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Música

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Créditos

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19. CONVENTO DE LA CONCEPCION Francisco González Gamarra. 1914. Grabado sobre papel. Colección Arq. Juan Günther, Lima.

Sagrada o profana, la música desempeñaba una importante función como soporte del aparato ceremonial. Ya en 1590, al instalarse el virrey García Hurtado de Mendoza, trajo consigo una capilla de músicos sevillanos que contribuyeron de manera decisiva a incrementar la actividad teatral y musical de la ciudad. Como hemos visto, el mismo gobernante protegía al pintor italiano Pérez de Alesio, concentrando en tomo al palacio virreinal un refinado núcleo de actividades artísticas. Es de suponer que esta capilla cortesana -con la cual se consolidan los vínculos musicales entre Lima y Sevilla-introdujera los bailes de moda entonces: la churumba, el puertorrico, la zarabanda, la valona y el totarque 48.

Si observamos la esfera eclesiástica, comprobaremos que el desarrollo de los acontecimientos no fue menos intenso. Además del cabildo metropolitano, las congregaciones religiosas -entre las cuales destacaron dominicos y agustinos, además de los coros y orquestas monjiles de la Encamación, la Concepción (Fig. 19) y las Trinitarias-competían en la excelencia de su música sacra. Según Reginaldo de Lizárraga, el Monasterio de la Concepción

en lo que toca a los Oficios Divinos, si no son iguales en la música al de La Encamación, vanles pisando los carcañales, y no les hacemos en esto agravio, porque el otro, como más antiguo y principio, proveyóle Nuestro Señor de voces y destreza en el canto y todo género de música cual se requiere para alabar a su magestad. No quiero decir más, no-me apedreen. Aunque es así, que en este convento hay religiosas muy diestras, y de voces admirables, y en el órgano famosas 49. A ellas debió sumarse en 1568 la orden jesuita, cuyo ímpetu misionero imprimió una intensa dinámica y un claro sentido espectacular a estas manifestaciones. Fueron célebres las representaciones dramáticas organizadas por la Compañía de Jesús en el Colegio de San Pablo y en el atrio de su iglesia principal. Así, el coro y la orquesta surgidos en el pueblo indígena del Cercado, a cargo de los jesuitas, alcanzaron notoria fama y eran requeridos para las grandes ceremonias religiosas e incluso para las de carácter profano.

Durante el primer tercio del siglo XVII se verá la culminación de aquellos procesos de acercamiento a lo indígena. Lo demuestra así la célebre composición polifónica quechua Hanac Pachap, publicada en Lima en 1631. Paralelamente, sin embargo, las extirpaciones de idolatrías combatían toda pervivencia aborigen que pudiera ser considerada pagana o "peligrosa" para la nueva fe. En esa línea de pensamiento se inscribe la disposición del arzobispo Lobo Guerrero, expedida en 1614, que ordenaba destruir los instrumentos musicales autóctonos.

Con la fundación-de una capilla catedralicia, en 1612, Lima habría de convertirse en el principal centro de la vida musical en América del Sur. El papel rector de aquella institución y de sus maestros resultó, de allí en adelante, indiscutible. El primero de sus titulares fue Estacio de la Serna, nombrado maestro de capilla el mismo año de 1612, al tiempo que Juan Bautista Benites componía salterios por encargo del cabildo eclesiástico

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