Monólogos pandémicos para mujeres valientes (tercera generación) por FARO La Perulera

Page 1

TERCERA TERCERA GENERACIÓN GENERACIÓN

PRESENTADO PRESENTADO POR POR ALUMNAS ALUMNAS DEL TALLER TALLER DE DE MONÓLOGO MONÓLOGO AUTOBIOGRÁFICO AUTOBIOGRÁFICO DEL DE FARO FARO LA LA PERULERA PERULERA DE 1


INDICE Lo personal es histรณrico 4-5 Introducciรณn: Itzel

No niego quien soy, 6-10 si admito de donde soy Xochilt Segura

Ostracismo 11-17 Samantha Sartillo

Ambivalencia del rechazo 18-25 Betsy Cornejo

Linamorfosis corporal 26-31 Lina Polanco


TERCERA TERCERA GENERACIÓN GENERACIÓN PRESENTADO POR ALUMNAS DEL TALLER DE MONÓLOGO AUTOBIOGRÁFICO

DE FARO LA PERULERA


Lo personal es histórico

Itzel Arcos

Han sido días difíciles. Un año histórico que nunca olvidaremos las generaciones que lo hemos vivido, se termina. Acaso será el fin de un paradigma y el inicio de otro. Las incertidumbres nos minan: ¿Qué pasará el próximo año? ¿De qué irá la economía y el panorama laboral? ¿Cuánto tiempo más nuestra ciudad seguirá funcionando a la cuarta parte? En el marco cotidiano también nos hacemos otras preguntas: ¿Qué haremos con el insomnio? ¿Qué nuevas estrategias nos inventaremos para sobrellevar la ansiedad? ¿Y el toque de queda sobre nuestros rituales de reunión? ¿Volveremos a algún punto en que respirar sin cubrebocas no sea un lujo? Pensar que hace algunos meses no podíamos ni si quiera abarcar lo valioso que era hacer tantas cosas que ahora quedan volando. Nos adaptamos rápidamente a la nueva realidad, o más bien a la nueva transición: andamos aprendiendo a llevar nuestra vida en pantallas, a sobrevivir de manera espiritual y económica con las herramientas actuales, hasta aprendimos a pasar nuestros rituales a la virtualidad….procesos que desde luego están abiertos. Y es entre estas preguntas, estas transiciones y estas adaptaciones que hemos llegado a la tercera generación de los Monólogos Pandémicos para mujeres valientes. La generación que cierra este año inolvidable y que une este muestreo de

4

perspectivas individuales a la vivencia colectiva. Hoy más que nunca tener conciencia de la historicidad representa un privilegio y una necesidad, pero también hoy más que nunca es necesario entender que la historia se hace en la vida cotidiana, que la memoria se honra todos los días, hablamos constantemente de no olvidar hechos históricos para evitar repetir, pero poco hablamos de que estos hechos históricos no sólo se viven en la vida pública, comienzan en los cuerpos que habitamos, en la conciencia de nuestros recuerdos, en la honra de lo que fuimos y el respeto al deseo de lo que queremos ser. En esta crisis civilizatoria las fichas se mueven de maneras potentes y una base de esos movimientos, sin duda son los impulsados por las mujeres. Somos las mujeres, las protagonistas de estos cambios y de los trazos del futuro, son voces como las de estos cuatro monólogos las que muestran la potencia de los cambios privados en políticas públicas. Cuando una mujer cambia por dentro, la transformación tiene repercusiones inabarcables. Cuando una mujer mapea su memoria las piezas de su ambiente inmediato se mueven. Cuando una mujer se imagina en un futuro, las propabilidades se abren. En el reconocimiento de una relación conflictiva tan primordial y primitiva como la relación madre hija mostrada en el


una pequeña muestra de las mujeres en el 2020: sus encuentros, batallas y diálogos internos…y como cada explosión interior es capaz de provocar un sismo exterior. Lo personal es histórico, el mundo interior es el proyecto de la realidad exterior.

monologo de Xochitl. Erika Jong escribía: El feminismo lo transmiten las madres, por ausencia o por presencia. La primera mujer que vemos, las primeras alianzas o traiciones que pactamos. En el diálogo profundo de Betsy consigo misma, “nunca se había hablado bonito tan seguido” dijo en una clase. Cuando una mujer reconfigura la manera de hablarse a sí misma, el mundo se vuelve a mirar. En la confesión honesta de Lina preguntándose que tanta lava hay en el volcán de las cosas que se ha escondido para sí misma…. Y aceptar que nunca más se volverá a esconder para evitar la incomodidad de los cercanos y lejanos. Ganarse terreno a sí misma. En la batalla ganada de Samanta sobre sus propios miedos: tomar un taller, escribir, hacer comunidad. ¿Qué es la comunidad si no un conjunto de personas que tienen un objetivo en común y un vínculo de empatías? No importa si dura 16 sesiones o tres años. Al escuchar a las otras sanamos todas, y sana la sociedad también. Escribir estos monólogos, guardarlos, editarlos, administrarlos es nuestra manera de registrar el momento histórico en

5


No niego quién soy, si admito de donde vengo Xochitl Segura Romperé el silencio y mi voz será escuchada. Te abriré mi corazón, tomaré tu mano para saltar al abismo. Prepárate para atenderme diez o más minutos. Relataré la relación que he tenido con mi mamá, con temor de terminar hablando de ella en algún párrafo y de por eso, perder mi voz. ¿Por qué hablaré sobre mi madre y yo? Verás, soy una persona aburrida, hija de casa y lo más emocionante que me ha sucedido es cuando cociné el huevo perfecto. No estaba crudo y la yema quedó intacta. No conozco el mundo y hasta ahora, no me ha interesado salir a enfrentarme contra él, eso de ser independiente y de “volar con tus propias alas” no combina con mis expectativas comodinas de vida, ¿cuándo somos más fuertes, cuando estamos solos o cuando estamos juntos? Con mi mamá he pasado los mejores y los peores momentos de mi vida. Ella es todo un personaje, es amable y agresiva, pasiva y violenta, soñadora y centrada. Es bien sabido que somos constructos, nuestra propia idea de nosotros mismos parte de la colectividad en la que estamos sumergidos. Aprendemos de forma tanto consciente como inconsciente de los seres que nos rodean. Yo me formé con base en la interacción con mi madre. Soy hija única, mi madre me tuvo a los cuarenta años, sufrió un embarazo “geriátrico” por su edad. Yo siempre bromeo

6

con ello. Nací por cesárea, así que prácticamente no nací, me extirparon como a un tumor, el médico le dijo a mi mamá: “Señora jamás habíamos visto que un tumor llorara, es un milagro”. Ese tumor, esa masa amorfa llena de prejuicios es hoy una mujer fuerte que ha intentado tolerarse, que a sus casi treinta años sigue viviendo con mamá. Crecer con ella fue algo complicado. Siempre pensó que yo debía actuar como una anciana prematura. Cuando era niña, era una niña con sobrepeso. “Vaca, gordinflona, marrana, puerca, sebosa…” fueron algunos halagos que mis amigos me dedicaron. Tanto mamá como yo teníamos malos hábitos alimenticios. Después de estar muy gordas, ella entendió que debía obligarme a mejorar mis hábitos. Empezaron las peleas por mi peso, por mi sedentarismo y por mi negación rotunda a colaborar. Ella se dio cuenta que no solo heredé sus ojos sino también su necedad y demostró quién de las dos era la más necia. Por alguna manera debía entenderlo, bajar de peso o crecer y seguir subiendo hasta que los kilos de más se convirtieran en un verdadero y caótico problema. A la edad de diez años, empezó mi calvario. Ella me decía que, si no bajaba de peso, una patrulla nos llevaría a las dos, ella a la cárcel y a mí a una guardería infantil, en la que me pondrían


Detesté mis piernas gordas y morenas, mi cadera y mis nalgas prominentes. Quería tener el cuerpo de persona helado, con las piernas delgadas y la espalda gorda. Mi madre hacía todo lo posible para que me aceptara, me tiraba choros mareadores sobre la importancia de la autoceptación y el amor propio, pero al mismo tiempo me decía “te va a explotar la tiroides como a mi tía María si sigues tragando así”. ¿Qué quería que hiciera? Preocuparme por mi apariencia ¿o dejarla pasar porque era una “niña” y las niñas no deben estresarse por ello? A veces sentía que mi mamá era dueña de mi propio cuerpo, sentía a mi madre como una sombra vigilante encima de mí y asfixiante bruma. A parte de gorda, yo tenía bigotes, mi mamá siempre lo remarcó, aún cuando yo tenía 12 años, me hizo ser amiga de la cera de depilar. ¿En qué manual de maternidad te dicen que debes inculcar estereotipos de belleza a una mujer desde antes de que ella sea consciente de su apariencia? Lo sé, son concepciones que vamos adquiriendo inconscientemente.

en adopción hasta que encontran a una madre “responsable” que no permitiera que me convirtiera en un ser de 200 kg. Obviamente le creí, aparte de ser abogada, mi madre era sabia, era la voz de la razón. Por mucho tiempo viví con miedo. Veía a las patrullas y empezaba a sudar, se me cortaba la respiración, sumía la panza y trataba de bajar la mirada para que no me llevara. La forma en la que “me hacía entender”, me hería. Mi mamá pecaba de sinceridad y en su intento por abrirme los ojos, me lastimó. Por supuesto que yo llevé la contraria, empecé a guardarme rencor, a profesarme odio y a autodespreciarme. En la secundaria (pobre de mi madre, lidiar con una adolescente chola, medio emo y seudo depresiva) los compañeros eran muy crueles. Recuerdo una vez que me mandaron una serie de cartas firmadas bajo el seudónimo de “Anónimo”, quien es el escritor más famoso del mundo. Por un momento me sentí “normal”, querida y aceptada hasta que un día caché a dos de mis supuestas amigas muriéndose de risa, repitiendo una de las frases de las cartas: “adoro tus piernotas”, En ese momento me cayó el veinte y entendí lo que mamá trató de explicarme, mi cuerpo era algo que además de ser mío, era de los demás porque era la cáscara que guardaba mi interior. a partir de ahí empecé a odiarme más y a tratarme peor, si nadie me quería ¿por qué yo debía de quererme?

7

Sin embargo, ella me inculcó ideas buenas: l hacer ejercicio, comer sano y llevar una rutina; practicamos varios deportes, bailes e hicimos muchas dietas, aunque al mismo tiempo me decía que me amara como luciese. ¿Cómo hacerlo si mi cuerpo estaba en constante cambio? ¿Cómo lograrlo si buscaba un ideal de belleza impuesto? ¿Cómo podía aceptarme si mi


figura femenina, mi Pepe grillo me decía que estaba muy gorda pero que así me debía de aceptar? Aún no lo comprendo. Mi lucha sigue. Continúo peleándome con el espejo, sigo evadiendo comentarios del estilo “haces mucho ejercicio, deberías hacer menos y comer más sano”, “¡ándale otro taquito!”, “estás volviendo a ser sedentaria, ya tienes pancita”… Es inevitable no sentirme mal, llorar y frustrarme porque a mis 27 primaveras no sé lo qué hacer con mi cuerpo ni de qué manera separarlo de la visión crítica de mamá y la de los demás. Esta pelea de polos contrarios conforma nuestra relación personal. Por un lado, cada una trata de soltar a la otra, pero por el otro, ejercemos control la una sobre la otra. ¿Cómo es esto posible? Mi mamá me dice que soy libre para hacer lo que a mis ovarios les da la gana, pero eso no implica el sexo o el separarme por mucho tiempo de ella. Yo quiero que ella sea feliz y libre, aunque me siento cuando les presta más atención a otros o no está conmigo cuando yo la necesito. Y para mi infortunio, he hecho las mismas críticas de su persona. “Deja de tragar en exceso (sin mí)”, “no uses blusas aguadas te ves gordísima”, “haz pesas, tus brazos están holgados”… ¡Obviamente! Estamos vivas, el paso del tiempo deja huella. En esta pelea entre nuestros cuerpos, ejercemos “un autoritarismo metafórico”, acompañado por ideas de lo que un cuerpo femenino debe ser. Ese autoritarismo nos lle-

8

va a los extremos entre el amor y la violencia. Por ejemplo cuando mamá se frustraba por su enojo azotaba las puertas o rompía cosas como los frascos del café y la mermelada y decía que se iba a suicidar. ¡Una vez salió y no regresó hasta dos horas después! Yo era muy niña, esperaba lo peor. En ese tiempo no había celulares que permitieran saber del paradero de una persona. Por un momento creí que la iba a ver en las noticias colgada de un puente o desecha bajo las llantas de algún carro. El tema de la violencia es fundamental porque ninguna de las dos tiene una buena educación sentimental, no expresamos nuestros pensamientos, los manifestamos a través de acciones y palabras que se esconden tras la sinceridad para lastimarnos. Aunado a ello, somos vulnerables ante las críticas, no las soportamos. A veces las palabras duelen por más tiempo que los golpes, las que en su mayoría no aparentan ser ofensas. Ella me ha dicho: “qué arrastradita eres, hijita” y “¡ojalá nunca hubiera nacido!”. Cuando me mordió un perro la cara me decía: “Juan Charrasqueado”. Cuando estamos tranquilas, exclama cosas como: “¡por ti vivo, sin ti no estaría aquí”, “¡gracias a Dios que te tengo!”… Estás últimas oraciones son para mí un peso enorme, ya que significan que yo siembre debo ser un pilar, debo estar fuerte y no puedo per-


mitirme errar porque mi mamá depende mí y depende de mi estabilidad. ¿Con todo lo anterior sigo sosteniendo que nuestra relación es maravillosa? Sí. Mi mamá ha tenido que lidiar con muchas decepciones, las que la han llevado a padecer de depresión por no haber sido hombre, ya que mi abuelo quería un varón y tuvo cinco niñas, porque uno de sus cuñados le pasó el pito por su cuerpo, por perder un poco la audición, por “ser la hija cara de boxeador y cuerpo de perro” y demás vivencuas… Aunque ella no lo admita, yo creo que más de una vez pensó en el suicidio. Pasar tanto tiempo pegada a ella me ha dado la oportunidad de conocerla y en gran medida, de disculparla por sus acciones y sus palabras. He aprendido que: las mamás son individuas y antes de nosotros tuvieron vida y experiencias, si no las cuentan es porque firman como un pacto en el que se guardan sus vivencias para dedicarse a la cría en cuerpo y alma como si ser mamá fuese una ruptura en la vida de una mujer. Mi mamá dejó de ejercer su carrera para dedicarse a mí. Consiguió dinero extra para que su hijita no llevase tenis “Chombers” a la secundaria. Me dio de su comida cuando hubo escasez y soportó mis maltratos y humillaciones.

¿Cómo no comprenderla y apoyarla? Más que agradecimiento por parirme, mantenerme viva y procurarme, siento admiración. Yo soy egoísta con mi tiempo y con mi vida, yo no dejaría mi carrera por cuidar a un bebé. Mamá siempre me pide que le dé nietos, yo me niego. Estoy muy mimada y crecí con el reflejo de mi madre, el que fue construido con base en la devoción a los hijos. Esta devoción me ha hecho sentirme inútil y vulnerable para enfrentar los problemas reales de la vida, me han convertido en un ser ansioso y temeroso del exterior. Una compañera me comentó algo como: “hablar de la madre siempre significa ponerla como santa o como diabla” y hay mucha razón en ello. ¿Culpo a mi madre por mis propios problemas? No, han sido mis decisiones y las actitudes que he querido perpetuar, así como he continuado con los estereotipos de belleza. Yo también me he vengado, he sido cruel con ella, la he minorizado y me he burlado de su forma de ser mamá y de ser persona, ya que sufre la maldición de ser hiperestesiada. De ella también he aprendido el ser flexible ante las situaciones, ser ahorrativa, apoyar a los seres que me rodean, ser empática y sensible (estás últimas características todavía están en construcción). Sin embargo, también soy una persona difícil, nada me parece, me cuesta trabajo dejarme querer, me incomoda la fragilidad y la vulnerabilidad de los demás.

9


“Todo te parece mal, con nada te doy gusto”, me llega a gritar. A pesar de su personalidad geminiana, idealiza el futuro, sus ensoñaciones son sobre mundo en el que estemos plenas y en el que seamos prósperas. Insiste en que yo soy una persona maravillosa, típico discurso de madre, y en que debo ser más optimista. Ella piensa que la vida es un regalo y por tanto, debemos valorarla y disfrutarla aunque seamos “un muerto llevado por una lucecita”, que es el alma. Como buena hija, me burlo de ella, de sus planes, de sus ensoñaciones y de sus planes de vida. Las dos estamos en el mismo camino más avanzamos con cuerpos diferentes. Yo veo lo vacío del vaso mientras que ella lo ve lleno. Yo creo que la vida es un vacío que llenamos con significados creados, ¿a fin de cuentas, qué es el éxito y qué es el fracaso? ¿Quién inventó la idea de hacer un plan de vida, de llenar el futuro con idealizaciones? Seguramente fue un blanco, provida, privilegiado, cuya vida estaba asegurada y aún con ello, nada lo podrá salvar de la raya. ¿De qué sirve soñar si no sabes si el día de mañana regresarás a casa? Después de todo es una la elige en qué creer con base en su experiencia de vida. Culpar a los demás es un autogol. Es ponerse en el papel de la víctima incapaz de tener criterio propio, quien es un juguete de la otra persona. Si bien, hasta cierta edad somos poco responsables de nuestras acciones,

la mayor parte de nuestra vida somos responsables de nuestras propias decisiones y construcciones personales. Aunque debo aceptar algo, mi madre tiene la culpa por hacerme creer que puedo contra la adversidad aun cuando me saboteo, que debo respetarme y hacer que me respeten, a cuidar mi cuerpo y a trabajar en mí. ¿Ha sido difícil convivir con ella? Claro, hasta en las Chicas Gilmore Rory se peleó con Lorelei, ahora imagina en la vida real. Las situaciones se tornaban insoportables, las plegarias al cielo porque me llevara Dios o el Diablo aumentaban, las discusiones subían de tono y yo rompía las tazas favoritas de mi madre como desquite. Sin embargo, yo no he recibido el apoyo que mi mamá me ha brindado. ¿Tú soportarías que tu hija treintona siga en casa “estudiando” y jugándole a la escritora? Somos nuestro soporte, somos lo único que tenemos y conocemos. En un acto de rebeldía, soy lo que yo también construí para mí con base en lo que experimenté en cabeza ajena.

10


Ostracismo

Samantha Sartillo

Soy Samanta y me inscribí al curso para hablar del falso fracaso de tener 28 y no haber logrado nada; sin embargo, descubrí que lo que mi corazón quería vociferar era sobre la carencia de pertenencia, de ser parte de otras vidas, significar en otras personas, retumbar fuera de estas 4 paredes, ser eco de otras voces. Ser vida y formar vidas. ¿Se puede vivir así?, ¿Qué debemos estar pasando para sentir que no somos parte de otros cosmos?, ¿Qué no contamos con redes?, ¿Qué estamos solas? ¿Qué no somos masa? Cuando tenía edad para imaginarme mi vida adulta, siempre dibuje a una mujer fuerte, muy libre en cuanto a las relaciones sexo afectivas y con un buen de amistades, de esas que se dibujan en las series o en las películas, con las que haces todo y tienes experiencias locas y únicas. Mi familia me considera amiguera, curiosamente yo también lo creía. Ahora a mis 28 años, que son pocos, pero que a veces me pesan, me pesan un chingo, me doy cuenta que nunca fui amiguera y que tampoco pude afianzar grandes relaciones de amistad, pero si largas, larguísimas relaciones sexo afectivas. Tan largas que solo he tenido dos novios formales y si contamos los pasajeros con una sola mano se cuentan, y ni hablemos de las parejas sexuales. De pensarme como una perso-

na poliamorosa, me convertí en una mujer monogamica y de pensarme como una persona re amiguera y re amiga, pues… como que le fallé a la Samanta de hace 15 años. Tampoco es que crea que las amigas y amigos que tengo no valen, que no los considero como mis amigues… Ahora que lo pienso me costó un chingo para afianzarlas y la verdad es que tampoco soy una persona que las procura. Las amistades que tengo son como cactus, de esos súper resistentes a las inclemencias, de esos que se dan en la calle y te preguntas ¿cómo es que han sobrevivido? Ah, pero como me quejo de ¿por qué yo no puedo planear un viaje y presumirlo en las redes sociales? como mis contactos, ¿por qué no tengo fotos absurdas y de tiempos vanos con mis amigues?, ¿por qué pocas personas me escriben feliz cumpleaños? y eso que Facebook les recuerda, ¿por qué no me organizan una fiesta sorpresa? como yo en una ocasión lo hice, ¿por qué no me invitan a celebraciones familiares? o ¿ir a comer a sus casas, ver una película o salir a pendejear? Recuerdo que tenía un amigo que sí lo hacía, me invitaba a comer tacos, a salir a pendejear, casi siempre me negaba porque mi mamá iba a pensar otra cosa, porque no podía decir solo “ahorita vengo, voy con Roberto por unos tacos”, con 25

11


años y temía que me dijera “no sales”. Que me tratarán como morra de secundaria y me doy cuenta que actué como tal. Otras veces me negué porque sentía que en sus salidas había una intensión oculta. Sentía muy en el fondo que él seguía teniendo un interés romántico hacia mí. Sí lo tenía o no, no lo sé y no importa ahora. Como buena persona cuerda y muy consciente de su amor propio, un día sin más ni menos me mandó a la verga. Practicante me dijo eres una mala amiga, me escribió algo así “yo siempre estoy cuando me llamas y tú siempre te niegas a acompañarme”. Recuerdo que me sentí indignada y por respeto a su sentir creo que le dije que entendía, claro que no, me sentí ofendida y creo que hasta pensé que era un pinche sentido. Así de pinche egoísta y ególatra fui. Hoy me doy cuenta que tiré a la basura una amistad con la que bien pude tener miles de fotos e incluso hasta hacer un viaje en moto, así bien Instagram. La verdad es que todavía sigo siendo así, rechazando invitaciones porque no hay dinero, porque no hay tiempo, porque Antonio no puede, porque la culpa, porque nunca faltan los no. Sé que estoy bien pendeja y que tengo una incapacidad para ser una buena amiga, no sé cómo he logrado mantener a mis amigues, si ni nos vemos. En el fondo quisiera que la frecuen-

cia en que nos aparecemos en nuestras vidas fuera más constante, pero tampoco busco esos encuentros, ni físicos, ni espirituales, ni virtuales. No sé cómo acabe siendo la morra que ve a su pareja como su gran amigo, como su único gran amigo. Por las noches quisiera llorar, no puedo porque comparto mi vida con él, no es que no lo ame, pero a veces no puedo creer que mi mundo se límite a una sola persona. Porque mientras mi amiga de la prepa se azota por no poder tener una relación sexo afectiva, como la mía, yo me azoto por no tener amigues y salir con otras personas a parte de mi pareja, tal como ella lo hace. La verdad me alcanzo En mi locura de evadir mis pendientes de años y de llenarme de más actividades, me inscribí a un curso de Periodismo comunitario, la palabra comunitario me llamó la atención. El primer día iniciaron con una serie de preguntas una de ella me puso en jaque, más bien todas: ¿qué has hecho para mejorar tu comunidad? Ante mi mente en blanco le pregunte a Antonio, siempre recurro a él cuando estoy insegura o de plano no tengo ni idea. Él respondió “nada porque no pertenezco a ninguna”. Me sor-

12


prendió que no se tomará el tiempo para pensar su respuesta y la naturalidad de sus palabras. Él tuvo el valor decirlo en voz alta, a diferencia de mí. Así fue como fue evidente que no me siento parte de algo, que ni siquiera pude decir que mi familia es mi comunidad, al menos para salir bien librada en el ejercicio. Lo peor es que el cuestionario seguía y debíamos escribirnos mensajes de Whatsapp entre los y las compañeras del curso. Yo tenía una cara de fastidio, pensaba ¿neta, nos vamos a entrevistar?, ¿qué voy a contestar?, ¿no a todo? ¿tendré que mentir?, ¿qué me voy a inventar? ¿y si nadie me pregunta a mí?, ¿o si nadie me responde? La lista de pregunta fue: ¿De dónde eres? ¿Para ti qué es comunidad? ¿Qué papel tienes en tu comunidad? ¿Cuáles son los problemas que identificas en tu comunidad? ¿Qué observas que tu comunidad está haciendo para resolver esos problemas? Respuestas: Soy de Neza, no sé, no tengo, no me siento parte de una, no hago nada. Quiero ser parte de una, no sé cómo hacerlo, creo que en este curso no aprenderé a formar o ser

parte de una. Ahora me siento vacía, sin rumbo, mmmm no soy nadie. Gracias cuestionario por hacer visible la herida. Desprendimiento Mi amiga del trabajo a quien antes nombraba como mi compañera, no sé por qué temía decirle mi amiga, la despidieron. No recuerdo bien como empezamos a coincidir, ni como empecé a confesarle cosas y ella a mí. Seguro fue la vez que ella, David y yo nos prometimos como morres de prepa ir a ver a Café Tacuba y al Vive Latino, lo cual nunca paso, pero para ese entonces ya estamos muy ebrias y ebrio. Lunes primer día de clases 11: 00 de la mañana Liliana manda un mensaje al grupo diciendo “suerte espero que les vaya bien, me corrieron”. Leo su mensaje, no puedo creerlo, pienso que es una broma, le escribo directamente. Trato de controlarme de no ser invasiva y no mostrar demencia. Vuelvo a leer su mensaje “Me corrieron”, trato de darme una explicación y cada vez que lo hago me digo, le digo a mi hermano: “Es imposible que la hayan corrido, sí es muy buena, las y los morres la quieren un chingo, es rifada en lo que hace”, y sigo con la perorata. Me doy cuenta que estoy al borde del pánico. Sigue sin escribirme, entró en pánico, quiero llamarle, sé que

13


es demasiado, quiero escribirle de nuevo, para hacer de su conocimiento que estoy aquí, al pendiente. Sé que es demasiado, veo el celular y al fin me escribe y me confirma “Sí me corrieron, me dieron un argumento tan chafa, al final firme”. Trato de darle ánimos, recuerdo cuando a mí me corrieron y me sentía de la verga, así que le doy ánimos, pero ¿a mí quién me va a dar ánimos? Quiero escribirle que la voy a extrañar, que con ¿quién platicaré?, ¿con quién me voy a aliar?, ¿con quién me voy a quejar?, ¿a quién voy a secundar?, ¿quién me va a secundar? No se lo digo porque sé que eso te pone peor. Pasas los días y medio que tratamos el tema, quiero comprender ¿por qué ella?, ¿por qué tuvieron que correr a alguien? Me dice que no se agüita y trata de verle el lado positivo, ya estaba harta y además la escuela le quitaba el tiempo para seguir con su proyecto, ahora con la liquidación se irá de vacaciones y lo invertirá en su escuela. Yo me siento aliviada por ella, pero por fin me brotan las lágrimas, Antonio solo me abraza y me dice: “¿qué te ha dicho?”, yo callo.

tomar, quiero creer que así será. Sigo llorando, él piensa que estoy triste por ella, no es por ella es por mí. El llanto se va apagando.

Sigo llorando y pensando ¿con quién voy a platicar?, me pregunto ¿si solo era una compañera chida del trabajo?, ¿si ahora ya nada nos une?, ¿a quién le voy a compartir memes?, ¿a quién voy a acudir cuando esté hasta la madre?, ¿si nunca más nos volvemos a ver? Ella me ha prometido que cuando volvamos a clases presenciales pasará por mí y nos iremos a

Hay temporadas que solo veo las historias de Instagram y mi corazón se hace pequeño, veo a todas compartiendo y repartiendo amistad, menos a mí. Por lo que deducir la conclusión es fácil: tú no sabe ser amiga. ¿Será? Ese pensamiento invade todo mi ser al grado de olvidarme que existen y están presentes más personas.

¿Por qué mencionas que te sientes sola? ¿Estás solas en este punto de tu vida? Es cierto que tengo una pareja, mi familia, amigues, súper contados y casi ni les veo porque la única constancia es la intermitencia de esas relaciones y eso me pesa. Más cuando la realidad que me muestra las redes sociales me hiere y hace que me pregunte ¿por qué no salgo en la foto?, ¿por qué no estoy ahí?, ¿por qué mi presencia no fue requerida?; ¿por qué no puedo ser su amiga?, ¿somos amigas o simplemente buenas conocidas?, ¿fuimos amigas? o ¿qué fuimos?; ¿por qué ya no puedo formar parte de su vida, significar en ella, pasar y hacer un trazo en su vida?, ¿será que ni los recuerdos podemos compartir?

14


Retroactividad ¿Siempre fuiste así?, ¿alguna vez tuviste lo que quisiste o siempre estabas poniéndote el pie? Siempre pienso que, si la samanta de 16 años no se hubiera enculado, si tan solo se hubiera dado cuenta que nuestra adolescencia se le estaba yendo de las manos, otro gallo nos cantaría, otra vida estaríamos contando. Sin embargo, no fue así y lo hecho o no hecho, ya está. Es molesto saber que los tres años del CCH se me fueron en dedicarle mi tiempo, mi vida, aunque ¿cuál vida? a él. ¿En qué estaba pensando? Siempre me reprocho ¿por qué no fuiste a festejar el cumpleaños de tu mejor amiga?, ¿por qué lo preferiste a él?, ¿por qué no lo mandaste a la verga cuando te impidió tácitamente ir a tomar con tus amigas?, ¿por qué te despediste de ellas y tomaste la micro para ir a comer con tu mamá y él? y no hacer nada más que eso: comer. El deseo de hablar y conocer medio CCH, tener encuentros casuales y formar redes de todo tipo se frustraron. De hecho, nunca existió tal cosa, solo en mi mente, porque en la realidad mi mundo era él. Quisiera regresar a ti, a la Samanta de 16 años, sin tener que reclamar, regresar a ti para mirar nuestros errores y no vol-

verlos a cometer para hacer un buen presente y tener un gran futuro, sí claro, un gran futuro. Pero tal parece que no quiero porque en el fondo no te he perdonado, ¿qué debería perdonarte? Nada, viviste como la vida te pudo decir, cómo pudiste entenderla a esa edad. El tiempo lo cura todo. En el fondo soy una persona que tiene fe, fe en el tiempo, aunque siempre vea el presente como un infortunio y el pasado como un largo episodio patético de una serie de televisión que nunca debieron grabar. Pero trato de tomar distancia, a veces mucha, a veces tengo que pararme de manos para que mi pasado cobre sentido y me pueda resignificar en un mejor presente. Sin embargo, hay una lucha constante entre lo que quiero en esta vida y con lo que ni sé qué quiero. Lo único seguro es que deseo encontrarme y dejar de estar peleada con la vida, dejar de tener disonancia cognitiva. Vendrán lluvias suaves Escribo estas líneas con la esperanza que el tiempo nos vuelva una, con la esperanza que sea una carta bruja y que al leerla diga “Se decretó”. En el fondo presiento que no será así, no entiendo porque mi pensamiento funesto siempre impera y embarga mi mente.

15


Han pasado 10 años desde que nos reencontramos, desde que empezamos a escucharnos, escribirnos y reescribirnos. ¿Sí nos encontramos? Claro que sí. Solo que no somos constantes, ese es nuestro gran defecto. Es un fantasma que nos surra al oído, que lo sentimos en la nuca cada tanto y que a veces logramos sacudirlo, otras no. Es un proceso de ida y vuelta que para muchas personas es fácil, pero para nosotras no y después de mucho tiempo al fin lo entendiste, al fin lo entiendo. No andarás de trotamundos, no conocerás a Carlino, no haremos una estancia a Argentina, ni te irás a vivir a otro lado. Muchas veces viste como opción irte a otro Estado, a Puerto Vallarta, Colima, Oaxaca, Querétaro. Esa necesidad de huir, de pensar que el lugar que habitabas estaba maldito, que necesitabas otros aires, otro inicio, así como la protagonista de Bajo el sol de Toscana, pero a diferencia de ella, tú no tenías un guardadito bajo tu colchón para comprar una finca y hacer de nuevo la vida. Tal vez me faltó impulso, ser arriesgada, vale madres, pero el miedo de regresar con la cola entre las patas o el miedo de saber que el lugar no estaba maldito, sino Yo, me impidió salir corriendo. No tenemos tatuajes, no tenemos lo que deseamos a los 12, 14, 16, 18, 22, 25 años, pero sí tenemos lo que deseas en este

momento, sentido de pertenencia, sentirte arraigada, sentirte parte de algo y de un chingo de cosas más. Hacer y ser comunidad. Te alegra en el fondo no irte de Neza y empezar a edificar. Sabes que habrá sacrificios y temes que sean más de los esperados y que no sea lo que has imaginado. Descuida, el miedo no es malo solo no dejes que te embriague. Samanta, tenemos lo que NO deseábamos: una pareja, un perro, un gato, un carro y una casa. Tenemos lo que tanto quería tu ex novio de la prepa y que temías que se cumpliera si seguías con él. Más bien, el miedo era compartir la vida con alguien equivocado, de reconocer tu capacidad de amar, de saber que puedes construir una familia, saber que mereces amor y que alguien es merecedor de tus esfuerzos y afectos. Realidad Me inscribí al curso con la esperanza de encontrarme, de encontrar mi voz. De saber que soy capaz de escribir y de provocar afectos; además, sentía que era el momento de hablar de mi infancia, de la adolescencia, de mi presente, de mis miedos, mis enojos y mis frustraciones. En realidad, quería mentarle la madre y mandar a la verga a la vida. De hecho, en mi mente ya tenía construido mi monólogo. Pinche monólogo, me lo dije un día mientras me bañaba y conforme pasaron las semanas, se diluyó. Se diluyó para bien.

16


Hoy me siento aliviada, no al 100, pero ya no siento esa desesperanza con la que inicié el curso. Me sentía perdida, asfixiada, vegetando, llenándome de trabajo para sentirme útil, más no viva. Me sentía frágil, sentía que en cualquier momento me iba romper, pero tenía que fingir, fingir que no estaba rota, sentía que se darían cuenta y que me iban a romper todavía más. Sentía que la vida me estaba dando una putiza y que yo era un perro asustado, que basta ver el palo de la escoba para mascullar. Ya han pasado dos meses de esa vez que la subdirectora me llamó la atención por decir una estupidez. Ahora lo digo muy campechanamente, pero en ese momento, cuando habló conmigo, yo ya me veía yendo por mi liquidación. Ese día lloré, terminé mis clases, apagué la compu y me puse a llorar. Ese mismo día mi consuelo fue Natalia lo arruina todo que justamente habló de las lágrimas y que a veces lo que necesitamos es que fluyan para sentirnos mejor. Mi consuelo fue una persona virtual. Entré con el desconsuelo de que no he formado una comunidad, de no pertenecer a una. Sé que después del curso nosotras seguiremos con nuestros rumbos, como lo hemos hecho, pero sé que en este tiempo fui parte de una comunidad, mujeres que al igual que yo estamos en la necesidad de

reescribirnos, resignificarnos, de buscarnos, encontrarnos y no soltarnos. Me siento tranquila y más segura. Me han dicho que escribo desde la contradicción, eso me gusta, seguro por eso mi texto está plagado de peros, de disyuntivas. También me han dicho que soy dura conmigo y que soy alguien que NO se quiere reafirmarse a través de su pareja. Ese es un descubrimiento que ni en las más ponsoñoza peda lo habría develado, pronunciado tan siquiera. Sigo llena de pelusas, ahora las he podido barrer, no de deshacerme de ellas, pero al menos puedo mirar una parte del piso, darme cuenta que tengo, lo que he deseado, no de la forma que esperaba, tal como le pasa a Frances, es cierto, no me fui, pues no soy una escritora exitosa que vendió su casa para irse a vivir a Toscana. Pero sí estoy parada observando una escena cotidiana de mi vida, como ella lo hace, y al mismo tiempo me preguntó ¿qué te parece? y respondo ¿qué me parece? que sea cumplido tu deseo. ¿Mi deseo? Sí, nos dijiste que querías ser masa, ser parte de todo y ahora mira a tu alrededor, se ha cumplido.

17


Ambivalencia del rechazo Betsy Cornejo

Tengo un corazón confundido que por las noches me habla. Ha sido así desde hace años, las razones han sido cambiantes pero el pasado, es el pasado lo que por momentos me atormenta. Es en las noches de insomnio cuando entre recuerdos, lo noto. El rechazo. Un sentimiento latente, corrosivo que parece avanzar en cada palpitar, como una marejada de negra brea corrompiendo todo a su paso. Unas hebras que tejen oscuridad y angustia, que marchita la vida en mí.

que por las noches me asustan y no me dejan dormir.

Hoy vengo a compartir mi historia, una relación que me acecha desde niña, del rechazo ambivalente, porque va de ellos a mí, de mí a ellos en un ciclo sin retorno.

Hoy vengo a hacer una confesión, de mí para mí, vengo a confesar el rechazo que ha rondado por mi vida desde niña, pero que no había querido, no había podido, hasta hoy elevar mi voz y hacerme notar. Confieso que sí, me he sentido rechazada por aquellos a quienes más amo, pero también confieso, que ese rechazo en ocasiones sigue siendo un rechazo hacia mí misma.

ENTRADA CONFESIÓN Subtema: El odio en el amar Yo confieso, ante ustedes, ante mí, que me he equivocado, mucho. Que no sé cómo terminar una discusión, pero mira que para iniciarla, sale sin esfuerzo. Confieso que me contradigo todo el tiempo. Digo cosas que me gustan, pero a veces actúo de otra forma. En ocasiones soy intolerable, hábil e incluso algo manipuladora. Confieso que a escondidas me gusta ver videos de teorías chabacanas y criaturas paranormales

Confieso, que el año pasado fue horrible para mí y había días en los que ya no quería despertar porque el cúmulo de ausencias dolía demasiado en el alma. Confieso también, que confesar algo cotidiano es fácil, que aceptar algo que la otredad puede apreciar es mucho más simple, pero lo oculto, siempre se resiste a develarse.

Porque, ¿en qué consiste hacer una confesión? ¿Decir algo oculto? Como, por ejemplo, ¿decir lo mucho que me he odiado por hacer cosas tan sencillas como tirar el agua de un vaso o responder de forma equivocada en clase, por ser torpe y tropezarme, tirar las cosas, caerme o pegarme? Y las burlas después… ¡Oh las burlas! ¡Cómo me dolieron! Porque por mucho que lo intentaba, no podía hacer las cosas bien. Confieso que amo mucho a mi familia, a mis amigas y amigos,

18


a quienes me rodean, pero en ocasiones, también los odio, ¿Eso me hace una mala persona? ¿Por qué los odio a veces? A mi familia, por sentirse con el derecho y el poder de hacer las cosas siempre mejor que tú, a su manera, a su tiempo. Que todos y cada uno, somos más importantes que el otro. Que en lo individual, mis problemas, sus problemas, tienen más valor. Que, aunque caminemos entre llamas, aparentar que todo está bien es casi obligatorio. A veces, los detesto por querer “tapar el sol con un dedo”, en un lugar donde cada uno es ajeno, solo y en ocasiones triste, pero sin querer cambiar. Porque a veces, vivimos en un lugar donde hay tanta empatía que asfixia y se sobrepasan límites. A mis amigos y amigas por nombre, no por hechos, quienes me dieron la espalda una y otra vez, una y otra vez cuando más los necesitaba, pero yo, aún con eso, sigo y sigo para ellos. Y es cuando aparece el sentimiento, el rechazo de mí hacia cada uno de ellos. Es también cuando el rechazo hacia mí crece por la culpa, la culpa de no quererlos siempre, de también odiar a veces. Lo recuerdo bien.

ANÉCDOTA Subtema: Esto es rechazo Eran las 2:30, había salido de la escuela después del ensayo de banda de guerra, recuerdo que vestía con el pants blanco del uniforme que tanto me disgustaba y llevaba las mejillas escarlatas por el esfuerzo y la alegría. Era miércoles, días en los que mi tía y Juli iban a comer con nosotros, en casa de mi abuela. Al llegar a casa, frente a la puerta, mientras tocaba el timbre me preguntaba qué sería ése olor que emanaba por debajo. Cuando mi papá abrió la puerta, lo identifiqué perfecto. Pescado. Sentí náuseas de inmediato pues no es uno de mis favoritos y aunque lo tolere, el olor, ¡puaj! Esta fue la razón para ir derechita a la cocina, mi objetivo, ver en qué presentación estaba y en mis adentros repetía como mantra “que esté empanizado, que esté empanizado”. “Hola abue”, dije al verla y le di un beso en la mejilla, “hola hija”, respondió de forma vaga mientras apurada, seguía frente a la lumbre de la estufa. Así, aprovechando mi momento, volteé hacia la izquierda y en la encimera, vi unas tortitas de arroz a medio hacer y junto a ellas, sí. El pescado. Era magro, limpio, adornado con epazote, arroz y verduras, se veía rico, apetecible. Poco después, sin saber qué hacer en la cocina,

19


decidí salir para poner la mesa y esperar la llegada de mi familia. Ya sentados, me sentía preocupada por una razón, no había visto tantos filetes de pescado para todos ni tantas tortitas de arroz para poder comer sin limitarnos, así que empecé a hacer cálculos para saber de cuánto nos iba a tocar. De pronto, mi abuela se levantó y se dirigió a la cocina. Fijé mi mirada hacia la cocina y miré expectante, pero mi curiosidad se transformó en un asombro colérico y una frustración silenciosa cuando entre sus manos con un esmero casi artístico, reposaban dos platos rebosantes con, en efecto, el pescado. Sin miramientos, mi abuela los sirvió entre sonrisas a sus invitados recurrentes, mientras yo miraba las tortitas de arroz apenas suficientes, para nosotros. Con la impotencia y la vergüenza que me provocó ese acto, el silencio se volvió mi aliado y bajé la cabeza para ocultar las lágrimas de frustración que anegaban mis ojos, porque ¿es sólo un pescado, no? Pero para mí, siendo niña, pareció como si entre actos me mostraran que no era tan especial, tan importante, ni merecedora de tal manjar, yo no era carne, era sólo complemento.

DESARROLLO DE LA EXPERIENCIA TESTIMONIO Subtema: ¿Soy eso que dices de mí? Una vez, una tía nos invitó a su casa para hacer tamales. Como siempre, una convivencia familiar es para mí fuente de alegría, expectación y diversión asegurada. Yo me sentía muy emocionada, así que me esmeré un poco más de lo usual en mi arreglo personal y en cuanto estuvimos listos (mamá, papá, Ali), nos encaminamos para allá. Nos trepamos al “bocho” e iniciamos el trayecto. Durante el camino, veía pasar a los camiones de carga con su escandaloso freno de motor, veía a lo lejos vacas, casas, perros que habían encontrado su destino fatal junto a la acera de la autopista y majestuosos árboles que decoraban el paisaje con sus verdes hojas y sus imponentes ramas ocres. Me sentí tranquila, feliz. Al llegar, intercambié saludos, regalé sonrisas y palabras. Entre el gentío, ví a mi pequeño primo, aunque de “pequeño”, ya no tiene nada. Empezamos a platicar del tiempo que había pasado desde la última vez, cuando nos vimos, sobre su escuela, los estudios, sus amigos, me sentía interesada, contenta, intentaba involucrarme en su vida. Mientras hacíamos eso, tomamos un plato, lo llenamos de comida y nos senta-

20


mos juntos. Comíamos tranquilos cuando se acercó mi abuela, me saludó de pasada, pero su atención se enfocó a él, el chico alto, desgarbado y moreno sentado a mi lado. De la nada, sin razón aparente, lo abrazó, le palmeó la mejilla con ternura y de manera afectuosa le dijo “te quiero mucho, mi niño”. Al pronunciar esas palabras, mi corazón se quebró y apareció en mi cara una sonrisa forzada y amarga que no llegó a mis ojos. Una vez más, bajar la mirada, agachar la cabeza fue mi recurso ante tal gesto. Ella siguió sin notarlo. Así transcurrió la comida, con una charla amena, pero con una espinita de tristeza en el alma. Más tarde, después de hacer los famosos tamales, todos nos sentamos a platicar. Contábamos anécdotas graciosas, cosas chuscas y yo, reía de forma escandalosa como siempre cuando, de la nada, después de contar algo, escuché tres palabras hacia mí dirigidas, las cuales, me atravesaron como dagas: “eres una mustia”. De inmediato pensé: ¿Mustia? ¿Por qué? ¿Acaso reír, por divertirme, por salir con mis amistades? ¿Qué hice? ¿Soy acaso una loca, una puta para ella o solo fue una palabra que se le ocurrió? El silencio siguió y las palabras parecieron rebotar en la habi-

tación. Volteé sorprendida y confundida, pensaba ¿quién me dijo eso? Cuando la descubrí, la vi, ahí sentada en un rincón, mi abuela. Me sentí avergonzada e insignificante. De pronto, quise llorar, taparme los oídos, hacer que todos los presentes desviaran la mirada de mí. Me sentí expuesta, vulnerable, frágil, pero no dije nada, sólo agaché la cabeza y bajé la vista, mientras recogía mis manos ante mi pecho, como si tal gesto pudiera protegerme de los sentimientos. Entrevista Subtema: Mi rechazo Pamela (entrevistadora): Sentadas frente a frente, nos encontramos tú y yo. Hoy no hay a dónde huir, ya no tenemos por qué escondernos. Sé que para ti, es difícil abrirte y que, cuando algo te desagrada o incomoda, sueles cerrarte en banda para protegerte. Pero hoy, quiero saber de ti, del rechazo en nuestra vida. Dime tú, ¿qué es el rechazo para ti? Betsy (entrevistada): Para mí, ¡cómo empezar! Si empezamos con la definición propiamente dicha, sería mostrarle una abierta oposición a alguien, mostrar desprecio. Dicho de otra manera, es cuando alguien te hace sentir no suficiente, importante o adecuada para decir, pensar, hacer, alguna cosa. Pam: De acuerdo, empecemos con algo base, sé que expresar tu opinión te da recelo y te pone nerviosa, así que de momen-

21


to, seré benevolente contigo y diré que la definición basta. Pero si me platicaras, ¿cuándo, dónde, comenzó el rechazo? Betsy: Es complicado, creo que cada una de nosotras se puede sentir rechazada o rechazado de muchas formas y aspectos en nuestra vida. Tengo la impresión que empezó desde pequeña, me parece que saber exactamente el momento es prácticamente imposible. Pero si te diré que los estereotipos tan marcados sobre cómo debe verse y sentir una niña me impactaron mucho. En principio, no me daba cuenta, mi familia comenzó con eso, decían “las niñas visten de rosa, siempre andas despeinada, deberías usar vestido, tu cabello es bonito, pero se vería mucho mejor largo, ¿por qué no te peinas?, siempre andas greñuda”, eso, por decir ejemplos. La verdad, es que yo no era una niña común, claramente no encajaba en ese lugar. Mi cabello era corto y enredado, casi siempre despeinado; mi ropa oscura, azul, rosa, verde, morada, roja, conjuntos con pants y tenis, a veces no muy combinables. Al ser pequeña, no faltaba alguien de buena voluntad (sarcasmo), cuyos regalos eran vestidos, cosas rosas de niña. Tal vez tenían la esperanza de mover algo dentro de nosotras para volvernos más coquetas. Como sea, no funcionó. Ya más grande, los regalos cambiaron, ahora era una faja “para que

no se me viera la pancita”. Eso provoca algo en ti ¿sabes? Tanta insistencia con tu peso, tu aspecto, tus granos, hacen mella después de años, no me sentía segura de mi cuerpo, con mi cuerpo, por eso, en la preparatoria me recuerdan siempre con una chamarra morada (mi color favorito), pues no me la quitaba ni con 40° grados. Me avergonzaba mi cuerpo, mi sudor, mis vellos (todavía un poco). Pensaba, ¿por qué no soy tan bonita? O, yo no puedo usar eso porque se me ve la panza y eso da asco. Así me resigné a entrar a la categoría de bonita, no de hermosa como las demás. Ya más grande, intenté suplir la belleza física para ser la encarnación de perfección de cada persona, de los chicos, más. Pamela: Oye, ¿Qué hacías con los chicos? Betsy: Pues he sentido un miedo tremendo de sólo pensar que se pueden ir. He dejado pasar mis límites, he negociado, he insistido tratando de forzar una mínima respuesta, he estado en lugares donde es obvio que no hay interés, y sin en alguna ocasión alguno se enoja, los llamo para obtener una respuesta, pero después, me siento como una basura por hacerlo. Pamela: Quiero que sepas que te pregunto todo esto, porque

22


quiero que notes ciertas cosas, además de entender más sobre esta idea de rechazo existente en ti. De esto me surge una interrogante, ¿por qué te sientes como basura al actuar así? Betsy: Es que… cuando eso pasa, quedo mal conmigo, siento como si me fallara. He trabajado conmigo y sé que no tengo necesidad para hacer eso, pero lo hago y al hacerlo, me siento insignificante, eso duele, duele mucho, porque en ocasiones, las otras personas se sienten con el poder para hacerme cualquier cosa, como si me tuvieran en sus manos, aunque no sea así. Pamela: Quisiera saber, ¿cómo podrías relacionar lo que pasa con los chicos y lo que eso te hace sentir con la idea de “encarnación de perfección” a la que te referías hace un momento?, explícame por favor. Betsy: Bueno, lo relaciono ahora que lo dices, a veces le presto demasiada atención a las opiniones de los demás, desde siempre, por eso intentaba ser todo eso: la hija buena, la estudiante perfecta, la niña modelo. Es curioso, porque no somos conscientes de cómo afectan estas ideas en ti, hasta mucho tiempo después. Pamela: ¿Cómo te afecto? Betsy: Bueno, para empezar en la seguridad que siento, en ocasiones no me veo capaz de hacer las cosas bien. Pienso

que me equivocaré y todos a mí alrededor verán que soy un fraude, un cascarón hueco, una niña promesa sin futuro. Por eso cuando erro, soy sumamente dura conmigo. Pamela: ¡Vaya! Oye Betsy, vaya que lo sé, pero ¿qué hay de malo con equivocarse? Betsy: Lo sé, no tiene nada de malo, pero… Pamela: ¿Entonces de dónde sacas tanta dureza y exigencia a veces sin sentido hacia ti? Betsy: Es que es lo mismo, pensaba que haciendo las cosas de forma “perfecta”, nadie tendría razones para burlarse de mí o decirme algo desaprobatorio. Pamela: ¿Funcionó? Betsy: ¡Por supuesto que no! Ja, ja, ja. Sólo me gané mucho estrés sin motivo, una colitis espantosa y una gastritis… que me hacía pensar que pronto escupiría fuego. Pamela: Pero si de cualquier forma, nada les gusta, nunca ¿entonces? Betsy: Es que me asusta y me asustaba mucho decepcionar a las personas y al hacerlo, me convertí en eso que esperaban, pero también me perdí. Llegó un punto en el que no sabía hacia dónde o qué, era un barco perdido en el mar sin su faro guía.

23


SALIDA Y CONCLUSIONES CARTA Subtema: Una imperfección adecuada Betsy hermosa, te veo. Dime, ¿qué haces ahí, mi amor? Levántate, ven, llora, llora lo que quieras, no tienes por qué avergonzarte por eso, cariño. Sal de ese rincón y ven conmigo, siéntate junto a mí. Sé por qué estuviste llorando, entiendo que te sientes sola, que extrañas a bebé, a todos allá, sé que te han culpado injustamente. Así que llora, llora todo lo que quieras, te quisieron cargar con problemas que no eran tuyos. Recuerdo cómo sentiste su rechazo cuando más necesitabas su cobijo, recuerdo cuando ella te dijo que fuiste grosera con tito, que le hacías la vida fea y sé cómo te dolió en el alma. Pero ¿sabes, amor? Lo dijo desde su dolor, desde su ira porque ella, se sentía culpable también. Todavía te veo como esa mujer joven a punto de iniciar una nueva etapa, con tantas esperanzas, tanta emoción, tanto miedo por dejarlos. Era una nueva aventura, vivir en otro lugar, una nueva escuela… Pero no tuve opción, teníamos que vivir juntos, tito y yo, aún sin conocernos del todo. Tu no sabías que viviendo contigo se pondría más enfermo, que pronto moriría, que vivirían juntos y lo intentarían, pero había

también desconfianza. Cada uno de nosotros vivía un proceso distinto. Pasó el tiempo y murió, aprendí a amarlo, a valorarlo, pero ¡qué desprecio tan hondo hacia mí sentí! Podría recriminarme todo lo que me resta de vida. Si hubiera sido más amable, más empática, más platicadora, más risueña, pero no pude. Rechacé mi realidad, sentí que rechacé la vida a su lado y cuando la disfruté, lo perdí. Por mucho tiempo el recuerdo del hubiera, la constante culpa, la recriminación tan dura hicieron de mi vida una serie de rechazos que como gotas, crearon ondas en mi vida. Guardé el llanto en mí y decidí vivir en penitencia, sin goce, sin amor propio, hasta expiar mi pecado porque a mis ojos, no lo merecía. ¿Sabes, Betsy Pamela?, hoy es el día. Sentadas frente a frente, nos encontramos tú y yo. Intentaste esquivarme muchas veces, pero sabía bien que tarde o temprano llegaría este momento. Sé que han pasado años ya desde tu primer relato, algunas cosas cambiaron, otras sólo se agravaron. Estoy consciente del proceso que tienes, de la ansiedad que has vivido por años, de esa inseguridad tan característica, tan tuya, que pareciera forma ya parte de tu carácter, de tu descripción de siempre. Me da gusto verte, te veo

24


guapa, hermosa, como la amazona de tus sueños, ésa que se levanta sobre una roca con un atuendo como el de Xena, la princesa guerrera, portando orgullosa su espada al alba, con ese enredo castaño y enmarañado que tenemos por cabello desde el inicio. ¡Qué día! Anda, tómate unos minutos para nosotras, truena tu dedito, ése, el de la mano derecha como siempre haces. Recuerdo que hace unos años, después del dolor, cuando sentías que te rompías, me dijiste que emprenderías un viaje, el cual hasta hoy, sigues viviendo. Recuerdo también que llorabas y te sentías asfixiada, muy abrumada de todo, por todo. Pero te lo dije, ¿lo recuerdas? Sigue querida, que después de la turbulencia y las lágrimas, volverás a sonreír. Sé que el año pasado fue un duro, cruel e inhóspito, pero incluso con tal dolor, encontraste retazos de vida en lugares inexplorados, encontraste amigas, amigos, aprendiste a valorar tu soledad, a apreciar la compañía y secar tus propias lágrimas. Y creciste, más dura, más determinante, más fuerte. Oye Bet, que me siento muy bien hoy, te ves muy bien. Me encanta cómo puedes defender tus ideas y ahora, se te hace más fácil decir lo que sientes, ya no está ese nudo en tu estómago como cuando callabas las cosas. Bueno, está pero chiquito, casi fantasma. ¿Sabes qué otra cosa me gusta de ti? Ver

cómo vas tomando fuerza y que ahora, te sientes capaz de decirle a alguien: ¡No! ¡Detente! ¡Eso no me gusta! O de decir “¡Hoy quiero tomarme un frappé con granillo!” ¡Caray Betsy! Date cuenta mujer, si estás loca, es cierto, se te safó un tornillo, yo creo que, desde ese día que te aventaste de la cuna y te estrellaste contra el suelo, era obvio que tu chaveta iba a girarte diferente y ¿sabes? No está mal, eso te hace ser tú. En ocasiones te da una chispa de humor que en ti podría parecer extraña, a veces te de un genio de los mil demonios, con una tozudez propia de una mula. Pero, también eso me encanta de ti. Te lo digo yo, porque lo veo, lo siento, aquí cerquita en el alma. Así que no temas, ya no necesitas avergonzarte de ti, ni ser tan dura contigo como antes. Eres tan malditamente perfecta con todas las imperfecciones que te cargas. No te avergüences por llorar, que tu sensibilidad es parte de tu ser y eso te muestra lo viva que eres. Betsy, quiero que sepas que, de aquí en adelante estaré contigo sin importar el camino que decidas tomar, porque te amo.

25


Linamorfosis corporal Lina Polanco

Me llamo Lina. Soy dulce, divertida creativa e insegura. Muchas de mis seguridades e inseguridades se han formado a partir de cómo observo, siento y concibo mi cuerpo. Tanto la apariencia como lo que puedo hacer con él. A veces he detenido mis deseos o he dejado de expresarme por considerar que mi cuerpo no era capaz o no tenía los atributos necesarios para cumplir alguna tarea. El cuerpo es el único objeto, la única materia que realmente nos pertenece en este plano de la existencia. La primera vez que estudié teatro, tuve la suerte, (o, para mí, mala suerte) de recibir clases de gimnasia en las instalaciones de la Liga profesional de gimnasia de Bogotá. Era muy intimidante para mí. El primer día varios compañeros lograron hacer algo que se llama el salto del tigre. Hacían una fila y uno a uno volaban sobre el aparato como guepardos cazando gacelas. Yo me formaba en la fila y cuando era mi turno tenía solamente un par de segundos para tomar la decisión de saltar al vacío, antes de rendirme ante la impaciencia y la emoción de quienes esperaban su turno atrás de mí. No tenía una razón verdadera para creer que mi cuerpo no podría hacer lo que los demás hacían. Era mi mente la que no podía siquiera concebir el brinco. A manera de tortura, o eso creía, me formaba una y otra vez sin lograr intentar saltar ni una. Un fracaso. O eso creía. La

verdad, ahora lo veo. Estaba luchando incansable contra el único rival digno de atención: yo. Decidí hablar conmigo. Esa Lina, la que cuestiona, la que no solapa ni deja pasar un pensamiento diciente sin nombrarlo. Me citó un domingo en la mañana, diciendo que era el único día de la semana que podía despertar temprano y levantarse con energía. Llegó al parque comiendo mandarinas y me ofreció una. Tenía también una botella llena de agua, la cual me aclaró que no pensaba compartir así que ni le pidiera. - Buenos días Lina. - ¡Buenos días! Belleza, ¡pero qué formal! - Gracias por finalmente acceder esta entrevista. - La neta sí me hice bien pendeja. Lo siento. Bueno, al mal paso darle prisa: dispara! -Muy bien, ya que estamos de directas, pues dime, ¿qué diablos con esa tristeza infinita que te cargas? - ¡Shhhhhhhhh!!!! Van a decir que soy muy sensible. Débil. Borra esa pregunta. - ¿Qué? ¡Claro que no! - ¡Bórrala! - ¡Oblígame! Las Linas nos miramos tensamente. Gotas de cáscara de mandarina volaron en el ambiente. Le sostuve la mirada y noté que al verme, algo en mis ojos la relajaba.

26


Está bien. - Dijo Lina sentándose recta. - Estoy triste. - ¿Por qué estás tan triste? - Siento que no voy sumando en la vida. He trabajado mucho, a veces consciente a veces sin consciencia, pero soy poco práctica y mis esfuerzos, cuando puedo hacerlos, dan resultados insuficientes y efímeros. - El arte escénico es efímero. - Sí, pero el nombre del artista perdura, se construye, se para en los hombros de sus trabajos anteriores y se hace una carrera. Yo sigo sintiéndome la misma morrita iniciada que no tiene mucho que mostrar de lo que ha hecho. - ¿Sí sabes que un chingo de gente te admira, verdad? Las mujeres del stand up, los directores y compañeros de escena. Hasta los vatos mecos de los micrófonos abiertos que te dicen pendejadas en el fondo te tienen respeto, por eso te tratan como una amenaza. - Sí, sí, sí, sí. Ya sé. Tomó un gajo de mandarina, lo abrió con cuidado, le sacó las semillas. Volteó el gajo como calcetín, y ahora parecía que su dedo usaba una peluca. Se lo comió, saboreando intensamente. - Ese es el asunto. Yo sé que en el fondo todo está bien y soy capaz y los demás están. Llevo toda la vida escuchando el rollo del talento desperdiciado, de la seguridad y la autoestima, de crear y punto. Pero no puedo. Es vergonzoso y no ten-

go energía para explicárselo a una persona más. Me cuesta la vida entera, horas de rumiar una idea, cambios e indecisión infinita antes de crear cualquier cosa. Y después de meses, odio los resultados. - Lina. ¿Tenemos depresión? - Pues sí. Sí tenemos. Yo pensaba que simplemente era mi personalidad, que yo era pesimista y tristecita y ni modo. Pero creo que es otra cosa. - ¿Cómo te diste cuenta? - He estado relacionándome con mujeres que viven con depresión y ansiedad, escuchándolas hablar al respecto. Y me identifico mucho con sus experiencias. Desde pequeña recuerdo tener esta sensación, de ver cómo algunas cosas que para los demás resultaban tan fáciles, a mí se me dificultaban tremendamente: comprar algo en la tienda, contestar una llamada telefónica, decir cualquier palabra a un grupo de personas nuevas. - Debió ser muy difícil. Sé que lo fue. - ¡Sí, belleza!!! Desde peque me quise meter a grupos de teatro y danza. Necesitaba desesperadamente conectar ¡pero no sabía cómo! Me toca obligarme a hacer lo que me gusta. - Eso está muy interesante. Y feo. Obligarse a hacer lo que a una le gusta. ¿Cómo lo haces? - No es nada divertido. Es como tener un platillo delicioso en frente, que cuando lo pruebas no te sabe a nada, pero sabes que te lo tienes que comer para sobrevivir. - Suena a

27


que has estado luchando toda la vida. Eso es admirable, ¿no crees? - Meh… es una forma de verlo, supongo. Sí. Me da una perspectiva diferente porque en vez de tener una idea de mí misma como que soy una persona que no termina las cosas, alguien que huye, o que no cree en sí misma, en realidad llevo toda la vida guerreando. Pero no me gusta tampoco eso de estar confrontándome, obligándome y luchando conmigo. Me gustaría un poco de paz. - ¿Cómo crees lograrla? - Tú sabes que el cuerpo es la conexión para mí. La comida, el movimiento, las hormonas. Esto se trata de la mente. Pero qué crees, la mente también es cuerpo. Así es como lo puedo entender, agarrarlo y afrontarlo mejor. - ¿Cuál es el primer paso? - El miércoles tengo mi primera cita con la psiquiatra.- Es un gesto sensato y de autocuidado muy importante y definitivo. Sé que te tomó tiempo y experiencias dolorosas aceptar y buscar ayuda. Pero sabes, creo que lo más duro ya quedó atrás. Habrá trabajo, sí, pero todo será para ti, para nosotras. Te agradezco profundamente por ello. Gracias por esta mandarina. _____________________________________ A veces las cosas cambian de un día para otro. Estas en casa de tu amiga Laura, que ahora le gusta que le digan Astrid. El espacio frío y las canciones de Silvio que nunca faltan allá, te

ambientan perfecto la nostalgia. Guardas algo en tu mochila, la cual, aún no lo sabes pero en el futuro te referirás a ella como tu “mochila colombiana”. Guardas en tu mochila colombiana el papel de laboratorio que después de 4 pruebas de orina negativas, te confirmó por fin que sí estás embarazada. La hermana de Astrid compró un montón de cajas de vino para vender y andan bebiendo. Todavía no sabes si abstenerte y proteger al embrión, o si no habrá necesidad de cuidarlo. Sé que estás muy preocupada por su corazón, que es lo primero que se forma. Sé que estás recordando ese video que te pusieron en el colegio en el que te mostraban la pinza arrancándole la piernita. Y sientes culpa. No te diré que no la sientas, ni que todo va a estar bien. Aunque, si se vale revelar el futuro y hacer poquita trampa, te diré que la culpa se irá por completo y en algún momento contarás tu historia públicamente. Y te vas a reír. Por ahora, hablemos del corazón. Mañana cuando vayas, te van a decir que no se ha formado y ese pequeño detalle tal vez es lo que nos salvó de una vida de maternidad sufrida, atadas a un machito violento y abusivo. Pero incluso si por algún juego de las diosas la historia cambia y te dicen que sí

28


tiene latido, tómate la pastilla. Tómatela. Los sentimientos encontrados nublan la mente pero sabes que la decisión ya está tomada. Ya la tomaste. Y no eres mala por eso. Eres firme. Mucho más de lo que crees. Por eso hoy no vengo a taparte con cobijita ni a darte chocolate caliente. Vengo a sentarte frente al espejo. Tu decepción más grande no es el embarazo sino la actitud de él. Un viejo a mitad de los treintas (irónicamente la edad que ahora tengo yo), cuyas palabras no olvidarás jamás “No puedo tener un hijo porque aún tengo mucho que hacer en la vida”. Mira Lina, yo sé que tienes tu corazón roto, belleza, pero ese se compone. Así como puedes volver a hacer el corazón de otro feto si un día te dan ganas. Pero ese no es el punto. El punto es que hubieras decidido tenerlo si él hubiera querido, aunque tú no quieres. El punto es que estás aquí dispuesta a inmolar tu cuerpo y tu futuro por una sola persona que ya te demostró bajo mil luces diferentes que no le preocupa tu dignidad ni tus emociones, ni tu integridad física. Si él no hubiera sido tan imbécil, probablemente no nos salvaríamos. Pero nos vas a salvar. Siéntate. Mírate un largo rato. Toma una copa de ese vino feo, dulce y barato.

Van a ser semanas duras, estoicas, solitarias. Pero estoy contigo. Tú me vas a dar vida a mí y yo te voy a sostener aquí en el futuro. Ya están los planes para México listos, ya están tomadas todas las decisiones desde hace tiempo. Vamos. _______________________________ Ahora que ya pasó el peligro del pinche golpazo que te metiste hace poco, y ya que hemos comprobado y celebrado lo resistente que eres, es necesario meter esa confianza bien adentro, allá en el alma, en todas las aguas de la mente y del ser. Nuestro cuerpo es resistente, capaz y dúctil. Eso ya lo sabemos. Yo sé que lo sabes. Pero hay que nombrarlo una y otra vez, mientras sea necesario y probablemente cuando ya no lo sea, también. Te veo cuidarnos, accionar, preparar, resolver y a pesar de todo, te veo seguir manteniendo el miedo de que ya no es igual, de que tu cuerpo ya no es el mismo. Tengo noticias para ti, belleza de mi vida, en efecto no es el mismo, ahora es más preparado y más dúctil, más pensado y alimentado, movido. Cada vez tiene fronteras más lejanas, más opción de expansión, más espacios conquistados. Ya la mente es cuerpo también, y esa por lo menos es más observadora que antes.

29


Está bien que dudes. Es parte. Pero no te pierdas de lo que es. Yo sé que hubo dolor, dudas, precariedad. Pero justo la revelación fue que nuestro puerquecito estaba bien preparado y de no ser así, hubiera habido consecuencias realmente graves. El diagnóstico final fue huesos fuertes y recuperación veloz. ¿Ya ves cómo sí fue rápido? Ya ves que ese día que estabas sufriendo pensando que por lela y defectuosa no eras capaz de curarte, ¿estabas completamente equivocada? Ta bien, ta bien. Ya sé que te caga que te digan. Pero no te lo pierdas. ________________________________________ Tú me conoces bien, probablemente mejor que yo porque el tiempo y la distancia dan perspectiva y tú ya has reflexionado sobre mi época con más consciencia que yo. Sabes las trabas que tengo, los impulsos contenidos y las definiciones de éxito que me importan. Por eso sabes también que me caga esto de pensarme en el futuro en 5, 10, en 15 años, porque la vida nunca pasa como una se imagina y siempre hay sorpresas, para bien o para mal, y lo único que podemos hacer es fluir, elegir y decidir día a día. No quiero imaginar un escenario específico en el que seas ahora, tal vez el imaginario concreto sería la compañía de Nayara, la perrita más preciosa, que todavía es pequeña y si tenemos suerte seguirá viva en 5 años. No se me antoja pro-

yectar el lugar donde vives ni si sigues con tu pareja, ni siquiera en qué forma artística te estarás desarrollando. Sólo imagino dos cosas: que te expreses, de la forma que sea, y que tengas independencia. Que nadie tenga ya la comodidad ni el solapamiento de tu silencio, que pidas perdón por haberte pasado de palabras o de acciones y no por haberlas omitido. Que si te equivocas sea por aparecer en medio de la plaza vestida de alguna forma ridícula o con un mensaje errado, y no por quedarte callada y apagada en un rincón. Que el cómo no importe sino el amor que se transmite, que tengas días de café y sol en el balcón, que leas mucho más que yo, pero por gusto, por el puro gusto de construirte, por la curiosidad de saber, de descubrir los recovecos insospechados y sorprendentes de este mundo. Que tengas dinero en el bolsillo para los viajes, para ir a la doctora, para tus antidepresivos, para los esmaltes holográficos caros que nos gustan tanto, para el ramen vegetariano que los culeros cobran más caro que el que trae carne. Si le pegas a algo y te haces conocida, no te vuelvas famosa, no te dejes envolver en el supuesto éxito. Mantente autentica, mantente viva, mantente tú. Transfórmate como el agua del río pero mantente tú.

30


Me di cuenta de que soy una de las personas más valientes que conozco porque me atreví a mirarme a mí misma a los ojos y no hay mirada más aterradora que la propia. Soy un volcán que siempre ha callado porque cuando hablo, la tierra tiembla. Pero la erupción que se viene no la detiene ni la naturaleza misma.

31



33


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.