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La guirnalda de rosas . . . .. . . .. . . . .. . .. . .. . . . . . . . . . . . . .. . .. . .. .. . .. . . . . . . . . . . .. . .. . . . . . .. . .. . .. . . .. . 24
después eran 72 y el tonelaje se había duplicado. Es muy probable que, por entonces, las inversiones locales retuvieran fondos que antes eran exportados. El crédito eclesiástico, así como el mercantil, fomentaron sectores productivos vinculados al mercado interior. Asimismo, las cifras de acuñación de las casas de la moneda de Lima y Potosí indican que desde 1626 la producción de monedas fue aumentando a lo largo del siglo9. Frente a la creciente presencia de los comerciantes extranjeros en la "carrera de Indias" y a las inestables circunstancias del comercio atlántico, los mercaderes de Lima, preocupados por defender sus intereses, se agruparon en el Tribunal del Consulado, institución establecida en 1612. Se trataba así de imponer medidas restrictivas, para asegurarse el control de la mayor parte del comercio colonial. Mediante la agremiación, ellos podían regular el mercado de productos importados, fijar sus precios y manejar el comercio externo que, a su vez, les permitía intervenir en amplios sectores del tráfico hacia el interior del virreinato 10. Todas estas circunstancias revelan el papel protagónico de Lima dentro de la economía colonial. Centro mercantil, político, financiero y de consumo, Lima se convertía en una gran ciudad con rasgos de cosmopolitismo. El jesuita Bernabé Cobo llegó a escribir:
Siendo como es Lima la corte y emporio y una como perpetua feria de todo este reino y de las otras provincias que se comunican con él, adonde se hace la descarga de las mercaderías que se traen de Europa, China y Nueva España, y desde donde se distribuyen a todas las partes que con ella tienen correspondencia, bien se deja entender el crecido trato y comercio de sus moradores
11.
Por su parte, Pedro de León Portocarrero anotó que en Lima se hallaban involucrados en el comercio "el birrey hasta el arzobispo. Todos tratan y son mercaderes, aunque por mano ajena y disimuladamente" 12.
Lima
Tras el cese de las guerras civiles entre los conquistadores y después del gobierno de Francisco de Toledo, férreo organizador y legislador del virreinato, las instituciones administrativas, políticas y judiciales tendieron a consolidarse. Todo ello, desde luego, habría de generar un frondoso aparato burocrático en Lima. Sede cortesana y eclesiástica, la capital concentró en torno suyo un mundo ceremonial y suntuario de primer orden. Ingresaba así, con ingredientes de fábula, a la imaginación y la literatura europeas. En pleno Siglo de Oro, Lope, Cervantes y Tirso de Malina aludieron una y otra vez al prestigio y a la opulencia proverbiales de la remota ciudad indiana: una derivación recurrente y paralela de la fama secular del Perú.
Una vez más traemos a colación el testimonio de Pedro de León Portocarrero, cuya descripción ilustra de modo muy realista la fisonomía de la capital a inicios del siglo XVII:
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H-.~~'·' ,Jfrutrr lllrÍt·., ,,,, 1~t'li tlt·1•f'.' La Ciudad de Los Reyes es cabeza de todo el reino del Perú, y es asiento y corte de bisorreyes, aquí está la Audiencia Real y aquí vive el arzobispo, ques arzobispado grande y rico. Aquí está la Inquisición, tan temida y aborrecida de todas las gentes, aquí asisten los prelados de las cuatro órdenes mendicantes que son dominicos, franciscos, agustinos y mercedarios, y no han entrado otros en el Perú, ni el rey no les ha dado licencia. Aquí residen oficiales del rey, tesoreros y contadores reales, aquí ocurren todos los oficios, cargos principales del reino, aquí asiste el correo mayor de todas las Indias, aquí hay Tribunal del Consulado de mercaderes. Muchas y muy ricas casas de caballeros feudatarios, encomenderos, vecinos, señores de indios, que sólo a los señores que tienen renta de indios llaman vecinos, y no a otros ningunos; que a los demás que viven en la ciudad llaman habitantes, 3.
5. PLANO DE LIMA (Plan de la Ville des Roys) Jean Rocque. 1755. Grabado sobre papel, 37 x 52 cm. Colección Embajador Antonio Lulli Avalas.
Para entonces, Lima era todavía una fundación relativamente nueva pero que seguía creciendo de una manera espectacular. No obstante haberse erigido sobre antiquísimos asentamientos indígenas en el valle del Rímac, los conquistadores españoles hicieron tabla rasa del urbanismo prehispánico y diseñaron la ciudad de acuerdo con los ideales renacentistas en boga. Ello se tradujo en la traza cuadriculada (Fig. 5), a modo de damero, cuyo origen se remonta a ciertas ciudades greco-romanas y a fortificaciones medievales como las bastidas. Impracticable en el Viejo Mundo, este planteamiento "utópico" de los urbanistas europeos, inspirado en Vitrubio, pudo adquirir forma concreta en las ciudades americanas, aunque admitió variantes menores. En nuestro caso, la rígida retícula fue matizada por la apertura de un número considerable de plazuelas adyacentes a iglesias y conventos, que contribuyeron a prestarle cierta inflexión espacial acorde con el naciente barroquismo.
El empleo de técnicas constructivas donde eran predominantes el barro, el adobe y la "quincha", dieron lugar a una arquitectura fundamentalmente escenográfica, grácil, modelada por juegos de luces y sombras. En los edificios domésticos parece percibirse con mayor claridad el aprovechamiento de tradiciones de origen prehispánico, que fueron empleadas tanto en las mansio-
6. PASEO DE LA ALAMEDA DE LOS DESCALZOS 1865. Grabado sobre papel. Atlas Geográfico del Perú. Mariano Paz Soldán, París, PI. XXVII. Colección Arq. Juan Günther, Lima. nes señoriales como en las casas de vecindad, y aun en la popular modalidad de los callejones. Hacia el exterior, las casas limeñas lucían largas hileras de balcones que conformaban, según Calancha, verdaderas "calles en e1 ayre" 14.
Como en todas las ciudades del imperio, la plaza mayor (Fig. 9) era el espacio público por excelencia. Pero, a diferencia de España, en América dicho elemento era el centro y origen de la ciudad desde donde eran trazadas a cordel sus calles principales. El virrey, la Audiencia, el Cabildo y la Iglesia Mayor ocupaban el contorno de la plaza. Esta hacía las veces de mercado y centro ceremonial: allí se realizaban las procesiones religiosas, el paseo del pendón real, los Autos de Fe, las funciones teatrales y hasta juegos de cañas y corridas de toros. También fue escenario ocasional de prédicas religiosas como la efectuada en 1604 por San Francisco Solano, quien logró convocar a una multitud en tomo suyo y les exhortó a arrepentirse de sus pecados. Rosa estuvo entre los asistentes y, como ellos, debió temer la inminencia de calamidades. Por entonces, esas prácticas piadosas se creían premonitorias de castigos divinos tales como epidemias o movimientos sísmicos.
El mismo año del nacimiento de Santa Rosa, la ciudad se había visto sacudida por un violento terremoto que asoló la costa peruana desde TruJillo hasta Caravelí. Ocurrió el 9 de julio de 1586, octava de la Visitación, por lo que el encuentro evangélico entre la Virgen y su prima Santa Isabel pasó a ser la primera devoción limeña invocada contra los movimientos sísmicos: su capilla catedralicia recuerda todavía el acontecimiento. Aquél fue el primero de tres hitos trágicos -mucho después.vendrían los de.1687 y 1746-que desencadenaron decisivas transformaciones en el urbanismo y la arquitectura limeños.
Así, muchas de las precarias edificaciones que subsistían desde tiempos inmediatos a la fundación cedieron paso a otras de mayor importancia. Una de ellas fue el propio palacio de los virreyes, cuya sobria portada de piedra se labró durante el mandato de Luis de Velasco, Marqués de Salinas (1596-1604), con galerías y balcones a todo lo ancho de su fachada, tal como aparece en la conocida escena procesional del templo de La Soledad.
Pero es bajo el gobi_emo de Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montesclaros (1606-1615), que la ciudad prospera con mayor rapidez y se ve favorecida por obras públicas de trascendencia. En 1610, por disposición suya, el alarife Juan del Corral dirige los trabajos del puente de piedra, cuya solidez y permanencia han hecho de él un auténtico símbolo ciudadano. De este modo quedaba integrado para siempre el antiguo arrabal de San Lázaro, al otro lado del río, que los cronistas suelen comparar con el barrio sevillano de Triana.
Es en ese mismo sector donde, al año siguiente, Montesclaros dispondrá el trazo de la Alameda de los Descalzos (Fig. 6), lugar de paseo y recreo favorito entre los estratos pudientes limeños hasta entrada la república. Con estas cruciales obras, el virrey Mendoza terminó dando forma a la trilogía urbana enunciada por Cobo15 y adoptada por la nostalgia retórica del criollismo de este siglo. Hacia 1613 -según demuestran las reconstrucciones de planos efectuadas por Juan Bromley-, la ciudad había llegado ya a su máxima expansión territorial