ENRUINAS
Enruinas. Pautamos la manera de ver el mundo marcando dicotomías. El dualismo no sólo se da entre el cuerpo y el alma, sino también en el resto de las cosas: útil o inútil, avanzado o atrasado, creciente o decadente, productor o consumidor, puro o impuro, habilitado o deshabilitado, ocupado o abandonado.
Una cosa siempre excluye a la otra.
Tragedias hechas ladrillos. AsĂ se explicitan. AsĂ se los recorre. Entre ellos nacen las dudas. Abundantes, omnipresentes. Imposibles descartarlas. Inevitables ante cada mirada.
Brota naturaleza. El campo propicio, fĂŠrtil, de las metĂĄforas y adjetivos. Son ejemplos vivientes, concretos, de que todo cambia. Comprender el cambio es comprender el deterioro y la degeneraciĂłn.
Los lugares abandonados personifican la muerte. Espantan a los viejos, atraen a los jรณvenes.
manchados sucios vestidos de polvo y mugre, humedad y รณxido
Alienados
Y brotes
Torres que invitan a subir Se les recorre en silencio, como se recorre un cementerio; la esencia y belleza, reside en su carรกcter perecedero
Y al llegar a la cima. Tocar el piso con ambas manos.
El descubrimiento de ciertos lugares abandonados implica reconocer el encubrimiento practicado por las fuerzas de la naturaleza. La formación de nuevos suelos, el imperio del óxido y los millones de hojas que los tapan, son como velos orgánicos que los conducen a la podredumbre.
Cierto sentimiento de vergüenza y culpa podría leerse en ese proceso natural.
La geografĂa emocional de nuestras ciudades cambia permanentemente. Cuando las dejamos y al tiempo regresamos a ellas, percibimos los contrastes. Lugares que antes convocaban a la reuniĂłn de amigos, a trabajar o divertirse, desaparecen o se desintegran lentamente sin cuidados. Arruinados, adquieren un significado nuevo. Nostalgioso. MĂĄgico.
VacĂos y cayĂŠndose a pedazos comunican un pasado vital del que fuimos protagonistas. Hoy obsoleto y muerto.