A)-Delimitación de regiones áridas y semiáridas La transición de regiones semiáridas a regiones subhúmedas en general es gradual, salvo allí donde coincide con un accidente geográfico diferencial, como puede ser una cordillera. Por consiguiente, la mejor definición es la de una faja de anchura variable en cuyo interior se producen oscilaciones muy grandes. En el Sahel, por ejemplo, puede haber una diferencia de varios centenares de kilómetros entre una isoyeta de 1972 y la misma isoyeta calculada como media de 30 años. Quedan incluidas aquí las regiones que reciben menos de 600 mm de precipitación bajo regímenes de lluvia tropical estival y las que reciben menos de 400 mm en regímenes de precipitación invernal de latitudes mediterráneas, y también regiones áridas y semiáridas continentales de latitudes más altas (de la zona “templada”). El área así delimitada está caracterizada por una gran variabilidad pluviométrica. Aquí se menciona la transición de semiárido a árido porque más adelante se proponen soluciones en un contexto zonal. Las regiones en las que es posible un cultivo basado únicamente en la lluvia, de secano, se consideran semiáridas, por más que, debido a la incertidumbre climática, lo que se practica es una agricultura de gran riesgo. Dado que esta definición es bastante vaga, la transición entre árido y semiárido puede situarse esquemáticamente en la isoyeta de 250 mm. En términos prácticos, sin embargo, y puesto que las medias climáticas no existen en una situación de la vida real, resulta más preciso hablar de la probabilidad de determinados fenómenos, como, por ejemplo, tres estaciones lluviosas consecutivas con una precipitación inferior a la media a largo plazo. La extremada variabilidad de la precipitación en el tiempo y el espacio es, de hecho, una característica esencial de esas regiones. Los países de Iberoamérica constituyen una vasta unidad histórica y cultural, que involucra una gran extensión y diversidad desde el punto de vista de los recursos naturales y del medio ambiente. El agua es parte indisoluble de éstos, pero está también indisolublemente ligada, en su uso y manejo, a la cultura de los pueblos. La mayor parte de los países iberoamericanos tiene un alto porcentaje de su territorio bajo condiciones de sequedad, afectado por procesos de desertificación en distintos grados. El agua es un recurso escaso y estratégico para el desarrollo equitativo de las tierras secas. Los pobladores de estas áreas, al ver disminuida su calidad de vida por el progresivo deterioro de sus condiciones ambientales, fundamentalmente de escasez de agua, se ven forzados a emigrar a zonas urbanas, provocando la agudización de los problemas de concentración en áreas periurbanas, con el incremento de las condiciones de pobreza, violencia y marginalidad. Las tierras secas, en general clasificadas en zonas semiáridas, áridas y desiertos, están definidas en función de las lluvias. Las condiciones climáticas no se pueden modificar, pero sí se pueden mejorar las condiciones de manejo de estos ecosistemas, para evitar el proceso de desertificación creciente al que están sometidos por prácticas incorrectas y no planificadas. La Convención Internacional de las Naciones Unidas de Lucha Contra la Desertificación y la Sequía (CCD) considera que las tres principales causas de la desertificación son el sobrepastoreo, la deforestación y las prácticas agrícolas deficientes, que eliminan los nutrientes del suelo, salinizándolo, desecándolo, compactándolo o sellando su superficie y provocando la acumulación de
sustancias tóxicas. Las Universidades y Centros de Investigación y Desarrollo, como parte inseparable de la sociedad están obligados a la consideración de sus problemas más acuciantes y a la búsqueda de soluciones creativas, seguras y económicas. El gran desafío que enfrentan todos los países iberoamericanos es el abastecimiento de agua en cantidad y calidad adecuada para todos sus habitantes. El planteo conceptual subyacente a este logro en el CYTED-XVII: Aprovechamiento y gestión de recursos hídricos, es privilegiar el conocimiento del vínculo existente entre la utilización del agua y de los ecosistemas que la abastecen. La vinculación entre las diferentes disciplinas relacionadas con la compleja temática del agua, así como la articulación entre la investigación y la gestión, son necesidades evidentes para lograr un manejo integrado y sustentable de las zonas secas. En estas zonas, es necesario analizar la relación oferta-demanda de recursos hídricos, para poder actuar no sólo en la gestión de la oferta, sino también en la gestión de la demanda. La escasez de agua determina más que en otras zonas de mayor abundancia relativa, un uso eficiente del agua, el análisis del deterioro de su calidad, las posibilidades de reúso, las tecnologías apropiadas para un manejo integrado de todos los recursos naturales. Es en estas poblaciones de regiones de menor desarrollo relativo, normalmente con economías de subsistencia, donde se hace evidente recurrir a la recuperación de conocimientos tradicionales, revalorizando el papel de los pobladores. Las técnicas a aplicar en cada una de las situaciones deben ser apropiadas y validadas localmente. Desde el CYTED-XVII queremos realizar un aporte desde los estudios básicos hasta los sistemas de gestión, del conocimiento y las experiencias en Iberoamérica. Científicos de diferentes áreas del conocimiento han analizado la problemática de las regiones semiáridas y áridas, diseñando diferentes técnicas para abordar el tema de la escasez de agua y las prácticas productivas en esas condiciones, con un desarrollo heterogéneo en los distintos países. Las jurisdicciones involucradas en la gestión del agua también muestran estructuras diferentes en las distintas regiones. Estos hechos, unidos a las raíces históricas y culturales comunes, auspician excelentes resultados cuando desde la cooperación se fomenta el conocimiento de las problemáticas y de los actores, y los intercambios de información y experiencias. En la primera publicación de “El agua en Iberoamérica”, se reunieron visiones del estado de 7 8 acuíferos, lagos y embalses en los diferentes países, enfatizando la necesidad de la colaboración para su estudio. En la segunda publicación, se presentaron visiones de los humedales iberoamericanos y aspectos de la purificación y depuración de aguas, para garantizar agua segura a la población. En el tercer volumen, se mostró un panorama desde los estudios limnológicos de cuerpos de agua lenticos en Sudamérica, en particular, el problema de eutrofización, hasta las alternativas de manejo, a través de medidas estructurales y no estructurales. En este cuarto volumen de “El agua en Iberoamérica”, se describe la magnitud del problema de aridez en varios países y se presentan experiencias de manejo y gestión en tierras semiáridas y áridas, y posibles medidas estructurales y no estructurales orientadas a mitigar el efecto de la escasez de agua. El intercambio de información y experiencias en los distintos países a través del análisis de situaciones particulares, el esfuerzo sintético y la sinergia en la interrelación será beneficioso a la hora del planteo de soluciones para lograr un desarrollo equilibrado y
evitar los procesos de desertificación por influencia antrópica en estos ecosistemas vulnerables. Resumen Se presenta una visión de las zonas semiáridas y áridas de Iberoamérica, la disponibilidad de agua en los diferentes países, su uso por sectores y el impacto del crecimiento poblacional y el proceso de urbanización en los países de América Latina. Se enfatiza la necesidad de una gestión integrada del recurso, que contemple no sólo aspectos económicos, sino también sociales y ambientales. b) Islas: oceánicas, continentales, volcánicas, coralinas Hay islas de varios tipos, según su origen. Pueden ser volcánicas, coralinas, prolongaciones de un continente o cimas de montañas submarinas. Las islas se encuentran a veces agrupadas, formando una unidad geográfica generalmente llamada "archipiélago". Cuando las islas son muy pequeñas se les suele llamar "islotes".
Islas oceánicas Son islas alejadas de los continentes y que tienen un origen distinto de estos. Pueden aparecer cuando una montaña o dorsal submarina se eleva sobre la superficie del mar. Por este motivo, suelen tener un relieve abrupto. Otras veces son el resultado de grandes plegamientos o porciones del súper continente original (pangea) que no se fusionaron con los actuales. Madagascar y Nueva Zelanda son dos ejemplos de grandes islas oceánicas. Islas continentales Son islas que se encuentran en las proximidades de un continente, separadas por un estrecho poco profundo que en alguna época geológica pudo estar emergido. Estas islas son una prolongación del continente, como lo demuestran los fósiles y tipos de rocas que contienen. Las Islas Británicas son un archipiélago que forma parte de la plataforma continental europea. Islas volcánicas
Este tipo de islas es el resultado de la actividad volcánica que tiene lugar en las dorsales oceánicas o en otros centros de este tipo dispersos por los océanos. A menudo aparecen en grupo. Estas islas se siguen formando o desapareciendo en la actualidad, como la isla de Surtsey, en Islandia, nacida en una erupción en 1963. El Pacífico contiene un gran número de islas volcánicas. Las Islas Canarias, nacidas durante las últimas etapas del plegamiento de la dorsal Atlántica, son otro ejemplo de archipiélago volcánico. Islas coralinas Son formaciones de origen biológico, debidas a la intensa actividad de los corales que, al morir, dejan sus esqueletos calcáreos formando una estructura que sirve de base para el desarrollo de nuevos corales. Así se pueden llegar a formar grandes estructuras, cuyas partes más profundas se hunden, permitiendo el crecimiento por la zona superior, donde hay más luz.
Las zonas emergidas sufren los efectos de la erosión, creando suelos donde pueden desarrollarse las plantas. Evidentemente, alcanzan poca altura sobre el nivel del mar. Suelen aparecer formando círculos, con una laguna central que se comunica con el mar. Si la estructura sigue creciendo, esta laguna puede secarse, uniendo los distintos islotes en una única isla.
La Gran Barrera de Arrecifes, frente a las costas de Australia, es un ejemplo de islas coralinas.