“La Banda Oriental en el siglo XVIII”: Banda Pradera – Frontera - Puerto.
I) -
La Banda – pradera
1- “Dos grandes centros de procreación tuvo el ganado vacuno en la B.O., divididas entre sí por el curso del río Negro. La primera al Norte, en la zona misionera, derivando de la gran reserva de los Padres de la Compañía de Jesús, organizada en la gran “vacaria dos pinheiros” (...) La segunda al sur, desde el núcleo originario introducido por Hernandarias, dispersándose lentamente en el rumbo de las cuchillas, principalmente la del San Salvador y la que divide aguas entre el Yí y el Santa Lucía, hasta traspasar las sierras del este, y llegar a las llanuras de Rocha hacia el Yaguarón, constituyendo la famosa vaquería del mar, rica en 5 millones de cabezas. (...) De aquí resulta un hecho excepcional en la historia: el ganado precede al hombre; se reproduce libremente sin mediar trabajo de este y acaba de incorporarse a la geografía, como un elemento natural, que se ofrece a semejanza de un fruto. La formación de estas “minas de carne y cuero” en la pradera oriental condiciona todo el proceso histórico, pero particularmente en los inicios, porque aportó a la tierra baldía un incentivo económico determinante de la fijación del blanco en ella. De la tierra ignorada, “sin ningún provecho”, de los buscadores de oro y plata, hemos llegado a la codiciada “banda – vaquería” de los faeneros, de los bucaneros y de los banderaintes. Con las fundaciones de ciudades y pueblos se pasa del sistema caótico de la vaquería al de la estancia. La vaquería implicaba la existencia del ganado cimarrón o sin dueño y es independiente de la propiedad de la tierra; la estancia presupone, en cambio, la propiedad sobre la tierra y las bestias. (...) Los pobladores de Montevideo recibieron en donación una “suerte de estancia”, media legua de frente por una y media de fondo, que en las condiciones técnicas del siglo XVIII implicaba una receptividad de 900 reses por suerte. La tierra se recibe con cargo a trabajo y población; el hacendado vive en el campo y realiza faenas que implican al menos el comienzo de un sistema racional de explotación: en una ganadería de campo abierto, sin cercados, se aplica el sistema de las rinconadas, que aprovecha el embotellamiento del ganado en las encrucijadas de los ríos y arroyos para amansarlo y evitar su dispersión (...) Pero todos estos trabajos (la yerra, la matanza selectiva, etc.) y todos estos resultados tienen por escenario los establecimientos organizados, de área moderada, habidos por merced del fundador, simple denuncia o mera ocupación (...) Este estanciero colonizador, propulsor de la riqueza, debió poseer la fortaleza necesaria para afrontar la soledad y la rudeza del medio, expuesto a las acechanzas del bandolerismo. Para los trabajos de la estancia se valió de gentes que convivieron con él y al abandonar la vida errante, se convirtieron en peones, los paisanos, que deben distinguirse de los gauchos o gauderios (...) La estancia es un centro económico – social de vida autárquica, donde se ofrece la posibilidad de trabajo; es un lugar de refugio en un medio
inseguro, donde se aguardan armas y puede organizarse una hueste para la guerra; es un núcleo generador de relaciones humanas, de contactos civilizadores (religioso, de salud o diversión) Ella forma, junto con las capillas y las pulperías diseminadas en la semidesértica área rural, los centros básicos de la sociabilidad campesina. Pero no todas estuvieron organizadas de esta forma, ni desempeñaron el mismo papel. Los propietarios de las inmensas extensiones de tierra que formaron los “latifundios coloniales” obtuvieron sus tierras por concesiones de la Corona o con mayor frecuencia de las propias autoridades locales. Eran hombres influyentes para los que no rigió la ley del trabajo y la obligación de la residencia (...) Aquel latifundista, agraciado por merced o denunciante avispado, no poblaba con rodeos ni levantaba rancho, ni abandonaba la ciudad, donde era comerciante o barraquero. Era un poseedor que detentaba la tierra no para colonizar, sino para utilizarla como lugar de faena de ganado cimarrón que allí penetraba en busca de pastos o aguadas y que quedaba encerrado en las rinconadas. Para disimular o como cebo, dejaba un rodeo con el que atraía ganado silvestre, pero lo básico de sus actividades era la contratación de una partida de changadores para que efectuara en su establecimiento una verdadera vaquería, o sea, una matanza de todo el ganado que encontraran para extraerle los cueros y llevarlos a la ciudad a efectos de comercializarlos por el puerto. Una tercera forma de explotación del ganado la aplicaron los changadores, gauchos o gauderios, por su cuenta e iniciativa en los campos realengos apartados. Se trata de una pura supervivencia de la vaquería que, por lo tanto, coexiste en las formas más avanzadas de la estancia.” (“La Banda Oriental. Pradera. Frontera. Puerto”, W. Reyes Abadie - O. Bruschera – T. Melogno, E.B.O., 1970, pp.13 a 43)
2 - “Las autoridades españolas procedieron en los primeros repartos de estancia a los pobladores de Montevideo de acuerdo a un criterio relativamente lógico en lo social y en lo económico. A los primeros pobladores se les otorgaba una “suerte” de campo, de media legua de frente por legua y media de fondo (el frente era menor que el fondo porque limitaba con un río y arroyo o por lo que debía distribuirse entre el mayor número posible la imprescindible aguada). Tal extensión equiparable en la actualidad a una 1875 has. (...) podía ampliarse reclamando para cada hijo nacido del matrimonio fundador una suerte más (...). Los primeros reparto produjeron, por lo tanto, un hacendado medio que pobló la tierra y residió habitualmente en ella, procurando por medio del rodeo, el amanse de la novillada cimarrona, y vendiendo sus cueros a los comerciantes montevideanos o alguna partida de contrabandistas que los pasaba al Brasil. (...) Feliz de Azara (...) señaló en su famosa “Memoria sobre el estado rural del Río de la Plata”, una de las principales causales del latifundio: la “ley o cédula que ordena no dar tierra sino al que las compre” (...) Otra causal del latifundio, que Azara no debió señalar por razones obvias, es la indicada por Real de Azúa: las concesiones de la corona y en especial de las autoridades españolas locales a sus favoritos y paniaguados, cuando no a sí mismas. Otras de las causas que
contribuyeron a consolidar el latifundio fue que la gran estancia era a menudo – no siempre – una respuesta muy efectiva a la situación de endémica inseguridad creada por los indígenas y sus correrías, los gauchos y sus depredaciones, los portugueses y sus incursiones. La gran estancia por lo general era un fortín y los peones armados, su mesnada. (...) El país fue colonizándose de sur a norte (...) Desde la jurisdicción porteña y desde la montevideana, avanzó el movimiento de extensión progresiva de las estancias. (Se ha) señalado que “(...) desde mediados del siglo XVIII hasta el final del coloniaje, la lucha entre latifundistas y ocupantes sin títulos se desarrolló en cuatro o cinco oleadas, en cada una de las cuales se repitió el ciclo de apropiación de la tierra fronteriza por hombres libres, despojo y apropiación por los grandes latifundistas y emigración hacia una nueva frontera, seguida de nuevo despojo...”. Lo común fue el asentamiento y el límite vago, hasta donde alcanzase el dominio efectivo y real del propietario, con una tendencia natural pero perturbadora, a considerar intrusos a todos los que se establecieran en las cercanías, y con una predisposición al “pleito por tierras” (...) A la ausencia de delimitación original clara como causa de (...) estafas debe sumarse la imprecisión de igual denominación para arroyos que distaban entre sí ocho o diez leguas...” (“Bases económicas de la revolución artiguista”, J.P.Barrán – B. Nahum, EBO 1972) 3- “La “denuncia” era utilizada para desalojar anteriores poseedores o exigirles un contrato de arrendamiento u otra forma de tenencia, o reducirlos a peones. Pero mientras hubo tierra y libre y “desarreglo de los campos” los meros poseedores se desplazaban hacia tierras no ocupadas, perpetuando su condición itinerante. Los conflictos entre denunciantes y ocupantes se entrecruzaron con otros entre distintos denunciantes.. Fueron frecuentes también los conflictos de los Cabildos y las poblaciones con los grandes latifundistas que obstaculizaron el establecimiento de poblados y de pequeña y mediana propiedad (...) A comienzos del siglo XVIII comienza la explotación sistemática del ganado oriental por expediciones de vaquería procedentes de Santa Fe y de Buenos aires por un lado y de los pueblos de las Misiones por el otro. Este cambio lo produce el aumento de la demanda interna de ganado y la demanda externa de cueros. Los pueblos jesuitas, con una importante población, necesitaban repoblar sus estancias destinadas al abasto (...). En la campaña de Buenos Aires el ganado cimarrón se había ido internando en la pampa dominada por los indígenas (...). Por eso fue necesario recurrir al ganado de la B.O. y las primeras vaquerías de porteños y santafesinos fueron arreos de ganado para repoblar sus estancias y para el abasto de Buenos Aires (...). Vaquería era el lugar donde se concentraba el ganado cimarrón en grandes cantidades, por sus aguadas y calidad de sus pastos, y también era el acto de “vaquear”, ya fuera para reunir ganado que se arreaba para poblar las estancias de Buenos Aires, Santa Fe, Misiones o Brasil, o las incipientes de Montevideo, ya fuera la caza para hacer cueros, sebos y grasa. Todo ello sin apropiación de la tierra. (...) La vaquería fue el modo de producción predominante – casi exclusivo – hasta avanzada la segunda mitad del S. XVIII. Constituye un modo de producción primitivo, depredatorio, puramente
extractivo, anterior desde el punto de vista del desarrollo de las fuerzas productivas al pastoreo... Es la caza indiscriminada del ganado salvaje para aprovechar su cuero y su grasa, desaprovechando el resto del animal (...) El bajo desarrollo de las fuerzas productivas: escasa población, primitivismo del transporte, mínimo nivel tecnológico de la explotación ganadera (la mera producción de cuero), es el elemento que determina el predominio del latifundio (...) La estancia latifundista, con predominio del ganado alzado y con una extensión desmesurada para la cantidad efectiva de ganado manso que poseía, requería escasa mano de obra y arrojaba al hombre de campo a la vida itinerante (...) La propia existencia del latifundio fue un obstáculo al desarrollo de las fuerzas productivas: Los latifundistas se negaban al marcaje del ganado. La indefinición de la propiedad del ganado facilitaba la vaquería indiscriminada, especialmente en tierras realengas, y el contrabando. La indefinición de la propiedad de la tierra y el ganado, no solo por la falta de cercos sino también por los títulos imperfectos, controvertidos o inexistentes y la lucha por la propiedad, quitaba estímulo al poblamiento y a la cría del ganado (...) La ganadería de rodeo supone la apropiación privada del ganado y también, aunque no necesariamente, la apropiación de la tierra (...) La aparición de la propiedad del ganado y de la tierra suponen una relación social de exclusión: a partir de entonces hay hombres que poseen tierras y ganados y hay otros que no los poseen (...) existían dentro de la unidad productiva estancia dos figura más. Una es el “puestero”, que en los límites del establecimiento realiza una tarea de vigilancia y rodeo. Generalmente posee algo de ganado y sus propios instrumentos de trabajo... El puestero recibe una parte del procreo y a veces alguna retribución en especie; o dinero y paga en trabajo por el uso de la tierra (...) El “agregado” es alguien que vive en tierra de otro, con su autorización; generalmente posee algunos animales y en algún caso siembra hortalizas, trigo y maíz. Constituye para el estanciero una forma de obtener fuerza de trabajo (escasa) a cambio del uso de la tierra (abundante). El agregado acceda a la subsistencia (al uso de la tierra) a cambio de realizar determinadas tareas, de reconocer la propiedad y de dar apoyo en las épocas de inseguridad (...). (Millot, Julio; Bertino, Magdalena. “Historia Económica del Uruguay”. Tomo 1. Montevideo. Fundación de Cultura Universitaria, 1991.)
La Banda – frontera 4 - “La Banda Oriental es tierra de frontera, y frontera donde realmente se enfrentan las dos grandes potencias colonizadoras de América del Sur, España y Portugal (...) La Banda Oriental es tierra de porfía. Portugal defiende permanentemente la tesis de los grandes ríos para demarcar los límites de las Indias. No se trata de poseer unas miles de leguas cuadradas más o menos, ni siquiera de ocupar una rica zona ganadera, sino de asegurarse las conexiones fluviales al interior de sus comarcas mediterráneas sin sortear las penurias de los senderos de la selva (...) La fundación de la Colonia del Sacramento en 1680
pretende afirmar, de hecho, la soberanía portuguesa sobre la costa norte del Río de la Plata, a la vez que responde a determinados intereses económicos: Colonia está llamada a ser la cabecera de puente desde la cual Inglaterra introducirá de contrabando sus mercaderías hacia el interior del cerrado Imperio Español; por Colonia drenará también la plata potosina, que todavía baja con abundancia del altiplano hacia Buenos Aires, su centro de exportación clandestino. Entre trámites burocráticos y asedios militares, Colonia será canjeada, conquistada, arrasada casi por las balas del cañón hispánico. Medio siglo después del primer establecimiento portugués de Colonia, la fundación de Montevideo será la respuesta de España reafirmando así su posesión sobre las dos márgenes del Río de la Plata (...) Montevideo tiene, pues un sentido estratégico militar. Se construye para ser el fuerte desde el cual se detenga el avance portugués, se defienda la entrada al río, y a la vez, servir de enclave estratégico al sistema de defensas organizado en guardias y fuertes que irán diseminándose por todo el litoral, desde la laguna Merim hasta el río Uruguay. Es concebido además como barrera de contención al contrabando que accede por mar o por tierra y como valla y freno de la evasión de ganados hacia los dominios del Portugal. No obstante esos propósitos, de hecho y muy rápidamente, Montevideo se transformará en el gran centro receptor e irradiador del contrabando extranjero y local.”. (“Colonia y Revolución” de Blanca Paris de Oddone, incluido en “De la colonia a la consolidación del Uruguay”, E.B.O., 1973, p18-19).
III).-
La Banda – puerto
5.-“Durante el último cuarto del siglo XVIII, Montevideo acrecentó su giro económico como centro acopiador de cueros y puerto introductor de esclavos. Mientras el Reglamento de Comercio Libre de 1778, al habilitar el puerto, promovió un considerable impulso material a la modesta ciudad, que cobra desde entonces su definitiva fisonomía urbana (...) Comercio lícito e ilícito van transformando rápidamente a la plaza fuerte y apostadero naval en un diligente centro comercializador. Y si aquella gran barraca de corambre que fue Montevideo a fines del siglo XVIII se convirtió en la “llave” comercial del Río de la Plata, posición que motivara más de un enfrentamiento entre comerciantes montevideanos y porteños” (Blanca Paris de Oddone, op.cit., p 25 –26)
6.- “En el permiso de libre comercio de 1778 concedido a Buenos Aires, se facultó a ésta para extender el beneficio al puerto de Montevideo, cosa que se decidió favorablemente instalando su Aduana el 22/VIII/78 (...) El mismo año de 1779 se creó la Comandancia de Resguardo de todas las rentas en Montevideo y Costas del Río de la Plata, con sede en Montevideo, encargada de controlar buques y cargas, y reprimir el contrabando. La decisión de radicarla en esta ciudad era lógica, ya que se preveía su contacto directo con España y la
posterior introducción de mercaderías en Buenos Aires e interior. (...). El libre comercio del 78 estimuló enormemente la explotación ganadera de la Banda. Se valorizaron los ganados ante la perspectiva de su segura venta y exportación, y se empezó al aprovechamiento del animal en forma más racional y completa, utilizándose ya no solo los cueros, sino también el sebo, la grasa, la carne, las astas, etc. (...) En 1787 se concedió a la Compañía de Filipinas permiso para la introducción de esclavos por Montevideo (...) los barcos podían (...) llevar de retorno cueros y frutos del país. Esto provocó el contacto directo con Inglaterra y Portugal, lo que estimuló la introducción de numerosos efectos de contrabando que venían con los esclavos. Además, y es importante, la relación directa puso en comunicación a Montevideo y su Banda con los mercados compradores más amplio del mundo, lo que impulsó un aumento notable en la cría del ganado y del comercio. Este beneficio y confirmó con el permiso de 1791, que convirtió a Montevideo en el único puerto del Plata habilitado para la introducción de esclavos, y suscitó la consiguiente oposición de Buenos Aires (...) A esto se unía la exportación creciente de tasajo, iniciada en 1785 por el capitán Juan Ros, quien condujo un primer cargamento hasta La Habana donde lo colocó completamente (...) En 1795 se autorizó el comercio del Plata con las colonias portuguesas del Brasil (...); todo este comercio, por resolución del Virrey, debía concentrarse en Montevideo” (J.P.Barrán, op.cit.., p. 37 a 39)
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