El Virreyes Rugby Club entrena a 500 chicos y usa el rugby como puerta de acceso a la educación y a un mundo más justo y sustentable.
Se los ve caminar por el barrio, no con camisetas de Tigre –el cuadro que más adeptos tiene en la zona, ni de River o de Boca- sino con casacas verdes, de manga larga, cuello amarillo y dos líneas gruesas amarillas y naranjas. Cuando empezaron a usarlas prácticamente nadie los conocía y, quizá, llamaban la atención porque, en vez de preferir el fútbol, depositaron su elección en otro deporte. Hoy, es común cruzárselos caminando los sábados por la mañana, u otro día de la semana, yendo a jugar un partido o a entrenarse. Y ya se los distingue desde lejos: son los chicos del Virreyes Rugby Club (VRC), en el partido de San Fernando, del conurbano bonaerense. Este club nació en el 2002 como una iniciativa solidaria de un grupo de jugadores de rugby de diferentes clubes que desearon llevar la pasión que ellos sienten por este deporte a chicos en situación de vulnerabilidad social. Y de proponer el juego de este deporte como llave de acceso al aprendizaje de valores y a la educación. Surgió de una casualidad que se fue encausando hasta convertirse en lo que es hoy: 500 jugadores, desde los mosquitos (seis y siete años) hasta el plantel superior que este año debutó en Primera. De esos 500, el rugby infantil se nutre de 200 niños que acuden todos los sábados. El club entrena, transporta y equipa a sus jugadores y desarrolla y mantiene las instalaciones del club y su personal; sostiene además cuatro programas educativos: Abran Cancha, orientado a desarrollar habilidades cognitivas en los chicos de seis a 12 años; el Programa de Becas y Tutoría para jugadores de Escuela Media; el Taller de Rugby Aplicado y el Programa de Educación Universitaria, en el cual los jugadores del VRC acceden a becas en la matrícula, a becas de manutención y a tutores académicos.
¿De qué casualidad;
que para ellos es causalidad,
hablan sus fundadores?
El hecho que disparó la creación del VRC está en que Dolores Iraola y Ángela Billoch, esposas de Carlos Ramallo y Marcos Julianes, actuales presidente y vicepresidente del VRC, respectivamente, trabajaban en un apoyo escolar de la zona y a ellos se los ocurrió que podían también enseñar rugby. “Era fin de año e intentamos hacer dos entrenamientos para ver la repercusión y ver si les interesaba”, relata Ramallo. “Y aparecieron 150 chicos”. Y, aunque pensaron que iban a ser pequeños de entre nueve y 11 años, se presentaron, también, muchachos adolescentes.
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virreyes rugby club
“Supuestamente serían los más conflictivos pero resultaron ser los mejores y modelos para el resto, los que empujan el club, y el día de mañana, serán sus dirigentes”, dice Ramallo y aclara que la misión del club es el rugby, aunque a través del deporte, se alcancen, por añadidura, otras metas. Ramallo -se detiene a hablar de los logros y destaca la importancia de la escolarización de todos los chicos y su seguimiento para que puedan terminar la escuela (cuando nació el club, el 50 por ciento de los adolescentes no estudiaba). Además, se empieza a sentir la integración en dos sentidos, “de lo que era la exclusión pasamos a la inclusión a través del deporte”.
Desde los ocho años, ya se conocen con los equipos contrarios. Empiezan a integrarse en forma efectiva con un camino de ida y vuelta, desde y hacia Virreyes. También menciona una alianza estratégica con empresas como Cadbury (hoy Kraft), que decidió aplicar la RSE en Virreyes, a través del programa Abran Cancha, donde ofrece pasantía para chicos, financia talleres de contra turno con refuerzos en materias como matemática, entre otras cosas; la municipalidad de San Fernando; y el gobierno de la provincia. Además, destaca logros individuales, de cada uno. Ramallo cuenta que, para los otros clubes, hoy es sencillo recibir al Virreyes porque “ya es un club hecho y derecho. Pero en los dos primeros años, era difícil, no estábamos consolidados, los chicos no conocían las consignas ni los hábitos del juego. Y los otros clubes nos bancaron sabiendo que apostaban a algo que tenía potencial y crecimiento”. Algunos podrían preguntarse por qué prendió el rugby que, a diferencia del fútbol, es amateur y no constituye un pasaporte para convertirse en el próximo Agüero, Messi o Riquelme, que nació y creció en las inmediaciones del VRC, y “salvar”, así, a toda la familia.
Digno de Hollywood
En 2007, dos cineastas franceses y amantes del rugby, se enteraron de la existencia del Virreyes Rugby Club y decidieron viajar a Buenos Aires para filmar un documental que se llama “Dos Mundos y una Bicicleta”. En este film se cuenta la historia verdadera de Emanuel y Martín, provenientes de dos realidades diferentes. El primero, enfrentado a serias dificultades económicas. El segundo, perteneciente a los sectores más favorecidos, que dejó el SIC para pasar a jugar en el VRC. Viendo que Emanuel tenía que caminar muchas cuadras para llegar al club, decidió arreglar y acondicionar su bicicleta para regalársela. Ambos, unidos por el rugby, el fuerte lazo de amistad y una bicicleta.
Ramallo tiene una respuesta: -lo primero que les llamó la atención fue que el rugby no discrimina. “En el fútbol, en cambio, el gordo, con suerte, va al arco. En rugby, que seas alto, flaco, petiso, gordo, no importa, todos juegan y hay un puesto para todos. Otra cosa que nos preguntaban es “¿cuándo nos fichan?”. La respuesta era: nunca, jugás y listo. Se sorprendieron por el afecto de los entrenadores hacia todos. Ellos se sienten y se saben importantes dentro de un conjunto”. En pocas palabras: se sintieron incluidos en algo, primer paso para una verdadera inclusión.
Aliados del VRC
El VRC no sería posible sin el esfuerzo mancomunado de muchos actores. Basta mencionar Abran Cancha, el programa de RSE de Cadbury, que, entre otras tareas, construyó una escuela donde se brinda apoyo escolar con profesionales provistos por la firma; tiene un programa de pasantías y de orientación vocacional para los chicos mayores del club en la planta. Esta firma de golosinas no es la única presente en el club: Farmacity y Deutsche Bank dan sustento económico; y la clínica Angelus, de Medicus, ofrece guardias traumatológicas gratuitas; Pepsi, Fargo y Quickfood, los insumos para los terceros tiempos; el Hospital Durán, las revisaciones médicas que todos los años exige la URBA; la Municipalidad de San Fernando, la donación del actual predio; Le Coq Sportif, toda la indumentaria; la provincia de Buenos Aires, becas de estudio. Además, el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) recientemente eligió al “Proyecto Virreyes”, formado por VRC, Virreyes Hockey, Parroquia Nuestra Señora de Itatí y Colegio Madre Teresa, como organismo ejecutor del capítulo argentino de su programa regional - presente en 12 países- llamado “A Ganar”, que busca integrar la formación continua a los valores del deporte como herramienta efectiva de empleabilidad. Todas estas acciones muestran cómo se puede lograr el triángulo virtuoso de la RSE: iniciativa de la comunidad, Estado, Empresas.