Monólogos pandémicos para hombres en tránsito por FARO La Perulera

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PRESENTADO POR ALUMNOS DEL DEL TALLER TALLER DE DE MONÓLOGO MONÓLOGO AUTOBIOGRÁFICO AUTOBIOGRÁFICO DE FARO LA PERULERA


INDICE Dignificar las emociones 4-6 Introducción: Itzel Arcos

Soy el hombre que decidí ser Gustavo Gaona

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La ansiedad hecha cuerpo 13-16 Emilio Rosales

Como tratar de ser un buen padre y no perderse en el intento

18-24

Migrante, empresario y proveedor

25-30

La mentira, mi válvula de escape

31-37

Gerardo Martínez Ronald Panduro Carlos Martínez


PRESENTADO POR ALUMNOS DEL TALLER DE MONÓLOGO AUTOBIOGRÁFICO

DE FARO LA PERULERA


Dignificar las emociones, despatriarcalizar las letras

Itzel Arcos

Durante casi seis años he trabajado sólo procesos artísticos y pedagógicos con grupos de mujeres, durante casi seis años he partido de una postura de alianza a través de los simbólico y lo sagrado con mujeres porque creo firmemente que es el momento de las mujeres, el momento político, el momento simbólico y hasta el momento espiritual. Sin embargo después de un largo trabajo interior, de un viaje profundo en las razones y los sentimientos, las búsquedas interiores: decidí generar un grupo de monólogos para hombres como una forma de explorar las fronteras. Hacer un ejercicio de tal magnitud representa un verdadero reto en todos los sentidos. Tuve que preguntarme sobre todo desde donde podía yo abordar el trabajo interior desde mi diferencia, desde nuestra diferencia, desde el piso claro de una coyuntura injusta, cómo hablar desde los límites propios de la escritura y el debate del género. Es una idea problemática la idea de que hombres y mujeres escribimos diferente no sólo en forma sino también en contenido, por otro lado es imposible olvidar la monopolización de la letra masculina en el registro histórico en contraposición a un injusto despojo de la letra y el archivo en las letras femeninas. Demasiados y complejos debates, demasiadas perspectivas y amplitudes. Decidí tomar un solo eje para explicar mi hipótesis y mi objetivo: Las palabras forman historias y las historias generan

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símbolos, arquetipos, tópicos. La historia que se cuenta desde cierta perspectiva y desde cierta voz genera una manera de entender el mundo y una manera de generar realidades: Quien narra está atravesado por su género, por su clase social , por el tiempo histórico que vive. Partiendo de esto creo que uno de los mecanismos del machismo que se convierte en violencia de varias formas depende mucho de la manera en la que se cuentan las historias y de la manera en qué hombres y mujeres está posicionados para contarlos. He visto como escucha de las historias de mujeres que mucha de la violencia que ejercen los hombres depende mucho de la gran desconexión que pueden llegar a tener consigo mismos y con la manera de sentipensar sus emociones. En este sentido creo que la propuesta de generar monólogos autobiográficos para hombres es un paso de acercamiento y de cruce de fronteras desde un método que prioriza el diálogo. Hay varias maneras de generar autobiografía, entre ellas dos importantes: hablar de ti, y hablar contigo. En este taller se privilegió el hecho de hablar consigo mismos. Hacerse preguntas, desmitificar creencias sobre sí mismos que a veces se pueden antojar monolíticas. Es importante que no parte de generar un manual sobre como se debe escribir desde el género, sino más bien un laboratorio de encuentro y escucha entre los asistentes y yo partiendo de nuestras diferencias y


límites desde la consigna de lograr empatía. Desde luego como en todo laboratorio creativo hay sorpresas y aprendizajes importantes. Los hombres que asistieron a este ejercicio tuvieron la disposición de preguntarse sobre sus propias historias y sus maneras de narrar. Me gusta el término de despatriarcalizar las letras porque creo que puede abarcar varios propósitos: Hablar desde la subjetividad y no desde la objetividad que siempre es cuestionable, ponerse en frente desde la subjetividad y no pensar de qué manera “ se quiere ver” frente a la lectora, lector o escucha, poder desmenuzar las creencias sobre sí mismos haciéndose preguntas. Uno de los ejercicios más difíciles fue lograr una entrevista en la que los participantes fueran entrevistados y entrevistadores, algún participante se cuestionó porque era difícil escribirse desde varias voces, si acaso era una cuestión de la manera de escribir desde los hombres en contraposición con las mujeres, mientras que otro participante en alguna clase comento que era difícil hablar de las emociones si no se tenían claras. Varias preguntas a partir de estas conclusiones que intercambiaron quedan abiertas y listas para seguir con el ejercicio ¿Se necesita un nuevo lenguaje para hablar de las emociones? ¿ Habrá que generar nuevas referencias para el autoconocimiento considerando las transversalidades

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del género? ¿De qué manera ejercicios introspectivos como este, pueden aportar a la discusión de lograr la empatía entre hombres y mujeres? Preguntas valiosas para conclusiones valiosas. Conclusiones nuevas para conversaciones nuevas. Conversaciones nuevas para historias como la de Gustavo y sus búsquedas por concluirse una masculinidad desde su transversalidad como hombre homosexual en una sociedad donde las posibilidades de ser hombre radican en el “macho violento” o pertenecer a “los otros”, el diálogo permanente sobre la paternidad de Gerardo: a qué referencias agarrarse para ser padre cuando su propio padre no es una referencia? Acaso un problema constante y global. En esta sociedad de paternidades ausentes, cómo generar una referencia para tomarla, como plantear nuevas maneras de ser padres. La introspección de Emilio para aceptar los privilegios de una educación violenta y sus anhelos, en contraposición con la aceptación de los límites propios y la necesidad de establecerlos con el respeto a las otras y otros. La entrevista de Carlos donde la confesión de vivir a través de las mentiras lo confronta con el deseo de entender la realidad y hacerse una nueva, o la dificultad de Ronald para negociar con un hermetismo emocional que ha sido una elección en la vida de un hombre que entra a la tercera edad. Confrontar creencias históricas y elaborar el ejer-


cicio de escuchar. Es importante decir que no se pretende cambiar una realidad de facto, pero es un ejercicio hecho en 16 sesiones que busca aportar de manera honesta y respetuosa a la discusión sobre la empatía, la vulnerabilidad y el autoconocimiento desde la despatriarcalización de las letras. El arte es una herramienta profunda para transformar realidades desde lo más sutil.

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Soy el hombre que decidí ser Gustavo Gaona

Hola, soy Gustavo Daniel. Mis amigos de la infancia me dicen Dany, tal vez por ello relaciono ese nombre con mi yo emocional, con mi yo profundo e histórico, la estructura de mi ser. Quienes me conocieron después de mi adolescencia me llaman Tavo, y cuando escucho ese nombre siento que se refieren a esa imagen que hice de mí mismo, a esa idea que los demás construyen desde lo que ven, desde mis palabras y mi exterior. Y es que mi personalidad y presencia en este espacio del tiempo, son resultado de muchas batallas. Es de esos combates que quiero hablarles; es de esa guerra por ser hombre que les quiero hacer partícipes. Sí, aunque uno nace con genitales masculinos no es tan sencillo convertirse en un hombre. Quiero contarles qué hay del otro lado de ese campo minado en el que se vive cuando uno no se acepta. Sé que suena un cliché, pero detrás de la oscuridad hay una luz, sólo hay que saber hacía donde mirar. Comenzaré con una confesión, una revelación que les ayude a mirarse en mi espejo: he llegado a odiarme a tal grado de querer desaparecerme de este mundo. La mayor afrenta que logré, fue ignorar aquello que necesitaba, aprendí a no verme, a no escucharme, a no hablarme. Y cuando me hablaba me hería con palabras y con emociones de desprecio.

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Cuando tenía 14 años, intenté suicidarme. Y era tal mi culpa que incluso no quería testigos de tal bajeza. Me sentía un cobarde. Así que una mañana, caminé hacía el monte, llevando un frasco de medicamento como arma de la deshonra, mientras repasaba todos los pensamientos que desnudaban mi verdadera identidad, aquella que había ocultado a mis padres, a mis hermanos y amigos: me gustan los hombres. Lo entendí desde que tenía siete años. Pero al mismo tiempo que lo supe, juzgué que era un monstruo, una cosa que valía menos que cualquier tipo de vida. Mamá lo dijo muy claro: Si tengo un hijo joto, yo misma lo mato, con mis propias manos. Ese día lloré hasta la deshidratación, mis labios y ojos ardían, mi cabeza y garganta se habían petrificado y no podía pensar ni hablar. Tenía siete años y ya me sentía un peligro para los demás, el indeseable, el no humano. A partir de entonces, me dediqué a negarme a mí mismo, a ser otro, a imitar a los demás, a ser complaciente para agradar, para desaparecer a aquel que estaba dentro mi. Al llegar la adolescencia el instinto sexual apareció como una pesadilla, como un demonio que vivía en mis entrañas y buscaba a toda costa exponerme, hacerme frágil ante los demás, castigarme con imágenes y deseos asquerosos. Ya no


podía más. Un día conocí a un chico que hizo que mi corazón temblara con tal fuerza que me horroricé y me di cuenta que aquella parte de mí, que había ignorado tantos años, no se había ido; estaba allí, y ahora peleaba por huir de la jaula en la que la había encarcelado. Mi guerra comenzó una mañana en la secundaria; me estaba durmiendo en la clase de ciencias naturales, así que pedí permiso para ir al baño. Cuando entré me detuve en seco. Sobre un charco de agua y sangre estaba un chico llorando, la camisa blanca del uniforme ahora era un escandaloso manto púrpura. Me acerqué a levantarlo, me quité el suéter y se lo puse. Quise llevarlo a la dirección pero me rogó porque no lo hiciera. No quería decir nada, para que no se burlaran más de él, para que no se enterarán de lo que había hecho. Me dijo que lo habían golpeado por ser joto, por llevar aquel collar de popotes de colores, por reír como niña. Así que lo acompañé hasta la malla de atrás de la escuela y lo ayudé a escapar. Esa experiencia me atravesó por completo, me vi en ese compañero, en realidad vi a ese yo interno que disfrazaba con la simulación. En mi mente estaba ayudando a ese yo vulnerable, tan sólo por hecho de ser femenino en una escuela sin autoridad, en un pueblo sin solidaridad. Aunque jamás volví a hablarle, ese día fui su mejor amigo, su confidente; lo levan-

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té porque me estaba levantando a mí mismo y cuando huyó, yo hui con él. Desde ese momento me juré a mí mismo no ser como él, evitar con todas mis fuerzas que se me notaran los rasgos femeninos. Me dediqué a observar a los hombres con los convivía, a mis maestros, tíos y vecinos, para conocer más cómo se debía ser hombre. Aprendí a hablar fuerte, a no mover mucho las manos, a separar los codos del cuerpo y abrir las piernas al caminar, no desviar la mirada frente a otros hombres, a no rajarme cuando me pusieran retos, coquetear con las chicas; y por supuesto, jamás, jamás, demostrar mi aprecio por un hombre. Yo no sería una víctima más, no, yo sería un hombre líder, un macho alfa: ese hombre fuerte, valiente y que es referencia para los demás. Así que desde que estuve en segundo de secundaria mi vida estuvo planeada, cada día me vigilaba, cada día controlaba lo que decía, cómo me movía y a quién miraba. No sé que veían los demás, pero sí sé que lo que yo veía me tenía en constante batalla. Pasaron unos años para que lograra verme de forma menos agresiva y cambiar esa visión que tenía de mí y mi homosexualidad como algo malo y monstruoso.


No fue una tarea fácil; me costó mucho tiempo de lectura, de investigación, de diálogo con otras personas, entre ellas con homosexuales distintos a los que conocía. Creo que el rechazo que sentía no me pertenecía; era una conducta aprendida y tuve que reaprender a ver a las personas. Me dediqué a estudiar sobre sexualidad. Aprendí que pocas personas viven una sexualidad plena y que su repulsión a los homosexuales nace de esa confrontación que ven en la personalidad gay, es un rechazo a esa libertad con la que se vive y se habla de sexo; algo que ellas no pueden hacer. Entonces, me vi como uno de ellos, como un homofóbico que desconocía a lo que odiaba, como un ser que tenía miedo a no saber cómo actuar, cómo sentir; tenía pavor a renunciar a todo lo que había aprendido sobre la vida, sobre cómo ser hombre, sobre cómo ser yo. Pues cuando estaban frente a frente mi yo interno y esa imagen que había construido de ser hombre, ambos estaban incompletos e insatisfechos; me sentía extraviado y confundido; no sabía cuál camino interno seguir. A partir de ello, comencé a conocerme a mí mismo, observándome y aceptando mis emociones y sentimientos. Ya no sería el hombre que los demás idealizan, sería mi propia versión de

hombre, mi propia versión de mí mismo. Fue así como me perdoné por no aceptarme, al comprender por qué me rechazaba; asimismo perdoné y comprendí a los demás que no aceptaban la homosexualidad y empecé a verlos diferente. Mis relaciones con los demás no nacían desde el miedo, el rechazo o el rencor; ahora, me relacionaba desde amor, desde la empatía y desde la aceptación. Luego de varios años de lucha conmigo mismo logré definirme como este hombre que soy; un hombre que no le temo a la feminidad que hay dentro de mí, no la escondo, no la disfrazo. Acepto y amo esta capacidad de sentir las emociones propias con tanta claridad, e incluso la posibilidad de ser empático con las emociones de los demás. Ya no tengo dudas acerca de mí, y cuando hay un rasgo que surge como desconocido, me fascina sentarme a dialogar conmigo mismo para reconocerme. Pero desde hace años que no tengo conflictos con mi homosexualidad, porque aprendí a aceptarme desde esa cualidad de dualidad. Incluso he llegado a sentir que en algunos momentos ser gay me pone en cierta ventaja en mis relaciones interpersonales. A mis cuarenta y seis años me siento cómodo con mi identidad de género, con mi orientación y mi preferencia sexual. He

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podido apoyar a algunos padres de personas homosexuales para escuchar y aprender, a algunos hombres que viven en la incertidumbre para aceptarse y amarse, a algunos hombres gay para apaciguar sus corazones en esa batalla interna de definirse y exponerse a la vida y a sí mismos. Después de muchos viajes he aprendido a mirar de frente nuestros fantasmas y demonios y sé que la mejor manera de enfrentarlos es abrazarlos como parte nuestra, transformarlos desde el amor. Elijo mis batallas y jamás me involucro en aquellas que no me pertenecen, porque sé que no se puede hablar con quien no tiene oídos y no se puede levantar a quién hunde sus extremidades en el pantano por satisfacción perversa. Bien, ahora quiero despedirme de ustedes con la lectura de una carta que me escribo a mí mismo, a ese adolescente que intentó suicidarse hace tiempo; quiero que sea un mensaje para todas aquellas personas que no se aceptan, que se rechazan por ser homosexuales. Los invito a cerrar los ojos e imaginarse que son ustedes mismos quienes se hablan. Guanajuato, Gto. Febrero de 1988 Hola: Soy yo, el hombre que viste en aquel sueño, sí, ese que tiene tus mismos ojos. ¿Me recuerdas?

En realidad acá no estoy en tu ciudad, vivo en Guanajuato; sí, esa ciudad mágica de serpientes y escaleras que te fascinó tanto. ¿Estás preparado para otra sorpresa? Aquí no estamos en 1988, ya es el 2020; sí, han pasado 32 años. Aunque seguramente ya adivinaste quien soy, por qué eres muy listo y sensible a estos misterios, te lo confirmo: soy tú, el tú del futuro. ¡Sí! Viviremos más de veinte años. ¡¿No es increíble?! Hoy escribo una carta para hablar contigo. Tal vez la encuentres entre las rocas de un muro o entre las cosas que guardas en esa caja; recuerda que los espacios y huecos son pasajes y esta vez aproveché uno para decirte algo muy importante. Quiero que cierres los ojos y pienses en lo que pasó la otra vez. Sí, esa vez que lloraste tanto. Piensa en lo que sentías sobre ti mismo, en todo ese desprecio por quien eres y por “eso” que hay en ti. Respira hondo. Deja que se sienta todo ese dolor y esa culpa; deja que se reviva esa sensación en el estómago de ansiedad y asco. Luego, antes de abrir los ojos, respira profundo, tres o más veces, y cuando estés preparado para mirarte a ti mismo, di en voz alta: “Este soy yo, no hay nada malo en mí. Me amo porque soy como el viento y como el sol, porque soy como la lluvia y el prado; tal vez no a todos les agrade, pero mi misión es estar, es ser, es vivir.” Así es pequeño, pronto conocerás a otras personas, viajarás

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a otros lugares y descubrirás que ser homosexual no está mal. Ahora nos dicen gay, una palabra que significa alegre o pícaro; así es querido, se usa esa palabra porque es característico de los hombres homosexuales ser ruidosos, vistosos y divertidos; aunque no todos los hombres gay lo son. Hay algo más que tienes que saber: se puede ser homosexual sin dejar de ser hombre; sé que suena loco pero así es; puedes ser hombre y también homosexual al mismo tiempo. De hecho, conocerás a varios hombres a los que les gustarás por la apariencia masculina que tienes, y a los que no les cause problema que seas algo afeminado; porque saben que todos y todas tenemos algo femenino y algo masculino en nosotros. Amarse, también es reconocerse así. ¡Ah! Y te tengo otra sorpresa: a varios hombres les parecerás guapo. Sí, les agradará estar contigo y hablar mucho; te contarán sobre sus historias de vida y dejarán que les preguntes cosas que nadie más les han preguntado. Sí mi pequeño, eres digno de la confianza y el amor de los demás. Ser homosexual no te hace ser mejor o peor persona; lo que sientes y actúas desde el corazón es quien en verdad eres. No dejes que sea el odio, el miedo o el rechazo lo que defina quien eres. Pronto saldrás de ese grupo de personas que te evitan mirar el mundo y a ti mismo de otra manera. Pronto

conocerás a seres maravillosos que están aprendiendo a vivir y a ser mejores seres humanos, así como tú; y te aceptarán y te unirás a ellos para hacer de tu vida y la de a quienes amas, espacios de crecimiento continuo. Sé que ahora tal vez estés dudando mucho, te conozco bien. Pero estás escuchando esta carta porque la necesitabas, por que es para ti. Además, nadie más sabe sobre esto que te estoy contando ¿Verdad? Quería que supieras que eres alguien muy importante en la vida de tu familia y lo serás en la vida de muchas personas, amigas y amigos que conocerás dentro y fuera de este lugar. Mamá te quiere mucho, te ha querido siempre. Papá también, solo que nadie le enseñó a demostrarlo. No te voy a negar que para muchas personas ser gay sigue estando mal; pero tu crecerás rodeado de personas que te amarán mucho y que aunque les sorprenda un poco saber que te gustan los hombres, reconocerán que eres un gran ser humano y que nada tiene que ver quien te gusta con eso que aman en ti. Hay mucho que contarte, pero debo ser muy breve pues no puedo ocupar más de una hoja en esta carta, porque entonces no viaja en el tiempo. Pero mientras tanto, quería decirte

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que saldrás adelante de esta tristeza, que un día dejarás de buscar ser cómo los demás te dicen y empezarás a ser como tú lo decidas. Levanta la cara, endereza el cuerpo; eso siempre te ayudará al conocer a otras personas. Y sonríe, nadie más sonreirá como tú, serás luz con esa sonrisa. Te abrazo lento y con calma, para que nuestros corazones se escuchen. Te quiero mucho. Sabes que desde cualquier lugar en el tiempo, te amo y te respeto. Nos vemos en los sueños.

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La ansiedad hecha cuerpo Emilio Rosales

Soy Emilio; pero Emilio también es un nombre que se ha heredado durante 5 generaciones entre los varones de la familia. Hoy he decidido apropiármelo porque reconozco que hay una historia que me precede y la oportunidad de escribirla de manera diferente a partir de mí.

bido desde la masculinidad decimonónica de lascivo, agresivo, competitivo y peligroso. Por el contrario, siempre me ha atraído la fantasía de poder ser percibido desde algo más neutro o andrógino que me permitiera ahorrarme los juicios anticipados de la primera impresión.

Soy Emilio, como el Emilio Durkheim padre de la sociología, disciplina que me dotó de la máscara del intelectual aquella que le da autoridad al mitote entre la mente y los libros, por sobre el dialogo con uno mismo. Ahora sé que el conocimiento está vacío sino atraviesa lo personal. Hoy vengo a compartirles algo de la historia que se ha escrito en mi cuerpo con la ansiedad como coautora:

Nunca me he sentido tan hombre y sin embargo habito un cuerpo masculinizado por mi guardarropa, por la mirada de quienes están allá afuera. Un cuerpo del cual se esperan manos callosas por el trabajo o de lo contrario eres un huevon; barba poblada porque que asco si la barba no te cierra y tu ascendencia indígena no te permite portar un ideal de belleza europeo, estoicidad ante el dolor porque aparte de huevon no puedes quejarte ni expresar inconformidad; un cuerpo que sepa manejar un automóvil porque en algún momento tienes que hacerte de un auto; un cuerpo en constante deseo de otros cuerpos como esperaba mi padre, que cada día volviendo de la escuela me preguntaba si ya le había robado un beso a alguna niña del salón. Y lo peor es que algunos de esos supuestos no me los dejaba de exigir de una u otra manera, sin el afán de querer transitar a la masculinidad.

Desde niño he tenido un problema con identificarme con la masculinidad. En primera, porque las figuras masculinas de mi casa y de mi entorno no me representaban un ideal a seguir. Toda esa fuerza, vigor y despliegues de habilidad siempre las asocie a mi madre y las mujeres en las cocinas donde ella trabajaba. Jamás me ví siendo un niño fuerte o competitivo, menos considerando la obesidad que me hacía tedioso el deporte. La agresividad y los riesgos físicos que asumían mis compañeros en los juegos, o la temprana sexualización de los cuerpos de las compañeras por parte de ellos me parecían repelentes. Hasta la actualidad no me gusta ser perci-

Junto a los “deber ser” de la masculinidad estaban los de la salud. La salud para mí no comenzó a existir como algo relevante hasta que llegó la ansiedad. Con los ataques de pánico

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y constantes síntomas, veía a mi cuerpo como una maquina averiada, comenzaba a sentirme impotente por no poder sanarme a mi mismo, por no poder ser tan vital como se supone que a mi edad tenia que ser. Salieron de mi mente todos los demonios del “deber ser” sobre mi cuerpo. La salud para mí era una exigencia que hacía a mi cuerpo ignorando por qué había enfermado. Y por mucho tiempo cualquier síntoma que presentara, una tos, un dolor, un calambre, hormigueo, lo pensaba como pie para un desenlace fatal aún mayor: una embolia, diabetes, infarto, epilepsia. Mi cuerpo dio a luz a la ansiedad por completo un 27 de diciembre del 2014 Tras 24 horas de convivencia familiar, que a la distancia puedo recordar como agotadoras de tanto escenificar que me la estaba pasado bien, un dolor en el brazo izquierdo me alarmó, siguieron los mareos y una sensación como de no sentirme dentro del traje de carne. Mi desesperación me hizo salir corriendo a la calle a las 10 de la noche con un golpeteo arrítmico en el pecho y mi madre a mis espaldas tratando de averiguar qué me pasaba. El miedo que me hizo correr jamás me llevó a pensar en mi muerte, sino en lo doloroso que seria dejar la vida de un infarto y la impotencia de no poder controlar mi cuerpo, algo que me acompañaría mucho tiempo y me volvería mi propio

celador, finalmente la incertidumbre de perder la conciencia y no saber de mí. “Tranquilo, solo tuviste un ataque de ansiedad” dijo el médico. Y a partir de ahí vino una jornada de año y medio, empeñado en creer que el problema era mi cuerpo y mi falta de control sobre este. Estudios de laboratorio, especialistas pase, esperando que me dieran un diagnóstico y una cura a una sintomatología anárquica. Descubrieron pequeños restos de los gritos que daba el cuerpo, esos gritos con los que desesperado buscaba comunicarme su hartazgo de todo lo que yo me aguantaba llorar o ignoraba: que ya había sido suficiente presión por guardar los secretos de mi padre, las peleas con mi madre, la amenaza de no salir de la prepa en tiempo y forma, la decepción de los movimientos estudiantiles y no encontrar un propósito. Decidí ignorar las señales unos meses más, porque pronto iba a entrar a la universidad, Me sentía entusiasmado por la idea de obtener las herramientas para cambiar el mundo y a mí, desde la academia. La certeza de que la teoría era salvadora me dio un placebo hecho del estatus que creía estar ganando, ese cuento de la elite ilustrada, los profetas del cambio social, el regocijo de recitar palabras de autoridad y hacerlas

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mías. En la universidad quien no se droga con sustancias legales o ilegales lo hacen con pasiones, amores o autores. A la par, había hecho caso a los psiquiatras. Al principio me parecía inconcebible cederle el control de mi cuerpo a las sustancias químicas, pero la relativa calma lo valía. El punto más bajo que toqué cediendo ese control, fue cuando acepté un sobrediagnostico cuyo tratamiento me hacia sentir con un nudo en la garganta todo el día, con vertidos y la incapacidad de manifestar la ansiedad. Poco a poco fui aprendiendo a negociar con los psiquiatras y los tratamientos, había aceptado píldoras para dormir y antidepresivos a cambio de dejar los antipsicóticos y otros psicotrópicos que me impedían escuchar las notas bajas de la música. Pero el cuerpo no calla tan fácilmente. Aunque había logrado conquistar una vida académica que me llenaba de temas para no encontrarme conmigo mismo. El día 21 de agosto del 2017 ya había tenido una segunda advertencia. Tras dos días de no dormir por entregar trabajos y preparar otras tantas actividades extracurriculares, salir de fiesta la misma semana y no darme tiempo para llorar una ruptura amorosa, lo mismo que el sol de aquel día, yo también parcialmente me eclipsé con oximetría, presión y azúcar por debajo de lo normal. Fui internado 5 días por ordenes de mi madre para ver si así se

me quitaba la ansiedad. Creyendo haber aprendido la lección, cuando la ciudad se sacudió ese mismo año, el 19 de septiembre. Salí creyéndome héroe, a las brigadas de rescate. No hice caso al cansancio que había producido en mí estar reportando a mis compañeros todo lo que escuchaba por las radio-difusoras. No hice caso al hecho de que no me había tomado mi medicamento esa mañana y a las 10 de la noche en medio de la cadena humana para retirar los escombros me desplomé y terminé siendo atendido junto a los heridos. No me perdonaba no haber aguantado, no perdonaba haber recibido atención de un paramédico y una tanatóloga que alguien más pudo necesitar. El temblor que había sacado a la ciudad de la cotidianeidad a mí me había roto las máscaras de lo que creía de mí. Era yo tirado en cama, temblando, con dolores y una preocupación constante por qué era lo que le estaba sucediendo a mi cuerpo. No me perdonaba no ser el sabio, no ser el héroe, no ser útil allá afuera mientras todos seguían levantando escombros, yo me sentía el escombro. Fue al año siguiente, que me aventuré a huir para conseguir mi independencia. Huir, es el primer mecanismo de defensa del cuerpo, pero el problema estaba en mis representaciones del mundo, y el peor enemigo mi cuerpo siempre fue un ego

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confundido, que sobreanaliza y no sabe escuchar. Ese primer paso a la independencia lo di gracias a una persona que vivió de cerca las consecuencias de la confusión que llevaba por dentro, a ella le deposité mi valía haciéndonos daño a ambos. Yo espero algún día poder pedirle disculpas como se debe.

ansiedad son de familia, todos tienen miedo de sentirse frágiles, pero en él está la posibilidad de afrontar ese miedo de maneras distintas; que bajara de la nube en la que se coloca y coloca a las demás personas, pues en el plano terrenal le esperaría su otro yo de carne.

En 3 años de independencia, si bien conquisté libertades y logros personales el cuerpo no dejaba de gritar las crisis. Los ataques de ansiedad, los tics, las neuralgias y muchas otras somatizaciones no desaparecieron, pero poco a poco fui comprendiendo su origen. Al quedarme solo, me quedé con esa parte de mí que radica en el hemisferio izquierdo de mi cuerpo y grita cuando sabe que algo está mal. La energía que cuerpo y mente ponían para evitar que la mascara se resquebrajara, por primera vez colaboraban para salvaguardar el cuerpo. Aprendimos las virtudes de la actividad física, de poner ese estrés en donde se necesita, asistimos a terapia, encontramos los lazos de apoyo y aprendimos a construir una relación sana. Ahora soñamos con construir un espacio donde cuerpo y mente puedan congeniar.

Le diría que nos la vivimos negando tantas cosas que al final del día eso es lo que en verdad nos termina desgastando; y la educación emocional que recibimos como hombres no ayuda mucho. También nos negamos a pedir ayuda, a aceptar que la necesitamos, y crecemos con crianzas desapegadas que nos niegan la posibilidad de comprender lo que son los afectos. Creo que fue por ello que no recibí suficientes elementos para poder nombrar lo que sentía, por ello también mi cuerpo aprendió a nombrar esas cosas por mí. Yo aprendí su lenguaje y trato de devolverle el favor intentando hablar en su defensa, de todas las veces que me tumbó en cama.

Si pudiera volver a hablar con mi yo del pasado, le diría que no se esforzara demasiado en dibujar ideales enormes entorno a la revolución, a la espiritualidad y esos grandes relatos en los que le encantaba verse envuelto. Que la depresión y la

Le diría que después de todo lo que pasé aprendí que mi ansiedad es amiga, es mi yo que me permite ponerme en contacto con lo que no quiero ver. Me recuerda que tengo un cuerpo con el que debo estar agradecido y que lo único que pide es algo de movimiento y reducir la tensión, eso que le llaman autocuidado.

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Quizás se escuche irresponsable decir que la ansiedad puede ser resignificada, pero no estoy diciendo que los problemas de salud mental sean algo trivial que se solucionan poniéndole al mal tiempo buena cara. Más bien, aprendí que se trata de soltar las expectativas que son puestas sobre nuestro cuerpo e incluso las que nosotros tenemos sobre nosotros mismos. A la par de lo que iba desaprendiendo acerca de mi cuerpo, también iba cambiando mi visión de lo que era la ansiedad. Y claro, lo desagradable del dolor siempre será desagradable, pero el cuento que nos contamos sobre lo que es nuestro dolor, su origen, su mensaje y cómo se relaciona con nuestro mundo influye en como lo vivimos. En los momentos más difíciles llegué a mezclar en una sola entidad el miedo, la tristeza y el dolor. Sin embargo, ahora comprendo que hay tristezas necesarias que atravesar, miedos que te mueven para salvaguardar la integridad y dolores que trascienden el cuerpo y son lecciones de vida. Me dolió perder las mascaras y el camino, me deprimí durante la recuperación y me dio miedo la posibilidad de no levantarme de cama, pero si no hubiera pasado por ese proceso no me hubiera dado cuenta que era posible ser algo más allá de todas las expectativas.

mi imagen, el control de mi cuerpo, control de las emociones hasta querer el control de lo que pensaban los demás de mí. Y de tanto control el cuerpo se rebeló y dijo ¡No podemos vivir queriendo controlar! No diría que mi pasado es algo que he superado o que pueda dejar atrás. Eso seria volver a los discursos idealistas de mi juventud. Al tomar posesión de mi cuerpo y ver la posibilidad de que podía escribir mi historia, asumí las consecuencias de errores y omisiones. A veces extraño vivir desanclado del cuerpo, alienado en mi autoexplotación o en las palabras de las mentes ilustresl pero luego a ver las pequeñas conquistas y pienso que puedo fundar nuevos sueños, nuevos discursos de la mano de lo que la ansiedad me ha enseñado. Fue hasta que me rompí que comprendí que podía rearmarme, y estoy más abierto a romperme de nuevo para día con día lograr ser más que la suma de mis partes. Soy más que el nombre del padre, el cuerpo del hijo y el espíritu intenso, soy la quimera que ha aprendido a moverse con todos sus cuerpos.

Dejamos atrás la tiranía del ego: la obsesión por el control de

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Como tratar de ser un buen padre y no perderse en el intento

Gerardo Martínez

¡Hola! ¿Cómo están? Yo soy Gerardo mi apellido paterno es Martínez y el materno es Aguilar, también muchos me conocen como Jerry, después de esta breve presentación me gustaría contarles algo, un tema que en lo particular para mi es importante, en estos días de encierro he tenido la oportunidad de reflexionar sobre como es para mi ser padre y profesional, para mi no es sencillo esto ya que en ocasiones he tenido que darle mas prioridad a una sobre la otra, haciendo que en lo personal me cuestione que es mas importante, ¿por que sacrificar? ya sea la carrera o el estar con mi hijo, en estos días de encierro me he puesto a pensar en eso. Les voy a contar un poco sobre mi. Soy Gerardo tengo 37 años y trabajo en medios audiovisuales, estudie cine y me quería dedicar a eso, hacer una carrera haciendo películas, la verdad no me puedo quejar, aun no hago una carrera haciendo películas, pero si, me dedico a los medios audiovisuales, trabajando en distintas áreas, ser padre no me ha impedido renunciar a mis sueños, ni a mi carrera, aunque es difícil compaginarlas. tengo un hijo de nombre Ismael quien cumplirá 9 años en pocos días, mi vida se transformo, cuando la mamá de Ismael y yo decidimos tener un hijo, la verdad no me sentía listo para eso, pero estaba enamorado y en ese momento sentía que

todo estaba bien y que podría formar una familia, y cumplir con todos los estándares del sistema patriarcal hetera normado, ser un proveedor responsable, ser una buena pareja, ser un buen padre, finalmente eso hace un hombre, bueno esto es lo que nos hacen creer y es el estereotipo de lo que tenemos que hacer, debemos llegar a una edad en la que se debe sentar cabeza y formar una familia, bueno eso es lo que creía a los 28 años, pero la verdad yo no me sentía listo, pero estaba enamorado y en ese momento no supe decirle a la mamá de mi hijo que no estaba listo. Me considero una persona que le cuesta relacionarse con las personas, la verdad tengo pocos amigos, a mis 25 años me consideraba una persona poco atractiva, tal vez era por mi sobrepeso, no es que ahora no lo tenga, pero en ese tiempo pesaba 115 kilos, productos de que durante mucho tiempo jugué futbol americano y la posición en la que jugaba requerían ese peso, al terminar esa época, me sentía mal, que a nadie le gustaría, creía que estar delgado o en forma era la manera de que alguna chica le podría parecer atractivo, los estándares de belleza también nos afectan y nos hacen tener baja autoestima, entonces yo para conocer personas y evitar verlas en persona, lo hacia por plataformas creadas para conocer gente, si antes de todas las nuevas que existen y es ahí donde conocí a la mama de hijo, con quien dure 10 años. El

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motivo el por que estoy aquí ante ustedes, que no me conocen y a quienes les comparto un poco de mi vida, les dibujo un bocetó de lo que es intentar ser padre, en una nueva realidad donde lo papas no solo somos proveedores, si no a hora somos personas que nos involucramos en el cuidado y crianza de nuestros hijos, donde a hora podemos expresar nuestros sentimientos y temores, alegrías y tristezas, que bueno que ahora si podemos hacer esto, y poquito a poquito crecer, en intentar cambiar las cosas, no es sencillo hacerlo, la vida no es fácil, decidir si me voy a un llamado o me quedo con mi hijo, por que su mama trabajo y ahora yo me tengo que quedar en casa, ya que no conseguimos con quien dejar al niño y ella trabaja en una empresa, donde si falta le descuentan el día, y tu como eres un FreeLancer que importa si no tomas ese llamado y vendrán otros, pero dejar ir un llamado, probablemente como lo dejaste ir ya no te llamen, y tendrás que dejar esa oportunidad y esperar que el próximo llamado sea en sábado o un día en el que ella no trabaje o este de vacaciones o ver si los abuelos lo pueden cuidar y a si puedas realizar ese llamado, eso fue el constante durante algunos años, ya que no era fácil y entonces tomas la decisión de quedarte en un lugar seguro, en un trabajo estable en ser el estereotipo de hombre, buena pareja y buen proveedor aunque en el fondo sabes que no cumples con ninguna, ya que en el fondo añoras otras cosas y deseas hacer mas, pero te encuentras inmer-

so en eso que le llamamos zona de confort. Aun que, en esa zona de confort, esta esa parte donde todo se puede, donde despertar y escuchar a tu hijo sonreír, donde te puedes levantar a diario y preparar el desayuno, pasear los fines de semana, y disfrutar de eso que se llama familia, de tenerla para ti, y que, en breves momentos, logra amainar esos deseos que tienes de mandar todo al carajo, Sientes que las cosas no valen, que te hundes que por que estar ahí por un lado querer hacer tu mejor esfuerzo en tu trabajo querer ser el mejor, pero no puedes por que te encuentras en un trabajo mediocre el cual apenas te da para pagar las cuentas, y por otro lado quieres ser una buena pareja y buen padre, pero tampoco logras nada ya que sientes que estas fallando por que no puedes dar más, y entonces comienzan los problemas, y cometes errores y más errores, y no logras salir adelante, pero existen esos momentos tan bellos que te dicen vega si se puede. Si se puede, lo vas a lograr, pero para eso llegas buscarte maneras de escape de esa realidad y poder soportarla, ya que te da miedo aceptar verdades y darte cuenta de la realidad en la que te encuentras. recuerdo un día creo que no es nada padre pero es importante, ya que es de esas cosas me hacen sentir mal, por que yo sabia que no tenia que hacerlo pero aun a si lo hice, después

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del bautizo de mi hijo, yo lleve a su mama y a Ismael a casa, me regrese de fiesta, volví en la mañana crudísimo Ismael tenia 3 meses, ese día con todo y cruda desvelado yo me hice cargo de el, la verdad no me pesaba hacerlo ya que siempre lo hice, desde que nació, el chiste es que yo con una cruda terrible y con Ismael llorando, por que tenía hambre, yo preparaba la comida y las formulas para que tomara su leche, cambiarlo de pañal, la verdad ese día solo quería que llegara la noche y poder dormir la cruda que tenía, y su mama me veía y en torno burlón me decía vez ya no eres tan joven, te toca a ti cuidarlo, después de esa noche me puse a pensar, que si ya no era tan joven para esos trotes, que tenia que ser mas responsable, que mis días de fiesta se terminaron. Que debía ser responsable de mi familia, que por irme a trasnochar no pensé las consecuencias de mis actos y que me pudo pasar algo, y dejar a mi hijo sin padre, dije no lo volveré hacer, pero no paso, cuando podía una o 2 veces por año aplique este mecanismo de inconformidad ante esta situación que no me gustaba, bueno se que se escucha mal, y dirán si no estabas a gusto con eso te hubieras ido, como muchos lo hacen, pero no la verdad, lo intente de verdad intente que funcionara, y el echo de por que no tome en ese momento la salida fácil es por que el Día que cono ci y cargue a mi hijo fue lo mas mágico que pude haber vivido, La primera ves que cargue a Ismael

Era un martes, por la mañana cuando fui a recoger Haydee e Ismael al hospital, después de casi 2 días de que nació, fueron varios días, yo antes tuve la oportunidad de verlo en el cunero, no sabía cual era, pero uno de esos niños era mi hijo, todos se veían iguales, yo no identifique eso que dicen que cuando ves a tu hijo, lo reconoces a la primera, pero si sentí emoción y alegría de saber que mi hijo estaba ahí frente a mi, y ahora me encontraba en la habitación de Haydee donde ella estuvo por 2 largos días en su convalecencia, me alegre al verla, y lo primero que hice fue tomar la de las manos y sonreímos, ella al verme lloro, y me dijo eres papá, hasta ese momento caí en la cuenta, de que ya era padre, me sentí orgulloso y emocionado, aunque otra parte de mi me hacia sentir algo extraño, como que todo había sido un sueño, y ahora ya estaba en la realidad una realidad, que ya no tenía vuelta atrás, que las cosas cambian y comencé a sentir un temor, un nerviosismo por que ya era papa, y tenia que crecer ser un buen hombre, cuando llega la enfermera salgo de ese pensamiento yo estaba abrazando Haydee, y me pregunto que tienes, yo no supe que contestar y decir nada estoy feliz, y le bese la frente, no le pude decir que tenia miedo, de no poder con eso, de fallar, que va pasar si nos separamos, yo aun quiero hacer cosas, pero sabía que no podía arruinar ese momento donde éramos la familia feliz, la enfermera nos ve, y nos dice aquí esta su hijo, ella le entregó a Ismo a su mama, yo aún no tenia el

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valor de cargarlo, la enfermera nos dijo que teníamos que registrarlo, no dijo dónde estaba la oficina del registro dentro del hospital, no recuerdo que le comente Haydee, pero si hablaba rápido y cosas sin sentido, bajamos hasta el registro, hicimos el protocolo, de dictar el nombre, y en el acta quedo acentuado el nombre de Martínez Ramírez Ismael Emiliano, yo firme primero, y ahí justo cuando Haydee iba firmar me dio a Ismael, yo no sabia como cargarlo las manos me temblaba, y sudaba, pero no podía demostrarlo, un hombre es seguro y firme ante esas situaciones, claro que se cargar es mi hijo, ella me lo dio, mientras lo hacia tal vez noto es miedo e inseguridad en mi mirada y me dijo, lo vas hacer bien, yo me calme y tome a Ismael entre mis brazos, y ese miedo he inseguridades se fueron transformando en tranquilidad, mirar a mi hijo contemplarlo, ver su manita tan pequeña y después ayudar a que le pusieran la tina para imprimir sus pies en el acta, fueron momento que ahora los tengo tan lejanos, pero me llenan de tranquilidad y orgullo, era papa y tenia a mi hijo entre los brazos y sabia que nada en el mundo me iba hacer tan feliz como en ese instante donde cargue por primera vez a mi hijo.

momento, que todo colapso y hasta la fecha no se en que momento tomo el valor, me gustaría decir que tuve el valor, para hacerlo qué fui maduro y dije ya no quiero estar contigo, me alejo por que esto no es para mi, seguiré viendo a Ismael y espero podamos ser amigos, pero no, no fue a si, use la manera mas cobarde y la forma fácil, y si una vez mas el estereotipo y lo que hace un hombre el sistema de nuevo, le puse el cuerno a la mamá de mi hijo, e hice todo para que me descubriera y me corriera de la casa, esto me hace sentir cobarde y que falle, que ella no se merecía eso. Pero que caray me falto valor y madurez, para decir ya no quiero eso, en fin. Tal vez me pueda responder esto yo solo, no se lo intentare.

Desde ese día supe, que no había nada mas importante que Ismael. Es verdad es lo mas importante que tengo, y durante largo tiempo estuve con el dentro de mi familia, pero llego un

Gerardo¿ a que le temes?

Gerardo¿ que es lo que sientes de ser padre? R me siento bien, es de las cosas que mas me gustan, aunque no es sencillo, ya que no puedo estar siempre con Ismael, estoy pendiente de el, hablo todos los días, lo veo cada 15 días un fin de semana completo, y antes de la pandemia y si no tenia trabajo, puedo pasar por el a la salida de la escuela, los lunes, miércoles y viernes. Me siento feliz de ser padre.

R: A fallarle a mi hijo a no poder, darle lo que necesita, que se

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sienta solo, y que no me tenga confianza para contarme sus cosas, a que se aleje de mi, y no quiera saber ya nada de mi, a que una persona le haga daño, y no poder defenderlo. Gerardo¿ que sentiste cuando te dijeron que si querías ser padre? R: me sentí feliz, aunque no sabia si de verdad es algo que yo quería, ya que tenía 2 años de relación con ella, y teníamos 3 meses que me fui a vivir con ella, la verdad yo traía otras ideas en la cabeza, pero también en mi cabeza rondaba la idea de ser padre. A si que cuando me lo pidió no pude decir que no, y ya estábamos ahí buscando tener un hijo. Gerardo¿ por que sientes que fallas como padre? Creo que viene, por el echo de que no pude continuar con la relación, y por que siento que abandone un proyecto, en el que me involucre, y lastime a 2 personas, esa es mi principal falla, dejar a mi hijo abandonarlo, y también el echo de que falle como pareja, le falle a su mamá, y es algo que estoy tratando de superar, de que en ocasiones las cosas son a si, de que todo tiene un fin y aunque se intento no se logro. Gerardo ¿Qué es lo que mas extrañas?

Extraño, ver la sonrisa de Ismael, escucharlo reír, y que e diga papá que vamos a comer, ahora cuando estamos juntos, lo que me gusta es que me cuente, lo que le pasa, por ejemplo ya se que esta enamorado de una de sus compañeras, me dijo un poema que le gusto, y me pregunto que hacia, yo le dije que se lo diga, pero que debe estar consciente de que ella igual no siente lo mismo por el y que no se debe de enojar, o molestarse con ella por eso, y el me dijo, si papá ella es mi amiga y no importa somos amigos. Y eso esta bien. Gerardo ¿Qué le dirías a tu hijo? Le diría Ismael, eres la persona mas importante de mi vida, el día que llegaste a mi vida, revolucionaste todo a mi alrededor, me enseñas a diario una lección, a veces no las aprendo, te pido una disculpa, por que me separe de tu madre, igual no entiendas ese acto de egoísmo que tuve contigo y con ella, pero creo que al final es lo mejor, no vamos a dejar de ser familia, ya que con tu mamá siempre va existir un vinculo, y siempre le tender cariño y aprecio, hoy a tus 9 años me alegro de ser tu papá y de verte sonreír y feliz. Podría seguir así, creo que es un acto liberador, pero debemos proseguir, con estas palabras. Como estas, se que en ocasiones eres Gerardo y otras eres

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Jerry, no han sido días fáciles, recuerdo que a finales del año pasado todo indicaba que este sería un buen año, pero no lo fue tanto, el año pasado después de 3 rompimientos, conociste a otras personas, y una de esas fue quien te comento de este taller, y claro la tengo que mencionar, pues fue uno de esos seres mágicos que te lleno de luz, y si es triste que no le devolvieras tu la luz de esa misma forma, aun que el recuerdo y amor siempre se lo tendrás, ya que durante estos meses de pandemia ella estuvo ahí, también el que estuvo ahí es Ismael, lo mejor de la pandemia creo fue estar con el, todos los días, estar juntos, jugar, reír, escucharlo, abrazarlo, saber que pese a todo estaba ahí contigo, te compartía sus alegrías y sus miedos, recuerdo que te comentaba que le gustaría que volvieras con su mamá, y tu le decías que eso ya no seria posible, el te veía a los ojos sonreía y te decía si papa ya lo se, a lo que me recuerda, que le diríamos a ese Gerardo de 28 años el cual esta unos días de ser padre, creo que le diríamos hijos querido estamos a casi un mes de volvernos papa, pero bueno no te preocupes, falta un mes para la llegada de la persona mas importante en tu vida, bueno en nuestra vida, Ismael Emiliano Martínez Ramírez, si con todo el nombre por que nos llena de orgullo y se nos hincha el pecho de ser padre, de un niño feliz y muy tierno, que nos alegra de solo verlo o escucharle la voz, bueno no te adelanto nada, se que tienes miedo por que no sabes que tipo de padre vas a ser, solo te diré que no te es-

pantes, dentro de lo que cabe creo que lo vamos hacer bien, bueno eso creemos nosotros, siempre existirá una persona que tratara de hacerte ver mal, es normal que tengas miedo y ese no se nos quita, ¿sabes por que? Por que tenemos un hijo, y somos responsables de el, de su educación, a si que no temas a esta decisión la vas armar, me gustaría decirte que va ser fácil, pero no lo va ser, vas a llora y vas a sufrir, pero las horas de felicidad, y las sonrisas que te brindara Ismael van a ser suficientes, para que te den las ganas de seguir, se que estas emocionado, por que Haydee si Haydee ella es la madre de tu hijo, ella que solo fue uno de los peores encuentros sexuales que los 2 han experimentado, podemos mencionarlo y contarlo, por que después se volvieron una pareja y hoy estas a casi un mes de ser papá, y formaras un familia con ella con esa mujer que te enseño muchas cosas, la que te alentó a buscar trabajo, la que te echo porras mientras realizabas tu tesis, la que fue tu maestra de vida en esos primeros años que vivieron juntos, y decidieron procrear un nueva vida, a si que animo y no tengas miedo, lo vas hacer bien, lo vamos hacer bien, créeme que cuando te digo, que la primera vez que cargues al Ismael vas a temblar, pero nunca vas querer soltarlo. Posdata, disfruta esta etapa por que no se va repetir. Si eso seria lo que me diría, aunque bueno Jerry tu también terminaste un proyecto, no manches de la nada te volviste coordinador de un taller y trabajaste en comunidades, poco a

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poco sigues en tu camino, buscando acercarte a ese sueño, que siempre has perseguido, claro no ha sido de la manera mas lineal pero, nada lo es, claro esa semana fue muy fuerte, darte cuenta de que los comentarios de Haydee de aun te afectan en gran medida, es verdad que aun sientes esa culpa por la separación y el engaño, pero tienes que comenzar a ir para adelante, eres responsable de algo y estas pagando las consecuencias, pero puedes dejar que eso te siga afectando lo que piense ella de nosotros, lo que hagamos, y dejemos de hacer, aun nos cuesta trabajo quitarnos esa aprobación de ella, la cual no entiendo por que, bueno si ya que es la mama de tu hijo y en su momento fue la persona mas importante en tu vida, le estas agradecido, pero debes continuar debemos continuar, seguir adelante las cosas no son fáciles, y lo que vine tampoco lo va ser, tenemos que ser fuertes Gerardo, por que estamos tomando un camino, importante y no podemos dejarlo, por los comentarios de terceros, esta pandemia quiero creer que me hizo crecer en algunos aspectos y en otros me dio la oportunidad de seguir, y tratar de dejar cosas atrás, vamos a creérnosla que podemos, trabajar y ser buenos en lo que realizamos, y tal vez en el futuro, podamos lograr ese sueño que nos propusimos lograr, creo que somos un buen padre, damos lo mejor que podemos, no es fácil ya que no siempre lo vemos, ni estamos con el, pero lo amamos y sabemos que es feliz y eso es lo que importa, quisimos te-

ner un hijo, nadie nos obligo, no tengas miedo fallar, y si lo hiciste aprende de esas fallas, por que Ismael es la personas mas importante en tu vida, y te ocupa listo y seguro, somos su ejemplo, y debemos seguir creciendo, juntos si se pude, si podemos. Posdata, no dejes de soñar y continúa trabajando, espero que entres años estemos logrando eso por lo que trabajamos, que Ismael este ahí feliz con esa sonrisa que lo caracteriza y esas grandes ocurrencias.

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Migrante, empresario y proveedor

Ronald Panduro

Pertenezco a una generación de nacidos después de la segunda guerra mundial. Soy de una generación que nos ha tocado vivir una gran cantidad de cambios sociales que marcaron la historia de la humanidad. Formo parte de la generación como dicen, de personas felices, equilibradas y activas; una generación que le gusta dedicar parte de su tiempo a las actividades culturales y al aire libre. Iniciaban los años ochenta y a mis 27 años trabajaba para una empresa importante, con un buen puesto, y en mi trabajo se comentaba mucho que se avecinaba una situación difícil en el país. Vivía en aquel momento con mi padre y mis hermanos. No olvido en aquel momento el sueño que tenía de irme del país y tener algún día mi propia empresa y para eso ahorraba cada dólar que podía conseguir, porque en esa fecha no se podía comprar dólares fácilmente en el país. Lo que más me dolía en aquel momento era dejar a mi padre porque hacía poco tiempo que había enviudado, también sentía dejar a mis hermanos, porque éramos una familia muy unida. Una mañana, le dije a mi padre que me iría de casa, cuándo él me preguntó: A donde te vas, le respondí que fuera del país, muy lejos, se me quedó mirando. Sus ojos se humedecieron, se secó las

lágrimas. Luego me habló como siempre lo hacía; me dijo que a él le pasó igual. Luego agregó, que estaba bien, que confiaba en la educación que me había dado. Le agradecí por todo lo que recibí de él Luego me tomó de las manos y me dijo: Déjame darte unos consejos, hijo: En primer lugar, procura no tropezar con la misa piedra; segundo nunca duermas demás; tercero, no olvides tus raíces; y por último, me dijo, ahorra. Tres meses después salía del Perú rumbo a Colombia, ni siquiera tenía idea en donde terminaría al iniciar ese viaje, me quedaba claro que mi meta era llegar a Italia me gustaba ese país para vivir, además siempre había soñado aprender italiano. Me casé, y a los 30 años esperaba el nacimiento de mi primera hija, ya estaba preparado, “según yo”, nadie me había enseñado hasta este momento que al llegar a ser padre, se venían una serie de obligaciones y compromisos, mi vida cambió por completo. El embarazo, con visitas periódicas al médico, luego llegó el momento del parto, tenía que contratar los servicios de un médico y un hospital porque iba a necesitar una cesárea. Una vez que nació la niña había que equipar su cuarto con la cuna y todo lo que se requiere para una recién nacida: carriola, juguetes, pañales, leche especial, papillas y ropa que por cierto van dejando rápidamente, sin olvidar las

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frecuentes visitas al pediatra para las chequeos, vacunas, etc. Primero nació la niña tres años después el niño, la niña a los tres años ingresó al Kínder y el niño 3 años después. Ahora si se vino lo bueno, llegaron las inscripciones, colegiaturas y materiales, era el comienzo, luego vino la primaria y con la primaria siguieron las inscripciones, colegiaturas, libros, cuadernos, sin olvidar los uniformes de diario, de gala, de deportes, tenis, zapatos, calcetas, etc. Además ambos tuvieron que entrar a quirófano siendo muy pequeños por problemas de amigdalitis y adenoides. Terminado éste período llegó la secundaria y posteriormente la preparatoria y luego la Universidad. Las inscripciones y las colegiaturas son mucho más altas dependiendo de dónde deseas que tus hijos estudien. Nunca olvidé las recomendaciones que me dió mi padre cuando abandoné mí hogar; tampoco olvidé mi responsabilidad como padre. Trabajé mucho para cubrir todas las necesidades para mantener a mi familia, mucho menos he olvidado el gran ejemplo de mi padre de cómo cuidó a su familia, esa fue una de sus grandes enseñanzas. Ahora me pregunto si realmente valió la pena dejar todo atrás, la tierra que me vio nacer, mi familia, los amigos del

barrio, los compañeros de la escuela, los compañeros de trabajo. Irme a un lugar a donde no conocía a nadie y nadie que me conociera. También me pregunto si creo que fue mi mejor decisión, ahora pienso que también allá en mi tierra podría haber logrado todos esos sueños, pero no estoy seguro. Viví en varias ciudades de varios países. Trabajé mucho, dejé todo atrás por un futuro diferente. Me esforcé trabajando por mantener a mi familia para que nunca les faltara nada. Sacrifiqué mucho tiempo con mi familia por el negocio, y vi poco crecer a mis hijos, o más bien no los vi crecer. Cuando me quedé solo con mis hijos me dediqué a trabajar mucho más aún para que no les faltara nada. Si bien es cierto que ellos estudiaron y terminaron sus carreras, llegó el momento en que la mayor se fue de la casa, y sólo recibía de vez en cuando un mensaje de saludo. Cuando él menor se fue de la casa, perdí todo contacto. Ahora tiene más de dos años que no sé nada de él, ni un saludo desde que se fue. Los recuerdo con mucho cariño, y justifico el abandono diciendo, que les dí todo sin esperar nada a cambio, que así es la vida, eso me tocó vivir. Ahora extraño que me escriban aunque sea un mensaje de vez en cuando, ansío sus abrazos y besos, a veces les recuerdo, pero no lloro

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por el silencio de ambos, tampoco me arrepiento por todo el esfuerzo que hice por ellos y menos por mantener a mi familia. La gran satisfacción que me queda es que trabajé para la educación de mis hijos pagué sus colegiaturas y sin costo para el erario entrego un par de ciudadanos bien formados y útiles a nuestra sociedad. Cuando me preguntan como llegué a afrontar esa responsabilidad de proveer a mi familia con todo lo necesario, siempre he comentado de mis logros, viajes, una vida medianamente holgada, y si me preguntan que nunca pasé por momentos críticos donde me haya encontrado ante una imposibilidad de proveer, contesto que sí, pero me cuesta decir cómo lo viví. Esa parte de mi vida casi lo tengo borrado de mi mente, haré un esfuerzo para hacerles saber esas experiencias. La llegada a mi querido México fue difícil. Pasé por muchos malos momentos y malas experiencias, pero después del primer semestre las cosas cambiaron totalmente. Empecé a ver como se iban cristalizando mi sueño, y justificar el haber abandonado mi patria. Fueron tiempos de gran esfuerzo de mucho trabajo, no porque yo tuviese que estar frente a una máquina produciendo, sudando la gota gorda y no digo que eso sea malo, sino porque mi esfuerzo y búsqueda me dio la oportunidad de empezar en una empresa que me cobijó y que no desaproveché, al inicio como ejecutivo y luego como

socio. Me dediqué muchos meses a encontrar la proyección del pequeño negocio, tenía unas ganas enormes de comerme el mundo, ser diferente a muchas personas que había conocido en mi vida y a imitar a otros que fueron mi inspiración, al año, el éxito empezó a llegar con un crecimiento no solo de la empresa sino el mío en lo personal. Esto pasó durante los siguientes catorce años, para entonces gozaba de cierta estabilidad económica, pero llegado el año de 1994, al inicio del gobierno de Ernesto Zedillo y la salida de Carlos Salinas llegó un terrible golpe a la economía del país: cero reservas, inflación, devaluación, el país estaba quebrado. Para aquel entonces teníamos tres empresas. Meses antes se veía la situación de la economía se tornaba difícil en el país, y para nosotros fue insostenible. Nos vimos en la necesidad de cerrar nuestras empresas. Teníamos deudas en dólares, debíamos a muchos proveedores, pero la deuda que más nos afectó fue la que teníamos con los bancos. De la noche a la mañana me encontré sin trabajo y sin negocio. Fue un terrible golpe para mí, no sabía qué hacer, porque además cerrar la empresa significó tomar parte de mis ahorros para pagar las deudas que crecieron como espuma. Tenía algunos ahorros, y algunos bienes, para ese momento ya tenía casa propia. Acostumbrado a trabajar no supe qué

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hacer, cómo ocupar mi tiempo, me dediqué a mi entretenimiento en aquel momento, que era trabajar la madera, de esa manera distraía mi mente. Tardé un año en volver a trabajar, pero durante ese año, los primeros meses los ahorros se fueron agotando, empecé a vender las joyas que teníamos, el dinero se acababa y nadie me daba oportunidad de trabajar, con la experiencia que tenía. En las noches no podía conciliar el sueño pensando qué pasaría cuando se acabasen todos los recursos que tenía. Que haría si en el momento de pagar las colegiaturas no tuviese el dinero, en ese entonces tenía a mis dos hijos en escuelas privadas. Para el octavo mes mis preocupaciones se hicieron realidad, no tenía para pagar las colegiaturas, luz, teléfono, agua, etc. Entré en una angustia terrible. Diario salía a buscar trabajo de lo que fuera, no podía dormir, me desanimé mucho, caí en una depresión terrible mi esposa me animaba, me decía que no desesperara. Por primera vez en mi vida estaba afrontando el miedo que tienen todos los hombres para mantener a la familia. Me estaba pasando a mí, no lo podía creer, era mi triste realidad en ese momento. Esa situación pudo mucho conmigo y me dolía porque nunca fui un holgazán, y mucho menos irresponsable, estaba viviendo las consecuencias de una crisis donde no tuve ninguna responsabilidad.

Pasaron muchas noches de desesperación que abrazado a mi esposa, lloraba de coraje y de impotencia; coraje porque nadie me daba oportunidad de trabajo y la impotencia porque me consideraba un profesional con muchas ganas de trabajar y años de experiencia empresarial. Para enfrentar la situación empecé a vender ropa en un tianguis en compañía de mi esposa, trabajábamos únicamente sábados y domingos, esos pocos ingresos ayudaron en la economía familiar. Reconozco que mi esposa jugó un papel muy importante en todo ese trance no sólo me alentó a seguir adelante sino que también me apoyó, no me dejo caer. Después de buscar trabajo durante muchos meses al fin logré asociarme con un amigo para sacar adelante su empresa que estaba pasando por momentos difíciles. Volví a empezar, un año después de la crisis, el pasado empezaba a ser un mal recuerdo, un trago amargo en mi vida. Pero no fue el único trago amargo. A finales del año 2005 llegaron un par de empresarios españoles a la Ciudad de México vendiendo telas especiales para la fabricación de trajes de baño actividad a la cual se dedicaba mi empresa. En España estaban pasando una terrible crisis económica y estos fabricantes de telas venían a rematar sus inventarios.

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Ellos me hicieron una gran oferta, era una súper oportunidad de negocio. Un mes después estaba viajando a Europa. Antes de mi viaje platiqué con mi esposa haciéndole saber lo que pretendía hacer y que necesitaba su apoyo y confianza, la idea era que tenía que usar todos nuestros ahorros para efectuar esa compra y según mis cálculos nos beneficiaría mucho esa negociación. El dinero ahorrado estaba destinado a comprar una nueva casa, al principio mi esposa dudó, me dijo: que tal si no salía el negocio. Al final logré convencerla y accedió. A mi regreso al país comenté a mi asesor de seguros lo que hice en mi viaje. Me hizo muchas recomendaciones en cuanto a la seguridad de la mercancía, por la inseguridad que estábamos viviendo en aquel entonces. Ignorando sus consejos me arriesgué en una operación algo ilícita con la intención de no pagar los impuestos correspondientes. La mercancía llegó y en el trayecto de Veracruz a la Ciudad de México el contenedor desapareció, la agencia aduanal no sabía nada del camión, de transporte ni del chofer. } Se robaron el contenedor con las telas que había comprado. Fue el peor regalo de cumpleaños en toda mi vida. Levanté la denuncia correspondiente y pasé por una peregrinación tra-

tando de recuperar mis telas. Tres meses después me dí por vencido y acepté mi pérdida con resignación. Me encontraba desesperado, mi esposa ignoraba lo que estaba pasando y hasta aquel momento no tuve el valor de contarle, porque sabía las consecuencias que traería. Cuando ella se enteró estalló la bomba, adiós el plan de casa nueva, y lo peor de todo, empezó a desmoronarse mi relación matrimonial. Caí en una terrible depresión. Tenía que volver a empezar una vez más. No me desanimé, recuperé mi estado de ánimo y seguí en el negocio trabajando más duro que antes porque aún tenía a mis hijos y necesitaba seguir manteniéndolos. Lamentablemente eran otros tiempos, era cada vez más difícil. Aunque me costó levantarme, más nunca pude recuperarme. Es cierto, perdí amigos, perdí mis raíces, pero nunca perdí mis ganas de trabajar y seguir adelante, entiendo que todo logro requiere de sacrificios y obviamente tuve mis pérdidas en ese aspecto. A pesar de todas esas experiencias, ahora puedo decir con certeza que fue mi mejor decisión, no tengo duda alguna. Hice lo que tenía que hacer y logré todo aquello que soñé. En cuanto a la familia estoy orgulloso de lo que hice, cumplí con mi mandato de padre, si podría tener una nueva oportunidad, sólo cambiaría algunas cosas.

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Un aprendizaje importante para mí es que debemos mantener un equilibrio entre el trabajo y la familia, porque no todo es el dinero, ayuda mucho, da tranquilidad, pero no es todo. Ahora me veo en el futuro a 10 años de distancia con mucha esperanza de vida, espero llegar en óptimas condiciones, fuerte, entero físicamente y mentalmente. Lo que más le pido a la vida es que no me limite mis movimientos y mucho menos el funcionamiento de mi mente, para que pueda seguir pensando, creando y haciendo cosas. Sigo muy activo: ahora pienso más y me muevo menos.

Como verán no todo fue color de rosa no obstante mi espíritu de lucha, mis sueños, mi dedicación y amor al trabajo, muchas veces existen situaciones no sólo internas también externas fuera de nuestro control, siempre tenemos que estar conscientes de esos cambios repentinos porque muchas veces nos hacen cambiar nuestras vidas y afectan a nuestras familias. .

Tengo una nueva familia donde hay: mucho amor, comprensión y armonía. Hago ejercicio a diario practico hata yoga y ahora estoy aprendiendo Tai Chi, además estoy estudiado porque a pesar de la edad deseo estar cada día mejor preparado. Leo, tengo nuevos proyectos, hago todo por estar ocupado, me dedico diariamente un par de horas al cuidado del huerto, lo hago con mucho cariño es una de mis pasiones. A futuro espero una vejez tranquila, no quiero ser una carga para nadie, no quiero ser un viejo amargado, tengo miedo a tres enfermedades que me gustaría nunca tenerlos, Alzheimer, Parkinson o un cáncer. Me consuela saber que genéticamente no tengo antecedentes de estos tres males. Hoy deseo seguir dando pasos firmes.

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La mentira, mi válvula de escape Carlos Martínez

Hola, yo soy Carlos y hoy les contare un poco sobre mi, mis sentimientos y mi iniciación en lo que yo encuentro como una salida fácil, las mentiras. Como me he venido dando cuenta a través de los años los hombres padecemos muy seguido de este mal que no nos deja expresar nuestras emociones correctamente y también solemos tener problemas fuertes de comunicación. Crecí en una familia católica y se hacía fuerte hincapié en el buen comportamiento y en como todo lo que hacíamos era juzgado por dios que estaba presente en todo momento, funcionando como un tipo de consciencia que todo el tiempo te está diciendo que hay que hacer lo correcto. Mi educación por supuesto fue católica, aunque fue primaria y secundaria solamente comprende el inicio de mi adolescencia y mi despertar sentimental y sexual. En casa éramos una familia convencional, mi papá, mi mamá, mi hermana mayor, mi hermano de en medio y yo el más pequeño. En Mi familia lo que decía mi padre como jefe de la casa era ley, el fue de esos padres que su método de reprimenda era la agresión física, desde una burla, un coscorrón hasta el uso del cinturón u algún otro objeto o simplemente la mano. No muy diferente a como llegue a conocer a papás de mis conocidos de la escuela, algunos mas alivianados otros más es-

trictos, pero al final el patrón era parecido Mi papá solía ser medio lengua larga, alguien sin filtros cuando se sentía en confianza, mi mamá llego a confrontarlo pero hubo ocasiones en las al contestarle el le hablo muy fuerte y de manera grosera solo porque no quería escuchar su opinión y yo no vi que se disculpara con ella en ese o en algún otro momento, si lo hizo en privado eso yo no lo se, pero regularmente se arreglaban, por lo general cuando había una pelea no se hablaban hasta que alguno cedía a comunicarse, normalmente era mi mamá y creo esto porque en la casa en la que vivíamos se dividía en dos partes y también vivía la familia de mi papá, mi abuela, dos tías y dos tíos, cinco adultos más en los que se refugiaba mi padre cuando algo malo pasaba en su matrimonio, ¿y a mi madre en casa que le quedaba? Sus hijos y ocasionalmente mi abuela cuando la veíamos a escondidas. en esa casa las reglas las dictaban los adultos aunque yo pude notar varias veces desconfianza entre mis tíos y mucha carrilla, lo que llevaba a que en cuestión de sentimientos casi nadie hablara con seriedad o fueran muy reservados, mi madre tardo mucho tiempo en decirnos a mi hermano y a mi el motivo por el cual casi no veíamos a mi abuela, mi papá y ella tuvieron un disgusto y en vez de solucionarlo simplemente mi papá le prohibió a mi mamá que pudiéramos verla. Y así muchas veces noté como los adultos nos ocultaban cosas u omitían información relevante sobre temas delicados pues

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mi familia era mucho de guardar las apariencias, lo que los llevó muchas veces a mentir descaradamente frente a nosotros los niños, esto hizo que yo llegara a normalizarlo, mentir para bromear, mentir para evadir un problema, mentir para obtener algún beneficio, mentir para diversas cosas, mentiras blancas les dicen, lo que no te dicen es que poco a poco y sin control esas mentiras blancas irán escalando y en distintas direcciones en tu vida. Tarde mucho en abrir los ojos y darme cuenta de la hipocresía y lo doble moral que llegaba a ser la familia. Así llegamos a mi yo de 6 años, cursaba primero de primaria, recuerdo un día, faltaba poco para salir de clases pues el recreo ya había pasado cuando a mitad de un ejercicio tocan la puerta para interrumpir a la maestra, era una niña de tercero de primaria acompañada de su hermanito de preescolar que en esta ocasión llamaré Jorgito, pidiendo permiso para hablar con la maestra, hablaron por un momento para después anunciar algo, resultaba que a Jorgito durante el receso, se le cayó una moneda de cinco pesos mientras jugaba, misma moneda que alguien más grande tomó y se la guardó, Jorgito había reconocido al niño que tomó la moneda y fue al salón a acusarlo directamente, resultó que ese niño era yo. Me sentí muy confundido y hasta cierto punto asustado, pues yo en mi vida había visto a Jorgito y no recordaba haber tomado una

moneda en el recreo, no entendía lo que pasaba ni porque me estaban atacando, la consecuencia fue que me mandaron un reporte y mandaron llamar a mis papás para resolver el asunto. Yo estaba seguro de no haberlo visto, yo estaba seguro de que no había tomado su dinero en el recreo, yo estaba seguro de mi de que no había robado ni nada por el estilo como me lo señalaban la niña y Jorgito, sentí las miradas de todos mis compañeros, al estudiar en una escuela católica constantemente nos hablaban del pecado y como la acción del pecado hacia sentir triste a Dios, aquella persona que siempre nos observaba desde lejos, siempre juzgando y alentándote a siempre hacer el bien, yo sabía reconocer una acción buena de una mala. Pues bien, yo insistí mucho en que yo no había sido, yo estaba seguro de no haber tomado el dinero pero aún así la maestra o no me creía o no podía emitir un juicio, unos días después mis papás hablaron conmigo y al sentirme acorralado me invente una historia de lo que había pasado siendo yo el niño honesto que tomaba el dinero y se lo devolvía a Jorgito, al otro día fue mi papá a explicar la situación y que por tal motivo no se le iba a pagar nada a Jorgito y así yo quedaba libre de culpa. Ese día entendí que aún estando seguro de estar

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diciendo la verdad y creyendo tener la razón no había forma de que creyeran mi versión si nadie más la apoyaba de igual forma si daba una versión que nadie pudiera comprobar podría salir librado del problema. Recordando esta anécdota me llegan memorias de otro día distinto al que me acusaron del robo yo encontrándome una moneda tirada en el patio y gastarla a la salida con mis amigos. Me sentí victorioso y aprendí que aún con mentiras puedo salir de mis problemas, que ingenuo fui. Claro que mi familia influyo demasiado en mi vida y en mis decisiones, recuerdo que desde mi familia existían las burlas hacia los varones que llegábamos a presentar conductas ligadas a lo femenino, afeminados les dicen, yo inmediatamente “corregía dichas actitudes” pero bueno crecí a lado de mi madre y ella fue la que se encargo de educarme y enseñarme muchas cosas, claro que iba a tener conductas ligadas a lo femenino, hoy puedo comprender que no tiene nada de malo y que incluso no debería ni siquiera ser señalado pues el que tengamos conductas asociadas a cierto estereotipo de genero es una forma de control, es una forma de mantener el estatus quo. Todas estas conductas tóxicas fueron llevadas hasta mi salón de clases, yo confieso haber sido ese niño que molesta-

ba a otros si es que tenían conductas afeminadas, violentaba verbal y físicamente a los niños ”diferentes” incluso hubo un compañero que comenzó la primaria en mi salón, estuvo en segundo y yo junto a mis compañeros lo molestamos tanto que para tercero de primaria ya no se reinscribió, ese niño llego a hacerme quedar mal frente a una niña que considere una amiga, esa vez recuerdo haber sentido mucho coraje, hoy lo entiendo y no lo culpo por ello, después de todo lo que le hice eso fue lo menos que me pudo haber pasado. Todo esto afecto la convivencia en esa etapa infantil de mi vida. En casa las cosas eran distintas, era una competencia constante entre yo y mis primos a ver quien hacía la pendejada más grande, la broma más fuerte. Tengo un primo que era constantemente objeto de burla por siempre congeniar más con lo femenino y por preferir jugar con mis primas y sus muñecas que fútbol con nosotros, a claro porque en mi casa estaba muy bien definido que los niños juegan juegos más rudos y “apropiados para niños” mientras que las niñas solo deben jugar a la cocinita, a las muñecas y ese tipo de juegos regularmente asociados con niñas. Hoy me siento extraño al no poder tener la confianza de abrirme con mi familia, esa que se supone que te apoya y te protege en los momentos difíciles.

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Es esa misma familia, la que era tan mocha que los temas sexuales no se tocaban mas que para hacer algún chiste en doble sentido, mi padre me habló de sexo hasta los 16 años, a los 12 yo estaba viendo mi primer película porno, con eso me eduqué y no solo yo, creo que hay toda una generación de personas que creció viendo pornografía y sexualizando los cuerpos de las mujeres desde temprana edad. Para mi eso se convirtió en una obsesión, casi diario veía algo, desde que se podían descargar fotos en aquella época de internet de conexión telefónica hasta pequeños videos de menos de 1 minuto de duración. Salí de la secundaria siendo virgen y así me mantuve hasta los 21 años. Ya no era el mismo, me volví retraído, adicto a los videojuegos y a la pornografía. Cada año que pasaba la presión que ponía sobre mi para conocer alguien y por fin tener relaciones sexuales era muy grande, tan gtande que no pasaba y peor me sentía. En varias ocasiones me hicieron saber que soy guapo, pero mi egoísmo no me dejaba salir de la pregunta ¿si les gusto porque no me hablan? Y es chistoso porque vivimos en una sociedad en donde la mujer era juzgada y tachada de fácil o algún otro peyorativo si es que ella decidía tomar la iniciativa. Después de notarme atractivo intenté acercarme a las personas, tratar de agradarle a las mujeres con las que convivía, quería generar interés y parecía que lograba lo contrario,

siempre me hizo falta seguridad, me daba pena hablar, acercarme a las personas no ha sido sencillo en mi vida y a las mujeres demostrando interés sexo-afectivo menos, poco a poco fui utilizando el recurso de estar tomado para poder lograr mantener una plática y solo bajo la influencia del alcohol es que finalmente logré tener la tan esperada experiencia. En este momento me gustaría tener una pequeña platica conmigo, cuestionarme algunas cosas pues ya han pasado algunos años de las anécdotas y vivencias que comenté y ya comprendo mejor mis problemas y he hallado el origen de algunos de ellos así que comencemos con esta pequeña entrevista: Entrevistador: ¿cómo te sientes después de tantas revelaciones? Entrevistado: No ha sido fácil el proceso, darme cuenta de cómo mi familia ha sido un factor tan grande en mi personalidad, como había normalizado tantas conductas tóxicas y nocivas me ha hecho replantearme mis creencias y mi pasado. Entrevistador: ¿qué quieres decir al replantearte tu pasado? Entrevistado: Pues siempre fantaseo con la idea de regresar al pasado y enmendar mis errores, conforme pasan los años me he dado cuenta que es mejor aprender de dichos errores y vivir el presente que vivir en la fantasía. Lo que quiero decir

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al replanteare mi pasado es verlo con los ojos de mi yo adulto que ahora comprende muchas cosas que antes no podía y dejar de juzgar mi yo del pasado basado en juicios morales actuales, debo aprender de ello y sobre todo aprender a perdonarme. Entrevistador: ¿Este proceso ha ayudado a relacionarte mejor? Entrevistado: Yo creo que aún estoy en ese proceso, y tomando en cuenta el momento por el que estamos pasando realmente no he visto mucho progreso en mi comunicación con otras personas más allá de mi pareja pues se ha limitado la convivencia solo a la persona que abre la puerta en el trabajo, mi compañero que me reemplaza en el estudio y mi novia, que es donde he notado un gran avance. Cuando todo comenzó ambos éramos muy distintos, ambos teníamos muy normalizada la violencia machista y dicha convivencia, ha sido todo un proceso de descubrimiento esta relación pues por primera vez me he hecho cargo de mis sentimientos y los he afrontado, he hablado cuando me disgusta algo y no me espero a guardarme las cosas pues solo genero tensión en la relación además que nos hemos podido entender mejor. Hemos convivido por mucho tiempo en confinamiento y aquí seguimos. Amándonos.

Entrevistador: ¿Te importa mucho lo que los demás piensen de ti? Entrevistado: Pues me conozco, y siempre me han influido todas las personas con las que me relaciono, mis amigos, mi familia, mis ex parejas, y pues sobre eso me he dado cuenta que ha sido mi manera de congeniar socialmente, tuve varias amistades durante cada etapa escolar por así decirlo que influyeron demasiado, siempre era yo el que poco a poco se acercaba y cuando pones a alguien extrovertido a lado de alguien introvertido uno siempre va a iniciar la conversación, yo el introvertido normalmente me dejaba llevar y procuraba caer bien. Entrevistador: ¿Siempre fuiste así?, a mi parecer usas algo parecido a una mascara social que es con la que tratas de caer bien en un principio. Entrevistado: Una máscara, me gusta como suena y ha decir verdad es algo que me servía para congeniar, para poder tener algo en común con las personas, y pues poco a poco te vas desenmascarando conforme vas conociendo a la gente, en mi caso me gustaba adquirir nuevos gustos, escuchar nuevas ideas, siempre fui muy receptivo y se podría decir que muy condescendiente también.

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Entrevistador: ¿Tu no crees que sea malo usar máscaras verdad? Entrevistado: Pues en mi caso la usaba para ocultar inseguridades, para sentirme más cómodo conmigo alrededor de otras personas, me di cuenta que todo el mundo lo hace como forma de sobrevivir en una sociedad moralina y prejuiciosa, en donde valen más las apariencias y lo que los demás piensen de ti. Y sobre todo yo lo veo así, todos siempre se levantan con su cara normal pero para salir a trabajar se ponen una máscara en la que a veces son los divertidos o los serios o algún otra personalidad, se quitan esa y se ponen otra a la hora de irse a divertir si es que la convivencia va más allá y son otras personas delante de su familia. Entrevistador: ¿Y no crees que esa creencia sea un motivo por el cual mientes para caer bien? Entrevistado: Actualmente me doy cuenta de ello, a veces es inevitable sentirme ansioso al tratar con gente nueva, pero ya puedo sobrellevarlo mejor y he logrado tener amistades valiosas sin necesidad de ocultar mi yo real, un compañero alguna vez me dijo que le daba la sensación de yo era alguien mamón después de conocerme me dijo que le caigo chido, que si me veo medio enojón pero que le caigo bien. Tal vez esa es otra de las máscaras que aún mantengo y de las que no me he librado, pero finalmente me siento bien así. Por ahora.

Entrevistador: Que bueno que ya te empiezas a dar cuenta, aun necesitas trabajar muchos aspectos de tu vida, tu familia ¿crees poder tener esa confrontación? Entrevistado: Es raro, así como me he dado cuenta de muchas cosas y muchos cambios para bien en mi vida, también he notado como mi familia ha ido evolucionando, siento que la relación de mis padres ha mejorado desde que se fueron a vivir solos, aunque eso solo es desde mi perspectiva y de lo poco que platicamos, respecto a la confrontación no quisiera reabrir viejas heridas así que por ahora no lo considero necesario, mi padre se nota más receptivo al cambio de pensamiento moderno, el aún es de la vieja escuela por tal motivo aún le choca la evolución que está teniendo la sociedad, tal vez no es mucho ni muy visible desde muchas otras perspectivas diferentes a la mía pero yo si puedo notar un cambio, y ese cambio ha sido para bien. Entrevistador: Quisiera cerrar esta conversación con ese aire de esperanza y fe que tienes y esperar que la vida mejore, que sigas aprendiendo y cada vez te hagas más responsable de ti y de lo que dices. Entrevistado: Gracias Carlos, de verdad me hacía falta esta plática y quisiera cerrar esta conversación con una pequeña carta que le dejaré a mi yo del futuro, como una cápsula del tiempo en la que pueda dejar un precedente de este avance y

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esta evolución de pensamiento en mi vida Mi estimado Carlos, a través de los años he visto como ha cambiado poco a poco la relación que tienes con tus sentimientos, al principio eras algo torpe pero tal parece que ya vas entendiendo, muchas veces utilizaste las mentiras en muchas de sus formas de aplicarse para crear ese falso sentimiento de bienestar, aunque por lo general sueles juzgarte a solas, eres blando y flexible, te describiría como alguien medio verguero, si, aún te burlas de ti mismo y de las situaciones que te rodean, aún hay algo que no te deja avanzar por completo y que te detiene, aún te mientes pues te cuesta trabajo dejar atrás todos esos privilegios adquiridos por ser hombre, aún te cuesta trabajo no sexualizar mujeres y aún te hace falta más sinceridad para con las personas que amas, no los proteges de nada más que de tu yo tóxico y común, sigues tratando de encajar en un mundo que ya esta hecho para ti aún cuando sabes lo mal que es aprovecharse de dicha situación. Sigues dejándote llevar por las apariencias, aún se te dificulta pedir perdón y ya hasta que parece que todo está perdido sueles tomar acciones importantes.

aceptar eso, muchas cosas en tu relación se basan en lo complaciente y condescendiente que eres, siempre queriendo quedar bien. Por lo menos ha traído algo bueno, ahora ya lo reconoces, ya puedes aceptar eso y muchas otras cosas más e tu vida. Me gustaría que hablaras con tu familia, que dejaras bien en claro quien eres, un hombre de 32 años bisexual y marihuano, dos grandes estigmas sociales pero que solo es eso, ignorancia y falta de información, eso puede corregirse con una buena plática, agradecerles por la persona que eres ahora, por las decisiones que tomaste y por lo bueno que te aportaron. Si sientes necesario hacer alguna reclamación eres libre, tus padres te entenderán y te aceptarán tal cual eres. Cumple tus sueños y espero que logres todas esas metas que te has propuesto. Siempre estaré contigo.

Que bueno que comenzaste este proceso de deconstrucción, pero también debemos aceptar que si no es por tu novia no lo hubieras empezado, y parte de dejar la mentira atrás es

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NOVIEMBRE 2020

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