscernible. La sociedad contemporánea posee espacios de expresión y comunicación que han trastocado para siempre las jerarquías que daban un orden. Pero, como puede resultar obvio, la posibilidad de tener “varios órdenes” (como en el ejemplo de la familia), que pareciera anunciar una igualdad democrática y emancipadora donde todas las voces valen lo mismo, apunta a un sentido contrario: La anulación de todas las voces. Pero el poder nunca desaparece, ya lo decía Foucault. Busque la palabra Posverdad en Wikipedia. O no lo haga, mejor aquí la cito: “Posverdad o mentira emotiva es un neologismo que describe la distorsión
deliberada de una realidad en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales.” ¿Por qué recurrir a un neologismo? ¿Hay mentiras racionales por oposición a las emotivas? ¿Qué parte del concepto de “mentira” no abarca lo que ahí se señala? Como decía antes: Todo es siempre una lucha de poder. En este caso, en la burguesía. El hecho de tipificar lo que ocurre con las fakenews, los bulos, las paparruchas, mentiras, el márketing y un largo etcétera como “posverdades” enmascara la necesidad de mantener el poder del orden. Parece decir lo siguiente: “Yo voy a conceptualizar cuándo lo que estás creyendo lo crees por razones emocionales y creencias personales. No importa si hay hechos objetivos, la suma de hechos, la relación de hechos por sí mismo no genera una verdad”. He ahí el trasfondo de otro debate, mucho más complejo para abordarlo aquí, pero que vale la pena señalar. Ante la proliferación de voces es necesario poner orden. Pero este ya no tiene de referente a la “institución garante” que producedistribuye-comercializa la información. Se ha incorporado un nuevo léxico -posverdad, fakenews, etc- que pretende regular no la información sino al consumidor de información, en función de su perfil ideológico. Por eso, aunque un usuario postee algo que pueda verificarse, acaba por ser desacreditado en razón de su “emoción manifiesta en lo dicho” o de su “creencia o afinidad personal” o de un “conflicto de interés”. Pero no me crea. Tómelo sólo como una opinión.
IDENTIDAD Y RECONOCIMIENTO EN LA ERA DE LA POSVERDAD Del juego de la imitación al captcha por: FRANCISCO GALLARDO NEGRETE En 1955, John McCarthy, Marvin Lee Minsky, Nathaniel Rochester y Claude Elwood Shannon comenzaron los preparativos de la Conferencia de Dartmouth. Según sus planes, al año siguiente, durante el verano, diez especialistas provenientes de distintas latitudes convivirían estrechamente en la Universidad de Dartmouth e intercambiarían puntos de vista acerca de diversos temas relacionados con el funcionamiento o, mejor dicho, con el comportamiento de las máquinas. La convocatoria, firmada al calce por los entusiastas organizadores, lucía prometedora: “Este estudio se centrará en la siguiente hipótesis: cada uno de los aspectos del aprendizaje y otras características de la inteligencia son susceptibles a ser descritos con exactitud y por eso una máquina puede simularlos.” Así pues, McCarthy y compañía pensaban en la inteligencia artificial, término que acuñaron en ese momento, como una gran simuladora, como una especie de maestra en el difícil arte del camuflaje, como la participante que lograría ganar de una buena vez y para siempre en el juego de la imitación que Alan Turing había replanteado justo un lustro antes. En su artículo de 1950, Computing Machinery and Intelligence, el matemático londinense había introducido, en efecto, una variante crucial en el juego de la imitación, de tal suerte que lo había convertido en la prueba que hasta el día de hoy lleva su apellido, el test de Turing. Originalmente, el juego de la imitación contemplaba a tres participantes: A (un hombre), B (una mujer) y C (alguien con sexo indistinto). Puestos en habitaciones separadas, A y B en una y C en otra, C hacía las veces de interrogador y A y B de contestatarios. Sin ningún tipo de contacto visual y a través de mensajes tipográficos, escritos a máquina (para que ni siquiera la caligrafía fuera una pista delatora o un revelador indicio), A debía tratar de engañar a C, confundiéndose con la identidad de B, y B, por el contrario, tenía que tratar de ayudarlo, deslindándose de la identidad de A. La modificación de Turing era, en realidad, muy sencilla: sustituir a A con una máquina o, más específicamente, con una computadora electrónica o con una computadora digital. Por lo demás, las reglas del juego de la imitación se mantenían inalterables. Si la computadora conseguía embaucar al interrogador, esto es, si lograba hacerse pasar por un ser humano, entonces “la pregunta rectora, ¿pueden pensar las máquinas?, con todo y su aparente sinsentido merecería ser, por lo menos, objeto de discusión y centro de debate”. Su nombre no deja lugar a dudas: la inteligencia artificial pretende imitar, con la mayor fidelidad posible, a la inteligencia natural o humana. Los organizadores de la Conferencia de Dartmouth, guiados por el luminoso espíritu de Alan Turing — quien se había suicidado el 7 de junio de 1954—, creyeron que
la clave de una inteligencia artificial eficiente era proveer a una computadora de un conocimiento universal y omnímodo ab initio. Equivocados todavía, ellos estaban a un paso de llegar al concepto de aprendizaje automático. Pero, para arribar ahí, había sido necesario que pasaran las décadas, los siglos y los milenios, y que algunas de las características de la inteligencia propiamente dicha cambiaran mientras otras, las estrictamente fundamentales, permanecían inmutables a través del tiempo. INTELIGENCIA PARTICULAR E INTELIGENCIA GENERAL Después de dos años de celebrada la Conferencia de Dartmouth, McCarthy y compañía se reunieron nuevamente con el objetivo de cristalizar algunas de sus ideas principales. En las instalaciones del mítico Instituto Tecnológico de Massachusetts, escribe McCarthy, “solicitamos una habitación,
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un par de programadores extra, una secretaria y un equipo de cómputo”. En ese ambiente laboral, McCarthy y sus amigos trabajaron arduamente y crearon, a finales de la década de los cincuenta, uno de los primeros lenguajes de programación que buscaba optimizar el desarrollo de la inteligencia artificial: LISP (por su acrónimo en inglés, List Processor). Asimismo, idearon un mecanismo para que LISP y los lenguajes de programación posteriores fueran capaces de autorregular su memoria, al cual McCarthy bautizó con el nombre de “recolector de basura”. Hasta ese momento, los avances de la inteligencia artificial mostraban un enfoque particularista. En otras palabras, las máquinas y las computadoras provistas de inteligencia artificial eran muy poco versátiles; podían desempeñar, en el mejor de los casos, una única función o cumplir una sola tarea y no más. Claude Elwood Shannon, verbigracia, había pensado en una cuya función exclusiva fuera jugar al ajedrez; en un artículo de 1949, Programming a Computer for Playing Chess, él había declarado que “quizá esta labor no tenga ninguna importancia práctica, pero a nivel teórico es de mucho interés [y, en este sentido, sería] motivo de satisfacción diseñar una máquina que realice buenos movimientos [en el tablero de ajedrez] aunque no siempre sean los mejores”. Por su parte, McCarthy estaba plenamente convencido de que la inteligencia humana, si había de ser imitada, primero tenía que ser comprendida y valorada en su justa medida. Así llegó a la conclusión de que la inteligencia artificial no debía encargarse única y exclusivamente de una tarea singular, de que, más bien, tenía que estar capacitada para llevar a cabo diversas funciones. En su artículo de 1969, Some Philosophical Problems from the Standpoint of Artificial Intelligence, McCarthy y Patrick J. Hayes advirtieron que el ser humano no sólo es capaz “de jugar ajedrez o damas chinas, de formular teoremas matemáticos, de dar reglas por medio de expresiones simbólicas [o] de determinar componentes químicos”, sino de hacer eso y muchas otras cosas más. En opinión de McCarthy y de Hayes, sus predecesores habían incurrido en ese error de planteamiento; habían creído, por decirlo metafóricamente, “ver el bosque entero cuando de hecho nada más se habían quedado con los ojos fijos en un árbol”. De ahí en adelante, en sus intentos por coadyuvar a la evolución y al perfeccionamiento de la inteligencia artificial, McCarthy y sus colaboradores trataron de emular a la inteligencia general. Su hipótesis era la siguiente: mientras más información insertara un programador en una máquina o en una computadora, ésta estaría más y mejor preparada para resolver todos y cada uno de los desafíos que se le presentaran en el porvenir. El resultado
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inmediato, sin embargo, fue contraproducente, y los investigadores Steve Hanks y Drew McDermott ilustrarían el meollo de este curioso problema de forma cruda pero también pedagógica más de tres lustros después. EL PAVO Y LA PISTOLA, O DE POR QUÉ EL SENTIDO COMÚN ES EL MENOS COMÚN DE TODOS LOS SENTIDOS Un ser humano se estima inteligente cuando, en posesión de determinada información, es capaz de manipularla a placer y a conveniencia. Si cuenta con una cantidad de información considerable, por regla general, le será más fácil dar con la solución de cualquier problema que se le plantee: lógico, matemáticoespacial, lingüístico, etcétera. La inteligencia artificial, sin embargo, procede de manera diferente, y con frecuencia el exceso de información afecta o por lo menos ralentiza sus operaciones, dificultando el hallazgo de las resoluciones que necesita. Esta condición paradójica, que la inteligencia artificial experimenta como un verdadero inconveniente, ha sido llamada por los especialistas problema de marco. El problema de marco consiste, grosso modo, en una serie de dificultades que cualquier inteligencia artificial atraviesa a la hora de seleccionar la información más relevante de la que dispone y de descartar la que no lo es o, dicho de otra manera, en el momento preciso de quedarse con el grano y de desechar la paja. En 1986, en el artículo Default Reasoning, Nonmonotonic Logics, and the Frame Problem, Steve Hanks y Drew McDermott, a la sazón profesores de la Universidad de Yale, imaginaron y expusieron un interesante escenario al respecto; en honor a su casa de estudios de adscripción, por cierto, tal escenario fue denominado el problema del disparo de Yale. De acuerdo con ambos autores, es necesario tener en mente, por un lado, un individuo (que en artículos posteriores se convertiría en un pavo, de nombre Fred), y, por otro, una pistola; dos pares de condiciones posibles, estar vivo o muerto para el pavo o bien estar cargada o descargada para la pistola; tres acciones de flujo, capaces de modificar los valores de verdad o de falsedad de las condiciones, cargar, esperar, disparar; y cuatro situaciones distintas, indexadas en cero. En la primera situación (S0), Fred, el pavo, está vivo, y la pistola, descargada. En la segunda situación (S1), la pistola está cargada y no se hace mención alguna a propósito de Fred. En la tercera situación (S2), la pistola sigue cargada y eventualmente produce una detonación. En la cuarta y última situación (S3), Fred reaparece muerto.
En un contexto semejante, en el que algunos datos cambian (los visibles) y otros permanecen (los no visibles), los seres humanos no experimentamos mayores dificultades. El razonamiento por defecto, que se entiende como la capacidad de sacar conclusiones tentativas con base en una información parcial, nos permite saber que Fred, el pavo, no puede estar muerto sino hasta que el ciclo de situaciones se haya cerrado. Una inteligencia artificial, por el contrario, aunque utilice una lógica no monotónica, aparentemente compatible con el razonamiento por defecto, no podrá determinar, considerando una información incompleta, la condición de Fred a lo largo de las situaciones y, más aún, será incapaz de predecir las condiciones de éste y de la pistola en una hipotética quinta situación (S4). En un libro escrito y publicado ese mismo año, La sociedad de la mente. La inteligencia humana a la luz de la inteligencia artificial, Marvin Lee Minsky, uno más de los miembros que habían integrado el selecto grupo de McCarthy, realizó una aclaración importante: “Lo que la gente denomina vagamente sentido común es en realidad más intrincado que la mayor parte de la habilidad técnica que admiramos”. El problema de marco, curiosamente, aumenta conforme la información se diversifica y viene a más, cuando, por ejemplo, hay más agentes, más condiciones posibles, más acciones de flujo o más situaciones. Por tal motivo, insertar desde el inicio una información extensa y sobreabundante en una máquina o en una computadora es un trabajo irrealizable y, en última instancia, bastante ineficiente e improductivo. A partir de las postrimerías de la década de los ochenta, las soluciones al problema del disparo de Yale se cuentan en grandes cantidades y la industria de la inteligencia artificial se ha inclinado, coherentemente, por el aprendizaje automático. El aprendizaje automático no pretende conceder de una sola vez todo el conocimiento a la inteligencia artificial correspondiente, sino más bien facultarla para que ella pueda adquirirlo paso a paso y por medio de la acumulación de sus experiencias. En resumen, el aprendizaje automático no está a favor del surgimiento abrupto e intempestivo de la inteligencia en las máquinas y en las computadoras; antes bien, lo que busca es su desarrollo gradual, paulatino y escalonado. MENUDOS IMPOSTORES: LAS POLIFACÉTICAS MÁQUINAS UNIVERSALES Y LOS LATINOAMERICANOS QUE INVIRTIERON EL JUEGO DE LA IMITACIÓN En su obra Yo soy un extraño bucle, Douglas R. Hofstadter observa que las máquinas universales nos han invadido, superpoblando nuestro mundo. Según Hofstadter, Turing había pensado
en ellas catorce años antes de proponer su personal juego de la imitación, alrededor de 1936. Hoy día, las máquinas universales se caracterizan, en sentido amplio, porque llevan a cabo múltiples tareas, las cuales se han agregado de forma progresiva y con una decidida vocación de enjambre a su función inicial. Las máquinas universales, desde este punto de vista, han desplazado a las máquinas particulares, condenándolas al averno del desuso y de la chatarra. Su éxito se debe, en buena medida, a que han adoptado el enfoque que McCarthy y Hayes propusieron en el remoto año de 1969, el de la inteligencia general, y a que lo han hecho, además, con un alto grado de eficacia. Pero ¿qué sucedió con la versión del juego de la imitación que Alan Turing imaginó, en los cada vez más infrecuentes períodos de lucidez a los que intentaba asirse en medio del inhumano tratamiento experimental con hormonas que le había impuesto el gobierno de su país, en 1950? En 2003, dos latinoamericanos hicieron uso de la inteligencia artificial para invertirlo, para ponerlo, literalmente, de cabeza. En el artículo CAPTCHA: Using Hard AI Problems for Security, los latinoamericanos Luis von Ahn y Manuel Blum, en coautoría con Nicholas J. Hopper y John Langford, dieron a conocer CAPTCHA, “un programa que puede ser usado para distinguir entre los humanos y las computadoras”. CAPTCHA significa, si vertemos sus siglas al español, Test de Turing Completamente Automatizado y Público para Distinguir entre Computadoras y Humanos. Gracias a un sofisticado sistema de Reconocimiento Óptico de Caracteres (OCR, por sus siglas en inglés), los CAPTCHA presentan unas claves sui géneris, cuyas letras aparecen distorsionadas o bien difuminadas. Aunque parezca demasiado simple, este filtro es útil porque los seres humanos, a diferencia de un bot, sí somos capaces de identificar y de transcribir esas claves. Con frecuencia, CAPTCHA, como los programas que le antecedieron y los que le han sucedido en la búsqueda de un objetivo similar, ha sido considerado una especie de test de Turing inverso. Al realizar una comparación con el juego de la imitación del matemático londinense, donde una persona era C (el interrogador) y una computadora era A (el contestatario que trataba de confundir su identidad con la de B, esto es, con la de un hombre de carne y hueso), podemos notar que los papeles se han invertido diametralmente en CAPTCHA: ya no es el ser humano quien debe determinar la identidad de su interlocutor; ahora es el programa computacional, más bien, el que tiene que comprobar cuál es la verdadera identidad del ser humano.
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CREENCIA Y VERDAD: la fundación de Irapuato por: LUZ ANTONIA MIRANDA FÉLIX
Imagen cortesía del Archivo Histórico Municipal de Irapuato
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a creencia de que Irapuato se fundó el 15 de febrero de 1547 se ha arraigado en la población de esta ciudad desde principios del siglo XX. En los periódicos de inicios de esa centuria, podemos encontrar algunas notas que relatan cómo se festejaba el aniversario de la ciudad a partir de llamativos desfiles y eventos cívicos y culturales. Los festejos fueron siempre promovidos por las autoridades municipales y estuvieron respaldados por los intelectuales locales de la época. El interés por conmemorar la fundación surgió de la necesidad de forjar una identidad irapuatense, necesaria para cimentar las bases de una ciudad que comenzaba a tener un acelerado crecimiento económico. A inicios del siglo XX, la modernidad había llegado a la ciudad con el ferrocarril, la luz eléctrica y el teléfono, pero también había emergido una necesidad casi nostálgica de recuperar los vestigios del pasado. Intelectuales aficionados a la historia, como el presbítero Rafael Reyes y el político Genaro Acosta, comenzaron a escribir sobre los orígenes de Irapuato,
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entre los años de 1905 y 1909. En sus obras, ambos personajes aseguraron que Irapuato había surgido el 15 de febrero de 1547. La aseveración se fundamentaba en un documento citado en el libro Noticias para formar la historia y la estadística del Obispado de Michoacán, publicado por el canónigo José Guadalupe Romero en el año de 1862. En esta obra se menciona que Irapuato había nacido en virtud de una cédula de fundación expedida por el virrey Luis de Velasco, a nombre del emperador Carlos V. Basados en esta evidencia documental, la creencia fue propagada y afianzada cada año con festividades conmemorativas, a tal grado que a la fecha es casi imposible de erradicar, a pesar de los nuevos descubrimientos históricos. El primero en notar inconsistencias en el documento fundacional fue el padre Rafael Reyes. A pesar de que, en un inicio, el párroco había creído fielmente en el contenido de la cédula de fundación, cuando la estudió con más detalle, observó un anacronismo que la invalidaba como documento confiable:
el virrey Luis de Velasco, quien supuestamente expedía y firmaba la cédula, no había gobernado la Nueva España en el año de 1547. La acertada observación fue escrita por Reyes en un breve opúsculo titulado El patrón de Irapuato, pero su aportación fue poco conocida, o no fue tomada en cuenta por quienes quisieron seguir festejando el aniversario de la ciudad cada 15 de febrero. A mediados del siglo XX, historiadores más acuciosos, como Wigberto Jiménez Moreno y Pedro Martínez de la Rosa, se percataron de más inconsistencias en la estructura y el contenido de la cédula: la manera en que estaba escrita era extraña a la época, el estilo narrativo no coincidía con el usado en los documentos legales del siglo XVI, y, además, se hacía la mención de la villa de Celaya, cuando todavía esa ciudad no se fundaba. Era evidente que el documento era apócrifo, pero a pesar de haber sido comprobada su inautenticidad, la creencia de que Irapuato había nacido en la fecha señalada por la cédula, permaneció en los lugareños y se siguió cultivando por las autoridades municipales, por lo que el conocimiento quedó sólo entre el gremio de historiadores y un círculo pequeño de lectores aficionados al tema. En los últimos años, el equipo de trabajo del Archivo Histórico Municipal ha realizado una labor importante en divulgar la historia de Irapuato, a través de la publicación de boletines y libros especializados en la materia. El objetivo es difundir las más recientes investigaciones sobre la historia de la ciudad, y poner al alcance de todos los nuevos descubrimientos que se han encontrado sobre el pasado del municipio. Como parte de este proyecto de difusión histórica, se editó un libro de mi autoría titulado Pueblo me llamo: la versión indígena de la fundación de Irapuato, donde se explica a detalle cómo fue el proceso que dio origen a la ciudad. En el libro se presenta información nueva sobre el tema y se analiza la supuesta cédu-
la de fundación, no tanto para describir sus inconsistencias y reafirmar su inautenticidad, sino para contextualizar su origen, es decir, explicar cuándo, por qué y por quiénes fue fabricada y, sobre todo, bajo qué intereses. Con el fin de interesar al lector en el tema y el contenido de este libro, se puede decir a grandes rasgos que la congregación, es decir, el pueblo que dio origen a esta ciudad, se fundó en tierras de una estancia ganadera que llevaba por nombre Irapuato. Esta estancia había sido donada al español Francisco Hernández por el virrey Luis de Velasco el 30 de abril de 1556. Francisco Hernández, oriundo de Guayangareo, hoy Morelia, decidió dividir su propiedad en tres partes iguales y regalarlas a sus compadres Gerónimo Jiralde, Pedro González y Guillermo Plancarte. En una fracción de las tierras del primer compadre, se fundó la congregación de Irapuato en una fecha exacta que se desconoce, pero que debió oscilar entre las décadas de 1570 y 1580. Es importante mencionar que tanto la estancia, como la congregación, surgieron en un contexto de guerra, durante el proceso de conquista y colonización de la provincia chichimeca, la cual se encontraba ubicada al norte del río Lerma. La estancia de Irapuato fue entregada al español Francisco Hernández como parte de una estrategia de colonización, que consistía en donar tierras de esta provincia a los conquistadores españoles y aliados indígenas (tarascos y otomíes) que quisieran luchar contra los chichimecas y salvaguardar los caminos que se dirigían a las minas de Guanajuato y Zacatecas, los cuales eran constantemente atacados por las diferentes tribus. Para las autoridades virreinales era de vital importancia resguardar y fomentar la actividad minera, por eso, además de promover el establecimiento de estancias ganaderas, propiciaron la fundación de pueblos en los alrededores de los caminos y centros mineros. El objetivo era tener poblados cercanos a las
Cuadros pintados en el interior del Templo del Hospital. Imagen cortesía del Archivo Histórico Municipal de Irapuato
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Ubicación de las Haciendas de San Juan y de la Virgen
Terreno donde los indios quisieron formar el pueblo de San Marcos de Irapuato
Imágenes cortesía del Archivo Histórico Municipal de Irapuato
minas para que las proveyeran de alimentos, insumos y mano de obra. En este contexto, la congregación de Irapuato emerge como un poblado de labradores, dedicado a abastecer de productos agroganaderos al Real de Minas de Guanajuato. Ahora bien, la fecha de fundación de la congregación se desconoce porque, hasta el momento, no se ha encontrado un documento oficial y fidedigno que señale con precisión los pormenores de tal acontecimiento. Sin embargo, las fuentes documentales hasta ahora localizadas sobre el tema nos han permitido reconstruir las circunstancias en las que surgió, e incluso, nos han brindado otro tipo información mucho más interesante que la simple fecha fundacional. En el libro antes mencionado, se presentarán no sólo nuevos documentos que abonarán al estudio de los orígenes de Irapuato, sino también se darán a conocer algunos testimonios, que tanto españoles como indígenas (tarascos y otomíes) dieron a finales del siglo XVII e inicios del XVIII, respecto a lo que recordaban haber escuchado de los más ancianos sobre la fundación de Irapuato. Estos testimonios, basados en la tradición oral y en la memoria colectiva, surgieron a partir de un conflicto legal que los indios tarascos y otomíes sostuvieron en contra de los españoles por las tierras que actualmente conforman el centro histórico de la ciudad. En esta querella, ambas partes, la española y la indígena, argumentaron haber sido herederos de los primeros fundadores; sin embargo, ninguna parte presentó documentos probatorios, por lo que tuvieron que apelar al valor de la memoria y de la palabra, y cuando éstas fueron insuficientes, recurrieron a la compra de escrituras y a la falsificación de documentos. Mientras los españoles pagaron al rey una determinada suma
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de dinero para que les otorgara escrituras de propiedad, los indios fabricaron con destreza sus propios títulos de tenencia, e, imitando las escrituras españolas, las hicieron pasar como documentos legales para defender lo que consideraban propio. Aquí el origen de la cédula falsa de fundación. Cabe mencionar que esta cédula, aunque apócrifa, contiene un gran valor histórico, pues relata la versión que los indios tenían sobre el origen de Irapuato y la interpretación que hacían de sí mismos y de su pasado, como conquistadores de los chichimecas y legítimos fundadores del lugar. En este sentido, la cédula es una invaluable fuente para la historia de la comunidad indígena de la ciudad. Es por ello que las dos lecturas que hicieron sobre este documento los antiguos historiadores y cronistas de la ciudad fueron un tanto desafortunadas. En la primera se creyó al pie de la letra todo lo que decía la cédula (incluyendo, por supuesto, la fecha de fundación); en la segunda, se comprobó que era falsa (lo cual fue un avance), pero lamentablemente se le descartó como fuente digna de historiar y, al hacerlo, se invalidó radicalmente la riqueza de su información. El ejemplo de estas lecturas sirve para mostrar el proceso de la investigación histórica, lo que en un momento se cree “verdadero”, en otro se refuta o se matiza con nuevas pruebas y argumentos. Así se avanza en el cocimiento del pasado. La búsqueda de lo que verdaderamente ocurrió, como dirían los historiadores positivistas del siglo XIX, es más un camino que una meta lograda, pero es lo que le da sentido al oficio de historiar, al igual que la necesidad de compartir lo encontrado con todo tipo de lectores, pues sólo así se contribuye a erradicar creencias no sustentadas y a forjar un mejor conocimiento de nosotros mismos como colectividad.
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El pescador y sus redes. Isabel Borobia. Técnica Mixta. Segundo lugar Premio Federico Ramos Sanchez 2020
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LLÁMENME ISMAEL LUIS ARMENTA MALPICA 1 Alguna vez lo dije: lo que ocurra en los muelles permanezca en las aguas. Con lenguaje de señas, en clave morse, en braille o desarticulando las palabras a cada remo, sorbo, golpe respiración, se lo repito. Los fuegos de San Telmo en las arboladuras del Pabellón Rosetto nos han llevado al patio. Al dique a la alcoba de Helena. A los dioscuros ojos que brillan con el plasma. Con tres lenguas de fuego nombran al mismo tiempo a todos los cetáceos conocidos: belugas, narvales y yubartas a marsopas, ballenas grises orcas y piloto. Al comodoro Starbuck quien vio luz en el mástil. Pero esto no es un río: Leteo, Rubicón para quemar las naves. Esto es el miedo. 2 Los miedos se han quedado en la tierra. A mediados del hombre. Enterrada su faz. Varados en la niebla del espejo (sin ti). Derivados a toda la familia. Fascinados los unos en los menos. Más miedo si profunda es la raíz del ojo. Corroídos por óxido de llanto y las toscas escarpias en la boca del hombre cuando niega si ha comulgado en éxtasis. Si ha comido a su dios. Si debemos hablar… Yo no utilizo miedos (como drogas). Está en el mar mi Dios.
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LOS SICARIOS ESTÁN ENTRE NOSOTROS HÉCTOR HUGO ACOSTA MEJÍA Para Rosalío.
—Están entre nosotros, los sicarios están entre nosotros. – dijo Bernardo a Martín sin darle los buenos días. Un silencio quedó suspendido en el ambiente, la zozobra podía respirarse sin dificultad, se diferenciaba de las lociones y el olor a vehículo nuevo. Jorge, chofer de Bernardo desde hacía muchos años, se había acostumbrado a ese aroma particular que despide el miedo, pero esta vez era diferente: el señor Bernardo había vuelto a morderse las uñas. Jorge, cuando fue militar aprendió que del miedo se contagia uno a través del oído, y por ello procuró no escuchar. Esperó a que el licenciado Martín terminara de ponerse el cinturón para cerrar la puerta correspondiente de la camioneta, se instaló tras el volante y esperó indicaciones, aunque al ser conocedor de las costumbres de su patrón, estaba casi seguro del destino. Bernardo apretó los labios, asintió para sí con un gesto de profunda preocupación y suspiró con los ojos cerrados; luego pidió a Jorge que los llevara a Café Las Acacias, donde acostumbraba desayunar cada viernes con alguien cercano, a veces su mujer, otras con algún amigo o socio, pero la mayoría de las veces con Martín. Jorge sintió una especie de vanidad cuando fue confirmada su premonición. —Está de la chingada. –Continuó Bernardo, mientras Martín terminaba una llamada sin prestar atención del todo a la conversación–. La semana pasada vi a unos güeyes frente al minisúper del Templo de Guadalupe. Iban en dos camionetas: una pick up morada y una miniván roja sin placas. No podían ser otra cosa más que malandros. Los vi también el domingo, y las dos veces comprando cervezas. A ver, dime, ¿qué quieren ocho cabrones chupando un miércoles a la una de la tarde? –Bernardo se quedó un par de segundos en silencio mientras recordaba la apariencia física de los sujetos y agregó: —Eran sicarios; lo sé por sus vestimentas. No eran albañiles de alguna obra ni tenían pinta de venir de otro trabajo. Si los hubieras visto me entenderías. No eran cholos ni estaban chacalosos, pero sí vestidos mal, muy mal. Ya sabes: playeras jodidas, pantalones de mezclilla sucios y rotos, botas como de trabajo y gorras medio placosas. De esa gente que según anda limpia pero sigue viéndose mugrosa. Además, todos prietos y panzones, o de plano chupados por el cristal. Hasta el rango de edades llamaba la atención: unos ya rucos, de sesenta o más, con escuincles de veinte o menos. Y ahí en la miniván estaba de copiloto un cabrón con los ojos bien rojos hasta la madre de drogado. Se me quedó viendo y mejor me fui, ya ni quise entrar a comprar. — ¿No llevabas escolta? –preguntó Martín. —El domingo no, porque venía de trotar; sólo traía la fusca en la cangurera. El miércoles sí, pero pues ni modo de llegar y hacerla de pedo. Martín simuló reflexionar sobre las conjeturas de Bernardo, no le resultaban extrañas sus paranoias muchas veces infundadas, pero por cortesía siguió el hilo de la conversación. —Igual y sí eran malandros −dijo Martín en un tono que revelaba seguridad– así como los describes, me suenan a la clase de güeyes que nos caían al juzgado por delincuencia organizada
o huachicoleo. Las mismas características. ¿Sabes como quién? Parecidos al Rodo. Bueno, el Rodo siempre anda mugroso porque anda en la talacha –aclaró con remordimiento−, pero parecidos físicamente: panzones, morenos, con la barba toda malhecha y con un semblante tranquilo; hasta parecieran amables pero su vibra no puede esconder que son unos desgraciados. Bueno, al Rodo no se le ve mirada de maldito, me refiero a la clase de güeyes que te encontraste. —¡Sí, hombre, como el Rodo! ¡Igualitos! –confirmó Bernardo con una sonrisa de asombro al descubrir el parecido entre unos y otros, al tiempo que los recreaba mentalmente. —Y fíjate que sí es cierto eso que dices de la diferencia de edades, hasta parece que estoy viendo un asunto de los que te conté −agregó Martín con mayor entereza. — ¡Oye, de verdad, pinche Rodo tiene una pinta de malandro que si no lo conociera ni de broma llevaba las motos con él! −añadió Bernardo, conteniendo la risa. Ambos se quedaron en silencio un par de segundos, se miraron con complicidad y soltaron una carcajada. Bernardo no acostumbraba salir de casa sin la Pietro Beretta que le regaló su padre cuando cumplió veintiún años e incluso dormía con ella, pues, según sus palabras, el mayor de sus temores era despertar y no encontrar un arma para defenderse en caso de ser necesario. Jorge no terminaba por comprender lo profundo de tal angustia, porque, además de estar armado, don Bernardo gastaba mucho dinero en guaruras y camionetas blindadas. —Este hombre debe tener muchos enemigos de quién cuidarse, –pensaba Jorge cuando empezó a trabajar con él–. Pronto se dio cuenta de que no era así. Bernardo era respetado en su negocio y su ciudad, se llevaba bien con todo mundo, y a pesar de su carácter hosco y modos golpeados de dirigirse a la gente, su infantil sentido del humor reflejaba inteligencia y humildad de corazón. Tampoco Martín entendía por qué tanta paranoia en su compadre Bernardo. Se podía decir que Martín gozaba de cierta seguridad personal, pues antes de volverse abogado postulante trabajó como Secretario en un Juzgado Federal, y jamás vio que los Jueces o Magistrados que había conocido se comportaran con miedo, a pesar de tener muchas veces en sus manos asuntos donde se afectaba la libertad de alguien peligroso, o se exhibían actos espurios de algunas instituciones gubernamentales. Llegaron a la cafetería, los escoltas se dispersaron de manera estratégica para dar el visto bueno a Jorge, quien se encontraba atento a recibir la indicación. Una vez que detuvo por completo el automóvil, uno de los escoltas abrió la puerta de la camioneta, Bernardo y Martín descendieron y entraron inmediatamente. Los sentaron en la mesa de costumbre. Mientras esperaban ser atendidos, Bernardo retomó la conversación que había iniciado momentos antes: —Como quiera que sea, ya le dije a mi mujer y a mis hijos que no anden yendo al minisúper, porque se está poniendo difícil la cosa. Un día no vayan a acribillar ahí mismo a esos cabrones que vi, o que lleguen a detenerlos y se arme una balacera. No tar-
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da en pasar, créeme lo que te digo porque en verdad son muy obvios. No sé si están tontos y no se dan cuenta de lo obvios que son. En su fuero interno Bernardo creía con firmeza que existía un arreglo entre el gobierno y el crimen. Se curaba en salud para no dar crédito a lo que estaba ocurriendo, pero siempre se le notaba un halo de terror en su realidad al concluir con frases como: lo bueno es que sólo están matándose entre ellos; pronto vendrán tiempos de paz; créeme, los políticos no son tontos, por algo están donde están. Martín aprovechó el silencio de Bernardo para hablarle a la camarera. Pidió sustituto de azúcar para su café con leche. Bernardo pidió más café. La mesera les preguntó si ya deseaban ordenar, pero pidieron más tiempo. Mientras Martín vertía el contenido del sobre al tiempo que meneaba la cuchara con lentitud, sin levantar la vista preguntó a Bernardo: — ¿Te enteraste que mataron al Pelirrojo? — ¿Al hermano de Juan Carlos? —A ese mero. —No, no supe. Tenía mucho sin saber de él. Si no mal recuerdo la última vez que nos vimos fue rumbo a la Sierra, en las motos, hace como dos años. Él y su hermano traían un racer nuevecito. —Lo mataron hace como dos semanas en Avenida Central. ¿Te acuerdas que acribillaron a dos güeyes que iban en un carro verde? Eran él y un empleado suyo. Leí en el periódico que tenía antecedentes por robo y portación de arma. Me extraña. Hasta donde yo tenía entendido el cuate no vivía mal; incluso su hija y mi hijo fueron compañeros de escuela como dos o tres años. Nos saludábamos seguido. —Ahí está el peine, compadre –se apresuró Bernardo a exponer sus conclusiones– si dices que tenía esos antecedentes, seguro andaba involucrado en robos a tráileres y cosas de esas. Ves que ellos, pues, nada más vivían de la abarrotera y no les iba mal. Además, tenían una o dos bodegas en la central de abastos. —También pudo ser un robo. —No creo. Si no mal recuerdo, los rafaguearon con cuernos de chivo, seguro que ya iban por ellos. —Cobro de piso también pudo ser. —No, con esos antecedentes y la forma de morir la cosa va por otro lado. Te digo, compadre: los sicarios están entre nosotros y más cerca de lo que te imaginas. Martín se limitó a sonreír con cierta condescendencia. Las voces que emanaban de las otras mesas se fundían en un solo ruido acompasado por las comandas de los meseros y el sonido de los cubiertos. Terminada la infructífera conversación, regresó a Bernardo un estado semejante al que los místicos llaman paz interior. Así sucede, juzgamos a los desgraciados sin un ápice de compasión para disuadir a la muerte de que nos lleve en un escenario similar. Nos colocamos en un peldaño de supuesta seguridad mientras continúa carcomiéndonos el miedo palpable que no nos permite hacer con entereza las cosas que más nos gustan, como salir a comer tacos en la noche o ir al bar de nuestra preferencia. Parte de esta vida que construimos: hablar de la nota roja; estremecernos al ser conscientes del contexto social que nos tocó vivir; después de tanta ansiedad, dejar de lado esos temas genera una sensación de paz magnifica, como un sorbo de agua fresca en un desierto.
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Durante los años que Martín laboró en la impartición de justicia, se sentía orgulloso de elaborar proyectos donde se frenaba el actuar ilegal de la Fiscalía; resoluciones donde se ordenaban autos de libertad o sentencias absolutorias, ya fuera por violaciones procesales o de derechos humanos, tales como ingresos a los domicilios sin orden de cateo; detenciones sin flagrancia; señas de tortura en los inculpados; entre otras cosas que resaltaban mentiras en los elementos captores, o la poca pericia del Ministerio Público para integrar investigaciones de manera contundente. Esa manera de interpretar y aplicar la ley no había nacido de forma espontánea en Martín, aprendió a proyectar sentencias de Miguel, su mejor amigo desde la universidad y después compañero de trabajo en un juzgado. Miguel se convirtió en juez muy joven. Gozaba de una intuición jurídica innata; claridad y sencillez al argumentar; buen sentido del humor que reflejaba inteligencia. Su personalidad equilibrada era manifiesta en su manera de hablar, que armonizaba correctamente las palabras rebuscadas, el doble sentido, las groserías y el lenguaje común. Aunado a lo anterior, era ordenado y disciplinado. Martín definía a Miguel como un hombre justo cuyo lenguaje iba, como le dirían a Germán Dehesa: de Carpa de Barrio a Calderón de la Barca. Siempre le decía a Martín que sin importar cuán seguro estuviera de la culpabilidad de un imputado, ineludiblemente debía anteponer “el debido proceso” por encima de todo. En una ocasión le dijo tajantemente: —Tus corazonadas no obran en el expediente. Si permitimos que la delincuencia se combata con más delincuencia, cualquier día terminaremos consignados por traer droga y portar armas de grueso calibre a contentillo de dictadores disfrazados de demócratas. Me preocupa más que el aparato de seguridad y procuración de justicia hagan lo que les dé su regalada gana. A saber, que hay un puñado de delincuentes sueltos en la calle. Unos tienen poder y confianza del pueblo, otros sólo armas y todo tipo de hambre. Hay de dos sopas: frenamos a la autoridad para que no se extralimite bajo el amparo de un discurso protector; o en cuanto menos te lo imagines, los sicarios estarán entre nosotros, pero con permiso para portar armas y torturar con legalidad. Martín se esforzó por adoptar el criterio de Miguel, pero nunca lo comprendió a cabalidad, pues, aunque sentía compasión por los inculpados al tenerlos frente a frente en alguna diligencia, también le preocupaba que un día su familia fuera víctima de algún reo culpable puesto en libertad por algoritmos de legalidad. Meses después de no trabajar junto a Miguel, quien ya se encontraba en otra provincia ejerciendo su adscripción como Juez de Distrito, Martín le hizo saber sus intenciones de dejar el poder judicial, y se disculpaba por no aceptar la oferta de acompañarlo como secretario en su trayecto de juzgador. —Amigo, de verdad, yo no sé cómo lo haces y te mantienes firme en tus ideas. A mí esta vida me está saturando de dilemas morales imposibles de resolver con argumentación. Miguel se quedó en silencio un par de segundos y respondió: —Mira, Martín, yo le pido a Dios que a través de mi mano se haga su justicia; no la mía ni la de los hombres, sino su justicia. Pero si hacer su justicia implica o entraña que yo me equivoque, le pido a Dios que sea sólo poquito −acotó al final en un tono de sarcástica resignación.
Martín no pudo evitar una risa discreta y que revelaba desasosiego. —El problema, Miguel, es que existe una delgada línea entre ser justo y ser justiciero; y yo comienzo a dudar de mi capacidad para distinguirla. —No te apasiones, Martín; la comprensión y la empatía surgen, no se fuerzan. Entiendo que sólo haz visto un lado de lo que implica la justicia; hay momentos en que uno debe sopesar que las autoridades también son seres humanos a quienes deberás bañar con la bondad y la sagacidad de tu criterio. No esperes que la sociedad o el gobierno entienda el porqué de tu actuar, si lo hiciste con justicia, porque esta es impalpable y sus beneficios llegan más lento de lo que te imaginas. Confía en la aplicación de la ley, alguna vez leí o escuché que esa es la ventaja del verdadero sabio: si este no es su siglo, muchos otros lo serán. Martín se comprometió a pedir una licencia para despejarse un poco, visitar a Miguel y reflexionar sobre su vocación para considerar seriamente la propuesta de seguirlo como su secretario. Se despidieron sin saber que sería la última vez que hablarían. Tres días después, el Juez Miguel fue asesinado en una hamburguesería frente a sus hijas y una sobrina. Las altas cúpulas del gobierno definieron la muerte de Miguel como un atentado contra el Estado de Derecho; se comprometieron a dar con los responsables y ejercer con ímpetu la fuerza de las instituciones. Lo cierto es que nunca se esclareció el móvil del crimen, aunque siempre se avizoró una cuestión de honor: negarse a ser corrompido. Por otra parte, un grueso de la sociedad que comentó la noticia, celebraba la muerte de Miguel tachándolo de corrupto, promotor de la impunidad y que se merecía lo que le había pasado. Qué fácil es hacer juicios porque se tiene libertad y no la obligación de hacerlo apegado a derecho, pensó Martín con enojo cuando por casualidad leyó tan injustos ataques en las redes sociales. Miguel fue sepultado con funerales de honor, ante la mirada orgullosa de sus familiares, colegas y diversos actores de la comunidad. Cuando Martín llegó al velorio, que se llevó a cabo en un barrio a las orillas de la ciudad donde Miguel había nacido, al fin comprendió esa óptica humana al aplicar la ley que Miguel destellaba en todas sus sentencias. El hijo del pueblo, se dijo Martín al ver tanta y tan variada gente esperando el cortejo fúnebre. Martín nunca entendió cómo un hombre justo puede morir en circunstancias tan injustas. Tampoco logró comprender el equilibrio entre legalidad y justicia, por eso llegó a la tajante conclusión de que era más fácil volverse rico que aprender a ser justo. Renunció a los tribunales y uno de sus primeros clientes fue Bernardo, quien buscaba crear un fideicomiso en beneficio de las familias de tres empleados asesinados afuera de su empresa. —Una tragedia más –dijo entonces con tristeza Bernardo a Martín en aquella ocasión–, y sólo quedará en el olvido y la estadística de una sociedad para quien toda víctima es consecuencia de andar en malos pasos. En realidad, pronto se supo que los tres empleados habían caído muertos a manos de un marido celoso que se enteró del amorío entre su mujer, también empleada de la empresa, con uno de los difuntos.
En aquellos años, Bernardo era un empresario de treinta y tres años, con un éxito económico alcanzado desde los veinticinco; no sufría aún de delirio de persecución, le bastaba con saber que andaba armado; pero de unos años a la fecha, con más años a cuestas, mayor experiencia y madurez, se había prometido no morir a causa de la delincuencia, pues decía que era inadmisible lograr tanto en la vida para terminar a manos de un pendejo. Transcurrieron tres días desde aquel desayuno en Café las Acacias. Martín llevó sus dos cuatrimotos para hacerles servicio preventivo. Bernardo y Martín tenían más de diez años siendo clientes del taller de Rubén, quien había ganado prestigio como mecánico, pero desde hacía unos cuatro años se dedicaba más a la compra y venta de motos. Desde entonces el taller regularmente era atendido por Rodo, el primer ayudante desde que el negocio se inauguró. Martín saludó con efusividad al Rodo, le preguntó por Rubén, y ambos bromearon sobre sus ya conocidos hábitos del patrón: —Son las diez Lic., es muy temprano todavía, a esta hora apenas anda viendo en dónde va a desayunar. —Sí te creo Rodo, pero lo bueno es que andas tú aquí, ahora dile que ya se moche con las ganancias o que te haga socio. Si no, amenázalo con abrir tu propio taller y que te llevarás a los clientes. —No me la cree el patrón que en una de esas le hago la competencia, total ya me enseñó lo que me tenía que enseñar. ¡Te enseñó todo, menos a saber cobrar!, le gritaron al Rodo desde el fondo del taller. —Bueno, en eso tienen razón –dijo riéndose, y Martín lo compadeció con una sonrisa. —Ni modo, Rodo, no se puede todo en la vida. —Así es, don Martín, tenemos que haber gente de todo. Por cierto, antes de que se me olvide, si ve a su compadre Bernardo dígale que ya llegaron las refacciones que encargó. Como que ya cambió su número de teléfono, porque no le bajan los mensajes. El fin de semana me lo encontré de frente en la plaza, pero ya ve, como anda todo escoltado me dio pena molestarlo. Ni lo quise saludar, dije no se me vayan a venir encima sus guaruras y yo con mi mujer y el chamaco. Martín imaginó la escena a con precisión. Le llamó la atención lo lejos que estaba llegando la paranoia de su compadre, que ya hasta entraba con la escolta a los centros comerciales. Se limitó a terminar la conversación. —Sí, no te preocupes Rodo, yo le aviso ahora que lo vea. Sobre lo mío, entonces mando por las motos mañana. —Pasado mañana, Lic., tengo bien harto jale y la verdad para hacerle porquerías, mejor no. —Ándale pues, ya sabes si no vengo yo, viene uno de mis chavos. Me saludas al patrón, dile que ya no se desvele tanto porque los clientes preguntan por él. —Claro que sí Lic., yo le digo. Se despidieron y el Rodo sintió esa momentánea felicidad que surge cuando los de arriba te trata como su igual. Ese mismo día, pero en la tarde, Bernardo recibió una noticia en su celular: un joven bocabajo en un charco de sangre, detrás se veía una iglesia y junto al cadáver las puertas de cristal de un minisúper. No pasaron ni dos minutos y le entró una llamada de Martín. — ¿Compadre, ya viste que acaban de matar un cabrón en Barrio Alto, frente a la iglesia? –Y con tono de burla agregó–: en
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una de esas y era de los malandros que viste la otra vez comprando cervezas. A Bernardo no le causó nada de gracia la conjetura de Martín, se limitó a decirle que justamente le acababan de llegar las fotos, y que le estaba entrando otra llamada. —Te marco en un rato compadre. En las fotos no se apreciaban curiosos a pesar de que el cadáver ya llevaba más de veinte minutos ahí, lo cual hasta cierto punto es comprensible: los hechos ocurrieron en un fraccionamiento de gente fina, moralmente bien entendida y con múltiples ocupaciones, no hay necesidad ni tiempo de acercarse a ver si un muchacho tirado a media calle está vivo o si necesita ayuda. Ni para qué molestarse en llamar a la ambulancia, sin lugar a duda se aprecia que está muerto. Bernardo recordó las palabras de Octavio Paz: Dime como mueres y te diré quién eres. Sin duda, ése era un malandro: si mueres a balazos es por algo. La culpa la tienen ellos, miserables mugrosos que son pobres porque quieren y escogen el camino fácil, porque el gobierno con ayuda de filántropos empresarios pusieron sobre tu cabeza un techo de interés social, en una colonia junto a tus semejantes. Si bien no es un palacio, es mejor que rentar en una vecindad o vivir entre los puercos a orillas de la ciudad. Son pobres porque quieren, si el gobierno les ofrece la oportunidad de tener una educación gratuita y de calidad, destina miles de millones de pesos para que accedan a la cultura y el arte, lo antepone a que conozcas la mona, la piedra o el cristal, y prueba de ello es la calidad de programas que exige a las televisoras con concesión pública transmita para el pueblo, para que se eduque también a través del entretenimiento. ¡Ah! este gobierno, que preocupado por su gente lleva sacándote del hoyo a ti y a tus antepasados, atrae inversión extranjera y apoya el crecimiento de los empresarios, para así generar más y mejores empleos. Pero ustedes no aprovechan las oportunidades; incluso el estado gasta recursos públicos para que Dios esté presente en su vida; y tú, ciego ingrato, prefieres el sendero del mal; por supuesto que tu destino era la cárcel o una muerte violenta, y lamento decirte que a la gente de bien nos alegra que haya sido lo segundo, porque en este país la justicia solo sirve para darle segundas oportunidades a malagradecidos como tú. Bendito sea Dios. Nuestra trinchera nos otorga completa autoridad moral de juzgar a los criminales, porque si no lo hacemos los ciudadanos de bien ¿Quién lo hará? Bernardo poco a poco era invadido por una mezcla de ira, indignación y miedo. —Ya ni Barrio Alto se salva de estas mamadas. A ver cuándo se termina esta puta violencia –dijo en voz alta. Jorge disminuyó la velocidad y preguntó con sutileza: — ¿Todo bien patrón? —Sí, Jorge, no te preocupes. Dale para la oficina, por favor. Tal sentimiento en Bernardo no se esfumó ni apaciguó, al contrario, se acrecentó cuando a la mañana siguiente, en primera plana, se encontró con la noticia de que la policía había reventado una casa de seguridad en Barrio Alto; que habían detenido a dos personas en dicha morada; que uno de los detenidos era el tipo drogado al que no sostuvo la mirada por
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miedo; que la camioneta incautada era la misma minivan roja que había visto en ambas ocasiones; y que la casa reventada se encontraba a espaldas de la suya. —Me lleva la chingada, siempre lo he sabido, los sicarios están entre nosotros –dijo con desesperación y arrojó el periódico a la basura. Se levantó de la mesa, revisó que los cartuchos de su pistola subieran sin problema a la recámara, y salió de su casa sin despedirse de su esposa. Llegó a su oficina y se quedó observando todo. Por muchos años estuvo convencido de que los martes eran los días más pesados, ahora todo lucía tranquilo. Quizá ya no era necesaria su presencia constante; había trabajado muy duro para crear una estructura de donde se podía ausentar por meses, qué más daba hacerlo por años. Por primera vez se sintió prescindible en ese lugar. No era un sentir real, se llenó de argumentos para llegar a esa conclusión. Luego, por impulso, sacó su celular y envió un mensaje de voz a Martín. —Compadre, checa si tienes oportunidad de acompañarme a Los Ángeles. Serían tres o cuatro días, quiero comprar una casa allá y habría que revisar trámites y todo eso. A los diez minutos recibió la respuesta. —Yo estoy libre a partir del jueves, solo dame oportunidad de resolver un par de pendientes en el despacho, pero sin problema nos vamos. Bernardo ideó un plan con rapidez y llamó a Jorge para darle indicaciones. —Jorge, pasado mañana vamos a ir a Los Ángeles, alista tus cosas porque vamos a estar cuatro días allá. —De hecho, le iba a decir, señor, que no me había dado cuenta que la semana pasada se me venció la licencia. —Pues tómate el día de mañana para que resuelvas lo que tienes que resolver. ¿Tu pasaporte y la visa siguen vigentes, verdad? —Sí, de eso no hay problema, señor, sólo la licencia. —Pues empieza a moverte desde hoy: ve por la señora a las dos y después te vienes por mí porque vamos a comer a la capital. Mañana te tomas el día para resolver eso, yo creo que no saldré de la casa. El jueves pasas por mí. —Sí señor, nos vemos más tarde. Al día siguiente, Jorge renovó su licencia de conducir sin mayor problema, hizo su maleta y comió con su mujer. Cuando el sol se ocultó aprovechó para salir a comprar un poco de pan. Esta noche dormiría hasta tarde viendo alguna película, porque el vuelo saldría hasta las dos y el señor Bernardo le había pedido que pasara por ellos a las doce. Ahí mismo llegaría el señor Martín. Rumbo a la panadería, se dio cuenta de que a pesar de ser miércoles los bares y restaurantes estaban a reventar. Después recordó que cada año en esas fechas, gente de todas partes, nacionales y extranjeros, tienen abarrotada la ciudad por la feria agrícola más importante de la región. Al salir de la panadería Jorge oyó un estruendo, el choque de un auto, el patinar de unas llantas. No recuerda que escuchó primero, si el claxon o el paso doble de las balas. Al principio quiso enga-
ñarse con que eran cuetes, quizá la celebración de un santito, o tal vez un velorio. Al acercarse, vio el escurrir de la sangre hasta la entrada de la pastelería. Las figuras de acción que decoraban las tartas detrás del cristal fueron los primeros testigos. Petrificados allí, Superman, el Hombre Araña y la Mujer Maravilla, dinosaurios y demás personajes de caricatura observaron con atención cada detalle de lo sucedido. Jorge vio tres muertos, después supo que eran cuatro. La mafia no perdona dice el vulgo. Hasta hoy, Jorge se pregunta qué habría de perdonarle la mafia a un bebé que quizá su mayor travesura debió ser patear con gran entusiasmo el vientre de su madre o causarle náuseas y agruras. El equilibrio del mundo no se necesita comprender, basta con aceptar que existe. A otro de los ejecutados también lo alcanzó la justicia, las balas le penetraron el cráneo y una de sus manitas; quizá fue una bala por cada grillo y cada hormiga pisoteada, porque las atrocidades de un niño de cuatro años tienen consecuencias tarde o temprano; ni sus berrinches, comer dulces sin pedir permiso; o exigir que lo carguen cuando ya sabe caminar, son actos que merezcan clemencia. La mafia no perdona, sintió Jorge en las entrañas. Quizá fue karma de otras vidas, y eso que el niño se dio tiempo de abrazar a su madre y su hermanito no nato, en un acto de redención y arrepentimiento por cuatro años de vida improductiva. Niños vemos, secretos no sabemos, no olvidemos que por algo también acabaron con ellos en Sodoma y Gomorra. De los padres ni hablar, además de vivir condenados por nuestro pecado original, uno no sabe qué otros pecados pudieran arrastrar un par de desgraciados que antes de reaccionar o decirse: te amo, por última vez, perdieron la vida junto a sus hijos. Sabrá Dios, en la próxima vida el padre se la va a pensar dos veces antes de meterse en el camino del crimen. Cuando Jorge llegó a su casa no podía dejar de pensar en lo sucedido. Durante seis años fue militar, y en su época de transportista había visto muchas cosas, pero ver agonizar un niño no puede explicarse. Intentó razonar, darle un sentido armonioso a la tragedia como lo hacía el licenciado Martín pero eso no lo tranquilizó. Se sentó en la sala, vio a su hijo de cuatro años jugar con sus carritos y sintió un ardor en el estómago que le subió hasta la garganta. Su mujer se acercó a preguntarle si cenaría algo. No contestó. —¿Qué tienes viejo? te noto muy raro. Jorge le describió lo que momentos antes presenció. —Pudimos ser nosotros mujer, tú, yo y el gordo. De verdad ese hombre tenía pinta de todo menos de malandro; todavía estaba vestido con el overol del trabajo, todo sucio. Como que era mecánico, lo sé por la caja de herramientas que estaba en el asiento de atrás. La cara le quedó completamente destrozada; qué necesidad tenían de ensañarse así con el pobre cristiano; y luego el niño –no pudo más y se soltó a llorar en los brazos de su mujer– Tal vez don Bernardo tenga razón, somos tan ciegos. No nos hemos dado cuenta de que los sicarios están entre nosotros. —Por supuesto que lo están –le respondió su mujer–, siempre y a todas horas.
Jorge no quiso escucharla más, no entendía lo que su mujer decía y no le importaba entender, simplemente se quedó dormido en su regazo. Se levantó tarde como lo planeó, pero sin ver la película ni cenar. Se dirigió a la sala y se sirvió un vaso con leche, tomó un pan de los que haba comprado una noche antes y se dispuso a desayunar mientras reflexionaba en las perturbadoras palabras de su mujer. Tal vez no están entre nosotros, sino en nosotros. Qué tonterías piensa la gente cuando la razón no da para comprender la realidad. Menos mal que un servidor se limita a ser mero espectador de lo narrado y no tendría por qué hacer juicios de cosas que no le constan. Pero en algo pueden tener razón Bernardo y Martín cuando hablan de que se avecinan tiempos de paz. No quedará de otra que abrirle de nuevo la puerta al honor y a la compasión, porque si no, el miedo nos devorará, a buenos y malos por igual. Jorge llegó a la casa del señor Bernardo casi al mismo tiempo que Martín. Primero se subió don Bernardo, luego don Luis, chofer de la señora, quien traería de regreso la camioneta, y por último Martín, que sin dar los buenos días le sorrajó un chisme a Bernardo. —Qué crees compadre, hace rato fui al taller de Rubén a recoger mis motos y todos andaban llorando, que anoche se quebraron al Rodo. —Cómo que se quebraron al Rodo –reaccionó Bernardo con sorpresa. —Sí, que lo mataron. —No manches que mataron al Rodo –Bernardo seguía incrédulo ante la noticia–, si lo vi hace poco en la plaza, iba con su hijo y su esposa embarazada. De hecho, yo ni sabía que su señora estaba embarazada. —Sí, lo mataron con esposa e hijos. Son los que se chingaron ayer frente a la pastelería de la Güera. No sé si viste las noticias. —Vi algo, pero ya ni le presté atención. No lo puedo creer, qué mal pedo; desgraciados, cómo se llevaron también a la mujer y al niño entre las patas. — ¡Sí, pues! Y como a dos cuadras se chingaron a un abogado que yo conocía desde el juzgado. Defendía puros rateros mugrosos y huachicoleros, ya se habían tardado en matarlo. De ese no me extraña nada. —Sabe Dios en qué andarían metidos el Rodo y su familia, compadre. Te digo que los sicarios están entre nosotros, más cerca de lo que nos imaginamos, si te matan con cuernos de chivo y a sangre fría, seguro andabas metido en cosas, no hay de otra. —Qué caray, compadre, me cae que uno ya no sabe ni a quién conoce.
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LA SOMBRA DE JOAN VOLLMER EN LAS MONTAÑAS DE AHL-SRIF ROSARIO CÁZARES
Allen ama dormir en el eco de los capullos cuando las nubes dirigen sus narices brillantes en dirección al eje de embarque. -Allen adora los ángeles de bencina entre sonidos desintegrados de hidrocarburoSi Allen translitera Om obtendrá una turbina rota si la salutación no produce capullos Navah Shivaye será un vestido mal puesto, roto y destinado a la suficiencia de ser un retazo de tela, residuo de la máquina de hacer espíritus.
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HUMBERTO BARAJAS Strangerbot por: JAIME PANQUEVA
La gracia de Dios - Detalle
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l obtener el primer lugar del Premio Federico Ramos Sánchez a finales del año pasado, Humberto Barajas (Guanajuato, 1994), se convirtió de forma automática en nuestro invitado para este espacio. Egresado de la licenciatura en artes plásticas (2019) de la Universidad de Guanajuato, ha enfocado su trabajo en la elaboración de obras visuales en medios digitales y de obra plástica principalmente en óleo y acrílico sobre madera y papel. Para conocer algo más sobre su proceso creativo e intereses, realizamos este breve cuestionario: En ti parecen combinarse de forma natural la posibilidad de crear una obra sólida paralelamente a su distribución por medio de las redes sociales y el contacto durante los procesos creativos con seguidores y compradores potenciales a miles de kilómetros de distancia, ¿Influye esto en la definición de tus temas, técnicas, los formatos o manera de abordar el trabajo plástico? Influye todo el tiempo, pero de forma muy deliberada y segmentada, ya que divido mi producción en un proceso de experimentación y desarrollo en temáticas que me intrigan y retan intelectualmente. Normalmente estas obras tienen mayor impacto en certámenes o aceptación por el ojo “experto”, pero rara vez resultan en una composición que muchos quieran comprar o “likear”, lo que lleva a mi segunda producción. Obras con temáticas e imágenes muy vistosas y plagadas de referencias pop, las cuales muchas veces generan la mayoría de mis ingresos económicos que a mediano y largo plazo solventan la oportunidad de hacer piezas que considero más interesantes y propositivas. Fosa Común, La gracia de Dios, Exiliados de la memoria, por sólo mencionar algunos, son polípticos de denuncia. ¿Asumes a través del trabajo plástico un compromiso con la sociedad a la que perteneces? Me gustaría decir que sí, pero esa respuesta conlleva un compromiso muy complejo que por desgracia o fortuna no llevo en mis hombros. La verdad es que simplemente hago el arte que a mí me gustaría ver cuando voy a una muestra de pintura, intento mejorar mis propuestas, afinar mi técnica y experimentar lo más posible con estilos y temáticas de la manera más prolífica que mi tiempo y actitud me permiten. 248 temporadas de series muy variadas y 156 películas en el 2020 ¿es mero entretenimiento durante la pandemia o parte del alimento visual que requiere un artista plástico? La pandemia sólo lo intensificó un poco, pero sinceramente soy adicto a ver series y películas, lo disfruto mucho, y el año pasado decidí contabilizar mi consumo cuatrimestral por diversión. Sin duda es un ejercicio indispensable para un creador de imágenes el consumirlas, y hay muchísimas formas de hacerlo dependiendo de cada persona, en mi caso disfruto por mucho ver series o jugar videojuegos, a pisar un museo. Considero muy pertinente ver un poco de todo, ampliar el bagaje y salirte de la caja, desde el drama de un peculiar abogado hasta un
intenso anime de voleibol, creces un montón y tu mente amplía las posibilidades para comenzar a trabajar en tu siguiente obra. ¿Existe algo que podamos llamar posverdad en las artes plásticas? ¡Por supuesto! Todo en las artes plásticas debería apegarse a una posverdad particular. A mi parecer una buena obra conlleva el desarrollo de una percepción y lenguaje muy personal para expresar algo que es difícil explicar en palabras. No hay nada más aburrido que seguir pintando bodegones copiados y mujeres desnudas que se han replicado una y otra vez por miles de artistas cada año. La deformación, recodificación y experimentación, son esenciales para un proceso de creación bajo tus propios términos y condiciones. Contacto: 473 7407073 Web: www.instagram.com/strangerbot/ Email: hbarajas@outlook.com Portafolio: www.behance.net/Stranger-bot Algunos Premios y distinciones 2020
Obra seleccionada 8va Bienal Internacional de Arte Visual Universitario, Toluca, Mexico. Primer Lugar – Concurso de pintura estatal - Premio Federico Ramos Sánchez, Irapuato. Gto. Obra seleccionada V Bienal de pintura José Atanasio Monroy, Guadalajara, Jal. Mención Honorífica - Pintura, XII Bienal Nacional de Pintura y Grabado Alfredo Zalce, Morelia, Mich. Mención Honorífica, 9no Concurso Nacional de Pintura Rodin – Royal Talens, México. Premio “Artista Contemporáneo 2020”, 6ª edición Salón Guanajuato de Arte Contemporáneo, Gto.
2019
Beca Jóvenes Creadores, Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, México. Mención Honorífica, 8vo Concurso Nacional de Pintura Rodin – Royal Talens, México.
2018
Obra preseleccionada IV Bienal de pintura José Atanasio Monroy, Guadalajara, Jal.
2017
Mención Honorífica, La muerte y sus dimensiones, Guanajuato, Gto.
2016
Ganador primer lugar 3er encuentro Nacional de arte la fosa, Aguascalientes, Ags.
2015
Ganador convocatoria Cultura y Arte INJUG, León, Guanajuato.
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Tercer Lugar 6to Festival Madonnari Guanajuato, Gto. categoría adultos.
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PRIMER PREMIO FEDERICO RAMOS SÁNCHEZ DE ARTES PLÁSTICAS por: OMAR IVÁN PADILLA HIDROGO
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l premio Federico Ramos tiene la finalidad de dar a conocer la vida y obra de un destacado irapuatense en el ámbito de la cultura a nivel estatal y nacional. Notable gestor cultural y artista, atrajo a través de su visión personal un sinfín de propuestas de relevancia, coadyuvando al desarrollo de nuestro Estado. Por primera ocasión realizamos un homenaje a nuestro entrañable amigo en una exposición donde pudimos ver la diversidad de pensamiento, la riqueza de las propuestas de los artistas plásticos, y entramos en diálogo a través de las imágenes que evocan desde nuestro pasado colonial pasando por las vanguardias y hasta las propuestas más contemporáneas, conceptuales y abstractas. Agradecemos a los 42 participantes de la primera edición de este premio que buscó apoyar a los talentos, generar diálogo y crear
comunidad entre las diversas voces que conforman la plástica en Guanajuato, a través de la colaboración de diversas instituciones de carácter privado. Por una parte, CREA Centro Cultural, que albergó la premiación y exposición en su Forum y en la galería Renart, respectivamente, además de brindar el apoyo de la Librería del Fondo de Cultura Económica Emma Godoy. Fomento Cultural Irapuato AC a través de Argonauta Revista Cultural del Bajío y su programa de radio por internet La nave de Argos y, también a Consultoría en Experiencias Culturales. La selección de la muestra estuvo a cargo de los artistas: Gilberto López Elías (San Gil), David Gómez (Kaoz), y Omar Iván Padilla Hidrogo. La premiación final fue realizada por los maestros Salvador Almaraz, Javier Vázquez Estupiñán (Jazzamoart) y Javier Hernández (Capelo).
Ganadores de la primera edición del Premio Federico Ramos de Artes Plásticas 2020 ARTÍCULOS
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Exposición inaugural Galeria Renart Irapuato 1 de Octubre 2020
Exposición itinerante Casa de la Cultura de Celaya 15 de Enero al 12 de Marzo 2021
Premios 3er Lugar Crónicas del Antropoceno Raymundo González Nieto
1er Lugar: La Gracia de Dios - Humberto Barajas 2do Lugar: El Pescador y sus Redes - Isabel Borobia 3er Lugar: Crónicas del Antropoceno Raymundo González Nieto Menciones Honoríficas: Bodegón de Cacharros - Fernanda Velázquez El Sacrificio - Manuel Antonio Gonzalez Quintero
Lumbre - David Granados Palafox
Mención Honorífica Bodegón de Cacharros Fernanda Velázquez
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POSVERDAD Y ALIMENTOS por: KENNIA VELÁZQUEZ
¿Qué tiene que ver la alimentación con la mentira, el engaño y la desinformación? Si alguna industria ha hecho suya la posverdad esta es la de comidas y bebidas ultraprocesadas, por principio de cuentas, porque no son alimentos si nos atenemos a su definición “cualquier sustancia normalmente utilizada con fines nutricionales, sociales, físicos, salud y psicológicos”. Así que llamémoslos simplemente productos. La Organización Panamericana de la Salud clasifica a los ultraprocesados como aquellos que están compuestos por cinco o más ingredientes. Además de sal, azúcar, aceites y grasas, incluyen proteína hidrolizada, almidones modificados, aceites hidrogenados y una larga serie de aditivos. Al final, los verdaderos alimentos son una pequeña proporción del producto. Y es que su posverdad va más allá de los fines publicitarios. No es que solamente exalten su sabor o la alegría que provocan al consumirlos. Las empresas no sólo han implementado agresivas campañas publicitarias, han llegado incluso a cooptar académicos de universidades alrededor del mundo para llevar su “verdad alternativa”. Uno de los casos emblemáticos es el del International Life Sciences Institute - ILSI, una organización que se dice sin fines de lucro, pero que ha recibido millones de dólares de PepsiCo, Mars, Coca-Cola, Nestle, Kelloggs, Hershey, entre otras, y cuyos estudios han concluido que no hay relación entre el consumo de azúcar y la obesidad. El ILSI tiene los alcances para cabildear en decenas de países e, incluso, en la Organización Mundial de la Salud, así lo han demostrado ampliamente investigaciones periodísticas y de organizaciones no gubernamentales. Sus estudios son ampliamente difundidos y al ser firmados por científicos se toman por buenos. Si una investigación concluye algo que perjudique sus intereses, simplemente no es hecha pública. Así, las empresas han difundido el bulo de que la única solución para bajar de peso
Crestomatías del documental El Susto y Poplab.mx
es haciendo ejercicio, si bien son conocidos los beneficios de la actividad física, por sí sola no contribuye a combatir el exceso de peso, pero el problema no sólo reside en la carga calórica que aportan, sino en otros ingredientes, como el exceso de sal para potenciar los sabores, que al consumirlos en exceso producen efectos negativos. Según los productores de comida chatarra el verdadero problema reside en las porciones y aseguran que si no se exce-
den no hay daño a la salud. ¿Cuál es la porción saludable de las frituras o de los refrescos? Definitivamente no existe tal y en cambio ellos aumentan cada vez más el tamaño de sus productos. Los voceros de la industria rematan diciendo que son igualmente dañinas las garnachas mexicanas, lo que no es del todo cierto. Las quesadillas de guisado de doña Queta no son sometidas a procesos industrializados con aditivos para
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darles texturas, sabores y extender su duración lo más posible. En este caso las porciones si importan. Todos sabemos cuan importante es hidratarnos. Este término es utilizado por las refresqueras a la hora de promover sus bebidas que, por cierto, no hidratan por la gran cantidad de azúcar que contienen, incluyendo aquellas que son promocionadas para deportistas y que suelen patrocinar eventos deportivos aunque contribuyen a desarrollar diabetes. Quizá la posverdad más difundida es que esta industria es socialmente responsable. Para combatir las acusaciones de que son de las más contaminantes plantan arbolitos. Para que no se les acuse de que no se preocupan por la salud de sus consumidores organizan actividades deportivas, que al final terminan como un gran evento de promoción para ellas. Para paliar su efecto pernicioso en el cierre de tienditas, por la apertura de grandes cadenas corporativas, hacen campañas publicitarias para “apoyarlas”. Ahora que se ha hecho patente la relación entre el consumo de estos productos con enfermedades cardiovasculares y diabetes y cómo las personas que las padecen son las más vulnerables frente al COVID-19 han aprovechado la pandemia para donar sus productos –sí, los mismos que hacen daño– a comunidades desfavorecidas o al personal médico para hacer patente “su compromiso con la salud”. Los sellos negros en los productos chatarra que nos advierten de los excesos de calorías, grasas, sodio, entre otros, son por lo pronto la más poderosa herramienta que tenemos los consumidores para saber qué estamos comiendo. Las enfermedades asociadas a la mala alimentación son dos de las tres principales causas de muerte en México, por lo que hacen falta más medidas para cambiar el ambiente obesogénico en el que vivimos. En este caso, la posverdad es mucho más dañina que la mentira pues nos cuesta miles de vidas al año. Más información: https://etiquetadosclaros.org/ https://alianzasalud.org.mx/ https://usrtk.org/ https://covidwashing.poplab.mx/ https://elsustomovie.com/ https://poplab.mx https://www.paho.org/ 32
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Crestomatías del documental El Susto
INFODEMIA O LAS TRAMPAS DE LA VIRTUALIDAD por: JESÚS ABRAHAM SUAREZ NORIEGA
Ilustración Rodrigo Rojas. Artista visual y docente UG
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urante los meses de confinamiento, tanto los medios de comunicación como los discursos oficiales acuñaron una palabra para explicar el ambiente de saturación y desinformación, consecuencia de la circulación de noticias falsas por internet. Un fantasma recorre nuestras pantallas: es la infodemia. El término repetido por la prensa también ha sido analizado por académicos en diversos encuentros. Este problema merece nuestra reflexión, en la medida en que se configura un nuevo paradigma sobre la cultura global y los derechos digitales. El presente artículo es un pretexto para explorar las posibilidades e incertidumbres que enfrentamos los ciudadanos en la era de la información, ante la dificultad de distinguir entre lo verdadero y lo falso. Desde la antigüedad, los filósofos se han ocupado de analizar el problema del sentido de la realidad, distinguiendo entre lo verdadero y lo aparente. Al revisar la historia del pensamiento occidental encontramos diversos argumentos y teorías en torno a la esencia de la verdad. Un ejemplo destacado lo encontramos en Platón, cuando en La República desarrolla el mito de la caverna. Dicha alegoría ha sido interpretada tradicionalmente como el proceso que debemos recorrer las personas, a lo largo de la vida, para acceder al conocimiento verdadero y superar el estado de confusión. De esta
manera, el filósofo enseñaba a sus seguidores una compleja teoría de las ideas, que separa la realidad en dos mundos, el sensible y el inteligible. Según el relato, desde su nacimiento, un grupo de hombres se encuentra prisionero en el interior de una cueva; encadenados, los hombres solamente pueden observar las sombras proyectadas en la pared. Actualmente, cuando asistimos a una sala de cine, sabemos distinguir sin dificultad entre una película y el mundo exterior. Como espectadores observamos la proyección de imágenes en movimiento, entendemos que se trata de una secuencia de luces y sombras capaz de provocar en nuestra percepción la ilusión cinematográfica. Al ingresar, aceptamos un acuerdo, pero cuando los créditos aparecen en la pantalla, comprendemos que la función ha terminado y es momento de levantarnos de la butaca. Navegar por el ciberespacio es una experiencia semejante a la caverna descrita por Platón. Cuando estamos conectados emergen publicaciones y notificaciones como quimeras. Circulan verdades a medias que nos inducen deseos y fantasías de consumo. La virtualidad es un escenario de apariencias y expectativas, en donde los usuarios creemos ser libres al hacer pública nuestra opinión en la red. Seguimos y replicamos en cadena la información compartida en tiempo real y aquello se experimenta como una nueva Torre de Babel, cuyo ruido impide comprender más allá de lo instantáneo.
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Hasta ahora, en medio del contexto de la emergencia sanitaria, los temas más buscados en internet son los relacionados con la pandemia del COVID-19. Mientras las investigaciones científicas avanzan, por su parte, las noticias falsas se propagan sin tregua. Alrededor del nuevo coronavirus y el desarrollo de sus vacunas ha sido posible encontrar una amplia cantidad de rumores y datos imprecisos. Como en el juego infantil del teléfono descompuesto, pronto surgieron las explicaciones conspirativas y las posturas negacionistas. Algunas propuestas, incluso rayando en lo absurdo, recomendaron a los ciudadanos ingerir sustancias toxicas como medida preventiva. Estos incidentes han revelado una preocupación alarmante, porque en un entorno de crisis, la comunicación y el comportamiento social se han convertido en un asunto de salud pública. De manera oportuna, la prestigiosa revista científica The Lancet, en un artículo titulado How to fight an infodemic, compara este fenómeno mediático con un tsunami informativo. De igual manera, la Organización Panamericana de la Salud en su boletín, define a la infodemia como una cantidad excesiva de información, correcta o incorrecta que dificulta a las personas encontrar fuentes confiables. Sugiriendo que tal fenómeno consiste en el aumento del volumen de información relacionada con un tema particular, cuya reproducción en las redes sociales tiende a volverse exponencial en un corto periodo de tiempo. En consecuencia, afecta directamente la condición emocional y la salud mental, porque la saturación y la desinformación provocan respuestas de estrés, ansiedad y pánico en los individuos. Por si fuera poco, este fenómeno se presenta como un círculo vicioso. A mayor desinformación nos vemos obligados a consumir cada vez más noticias. Hace algunos años, Umberto Eco advertía uno de los riesgos que acompañan a las redes sociales. Si en internet todos tenemos el derecho de publicar, entonces cualquiera puede difundir necedades sin consecuencias. Así, el criterio de los especialistas y la evidencia científica se revuelve junto con las noticias falsas, los discursos de odio y los prejuicios infundados. De tal manera, discernir entre unas y otras es una labor urgente, casi imposible cuando se carece de un contexto amplio. Últimamente hemos escuchado decir el medio es el mensaje, célebre frase atribuida al intelectual canadiense Marshall McLuhan. Esto resulta fácil de entender al navegar en Facebook o interactuar en Twitter, en donde la cultura virtual consiste en simular experiencias colectivas. En una relación de consumo informativo, lo mismo sucede con los discursos políticos, la propaganda electoral o las ofertas del buen fin. En la era de la reproductibilidad técnica, cualquier mensaje tiene un potencial viral. Con frecuencia, para conseguir su recepción se recurre a la frivolidad y al sensacionalismo. No importa el contenido, siempre y cuando se registre su alcance y reacciones. Efectivamente, habitamos la aldea global, somos usuarios de las redes sociales, consumimos y compartimos información de manera compulsiva. Descargamos documentos y realizamos las compras en línea. Entablamos videoconferencias desde nuestros dispositivos y podemos solicitar un servicio de transporte desde una aplicación móvil. Nos suscribimos a plataformas de contenidos digitales y es posible completar los trámites burocráticos desde la comodidad del hogar, buscamos pareja, como quien ordena una pizza a domicilio, tan sólo con un clic. Rutinas alguna vez descritas con el encanto futurista, hoy forman parte de nuestro escenario distópico. ¿Está usted seguro de no ser un robot? Todos los días requerimos información confiable para la toma de decisiones 34
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efectivas y tenemos el derecho a nuestra privacidad personal; sin embargo, el ciberespacio es una jungla en donde somos vulnerables ante continuos ataques a nuestra seguridad, entre robos cibernéticos, estafas bancarias y espionajes. La cultura contemporánea puede comprenderse como una economía de la información, en donde cada movimiento en el sistema es registrado. En el modelo económico del libre mercado, los usuarios configuran la oferta y la demanda a partir de sus propias preferencias. Con interacciones del tipo: me gusta o me encanta, no solamente expresamos pasiones y reacciones en efervescencia, también seguimos alimentando al dichoso algoritmo. Un aparato de control socia, en donde se pretende administrar las respuestas pulsionales, siguiendo un modelo predictivo conductista. Así, cada perfil se ajusta a nuevas formas de manipulación ideológica y alienación colectiva. En la cuarta revolución industrial, la producción de imágenes digitales se encuentra al servicio de determinados intereses económicos y agendas políticas. Por vía de los estímulos audiovisuales difundidos de forma masiva, los consumidores continuamente somos bombardeados con publicidad engañosa o información manipulada. En la virtualidad enfrentamos un dilema entre libertad y seguridad, esperamos expresarnos sin censura, colgamos nuestra opinión en el muro y tenemos la oportunidad de organizarnos en grupos afines a nuestros propios intereses. Si bien, esta posibilidad representa un avance inclusivo y democrático, en tanto permite visibilizar las denuncias e iniciativas sociales. También es un campo minado, ante el flujo de noticias falsas y publicaciones engañosas. Para la construcción de una sociedad democrática requerimos datos confiables, pero, paradójicamente, experimentamos la saturación como un efecto del exceso de información. Actualmente la ciudadanía digital conlleva riesgos y responsabilidades que debemos seguir examinando. Hasta el momento, la infodemia ha permitido nombrar un fenómeno emergente de la virtualidad que paulatinamente es asimilado en la vida cotidiana. Para enfrentar los retos de un mundo global e interconectado es necesario seguir analizando nuestro contexto posmoderno. Diversos estudios han abordado el problema de la comunicación y las dinámicas del poder, así como la función semiótica de la información en las redes sociales. Por ello, la tarea de interpretar adecuadamente los datos y verificar la pertinencia y propósito de las fuentes que consultamos es un hábito que debemos seguir practicando, para evitar contribuir a la inercia del sinsentido. Al navegar por el ciberespacio debemos ser cautelosos, no podemos olvidar que cada dato conlleva un determinado sesgo informativo. Ante un escenario tan incierto, la duda metódica es una herramienta indispensable para el cibernauta contemporáneo. Debemos seguir verificando las fuentes de información que consultamos y en la medida de lo posible, contrastar los datos con diversas perspectivas. Este hábito fortalece nuestro pensamiento crítico y desarrolla nuestra capacidad de análisis. Finalmente, como invitación a profundizar en el tema de la desinformación en la era digital y esperando encontrar nuevas alternativas de solución, recomiendo el ensayo del escritor Cass R. Sustein titulado Rumorología: Cómo se difunden las falsedades, por qué nos las creemos y qué se puede hacer con ellas (Debate, 2010), una exposición puntual, cuya lectura brinda claridad en tiempos de incertidumbre.
RENACIMIENTO:
LA MÚSICA COMO INSTRUMENTO DE TRANSFORMACIÓN por: JAIME PANQUEVA
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s diciembre y, en plena estación seca, entrar a las instalaciones de la Academia Renacimiento causa un inevitable extrañamiento. Tras dejar la vía que conduce desde la autopista a León hacia Santa Ana del Conde, hemos cruzado terrenos dedicados a la industria y la construcción para adentrarnos finalmente en un complejo de edificaciones que parece trasplantado desde alguna universidad de la Ivy League. Reja de hierro forjado, edificios con fachadas de ladrillo, techos a dos aguas y ventanas blancas de madera, varias de ellas bordeadas por la imprescindible hiedra. Al fondo, el formidable auditorio con frontispicio clásico y columnata de orden dórico. El maestro Enrique Rico Ascencio no sólo es el director artístico desde hace tres años, también se formó como clarinetista de concierto y director de orquesta, como organólogo y constructor de instrumentos históricos de viento de madera. Durante la visita nos narra sobre la formación del proyecto hace 12 años como iniciativa de Grupo Trinitate, que agrupa Tejas El Águila, y las cerámicas Renacimiento y Trinitate. La inspiración la obtuvieron del exitoso programa venezolano de orquestas infantiles y juveniles. La Academia busca formar la personalidad de los jóvenes a través de la música. No es una escuela de música, no es un conservatorio, la música es una herramienta de transformación. Las empresas fundadoras se desarrollan en el ámbito la belleza arquitectónica, construcción, cerámica artística y decorativa además de utensilios, por ello se ideó este campus: infraestructura, edificios y personal docente con altos parámetros para el programa, donde los jóvenes tuvieran un acceso digno y gratuito a su formación humana a través de la música. El modelo no tiene costo alguno para ellos, no se
cobra mensualidad ni inscripción. Lo que cuesta, y mucho, es el compromiso. Es la tarifa que no cualquiera puede pagar. Al interrogarlo sobre la forma de trabajar con los alumnos, comenta: El modelo no es escolarizado, pero, para que la práctica orquestal rinda frutos y genere sentido de pertenencia, exigimos cierto tiempo a la semana: mínimo 15 horas. Los chicos vienen por tres horas en la tarde después de la escuela, de cuatro a siete. La no escolarización NO implica bajos parámetros en cuanto a formación, pedagogía o programa educativo y artístico, al contrario; se ha desarrollado un modelo educativo propio que rinde frutos de manera constante. La población estudiantil es de 245 alumnos que ingresan cada año en el mes de agosto y van aumentando su carga de manera gradual. Primer ingreso 2 días a la semana, y estos se incrementan al recibir un instrumento de orquesta. La edad óptima para iniciar es a partir de los seis años, así los alumnos pueden permanecer dentro del programa hasta llegar a la mayoría de edad. La edad límite de ingreso es de 12 años. A lo largo de la gestión del maestro Rico, el programa ha redefinido su estructura educativa y artística para ir más allá de ser solo una orquesta infantil, y para esto la inauguración del Auditorio Renacimiento, con una capacidad de 350 espectadores, el 18 de julio 2018, ha constituido un gran impulso: A partir de la inauguración del Auditorio hemos desarrollado una actividad muy intensa y esa ventaja nos ha hecho crecer gracias a un espacio propio donde podemos gestionar nuestra programación. Además, recibimos actividades de música de cámara de ensembles externos, la renta de la infraestructura para eventos, capacitaciones, conferencias, ponencias de todo tipo. Programamos al menos tres eventos de for-
Fotos: Luci Panqueva
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ma mensual, de manera autogestiva, es decir, sin disponer de un fondo para programar como el que cuentan otros teatros o salas de concierto. La visita al auditorio es impactante por la calidad de su acústica y el monumental tamaño del escenario en comparación con el patio de butacas, que haría posible ingresar una mayor cantidad de músicos en escena que de espectadores. Los últimos conciertos para público en general se realizaron el 14 y 15 de marzo del 2020. El reto de la contingencia sanitaria los llevó a realizar cambios muy importantes: recientemente inauguramos en el auditorio un sistema innovador de ventilación y esterilización del aire acondicionado que elimina cualquier organismo patógeno que circula en el aire. Es decir, la persona que asiste al auditorio puede estar segura de que el aire respirado está completamente limpio, esterilizado con luz ultravioleta. Somos el primer recinto de conciertos en implementarlo en todo México. Antes de la contingencia el sistema de ventilación ya era muy bueno, con filtros de carbono y titanio, pero además se le agregaron casetones con tecnología de punta cuyo fin es descomponer microorganismos con luz ultravioleta dentro de los ductos al 100%. Se instaló pensando en reinventarnos y adaptarnos a las circunstancias. Esta contingencia nos ha dejado mucho aprendizaje. Va más allá del lávate las manos y usa cubrebocas, hemos desarrollado una estrategia muy precisa de cómo actuar y qué hacer para que el entorno sea seguro desde que entran a la academia. Nos transformamos y seguimos a la expectativa de crear más contenidos y crecer en lo educativo. Subimos hasta el balcón y la sala de grabaciones, el equipamiento de primer nivel y cuidado absoluto para mantener la calidad del sonido nos hace hablar de las posibilidades de registro de las presentaciones o de editar discos. Mientras nos dirigimos a las edificaciones donde se imparten las clases de música y danza, el taller de laudería y la residencia para artistas invitados, conversamos sobre los planes para el 2021. Nuestro programa educativo, Trinitate Philarmonia, desarrolla cuatro ciclos al año: uno antes de semana santa; otro en julio; en septiembre música mexicana; y en diciembre, música navideña. El repertorio de define según la carga técnica del instrumento. Es decir, si el niño de violín está en segunda posición o tiene cierta capacidad en cuanto a la técnica, las partituras a tocar se definen para que despliegue esas habilidades. Buscamos programas ambiciosos que sean asumidos por los chicos como un reto, siempre apoyados por su carga formativa día con día. Y ellos responden bien.
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Además de la gran orquesta Trinitate, con los niños tenemos diversos coros: uno de iniciación, que comenzó hace poco pero ya van a presentar un concierto con un repertorio adecuado a su nivel. Un coro de cámara conformado por muchachos que están estudiando canto, similar a un coro de solistas. Otro coro de selección, que es mediano y puede realizar música polifónica a tres o cuatro voces. Y el Gran Coro Trinitate, que conjunta a todos y es la masa coral más numerosa. También está el coro de adultos que va iniciando y lo integraremos poco a poco a la programación. Con Trinitate Sinfonietta, la orquesta de los maestros, haremos un concierto por mes, con un repertorio de nivel más exigente: oberturas, sinfonías o conciertos solistas. Pensamos trabajar con la orquesta Renacimiento, la de jóvenes voluntarios, en un esquema similar aunque nos estamos adaptando a las formas que impone la pandemia, no compartir atriles, separación de espacio, etc. De estas instalaciones calcula que han egresado unos 800 alumnos de unas 22 comunidades aledañas, Santa Ana del Conde, Los López, San Agustín, Los Ramírez, El Bajío, Loza de los Padres, entre otras, todas las colindantes con La Trinidad. El objetivo es que todos se lleven inscrita la máxima que decora las fachadas: Lo que hoy aprendo, mañana lo enseño. Antes de despedirnos, pareciera que de la mente del maestro Rico Ascencio brotaran los planes de forma natural: Uno de los proyectos a mediano plazo, es formar una orquesta histórica: con los parámetros que se tocaba en la época de composición de la música. Una orquesta barroca-clásica que surja de aquí de la Academia con instrumentos construidos por nosotros mismos. Antes de partir, a manera de despedida, el director invita a los lectores de Argonauta. Siempre estamos abiertos a la colaboración, nos interesa que la gente se acerque a la Academia, tenemos una vocación formativa que buscamos contagiar. Aquí trabajamos, generamos contenidos y nos gusta que la gente se acerque, nos conozca, asista a nuestros conciertos, nos siga en redes sociales con contenidos que abonan a la formación musical. Si desea más información sobre la Academia Renacimiento en: Website: https://trinitatephilharmonia.org Facebook @academiarenacimiento Instagram: academiarenacimiento
BIBLIOTECA
Sus atrios un gentío los posee. Vienen, leve vulgo, y van, y mezclados con los verdaderos los inventados deambulan, miles de tales rumores, y confusas palabras revuelan. De los cuales, éstos llenan de relatos los vacíos oídos, éstos lo narrado llevan a otro, y la medida de lo inventado crece y a lo oído algo añade su nuevo autor. Allí la Credulidad, allí el temerario Error y la vana alegría está, y los consternados Temores, y la Sedición repentina, y de dudoso autor los Susurros. Ovidio, Metamorfosis libro XII, 53-61
El Grito o el bostezo - Ulises Arcadio Ascensio.
BIBLIOTECA DEL ARGONAUTA EL ARTE DE LA MENTIRA POLÍTICA JONATHAN SWIFT Si la guerra, según Sun Tzu, es engaño; y la política es la guerra sin empuñar las armas, podríamos instituir la mentira como piedra angular de ambas artes. Si la posverdad es una variante elaborada de la mentira, convendríamos también que Swift habría escrito un breve tratado fundamental, o por lo menos un brevísimo manual para desenmarañar su entramado. Aunque primero debemos atender a dos cosas: primero, que el texto es una sátira envuelta en una promesa de libro en dos tomos del cual nunca se escribió siquiera el primero, que prometía 11 capítulos; y que la autoría de este está en entredicho, pues, aunque se publicó bajo el nombre de Swift, el dublinés aceptó en algún momento de su vida que el autor sería el Dr. John Arbuthnot, compañero del Club Scliberus, escritor satírico y creador del personaje John Bull, que se convertiría en la personificación nacional de Inglaterra. Escrito hacia 1710, el texto se sitúa durante el reinado de la reina Ana, primera soberana de la Gran Bretaña, y entre las pugnas bipartidistas entre torys y whigs. Swift y Arbuthnot, muy políticamente activos en aquellos años, simpatizaban con los librepensadores y anglicanos whigs, motivo por el cual buena parte de las invectivas se lanzan en contra del partido que por entonces controlaba los derroteros de las guerras contra Francia. La mordacidad de los argumentos traspasa con facilidad los siglos hasta los linderos de las redes cibernéticas: “Algunos podrán pensar que semejantes mentiras dejan de ser útiles a su progenitor, o a su partido, cuando tras usarse con tanta frecuencia han acabado delatando a sus creadores: se equivocan. Pocas son las mentiras que llevan la marca de su inventor, y el más prostituido de los enemigos de la verdad puede difundir millares de mentiras sin que pueda conocerse su autor.” Si pensaba que sólo estos tiempos están imbuidos de desinformación y vorágine, quizás le tranquilice saber que Swift sufría igual usted: “Considerando la disposición natural del hombre a mentir y de las multitudes a creer, confieso no saber cómo lidiar con esa máxima tan mentada que asegura que la verdad acaba imponiéndose.” JP
PUEBLO ME LLAMO LUZ ANTONIA MIRANDA Dentro del formidable trabajo de divulgación histórica que realiza el Histórico Municipal de Irapuato, hacía falta un texto más extenso y riguroso que permitiera dilucidar qué tanto hay de cierto y cuánto de falso entorno a la fundación de la ciudad. Pueblo me llamo, la versión indígena de la fundación de Irapuato, resultado de años de investigación de Luz Antonia Miranda, arroja luz sobre sus primeros siglos de vida, cuando Irapuato evolucionó de estancia, a congregación, título que mantuvo durante todo el periodo colonial hasta convertirse en villa, el 14 de abril de 1826, y ciudad, el 17 de noviembre de 1893. Miranda analiza los relatos fundacionales que han sido descartados por sus inconsistencias o anacronismos, incluyendo la famosa cédula que definió el 15 de febrero de 1547 como año cero de la ciudad. Más allá del dato histórico frío, la investigadora analiza de dónde provinieron los documentos fundacionales y el porqué de su falsificación. De igual forma, describe cómo se pobló la región y las diversas pugnas existentes entre los grupos étnicos dentro del pueblito conformado por tarascos, otomíes y españoles, así como sus intereses y estrategias para conservar sus tierras; ya fuera por las guerras contra los chichimecas o, posteriormente, para evitar su despojo ante el aumento de su valor y explotación con fines comerciales. Miranda estima que la fecha definitiva de establecimiento como congregación debió realizarse entre las décadas de 1570 y 1580, aunque no exista documento fehaciente que permita demostrarlo. Por unas décadas más o menos, estoy seguro de que los lectores de Pueblo me llamo confiarán mucho más en este sólido relato historiográfico, que en los cuentos de hadas que todavía se propalan. JP
PARA COMBATIR ESTA ERA ROB RIEMEN Vivimos una era que bautiza la mentira como posverdad, que enreda los conceptos y sus definiciones en medio de una avalancha de hechos e informaciones que hacen cada vez más difícil, no sólo distinguir lo sucio de lo limpio, sino también llamarlo por su nombre. Rob Riemen es holandés y fundador en 1994 del Nexus Institute. Como fruto de su experiencia en Europa con las cúpulas intelectuales, escribió Para combatir esta era (Taurus, 2017). Compuesto por dos ensayos, el primero reflexiona sobre el resurgimiento del fascismo a escala mundial, camuflado bajo nueva terminología: “El uso del término populista es tan sólo una forma más de cultivar la negación de que el fantasma del fascismo amenaza nuevamente a nuestras sociedades y de negar el hecho de que las democracias liberales se han convertido en su contrario: democracias de masas privadas de su espíritu democrático.” El segundo ensayo, El regreso de Europa. Sus lágrimas, sueños y hazañas, se teje con las experiencias de Riemen en foros intelectuales donde se evocan las visitas de Nietzsche y Thomas Mann a los Alpes suizos en búsqueda del espíritu europeo, uno de los cimientos de la cultura occidental. La respuesta a la crisis actual, cuya gestación y desarrollo abarca más de un siglo, proviene de un viejo profesor checo: “Ser europeo también significa tener que combatir, combatir por una sociedad europea humanista donde lo central no sea el individuo, sino la idea misma de ser humano con educación –más allá de las universidades- donde los jóvenes puedan desarrollar una conciencia cultural, donde el alma humana sea cultivada de tal forma que las personas puedan madurar moralmente. Combatir, pues, por una sociedad guiada por el deseo de verdad y justicia. Sólo esto, el cuidado del alma, puede ser un parámetro y una guía para un mundo civilizado.” Quizá la lectura de Riemen permita a muchos comprender mejor el momento actual y brinde una luz al final de túnel de la psicopolítica y la posverdad. JP
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