Crisis de la biodiversidad francisco javier cervigon ruckauer

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5 Crisis de la biodiversidad 5.4 La Humanidad como protagonista de la crisis actual de la biodiversidad 5.4.1. Sobre la extinción de las especies Acabamos de ver que la extinción es un fenómeno que ha sucedido de manera natural en el pasado, cuando todavía los humanos no existíamos. Es más, se calcula que el 99% de las especies que alguna vez han existido en la Tierra están extintas (lo que es equivalente a decir que hay cien veces más especies extintas que vivas en la actualidad). Evidentemente, los cinco periodos de grandes extinciones en masa supusieron eventos significativos y peculiares en cuanto a la variación en el número de especies que habitaban el planeta pero, ¿cómo podemos cuantificarlo?, ¿serán sus cifras comparables al momento de crisis en la biodiversidad que estamos viviendo? A estas alturas del capítulo está claro que no va a ser un cálculo fácil de realizar. Cuando se intenta catalogar un suceso de extinción masiva dentro de un periodo geológico cabe hacerlo desde dos aspectos: i) la cantidad de especies que se ven afectadas (magnitud) y ii) la velocidad a la que las especies desaparecen durante el periodo considerado (tasa). Respecto a la magnitud, existen varios problemas que os complican la comparación de los datos paleontológicos con los datos actuales e incluso calcular la reducción de especies dentro de los propios periodos de extinción. Por una parte, el registro fósil normalmente sólo incluye especies que tengan estructuras duras que fosilicen bien y que puedan ser taxonómicamente identificables. A esto hay que añadir que las especies se distribuyan en regiones del globo especialmente favorables para la fosilización (latitudes medias) y en hábitats que estén disponibles actualmente para su explotación paleontológica. Por tanto, las comparaciones entre momentos geológicos pasados y el presente serán más o menos posibles para grupos de organismos con una buena representación de fósiles y de registros actuales: especies marítimas próximas a la costa con concha (típicamente caracoles, bivalvos y corales), vertebrados terrestres (especialmente mamíferos) y algunas plantas. Por otra parte, la determinación a nivel de especie con fósiles es poco habitual. Lo más frecuente es trabajar al nivel de género (el nivel taxonómico inmediatamente superior a especie) y además, utilizando el concepto morfológico de especie (uno de los varios de los que se habló en el apartado 5.2); es decir, basado únicamente en la comparación de caracteres anatómicos. Todo esto hace que el número de especies que nos devuelve el registro fósil sea probablemente una subestimación en comparación con la información sobre las especies actuales, donde la identificación es a nivel de especie y basada en muchos casos en criterios no sólo morfológicos sino genéticos. En el apartado anterior vimos que la magnitud de las cinco grandes en todos los casos superaba el 75%. Para el momento actual, obtener esta cifra es controvertido. A diferencia de los datos paleontológicos, en donde una especie pasa a considerarse extinta cuando deja de aparecer en el registro fósil, de muy pocas de las especies actuales consideradas como extintas podemos afirmarlo rotundamente. Según la

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Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), una especie tiene la categoría de extinta cuando tras años de exhaustivas prospecciones de su hábitat conocido, en los momentos más apropiados para su presencia, no se ha podido detectar un solo individuo. Esto siempre nos puede mantener viva la esperanza de que algún día se encuentre una población de una especie declarada extinta que por el motivo que sea hubiera permanecido oculta. Sin embargo, también se produce el efecto contrario: no tener constancia fehaciente de la extinción de una especie no implica que ésta no se haya extinguido o esté en camino de hacerlo. Por ejemplo, un 15% de las especies incluidas en la Lista Roja de la IUCN están en la categoría de ‘datos deficientes’, lo que no quiere decir que no estén amenazadas sino que no existe información suficiente para evaluar la amenaza en la que se encuentran. Según los datos de la lista roja, alrededor del 1% de las especies de mamíferos, aves, reptiles y anfibios (por tomar algunos grupos conocidos) se encuentran actualmente extintas o extintas en el medio natural. Si consideramos las especies amenazadas, estos porcentajes ascienden al 22%, 14%, 29% y 31% respectivamente. Por tanto, atendiendo a ciertos grupos, aparentemente estamos aún lejos del 75% que marcan las grandes extinciones, pero hay que tener en cuenta que se trata de grupos de animales bastante bien estudiados. ¿Qué pasa con especies de grupos con menos aficionados? De la misma forma que pasaba con los métodos para estimar cuántas especies quedan por descubrir, existen distintos métodos para estimar las tasas de extinción actuales. Quizás el más utilizado se basa en modelizar la desaparición de especies en relación a la del hábitat. Este método se enmarca dentro de la teoría de la biogeografía insular y se fundamenta en la relación empírica entre riqueza (número de especies) y el tamaño de un territorio. Cuanto mayor es el tamaño de una isla mayor es el número de especies que puede albergar. De la misma forma, cuando un territorio experimenta una reducción en su superficie, su riqueza también lo hará en alguna proporción. La modelización de la relación entre ambas variables nos puede permitir hacer estimaciones sobre cuál es el ritmo de reducción de especies en función del ritmo de desaparición del hábitat, ya que esto último sí que se encuentra bastante bien documentado. Estas otras técnicas aportan resultados que sugieren que en un futuro próximo los porcentajes de extinción podrían superar el 50%. El otro parámetro que podíamos analizar era el de la velocidad a la que se extinguen las especies. El ritmo de desaparición de especies es lo que llamamos tasa de extinción de fondo, que es la resultante de una duración típica por especie de entre 1 a 10 millones de años. Para facilitar la comparación entre distintos rangos temporales suele expresarse la tasa como número de extinciones (E) por cada millón de especies-año (MSY). Esto quiere decir que si tomamos una tasa de 1 E/MSY, deberíamos interpretar que por cada millón de especies una se extingue especie cada año o, dicho de otra forma, que cada especie tardará un millón de años en extinguirse. Pese a tener una unidad de medida bien definida, el problema de comparar velocidades de extinción a escalas temporales paleontológicas (por encima del millón de años) con velocidades de extinción actuales (del orden de unos pocos cientos de años) resulta evidente. Si extrapolamos el número de extinciones registradas en unas pocas décadas a un millón de años, el error que podemos cometer (tanto en exceso como en defecto) es más que

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evidente. Sería algo como intentar estimar cuánta agua vas a beber en el conjunto te toda tu vida a partir de la que hayas bebido en la última hora; si coincide que has bebido uno o dos vasos de agua, la estimación dará una cifra muy por encima de la realidad. No obstante, haciendo los ajustes pertinentes es posible obtener ciertos valores comparativos. Según la información de las bases de datos paleontológicas, la tasa de extinción de fondo estaría alrededor de 1.8 E/MSY mientras que en los últimos 50 años la tasa se sitúa en 23 E/MSY. Las tasas de extinción de mamíferos, aves, reptiles y anfibios calculada para los últimos 500 años son mayores que las de las cinco grandes extinciones en masa a lo largo de cientos de miles o millones de años. Para los mamíferos, la tasa de extinción de fondo está establecida en 1 especie cada 1000 años y en los últimos 400 años, esta tasa de extinción se ha multiplicado por 50, llegando a 1 especie extinta cada 16 años. 5.4.2. Sobre el papel de la humanidad en la crisis de la biodiversidad La pérdida y degradación del hábitat constituye la principal amenaza para la biodiversidad. A este factor pueden sumarse, como ya hemos visto en unidades anteriores, la contaminación, la explotación de especies, las especies invasoras o los imprevisibles efectos del cambio climático, todos ellos con un claro componente humano. Resulta por tanto innegable que jugamos un papel determinante en la actual crisis de biodiversidad. El ser humano, al igual que cualquiera de los otros millones de especies que habitan en este planeta, necesita interactuar con su entorno para sobrevivir. Estamos inmersos en la red de transferencia de materia y energía que mantiene unidos a todos los seres vivos y podemos rastrear nuestro impacto sobre el medio natural desde miles de años atrás. Por poner algunos ejemplos, el registro arqueológico revela que la progresiva colonización de las islas del Pacífico por los pueblos polinesios, que tuvo lugar en los últimos 4000 años, exterminó más de 2000 especies de aves (cerca del 15% del total de especies conocidas); desde 1778, las islas Hawaii han perdido al menos 18 especies de aves y cerca de 100 especies de plantas; en los últimos 300 años, diversas islas del océano Índico han perdido 33 especies de aves (incluida el dodo), 30 especies de moluscos y 11 especies de reptiles…; la lista de decesos registrados en los últimos siglos es tremendamente larga. Estos datos, pese a ser relativamente recientes presentan una diferencia contextual bastante importante con el momento actual. Hoy en día tenemos un requerimiento energético por persona muchísimo mayor que el que teníamos hace tan solo 100 años. El aumento de nuestra demanda de recursos per cápita unida a una población mundial cada vez mayor, multiplica la presión sobre el medio natural. Los datos de la IUCN son bastante claros: el 2.5% de las especies evaluadas están extintas con mayor o menor certeza y cerca del 40% están registradas bajo alguna forma de amenaza de extinción. En todas ellas, son las actividades humanas los principales agentes causales. Y por ahora sólo se ha conseguido evaluar el grado de amenaza de menos del 3% de las especies descritas. Ser conscientes de que nuestra presión de explotación sobre el medio natural es la causa de esta crisis de la biodiversidad nos debe servir también para darnos cuenta de las implicaciones que tiene para la humanidad este proceso de

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degradación. Si ocupamos suelos fértiles para nuestros cultivos deforestando hábitats naturales que en pocos años dejan de ser productivos e implican la deforestación de más territorio; si la medicina, tradicional y moderna, se fundamenta en principios activos extraídos de miles de especies de plantas; si las materias primas y fuentes de energía renovables como la madera dependen de la existencia de bosques… ¿en cuántos millones de euros podemos valorar el impacto de la destrucción de la biodiversidad? Como hemos visto, está claro que el ritmo de pérdida de especies que tenemos actualmente está por encima de la tasa de extinción de fondo. Si las especies que hoy en día tenemos catalogadas como en peligro crítico de extinción acaban desapareciendo, el planeta entrará en una situación de extinción masiva sólo vista en cinco ocasiones en los últimos 500 millones de años. A diferencia de los periodos de extinción del pasado, la sexta gran extinción estará causada fundamentalmente por nuestras acciones sobre el medioambiente, especialmente tras la llegada de la revolución industrial a mediados del s.XVIII que proporciona nuevos y más eficientes métodos para la explotación de los medios naturales. Hoy por hoy, hemos alcanzado tasas de deforestación y destrucción del hábitat sin precedentes. Identificar el problema es el primer paso hacia la búsqueda de una solución. Está en nuestra mano frenar esta progresión. A escala global, muchas son las iniciativas que se están tomando para intentar detener la pérdida de biodiversidad, pero el sistema político-social y económico en el que estamos inmersos hoy en día no facilita la actuación directa sobre el terreno y los esfuerzos económicos y humanos que se invierten no parecen revertir en un gran efecto. Existen definidas áreas del planeta de especial interés (denominadas puntos calientes de biodiversidad, o hotspots), donde se concentran la gran mayoría de las especies (ver enlace proporcionado en la lectura recomendada). Centrar en estos puntos concretos los limitados recursos de conservación puede aumentar el rendimiento de la inversión. Pero no todos los científicos opinan de la misma forma. Algunos sostienen que otras regiones del planeta mucho más pobres en diversidad juegan, sin embargo, un papel fundamental en los complejos ciclos de la materia entre ecosistemas. Quizás sean estas regiones (denominadas puntos fríos, o coldspots) en las que sea más necesario invertir recursos de conservación. Hemos avanzado mucho, pero estamos todavía aprendiendo cómo funciona la Naturaleza. Pese a que queda mucho por investigar todo apunta a que las medidas de conservación deben adquirir un carácter prioritario de forma urgente. Algunos ven en la conservación un ejercicio de responsabilidad y de justicia hacia otros seres humanos. Otros, como un mero intento de supervivencia de nuestra propia especie. Lo que está claro es que la misma capacidad del ser humano que nos ha llevado a la situación de crisis actual, la adquisición y aplicación de conocimiento, es la que nos tendrá que sacar de ella. La labor de la población, gestores y políticos será fundamental para llevar a buen término este reto, pero es responsabilidad de los científicos (taxónomos, ecólogos, paleontólogos y otros tantos especialistas que han ido saliendo a lo largo de este capítulo) seguir proporcionando conocimiento sobre el medio natural para que las decisiones estén fundamentadas en la mejor información posible. Mientras existan continentes y océanos habrá playas. Lo que debe

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preocuparnos es qué es lo que podremos coleccionar dentro de unos años paseando por ellas.

Lectura recomendada en la web: - Título: Lista Roja de la IUCN Link: http://www.iucnredlist.org Descripción: Portal de entrada a la consulta sobre el estado de amenaza de todas las especies catalogadas por la IUCN. Proporciona gran cantidad de información sobre la distribución y estado de conservación de las poblaciones de las especies catalogadas así como los métodos de evaluación del estado de las especies. - Título: Página de Conservación Internacional Link: http://www.conservation.org/about/Pages/default.aspx Descripción: Portal de la organización Conservación Internacional donde puede accederse a toda la información sobre los puntos calientes de biodiversidad. - Título: Video de Conservación Internacional sobre el papel de la Naturaleza Link: http://www.conservation.org/nature-is-speaking/Pages/Julia-Roberts-IsMother-Nature.aspx Descripción: Video de concienciación sobre el papel que juega la Naturaleza en el planeta y de la relación que mantenemos los humanos con ella. Se trata de uno de los videos de una serie que ha editado recientemente Conservación Internacional sobre distintos aspectos de la Naturaleza.

Bibliografía adicional utilizada en esta sección (puede que no esté públicamente accesible) - Barnosky, A. D., Matzke, N., Tomiya, S., Wogan, G. O. U., Swartz, B., Quental, T. B., Ferrer, E. A. (2011). Has the Earth’s sixth mass extinction already arrived? Nature 471 (7336): 51–57 - Hopping, I., Mackro, D. & Delson, L. (2004) Human Effects on Terrestrial Biodiversity. The Traprock 3: 1–5 - Pimm, S. L., Russell, G. J., Gittleman, J. L., & Brooks, T. M. (1995). The future of biodiversity. Science, 269(5222), 347–350. doi:10.1016/0006-3207(96)85983-0

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