Sonya Santos, en busca de la identidad por: Santiago Oria fotos: Ignacio Galar
El arte popular es sin贸nimo de cultura, de identidad y orgullo por nuestra tierra; el saberlo conservar es una tarea fundamental para los mexicanos. Tomando las riendas en este esfuerzo se encuentra el Museo de Arte Popular, que con la inspiraci贸n y esfuerzo de Sonya Santos, se ha consolidado como uno de los m谩ximos promotores de nuestro M茅xico.
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Nacida en Monterrey, Sonya Santos acepta que el estado en el que nació no tiene una tradición artesanal tan destacada como otros en nuestro país, pero más allá de considerar esta ausencia como un problema, para ella representó un reto —que a la postre demostró ser profundamente satisfactorio— pues le permitió involucrarse más con su cultura y descubrir, con el pasó del tiempo, que no solamente aprendió costumbres, tradiciones y visiones del mundo a través de sus iguales, sino que en ese conocimiento se enamoró aún más de México. Hoy en día, Sonya es presidenta de la Asociación de Amigos del Museo de Arte Popular (AAMAP), institución que nace de la sociedad civil “a partir de la necesidad de crear un museo donde se exhibiera, promoviera y difundiera el arte popular de México”. A pesar de que siempre mantuvo una relación cercana con el mundo del arte, sobre todo por su trabajo en galerías, casas de subastas e incluso como promotora de arte, la mera oportunidad de ser participe en la creación de un nuevo museo fue un motivo imposible de ignorar. A pesar de ser un “museo joven”, como ella misma lo nombra, la historia del MAP incluye una serie de acontecimientos que comenzaron en los años veinte del siglo pasado y que por diferentes situaciones se han ido transformando y ajustando para lograr, en consecuencia, un espacio de identidad nacional: “el MAP está ubicado en una antigua estación de bomberos (1928), así
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funcionó por menos de dos décadas, más tarde el edificio fue utilizado como espacio de oficinas por el GDF, pero tras sufrir algunas fracturas con el terremoto de 1985 fue desalojado. Desde entonces permaneció en el abandono”. La AAMAP rescató este espacio al comprometer al GDF con la causa, el cual aceptó ceder este espacio siempre y cuando cumpliera con la idea de crear un museo nacional de arte popular que abarcara toda la artesanía del país. Una idea que podría considerarse demasiado ambiciosa, ya que México es uno de los países más ricos a nivel mundial en este sentido, pero que hasta el momento ha cumplido con su labor de ser, al menos, representativa para cada región. En el 2002 se comenzaron los trabajos de adecuación en el viejo edificio y el primero de febrero de 2006 se abren oficialmente las puertas del nuevo Museo de Arte Popular. Motivados por este primer logro, los amigos del museo crean “otro fideicomiso que involucra tres partes de responsabilidad (Sociedad Civil, Gobierno del Distrito Federal y Gobierno Federal) para que juntos pudieran procurar su operación y administración”. Actualmente el patronato que representa a la sociedad civil, mismo que Sonya preside, suma más de 80 personas con el reto en común de reunir los más de 7 millones de pesos
anuales que se requieren para apoyar el trabajo de los artesanos de México —con todas las repercusiones culturales que esto genera. Los resultados de este trabajo habitan la artesanía que tanto nos caracteriza, “portadora de la historia y la herencia cultural de nuestro país, misma que se transmite a través de generaciones, en las cuales los artistas artesanos plasman su entorno natural, sus conocimientos e incluso rasgos de identidad al ser el oficio que aprendieron en casa, trabajando en familia, y en el cual basan su economía”. Al preguntarle sobre la dificultad en el proceso de selección de los artesanos que apoyan, buscando distinguir o jerarquizar las obras, Sonya nos responde que “no se puede catalogar a los artesanos como buenos, malos o famosos, ya que la artesanía nace de una necesidad utilitaria, que puede ser desde transportar agua hasta procurar un vestido. A lo largo de los siglos la gente fue desarrollando productos con los materiales que tenían a la mano y que más tarde utilizaban como trueque. Cuando llegan los españoles implementan técnicas nuevas que perfeccionaban ciertos detalles. El desarrollo de estos procesos convirtió los objetos utilitarios en obras de arte”. La intervención española y el cambio en la intención en el trabajo de los
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“El arte popular ha cargado a través de los siglos la identidad de este país. Cada representación física corresponde a un territorio, a su entorno. Cada objeto carga con la historia y la identidad de este país”. artesanos, sin embargo, no termina de distinguir lo que conocemos como artesanía de las obras de arte, “muchos siguen haciendo objetos utilitarios, como las canastas que se venden en muchos rincones de nuestro país. El problema es que cuando se quiere catalogar a la pieza la diferencia no es clara, es muy difícil ubicarlos en uno u otro lado. En ocasiones el trabajo de los artesanos se presenta en galerías de Europa y de un momento a otro cambia su concepción. Similarmente, los artistas contemporáneos se aprovechan de este pasado para crear su obra propia. El artista llamado culto, como tal, nace de la artesanía”. La línea que define la producción artesanal puede que sea demasiado tenue, pero no podemos negar que existen artesanías más “famosas” que otras ante los ojos del mundo. Entre la más destacadas y características se incluyen, por necesidad, los alebrijes. Nada más mencionarlos, la alegría natural de Sonya se potencia y las historias comienzan a brotar una tras otra: “Se habla de un cartonero en los años treinta, en la Merced, que cuentan sus familiares al sufrir una enfermedad, dentro de sus alucinaciones, comenzó a ver a estos seres mitológicos, que no son nuevos, que están presentes desde el comienzo de la humanidad en diferentes culturas, pero que él comenzó a reproducir con su oficio una vez recuperó la salud. Este artesano es Don Pedro Linares”. Eso sí, como toda buena historia no está exenta de polémica, ya que también se dice que fue un carpintero en Oaxaca quien los comenzó a hacer, pero es una de esas cosas que jamás sabremos con certeza:
“lo que sí es un hecho es que el término alebrijes es de Don Pedro Linares”. Independientemente de sus orígenes, los festejos en torno a estas creaciones de la imaginación son constantes. El tercer sábado de cada octubre el MAP organiza un desfile —más otra serie de actividades y concursos— bajo el título de “La noche de los Alebrijes”. Este festejo inicia la noche anterior a las 22 horas, cuando más de 300 artesanos comienzan a llegar a la calle 20 de noviembre, se plantan alrededor del Zócalo y a las doce del día siguiente comienzan a recorrer el Centro Histórico hasta llegar a Reforma, a la zona ubicada entre las glorietas de El Ángel y La Diana, para quedarse dos semanas en exhibición. Además de esta muestra rodante, el Museo cura muchas otras exposiciones que más tarde se presentan en el resto de la república y en el extranjero. Una de las mas reconocidas es la Bienal del Artesano entre Artistas, “en la cual trabaja un artesano con un arquitecto, decorador, diseñador u otro profesional, y entre ambos desarrollan una pieza. El resultado son obras maravillosas que más tarde se exponen en todo el país”. Y por si este esfuerzo no fuera suficiente, “el MAP también realiza talleres todos los días del año —en conjunto con diferentes delegaciones de la ciudad— para adultos, otros artesanos y niños. En ellos se incluyen capacitaciones que van desde telar de cintura hasta trabajo en barro”. En este punto, una vez entendidas las diferentes funciones y propuestas que, de la mano y guía de Sonya Santos y otros muchos voluntarios, nos ofrece el MAP,
es claro que su labor no solamente participa dentro de las muestras culturales de México, sino que es un valor fundamental en su desarrollo y permanencia, “al apoyar a los artesanos se impide la desaparición de sus secretos y oficios, ya que el conocimiento de estos hombres y mujeres destacados se transmite de generación en generación y si nadie quiere continuar con el oficio las técnicas se pierden. Lo mismo pasa si su trabajo no les permite sobrevivir, ya que buscan nuevas opciones para mantener a sus familias. No sólo deja de existir el secreto, sino también el oficio en sí, con todas las implicaciones que tiene dentro de su comunidad”, implicaciones que podemos decir trascienden cualquier comunidad, “el arte popular ha cargado a través de los siglos la identidad de este país. Cada representación física corresponde a un territorio, a su entorno. Cada objeto carga con la historia y la identidad de este país”. Así, visitar el MAP es sentirte orgulloso de México, es querer un mejor país para ti y para todos. El Museo de Arte Popular cumple a la perfección con su misión de exhibir, promover, rescatar y difundir el arte popular de México, de dar a conocer la belleza, el colorido y los oficios tan hermosos de nuestro país. Y para los involucrados con el proyecto, como Sonya, implica una vida llena de satisfacciones, “de orgullo por mi trabajo y por saber que estoy apoyando a mi país. Es una satisfacción mucho más grande de lo que pensaba, que me alimenta para seguir adelante, para trabajar en la cultura de México”. 39