Y entonces comprendemos poco o nada Del mar y de las olas y del miedo Del aire que recibo y recibimos Porque amamos el ruido y el silencio Y es solo el natural desasosiego La fuerza que acompaĂąa nuestros pasos Y nos gusta en el fondo demasiado Jugar a los disfraces con el tiempo Y salimos tan blancos en las fotos Y tan amablemente detenidos Que somos en las rocas o en la casa Los nuevos habitantes de lugares Poblados de presencias y de ausencias
A l e j a n d ro Z a m b r a El fantasma
FĂŠlix Eleazar RodrĂguez, Plantas (detalle), 1996
equipo
dirección general Tomás Amílcar Rodrigo Sánchez de Bustamante dirección ejecutiva Omar Bagnoli dirección editorial Florencia Badaracco jefe de edición Guillermo Fernández secretaria de redacción María Isabel Menéndez equipo de edición Yanina Costa Pablo Schroder Lucas Van Rey corrección Andrés Monteagudo concepto visual Estudio Lo Bianco dirección de arte y edición gráfica Juan Lo Bianco diseño gráfico Theo Contestin Catalina Ruiz Luque tipografías Abril Display, Abril Text y Adelle Sans (TypeTogether de José Scaglione y Veronika Burian) Median (Tipo de Eduardo Rodríguez Tunni) Montserrat de Julieta Ulanovsky
colaboran en este número Oscar Oszlak Frances Negrón-Muntaner Silvia Elizalde Inés Dussel Sabina Frederic María Gabriela Merlinsky María Carman Pablo J. Schamber Alejandro D. Crojethovich Sandro Romero Rey Carlos La Rosa Vásquez Claudia Tavares Clara Rodríguez Federico Jeanmaire Mirta Varela Graciela Goldchluk John Banville artistas invitados Florencia Capella Pablo Delano Héctor Molina Suárez Martín Laksman Marquitos Farina Santiago Hafford Ignacio de Lucca Cindy Muñoz José Diniz El Tomi Lautaro Ortiz Félix Eleazar Rodríguez
directora editorial 2002-2013 Liliana Cattáneo propietario Fundación osde número 34 Segundo semestre 2015 Noviembre 2015
Copyright © Buenos Aires Todos los derechos reservados Hechos los depósitos previstos en la ley 11.723 Registro Propiedad Intelectual 5228086 Prohibida su reproducción total o parcial. issn 1666-5864 Fundación osde av. Leandro N. Alem, 1067 piso 9 c1001aaf, Buenos Aires Argentina tel: (011) 5196 2210 e-mail: todavia@osde.com.ar
agradecimientos Willy Castellanos Pepe Franco Mariana Ramírez Figueroa
tratamiento de imágenes Edge Pre_media impresión Ferraro Gráfica Osvaldo Cruz 2677 - caba
ta pa Ignacio de Lucca, Emotional Landscapes iv (detalle), 2015 c o n t r ata pa José Diniz, Río de Mar, 2015
sumario
P Política. Promesas y desafíos de un gobierno abierto. Oszlak. p.4 X Sociedad. Espejo, espejo en la pared: ¿por qué Cuba es sexy y Puerto Rico no? Negrón-Muntaner. p.10 | Jóvenes: nuevas coordenadas para el amor y el erotismo. Elizalde. p.16 X Educación. La educación en México: entre la reforma y los dolores. Dussel. p.22 X Sociedad. ¿Profesionales y democráticos? Los militares argentinos en tiempos de paz. Frederic. p.28 X Medio Ambiente | La cuestión ambiental y el debate público sobre los bienes comunes. Merlinsky. p.34 | Dilemas del Buen Vivir. Carman. p.42 | La gestión de los residuos: prácticas, saberes, representaciones. Schamber. p.50 | El agua, un bien valioso y escaso. Crojethovich. p.58 X Ciudades. El centro de la Tierra. Romero Rey. p.65 X Teatro. Nuevas formas de pensar el teatro. La Rosa Vásquez. p.74 X Fotografía. Río de Mar. Diniz. p.82 X Historieta. Tinta China. El Tomi / Ortiz. p.94 X Lecturas. El amor. Jeanmaire. p.102 X Historia. De la protesta a la fiesta. Varela. p.108 X Literatura. Las vueltas de los manuscritos. Goldchluk. p.116 X Conferencias. Banville. p.121 X
Todavía Pensamiento y Cultura en América Latina 34
política
promesas y desafíos de un gobierno abierto
La apertura de canales digitales y de comunicación ha planteado nuevos desafíos a la gestión pública y a las expectativas de participación ciudadana. ¿Estamos ante un umbral de transparencia de la política, un nuevo ágora, o todo quedará en iniciativas retóricas?
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Todavía
a gestión pública parece estar atravesando un proceso de cambio cultural y tecnológico inédito. La apertura y la transparencia parecen imponerse a la cerrazón y el secreto. La idea de un gobierno abierto a la ciudadanía emerge como nueva panacea para mejorar la administración estatal y, a la vez, consolidar los aspectos deliberativos y participativos de la democracia. En buena medida, esta concepción descansa en la disponibilidad de tecnologías capaces de dar soporte a nuevos patrones de relación entre estado y sociedad. Pero más allá de sus promesas, ¿cuáles son los supuestos subyacentes y los desafíos que deberán confrontarse y superarse para que se hagan realidad?
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premisas de un gobierno abierto La idea de un gobierno abierto (ga) fue impulsada por Barack Obama en 2009 al asumir su primer mandato. Anunció entonces que su gobierno sería transparente, participativo y colaborativo, tres principios que marcarían una nueva modalidad de gestión pública destinada a difundirse rápidamente en todo el mundo. El ga no es solo, ni necesariamente, un gobierno electrónico. Es una verdadera filosofía sobre cómo gobernar y cuáles deben ser los roles de gobiernos y ciudadanos en la gestión de lo público. Sus supuestos implícitos pueden resumirse así: a) la tecnología
N P O R O S C A R O S Z L A K P h D e n C i e n c i a Po l í t i c a , I n ve s t i g a d o r S u p e r i o r d e l c o n i c e t - c e d e s y D o c e n t e d e Po s g r a d o N A R T I S T A I N V I T A D A F L O R E N C I A C A P E L L A
Oscar Oszlak
permite hoy una comunicación e interacción fluida, de doble vía, entre unos y otros; b) los gobiernos deben abrir estos canales interactivos de diálogo con la ciudadanía, para beneficiarse de su potencial contribución en el proceso de decisión política, en la coproducción de bienes y servicios públicos y en el monitoreo, evaluación y control de su desempeño; y c) los ciudadanos deben aprovechar estos nuevos canales participativos asumiendo activamente sus perfiles potenciales. En mi opinión, estos supuestos son demasiado prematuros y poco realistas. Sin duda, el avance tecnológico ha sido históricamente una fuente importante de cambio cultural. La mayoría de las aplicaciones tecnológicas son adoptadas muy rápido por mercados y usuarios sin necesidad de compulsión. Pero el ga supone abrir la caja negra del gobierno; inducir a sus funcionarios a escuchar a los ciudadanos, a que respondan a sus propuestas, los acepten como coproductores y admitan que deben rendirles cuentas, además de responder a sus críticas y observaciones. Estas son reglas de juego totalmente diferentes en la relación gobierno-ciudadano. Y si bien las nuevas tecnologías podrían dar soporte a estas variadas formas de interacción, los funcionarios políticos y los empleados estatales probablemente no estarían dispuestos a operar sobre la base de estas nuevas reglas, a menos que los máximos responsables del gobierno estuvieran decididos a erradicar las ancestrales estructuras y mecanismos decisorios que, por muchas razones, muy pocos modificarían voluntariamente.
r e s t r i c c i o n e s i n f o r m at i va s
Todavía
No hace mucho, un gobernador de los Estados Unidos previno a sus colaboradores: “Nunca pongan juntos un resultado y una fecha, porque siempre habrá alguien esperando ese día para acusarlos de no haber logrado el resultado. Por eso, ¿para qué distribuir munición gratuita?”. Estas palabras evidencian la importancia de la información como recurso de poder y explican, en parte, las dificultades que encuentra en la Argentina la aprobación de una Ley de Acceso a la
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Información Pública. Más de cien países adoptaron normas constitucionales o legales que consagran este derecho. Desde 2003, el decreto 1.129 reconoce a los ciudadanos el acceso a la información del Poder Ejecutivo, pero en la práctica, su ejercicio ha enfrentado severas limitaciones. Bajo un ga, los datos deben ser completos, oportunos, accesibles para cualquier usuario, libres de licencia y almacenables electrónicamente. Tal vez son requerimientos excesivos si se los compara con la actual capacidad de respuesta de los gobiernos. No se trata solo de superar la sistemática y deliberada reticencia de los funcionarios a entregar información al público, sino también de diseñar mecanismos apropiados para resguardar, procesar y poner a disposición enormes volúmenes de datos. Aun si los gobiernos consiguieran resolver este déficit, subsiste el problema de la sobrecarga. Con la creciente globalización, una mayor proporción de la población mundial se ha convertido en activa productora y consumidora de datos. El acceso libre y casi irrestricto a la información ha creado este riesgo, en vista de la velocidad, volumen y falta de conocimiento sobre la validez de su contenido y la posibilidad de manipulación. Como en el caso del agua, un vaso puede ser suficiente; una inundación, una calamidad.
¿ y q u é pa s a c o n l o s c i u d a d a n o s ? La filosofía del ga supone que una vez abiertos los canales, los ciudadanos acudirán en masa, dispuestos a participar y ejercer los roles potenciales que se les atribuye retóricamente. ¿Puede imaginarse esta recreación del ágora ateniense en un escenario virtual como el actual? ¿O, como ocurría en la antigua Grecia, solo un reducido grupo de sofisticados oradores y demagogos se involucrarían en un diálogo para discutir y decidir el futuro de la polis? Como señaló el Nobel de economía, Amartya Sen, en primer lugar, la participación de la sociedad civil en el diseño, implementación y evaluación de políticas públicas es inconcebible, a menos que la sociedad haya sido empoderada; en segundo lugar, el empoderamiento
política
implica que los ciudadanos conocen sus derechos individuales y colectivos, saben cómo obtener garantías para su ejercicio y tienen la capacidad para analizar la información pertinente; y por último, aun empoderados, podrían optar por no darle gran valor a la participación política ni tener una fuerte disposición a involucrarse. Por lo tanto, las expectativas puestas en la sociedad civil parecen pasar por alto las profundas desigualdades sociales, económicas, educacionales y culturales de la población, la brecha digital que atraviesa las clases sociales, la capacidad de actuación variable de los individuos, el alto grado de desafección que exhiben muchas sociedades y la natural tendencia hacia el free riding de la mayoría que, a diferencia de los
ciudadanos libres atenienses, no poseen esclavos que les dejen tiempo libre para asistir y deliberar en el nuevo foro virtual. La participación ciudadana requiere mucho más que una invitación. Debe existir una razón que no dependa solamente de la existencia de canales de comunicación facilitados por el gobierno. Por lo general, esto ocurre cuando un grupo social o un sector son afectados por una política pública que entraña algún tipo de amenaza. Los ciudadanos no son, por naturaleza, actores políticos. Debe existir entonces una causa o razón profunda para su movilización, sea un interés económico, un valor arraigado o un derecho legítimo que hayan sido menoscabados. Este es el fundamento mismo de la acción colectiva.
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Oscar Oszlak
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Pero el ga supone abrir la caja negra del gobierno; inducir a sus funcionarios a escuchar a los ciudadanos, a que respondan a sus propuestas, los acepten como coproductores y admitan que deben rendirles cuentas, además de responder a sus críticas y observaciones.
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política
eppur si muove
Si bien lo anterior podría ser calificado de optimismo exagerado, se están llevando a cabo en todo el mundo diversas iniciativas que prometen producir avances en la dirección de un ga. Alrededor de 65 países integran hoy una red global –la Alianza del Gobierno Abierto– que promueve la elaboración periódica de planes de acción. La Alianza propone mejorar los servicios públicos, aumentar la integridad pública, gestionar eficazmente los recursos estatales, crear comunidades seguras y aumentar la responsabilidad empresarial del Estado. Estos desafíos deben inspirarse en los valores de acceso ciudadano a la información pública, promoción de la participación cívica, obligación del gobierno de rendición de cuentas y desarrollo de tecnologías e innovaciones para la apertura gubernamental. Fuera de estos desafíos y valores acordados, la Alianza no ofrece una definición precisa sobre el alcance de un ga, por lo cual los planes de los países incluyen acciones muy variadas. Por ejemplo, en materia de expansión de la información pública disponible para la ciudadanía, un buen número de gobiernos de América Latina y el resto del mundo han creado portales con el objetivo de difundir información útil para distintos usuarios o repositorios abiertos de datos, documentos, imágenes o sonidos. También se advierten mejoras en el ejercicio del derecho a la información pública. Muchos países adoptan medidas para promover la inclusión social de poblaciones discriminadas o reducir la brecha digital: en la región escandinava se procura simplificar el lenguaje de los documentos oficiales y en Estados Unidos se difunden técnicas de visualización para que el ciudadano común pueda interpretar estadísticas oficiales. Por otra parte, se amplían los canales de comunicación para que los ciudadanos puedan acceder a servicios públicos y se simplifican los trámites administrativos (turnos en hospitales vía web, trámites impositivos o ventanillas únicas para la habilitación de industrias o locales, etcétera).
Otras acciones abarcan la protección de derechos de consumidores y agentes públicos. Se trata de medidas para compensar la asimetría de poder entre las empresas monopólicas u oligopólicas con capacidad para fijar precios y consumidores atomizados de diferentes tipos de bienes o servicios. O para proteger a informantes que denuncian la comisión de actos de corrupción u otros delitos en la administración pública. Incrementar la transparencia de la gestión es otro objetivo frecuente. Intenta frenar o reducir los efectos de prácticas corruptas que involucran a funcionarios públicos y actores privados. Por ejemplo, en materia de licitaciones y compras públicas, regulación de empresas privatizadas o control de subsidios al sector privado u organizaciones sociales. Muchos planes promueven la participación ciudadana en la gestión estatal dictando o proyectando normas al respecto. En 2014, la Alianza otorgó el primer premio a la mejor iniciativa de ga, un proyecto dinamarqués de participación de adultos mayores en todo el ciclo de políticas públicas vinculadas con su atención y bienestar. Finalmente, algunas acciones apuntan a aumentar la capacidad institucional para un ga: diseño de metodologías e instrumentos para evaluar la gestión; desarrollo de tic; mejora de la coordinación interinstitucional; implementación de guías, campañas y programas de formación para modificar la cultura interna y técnicas para optimizar la gestión de la información.
en resumen Aunque se advierten avances en el tema, los supuestos sobre los que se basa la concepción de un ga parecen contradecir tanto la cultura dominante en la gestión estatal como la disposición ciudadana a la participación. La información constituye un insumo crítico para implementar políticas públicas con interacción ciudadana, pero las restricciones a su acceso las limitan. La ciudadanía debe estar alerta a la manipulación por parte de los gobiernos, al ocultamiento y a la distorsión de los datos. •
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sociedad
espejo, espejo e n l a pa r e d :
¿por qué cuba es sexy y puerto rico no?
Hacia finales del siglo xix, los norteamericanos construían una imagen de las islas vecinas que se distinguía de la imagen que los españoles tenían de sus colonias al otro lado del océano. Entre el desprecio y la fascinación, Cuba y Puerto Rico representaron para el Tío Sam diferentes versiones de un proyecto colonial y un imaginario de sensualidad que ha tenido hondas consecuencias.
A
l editor de una prestigiosa casa publicadora no le impresionó mucho mi idea: escribir la primera biografía de envergadura sobre Julia de Burgos, poeta y feminista icónica cuyo nombre, gracias a la presencia cada vez mayor de puertorriqueños en los Estados Unidos, se encuentra en cientos de murales, escuelas y letreros del país. Ante tal propuesta él simplemente dijo: “No. Jamás se vendería. Al único latinoamericano que yo le publicaría una biografía es a José Martí”. “¿José Martí?”, repetí, incrédula. Sin duda el escritor y líder independentista cubano se merece no una sino varias biografías para un público angloparlante que lo ignora y debe conocer. Lo categórico de la respuesta, no obstante,
me dejó perpleja. “¿Por qué solo a Martí?”. El editor sonrió: “Martí viene de un país sexy”. “Pero él no es sexy,” riposté rápidamente. “Julia, en cambio…”. Resultó imposible convencerlo y nos movimos a otro tema. Aunque me quedé pensando: ¿cómo puede ser que la tierra de Rita Moreno, Benicio del Toro, Jennifer López y cinco Miss Universos no sea considerada al menos un poco sexy? No cuadraba. Pero hay una explicación. A través del estereotipo del latino como hot and bothered, algunos puertorriqueños han sido y continúan siendo vistos como ingredientes apetecibles en el guiso cultural norteamericano. Puerto Rico, sin embargo, es otra cosa. Y esa distinción tiene historia y consecuencias.
N P O R F R A N C E S N E G RÓ N - M U N TA N E R E s c r i t o r a , c i n e a s t a y p ro fe s o r a d e l a U n i ve r s i d a d d e C o l u m b i a ( N u e v a Yo r k ) N F O T Ó G R A F O S I N V I T A D O S PA B L O D E L A N O , H É C T O R M O L I N A S UÁ R E Z Pablo Delano, Santurce, Puerto Rico, 2015
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Frances Negrón-Muntaner
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Desde que, a principios del siglo xix, Cuba y Puerto Rico entran en el campo de visión de la joven república estadounidense, la primera siempre fue la más atractiva para la potencia emergente. Es más grande. Es más elegante. Pero sobre todo, está más cerca en términos geográficos y emocionales. En el imaginario norteamericano, Cuba se dibuja como límite y frontera de la nación; un talón de Aquiles cuya posesión por otro podría llevar a la destrucción de la república misma. El pánico a que otro estado gobernara sobre Cuba en lugar de España o el que una revolución engendrara “otro Haití” alcanza tal intensidad que, entre 1823 y 1897, Estados Unidos intentó comprar a la isla al menos cuatro veces. Controlar su destino se convirtió en fijación. Cuando los Estados Unidos finalmente toman armas en el asunto durante la Guerra Hispanoamericana de 1898, se intensifica su obsesión por Cuba en tanto ob-
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jeto de deseo. Trazando fantasías político-económicas y libidinosas, la prensa representó a la isla en innumerables caricaturas y narrativas como una bella damisela o como una escuálida madre que implora por un salvador que la libere de la monstruosa España. La exclusión gráfica del ejército mambí deja claro que al Tío Sam solo le interesaba rescatar a Cuba, no a los cubanos, quienes insisten en querer a Cuba libre para ellos. Antes de este momento, en el discurso público americano apenas se menciona a Puerto Rico. No obstante, según avanza la campaña sobre tierra y mar, crecen las referencias a la isla. A diferencia de Cuba, sin embargo, la invasión de “Porto Rico” es casi siempre relatada como un frío cálculo imperial, no pasional. Políticos y expertos certifican que la isla ofrece ventajas estratégicas, oportunidades militares y posibilidades comerciales. La prensa informa además, a través de brevísimos artículos que denotan la poca importancia que los editores otorgan al hecho, que son los puertorriqueños, no los americanos, los que están “excitados” por la invasión inminente. Pero Puerto Rico no es solo otra cosa comparada con Cuba. Es también una cosa difícil de representar. Esta visión la sintetizó el senador de Michigan, Julius C. Burrows, luego de la intervención en Cuba, al comentar los últimos acontecimientos con algunos colegas y el propio presidente McKinley: “Lo que queremos ahora es Puerto Rico. Tendremos eso mañana”. Después del Tratado de París y ya en posesión de las islas, los Estados Unidos imponen gobiernos militares en ambas con la intención de adaptar el estado local a sus necesidades. En este momento, la doncella cubana se permuta en un niño negro que similar a su mellizo puertorriqueño necesita que el Tío Sam le sirva de guía en el arte del autogobierno por un tiempo indefinido. A la vez, a pesar de que los americanos se entienden superiores a cubanos y puertorriqueños, la épica de la independencia acerca a Cuba más a los Estados Unidos. La paradoja narrativa, no erótica, es que debido a que los puertorriqueños recibieron a los soldados del norte como ellos se veían a sí mismos –liberadores de la opresión española y defensores de la humanidad– aparecen
Héctor Molina Suárez, Intersección entre las calles Amargura y Mercaderes, La Habana Vieja, 2013
sociedad
doblemente inferiores e indeseables en el imaginario americano. Es de esperar que, cuando surge la pregunta de qué hacer con Puerto Rico, la comparación entre cubanos y puertorriqueños tarda poco en aparecer. En las palabras del influyente congresista Henry Teller, autor de la enmienda que prohibió la anexión de Cuba a los Estados Unidos: “No me gustan los puertorriqueños; no son peleadores como los cubanos… Una raza como esa no se merece la ciudadanía americana”. El resultado es tan irónico como creativo. Mientras que el deseo por anexar a Cuba culmina en que los americanos le “conceden” la independencia, la perciben como parte integral de su nación y territorio; a Puerto Rico la anexan de hecho aunque niegan de jure que tienen algo que ver con el país. Este último espejismo lo hace posible la doctrina legal del territorio no incorporado, la cual establece que la isla pertenece a –pero no es parte de– la metrópolis. Pese a que en 1917, los Estados Unidos les extienden su ciudadanía a los habitantes de Puerto Rico, no lo hacen por haber desarrollado solidaridad, afecto o pasión por ellos. Más bien es realpolitik: su objetivo era detener el sentimiento separatista y prevenir que el creciente malestar contra el régimen colonial se convirtiera en un frente hostil durante la Primera Guerra Mundial. Es por eso que la indulgencia de la ciudadanía fue precedida de numerosas aclaraciones por parte del gobierno y la Corte Suprema que de ninguna manera se debía entender el gesto como uno de inclusión política. Es por eso también que el estatus ciudadano fue de nombre nada más: los puertorriqueños ahora podían portar los pasaportes del águila dorada y volar libremente por el territorio, pero no tenían derecho a votar por el presidente de los Estados Unidos ni a elegir una delegación con voz y voto en el Congreso. El horror de que un lugar tan “p” como Puerto Rico –pobre, pequeño y pasivo– se convirtiera en un estado federado acompaña entonces todas las minúsculas concesiones que los americanos le han extendido a Puerto Rico. En las palabras del gobernador designado Arthur D. Yager, la ciudadanía otorgada a los boricuas significaba simplemente que “hemos determinado… que la bandera americana nunca será arriada en Puerto Rico”.
Ya terminada la guerra en Europa, la atracción norteamericana por Cuba retorna con brío a su metáfora original: la sexualidad. A la vez que los intereses corporativos conciben a Cuba como una isla virgen llena de posibilidades, la mirada turística la erotiza y exotiza creando un paralelo entre dominio económico y poderío sexual. Desde los “locos años 20” hasta la “década perdida” de 1950, los estadounidenses hacen de Cuba su destino preferido para las tres “b”: baile, botella y baraja. Puerto Rico, a pesar de tener playas espectaculares y un clima parecido a la isla vecina, dispuso de un solo hotel de lujo, el Hotel Condado Vanderbilt, hasta 1949, cuando se construyó el Caribe Hilton, por iniciativa del gobierno insular. Los americanos siguieron clavando y clavados a La Habana. Hasta que se acabó el mambo. Si desde el principio existieron tensiones entre las partes, la revolución de 1959 constituyó una ruptura del romance de Estados
Héctor Molina Suárez, Palacio de los Capitanes Generales, calle Obispo, La Habana Vieja, 2012
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Unidos con Cuba, aunque hace de la isla una chica aún más apetecida. Tal y como el deseo se acrecienta cuando el objeto está cerca pero no es accesible, Cuba ahora vuelve a ser la fruta prohibida que es preciso recuperar a toda costa castigando a los barbudos malagradecidos con invasiones, bloqueos y planes de asesinato. Y no es para menos. Hacia el año 1958, Cuba no solo era el parque de diversiones para adultos favorito de los Estados Unidos. El capital norteamericano controlaba gran parte de la economía insular, incluyendo el 90% de las industrias eléctrica y telefónica, el 83% de la ferroviaria y el 43% de la azucarera. Si bien la gesta revolucionaria cubana se complicó, esta estableció otra diferencia importante entre Cuba y Puerto Rico que tendió a disminuir el valor cultural boricua. No hay duda que la masculinidad cubana en armas repele a la élite gobernante norteamericana. Pero también enamora a sectores de la izquierda e intelectuales de grupos minoritarios, quienes entendieron la revolución como un desafío frontal a las políticas coloniales y racistas de su país. Si para muchos las revoluciones son el viagra de lo político, el fuck you cubano a los Estados Unidos a solo 90 millas de la Florida, era para derretirse. En adición, la revolución elevó a los cubanos a sex symbols mundiales y este nuevo estatus añadió ingredientes simbólicos al ajiaco cubano que muchos entienden no está en el asopao boricua. A partir de ese momento, Cuba se convirtió en un lugar privilegiado donde un pueblo pobre se enfrentó por su libertad al país más poderoso del mundo y salió victorioso. Mientras que la mayoría de la humanidad vive como imaginan que lo hacen los puertorriqueños por naturaleza –bregando y burlando el poder para sobrevivir–, sueñan con ser como se asume que es el cubano por definición: desafiante, macho y rebelde. Entre tanto Cuba circula a modo de un brand global, la modesta atención que recibió Puerto Rico durante esta época queda sintetizada en una portada de la revista Time mostrando al gobernador Luis Muñoz Marín con un look serio circa 1958. Allí se vende a la isla no en términos eróticos sino clínicos, como un laboratorio, esta vez “de la democracia en Latinoamérica”.
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Según sus auspiciantes, el caso Puerto Rico demuestra lo bien que le haría el capitalismo al hemisferio si Latinoamérica cesa su hostilidad hacia la inversión norteamericana, le ofrece incentivos y deja el nacionalismo atrás. Clínico o no, el experimento pronto perdió financiamiento y entró en crisis permanente. Encima de que el “milagro económico” puertorriqueño duró poco, requirió además de la exportación de 700 mil almas para servir de mano de obra barata en Nueva York y otras frías urbes de la metrópoli. Paradójicamente, aunque los migrantes puertorriqueños fueron recibidos como “escoria tropical” por gran parte de sus conciudadanos, su origen en algún lugar down there facilitó que también fueran considerados como nueva encarnación de una candente otredad sexual en Norteamérica. Luego de 1959, sin embargo, la situación cubana es otra y en dirección opuesta: el exilio disminuye el capital sexual. Ya sean considera-
Héctor Molina Suárez, Malecón Habanero, 2011
sociedad
dos model minorities, como los primeros exiliados o lúmpenes después del éxodo marielista, los cubanos en Estados Unidos rara vez alcanzan el título de “los más sexy” con la excepción parcial de aquellos que se afro-visibilizan a través del hip hop como Pitbull. Lo de sexy queda reservado colectivamente para los cubanos que permanecen en Cuba, y el Che, claro. Dada esta historia, resulta predecible que en los últimos dos años, según se han “normalizado” las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, regresó el erotismo retórico como pareja vital del rapprochment. Si bien la isla ya no aparece como un niño negro que desconoce el complejo mundo de la política, ni una doncella criolla que espera su príncipe, no hay duda que volvió la fiesta. En los primeros meses del 2015, docenas de revistas influyentes norteamericanas, de gq a The New Yorker –y cientos sino miles de imágenes–, visualizan la nueva era de obsesión americana con Cuba como un baile, acompañado de ¿qué más? ron, cigarros y mulatas. La motivación hoy no es tanto restablecer la frontera con Cuba sino revivir la fantasía precastrista y reconquistar el último mercado cercano sin una honda penetración capitalista. Se hace la boca agua tanto desastre por financiar. Y es de esperar que en esta bacanal se imponga nuevamente la metáfora carnal a través de la palabra “sexy”. Es sexy cómo surgió el trago Cuba Libre (no la Piña Colada). Es sexy poder invertir en áreas urbanas decrépitas (en La Habana, no en San Juan). Hasta es sexy llevar alumnos universitarios a estudiar la biosfera. “Cuba no es accesible –comenta el profesor–. Esto hace que el viaje suene mucho más sexy, ¿no?”. Pese a todo, los americanos pueden dar reversa en Cuba e intentar ocupar el espacio que dejaron por al menos dos razones claves: la revolución fue, entre otras
cosas, una clara respuesta al dominio norteamericano. Pero el ejercicio de la república mediática y la institucionalización de la revolución como dictadura de familia permiten que Estados Unidos una vez más se entienda como salvador y amigo. Sin ironía alguna, los norteamericanos entonan el estribillo del guarachero boricua Daniel Santos: “yo no sé nada, yo llegué ahora mismo… si algo pasó, yo no estaba allí”. Con Puerto Rico, sin embargo, se dificulta realizar esta pirueta psicológica, particularmente hoy cuando la economía está al borde del colapso y la isla se vacía en Orlando, Filadelfia y el Bronx. En otras palabras, el hecho de que después de casi 120 años de soberanía legal, la autodenominada democracia más grande del mundo haya fracasado en proporcionar lo que prometió cuando desembarcó –prosperidad y libertad–, hace de Puerto Rico un objeto incómodo para los norteamericanos. Si Cuba es la fantasía de colores que dura y perdura como paleta de Life Savers, Puerto Rico es hoy la pesadilla de un chicle pegado en el zapato que le devuelve a los Estados Unidos una imagen de sí con la cual no puede identificarse: un país cualquiera que ha ejercido su poder no para el bien de la humanidad sino para avanzar sus propios intereses. Al final, la ironía es que siendo sexy o no, y siguiendo rutas de reforma y revolución diferentes en la mirilla del “buen vecino”, Cuba y Puerto Rico han terminado de manera similar: arruinadas. Aunque, nuevamente, Estados Unidos tiene ojos solo para una de ellas. El peligro es que, como escribió el filósofo Gilles Deleuze, “si estás dentro del sueño de otro, estás en problemas”. Es decir, es posible que la posesión sin pasión añada sal a la herida. Pero hay amores que matan. •
Mientras que el deseo por anexar a Cuba culmina en que los americanos le “conceden” la independencia, la perciben como parte integral de su nación y territorio; a Puerto Rico la anexan de hecho aunque niegan de jure que tienen algo que ver con el país.
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sociedad
jóvenes:
n u e va s c o o r d e n a d a s pa r a el amor y el erotismo
La virtualidad ha modificado profundamente la manera en la que los jóvenes se relacionan en el plano afectivo y sexual. La situación de “invisibilidad” de la web despeja ciertas trabas y temores pero, al mismo tiempo, genera nuevas contradicciones que una lectura atenta del fenómeno intenta esclarecer.
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egún el filósofo francés Alain Badiou, la tendencia mundial a emplear la plataforma comunicacional de internet para la búsqueda de un encuentro amoroso nos arroja a un desierto emocional donde abunda el cálculo y la satisfacción hedonista del goce intrascendente, mientras que la pasión –en tanto impulso valeroso de conexión profunda con un otro– brilla por su ausencia. Los vínculos erótico-afectivos facilitados por las páginas webs de citas o las aplicaciones de geolocalización y chat por celular son el resultado recurrente de selecciones cómodas, calculadas y sin riesgos. De allí que, anulada en dichos espacios toda posibilidad de encantamiento, imprevisibilidad y genuina interacción sensible, el amor está hoy, para este autor, literalmente amenazado. Pero, ¿se aplica este diagnóstico de modo homogéneo a los miles de usuarios y usuarias de estos escenarios
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digitales, cada día más masivos? ¿Es posible pensarlo de este modo para las generaciones jóvenes? ¿Acaso no son las nuevas tecnologías una parte inextricable de su constitución subjetiva y uno de los dispositivos primarios de su socialización? Si bien no resulta útil ni deseable esbozar una respuesta general a una pregunta cuyo despliegue se cifra diferencialmente en cada biografía, es claro que, en estos casos, explorar en sus concepciones y experiencias sobre el amor, el erotismo y el papel de la virtualidad en ellas, requiere cambiar la lente con la que los adultos miramos –y, con frecuencia, evaluamos– las derivas propias y ajenas de los intrincados asuntos del corazón. Razones para ello no faltan, pues lejos de perderse en un laberinto de múltiples entradas o salidas, las chicas y los chicos que nacieron en los años noventa vivencian la relación offline y online como un continuo que
N P O R S I LV I A E L I Z A L D E D o c t o r a e n A n t ro p o l o g í a e I n ve s t i g a d o r a d e l c o n i c e t . C o o r d i n a d o r a d e l P ro -
g r a m a d e A c t u a l i z a c i ó n e n C o m u n i c a c i ó n , G é n e ro s y S e x u a l i d a d e s d e l a Fa c u l t a d d e C i e n c i a s S o c i a l e s ( u b a ) N ARTISTA INVITADO MARTÍN LAKSMAN
Silvia Elizalde
Aun cuando la búsqueda y el ejercicio de una vida sexual profusa gane con frecuencia la pulseada, el amor está en la agenda experiencial de los jóvenes. “Nos importa el amor, pero lo estamos reinventando”, parecen decir ellos. enlaza sus prácticas cotidianas, sus campos de significación y sus intercambios –incluidos los de orden sexual y emocional– en un mismo “mundo de vida”. Como es imaginable, los desempeños de cada usuario en estos circuitos difieren, contrastan o se aproximan, según las condiciones y posibilidades de actuación de las diferencias de género y orientación sexual, en el cruce con otras distinciones claves como la clase social, la etnia y la edad. También dependen del peso que tengan en cada ámbito de interacción ciertos mandatos patriarcales o de moral sexual restrictiva; finalmente, el accionar de cada individuo estará condicionado por los recursos subjetivos para lidiar con la argamasa de deseos y temores que despierta el anhelo profundo de un encuentro sustantivo con el otro. Estas circunstancias, a las que se suman la mayor apertura social y los avances normativos de los últimos quince años a favor del reconocimiento de derechos, producto de la diseminación de los ideales políticos de la libertad sexual y la igualdad de género, diseñan en conjunto los alcances y los significados de las emociones ligadas al amor y a la experimentación del deseo sexual en una clave específicamente juvenil. Aun cuando la búsqueda y el ejercicio de una vida sexual profusa gane con frecuencia la pulseada, el amor está en la agenda experiencial de los jóvenes. “Nos importa el amor, pero lo estamos reinventando”, parecen decir ellos, desafiando, de este modo, el desolador diagnóstico esbozado por Badiou.
ser visible o no serlo ¿ e s a e s ( t o da ) l a c u e s t i ó n ?
Todavía
Rodeados de estímulos digitales desde la cuna, los actuales jóvenes habitan y recrean un entorno social en el que las nuevas tecnologías reconfiguran no solo las coordenadas espacio-temporales que moldeaban hasta
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no hace tanto las fronteras de la intimidad, sino también las concepciones mismas de cortejo, seducción y placer erótico, así como de búsqueda y asignación de reconocimiento, atractivo sexual y valor personal. Permanentemente conectados a algún dispositivo para hablar, escribir o verse de forma virtual con los otros, tejen gran parte de su vida social a través de las redes, los llamados “teléfonos inteligentes” y las aplicaciones de mensajería por internet que se diseminan a la velocidad de la luz bajo la promesa de la sincronía total. Lo cierto es que estas nuevas formas de tramar los vínculos traen aparejadas tanto potencialidades como reveses. Por un lado, tener cientos o miles de amigos en Facebook y poder entrar en diálogo con cualquiera de ellos, o disponer en el celular de un book casi infinito de fotos de posibles contactos o parejas sexuales en el radio geográfico que se desee con solo clickear el ícono de un corazón, y chatear al instante con quien a su vez dio “ok” a nuestro perfil visual, por ejemplo en Tinder, refuerza entre los jóvenes la idea de un universo erótico y/o romántico inagotable. Ante este panorama, la pregunta por los eventuales costos emocionales de un posible desencuentro afectivo parece inapropiada. ¿Para qué frustrarse, si la cantera de oportunidades es inextinguible? ¿Qué sentido tiene sufrir, atravesar angustias o vivenciar temor o vulnerabilidad frente a una experiencia amorosa en particular, si la rueda sigue girando y ofreciendo siempre nuevas chances? Más bien cabría indagar por qué deberíamos esperar de los jóvenes sentimientos de zozobra respecto del amor y la propia integridad cuando el mercado de trabajo, la industria del entretenimiento y la tiranía de la belleza y el cuerpo perfectos los conminan a tornarse atletas de sus logros personales y a flexibilizar, una y otra vez, sus trayectorias biográficas para adaptarse, sin demoras ni nostalgias, a las exigencias de dichas estructuras.
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Sin embargo, ni las preguntas pueden plantearse de forma tautológica, ni las respuestas son tan sencillas. Para sus protagonistas, habitar la condición juvenil rodeados de discursos que enfatizan el imperativo del éxito individual por sobre la dimensión colectiva, y una figuración de sí como ubicuamente celebratoria y colmada de proactividad por encima de todo contacto real con eventuales estados de desamparo o de precariedad emocional, los autoriza en parte a pretender relaciones que eviten cualquier atisbo de malestar, inquietud o sufrimiento. Pero aun entonces no desaparece completamente en ellos cierta perplejidad o desazón ante los nuevos modos de “existencia” pública que plantean las tic, con los impactos que esta realidad puede aparejar en sus experiencias sociales y eróticas. En este sentido, para algunos, pasar de una interacción virtual, escindida del cuerpo, a un encuentro de “carne y hueso” puede comportar ciertas difi-
cultades y temores que la “trinchera” digital parecería por momentos exceptuar o minimizar. De hecho, los psicoanalistas de adolescentes refieren con frecuencia que algunas estructuras psíquicas viven con pánico esta situación, la eluden o demoran permanentemente. En la medida en que un encuentro cara a cara requiere de la presentación íntegra del cuerpo, la espontaneidad y contingencia imprevisibles de esa “puesta en acto” se distancia por completo de la codificación calculada que habilita el intercambio de mensajes y emoticones por la red o el celular, y puede despertar angustia o confusión. Para otros, la posibilidad de estar todo el tiempo conectados mediante distintos dispositivos –es decir, aparecer constantemente como “visible”–; pero no ser contactado o incluso ser “eliminado” genera nuevas ansiedades, entre otras, la que provoca sentirse solo e invisibilizado en la propia existencia o estar perdiendo deseabilidad y erotismo ante los demás. En el extremo,
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Silvia Elizalde
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el miedo a sentirse excluido de una sociabilidad de pares que se construye tanto dentro como fuera de las redes. En efecto, intercambiar al instante los pines del celular antes siquiera de saber el nombre del otro o de la otra, o enviar de inmediato una solicitud de amistad al Facebook de la chica o el chico que se acaba de conocer en un boliche, constituyen elocuentes signos de lo amenazadora que resulta la “invisibilidad” para la actual generación de nativos digitales. Al mismo tiempo, el estar en permanente contacto virtual reconfigura el significado de la distancia o de la separación respecto del otro. En numerosas oportunidades –más de lo que muchos chicos y chicas llegan a advertir de modo consciente– esta situación activa o refuerza entre ellos prácticas más o menos sutiles de control, dominio e intromisión. La naturalización de ciertos mandatos sexistas, así como de formas de la ofensa y de la violencia de género, imprime transversalmente
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sus marcas y regulaciones en las dinámicas sexoafectivas desplegadas en muros, perfiles y pantallas. Escribir en el muro del novio o novia comentarios que ofician como “marcadores territoriales” frente a posibles seductores o seductoras; solicitar o exigir al otro que esté siempre online y, en un punto, físicamente localizable; o directamente pedir la clave del Facebook personal como “prueba de confianza” y de este modo habilitar la posibilidad de revisar la lista de contactos o incluso borrar algunos de ellos, son todas acciones que las y los jóvenes dicen que hacen, sin reparar muchas veces en la dimensión de maltrato que estas prácticas implican. Como señalan investigaciones recientes, estas modalidades de control son ejercidas tanto por chicos como por chicas en una suerte de vigilancia cruzada que encuentra “justificación” en el desafortunado argumento de que “expresar celos es una forma de manifestar amor”.
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n u e v o s o j o s pa r a u n c a l e i d o s c o p i o c u lt u r a l e m e r g e n t e Sin embargo, en los interjuegos de la pasión y el erotismo cifrados en y a partir de las tic no todo es dificultades, sexismo o acoso, ni mucho menos. Aunque suene paradójico respecto de los infortunios recién mencionados, para una gran mayoría de jóvenes las tecnologías potencian y amplifican los territorios de experimentación y reinvención identitaria, lo cual posibilita modos inéditos de expandir la autonomía individual e incorporar una reflexividad y afectividad de nuevo cuño. En esta línea, el ideal romántico de la media naranja o del alma gemela –a la que se le debe y se le exige exclusividad a cambio de un amor único e insustituible que “completa” al sujeto y le provee plena felicidad y autorrealización– entra en tensión en sus vidas. Incluso cuando la impugnación a este modelo no sea absoluta ni transversal a todas las situaciones de cortejo y de vivencia sexual y afectiva de las que participan. De manera progresiva, cada vez se registran más formas emergentes de satisfacción, goce y placer como parte de las múltiples dinámicas de seducción y conquista amorosa. En ellas conviven pautas culturales viejas e incluso fuertemente conservadoras, mezcladas con prácticas y concepciones más igualitarias y multiformes de la pasión sentimental y el erotismo, que bien podrían ser el punto de partida de una emotividad más democrática.
En cualquier caso, las distintas ideas sobre el amor y el sexo que circulan entre las juventudes no escapan a las condiciones de su época, caracterizada por un clima cultural y normativo más respetuoso de las diferencias y expresiones del género y la orientación sexual. Ello cohabita en tensión con la dura roca de ciertos mandatos patriarcales y sexistas asociados a la intimidad y al poder, oportunidades desiguales, permisos sociales para varones y mujeres, y posiciones encontradas sobre el amor romántico o la búsqueda de experiencias polieróticas. En la vida concreta de las y los jóvenes no se trata necesariamente de opciones antagónicas. Con frecuencia, las formas de la pasión que desarrollan conjugan, en grados variables, tanto elementos libertarios como prescripciones morales restrictivas, según los entornos sociales y las circunstancias personales. En este contexto dispar, las numerosas instancias de comunicación que habilitan las nuevas tecnologías –esa segunda piel de la sociabilidad juvenil– no pueden ser descartadas sin más bajo el argumento de que inexorablemente condenan al amor a la banalidad y superponen el vacío de la insignificancia y la muerte del deseo sobre el estallido del goce. En su lugar, mejor sería propiciar una escucha atenta y real de las voces juveniles en primera persona, así como mantener la capacidad de registro sensible de sus experiencias generacionales de cara a nuevas formas de contrato sexual y afectivo, cuyos contornos finales y alcances políticos aún se están conformando. •
Para algunos, pasar de una interacción virtual, escindida del cuerpo, a un encuentro de “carne y hueso” puede comportar ciertas dificultades y temores que la “trinchera” digital parecería por momentos exceptuar o minimizar.
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la educación en méxico: entre la reforma y los dolores
Frente a una situación de extrema vulnerabilidad a causa de la guerra entre narcos y federales en México, los debates sobre educación expresan las contradicciones entre los discursos y las prácticas y anuncian un escenario conflictivo que deberá ser tenido en cuenta por las futuras reformas educativas.
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Todavía
ay varios modos de aproximarse a la situación educativa del país que, como todo en México, se parece más a un cuadro barroco que a un diagrama de líneas puras. Cualquier explicación que se busque conduce a otras que se abren en muchas direcciones. Probablemente pueda decirse lo mismo de algunas realidades que, si se las mira de cerca, siempre son más complejas y heterogéneas de lo que parecen. Sin embargo, hay algo propio de México que es distinto a la América Latina que se conoce en el sur del continente. Quizás esa diferencia tiene que ver con una heterogeneidad mayor que dan los milenios de vida social sobre un mismo territorio, y que conforman un tejido más denso que en otras partes de la región. O quizás sea el resultado de tantos espejos barrocos y mestizos sobre los que se ha construido la
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nación mexicana, que al final ha terminado pareciéndose a esa imagen proyectada de sí misma. En ese contexto, lo barroco ha funcionado como una forma de explicar la complejidad, y también como un modo de embellecer y reconciliar (y perdonar) las ambivalencias, fracturas y desencajes que la estructuran; por eso mismo, conviene usar el calificativo con cuidado. Si hay varios modos de acercarse a ese panorama complejo, ¿por cuál empezar? Una forma de entrar en el tema consiste en analizar los cambios recientes cuya retórica anuncia una nueva etapa del sistema educativo para colocarlo a la altura de los desafíos del siglo xxi. A través de leyes y reformas constitucionales, el actual gobierno de Enrique Peña Nieto ha intentado quebrar la estructura corporativa de la educación, basada en la vasta influencia que tienen los sindicatos docentes y a
N P O R I N É S D U S S E L D o c t o r a e n E d u c a c i ó n , I n ve s t i g a d o r a d e l D e p a r t a m e n t o d e I n ve s t i g a c i o n e s E d u c a t i v a s d e l C e n t ro d e I n ve s t i g a c i ó n d e E s t u d i o s Av a n z a d o s , Mé x i c o N A R T I S T A I N V I T A D O M A RQ U I T O S FA R I N A
la que se juzga responsable de las deficiencias de calidad y equidad del sistema. Para fracturar ese poder, las políticas educativas proponen distintas vías: intervenir y centralizar el trabajo de las burocracias intermedias (supervisores), organizar programas de equipamiento tecnológico que construyan una alianza directa con las familias y, sobre todo, imponer la evaluación docente, un examen que apuesta a un criterio meritocrático para terminar con un sistema de asignación de cargos y promociones que premia la lealtad sindical antes que cualquier otro atributo. Algunos analistas denuncian que esta reforma, a muy poco de andar, ya se está “tropicalizando”, es decir, deformando o adaptando a las particularidades locales arraigadas con negociaciones, cuando menos, perturbadoras. El examen de evaluación fue resistido, en al-
gunos casos violentamente, por las Secciones sindicales de las provincias más pobres y/o radicalizadas como Oaxaca, Michoacán, Chiapas y Guerrero, que surgieron en los años noventa como corrientes opositoras. En vísperas de las elecciones de mitad del sexenio, el gobierno anunció la suspensión de esta medida, lo que fue saludado por los sindicatos docentes como una victoria y denunciado como una capitulación por los defensores de la reforma (externos al magisterio). Pocas semanas después, apenas pasados los comicios y con una mayoría asegurada, se volvió a proceder con la iniciativa en los estados opositores. Queda claro que la evaluación docente está en medio de un juego político que pone la coyuntura al mismo nivel que el largo plazo; y también parece claro que esa estrategia, aunque eficaz para lograr el aislamiento de las secciones radicalizadas del
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Inés Dussel
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magisterio, tiene grandes costos para la legitimidad del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (inee), un organismo autónomo y compuesto por expertos que se creó en 2002 para independizar la evaluación de la gestión educativa inmediata. Sus resultados confirman lo que se sabía: aprobaron el 52% de los que rindieron para ser maestros en el nivel primario, que en su mayoría son egresados de escuelas normales o de carreras universitarias o terciarias. En el nivel medio superior (los tres últimos años del secundario en los países del sur), se dijo que solo el 4% alcanzó un nivel de excelencia. Hay pocos análisis que explican por qué sucede esto, y qué expresa. En el discurso público, los resultados se usan para reiterar que los maestros están mal formados y que son los principales culpables de la baja calidad educativa. Se repite un diagnóstico y una receta de muchos organismos internacionales como si fueran la solución para los problemas educativos. Pero no está claro qué acción se desprende de la culpabilización unilateral de los docentes: ¿despidos en masa?, ¿elevación de estándares en la formación inicial?, ¿mejores sistemas de capacitación para los maestros en ejercicio?, ¿revisión de las políticas? Nada se dice sobre esto. Algunos académicos critican esta construcción política y discursiva del problema, y piden mejores diagnósticos y medidas de largo plazo más matizadas. Alertan sobre los riesgos de la estigmatización de los docentes que tiende a legitimar la represión de los grupos sindicales opositores y consolidar lo que algunos denominan la “democracia violenta” que se está imponiendo como modus vivendi. También piden que se incluyan en el diagnóstico y diseño de las políticas de formación y carrera docente las condiciones de formación y trabajo precarias en la que se encuentran actualmente los educadores. Pero, más que todo, insisten en la importancia de no perder de vista que la interrelación estrecha entre el poder sindical y el poder del Estado ha sido constitutiva en el desarrollo de las políticas educativas en los últimos setenta años. Suponer que el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (snte), el típico gremio “charro” o componedor con el gobierno, y sus derivaciones opositoras más recientes como la
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Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (cnte) y otras secciones sindicales radicalizadas en Oaxaca y Michoacán, son completamente ajenas y extrañas a la Secretaría de Educación Pública, es ignorar que se han creado y alimentado a partir de una relación clientelar de mutua conveniencia que no se va a acabar rápidamente y menos aún si no se revisan las raíces profundas de un modo de operación estatal que viene de la década de 1940. La entrega de plazas docentes a familiares y amigos fue y es todavía una práctica extendida que, en muchos casos, llevó a un nivel de desprofesionalización y clientelismo que no existe en otros países de la región; al mismo tiempo, esto provocó una presencia sindical con poco interés en lo pedagógico y lo escolar, a diferencia de lo que ocurre en Argentina, Chile, Brasil y Uruguay, donde fueron actores importantes del debate educativo. En los años noventa se descentralizó el sistema para terminar con el poder del snte, pero eso sumó otros actores en los estados y generó otra complejidad: la del juego electoral local. Aunque la evaluación docente aparezca hoy como un punto de ruptura de esta alianza histórica, las múltiples componendas que se denuncian como “tropicalización” sugieren que los avatares de la reforma del magisterio serán largos y sinuosos, tanto como ha sido la historia de estos actores que se constituyeron, en muchos casos, juntos y de la mano. Hay un segundo modo de empezar a acercarse a la realidad mexicana que la retórica política del enfrentamiento con los sindicatos no menciona y cuya negación compromete aquello que se busca avanzar por otros lados. La profunda desigualdad del país no aparece nombrada como tal ni es objeto específico de medidas de amplio alcance. Pese a este silencio, los indicadores estadísticos muestran algunas tendencias preocupantes. Un 44% de las escuelas primarias son escuelas multigrado, es decir, a cargo de uno, dos o tres docentes que, en una misma aula, atienden simultáneamente a niños de varias edades. Estos docentes trabajan en condiciones muy difíciles tanto en lo material como en lo pedagógico; además, buena parte de las escuelas multigrado (hasta el 88% en algunos estados) son escuelas indígenas. Como señala
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Un 44% de las escuelas primarias son escuelas multigrado, es decir, a cargo de uno, dos o tres docentes que, en una misma aula, atienden simultáneamente a niños de varias edades. Estos docentes trabajan en condiciones muy difíciles tanto en lo material como en lo pedagógico; además, buena parte de las escuelas multigrado (hasta el 88% en algunos estados) son escuelas indígenas.
el propio inee en su Panorama Educativo de 2013, “no se registran acciones sistemáticas y generalizadas que permitan una atención adecuada a la diversidad organizativa de los centros escolares que contemplen la capacitación de los docentes, el desarrollo de materiales, así como el apoyo técnico pedagógico y administrativo necesario para garantizar que los estudiantes que acuden a estas instituciones estén en condiciones educativas de equidad y calidad”. El diagnóstico es contundente; no así los programas y proyectos para atender esta situación. Tienen razón los críticos al señalar que las políticas de evaluación docente, aisladas de otras acciones y sin considerar estas condiciones, probablemente cristalicen y profundicen estas desigualdades. En el nivel medio, las cosas no están mejor. Tomando datos elaborados recientemente por el siteal (Sistema de Información de Tendencias Educativas en América Latina, del iipe-unesco), notamos que México se va quedando atrás en la ampliación de la cobertura del nivel secundario, por detrás de países como Perú, Venezuela, Ecuador y Bolivia, que han hecho esfuerzos enormes en la última década para lograr una mayor escolarización y que, en este momento, equipara en su baja tasa de crecimiento a los países más excluyentes de la región como Nicaragua y El Salvador. Otro indicador muestra también signos preocupantes: si se toma el año de escolaridad en que se empieza a perder la cobertura casi universal de la matrícula (esto es, cuando un determinado grado o año de escolaridad deja de cubrir al 90% de la población en edad de asistir), puede verse que en México la caída se produce a los 13 años de edad, mientras que en Argentina, Bolivia, Brasil y Perú, se da a los 15, y en Chile y República Dominicana, a los 16.
Hay esfuerzos relevantes como los que se están dando en el Colegio de Bachilleres (una institución gigante que alberga a casi 800 mil alumnos de nivel medio superior), en los nuevos bachilleratos de las zonas urbanas y en los Telebachilleratos, pero harían falta más políticas públicas que pongan a la actual desigualdad educativa en el centro del debate y de las acciones. Finalmente, puede proponerse otra posibilidad de aprehender esta realidad barroca que se resume en un nombre dolorosamente repetido en los últimos meses: Ayotzinapa. Porque al enfrentamiento con los sindicatos, la evaluación docente y la débil y desigual expansión del sistema escolar en el último tiempo, se
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Inés Dussel
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le sobreimprime un contexto a la vez general y particular que tiñe toda la vida social y ensombrece cualquier horizonte futuro para las nuevas generaciones de mexicanos. La presencia de la violencia cotidiana y del narcopoder crece día a día en muchas comunidades y ha cobrado una fuerza tal que engulle otros esfuerzos por dar mejor calidad de vida a los ciudadanos. La impunidad como condición naturalizada, la falta de derechos, la soledad y el desamparo, también son parte de las condiciones de trabajo de muchos docentes y de la escolaridad de muchos alumnos; de esos se da escasa o nula cuenta en la retórica pública. Sin embargo, como cuenta Jennifer Clement en Ladydi, una novela de “ficción documental” sobre un pueblo de las montañas de Guerrero en el que para las niñas es mejor nacer o volverse feas o niños para evitar que las robe el narco: ahí donde solo quedan las mujeres y los narcos, todavía hay escuelas. Y dice la niña narrada por Clement: “Nuestra escuela era un cuartito, colina abajo. Había años que no llegaban maestros porque les daba miedo venir a esta parte del país. Mi madre decía que cualquier maestro que quisiera venir para acá tenía que ser narcotraficante o pendejo”. Sin embargo, buena parte de los maestros no son ninguna de las dos cosas, aunque las opciones disponibles no sean menos complejas o sinuosas. La Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, donde estudiaban los 43 jóvenes secuestrados que aún no aparecen y a quienes se presume asesinados por un acuerdo entre policías locales y bandas de narcos, forma a los maestros que van a esas zonas perdidas. Esa Escuela Normal Rural es heredera de una tradición de la revolución mexicana que promovió un activismo radicalizado en las décadas del 1940 y 1950 y que hoy sobrevive con poco presupuesto y una ética formativa de régimen casi espartano. Algunos se refieren a una ética dogmática y autoritaria; otros dicen que es revolucionaria. Son escuelas que persisten como enclaves comunitarios, a veces abandonados y otras veces movilizados para políticas que van por carriles paralelos al encuadre institucional de la democracia parlamentaria. El discurso de la reforma educativa apenas toca –si es que lo hace– estas otras capas de relaciones y de sujetos
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que tienen sus propias dinámicas y conflictos; pero de repente emergen anudados en episodios como los del 26 de septiembre del 2014, que muestran los abismos y al mismo tiempo las corrientes profundas que configuran la sociedad mexicana. Considerando estas situaciones, no deja de sorprender que, en un contexto de autoridades estatales tan debilitadas, la escuela tenga todavía alguna legitimidad social y, a veces, al menos opere como un contrapeso de control ciudadano. En distintas experiencias y relatos, aparece como un espacio que mantiene una esperanza, aunque sea frágil, de una vida comunitaria basada en los derechos. Es por otra parte un ámbito donde subsiste la posibilidad de articular una voz y no solo de escaparse a los Estados Unidos, como es la opción para las “Ladydi” de Jennifer Clemens (de paso, vale decir que la “salida” a la americanización en todas las clases sociales es otra de las vueltas más de este México sinuoso). Hay muchas historias de convivencia entre escuela y narcos. En “Microhistoria de la violencia en
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Altar, Sonora” (2012) la antropóloga Natalia Mendoza Rockwell recoge un testimonio en el que una maestra de primaria recuerda al jefe narco de la plaza (como se llama al territorio), El Quince, un muchacho de familia humilde a quien muchos conocieron de chico: “Era un muchacho inquieto, flojo, batallábamos mucho con él, pero era un niño normal. Era flojo y travieso, pero nunca creímos que iba llegar a esto. Y me da tristeza decir que estuvo en mis manos y que no hice nada. Y no porque no quise, sí quise. Él era un muchacho que se acercaba mucho a mí, yo platicaba mucho con él, le mandaba hablar a su mamá. Le hicimos la lucha, pues. Pero la verdad que yo nunca creí que iba llegar a tanto. Lo veo en la calle y a veces me saluda y a veces no me saluda, la mayoría de las veces no. Se agacha. Yo le busco la mirada, yo no le rehúyo, yo tengo ganas de platicar con él: a ver qué dice. Yo tengo mucha curiosidad de saber por qué llegó a tanto.” Es interesante que esta maestra no le rehúye la vista y sostiene todavía una pregunta sobre qué pasó en el medio, cómo fue que El Quince llegó a ser el que es. Hay un gesto de reciprocidad que permite una mirada, si no una palabra, que no quiere ser connivente
ni cómplice pero que no deja de reclamar y, en ese sentido, de esperar algo del otro. Muy probablemente El Quince ya haya muerto a esta altura, y tantos otros como él. O quizás ya mató a la maestra: es frágil esa economía moral llegada de otros tiempos en que importaba la vida de los demás. Pero es preferible pensar que ahí siguen, si no ellos, otros como ellos que puedan recrear algún vínculo común. La inquietud de esa maestra que no baja la mirada plantea la esperanza de que con otros chicos sea posible otro camino; de que haya una posibilidad de palabra y no de muerte; de que otras generaciones aprendan que hay ventajas en vivir del lado de la ley y del derecho. Por supuesto, son tareas que a la escuela le costará llevar adelante, y que no podrá hacerlo sola; pero no habría que desestimar que, en ese conjunto tan heterogéneo y complejo, la educación escolar pueda aportar algo valioso a la sociedad. En muchos casos aún sostiene una pregunta de cómo fue que se llegó a esto, una inquietud que interrumpe la impunidad naturalizada y que abre espacios a otros reclamos. Volviendo al comienzo de este artículo, no parece que la reforma educativa esté pensando en estos problemas, pero quizás sería hora de que los piense. •
No deja de sorprender que, en un contexto de autoridades estatales tan debilitadas, la escuela tenga todavía alguna legitimidad social y, a veces, al menos opere como un contrapeso de control ciudadano. En distintas experiencias y relatos, aparece como un espacio que mantiene una esperanza, aunque sea frágil, de una vida comunitaria basada en los derechos.
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¿profesionales y d e m o c r át i c o s ?
l o s m i l i ta r e s a r g e n t i n o s e n t i e m p o s d e pa z
El camino iniciado con la democracia ha planteado fuertes interrogantes en el seno de las Fuerzas Armadas. Redefinir sus funciones, modernizar la enseñanza, profesionalizar el campo son solo algunos de los cambios que afectan a este nuevo orden militar.
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reguntarnos como civiles si los militares se han democratizado es el reverso de una pregunta que se formulan algunos militares: ¿cuánto más tenemos que hacer para ser reconocidos como las Fuerzas Armadas de la democracia? Pese a las transformaciones de la Argentina, los acontecimientos del pasado y su memoria siguen moldeando este terreno. Democratizar y profesionalizar a las Fuerzas Armadas Argentinas constituye un desafío que sucesivos gobiernos civiles asumieron durante las últimas tres décadas con intermitencia, aunque subrayada continuidad legal. Al término del último gobierno de facto en 1983 esa doble tendencia adquirió particular complejidad, pues democratización y profesionalización no siempre fueron entendidas como orientaciones convergentes. En la Argentina democratizar ha significado la plena subordinación del poder militar al político, su
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retracción en lo económico y social y, más recientemente, el sometimiento a la justicia ordinaria de los responsables penales por delitos cometidos durante la dictadura. En tanto, profesionalizar no solo quiso decir especializar a los militares en el métier castrense, alejándolos completamente de su intervención en el campo político; también ha significado sostener su capacidad para cumplir las funciones legalmente instituidas. Desde la sanción de las leyes de Defensa Nacional en 1987 y de Seguridad Interior en 1992, esas funciones fijadas por el Estado nacional acotaban la participación militar en caso de agresión de un “enemigo” exterior y establecían tareas subsidiarias de asistencia en caso de emergencias, catástrofes, o misiones de paz. Un dato nada menor es que el decreto (727/2006) que reglamentó luego de veinte años la ley de Defensa, ya no refiere a la categoría de “enemigo” sino
N P O R S A B I N A F R E D E R I C D o c t o r a e n A n t ro p o l o g í a S o c i a l , U n i ve r s i d a d d e U t re c h t ( H o l a n d a ) , P ro fe s o r a a s o c i a d a d e l a U n i ve r s i d a d Na c i o n a l d e Q u i l m e s , I n ve s t i g a d o r a A d j u n t a d e l c o n i c e t N A R T I S T A I N V I T A D O S A N T I AG O H A F F O R D
de “Estado extranjero”, excluyendo así “amenazas” como el terrorismo internacional o el narcotráfico. Entonces, salvo expresa autorización del Poder Legislativo, frente a una situación de conmoción, las Fuerzas Armadas no podrán intervenir en problemas derivados de la seguridad interior. Tal como establece el decreto mencionado, adiestrarse y mantener los recursos materiales provistos por el Estado para actuar en tales circunstancias fundamenta la orientación legal de la profesionalización militar. En tanto, la ley de Seguridad Interior incluyó en el sistema de seguridad interior a las fuerzas de seguridad federales (Policía Federal, Prefectura, Gendarmería, Policía de Seguridad Aeroportuaria y policías provinciales) excluyendo a las Fuerzas Armadas. Sin embargo, la preparación para la guerra, hasta hoy la función principal, exige un gasto público en equipamiento (aviones de combate, buques de guerra,
combustible, armamento y munición) que de algún modo contradice el sentido pacifista y antigolpista de la tendencia democratizadora propiciada hasta el momento. ¿Alcanza esto para explicar la escasa inversión en equipamiento militar del Estado argentino en estos treinta años?
cambios y subordinación Cualquier análisis de la adaptación de los militares al orden constitucional debe partir de una constatación fáctica. La evidencia más clara de la subordinación militar al Estado de derecho es que en las últimas dos décadas las Fuerzas Armadas no han participado en ningún conflicto armado interno o externo, salvo por expresa decisión de los poderes de Estado autorizados a tal efecto. De hecho, las acciones que han movilizado el número más amplio de efectivos
Serie Uniformados, 1998-2004
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Sabina Frederic
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militares han sido, desde comienzos de los años noventa, las Misiones de Paz. El mayor desplazamiento de tropas realizado fue para la Misión de Estabilización de Naciones Unidas en Haití: unos 13.000 militares se desplegaron en contingentes de 550 personas que rotaron semestralmente desde 2004 a 2015. También es cierto que por disposición del Poder Ejecutivo nacional, desde 2011, los militares se dirigen hacia la frontera norte y noreste como observadores, en apoyo de la tarea realizada por la Gendarmería. Esta decisión tiene detractores pues algunos la consideran un desafío a la prohibición de que las Fuerzas Armadas tengan injerencia en asuntos de seguridad interior. ¿Podemos afirmar que esa tarea va en contra del proceso de democratización, si el poder político civil es quien la tomó? Este caso, en que el gobierno civil de la Defensa no concuerda de manera taxativa con la orientación normativa ya mencionada, aparta, tal vez coyunturalmente, a las Fuerzas
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Armadas de su adiestramiento y profesionalización militar, en el sentido asignado por la mayoría de los Estados occidentales. Como podemos observar no siempre las medidas tomadas por los sucesivos gobiernos civiles fueron las que causaron los primeros cambios en las Fuerzas Armadas. Por ejemplo, en cuanto a la educación y a las relaciones de género, incidieron movimientos más amplios que protagonizaron otros grupos sociales, o la Posguerra Fría. Las condiciones fueron múltiples, aunque es cierto que una mirada a las Fuerzas Armadas de la región permite ver que en Argentina la tendencia hacia una renovación resultó bastante más intensa que, por ejemplo, la que se observa en Brasil. Para dar solo un dato, en el país vecino, todavía rige el servicio militar obligatorio, sistema suspendido en nuestro país en 1995 y derogado en la mayor parte de las Fuerzas Armadas occidentales. Los efectos de estas transformaciones sobre el mando, la relación en-
Serie Uniformados, 1998-2004
sociedad
A la par de procesos sociales más amplios, la concepción sobre el servicio como una actividad donde se entrega todo de sí en nombre de la patria sin considerar intereses personales, también fue conmovida. tre vida privada y profesional, la composición interna y las demandas de personal, constituyen algunos de los temas que ocupan una porción sustantiva de la sociología militar internacional. Desde los años noventa la educación militar en Argentina fue adecuándose a las exigencias establecidas por las regulaciones del ámbito educativo nacional y con ese criterio se fueron adaptando gradualmente las titulaciones, un accionar que puede rastrearse en gran parte del mundo occidental. En nuestro país, cada Fuerza creó su instituto universitario. Si bien este proceso no fue homogéneo, en 25 años la formación básica se adecuó para otorgar a los suboficiales egresados un grado militar y un título técnico, y un título universitario a los oficiales. En tanto que los cursos de las escuelas de guerra que brindan el comando de unidad y la nominación de oficiales de Estado Mayor alcanzaron el nivel académico de maestría. ¿Puede dicho cambio, propiciado por los mismos militares, ser considerado un ejemplo de profesionalización? Esto depende de cuán sustantivo haya sido en cuanto a la mejora en la calidad del aprendizaje y esto varió significativamente entre las Fuerzas. En un primer momento, las tres Fuerzas sumaron la carga curricular de una licenciatura a la formación militar tradicional, sin que se produjera otro impacto que la imposibilidad de los cadetes de tener un alto rendimiento. Luego, impulsadas por una reforma educativa destinada a integrar la formación profesional y la universitaria de las Fuerzas Armadas, aprobada en 2011, las tres fuerzas debieron cambiar sus planes de estudio sobre todo aquellos que incidían en el uso del tiempo y el espacio, sus regímenes de evaluación y de disciplina. Al implementarse esta reforma, las Fuerzas Armadas no respondieron de igual modo para enfrentar los problemas de calidad y rendimiento que produjo la di-
sociación entre el programa militar y el universitario, y tampoco reaccionaron de la misma manera para repensar la enseñanza del mando con vistas a los posibles nuevos escenarios de intervención militar. Más allá de si esto las democratizó, tendríamos que preguntarnos si el proceso de conversión de la formación militar en universitaria no debería tomarse como la aplicación de una metodología de la enseñanza que eleva la calidad de los contenidos y saberes. Como he señalado en mi libro Las trampas del pasado. Las Fuerzas Armadas y su integración al Estado democrático en Argentina (2013), esta reforma diseñada e implementada cuando ejercía la función de Subsecretaria de Formación del Ministerio de Defensa dio lugar a otra concepción de “lo universitario”: menos enfocada en su carácter político. Se orientó, en cambio, a subrayar aquello que lo define como método de transmisión de saberes teóricos y prácticos de calidad y que, así como forma ingenieros, abogados o antropólogos, puede contribuir a formar oficiales para intervenir en escenarios críticos y de incertidumbre propios del mundo contemporáneo. A la par de cambios sociales más amplios, la concepción sobre el servicio como una actividad donde se entrega todo de sí en nombre de la patria sin considerar intereses personales, también fue modificándose. Aun a riesgo de simplificar el proceso, podemos afirmar que existe una tendencia más notoria en las nuevas generaciones de oficiales a limitar la tradicional injerencia de los altos mandos militares en la vida familiar y personal. Buena parte de las políticas de género planteadas por la ex Ministra de Defensa Nilda Garré contribuyeron con este objetivo, por ejemplo, la eliminación de la condición “irregular” de familia en las evaluaciones profesionales con impacto sobre el ascenso o la supresión de la obligación de solicitar autorización a los superiores para contraer matrimonio.
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Sabina Frederic
Al mismo tiempo, se observa una valoración de los varones militares hacia la actividad profesional de sus mujeres y hacia las demandas personales de los integrantes de su familia. Es decir, el servicio empezó a ser considerado más una renuncia personal de quien eligió la carrera militar, que una pretendida renuncia de los otros miembros de la familia. Esta tensión se notaba en las resistencias que generaban los traslados de destinos en un territorio tan extenso como el argentino; en el cuestionamiento al concepto de disponibilidad las 24 horas cuando no hay emergencias, ni guerra; y en la necesidad creciente entre los altos mandos de prever el destino de los efectivos de menor rango. Estas tendencias generaron una elevada independencia entre vida profesional y personal, y un concepto de servicio que interpela el propósito que justifica el sacrificio. Teniendo en cuenta algunos de los cambios esbozados, la pregunta que como ciudadanos deberíamos hacernos es: ¿nos alcanza con que los militares se subordinen plenamente al orden democrático si, al mismo tiempo, una parte sustantiva de la inversión del Estado potencia su profesionalización como capacidad bélica, esto es la función legalmente establecida hoy, y la última razón de su existencia? Porque esta oscilación política en destinar a los militares a la industria para la Defensa, a la actuación en caso de catástrofes o hacia el “apoyo” de las
fuerzas de seguridad en la frontera norte se justifica con la siguiente pregunta: ¿y si no, para qué están? Cuestión que niega la función legal del instrumento militar de la Defensa reforzada en el año 2006. Hay, entonces, una inconsistencia clara entre lo que ordena la ley –el interés de buena parte de los militares en profesionalizarse para combatir en la guerra y subsidiariamente en misiones de paz, catástrofes, ayuda humanitaria– y la retracción de la inversión pública para que esto sea posible. No es contradictorio que los militares se preparen y sostengan el material para algo que no ocurrirá a lo largo de sus vidas, porque conceptualmente el Estado existe también por su capacidad para ejercer la violencia legítima sobre un determinado territorio. Existe un factor adicional: el equilibrio de poder. La fuerza pública del Estado se encuentra distribuida entre policías provinciales, fuerzas de seguridad federales y fuerzas armadas. Episodios como los protagonizados por las policías en diciembre de 2013 o la gendarmería en octubre de 2012, la única fuerza federal que se duplicó durante la última década, remiten a dicho equilibrio. Finalmente, la Argentina es parte de un nuevo proceso de integración regional del que no están ajenas sus Fuerzas Armadas. Todos estos aspectos obligan a repensar el modo en que ellas seguirán reintegrándose al Estado democrático. •
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La evidencia más clara de la subordinación militar al Estado de derecho es que en las últimas dos décadas las Fuerzas Armadas no han participado en ningún conflicto armado interno o externo, salvo por expresa decisión de los poderes de Estado autorizados a tal efecto.
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M E DI O AM B I E N T E T
A RT I S TA I N V I TA D O
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LA CUESTIÓN AMBIENTAL Y EL DEBATE PÚBLICO SOBRE LOS BIENES COMUNES T
P O R M A R Í A GA B R I E L A M E R L I N S K Y D O C T O R A E N C I E N C I A S S O C I A L E S ( U BA ) I N V E S T I GA D O R A D E L C O N I C E T Y P R O F E S O R A R E GU L A R E N L A U BA
Ronda subtropical (detalle), 2011
Gabriela Merlinsky
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Una multiplicidad de voces discute la apropiación y las formas de gestión de los recursos naturales. Diferentes actores sociales proponen una justicia ambiental vinculada al modo de vivir el medio que habitan. Sin embargo, todavía se requiere un debate más profundo.
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En las dos últimas décadas, tanto en la Argentina como en otros países de América Latina, se han multiplicado diferentes manifestaciones que expresan una creciente conflictividad con relación al acceso, la disponibilidad, la apropiación y la gestión de los recursos naturales. Estas expresiones, que han ganado la calle y ocupan el espacio público, abren debates en torno a los supuestos beneficios del desarrollo. Por ejemplo, ¿cuál es el impacto de diferentes actividades extractivas en el mediano y largo plazo? ¿De qué manera estas actividades producen alteraciones irreversibles en el territorio? Se trata de discusiones que dejan entrever procesos de cambio social que vale la pena analizar en profundidad. Aunque el campo de la política ambiental en la Argentina sea todavía un ámbito en construcción, es difícil afirmar que la multiplicación de los conflictos ambientales siga una dinámica al margen de las instituciones. En el texto de la sentencia de la Corte Suprema de Justicia, por mencionar un caso, se exige la recomposición ambiental de la cuenca Matanza-Riachuelo en términos de derecho humano esencial que debe ser garantizado por el Estado. En otro contexto institucional, en debates del Consejo Interuniversitario Nacional, se ha abordado el tema de la legitimidad del traspaso de fondos de la minera La Alumbrera para financiar actividades de investigación, en lo que se podría reconocer una discusión de mayor aliento sobre el rol de la universidad pública en estos procesos de mercantilización de la naturaleza. En los estudios en ciencias sociales sostenemos que los conflictos ambientales no pueden asimilarse a comportamientos patológicos que se explican unas veces por la irracionalidad de los actores que reclaman y otras por la maldad intrínseca de los actores dominantes. Si los actores se movilizan frente a un evento que consideran amenazante para su salud, su modo de vida o las cualidades del territorio que habitan, no se debe a un déficit de información, a un sesgo antitecnológico o a cierta incompetencia en el manejo de la información científica. Los actores expresan su reclamo a partir de complejos procesos de mediación simbólica que suponen un enlace de la cultura
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Monte y tormenta xv, 2011
con la percepción, y esto se explica porque –como lo ha mostrado tan bien la antropóloga Mary Douglas– la elección de los riesgos y la elección de cómo vivir se toman al mismo tiempo. Son las tensiones entre los grupos sociales acerca de diferentes eventos que consideran amenazantes las que permiten ampliar las opciones disponibles para enfrentar un problema. Todo esto trae consecuencias muy importantes en términos del debate entre disciplinas, porque no podemos abordar estos problemas bajo los lentes exclusivos de las ciencias naturales. En el debate científico son muchos los autores que plantean que la huella humana sobre el medio ambiente ha llegado a ser tan formidable que resulta preciso reconocer en nuestra especie una fuerza geofísica global y, en ese sentido, estaríamos ante una nueva era geológica denominada el “antropoceno”. Más allá de la novedad y de la controversia, es cada vez más problemático sostener que la cuestión ambiental puede ser exclusivamente considerada en términos biológicos, demográficos, tecnológicos, sociales o económicos. Por el contrario, para un conocimiento más profundo de los fenómenos de nuestro tiempo hay que evitar el dualismo sociedad/naturaleza y construir nuevas formas de colaboración entre las ciencias humanas y las naturales. 37
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Por otra parte, si como hemos visto, los conflictos ambientales también movilizan actores “no expertos” que tienen algo para decir en su carácter de afectados por la imposición de restricciones o por las decisiones que se toman con respecto al uso y la disponibilidad de los recursos naturales, es preciso señalar, siguiendo al sociólogo Michel Callon, que estos ciudadanos juegan un rol central en la construcción de repertorios de problemas, ampliando así los inventarios de estados de mundos posibles. En la Argentina consideremos por ejemplo la discusión en torno a las fumigaciones con glifosato. Diferentes grupos de pobladores vienen alertando desde hace quince años alrededor de los impactos nocivos en la salud debido a la utilización de agroquímicos en los cultivos masivos de soja transgénica. Estos ciudadanos han llevado sus demandas ante instancias judiciales y ya hay un par de casos ejemplares en los que los productores han sido condenados por fumigar zonas urbanas con productos químicos de alto nivel de toxicidad. En este debate intervino Andrés Carrasco, un científico de alto prestigio internacional que contribuyó con sus estudios de laboratorio a confirmar la peligrosidad del glifosato. Sus investigaciones generaron polémicas y se convocaron comisiones científicas ad hoc que debieron evaluar sus trabajos para dar respuesta a un asunto que
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Más allá de la novedad y de la controversia, es cada vez más problemático sostener que la cuestión ambiental puede ser exclusivamente considerada en términos biológicos, demográficos, tecnológicos, sociales o económicos.
se volvió inminentemente político. ¿Qué fue lo que pasó aquí? ¿En qué momento la controversia sobre escalas de producción, paquetes tecnológicos y agronegocios se volvió un problema vinculado a la salud pública? ¿De qué manera estas ciudadanas (dado que las mujeres son las grandes protagonistas de estos movimientos) pudieron llevar adelante de manera conjunta con los médicos de familia de los “pueblos fumigados” diferentes estudios que fueron construyendo una suerte de hoja de ruta a la usanza de una epidemiología popular? ¿Por qué este incipiente movimiento plantea sus demandas en términos de justicia espacial e intergeneracional? ¿A qué se refieren cuando reclaman en nombre de la justicia ambiental? Es fácil observar que el encadenamiento de preguntas va produciendo desplazamientos entre disciplinas; sin embargo, no se trata solamente de pensar cómo vamos a abordar la complejidad científica, lo que –como suele decirse habitualmente– se puede resolver mediante estudios interdisciplinarios. Esta respuesta es todavía insuficiente ya que estamos frente a un problema social mucho más importante. En efecto, en base a estas discusiones se movilizan disputas por la distribución o apropiación de los recursos naturales, lo que nos lleva a preguntarnos por las relaciones entre grupos y clases sociales e indagar en torno a sus respectivos modos de apropiación de la naturaleza. ¿Cuáles son las responsabilidades diferenciadas de estos actores en términos de la preservación de los bienes comunes en el largo plazo? ¿Quiénes deben hacerse responsables de mitigar los efectos producidos por el avance de la frontera extractiva? ¿De qué manera es posible desplazar la discusión desde las aseveraciones de sentido común sobre el crecimiento y el desarrollo hacia una polémica más amplia sobre escenarios de futuro? Cuando planteamos estas preguntas la cuestión adquiere un sentido político tanto por sus implicancias distributivas como por su vínculo con los debates sobre la justicia. Es entonces cuando entramos de lleno en otro asunto complejo, porque desembocamos en diferentes modos de justificación para decidir lo justo. Pero ya no se trata solamente de la existencia de ganadores y perdedores en términos económicos, también 39
Gabriela Merlinsky
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Los conflictos ambientales no pueden asimilarse a comportamientos patológicos que se explican unas veces por la irracionalidad de los actores que reclaman y otras por la maldad intrínseca de los actores dominantes.
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es necesario discutir acerca de las diferencias culturales y valorativas que se ponen en juego en determinadas elecciones institucionales. En los debates ambientales esto se vuelve crítico porque diferentes actores pueden decir que están “a favor del medio ambiente”, pero sin embargo estar defendiendo intereses opuestos. Lo mismo ocurre cuando se trata el concepto de sustentabilidad: operan diferentes criterios de justicia. Examinemos, siguiendo un ejemplo del politólogo Roberto Guimarães, cómo se ubican diferentes actores e intereses en las definiciones de sustentabilidad en el manejo de los bosques. Un empresario maderero puede decir que la sustentabilidad implica la sustitución de la cobertura natural por especies homogéneas para garantizar las tasas de retorno de la inversión en extracción de madera; un representante de una entidad preservacionista podría proponer prohibir cualquier tipo de explotación económica y hasta la presencia humana en extensas áreas de bosque primario para evitar la extinción del recurso y la pérdida de biodiversidad; un dirigente sindical puede estar a favor de actividades de extracción vegetal del bosque como un medio para garantizar la sustentabilidad socioeconómica de su comunidad; por último, una comunidad originaria puede plantear la preservación del bosque y la exclusión de su uso a otros grupos en términos de la sustentabilidad cultural de prácticas, valores y rituales que otorgan sentido e identidad a la diversidad de etnias indígenas. Como ha señalado el geógrafo David Harvey, los discursos no existen aisladamente de las creencias, las relaciones sociales, las estructuras institucionales, las prácticas materiales y las relaciones de poder. Las definiciones de la justicia ambiental internalizan estos dominios y establecen referencias a cada uno de estos aspectos en términos de los argumentos más generales acerca de los principios que regulan el lazo social. Así, la emergencia de determinados juicios ecológicos ambientales debe ser entendida también como una construcción de razonamientos acerca de la sociedad en tanto refracciones complejas de todo tipo de luchas que han sido llevadas a cabo en otros ámbitos.
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Monte y tormenta xvii, 2011
Si el devenir de estos asuntos es todavía un espacio abierto a la incertidumbre, en cambio, podemos aventurar una conclusión proveniente de nuestras investigaciones durante los últimos años. Los bienes comunes han comenzado a ocupar un lugar central en los discursos de los colectivos territoriales y de los actores sociales que reclaman por problemas ambientales. A partir de nuevos modelos que no aceptan la subordinación de aquellos bienes a la lógica mercantil, los significados construidos al calor de los conflictos indican que las empresas (por ejemplo, las industrias extractivas pero también el agronegocio y las grandes inversiones inmobiliarias) han perdido la legitimidad que otrora tenían en el ejercicio de diferentes formas de extorsión que planteaban canjear empleos por contaminación. Hoy en día, estos actores económicos son objeto de cuestionamiento y también lo son ciertas concepciones del desarrollo que consideran los territorios como objetos vaciables. Están dadas las condiciones para encarar un debate más profundo sobre ambiente y estilos de desarrollo. Nos corresponde impulsar la discusión haciendo que gane visibilidad pública. X 41
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DILEMAS DEL BUEN VIVIR T
POR MARÍA CARMAN E S C R I T O R A , I N V E S T I GA D O R A D E L C O N I C E T P R O F E S O R A A DJ U N TA Y D I R E C T O R A D E L E QU I P O A N T R O P O L O G Í A , C I U DA D Y NAT U R A L E Z A ( U BA )
Narraciones pictóricas (detalle), 2012
María Carman
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En América Latina, el giro biocéntrico ha retomado como sustento filosófico el ideal de vida armoniosa entre los humanos y la naturaleza propio de las cosmovisiones aborígenes. Pese a su potencial emancipador, se corre el riesgo de que esos saberes subalternos solo se vuelvan valiosos a partir del saber antropocéntrico occidental que sigue funcionando como marco de referencia dominante.
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Para comprender la relevancia que adquiere la promulgación de derechos de los animales o bien de la naturaleza en el mundo contemporáneo es necesario recordar que, como señala el sociólogo Sousa Santos, los derechos humanos se han convertido en el lenguaje de la política pretendidamente progresista. Ese progresismo se extiende hacia todos aquellos fenómenos, entidades, males o padecimientos susceptibles de ser incorporados como materia de derecho ambiental; y este último se suma a la nómina de los derechos económicos, sociales y culturales que han de ser garantizados para la población. En el derecho europeo, las capacidades de los animales son tuteladas por leyes especiales a través de los códigos civiles de Suiza, Alemania, Gran Bretaña y Austria. En 2008 se votó en España la concesión del estatus legal de persona con derechos a un animal; y se fueron sancionando iniciativas –en Europa y Estados Unidos– para prohibir el confinamiento en jaulas de los animales de granja, entre otras medidas protectoras. En América Latina, el llamado giro biocéntrico supone un avance jurídico distinto: no se limita a la inclusión del ambiente en los derechos de tercera generación. La Constitución de Ecuador (2008) asume a la Pachamama como sujeto de derechos, lo cual no solo implica que cualquier individuo puede ejercer acciones en su defensa, sino que esa naturaleza tiene valores intrínsecos, independiente de los intereses de los humanos. En sintonía con los animal rights europeos, esta reciente carta magna impugna una concepción de la política que incluya únicamente a los seres humanos en tanto sujetos de derechos. Como sustento filosófico, tanto la Constitución de Ecuador como la Constitución de Bolivia (2009) retoman las nociones indígenas del Buen Vivir, que designan la vida armoniosa entre los humanos y la naturaleza. La idea del Buen Vivir es nombrada como sumak kawsay en quechua, mientras que en Bolivia se la invoca como Vivir Bien: suma qamaña en aymara, ñandareko en guaraní y, también, sumak kawsay en quechua.
MEDIO AMBIENTE
En su extraordinario trabajo sobre los achuar del Amazonas, el antropólogo Philippe Descola utiliza el término good life (shiir waras) para referirse al ideal de una vida armoniosa vinculada con tener paz en casa y un estado de equilibrio en el uso de la naturaleza, alejado de una acumulación sin fin de artículos de consumo. Uno de los criterios fundamentales de la “buena vida” remite a la habilidad para asegurar la reproducción doméstica explotando solo una pequeña fracción de los recursos existentes. La praxis diaria de este pueblo, sintetizada en la noción de buena vida, muestra una correspondencia entre los modos de relacionarse con la naturaleza y los modos de relacionarse con los otros. Por un lado, el Buen Vivir es un bienvenido gesto de restauración simbólica de pueblos que han sufrido una persistente colonización. La novedosa consagración de los derechos de la Pachamama en la Constitución de Ecuador busca distanciarse de la retórica de dominio sobre la naturaleza característica del paradigma moderno occidental. La potencialidad que la noción del Buen Vivir nos ofrece resulta indudable y de ello dan cuenta no solo los trabajos de prestigiosos colegas latinoamericanos sino las apropiaciones de dicho concepto por parte de diversos movimientos sociales en nuestro continente. El Buen Vivir puede actuar como una brújula para consolidar vínculos más armoniosos de los hombres entre sí y con la naturaleza: la utopía de un nuevo convivir. La vastedad del tema merecería un trabajo aparte: las diferentes acepciones del Buen Vivir; las alianzas entre ong locales e internacionales en la promoción de estos nuevos derechos; las implicancias sociopolíticas de estas innovaciones jurídicas en el contexto de los Estados plurinacionales; las contradicciones entre el “espíritu del buen vivir” y las metas extractivistas de Bolivia y Ecuador, entre otros. Si el sumak kawsay va revistiéndose de nuevos significados en el trayecto que aún recorre desde comunidades andinas hasta la carta magna de un Estado, no está de más recordar algunas lecciones que nos provee la antropología. En primer lugar, Lévi-Strauss nos ha enseñado que los términos jamás poseen una significación intrínseca sino de posición, en función de la estructura y el contexto cultural. Las categorías son, pues, inseparables de los modos en que las personas se perciben a sí mismas y a los otros en un determinado entorno. En segundo lugar, recordemos que el Buen Vivir es concebido como un concepto en construcción, abierto a lo impredecible. Me pregunto si no hay algo intraducible –y por tanto no asimilable– en su significado. Esto no presupone reivindicar un pretendido purismo de estas comunidades indígenas ni tampoco, como alguna vez lo hizo Lévi-Strauss, una saludable dosis de etnocentrismo para preservar las diferencias entre culturas. Simplemente quiero enfatizar que todavía es necesario descubrir si el rasgo básico de esa cosmovisión –una ética compartida entre los seres del planeta– no ha de quedar subsumido bajo el esquema naturalista occidental que sigue funcionando como el valor de referencia. ¿Alientan estas reflexiones un escepticismo sin escape, el de estar enfrentándonos a una retórica vaciada de sus saberes prácticos? Más probable es que nos encontremos frente a la siguiente paradoja, largamente probada en la literatura etnográfica: las construcciones culturales del medio ambiente para las comunidades indígenas suelen ser secundarias respecto de sus saberes y acciones prácticas. No se trata de un conocimiento 45
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codificado al modo del pensamiento occidental, sino de una praxis. En la letra de estas cartas magnas se invierte dicho orden: prima allí una dirección intelectual, un principio orientador de las políticas; luego será o no una práctica efectiva en la vida de las personas. Existe otra cuestión ineludible: la idea misma de giro biocéntrico resulta discutible, en tanto es la comunidad de expertos la que instituye ese progresismo de la naturaleza. La instauración de los derechos de la Pachamama supone hablar en su nombre. Nosotros, los animales humanos, estamos sancionando la Constitución; y no estamos exentos de que algunas aplicaciones prácticas de esa ley puedan atentar contra la dignidad de algunos grupos humanos o reproducir la desigualdad. Apelando a la protección de
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todos los seres vivos podrían imponerse restricciones en los usos de los territorios o prohibirse prácticas de caza y pesca que organizan las posibilidades de supervivencia de sectores subalternos. En nombre del Buen Vivir de una nación pueden implementarse además políticas extractivistas en tierras indígenas sin el consentimiento de esas comunidades, violando su derecho de autodeterminación. El libro de la colega Susana Ramírez Hita sobre el proyecto de salud intercultural en Bolivia ofrece un muestrario de tales contradicciones. Si bien la autora admite que el reconocimiento de la pluralidad cultural por parte del Estado significó un gran avance, señala que sigue habiendo una práctica homogeneizadora en la medición y tratamiento 47
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Si bien resulta promisorio retomar la objetivación de la naturaleza que proviene de una cultura subalterna, interesa preguntarse por las formas en que se pone en juego en proyectos de dominación que eventualmente subsumen esos saberes.
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de salud de los sectores más postergados, aunque disfrazada en un discurso pluralista. En sintonía con la carta magna, el proyecto de salud intercultural de Bolivia retoma la noción del Buen Vivir: se revalorizan el saber y la medicina tradicionales, pero no se colocan médicos ni puestos de salud en ciertas zonas indígenas del país. Algo similar sucede con el registro de datos epidemiológicos por parte del Ministerio de Salud, establecido bajo los parámetros de la Organización Mundial de la Salud y sin adaptación a la realidad del país. Las políticas internacionales de cooperación no registran aquellas patologías por las cuales la población se enferma y muere, sino las problemáticas que fueron definidas a priori como preocupantes para la región latinoamericana, como la materno-infantil. Los indicadores del Plan de Desarrollo Nacional continúan rigiéndose exclusivamente por el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas que registra a las personas que viven con menos de un dólar diario; un parámetro que no resulta aplicable a grupos cazadores y recolectores. Los datos así obtenidos, nos dice la autora, se alejan de la realidad de la vida cotidiana de las comunidades involucradas. Si bien resulta promisorio retomar la objetivación de la naturaleza que proviene de una cultura subalterna, interesa preguntarse por las formas en que se pone en juego en proyectos de dominación que eventualmente subsumen esos saberes. En tal sentido, aún es prematuro evaluar si las nuevas inscripciones de las nociones del Buen Vivir han de proveer un horizonte emancipador. A modo de ejemplo, retomemos un documento de la Plataforma Boliviana frente al Cambio Climático, que objetó el documento final del encuentro Rio+20 (junio 2012) en los siguientes términos: “Ese documento menciona a los indígenas y a la Madre Tierra pero como una cuestión espiritual, folclórica, como un maquillaje. (…) No toman en cuenta nuestras propuestas de hacer un cambio estructural. (…) Ellos dicen que han incluido nuestras necesidades, pero (…) la verdadera intención (…) es continuar con el despojo de nuestros recursos y nuestros territorios”. En efecto, un conjunto de prácticas y saberes populares puede ser enaltecido al mismo tiempo en que es ignorado en sus aspectos fundamentales. ¿Se trata de una mera domesticación de un saber indígena para legitimar acciones predatorias sobre nuevos territorios?
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Narraciones pictóricas, 2012
El paso del antropocentrismo al biocentrismo no solo es una apuesta del Buen Vivir, sino una reivindicación compartida por varios colectivos ambientalistas. Es evidente que no alcanza con idealizar el paso de una visión antropo a una bio: dicha transición no necesariamente ocurre, ni persigue relaciones de mayor equidad. Resulta insoslayable observar en cada caso qué colectivo humano es portador de esa visión; cuál es su posición en la estructura social; cómo esa visión se corresponde con determinadas políticas; y de qué modo esta es impuesta o no a otros grupos. En el marco de estos paradigmas presuntamente innovadores suele operar, además, una prescripción respecto de cuál ha de ser la relación moralmente adecuada de los seres humanos con el medio ambiente. La instauración de siempre renovadas –y cada vez más sofisticadas– fachadas de inclusión de colectivos postergados ¿no ha de ser funcional, una vez más, a la demora ad infinitum de la afiliación de los sectores más desfavorecidos en nuestras sociedades aún profundamente desiguales? ¿No se corre el riesgo de que ciertas apropiaciones del paradigma biocéntrico difuminen más y más el rostro de los vulnerables hasta quitarles toda existencia social? No estamos exentos de que supuestas políticas de dignidad hacia todo lo viviente terminen legitimando nuevos rounds de opresión, desigualdad o neocolonialismo hacia los humanos. X 49
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LA GESTIÓN DE LOS RESIDUOS: PRÁCTICAS, SABERES, REPRESENTACIONES T
P O R PA B L O J. S C H A M B E R A N T R O P Ó L O G O, D O C E N T E E I N V E S T I GA D O R E N L A S U N I V E R S I DA D E S NAC I O NA L E S D E L A N ÚS Y QU I L M E S
Gestures i (detalle), 2007
Pablo J. Schamber
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Qué hacer con la basura es una de las preguntas más acuciantes en la actualidad. Ante la acumulación de materiales en los rellenos sanitarios existen alternativas aún no articuladas con el tradicional tratamiento, que favorecerían una política ambiental integrada.
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La gestión pública de los residuos es un asunto que atañe inicialmente a los gobiernos locales, es decir, a los municipios. No se reclama por ella a gobernadores o presidentes. En cambio, los intendentes saben que les cabe esta demanda que se vincula de modo casi exclusivo a la recolección domiciliaria. No se registran manifestaciones de protesta si la gestión local no incluye aspectos relacionados con la minimización de los residuos que se generan, o si no se promueve el reuso de materiales, ni se han visto piquetes porque la opción de seleccionar sigue demorándose en una experiencia piloto en vez de hacerse extensiva y abarcar todo el distrito. Pero no es recomendable para la sana continuidad de un funcionario que el servicio de recolección sea defectuoso, que se interrumpa o que deje de ser practicado en base a la monumental rutina de nada menos que seis veces por semana. De hecho, popularmente se suele calificar la gestión de los residuos de una ciudad teniendo en cuenta solamente si se la aprecia limpia o sucia, es decir, si se concibe que la recolección es o no eficiente. Este servicio en muchos grandes distritos se ha concesionado a empresas privadas, en función de acuerdos que suelen oscilar en torno al 17% del presupuesto municipal (constituyéndose así, en muchos casos, en el principal contrato). En las ciudades pequeñas y medianas, la prestación es predominantemente brindada por el propio municipio, o bien se recurre a sistemas mixtos, pero siempre ronda el mismo valor porcentual. En la Argentina, para todos los rangos poblacionales, la cobertura del sistema respecto de la extensión del territorio alcanza niveles elevados en comparación con ciudades de otros países de la región. En muchos casos, llega al 100%. También es comparativamente elevada su frecuencia, que suele ir de domingo a viernes. El destino final oficial para los residuos en la mayoría de los distritos son los basurales municipales a cielo abierto o los rellenos sanitarios para algunas grandes ciudades. Debido a la alta concentración de la población en las metrópolis, se estima que más de la mitad de los habitantes del país cuentan con el método de disposición final recomendado por la autoridad ambiental argentina. Sin embargo, existe aquí una cuestión perentoria, al menos para la región metropolitana bonaerense, dado que dos de los tres rellenos existentes (Ensenada y González Catán) deberían estar cerrados por órdenes judiciales, mientras que el restante (Complejo Norte iii) tendría una vida útil
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Gestures ii, 2007
que no sobrepasa los tres años venideros. Este es sin dudas un punto clave y de solución compleja, en el que la falta de decisiones políticas para resolverlo se explica porque los resultados solo podrán visualizarse a mediano y largo plazo, mientras que los costos políticos y económicos de inaugurar nuevos rellenos son inmediatos. En la medida en que el servicio de recolección y las eventuales nuevas áreas de emplazamiento de los sitios de disposición ocupen el centro de la escena del debate y se consideren los únicos aspectos que ameritan la atención, tanto de parte de las autoridades como de los ciudadanos movilizados, se tratará de una gestión corta de miras. Al soslayar otros importantes aspectos, se posterga una acción de carácter integral más comprometida con las ideas de desarrollo sustentable y cuidado ambiental. Es posible recurrir a varios indicadores para apreciar que muchas localidades del país avanzan tras ese norte. Entre las ciudades medianas y grandes, debe destacarse la localidad de Rafaela (Provincia de Santa Fe), que en el marco del “Programa Rafaela + Sustentable” viene desarrollando, desde hace no menos de una década, un sin número de acciones conducentes a una gestión integral de residuos. También se puede mencionar la existencia de normativas (muchas veces conocidas como de “basura cero”) que propugnan evitar el entierro indiscriminado de los residuos y proponen diferentes 53
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instancias de valorización, por ejemplo, en Buenos Aires, Córdoba, Chubut, Misiones, Neuquén, San Luis, San Juan, Santa Fe, Tucumán, entre otras. Lo mismo sucede con algunas localidades, Buenos Aires, La Plata, Posadas, Paraná, Rafaela, Rosario. En cuanto a la apertura de plantas municipales de clasificación o experiencias de recolección selectiva, las localidades bonaerenses de Laprida y Trenque Lauquen que fueron pioneras en tener plantas de clasificación de residuos. En la actualidad hay más de 200 municipios, principalmente ubicados en la región central del país, que cuentan con una. Ya no es viable argumentar que lo mejor que puede hacerse es recoger todo y enterrarlo correctamente. Aunque existen diferencias relativas en cuanto a cuál es la tecnología más adecuada en función de la idiosincrasia de la población y del lugar, todos los expertos en el tema consideran la idea de integralidad como principio, esto es: minimizar los residuos que se generan, clasificarlos y valorizarlos como sea posible y, finalmente, disponer adecuadamente el resto. Podría decirse entonces que la coyuntura actual se presenta como un estado de transición en el que se va dejando atrás la exclusiva preocupación por la recolección y, en todo caso, también, por la disposición de los residuos, para privilegiar otras cuestiones presentes en la idea de una gestión integral, aunque este paradigma no termina aún de imponerse. En una suerte de diagnóstico apresurado, se pueden aventurar algunas
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Podría decirse entonces que la coyuntura actual se presenta como un estado de transición en el que se va dejando atrás la exclusiva preocupación por la recolección y, en todo caso, también, por la disposición de los residuos, para privilegiar otras cuestiones presentes en la idea de una gestión integral, aunque este paradigma no termina aún de imponerse.
razones que entorpecen la posibilidad de que este modelo se instale de manera definitiva. En primer lugar, cualquier modificación que se pretenda realizar sobre la situación existente en la búsqueda de su mejora va a implicar, al menos en lo inmediato, una mayor erogación presupuestaria. Sin embargo, la ecuación económica no debería ser la excusa para dejar de lado reformas necesarias cuando una política ambiental específica se asume como razón de Estado. En el corto plazo, es más barato consumir agua de pozo, gas en garrafa o usar letrinas, y no por eso se deja de considerar indispensable su reemplazo por agua corriente, gas natural y sanitarios con red cloacal. Nadie defiende el argumento de abandonar la construcción de escuelas u hospitales porque son caros, dado que se consideran imprescindibles para alcanzar cierto umbral de ciudadanía. Transformar la gestión integral de los residuos en una razón de Estado, y utilizar los recursos para hacerla posible, forman parte de lo que está pendiente. Otra dificultad radica en la falta de articulación entre todas las reparticiones del gobierno local de acciones conducentes al mismo propósito. La responsabilidad sobre la gestión de los residuos recae en las Secretarías de Obras y/o Servicios Públicos y, cuando existe el área de ambiente y sustentabilidad (cualquiera sea la denominación que tenga), se suele ocupar de algunas acciones aisladas vinculadas con la promoción del reciclaje y la valorización de los desechos. Estas acciones consisten en la coordinación de acotadas experiencias piloto y dispersas tareas de educación ambiental. Que exista articulación y complementariedad entre estas actividades y el sistema local utilizado, no es la regla sino la excepción. A nadie le podrá extrañar que por un lado se difundan los beneficios ambientales de la clasificación domiciliaria, se solicite (o exija) a la población que separe sus residuos y los coloque en distintos tipos de bolsas o contenedores, mientras que por otro lado, pero simultáneamente, se carezca del servicio de recolección selectiva y, en un mismo vehículo, se junte lo previamente apartado, y además se lo compacte, volviendo inservible lo que hasta recién podía tener valor. 55
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Pablo J. Schamber
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Es cierto que en los últimos años muchos municipios han inaugurado infraestructuras para la separación y el acopio de residuos reciclables que sirvieron como ámbitos de reconversión y mejora laboral de recolectores informales (cartoneros). Pero no es menos cierto que aun en estos casos sigue predominando la falta de articulación con las otras instancias a nivel local. Ello se evidencia cuando los desechos llegan a estas plantas sin clasificación previa y, por lo tanto, es elevado el porcentaje de rechazo, o cuando no se disminuyen los destinados a disposición final, o cuando los cartoneros reconvertidos prefieren seguir recolectando. Desafortunadamente, estas infraestructuras son instaladas sin mayor planificación y, habitualmente, son producto de la circunstancial existencia de financiamiento desde alguna órbita del gobierno nacional, que por otra parte no exige esa planificación como requisito previo a las erogaciones. Es decir, es más bien la existencia de la oferta subsidiada desde arriba y no el resultado de la identificación de esas instalaciones como necesidad imprescindible lo que suele concretarlas. El restringido anclaje territorial que le incumbe a la gestión de los residuos impide ver que la integralidad implica trascender esos límites. Una reciente nota periodística (“La caída del crudo hunde el reciclaje del plástico”, La Nación, marzo de 2015) permite apreciar la relación existente entre el precio de los commodities, la actividad del reciclaje y la gestión pública de los residuos. El artículo hace referencia a la caída en la cotización del barril de petróleo y su incidencia en la rentabilidad de quienes se dedican al acopio y a la comercialización de tereftalato de polietileno, un tipo de material plástico, ampliamente conocido por su sigla en inglés (pet), utilizado para producir botellas de gaseosas y agua. Pero lo mismo vale para cualquier otro material proveniente del circuito de reciclaje que reemplace materias primas vírgenes en el proceso productivo de un nuevo bien, como por ejemplo, el cartón y el papel que sustituyen la pasta celulósica. La nota alumbra sobre la vinculación entre la actividad del reciclado y la gestión pública de los residuos cuando dice: “En muchas partes del noreste de Estados Unidos, el reducido espacio destinado a rellenos sanitarios hace que el procesamiento de la basura sea mucho más costoso que en otros sitios, por tanto podría seguir siendo económico reciclar para gobiernos locales en Nueva York y Nueva Jersey, incluso si tienen que pagar para que su plástico sea transportado. En lugares donde llevar la basura a un basurero cuesta menos, algunas ciudades podrían decidir abandonar el reciclaje”. En otras palabras, ante la falta de demanda de materiales reciclables debido a la baja de la cotización de los commodities, dichos materiales alimentarán sitios de disposición final (rellenos sanitarios o basurales a cielo abierto) de acuerdo con los costos operativos que tenga su procesamiento. Nada más lejos del cuidado del ambiente vinculado al reciclaje como razón de Estado. Los dos aspectos que aparecen involucrados –por un lado, la cotización internacional de los commodities y la industria del reciclado y, por otro, la gestión pública de los residuos– parecieran quedar librados a opciones de rentabilidad que ofrece el mercado en un momento histórico dado. De este modo, el comportamiento de los distintos actores estaría regido de la siguiente manera: si la cotización de las materias primas vírgenes (commodities) es elevada, se incentivará su reemplazo por materia prima proveniente
MEDIO AMBIENTE
Gestures iv, 2007
del reciclaje y como consecuencia, llegará menos basura a los sitios de disposición. Y, desde la perspectiva del sector público, se subsidiaría la demanda del sector privado en caso de que el procesamiento de esos residuos en los sitios de disposición final resulte más oneroso. Hay reciclaje a gran escala porque, atendiendo a razones económicas, existe una industria que demanda insumos reciclables como sustitutos de insumos vírgenes. La decisión de qué tipo de materias primas emplear para la fabricación de nuevos productos queda reservada a una evaluación de costos en la esfera privada empresarial. Lisa y llanamente, la situación es de absoluto laissez faire: libre oferta y demanda en un mercado sin intervención estatal. No existen entre nosotros (y tal parece, tampoco en otras partes del mundo), estímulos desde el Estado al incremento del consumo de material reciclado. Otra vez, en la gestión de los residuos solo tiene incumbencia el gobierno local, pero estimular el reciclado requiere intervenciones desde la nación, la región y el mundo. Se ponen así de relieve conexiones que no suelen estar presentes en análisis sobre comercio internacional, industrias, gobiernos y residuos, pero a las que es necesario atender tanto como a la recolección o al enterramiento, en la medida en que los afecta. La integralidad requiere expandir múltiples fronteras. X 57
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EL AGUA, UN BIEN VALIOSO Y ESCASO T
P O R A L E JA N D R O D. C R O J E T H OV I C H P R O F E S O R T I T U L A R D E L A C ÁT E D R A D E E VA L UAC I Ó N D E I M PAC T O Y S I S T E M A S D E G E S T I Ó N ( U N I V E R S I DA D NAC I O NA L A RT U R O JAU R E T C H E ) M I E M B R O F U N DA D O R D E L Á R E A D E E C O L O G Í A U R BA NA ( U N I V E R S I DA D NAC I O NA L D E G E N E R A L SA R M I E N T O ) Rizoma xv, 2014
Alejandro D. Crojethovich
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Todavía
El escaso control de los desechos industriales y un inadecuado sistema sanitario y de servicio cloacal urbano han causado un aumento en la contaminación de uno de los recursos más preciados del planeta. Una gestión ambiental que alcance a las grandes empresas pero también a los usuarios comunes es un desafío ineludible para los gobiernos actuales.
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El mundo está cambiando a un ritmo acelerado y las consecuencias sociales, políticas, económicas y ecológicas de esta transformación son percibidas por la gente a través de algunos síntomas que se dan globalmente: desigualdades que no permiten que una parte importante de la humanidad pueda cubrir sus necesidades básicas como el acceso al agua potable, o ser víctima de problemas ambientales como la pérdida de bosques, la contaminación y el cambio climático, el desempleo y la inseguridad. Muchas de estas situaciones se están dando con mayor profundidad y severidad en las ciudades. Hace 200 años existían solo dos centros urbanos de más de un millón de habitantes: Londres y Pekín. Hacia 1950 había ochenta ciudades de esa dimensión y en 1990 llegaban a 293, muchas de las cuales se encontraban en los países en desarrollo. El conjunto Asía-África-América Latina y Caribe tiene el 65% de las ciudades grandes. Además, la mayor parte de la población mundial es urbana: en el año 2000 cerca del 45% de la población de los países en desarrollo (1970 millones) y el 75% de los países desarrollados (945 millones) vivían en las ciudades bajo diferentes condiciones sociales, económicas y ecológicas. El crecimiento de la población se está produciendo sobre todo en los países en vías de desarrollo, es decir, los peores equipados para proporcionar a sus habitantes transporte, vivienda, agua y cloacas. Mientras que en las urbes en desarrollo uno de los principales problemas aparejados con el incremento de la población es la deficiencia de los sistemas sanitarios, los países más ricos del mundo han dirigido su atención hacia temas relacionados con el cambio climático. De acuerdo con los científicos que estudian
MEDIO AMBIENTE
estos fenómenos, en las próximas décadas se espera que el clima sea más inestable y extremo, que haya más olas de calor, inundaciones y sequías, y que estas se sucedan con más frecuencia en muchas partes del mundo. Las consecuencias de estos cambios podrían ser graves tanto para la población, la economía y las empresas, como para la infraestructura pública; podría verse afectadas la fragilidad de los ecosistemas naturales, la vulnerabilidad de las personas y el riesgo sobre sus bienes (siempre y cuando no se tomen medidas de adaptación necesarias). En este contexto, los recursos hídricos están cobrando cada vez mayor importancia, ya sea por su escasez en algunas zonas de Latinoamérica o por sobreabundancia ocasional. El agua es un recurso que resulta de utilidad para distintos grupos de usuarios (domésticos, agrícolas, industriales, energéticos, recreativos y ecológicos, entre otros). Las necesidades de cada uno son particulares y se pueden medir de acuerdo con la cantidad, la calidad y las formas de utilización del agua: se estima que a nivel mundial se emplea para actividades agropecuarias, el 68%; para producción industrial, el 25%; y con fines de abastecimiento humano, el 7%. El gran problema al que nos enfrentamos actualmente es la demanda creciente de agua debido al aumento poblacional y a los nuevos estilos de vida. Al mismo tiempo, los ecosistemas naturales y las especies acuáticas requieren una adecuada provisión del recurso. En algo coinciden todos y es en que los beneficios de la utilización del agua deben ser constantes y mantenerse en el tiempo. El agua dulce es un bien muy escaso. De la totalidad de agua disponible en el planeta, más del 97% corresponde al agua salada (mares y océanos), y del resto que queda, menos del 1% es agua dulce disponible para su uso. El estado de nuestras cuencas puede hablarnos bastante acerca de nuestros comportamientos y de la responsabilidad ambiental que tenemos. Tomemos como ejemplo a la Región Metropolitana de Buenos Aires, en la que más de 15 millones de personas conviven en una superficie de unos 8000 km2. Esta población representa el 39% de la población argentina. En Buenos Aires, la contaminación de los cursos de agua superficiales ocurre, por un lado, debido al volcado de aguas servidas de las casas a través de cañerías y, por otro, a causa de las industrias, cuyos residuos también son arrojados en forma directa a los cursos de agua superficial, con lo que se deterioran gravemente las tres cuencas principales de la región: la de los ríos Luján, Reconquista y Matanza-Riachuelo. A esto hay que sumar la contaminación del agua y el suelo por la presencia de residuos domésticos e industriales en la vía pública, en los márgenes de rutas y arroyos, cavas y basurales ilegales. Un estudio realizado en la cuenca del Río Reconquista sobre industrias cuyos procesos productivos involucran el uso de materias primas y producción de residuos contaminantes, ha revelado que la mayoría de esos establecimientos se distribuyen en las localidades adyacentes al río. Grave es también la contaminación del agua subterránea que se da cuando los residuos industriales se filtran hasta llegar a ella luego de ser volcados directamente sobre el suelo; otras veces las fuentes de contaminación no pueden ser identificadas ya que ocupan extensas áreas, aunque suelen estar ocasionadas por el uso incorrecto de ferti61
Todavía
Alejandro D. Crojethovich
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lizantes y pesticidas en el campo. Asimismo, los desechos provenientes de la cría intensiva de animales, por ejemplo en criaderos de cerdos y pollos, constituyen una fuente importante de este tipo de contaminación. La contaminación por nitratos se ha convertido en otra de las causas principales del deterioro del agua subterránea, tanto en las ciudades provistas de servicios sanitarios como en aquellas que no los tienen; lo mismo sucede en las áreas rurales como en las zonas industriales. Este tipo de contaminación está vinculada con la mayor parte de las actividades humanas. En los centros urbanos que no tienen servicios cloacales, los pozos ciegos son contaminantes. También generan altos aportes de contaminación las industrias que producen alimentos faenado y embutido de carnes, y el procesamiento y fabricación de productos lácteos. El uso desmedido del agua subterránea (cuando se extrae más de la que la naturaleza es capaz de reponer) tiene como consecuencia la disminución de la calidad del agua. Por eso es importante mantener un control estricto y deben preverse otras fuentes de provisión. La disponibilidad futura del recurso y su calidad estarán así comprometidas por la utilización pasada y presente y por la existencia de conflictos generados por inundaciones, la exposición a agrotóxicos o la cercanía con arroyos contaminados, etc. En algunas zonas, la edificación desmedida y el reemplazo de terrenos con vegetación natural por otros con pavimento, ha favorecido la escasez de agua subterránea, porque la lluvia no llega a compensar su utilización y las inundaciones periódicas de las calles por desborde de los arroyos y/o precipitaciones pluviales se suman a la falta de mantenimiento o ausencia de alcantarillado y limpieza de cauces. Los servicios de agua potable y alcantarillado no asisten a toda la región metropolitana (de acuerdo con el último censo nacional en el año 2010 el 26% de los hogares no tenía cloacas ni agua de red, y solo el 39% accedía a ambas en forma conjunta). Si bien la privatización de los servicios de agua potable y de red cloacal ha cambiando la situación para algunos sectores de la región, sobre todo para los de mayor poder adquisitivo, muchas de las redes existentes se encuentran deterioradas por falta de mantenimiento, lo que determina amplios sectores sin acceso a servicios sanitarios y de agua potable y puede originar un riesgo sanitario por consumo de agua no potable. La situación en Latinoamérica es desigual con respecto a este tema. Por ejemplo, unos 35 millones de brasileños (el 18% de la población total del país) vivían, en el año 2010, en casas en las que no había acceso al servicio de recolección de aguas negras, mientras que, según datos recogidos en 2008, de los 5564 municipios del país, un 46% contaba hacía ya dos años con acceso a la red de cloacas, por encima del 33,5% registrado en 2000. Por otra parte, en Bolivia, si bien la situación ha mejorado en los últimos quince años, dos millones de habitantes viven actualmente sin acceso al agua potable por cañerías y alrededor de la mitad del país no cuenta con instalaciones de saneamiento básico. Para concluir, quisiera introducir algunas ideas con respecto a posibles soluciones basadas en el concepto de “gestión ambiental”, con el objetivo de que sirvan para debates futuros. Es necesario aclarar que, de acuerdo con nuestra opinión, no existen
MEDIO AMBIENTE
Rizoma, 2012
problemas ambientales en sí mismos sino problemas humanos que han desembocado en conflictos ambientales que afectan el normal desarrollo de la sociedad; y, además, esos conflictos surgen y se transforman a partir de una inadecuada gestión de los sistemas ambientales en conjunción con las condiciones políticas, sociales y económicas. Tal es el caso de la Argentina, de la que puede decirse que su población es esencialmente urbana, ya que casi el 85% de la misma habita en ciudades. El aumento de la concentración urbana unido a la expansión y consumo de bienes industriales, acompañados por un marco de reglamentaciones inadecuadas y el déficit ya señalado de muchos años de infraestructura sanitaria insuficiente, han colocado al problema de la gestión ambiental urbana entre una de las cuestiones prioritarias a resolver. Podemos decir que una gestión ambiental es el conjunto de leyes que impulsa el Estado para alcanzar desarrollo con sustentabilidad ambiental. Sus principales objetivos son el diseño y la formulación de políticas ambientales, de una legislación ambiental, de un sistema administrativo y de un conjunto de instrumentos para la acción. Se trata entonces de un proceso continuo y dinámico que puede iniciarse en cualquier momento, que debe construirse de forma permanente y que progresivamente debe incorporar mayores consideraciones sobre el medio ambiente. Desde ya requiere la participación de las autoridades políticas y de los sectores privados. X 63
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I G NAC I O D E LUC C A E S A RT I S TA V I S UA L . NAC I Ó E N M I S I O N E S , E N 1 9 6 0 . C O M E N ZÓ A P I N TA R Y D I BUJA R D E S D E L A I N FA N C I A E N E L TA L L E R D E S U M A D R E , L A A RT I S TA N É L I DA P U E RTA . E N 1986 S E GRA DUÓ CO M O A RQUITECTO EN L A UN I VERS I DAD DE BU ENOS AI RES . F U E B E C A R I O D E L A F U N DAC I Ó N A N TO R C H A S PA R A E L P R O G R A M A N U EVO S P I N TO R E S D E L N E A . E N 2 0 0 4 PA RT I C I P Ó D E L A R E S I D E N C I A PA I N T I N G S E D G E P RO G R A M ( C A L I FO R N I A , E E U U ) C O N L O S M A E S T R O S T E R RY W I N T E R S , L AU R A OW E N S Y E L I Z A B E T H M U R R AY. L A P I N T U R A E S S U M E D I O, YA S E A ACUA R E LA S O BR E PA P E L U Ó LEO S O B RE T EL A. EN L OS Ú LTI MOS C I NC O AÑOS TA M B I É N H A D E SA R R O L L A D O O B R A E N C E R Á M I C A . R E C I E N T E M E N T E R E A L I ZÓ U NA I N T E RV E N C I Ó N A RT Í S T I C A E N L A E S TAC I Ó N A L E M D E L A L Í N E A B D E S U BT E E N L A C I U DA D D E BU E N O S A I R E S E N D I ST I N TO S S O P O RT E S : MU RA LE S CE RÁ M ICOS , M URA LE S P I N TAD OS I N S I TU S O B RE PARED Y P L OTEOS . O BT U VO, E N 2 0 0 2 , E L P R E M I O AC C É S I T E N E L P R I M E R C O N C U R S O I B E R OA M E R I C A N O D E P I N T U R A Y, E N 2 0 1 0 , L A “ M E N C I Ó N H O N O R Í F I C A D E L J U R A D O ” E N E L P R E M I O D E P I N T U R A D E L B I C E N T E NA R I O, F U N DAC I Ó N BA N C O D E L A NAC I Ó N A R G E N T I NA . DE S DE 2 0 0 9 T RA BA JA CON LA S GAL ERÍ AS PAL ATI NA (BU ENOS AI RES ), M AC H E T E A RT E C O N T E M P O R Á N E O ( M É X I C O D F ) , P R A X I S ( N U EVA YO R K ) Y O S M E ( V I E NA ) . S U T R A BA J O FO R M Ó PA RT E D E M U E S T R A S C O L E C T I VA S E I N D I V I DUA L E S E N D I ST I N TA S C I U DA D E S C O M O BU E N O S A I R E S , M É X I C O D F, A S U N C I Ó N, N U EVA YO R K , E N T R E OT R A S . AC T UA L M E N T E V I V E Y T R A BA JA E N BU E N O S A I R E S . w w w. i g n a c i o d e l u c c a . c o m
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ciudades
el centro de la tierra
Entre la temeridad y la fascinación, los ritmos musicales y los derroteros del fútbol, el cine y la literatura, Cali se ha convertido en uno de los más importantes epicentros de la cultura latinoamericana. ¿Qué lugar queda para sostener “los signos de un pasado exultante” en una ciudad que cambia con vertiginosidad?
N P O R S A N D RO RO M E RO R E Y E s c r i t o r , d i re c t o r d e t e a t ro , d o c e n t e , re a l i z a d o r a u d i ov i s u a l N FOTOGRAFÍAS CINDY MUÑOZ
Sandro Romero Rey
Todavía
Carrera 9 con Calle 15 ∙ El cotidiano del centro está entre el caos y la armonía de seres que habitan vendiendo algo en cada centímetro
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Colombia es un país temible. A causa de sus violencias descomunales, ha cambiado de trajes muchas veces y, para el mundo exterior, ha pasado del disfraz de guerrillero al de paramilitar, del de narcotraficante al de estrella de fútbol, del de reina de la belleza hasta llegar a ser la patria de sonoros escritores. En los bordes marrones y abandonados del Océano Pacífico, a un par de horas del puerto de Buenaventura está Cali, la capital del departamento del Valle del Cauca, una ciudad llena de mitos y fantasmas. Hoy por hoy, se la conoce por dos actividades que persisten más por el recuerdo que por su actualidad vibrante: la salsa y el fútbol. La salsa es un ritmo que viene de muy lejos, de Cuba, de Puerto Rico, del Caribe y, en una mezcla triunfal de formas, de Nueva York. Por razones que pertenecen más a la leyenda que a la realidad, la música antillana llegó a través de los barcos a Buenaventura y, a lomo de mula (como cien años atrás lo hizo el tango a las montañas antioqueñas), se instaló, a través de acetatos de buena muerte, en los antros de la ciudad. Con el tiempo, la guajira, el son, la guaracha, la pachanga, el chachachá, el boogaloo, en fin, el bolero, terminaron subiendo de estatus hasta convertirse en las melodías emblemáticas de Cali. Y ella misma, muy horonda, con una disposición un tanto sobrenatu-
ral para el baile, decidió que se llamaría “la capital mundial de la salsa”. Así lo ha sido, hasta atravesar el nuevo milenio, cuando inmigraciones de todo tipo han comenzado a competir con otros ritmos que, en otros tiempos, se considerarían inaceptables para la región: el vallenato, la bachata, la música norteña, la cumbia y, oh, desastre, el reggaetón. En cuanto al fútbol, el asunto ha sido mucho más dramático. Con dos equipos compartiendo por décadas un mismo estadio, los vallecaucanos se han batido en cruentas batallas entre el Deportivo Cali y el América. Hasta bien entrada la década del setenta, el Deportivo Cali había ganado algunas cuantas estrellas nacionales, mientras el América siempre ocupaba los últimos lugares. Hasta que un 19 de diciembre de 1979, “los diablos rojos” ganaron su primer campeonato, liberándose parcialmente de la llamada “maldición de Garabato” que les impedía ascender a las primeras posiciones de la tabla. De ahí en adelante, obtuvieron trece títulos, pero Garabato no los abandonó del todo: el América nunca pudo obtener la apetecida Copa Libertadores continental, quedando como subcampeón en cuatro ocasiones. Con el nuevo milenio, el llamado “equipo del pueblo”, sin la inyección económica de dinero de dudosa trayectoria, se fue a pique y se hundió en los círcu-
Carrera 6 con Calle 14 ∙ Caminas Cali, el centro, el sol que te quema, los minutos en cada esquina
los infernales de la segunda división, condenado de nuevo a la maldición que tiene como culpable –dicen los supersticiosos– al demonio escarlata que adorna el escudo del club. Pero así como la salsa y el fútbol se han empeñado en impregnarle su identidad mayúscula a la ciudad, también han habido excepciones en el mundo de la cultura que caracterizan a Cali como una capital de hondos privilegios creativos. Aunque su literatura contaba con algunos nombres de digna representación nacional (en particular, la novela decimonónica María de Jorge Isaacs, una de las cimas del romanticismo sudamericano), ha sido la contracultura de finales de las décadas del sesenta y setenta la que ha dado su mejor exponente en la figura del escritor Andrés Caicedo, quien nació en 1951 y se suicidó a los 25 años de edad. Autor de la novela ¡Que viva la música!, Caicedo fue un niño precoz. Empezó a escribir durante su infancia, entusiasmándose por el teatro, representando sus propios textos dramáticos,
hasta que, en 1972, quemó sus naves escénicas y se concentró en el mundo del cine y de la narrativa. Fue el fundador del ya mítico Cine Club de Cali el cual, entre 1971 y 1977, consolidó el alma cinéfila de la ciudad. Practicó la crítica de cine de manera obsesiva, hasta fundar una revista de culto denominada Ojo al cine. Buena parte de sus textos han sido publicados de manera póstuma en un grueso y apasionado volumen. Sin embargo, Caicedo es reconocido mundialmente gracias al interés que despierta su producción de cuentos y novelas, en especial entre el público juvenil. Preocupado por personajes que se hunden en el vacío de la feliz autodestrucción, sus libros (El atravesado, Angelitos empantanados o historias para jovencitos, Destinitos fatales, Calicalabozo, Noche sin fortuna…) se han convertido en verdaderos clásicos del despojamiento, del alarido juvenil, de la fusión entre los géneros y la canibalización de las formas por las vías de la fascinación por el terror. Hoy, sus textos han sido traducidos a una decena de lenguas 67
Carrera 4 con Calle 10 ∙ En Cali miras al cielo, mientras ves todos los edificios en estado de metamorfosis
Sandro Romero Rey
Todavía
Carrera 3 con Calle 12 ∙ El Guarapo es un fragmento de caña que flota entre cada esquina del centro de Cali
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y un buen número de películas están basadas en sus trabajos literarios. El suicidio de Caicedo, por su parte, dejó una herencia contundente entre los “hijos” del Cine Club de Cali. Gracias a la consolidación de una obra adictiva y contagiosa a través de los nombres de Carlos Mayolo (1945-2007) y Luis Ospina (1949), la ciudad ha ido creando una continua producción de nombres que se destacan en el mundo audiovisual, hasta el punto de que, sin vergüenzas, a la capital del Valle se la denomina Caliwood. ¿Exagerado? Por supuesto que sí. Pero todo en Cali es exagerado, hiperbólico, desmesurado. Los peligros se corren hasta los límites, las noches se exceden hasta que las fuerzas se vencen, la luz del sol es apasionada durante los 365 días del año y el viento invita a la contemplación, la pereza, el hedonismo y la inclinación hacia el placer. Desde comienzos de la década del setenta, las películas de Mayolo y Ospina abrieron un camino tanto en el documental (Oiga vea, Cali de película), el falso documental (Agarrando
pueblo), el gótico tropical (Pura sangre, Carne de tu carne, La mansión de Araucaíma…), el cine de género (Soplo de vida) o la memoria cultural (Andrés Caicedo: unos pocos buenos amigos, Antonio María Valencia: música en cámara, Cali: ayer, hoy y mañana…). Gracias a este conjunto de tesoros filmados, los nombres de los cineastas locales se fueron multiplicando y con ellos el fervor creativo hasta que, en 2015, el cine colombiano tuvo su primer gran reconocimiento en el Festival de Cannes: un caleño, César Acevedo, se hizo merecedor de la Cámara de Oro con su película La tierra y la sombra. “Tal vez haremos cine en el año 2000”, le había escrito Andrés Caicedo a su amigo Carlos Mayolo en una carta a principios de los años setenta. Su pronóstico no resultó tan equivocado. Y la prueba de su certeza es la cereza del pastel, que está esbozada en la película de tres horas y media de duración, titulada Todo comenzó por el fin (2015) que el director de cine Luis Ospina ha concluido como su ópera magna.
ciudades
Carrera 4 con Calle 6 ∙ La calle de la Escopeta es caminar las primeras calles de Cali
� Pero todo en Cali es exagerado, hiperbólico, desmesurado. Los peligros se corren hasta los límites, las noches se exceden hasta que las fuerzas se vencen, la luz del sol es apasionada durante los 365 días del año y el viento invita a la contemplación, la pereza, el hedonismo y la inclinación hacia el placer.
Permítanme ahora, por favor, pasar unos segundos a la primera persona: hace algunos años me solicitaron un texto sobre los barrios de Cali para un libro que se tituló La vuelta a la manzana (2013). En el capítulo que me correspondía (acerca del barrio Centenario, donde pasé mi infancia), escribí algunas líneas que se conectan, desde lo particular, con el paisaje de fiesta fúnebre que se ha vivido en mis calles. Quiero compartirlas con usted, dedicado lector: “Con frecuencia, se me escapa una frase que es un chiste flojo: Cali ya no existe. Mis tías se ponen furiosas conmigo y mis amigos chauvinistas me retiran el saludo. Pero, de alguna manera, es cierto. Cuando voy a Cali, siento como si se tratase de un inmenso estudio cinematográfico al que le tumbaron todos sus sets y construyeron otros. Las hermosas niñas de mi adolescencia han desaparecido y las amplias calles para caminar se hundieron en una agitación atortolante. En Cali me siento apiñado, tropezándome con todo y sin un espacio para el 71
Todavía
Carrera 3 con Calle 7 ∙ La arquitectura del centro nos cuenta que no existe el pasado, el futuro viene lento y el presente son edificios que no pertenecen a ningún tiempo
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silencio. Atrás quedó la ciudad amable, misteriosa, con un viento de otro mundo que trastornaba las conciencias a las cuatro de la tarde. Atrás quedó la mítica Avenida Sexta, por donde caminábamos los jovencitos en busca de lo que no se nos había perdido. Atrás quedaron las salas de cine, el río Cali que se inundaba y se salía de madre y dejaba pescados vivos en los andenes de la Avenida Colombia. El colegio Berchmans donde estudié fue derrumbado y, para colmo, el Berchmans, cuyo lema era `donde hay un Berchmans hay un caballero´, ahora es un colegio para chicos… ¡y chicas! Todo el paisaje de mi infancia, de mi adolescencia, ha sido borrado sin contemplaciones, porque en Cali no hay tiempo para la nostalgia. Es una ciudad en construcción, en permanente y peligroso desarrollo. Los años se fueron en una estampida temible. De un momento a otro cumplí treinta, cuarenta, cincuenta años. Muy pronto, el viento de lo irreparable se llevará mis huesos. Pero no me arrepiento de haber nacido
en Cali. Ni mucho menos de haber vivido en el útero metafísico del barrio Centenario. A veces, con mucha frecuencia, lo visito en sueños. De hecho, casi todos los paisajes de mis dulces pesadillas son paisajes caleños. Es un paisaje azul, siempre nocturno, donde me cruzo por escenarios en los que he olvidado la letra, donde soy testigo de filmaciones en las que desaparecen los actores o fiestas donde bailotean María Helena Doering, Margarita Rosa de Francisco, Alejandra Borrero, mis musas felices. Nunca voy a volver a Cali, porque mi Cali ya no existe. Existe otro Cali, el de otros jóvenes y otros viejos, el cual se instalará en sus memorias y en sus espíritus durante un buen número de años, hasta que ese Cali también desaparezca entre atronadoras descargas de música, de viento y de sonoras carcajadas. En el año 2002, escribí y dirigí una pieza de teatro titulada Nuestra Señora de los Remedios. Sin proponérmelo, me di cuenta de que se trataba de un tácito homenaje onomástico a la clínica donde había nacido.
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Carrera 4 con Calle 5 ∙ Una ciudad donde el verde no quiere dejar de existir, mientras las montañas van desapareciendo
La obra, curiosamente, no hablaba en ningún momento de mis años de infancia. Tampoco hablaba de la mítica Avenida Segunda Norte del Barrio Centenario. La obra contaba la historia de un fanático del rock que, al cumplir los cuarenta años, decide ir en busca de la mujer de sus sueños. Esa mujer se llama Susana del Valle. Esa mujer posee una canción secreta de uno de sus grupos emblemáticos: los Silver. Al llegar al castillo de Susana del Valle, el protagonista de la historia descubre que Susana del Valle es La Muerte. No sé por qué ahora me da por pensar que Susana del Valle no es el fantasma de alguna novia perdida, sino que Susana del Valle es, por qué no, el fantasma de Santiago de Cali. Allí donde se escribirá mi acta de defunción”. Los que nacieron en los años sesenta en cualquier parte del mundo nunca imaginaron que este planeta tambaleante iba a aguantar ya dos décadas del nuevo milenio. En Cali, mucho menos. Porque sus habitantes, sus hermosos jóvenes de otrora, pensaron que
la felicidad se había detenido bajo las cadmias y que todos permaneceríamos eternos. No ha sido así, por supuesto. El barrio Centenario debería cambiar su nombre y debería llamarse ahora el barrio Apocalypse Now, porque ya nada ha quedado encima de sus cimientos. Y todo en aquel Cali que amamos se ha transformado en una nueva ciudad de la furia donde habitan los fantasmas, los recuerdos, la intolerancia y el aullido. Pero no importa. Si usted, visitante, decide viajar a la capital del Valle del Cauca en la República de Colombia no insista en querer encontrar los signos de un pasado exultante. Cali es ahora un remedo de sí misma. A veces las copias son mejores que los originales pero de pronto la impostura saltará sin consentimiento y el tiempo revelará sus verdaderas heridas. Hoy, cuando usted, visitante, llegue a esa ciudad de hierro monumental llamada Cali, sabrá que por allí pasó un desfile de almas en pena que en algún momento tuvieron la horrorosa ilusión de haber sido felices. • 73
t e at r o
Nuevas formas de pensar el teatro
N P O R C A R L O S L A RO S A VĂ S Q U E Z Director teatral, dramaturgo, docente y gestor cultural
Hablar de la dramaturgia peruana actual implica confirmar la audacia de propuestas vinculadas a las transformaciones sociales y el uso escénico de espacios no convencionales. Esta realidad, además de ser innovadora, impulsa una nueva relación entre los distintos actores del hecho teatral.
Escribir sobre el teatro de un país es algo complejo. Mi intención es reflexionar sobre lo que para mí, discutible, evidentemente, es lo más representativo de la escena peruana contemporánea. Pero antes de empezar considero oportuno realizar algunos comentarios. En un mundo como el que vivimos nuestras referencias teatrales abarcan desde una obra escandinava estrenada hace un mes, hasta un danzante enmascarado de Toquepala, al sur del Perú, de hace diez mil años. Asimismo, nuestra manera de hacer teatro se ve enfrentada a las condiciones de producción, en las que el apoyo del Estado, los niveles de formalización de los productores y el tipo de organización del grupo se ponen en juego.
Es decir, el resultado escénico es la suma de muchos elementos que van más allá de la inquietud creativa del artista. Por ello deseo también referirme a la manera en que se está produciendo. Me interesa analizar estos aspectos porque el artista es también un ciudadano que trabaja dentro de las condiciones del sistema. Y, con ese perfil, piensa su realidad, la apoya, la tensiona, se le opone y la denuncia. Es desde estas inquietudes ciudadanoartísticas que quiero contarles. En los últimos cuatro años se han presentado con mayor continuidad en Lima montajes basados en lo que se conoce como teatro testimonial, en él los actores comparten sus propias vivencias con el fin de abor-
dar un tema que trascienda sus propias vidas y dialogue con la de los espectadores. Es una manera de acercarse a la realidad desde la no ficción, y potenciar el componente emocional que posee el espacio teatral para hablar de problemáticas relevantes y hasta urgentes. Proyecto 1980/2000, estrenada en 2012, dirigida por Claudia Tangoa y Sebastián Rubio, toma como punto de partida la obra El año en que nací de la argentina Lola Arias. Presenta ante la audiencia a cinco jóvenes que han sido víctimas del terrorismo y la dictadura del ex presidente Alberto Fujimori, ahora detenido y condenado a 25 años de prisión por delitos de lesa humanidad. 75
Carlos La Rosa Vásquez
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El sistema solar
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Una de las actrices ha sufrido la pérdida de una hermana posiblemente en manos del ejército. Un segundo personaje es hijo del congresista que salió en televisión nacional recibiendo dinero de manera ilícita del ex jefe del Servicio de Inteligencia y ex asesor presidencial, Vladimiro Montesinos (hecho que ocasionó la caída de la dictadura fujimorista). Otro, es hijo de la persona de confianza de Vladimiro Montesinos y por él nos enteramos de que fue precisamente su madre quien facilitó la grabación del video que provocaría el fin de la dictadura. Un cuarto actor es hijo de un militar acusado de asesinar a terroristas y quizá también a ciudadanos inocentes. Y, por último, una joven es hija de un reconocido periodista,
quien en su momento recibió amenazas del régimen Fujimori-Montesinos. A través de una propuesta que mezcla música en vivo, video y monólogos, el público conoció una puesta muy distinta a lo que estaba acostumbrado. El montaje se presentó en 2014 en el Festival Santiago a Mil. Otras obras que van en esta línea son Desde afuera (2014), dirigida por Sebastián Rubio y Gabriel de la Cruz, y Un monstruo bajo mi cama (2015), con la dirección de este último. Ambas propuestas nos muestran la realidad de una población marginada tanto por las esferas estatales como sociales: la lgbtiq (lesbianas, gays, bisexuales, trans, intersexuales y queers). Con Desde afuera, el público entiende que la sexualidad no es solo
un tema de opción de pareja, pues en la elección también inciden aspectos económicos, culturales, laborales, jurídicos, de salud y raciales. No es lo mismo ser gay, pobre e identificado como feo, que ser homosexual y provenir de una familia adinerada. Y no es lo mismo ser homosexual y soltero, que ser homosexual y padre. Un monstruo bajo mi cama muestra el proceso en el que una persona acepta su sexualidad frente a los otros: se lo dice a la madre, a un hermano, a un amigo o al Estado (a través del activismo). En este caso también entendemos que la problemática no pasa solo por un tema de orientación sexual. Hay aspectos políticos detrás. El Estado peruano que niega la posibilidad de la unión civil a per-
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Criadero
sonas del mismo sexo y que toma posiciones tímidas ante problemas como el racismo y la discriminación, termina promoviendo y defendiendo estas conductas. Resulta interesante, por ello, que ambas propuestas sean parte de un movimiento político apoyado en la plataforma ciudadana No Tengo Miedo (www.notengomiedo.pe). Por su parte, Mariana de Althaus es una de las dramaturgas y directoras peruanas más representativas en la actualidad. Ha abordado tanto el teatro testimonial como puestas caracterizadas por su minimalismo y cercanía con el espectador. Dentro de lo testimonial figuran sus obras Criadero (2011) y Padre nuestro (2013). La primera nos muestra a tres mujeres en su rol de madres e hijas y las peripecias que
atraviesan al conjugar esto con otras tareas como el trabajo. Se presentó en la Feria del Libro de Bogotá (filbo, 2014) y el Festival Mirada 2014 de Santos, Brasil. En Padre nuestro conocemos, a través de cuatro actores, el mundo de los hombres, tan complejo como el femenino, un espacio en el que, por supuesto, el varón también se enfrenta a numerosos aspectos sociales y culturales. Con ambas propuestas es inevitable pensar en las condiciones de género: tan políticas, culturales y económicas como sucedía con las anteriores. Aunque aquí la mirada política es hacia adentro, sobre el cuerpo y el entorno personal. El cuestionamiento es principalmente con uno mismo y no tanto con el aparato estatal.
Una puesta minimalista realizada por esta directora y dramaturga que me parece importante resaltar es El sistema solar, en la que se plantea el espacio de una casa para contarnos la historia de una familia en medio de una Navidad, llena de descubrimientos desastrosos pero también liberadores y esperanzadores. Esta obra se presentó en el último Festival Santiago a Mil y en el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz (fit, octubre de 2015). El hecho de usar un escenario no teatral en el sentido convencional (sin equipo de luces y sonido, sin telón ni butacas) motiva también a que otros creadores apuesten a intervenir espacios y volverlos teatrales. En realidad, unos motivan a los otros y ya no importa quién lo 77
Padre nuestro
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hizo primero. Lo interesante es que actualmente muchos gestores y directores están tomando nuevos lugares para la representación, lo que genera otros modos de producción y relación con los espectadores. Otro aspecto que deseo destacar es la dramaturgia promovida por los concursos del Teatro Británico, el Teatro La Plaza y el Ministerio de Cultura del Perú (cuyo certamen tiene recién una edición). De sus resultados puedo relevar Respira, de Eduardo Adrianzén (Teatro Británico, 2009) y La cautiva de Luis Alberto León (Teatro La Plaza, 2014). Desde diferentes miradas estos
textos revisitan hechos políticos y sociales acaecidos en Perú en las últimas cuatro décadas. Respira lo hace desde la mirada de un hombre de cuarenta años que recuerda su vida: su familia disfuncional en medio de una sociedad represiva desde el Estado, la educación y la religión católica. La cautiva, por su parte, nos pone delante del horror del enfrentamiento entre Sendero Luminoso y el ejército peruano, a través de una adolescente muerta e hija de terroristas, un médico forense, un joven soldado y un capitán. Estas obras no tocan temas que otros dramaturgos y grupos no hayan abordado antes. Lo im-
portante es que ambas se hayan presentado en dos de los teatros más importantes e influyentes de Lima, donde muchas veces vemos obras de autores europeos y norteamericanos. Porque no es lo mismo mostrar los conflictos sociales y la discriminación racial y sexual en Estados Unidos que en Perú. Finalmente, quisiera resaltar el montaje “Sin título – técnica mixta” del grupo Yuyachkani, que acaba de estrenar en julio su versión revisada de la obra que presentara por primera vez en 2004. El espectáculo propone una instalación escénica en la que los actores se trasladan sobre móviles
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En los últimos cuatro años se han presentado con mayor continuidad en Lima montajes basados en lo conocido como teatro testimonial, en los que los actores comparten sus propias vivencias con el fin de abordar un tema que trascienda sus propias vidas y dialogue con la de los espectadores.
mientras retratan hechos claves de la historia de Perú desde 1879 (la guerra del Pacífico, la violencia interna entre 1980 y el 2000) y casos de corrupción que marcaron el fin de la dictadura fujimorista. Es una especie de museo vivo en el que los espectadores deciden qué ver, pues son invitados a reflexionar sobre su pasado. Muchas escenas son simultáneas y, además, el espacio está cubierto de materiales que testimonian lo acontecido. Por ello la propuesta del grupo Yuyachkani es también una gran instalación plástica. Así como esta obra, que resultó de acompañar la experiencia del proceso de la Comisión de la Verdad y la
Reconciliación de Perú, creo que la dramaturgia antes citada se ha nutrido de ese espíritu por revisar la historia y entender a partir de ahí el presente. Para concluir, lamento que, por el hecho de vivir en Lima, mi análisis resalte únicamente el teatro de esta ciudad. Creo, sin embargo, reconocer que en los últimos años las temáticas más cercanas al pasado y a la realidad social de mi país son más visibilizadas y estimuladas que en los primeros años del siglo xxi. En este cambio ha sido sumamente importante que teatros reconocidos y algunas entidades públicas promuevan y produzcan obras peruanas y festivales a través
de fondos y concursos. A su vez esto influye para que otros agentes, como gobiernos regionales, universidades y empresas impulsen la actividad teatral. Se espera todavía mucho más de parte del Estado, donde las políticas culturales son las grandes ausentes y las iniciativas interesantes no logran trascender los cambios de gobierno. En este contexto y ante la escasez de salas, los artistas, cada vez más, empezarán a tomar nuevos espacios como teatros. Ojalá las municipalidades no pongan trabas a su reconocimiento. Muchas veces, lo que un artista desea es que, si no lo van apoyar, por lo menos lo dejen trabajar en paz. • 81
fotografía
josé diniz r ío de mar
Río de Mar fue una exposición que presentó José Diniz en julio de 2015, en el marco de los festejos por los 450 años de Río de Janeiro. La muestra consistió en alrededor de 30 imágenes deslumbrantes de Río tomadas con lentes diferentes desde la superficie marítima del litoral de la ciudad.
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Desde la infancia José Diniz estuvo relacionado con el mar y con la fotografía. Su padre artista pintaba el mar y llevaba al pequeño Zé a pasear en canoa a Barra de São João. Su abuelo paterno fue uno de los fundadores de la Sociedad Fluminense de Fotografía, en Niterói. Y su otro abuelo le regaló cámaras fotográficas que luego se transformaron para Diniz en objetos de experimentación e investigación. “Hoje, mar, amanheceste com mais meninos que ondas”. El verso de Vinícius de Moraes sintetiza poéticamente la visión que tengo del trabajo presentado en esta exposición. Río de Mar es, para mí, una serie de imágenes fotográficas que resultan de la mezcla del niño-hombre-pez-náufrago, que se lanza al mar y deja que su cuerpo fluya con la corriente. […] Gracias a este ser múltiple podemos contemplar la ciudad tarjeta-postal maravilla desde un punto de vista nuevo y fresco, que guarda sorpresas que solo pueden vivenciar aquellos que experimentan con coraje el constante movimiento del mar. a
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C L AU D I A TAVA R E S Fotógrafa y curadora de la exposición Río de Mar
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José Diniz nos coloca como observadores a la deriva en el mar, allí donde los caminos son, por naturaleza, indefinidos. Un punto de vista subjetivo que fluctúa y el mar que se mezcla con el cielo en el momento mismo en que el agua golpea la lente. Nos vamos fundiendo en estas imágenes que remiten a sensaciones que experimentamos cuando nos adormecemos en la arena, cuando las olas son nuestros pensamientos, cuando existimos solo en el ir y venir de los sentidos. El desafío es que en el mar no hay caminos, hay que inventarlos. La serie se vuelve entonces un ejercicio artístico. 91
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José Diniz nació en Niterói en 1954 y actualmente vive en Río de Janeiro. Tiene estudios de posgrado en Fotografía en la Universidad Cándido Mendes de esa ciudad y realizó además algunos cursos en la Escuela de Artes Visuales del Parque Lage. En 2014 publicó el libro Periscope que fue considerado por el Centro Internacional de Fotografía, la Casa Europea de la Fotografía (mep) y la revista Lens Culture como uno de los mejores fotolibros de ese año. Realizó exposiciones individuales en el Espacio Cultural Furnas, la Galería Zoom Paraty, el Museo de Arte Contempóraneo de Salta, el Centro Cultural Paschoal Carlos Magno, Fotovisa Rússia, el Centro Cultural Recoleta, la Galería cdf de Montevideo, entre otros. También participó de exposiciones colectivas en Argentina, Francia, Holanda, Portugal, Australia, Estados Unidos, y en distintas ciudades de Brasil –Río, São Paulo, Paraty, Tiradentes, Brasilia, Porto Alegre, Belém, entre otras–. Recibió el premio Marc Ferrez 2012 y el Discoveries of Fotofest 2011, fue seleccionado en los premios Conrado Wessel (2012, 2013), Diário Contemporâneo (2010, 2011, 2013, 2015) y Vivo Artemov, entre otros. Sus trabajos forman parte de colecciones privadas y del acervo de prestigiosos museos como el de Bellas Artes de Houston, la Green Library (Stanford University), el Museo de Arte Moderno de Rio de Janeiro/Colección Joaquim Paiva-Rio, el Museo de Arte Contempóraneo de Rio Grande do Sul, el Museo de Arte Contempóraneo de Salta, el Museo Franklin Rawson de San Juan, entre otros.
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h i s to r i e ta
U t i n ta c h i n a
e l t o m i / l a u ta r o o r t i z ¿quién es el otro? Un manchón de tinta negra y dos pares de brazos furiosos. Dos hombres fuertes y extremadamente varoniles que, a primera vista, podrían ser matones de una novela de Raymond Chandler, pero sabiendo de antemano que el que dibuja es El Tomi (Tomás D´ Espósito, 1955) y el que escribe es Lautaro Ortiz (1973), uno sabe que al pasar la primera página, nada será convencional, tal como acostumbró esta dupla a los lectores de la revista Fierro, donde comenzaron a trabajar juntos en 2013. Tinta China es una historia para dos imaginaciones, donde la inevitable tensión entre dibujo y guión no puede apartarse del argumento, porque la trama es precisamente esa: el reproche de la escritura hacia el dibujo en la historieta. (¿Cuál es el lenguaje objeto en este metalenguaje?). El guión plantea un escenario nocturno, de tono policial, desvelado, casi poético, que está permanentemente situando al lector en estado deseante. Es como si mirásemos por el ojo de la cerradura y a lo lejos oyéramos algunas voces, las justas y necesarias para generar un clima de expectativa y misterio. El texto no alimenta al lector glotón que no ve la hora de devorarlo todo, sino que es siempre dilatorio. Se va desvistiendo de a poco, sabe que está siendo observado, que no debe descuidar al dibujante, tampoco al lector (voyeur), y mucho menos al crítico: es el ojo de la misma
cerradura por el que todos se espían. Y así, mientras Ortiz va contando cómo se le resiste la historia, El Tomi aprovecha para delinear cuerpos tan perfectamente humanos que parecen no tener límites. Solo seis páginas para resolver un conflicto: un texto que arenga y un dibujo que arremete con violenta belleza, amenazando cuadro a cuadro con terminar por amordazar al guión. El otro, como se repite constantemente, es el innombrable. Es el que viene a interrumpir el supuesto relato, pero el que también debe completarlo, sin ese otro no hay historieta ¿Y quién es el otro en este caso? ¿Guionista o dibujante? Tinta China es una historieta erótica, donde el deseo se origina –en el sentido lacaniano– por la falta: lo que no dice el texto, y lo que no muestra el dibujo. Es en ese espacio, entre el límite de la melancolía y lo que parecía no tener límite, donde surge lo erótico. Un hombre en su escritorio escribiendo una historia (solo por el placer de escribir, sin ninguna otra función) dominándose, porque sabe que la historieta no depende solo de él. Otro, sentado en su tablero dibujando (solo por el placer de dibujar, sin ninguna otra función), debatiéndose entre desatar su imaginación o respetar un guión. Finalmente, alguien se acomoda en el sillón para disfrutar de una única historia, solo por placer: doble perversidad del lector. •
N P O R C L A R A RO D R Í G U E Z E s c r i t o r a
federico jeanmaire
El amor
Me llamo Mariano y no sé nada de lo que me pregunta, señora subcomisario, se lo juro. No tengo idea de cómo es que funcionan las cosas ahí afuera. Apenas si sé que mi padre murió hace un montón de días y que, según lo que usted me cuenta ahora, estoy en problemas, precisamente, porque mi padre murió hace un montón de días. Una mañana no se despertó. Ya era bastante tarde y no aparecía por la cocina. Esperé y esperé. Pero no aparecía. Pasaban las horas y las horas y no se levantaba. Entonces fui hasta su habitación. Le grité, tiré de una de sus orejas, lo golpeé bastante fuerte en el brazo que tenía más cerca. Y nada. No se despertaba. De inmediato me trepé hasta bien al lado de su nariz y, aunque tenía los ojos completamente abiertos, no respiraba. Mi padre había muerto. Eso lo supe porque sé perfectamente que la muerte es dejar de respirar. Me lo había explicado él mismo, me refiero a mi padre, cientos de veces. En cada oportunidad que alguno de los bonsáis tenía problemas por culpa de no respirar adecuadamente: la tierra muy reseca, la falta de porosidad en las macetas, la poca luz, el frío exagerado, el exceso de sol, tantas cosas. Sí, sí. Acerca de los bonsáis lo sé prácticamente todo. Es casi sobre lo único que sé; los cuidaba con mi padre y ahora, desde que él dejó de respirar en la cama aquella mañana, los cuido yo solo. Lo dejé en donde estaba. Cómo se le ocurre que yo solo pudiera moverlo, su cuerpo es demasiado grande. Incluso sería difícil moverlo para usted o para su ayudante, señora subcomisario, imagínese para mí. No, no podía, me hubiera resultado del todo imposible.
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A pesar del olor, claro. Tiene usted razón. Pero, bueno, cuando el olor comenzó a ser insoportable, abrí la ventana de par en par, cerré la puerta con llave, puse
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lecturas
unos cuantos trapos para tapar la hendija de abajo y listo. La casa es bastante grande. Decidí mudarme a la habitación más alejada, la que da al jardín y, con el tiempo, me olvidé por completo del asunto. Pensé que, al igual que le ocurre a los árboles, con el transcurso de los días se secaría y ya no echaría más olor. Pero no. Se ve que los gigantes no se parecen a los bonsáis. No es que no lo amara, cómo me va a decir semejante cosa. Lo amaba, por supuesto que lo amaba. Siempre me acuerdo de él, en cualquier rato del día, ante cada oportunidad en que alguno de los bonsáis tiene problemas o mientras almuerzo o ceno solo en la cocina y no tengo a nadie con quien hablar o cada noche cuando me voy a dormir. Sin embargo, había dejado de respirar, ya estaba muerto, qué podía cambiar yo acerca de esa situación. Si me hubiera dado cuenta antes, mientras vivía, quizá hubiese podido hacer algo, aunque no sé muy bien qué. Pero después no, me parece que ya no tenía ningún sentido preocuparme. Lo amaba, señora subcomisario, por supuesto que lo amaba. Y mucho, qué tiene que ver el amor con que no lo haya enterrado. A los bonsáis no los enterrábamos cuando morían. Claro. Sobre todo pienso en él durante las noches, en el momento en que me meto en la cama. Me cuesta dormir sin su ayuda. Sin su presencia. Créame que me cuesta un montón. Sí, mi padre me ayudaba a dormir. Me contaba los secretos más secretos de los árboles, sus divertidos nombres en latín, en qué época del año había que plantarlos o trasplantarlos, si nacían de un gajo o de un esqueje o de una semilla, a cuáles había que regarlos mucho y a cuáles muy poco, a qué altura llegaban los que no eran normales. Así me dormía feliz y soñaba con bonsáis. Ahora todo se hace bastante más difícil. Los normales son los bonsáis, señora subcomisario. No lo tome a mal, se lo ruego, pero me da la impresión de que si bien usted sabe muchísimo de otras cuestiones, conoce bastante poco de los árboles. No se enoje, por favor. No era mi intención molestarla, se lo aseguro. La escucho atentamente.
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Entonces, si le entendí bien, los árboles normales vendrían a ser los otros, los excesivos, los gigantes. Y los realmente deformados serían los bonsáis, una suerte de árboles convertidos en pequeños por la mano del hombre. Le creo. Cómo no le voy a creer. Sin embargo, cuando usted dice lo que dice, repite a cada rato la palabra realidad y la realidad de nuestro jardín dice otra cosa bien distinta: está repleto de bonsáis y solo hay un árbol gigante, el paraíso de la esquina del fondo. En su casa, o ahí afuera, la realidad será como usted la cuenta, señora subcomisario, no se lo discuto, pero acá la realidad es así como yo le digo, no tiene más que darse una vuelta por el jardín y mirar. Vengan. Los acompaño. Pero no caminen tan rápido, por favor, comprendan que si caminan así de rápido no los puedo seguir. La disculpo, señora, por supuesto. También, cada tanto, solía pasarle lo mismo a mi padre y, en esos casos, se reía a carcajadas de su torpeza y enseguida me explicaba que los gigantes a veces se olvidaban de la existencia de los demás seres, que resultaba muy complicado para los gigantes vivir en un mundo habitado por personas tan pequeñas, que resultaban muy torpes. Sí, señora subcomisario, dije lo que dije, escuchó perfectamente bien. Repetí lo que decía mi padre, pero eso no es lo que pienso yo, por supuesto que no, usted no es ninguna torpe, cómo se le ocurre. Por acá, vengan por acá, esa es la puerta que da al jardín.
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Permítanme que yo les abra, si no va a tener que agacharse como tenía que agacharse mi padre, el picaporte está a una altura normal, no a la de ustedes. A veces me apuraba para abrírsela también a él, me daba lástima, debe ser muy
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incómodo moverse y hacer las cosas que hacemos todos cuando uno es tan enorme. Me daba lástima. Y ahora usted también me da un poco de lástima. Pasen. Por acá. Esta es la huerta. De aquí sacamos todo lo que necesitamos para vivir. Ahora que mi padre murió me sobra la comida, a veces hasta tengo que tirarla, me da mucha pena. Después, si quieren, antes de irse, le hago un paquete a cada uno para que se lleven, a mí me sobra. Los bonsáis están allá. Sí, tiene usted razón, es casi un bosque. Nosotros lo llamamos así, precisamente. Nosotros. Y dale con el nosotros y con el presente. Sabe que me olvido y hablo de mi padre como si estuviese vivo, no termino de hacerme a la idea de que ya no respira más. Me cuesta. Lo extraño. Son un montón. Y créame, señora subcomisario, que dan muchísimo trabajo. Demasiado trabajo para mí solo. Porque además debo cuidar de la huerta. Pero son tan lindos. Si quiere también puede llevarse uno, elija el que más le guste. Y si le gustan, su acompañante también puede llevarse otro, tenemos demasiados. Aquel, el que está allá en el fondo, el paraíso, es el único árbol gigante. A ese no lo cuido. No me necesita. Los gigantes sirven nada más que para hacer sombra y se cuidan solos, repetía mi padre en verano mientras tomábamos mate ahí debajo. Lo decía y no podía parar de reírse. No, señora subcomisario, no se lo voy a permitir, mi padre no era ningún tipo raro. En lugar de acomplejarse y de esconderse y de pasársela mal, sabía reírse de su deformidad. No veo qué tenga de extraño el asunto, me da la impresión de que sobrellevaba muy bien sus problemas. No sé si todos los gigantes pueden decir lo mismo. No me refería a usted. Por supuesto que no. Ni tampoco me refería a su ayudante. Sin embargo, si se siente aludida ante cada palabra inocente que yo pueda pronunciar, por algo será, digo yo.
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Suélteme, caballero. Déjeme. No se abuse de su enormidad. Gracias. Así está mejor. Y no soy ningún maleducado, señora subcomisario, que le quede claro, mi padre me educó muy bien, pasa que no entiendo qué pasa. Solo eso. Póngase en mi lugar, estoy tranquilo regando mis bonsáis y de repente irrumpen dos gigantes desconocidos a mi vida. Entran a la casa, no paran de hacerme preguntas y de juzgarme por lo que hice o por lo que dejé de hacer, se quejan de lo que digo o de lo que no digo, hablan mal de mi padre y encima hasta se enojan y quieren agarrarme por la espalda mientras yo, amablemente, les muestro mi jardín. Está bien. Sí, sí. Me tranquilizo y la escucho atentamente. Van a venir a buscar a lo que queda de mi padre. Entiendo. Y a los señores que vengan les tengo que permitir ingresar para hacer todo lo que tienen que hacer para llevárselo. Comprendo, no hay problema. Y también entiendo que van a enviarme una psicóloga para que charle conmigo y me explique algunas de las cosas del afuera que ignoro. Entiendo perfectamente, señora subcomisario. Sí, sí. Solo me gustaría hacerle una pregunta, si le sobran unos minutos. Gracias. Muchas gracias.
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¿Yo también puedo explicarle a la psicóloga que va a venir a visitarme algunas cosas del adentro de mi casa y de mi jardín?
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Qué bueno. Me alegro mucho. Me va a encantar conocerla, entonces. Será la segunda mujer que conozco. La primera ha sido usted, desde luego, aunque es un poco grande para mi gusto. Disculpe, disculpe. No se ofenda. Lo dije sin ninguna intención. Le hago un último pedido, antes de que se retire: ¿no podría mandarme una psicóloga normal? No es que discrimine a los gigantes, pero si voy a tener que conversar tanto con ella, prefiero que sea una persona normal. No lo tome así. Por favor. Lo que pasa es que de tanto mirar para arriba termino con el cuello todo contracturado. No se trata de mala voluntad, también me ocurría los días en que charlaba mucho con mi padre y ya me está ocurriendo ahora, de tanto hablar con usted. Está bien, no se ponga así, mande a quien quiera, señora subcomisario. Igual, si me da un poco de tiempo, le preparo un paquetito con algunas verduras de la huerta para que se lleve. V
Federico Jeanmaire (Baradero, Argentina, 1957) es licenciado en Letras y ha sido profesor en la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado numerosas novelas. Con Mitre (1998) obtuvo el Premio Especial Ricardo Rojas. En 2008, ganó el Premio Emecé con Vida interior y, en 2009, el Premio Clarín de Novela con Más liviano que el aire. Algunos de sus libros han sido traducidos al francés, al alemán y al portugués.
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historia
Manifestación en Plaza de Mayo, Buenos Aires, abril de 1987
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DE LA PROTESTA A LA FIESTA A lo largo de la historia las manifestaciones públicas han ido encontrando diferentes formas para expresar disconformidad o consenso social. ¿De qué modo estas concentraciones masivas fueron “contadas” a través de usos diversos de las cámaras en las transmisiones mediáticas del siglo pasado y del presente?
N P O R M I R TA VA R E L A P ro fe s o r a t i t u l a r d e l a u b a , I n ve s t i g a d o r a d e l c o n i c e t y C o o r d i n a d o r a d e l a Re d d e H i s t o r i a d e l o s Me d i o s ( r e h i m e )
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Mirta Varela
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historia
Presidencia de la Nación asumida por Raúl Alfonsín, Plaza de Mayo, Buenos Aires, 19 de diciembre de 1983 Primera magistratura asumida por Héctor J. Cámpora, Plaza de Mayo, Buenos Aires, 25 de mayo de 1973
El festejo del Bicentenario reunió aproximadamente a dos millones de personas en la Avenida 9 de Julio y fue descripto como la concentración más masiva de la historia argentina. La comparación con el acto de Ezeiza en 1973, el más numeroso hasta entonces, fue inevitable. Las diferencias entre un acto partidario y uno que buscaba interpelar a toda la Nación, uno desarrollado en forma pacífica y otro que culminó en masacre, resultan evidentes. Pero es importante subrayar que ambos fueron convocados como celebraciones, aunque su construcción visual no podía ser más distinta. Ezeiza fue narrada por la televisión como una larga marcha: los asistentes llegaban desde los lugares más remotos del país hasta el puente de esa localidad, una zona excéntrica para la política porteña. Mientras tanto, el ansiado líder cruzaba el Atlántico para convertirse en el orador principal de un acto al que, finalmente, nunca llegó. A pesar de que algunas fuentes calcularon cuatro millones de personas, la televisión mostraba pequeños grupos con espacios vacíos a su alrededor. El Bicentenario, por el contrario, fue presentado como una concentración densa: los asistentes se veían obligadamente inmóviles a causa de un espacio demasiado lleno. Las vistas panorámicas retomaron una tradición festiva que el cine de los años cuarenta había sabido explotar pero a través de renovados recursos técnicos e interminables transmisiones por los canales de cable. Si el peregrinaje hasta Ezeiza dejó la impresión de que aún podría haber habido más personas, los festejos del Bicentenario parecen haber colmado con creces todas las expectativas. La unidad del pueblo que salió a las calles el 17 de octubre de 1945 y el que conmemoró ritualmente ese hecho algunos años más tarde fue condición indispensable para la construcción de una épica peronista. La imagen de “las patas en la fuente” elegida para representar ese acontecimiento emblemático puso en escena a hombres y mujeres
jóvenes que convertían el ornamento urbano en motivo de solución práctica y disfrute corporal. De esta manera, desde su origen, quedaba anudada la lucha política con el hedonismo y la transgresión de los usos previstos para el espacio público. Que ese pueblo fuera exactamente el mismo que años más tarde conmemoraba la fecha con grandes rituales de Estado, lejos de ser un dilema filosófico, fue una necesidad política. Porque si las celebraciones permitían producir magníficas concentraciones de masas, solo la lucha consigue forjar la figura de un pueblo heroico. La inversión de posiciones –débiles que consiguen ser fuertes, desposeídos que alcanzan el poder, pobres que se vuelven ricos– conlleva una adecuación del relato fundacional que no está exenta de dificultades. Aunque la permanencia del pueblo en las calles es prueba de que nada ha cambiado, la inversión de los valores por los que ha luchado deja su huella. Sin embargo, en los filmes propagandísticos realizados por el peronismo en el poder ningún elemento produce tensiones. El desborde de los espacios previstos genera un efecto de desorden pero no de conflicto. Por el contrario, líder, pueblo y cámara se complementan; sus miradas se sobreimprimen sin ningún lugar para la disrupción o el disenso. De hecho, la imagen del pueblo en las calles parece celebrar esa feliz coincidencia. Frente a la mirada ríspida, irónica o inclusive violenta que adoptan las cámaras ante aquellos que vienen a disputar el poder, esos filmes exudan autocomplacencia. Si los motivos que convocan al pueblo a las calles oscilan en las antípodas desde la protesta a la fiesta, esos extremos no siempre resultan antagónicos. Por el contrario, el desplazamiento desde uno a otro polo –como ocurrió con la fiesta devenida masacre de Ezeiza– no es completamente excepcional. En diciembre de 1993, por ejemplo, el incendio de los principales edificios públicos y de las propiedades de varios políticos de la ciudad de Santiago 111
Mirta Varela
Manifestación contra las medidas económicas del Ministro Celestino Rodrigo, Córdoba, 10 de junio de 1975
del Estero sería nombrado rápidamente como el Santiagueñazo. A pesar de la violencia de las imágenes televisivas, la mayor parte de los participantes y testigos relataron la experiencia como una fiesta popular, no carente de humor y ribetes carnavalescos.
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una morfología de las multitudes
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Aunque el número determina la existencia misma de una multitud, la forma de desfile, caravana, concentración, barricada o piquete no resulta accesoria. Lejos de la espontaneidad, la morfología de las masas supone un largo aprendizaje histórico. Los antecedentes religiosos de la procesión pueden verse con facilidad en ciertas prácticas políticas que, de un modo más general, retoman la idea del ritual al que a veces reemplazaron. Esto es evidente en los funerales de líderes políticos o víctimas de la represión, que suelen convocar a gran cantidad de personas.
Es difícil asociar un tipo de práctica a una causa precisa aunque es más habitual que la celebración adopte la forma de reunión masiva en un espacio fijo, mientras que la protesta se desplaza en forma de marcha. La circulación es un imperativo de la modernidad que la protesta busca desactivar a través de barricadas, cortes y piquetes que produjeron íconos visuales devenidos símbolos. De hecho, el estatismo y la movilidad de los participantes es tan central para la distinción de un tipo u otro de evento que la movilización ha pasado a nombrar un estilo de convocatoria. El rasgo estático que distingue las congregaciones de masas de los años cuarenta producía un efecto de orden y disciplina pero eso no impedía algún tipo de desplazamiento rítmico interno, como en los desfiles militares. La marcha, en cambio, le otorga el protagonismo al pueblo movilizado. El efecto de estatismo es aún mayor en los espacios ideados especialmente para la concentración, con grandes construcciones escenográficas
historia
Huelga y protesta de artistas de teatro contra los abusos de los empresarios teatrales, 1915
que producen un efecto paradojal, perdurable e inclusive atemporal del poder que se deseaba representar. No es solo el tamaño sino la forma lo que determina su aspecto. Porque los límites marcan el desborde. Los camiones, cuyo volumen fue muchas veces duplicado por los concurrentes y sus banderas, se convirtieron en un tópico visual de las concentraciones de los años cuarenta y cincuenta porque permitieron el desborde con facilidad. Si en las protestas el número de asistentes indica la capacidad de presión para obtener respuesta a un reclamo y, de manera concreta, representa la fuerza para sobrepasar las vallas impuestas como fronteras entre el pueblo y el poder, en las celebraciones el número de asistentes indica el grado de consenso. Los palcos funcionan a modo de altar ciudadano durante las celebraciones. Los edificios, construcciones o torres desde donde contar con una vista panorámica fueron fundamentales hasta la aparición de cámaras adosadas a dispositivos en vuelo.
Pero los mojones urbanos –como lámparas o pirámides– no son solo un punto desde el cual se puede ver a la multitud sino también su condensación y focalización. Un manifestante trepado a lo más alto de una estatua, una bandera arriada en el mástil simbolizan un bastión tomado por una vanguardia al poder. Pero este punto de vista depende, en buena medida, del dispositivo técnico con el que se construye la imagen: las cámaras de cine de la primera mitad del siglo xx exigían un tipo de colocación externa a los acontecimientos y una perspectiva que volvía difícil seguir a la multitud en su movimiento. Las vistas panorámicas tomadas desde edificios o aviones permitían una distancia útil para construir el efecto de conjunto y de orden pero el estatismo de algunas concentraciones de esa época puede pensarse en parte como una consecuencia de las cámaras usadas. Por el contrario, las cámaras de dieciséis milímetros utilizadas por los noticieros de televisión a fines de los años sesenta permitieron una ubicación 113
TodavĂa
Mirta Varela
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historia
Aunque el número determina la existencia misma de una multitud, la forma de desfile, caravana, concentración, barricada o piquete no resulta accesoria. Lejos de la espontaneidad, la morfología de las masas supone un largo aprendizaje histórico.
El Cordobazo, 29 de mayo de 1969 Forcejeos y golpes de la policía en la compra de entradas del mundial, Buenos Aires, 1978
del camarógrafo en el interior de los acontecimientos. El resultado es un efecto de desorden, fragmentariedad y movimientos bruscos a altura humana que, paradójicamente, le otorga a las manifestaciones un sentido de imprevisibilidad y espontaneidad. Las imágenes del Cordobazo, por ejemplo, gozaron de esa sensación de “transmisión en vivo” que inauguraba una estética peculiar para dar cuenta de las movilizaciones políticas. Sin embargo, esos registros que se imaginaron efímeros, se convirtieron rápidamente en archivo y modelo. A principios de los años setenta, esas cámaras convivían con las Auricon que contaban con sonido directo pero eran mucho más pesadas. La tensión entre uno y otro dispositivo técnico imprimen marcas en el registro de un período pródigo en concentraciones multitudinarias. En muchas oportunidades, los camarógrafos tuvieron que elegir entre la plasticidad de las cámaras de dieciséis milímetros y el plus del sonido directo de las Auricon. Habituados al registro mudo, los noticieros privilegiaron generalmente la imagen. Pero muchas veces la elección estuvo determinada por el costo de las Auricon, ya que no podían ponerse en riesgo en episodios cuya violencia era fácil de prever. Algunas décadas más tarde, la opción de las cámaras de los celulares ha permitido construir desde el interior de los acontecimientos un punto de vista múltiple. Si manifestación y concentración se oponen en cuanto al movimiento o estatismo de los concurrentes, sus causas y objetivos son los que determinan habitualmente la morfología de los actos: el homenaje, la protesta, la huelga, la reivindicación,
la conmemoración, la fiesta nacional o partidaria dejan huellas en el modo de organización de las multitudes. Los motivos son en general exhibidos a través de pancartas, carteles, distintivos o banderas donde el color tiene una enorme importancia visual. Sin embargo, más allá de las razones que llevan a la multitud a congregarse, la aparición de la violencia de los manifestantes o de la represión de la policía u otras fuerzas es uno de los elementos que va a determinar el modo en que se construye la memoria de una concentración multitudinaria. El peso de los símbolos de la represión es notable en la construcción fotográfica realizada por los medios gráficos que tiene un efecto condensador: el reprimido es por lo general un manifestante individual. De esta forma, una concentración en la que participaron millones de personas queda reducida a un represor o a una víctima. Esa reducción es cuantitativa pero también es emotiva y corporal. Las imágenes no pueden captar la pasión de las multitudes congregadas, algo que subrayan cada vez que cantan ante las cámaras: “Y ya lo ve, y ya lo ve, es para fulano que lo mira por tv”. Quien mira por tv desconoce la experiencia de la reunión y la fiesta, sus sonidos y sus olores y, por extensión, no puede ser considerado como parte del pueblo. Sería erróneo interpretar el sentido de las manifestaciones a través de esas imágenes sin tener en cuenta la tensión entre un tipo y otro de experiencia histórica. El desplazamiento de la protesta a la fiesta es, muchas veces, también, el desplazamiento del pueblo considerado como protagonista o como mero espectador. • 115
l i t e r at u r a
las vueltas de los manuscritos
N P O R G R AC I E L A G O L D C H LU K P ro fe s o r a d e F i l o l o g í a H i s p á n i c a y C o o r d i n a d o r a
d e l Á re a d e C r í t i c a G e n é t i c a y A rc h i vo s d e E s c r i t o re s e n l a U n i ve r s i d a d Na c i o n a l d e L a P l a t a
En plena era digital, la impronta de la crítica genética postula una revalorización de los borradores y plantea la idea de una escritura incesante a partir del análisis de textos originales y su edición definitiva.
Estos tiempos de blogs y escritura digital son también los tiempos de los manuscritos. No me refiero únicamente a que varios escritores hayan regresado a sus libretas, ya que otros escriben en el iPhone y ninguno escapa al paso por la computadora donde se realizan las acciones de corrección y edición necesarias para entregar el “borrador” a la editorial. Hoy en día, un borrador es un archivo de texto que se envía por e-mail, muy diferente de las hojas mecanografiadas donde nunca faltaban marcas, subrayados y sustituciones de último momento. El último momento desaparece en la limpidez del archivo de texto, aunque sobre él comience un diálogo colorido hecho de comentarios al margen entre editor y escritor. No hablamos únicamente de la proliferación de escrituras que también nacieron de la mano del autor, sino de que reaparecen y se muestran los apuntes tradicionales, aquellos en los que esa mano ha dejado su impronta en el trazo que corrige una cuartilla mecanografiada, o que dibuja una frase con lápiz, birome o pluma. Por una parte, las nuevas tecnologías permiten acceder a los manuscritos de una obra mítica, Madame Bovary, que se pueden ver en www.bovary.fr (fig. 1); por otra, las mejores ediciones no se privan de incluir facsímiles de hojas manuscritas. Un ejemplo es el lanzamiento reciente de Puerto Supe, título original de una publicación denominada Ese puerto existe, de la poeta peruana Blanca Varela.
El libro presenta facsimilares a color impresos en un tipo de papel ecológico, grueso y aparentemente tosco, que lleva la experiencia a un nivel táctil; como si alguien hubiese recogido viejas copias a máquina intervenidas con tachaduras, las hubiese encuadernado y por un azar nos llegaran a la mano. La calidad de la imagen y el papel permiten una intimidad que supera a la que podemos acceder en la vitrina de una exposición, y en verdad algo de catálogo parece haber ahí, algo de obra visual. Sin embargo, es un libro en el que cada poema está y no es el mismo que conocimos, es otro (fig. 2). En una primera lectura podría parecer que es otro porque todavía no ha alcanzado su forma definitiva, pero a poco de mirarlo observamos que tiene una fuerza propia, que irradia sentidos que antes no habíamos advertido y entonces el poema que creíamos conocer, el publicado, también se vuelve otro y ya no estamos tan dispuestos a verlo como definitivo. En esa desconfianza frente a las identidades fijas nace la crítica genética.
leer manuscritos o leer procesos de creación El campo abierto por la crítica genética supera en la actualidad la limitación del manuscrito para presentarse como una mirada sobre el estudio de la literatura que se enfoca en procesos creativos. Si la lectura intertextual puede ser infinita ya que 117
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Graciela Goldchluk
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Madame Bovary (fig. 1)
Poema (fig. 2)
todo libro remite a otro, la crítica genética mantiene la exigencia de trabajar con vestigios, aun a sabiendas de que lo primero que testimonia un resto es que hay otros que se perdieron. Esta orientación crítica se encuentra ligada a discusiones en torno al archivo e investigaciones que se ocupan de recopilar material disperso, desconocido u olvidado, no para mostrar una verdad oculta en los documentos, sino para poner en cuestión qué es lo que se había leído hasta ese momento. Lo nuevo de esta mirada es que no se trata de reivindicar en bloque, como se decía en una época, “literatura femenina” o de “minorías”; por el contrario, se dedica a recoger, cuidar, exponer y discutir no solo el mero contenido de los escritos sino también las relaciones que sus materialidades particulares establecen entre sí y hacia el interior de los propios documentos. Cuando el archivo no es concebido como una acu-
mulación que vendría a sumar más datos a los ya conocidos, sino que organiza una disposición que permite ver lo que siempre estuvo ahí –pero que se hace visible una vez que entra en contacto con algo que activa sus potencialidades–, estamos en el campo de la crítica genética. El manuscrito es, en este sentido, un objeto de estudio privilegiado porque le quita al texto el peso de su firma, es lo que fue escrito pero no firmado, aquello de lo que el autor no se hace cargo públicamente pero sin duda escribió. En cambio, lo que el escritor firma en tanto autor, muchas veces pasó por el cedazo del editor o por circunstancias históricas o modas literarias que han dejado de tener sentido. Podríamos pensar en las razones que impidieron que Esteban Echeverría apreciara debidamente El matadero, rescatado de un cajón por su amigo y editor Juan María Gutiérrez, o en la intervención que
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Raymond Carver (fig. 3) ∙ Pozzi (fig. 4)
el editor Gordon Lish hizo en los primeros relatos de Raymond Carver (fig. 3), a propósito de las cuales una mirada geneticista no se detendría a dictaminar quién es el dueño del minimalismo literario, sino que recuperaría conexiones imprevistas de las que nada podemos decir sin examinar cuidadosamente el archivo a partir de un conocimiento profundo de la obra del autor y de la literatura de su tiempo; pero sobre todo, nada podremos decir si no estamos dispuestos a poner en suspenso esos conocimientos.
una lectura Durante muchos años me dediqué a organizar el archivo de manuscritos de Manuel Puig, tuve ocasión de dar a conocer textos inéditos y de publicar dos tomos de correspondencia anotada bajo el título
de Querida familia. Tomo 1: Cartas europeas y Tomo 2: Cartas americanas, pero nada me preparó para leer bien cada uno de sus bocetos. Mejor dicho, cuanto más los estudio más cuenta me doy de que no hay una lectura definitiva. Así me pasó cuando revisité una anotación de Pubis angelical recopilada para mi tesis doctoral. En esa novela se habla de política y quien más habla es un abogado peronista que en la ficción se llama Pozzi y en la vida y en algunos borradores fue Calcagno. Entre más de cien anotaciones preparatorias llenas de tachaduras, encontrar esta fue un alivio porque parecía límpida y fácil de transcribir. El papel en cuestión (fig. 4) dice: Hacer de Pozzi un personaje comprensible ¿cómo un hombre inteligente y noble puede entrar en el peronismo? 119
Graciela Goldchluk
El manuscrito es en este sentido un objeto de estudio privilegiado porque le quita al texto el peso de su firma, es lo que fue escrito pero no firmado, aquello de lo que el autor no se hace cargo públicamente pero sin duda escribió.
En el conjunto de la novela esta anotación puede remitir a un afuera del texto en el momento del exilio en que Puig conoció a Calcagno y dibuja una identidad autoral que afianza el binarismo, parecería ser una definición en sí misma. Sin embargo, en el contacto con otras zonas de la escritura de Puig y a la luz de la transformación sufrida en la misma novela, una mirada más atenta permite ver lo que surge en el papel. La frase aparece, pero es otra:
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–Preguntame lo que sea. –Bueno, veamos… ¿Cómo vos, un hombre de izquierda, te pudiste meter en el peronismo?
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La equivalencia entre “inteligente y noble” y “de izquierda” que surge del reemplazo podría ser lineal para otros escritores, no para Puig que ya había desarmado ese lugar común del militante en El beso de la mujer araña. Sin embargo, el papel estaba ahí y no tenía respuestas sino una pregunta de estilo. Si novela y escritura transcurren en México, cómo hacer comprensible eso que en una lectura apresurada yo había visto como una sola línea.
Volví al papel manuscrito para una transcripción más detallada y pude ver las marcas que el tiempo de la escritura dejó en el espacio de la hoja. Si saco la palabra en que es un evidente agregado sobre el renglón, veo que inteligente y noble, por el uso de los márgenes y el tamaño de la letra, también es posterior. Queda entonces: “¿cómo un hombre puede entrar el peronismo?” Hacer de Pozzi un personaje comprensible implicaba entonces conocer un poco más de la historia de un movimiento que había apostado al “entrismo” con resultados hasta ese momento terribles. Convertir un hombre “inteligente y noble” en uno “de izquierda” suponía mucho más, era saldar una discusión que había comenzado en Buenos Aires y se disolvía en el exilio. ¿Puede una anotación marginal poner a funcionar una zona de escritura más amplia, que sobrepase el texto al que refiere? Para que eso suceda es necesario que seamos cuidadosos en la consideración de la historia y del contexto y, al mismo tiempo, capaces de descartar el encadenamiento cronológico que llevaría a un final ya conocido, para que surja la virtualidad de una producción incesante. •
conferencias 2015 V auditorio fundación osde
JOHN BANVILLE En abril de este año el prestigioso escritor irlandés John Banville, autor de novelas magistrales como El mar, Antigua luz, El libro de las pruebas y de policiales atrapantes bajo el seudónimo de Benjamin Black, visitó la Argentina por primera vez. A continuación se reproducen algunos fragmentos de la charla que mantuvo en el auditorio de la Fundación OSDE con el editor Luis Chitarroni en la que un numeroso público pudo compartir sus reflexiones sobre la escritura, la vida, el arte y la literatura.
John Banville
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Comencé como novelista irlandés. Escribí un par de novelas históricas, Copérnico y Kepler, tratando de llegar a ser un novelista europeo de ideas. En esos días había una pequeña serie de libros de bolsillo que se llamaba Fontana Modern Masters y había autores como George Steiner, Heidegger, y todos publicaban allí. Y yo podía ver en un futuro lejano un volumen en donde alguien escribiría sobre Banville, porque sería un gran novelista europeo de ideas. Esta fue una ambición tonta, creo que perdí muchos años escribiendo aquellos libros. Estaba tratando de aprender a ser un artista y no sabía qué suponía ser un artista. Cuando escribí esas así llamadas novelas históricas, escribí también otra llamada Mefisto y me dio un surmenage, al menos eso dice mi esposa. Yo no lo noté, pero creo que la vida de un escritor es un surmenage en cámara lenta. Creo que Mefisto fue mi primer libro verdadero.
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Fui un joven de clase media baja de un pueblo pequeño que sabía muy poco del mundo, que leía historias del lejano oeste, historias escolares, Agatha Christie. De repente a la edad de doce a trece años me dieron Dublineses de Joyce, y me di cuenta que la literatura podía ser acerca de la vida, de la vida como la conocía, con toda su mezquindad, toda su vistosidad y sus glorias. Eso fue una gran revelación para mí. Enseguida empecé a escribir imitaciones terriblemente malas de Dublineses. Practiqué desde ese entonces aprender cómo escribir. Hace poco escuché Dublineses en
una cinta grabada, leída por un maravilloso actor, Jim Norton, y me dije: “¡qué buenas son esas historias!”. Producir un libro como ese en los tempranos veinte años es casi un milagro. Hay una hermosa anécdota de cuando Joyce era bastante viejo y un amigo lo fue a visitar desde Dublín, no era un escritor, y le dijo: “Sabés, James, me parece que Dublineses es tu mejor libro” y Joyce lo miró y le dijo: “¿Sabés qué? Estoy de acuerdo”. Pienso que así es. En términos de haber logrado un propósito estético, Dublineses es casi perfecto. Me influenció enormemente. Yo odio todos mis libros. Mis libros son una vergüenza para mí, como debe ser. No digo que no sean buenos. Un amigo mío dice que no debo decir este tipo de cosas en público porque la gente no se da cuenta de la ironía. Pero mis libros pueden ser mejor para todos los demás de lo que son para mí. Trato de hacer de mis obras lo más perfectas posible, pero fracaso. Si no fracasara, dejaría de escribir, y si tuviera éxito, no seguiría. Entonces, hablo en serio cuando me preguntan cuál es el mejor de mis libros y yo respondo “el próximo”. La imaginación hace al arte. Recuerdo cuando escribí El libro de las pruebas. Una mujer que trabajaba en el servicio penitenciario vino a mí y me dijo: “debés haber estado en la cárcel” y yo le dije: “no, no estuve nunca en la cárcel, nunca asesiné a nadie, nunca fui una mujer”. Escribo sobre estas cosas porque la imaginación hace al arte, crea la vida. Estoy convencido de esto. Solo vivi-
conferencias
mos en nosotros mismos y con la realidad de los otros, imaginándonos a nosotros mismos y a los otros en la existencia. La imaginación es el gran regalo que tenemos. Yo amo lo perros, miro a mi perro y lo envidio la mayor parte del tiempo porque vive el momento, es una criatura real, absoluta por su mera existencia, pero no es conciente de la muerte. Y es la conciencia de muerte la que nos da el don de la imaginación. Es una carga terrible, preferiría no saber que me voy a morir, pero por eso mismo tengo el don de la imaginación. Estas dos cosas están estrechamente ligadas. Estoy seguro de que todos podemos recordar ese momento cuando teníamos tres, cuatro, cinco años y de repente nos dimos cuenta que hay otra gente alrededor. Antes era solo yo y mi madre, y ahora de repente están todas estas personas. Ahí es cuando la imaginación comienza y en algunas personas fracasa y se vuelven criaturas peligrosas o tristes. A veces siento que uno debería escribir sobre las cosas y no compararlas con otras. Pero, por otro lado, la metáfora y el símil enriquecen el mundo, enriquecen nuestra concepción del mundo. Mirar algo, tener una inspiración maravillosa y ver qué tan parecido es a algo totalmente diferente es un sentido enriquecedor. Esto es lo que hace el arte. No nos hace mejores o más morales. Todo lo que el arte hace es enriquecer la sensación de estar vivos, esta es mi opinión. Estamos tan acostumbrados a estar en el mundo que nos olvidamos cuán extraordinario es estar en él. Tenemos setenta, ochenta, o, en estos
días tal vez, noventa o cien años en la tierra que es un pequeñísimo momento y aun así es un fenómeno absolutamente extraordinario. Nunca me acostumbro a estar en el mundo. Nunca me acostumbro a ver el cielo, por ejemplo. El cielo es lo más extraordinario porque caminamos bajo el infinito cada minuto del día. Incluso durante la noche, miramos hacia arriba y miramos el infinito. Y luego, desde el horizonte vienen esos grandiosos barullos flotantes que parece que una batalla gigante se estuviera llevando a cabo más allá del horizonte. Las nubes me fascinan. El cielo y las nubes… después están los seres humanos. Es un constante asombro para mí. Cuando a Joyce le dijeron que la gente común no podía entender su trabajo como escritor, él respondió: “yo nunca conocí a una persona común, ¿qué es una persona común?”. Y yo tampoco. Todos los escritores se alimentan de la niñez. Baudelaire decía que el genio, es decir el genio con g minúscula, tiene la habilidad de recordar la infancia en cualquier momento. Yo todavía me alimento de mi infancia porque todo lo aprendemos entre los cuatro años y los quince, cuando nos damos cuenta de que nuestra mamá, nuestros padres, no podrán estar allí para siempre retándonos si nos rompemos una pierna y tenemos que aceptar que hay otras personas en el mundo. Todo lo que viene después es un matiz y una repetición, pero un chico de 15 años sabe todo lo que tiene que saber acerca del mundo. Ese es mi material y por eso vuelvo una y otra vez a él. ○
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X Félix Eleazar Rodríguez, Plantas (detalle), 1996