Todavia 38 | Trabajo

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Cumpliendo con mi oficio piedra con piedra, pluma a pluma, pasa el invierno y deja sitios abandonados, habitaciones muertas: yo trabajo y trabajo, debo su!ituir tantos olvidos, llenar de pan las tinieblas, fundar otra vez la esperanza.

Pa b l o Ne r u d a A mis obligaciones

! Sofia Spinnato, Gathering, 2017


equipo

dirección general Tomás Amílcar Rodrigo Sánchez de Bustamante dirección ejecutiva Omar Bagnoli dirección editorial Florencia Badaracco jefe de edición Guillermo Fernández equipo de edición Yanina Costa Pablo Schroder Lucas Van Rey María Winsnes corrección Andrés Monteagudo concepto visual Estudio Lo Bianco dirección de arte y edición gráfica Juan Lo Bianco diseño gráfico Theo Contestin tipografías Abril Display, Abril Text y Adelle Sans (TypeTogether de José Scaglione y Veronika Burian) Median y Think (Tipo de Eduardo Rodríguez Tunni)

colaboran en este número Christian Ferrer Francisca Pereyra Adrián Goldin Marta Novick Lucas Ronconi Hugo Kantis Méndez Vides Felipe Trotta Rodolfo Elías Andrea Ostrov Lautaro Ortiz Juan Terranova Juan Travnik José van Dijck artistas invitados Sofia Spinnato Daniel Roldán Christian Montenegro Miguel Rothschild Florencia Capella Leticia López Fernanda Cohen Juan Soto Hipólita Leopoldo Plentz

directora editorial 2002-2013 Liliana Cattáneo propietario Fundación osde número 38 Segundo semestre 2017 Noviembre 2017

Copyright © Buenos Aires Todos los derechos reservados Hechos los depósitos previstos en la ley 11.723 Registro Propiedad Intelectual 5343177 Prohibida su reproducción total o parcial. issn 1666-5864 Fundación osde av. Leandro N. Alem, 1067 piso 9 c1001aaf, Buenos Aires Argentina tel: (011) 5196 2210 e-mail: todavia@osde.com.ar

traducción Teresa Arijón agradecimientos Tomás Martínez Galería Ruth Benzacar

impresión Grupo Maule Humberto Primo 151 - caba

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad de los autores y no reflejan necesariamente las de la revista Todavía, que tiene como uno de sus pilares promover el pluralismo de ideas.

ta pa Miguel Rothschild, Arco Iris o la ascensión del arte concreto (detalle), 2016 c o n t r ata pa Leopoldo Plentz, Cosas inútiles, 2008


sumario

! Sociedad. Antes y después del hombre: técnica y posthumanismo. Ferrer. p.4 Las empleadoras bajo la lupa. Pereyra. p.12 & Trabajo. Las transformaciones del trabajo: qué nos pasa, qué nos espera. Goldin. p.20 | ¿El fin del trabajo? Novick. p.28 | Informalidad laboral y regulación efectiva. Ronconi. p.34 | Emprendimiento y empleo: mito o realidad. Kantis. p.42 & Ciudades. Memorias de La Antigua. Méndez Vides. p.51 & Música. Forró y masculinidad en el nordeste brasileño. Trotta. p.58 | Músicas en Paraguay. Elías. p.66 & Literatura. Erotismo y literatura: ¿una relación necesaria? Ostrov. p.74 & Historieta. El Matadero. Soto / Hipólita. p.82 & Lecturas. Shakespeare en Malvinas. Terranova. p.88 & Fotografía. Experimentación y belleza. Plentz. p.94 & Conferencias. Van Dijck. p.105 &

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ANTES Y DESPUÉS DEL HOMBRE: TÉCNICA Y POSTHUMANISMO

" P O R C H R I S T I A N F E R R E R E n s a y i s t a y p ro fe s o r d e l a Fa c u l t a d d e C i e n c i a s S o c i a l e s ( U B A ) " A R T I S T A I N V I T A D O DA N I E L RO L DÁ N



Christian Ferrer

El deseo de con!ruir un cuerpo “artificial” y la concepción del hombre como red de información han marcado el comienzo de una nueva era de la humanidad. Sin embargo, una crítica al pensamiento “po!” advierte continuidades donde se plantearon revoluciones, caminos sin salida bajo promesas de teorías liberadoras.

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n otros tiempos, en el centro del mundo, no estaba colocado el hombre, sino la Creación. Justamente para admiración de lo que es, había Dios instalado a Adán y Eva en el Paraíso, e incluso después de la caída original y casi hasta el mediodía de la época moderna, la Creación siguió siendo percibida como universo prodigioso y viviente, y el hombre cristiano, como orante a la espera de su definitiva redención. Era –ese cosmos– algo a ser contemplado, no para ser transformado, y no por nada en los mapas medievales la ciudad de Jerusalén estaba ubicada exactamente en el centro de la proyección y hasta el infierno y el paraíso tenían adjudicado un lugar allí. Más adelante –era del

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Renacimiento– tanto Dios como la Naturaleza comenzaron a enmudecer, negado o asesinado el creador en tanto su obra se transfiguraba en “recurso” o bien en cobayo de indias: en objeto de experimentación. Fue por entonces que el Hombre –por cierto, el hombre europeo, o bien su ego– ocupó el centro de la escena, iniciándose la larga marcha del Humanismo, que asimismo acarreó una entera filosofía de la historia –el progreso al final del túnel–, una ufana doctrina de la conciencia –blanco continuo de dianas ideológicas– e hipótesis verosímiles sobre los tejemanejes del oculto “aparato” psíquico, siempre en oscura fraternidad con la parte de racionalitas del animal humano, al que también se llamó


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“evolucionado”. Consecuentemente, a lo largo de la época moderna, y de acuerdo con los escalafones jerárquicos que rigen sobre los órganos del cuerpo, fue la mente –no el alma, no el corazón, no “los instintos”– la que gobernó el modo “correcto” de adecuarse a la realidad, lo que es decir el modo de vida que se lleva todos los días. Ahora –ya desde fines del siglo XX–, y tanto en aulas universitarias y laboratorios científicos como en sitios de divulgación y predicación de “buenas nuevas”, viene multiplicándose un concepto “teórico”, el de “posthumanismo”, que procura ser, a la vez, autopsia del prototipo anterior –el “hombre moderno”– y justificación de su necesaria o en todo caso

indetenible superación. No sería exactamente un antihumanismo, sino una narración de la vida que concuerda con un tiempo en que hombres y mujeres –a veces escritos con X– son moldeados, modulados y potenciados al interior de esferas altamente tecnologizadas. Esto quiere decir que las técnicas –las domésticas, las que conciernen al entretenimiento o combaten al tedio, las que hacen instantáneo arco voltaico entre emisores y receptores– cumplen funciones psicosomáticas: amortiguación de sufrimientos y animación electrizante de audiencias a escala descomunal. En hábitats así –serían como “adentros” sin afueras– no habría fuga o alternativa posibles. La proverbial y esencialista pregunta

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del humanismo, “qué es el hombre”, estaría siendo reemplazada por otra expectativa, la de “qué puede superar al hombre”, en el entendimiento de que “lo humano” es sustancia modificable de continuo por medio del instrumental técnico disponible. De modo que estamos ante un programa de acción, o de “ciencia-ficción”, el único de los tres mitos del siglo XX –cine y psicoanálisis son los otros– que pudo volverse “realidad aumentada”. No obstante, el recurso al prefijo “post” (“posthumanismo”) expone una cuota de incerteza o impotencia para dar nombre preciso a la presente y presurosa “actualización” del mundo. Lo mismo sucedió con el término “postmodernismo”, de moda en la década de 1990. El prefijo “post” anuncia un después, pero no garantiza cuál. Los tiempos pueden estar cambiando –siempre están cambiando–, pero la preparación cultural para un cambio de época lleva décadas, sino siglos, de incubación, y todavía no queda en claro si la palabra está designando una etapa de transición o bien la fase creciente de una nueva era, es decir si se trata de un acta de defunción irrefutable o de la prueba nominal de supervivencia del entramado anterior solo que ataviado con efectos especiales “reforzados”: las así llamadas “nuevas tecnologías” –siempre lo son–. Siglos antes, los fundadores de la Modernidad se nominaron de tal modo –“modernos”– porque habían decidido querellarse con los “antiguos”, a los que se aludía menos como gente póstuma que como autores “clásicos”, con los que se medían. Quizás ahora se estén abandonando las filosofías de la historia y las certezas de por vida para poder surfear un mundo en permanente desintegración y recombinación de sus formas. Al menos, esa es la promesa, o bien la oferta en góndola. Pero es cierto que cunde la sensación de que las coordenadas habituales de comprensión del mundo se han vuelto irreconocibles (desconcierto, o bien aspaviento, más perceptible entre el personal “intelectual” que entre gente “común y corriente”). Dos parteaguas han de ser tenidos en cuenta para explicar el desquicio de la “rosa náutica mental” vigente hasta hace pocos años: la culminación de la

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Guerra Fría entre superpotencias, que significó el obituario del siglo XX, y el despliegue de numerosas redes sociales de índole informática. A partir de ello, dos asunciones, por no decir dos artículos de fe, van ganando fuerza en las creencias colectivas: que la esencia humana no es otra cosa más que “información”, y que la potenciación del cuerpo por medios tecnológicos no solo es lícita sino sumamente deseable. En cambio, retroceden los temores de que el ímpetu tecnológico avasalle lo que hasta ahora se había entendido por humano, y de que la “inteligencia artificial” termine emancipándose a sí misma y sus robots dominando el mundo. En verdad, la idea de que las “máquinas inteligentes” pudieran llegar a subyugar a los seres humanos –una suerte de síndrome de Frankenstein– carece de fundamento: los robots suelen ser más simpáticos y friendly que la mayor parte de nuestros familiares, compañeros de trabajo y candidatos a cargos políticos, para no hablar de los testigos de Jehová que tocan a la puerta los domingos por la mañana. No, el problema es otro, y es que algunos seres humanos pudieran llegar a utilizar a los robots para extraer lucro y obediencia de otros –muchos– seres humanos. Es el escenario, tan viejo como el mundo, donde solo hay vencedores y víctimas, o bien fuertes y débiles. Querer hacer del cuerpo una fortaleza inexpugnable es un objetivo comprensible en una sociedad que siempre nos demanda más y más, pero no deja de ser el sueño de seres humanos anímicamente desguarnecidos. Los medios a disposición pueden ser quirúrgicos, farmacológicos, gimnásticos, incluso interfaces experimentales orgánico/maquínicas, a las que se les llama cyborgs, criaturas que trascenderían la supuesta diferenciación entre naturaleza y cultura, siendo esta última una oposición inventada en la Modernidad. Las culturas anteriores siempre agradecieron con gusto las innovaciones técnicas, particularmente aquellas que posibilitaban triunfar en la guerra –de por sí campo de pruebas de nuevos y mortíferos artificios–. Pero en este caso el anhelo de potenciación del propio cuerpo presupone una debilidad previa y lacerante: a la promesa incumplida –e incumplible–


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de la época moderna (“No serás criatura de un Creador ni súbdito de un Señor, sino persona libre, capaz de autocreación consciente”), se superpuso el espinoso malestar por la felicidad siempre conculcada en una sociedad que les exige, a quienes pretenden ser asimilados o incluidos en ella, comportamientos automáticos y predecibles. De allí la necesidad de blindaje e inmunización para ánimo y cuerpo, confiados ahora a la farmacología vigorizante, la ingeniería genética, el photoshopeado quirúrgico on demand, y a las incesantes maquinarias de la alegría. Vivir en una época que puja por mayores “liberaciones subjetivas” –felicidades instantáneas– requiere de una contrapartida –un sacrificio–: la aceptación

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de controles ininterrumpidos –ubicuos y dúctiles– sobre nuestros gustos, opiniones y planes para el día. Al ser compelidos a emitir información todo el tiempo en una telaraña de circuitos supervisados, eso también supone delatarnos cándida y voluntariamente ante poderes que a su vez no permiten su fiscalización, más aún porque su fascismo –su voluntad de control– se presenta en sociedad en “modo simpático”. Es claro que los beneficios de apuntalar la vanidad y el narcisismo –la “autoestima”, como se les dice ahora– y de autoengañarse con respecto al aislamiento real en que se vive superan en mucho al temor de que los datos entregados se utilicen en contra de uno mismo. Poco a poco nos acostumbramos


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a espiar y vigilar a los demás y a ser vigilados y espiados por ellos. Es un juego de suma cero, y que a fin de cuentas, en el balance último de una vida, da números negativos. Pues esa es la contracara de la época posthumana: que la gestión ordenada de la población –consumo constante y nivel de obediencia promedio– esté asegurada. Dado que en un mundo donde rigen la inmanencia absoluta y el plazo corto, y una vez que se ha aceptado que la imagen del cuerpo propio es un “activo bancario”, un arma convincente en la lucha por ascender socialmente, es inevitable que los síntomas de imperfección corporal se vuelvan insoportables. Quienes están desposeídos de ese “activo” –el “capital erótico”– no les resta otro recurso que invertir tiempo y dinero en todo tipo de industrias del

cuerpo; de la dietética y la cirugía a la proliferación de asesorías que se dedican a alentar y renovar a los “perdedores” del juego social, sea para el mercado laboral o el del deseo. De modo que en un mundo “posthumano” el acceso a las “últimas tecnologías” es un asunto de supervivencia, de vida o muerte, no un “derecho humano”. Más allá de disposiciones regocijadas, ofuscadas o pesimistas, con seguridad hay un nuevo mundo por delante, pero puede ocurrir que al arribar al horizonte nos encontremos con el mismo mundo de siempre, fallido, frustrante y siempre necesitado de refacciones. Conviene mirar al futuro menos con ojos de profeta que con mirada de avizor, no vaya a ser cosa de que estemos siendo entrenados para habitar un laberinto que todavía está en obras, pero que será construido. •

Quizás ahora se e!én abandonando las filosofías de la hi!oria y las certezas de por vida para poder surfear un mundo en permanente desintegración y recombinación de sus formas. Al menos, esa es la promesa, o bien la oferta en góndola.

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LAS EMPLEADORAS B A J O L A L U PA

A pesar de los cambios introducidos en las leyes laborales en la Argentina, la informalidad en el trabajo domé!ico sigue planteando importantes desafíos para el se"or. La persi!encia de e!e fenómeno, que desdibuja el vínculo laboral, se encuentra estre#amente asociada a resi!encias que buscan perpetuar privilegios de clase en el marco de e!as relaciones laborales. Cómo hacer efe"iva la nueva legislación es el desafío a"ual.

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n el año 2013 se sanciona en la Argentina la ley 26.844 que crea el “Régimen Especial de Contrato de Trabajo para el Personal de Casas Particulares”. Se trata, sin duda, de una reparación dirigida a un sector históricamente postergado. Durante años, la labor de las trabajadoras domésticas estuvo regida por un decreto del año 1956 que establecía derechos sumamente acotados. Entre las múltiples carencias de una regulación claramente discriminatoria se destaca la ausencia de licencia por maternidad (¡en una ocupación casi por completo femenina!). También es importante mencionar que

la normativa solo cubría a las trabajadoras que se desempeñaban al menos 16 horas semanales para un mismo empleador. Esta restricción dejaba por fuera de cualquier marco legal a un enorme contingente de empleadas –cerca del 401 de esta fuerza laboral– que realiza labores a jornada parcial o “por hora”. La prolongación de esta precaria regulación a lo largo de décadas constituyó una situación doblemente gravosa. Por un lado, en función de la injusticia que representaba para estas trabajadoras que, cotidiana y silenciosamente, resuelven necesidades de trabajo doméstico y cuidado de los hogares mejor

" P O R F R A N C I S C A P E R E Y R A S o c i ó l o g a , i n ve s t i g a d o r a y d o c e n t e ( U N G S ) " A R T I S T A I N V I T A D O C H R I S T I A N M O N T E N E G RO

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posicionados. Por otro lado, se trató de una carencia que afectó a una importante porción de la población. En sociedades muy desiguales como la nuestra, el servicio doméstico reviste un peso significativo: en la actualidad representa cerca del 71 del total de la población ocupada, el 121 de las mujeres ocupadas y el 161 de las asalariadas. La ley del año 2013 buscó poner en pie de igualdad a estas trabajadoras con el resto de las y los asalariados privados, que en nuestro país se encuentran amparados por La Ley de Contrato de Trabajo. Entre los resarcimientos más importantes, la nueva regulación las incluyó a todas independientemente de su dedicación horaria, equiparó licencias, duración de la jornada laboral, montos indemnizatorios y estableció la obligatoriedad de contratar a una aseguradora de riesgos de trabajo. También la ley estipuló la necesidad de crear una comisión negociadora de salarios y condiciones laborales: así, en el año 2015, con un fuerte impulso gubernamental, se inauguró la primera negociación colectiva del sector. No obstante, si se pretende que esta nueva y superadora normativa no se convierta en “letra muerta”, también es necesario tener en cuenta un tema clave como lo es el registro de las trabajadoras. En efecto, el “blanqueo” de esta actividad –tradicionalmente desempeñada en la informalidad– constituye la puerta de entrada por excelencia a los derechos laborales. En este sentido, la formalización del servicio doméstico ha mostrado ser una tarea especialmente compleja. Esto se debe sobre todo a las dificultades que enfrenta el Estado en términos de la supervisión del cumplimiento de las obligaciones patronales: la actividad se desarrolla en hogares particulares donde prima el derecho a la inviolabilidad del domicilio. A pesar de ello, también en este campo se observan tendencias alentadoras. Si a comienzos del nuevo milenio los niveles de registro de la actividad rondaban en torno a un exiguo 51, en la actualidad –y mediante una serie de intervenciones gubernamentales que incluyeron campañas de concientización, incentivos fiscales a los empleadores y algunos intentos de fiscalización– este porcentaje se ubica cerca del 251. Sin bien resulta

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claro que todavía queda un largo camino por recorrer, este incremento de la formalización constituye un avance muy significativo en términos relativos. Es evidente entonces que el panorama del servicio doméstico ha experimentado una transformación importante en los últimos años. ¿Cómo se vivencian estos cambios desde la subjetividad y las prácticas de quienes contratan estos servicios? Puesto que esta relación laboral es típicamente gestionada “entre mujeres” –el funcionamiento de la esfera doméstica sigue siendo concebido como una responsabilidad femenina–, una serie de entrevistas grupales realizadas con empleadoras a lo largo de los últimos cinco años arroja datos ilustrativos al respecto. Una primera observación tiene que ver con que el tema del registro de la relación laboral se encuentra fuertemente instalado en el discurso de algunas de ellas. La cuestión se presenta, además, como novedosa. Así lo explicitan claramente las entrevistadas de mayor edad que señalan que en otras épocas esta práctica “no existía” o bien “no se usaba”. En el caso de las empleadoras que no registran la actividad (todavía una gran mayoría), un dato positivo tiene que ver con que las referencias a la formalización surgen en todos los casos y de manera espontánea. Sin embargo, resulta llamativo que la responsabilidad de la ausencia de aportes patronales sea invariablemente depositada sobre la propia trabajadora. De esta manera, las empleadoras no registran a su empleada porque esta “no quiere” –ya que tiene temor a perder planes o programas sociales–, “no puede” –porque es extranjera– o “no le interesa” –puesto que accede a la protección social a través de un cónyuge registrado. Se trata de argumentos en algún sentido débiles: a modo de ejemplo, se puede mencionar que la Asignación Universal por Hijo, el programa social de mayor cobertura entre las trabajadoras domésticas, es compatible con el registro; o que el trámite para regularizar a las extranjeras es muy accesible. Entre las empleadoras “incumplidoras” se advierte un predominio de mujeres de ingresos medios y medios-bajos, así como una mayor incidencia relativa de la contratación por jornadas reducidas, sobre


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todo bajo la modalidad “por hora” (que son, justamente, las que experimentan las tasas más altas de trabajo no registrado). ¿Qué imágenes exhiben sobre la ocupación y sobre las trabajadoras quienes contratan estos servicios de manera informal? Por un lado, se observa una tendencia a desdibujar la existencia de derechos y obligaciones asociados a este tipo de trabajo. Por ejemplo, el predominio de contrataciones parciales habilita el uso frecuente de expresiones como “la señora que me ayuda” o que “me da una mano”, que diluyen la percepción de que se trata de un vínculo contractual. Además, ciertos elementos propios de relaciones de patronazgo suelen ser invocados para relativizar el carácter laboral del vínculo. En estos casos, las empleadoras suelen resaltar “todo lo que le dan” a las trabajadoras. Los relatos dejan entrever una dimensión material de estas atenciones, que suelen incluir entre

las prácticas más habituales el obsequio de artículos personales y del hogar que ya no se usan, algún préstamo o adelanto ocasional y/o permisos especiales de ausencia. Pero también, e incluso con más fuerza, se destaca el componente simbólico del patronazgo: este alude tanto al trato y a las actitudes cordiales como también a la costumbre de escuchar y aconsejar a la trabajadora (que no pocas veces es catalogada “casi” como un miembro de la familia). Tal es así que, desde la óptica de las empleadoras, serían estas deferencias –antes que las formalidades contractuales– lo que las empleadas “realmente valoran”. Por otro lado, en este perfil de entrevistadas tiende a agudizarse cierta propensión a caracterizar de manera estigmatizante a las trabajadoras. Cabe aclarar que las referencias suelen excluir a la propia empleada, que generalmente es bien ponderada. Se trata más bien de percepciones negativas asociadas a un

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colectivo laboral abstracto, con poco asidero en experiencias concretas. Una primera imagen que surge con fuerza es la de una población con baja predisposición al trabajo, situación que las empleadoras adjudican al efecto de los planes sociales. También suelen señalarse supuestos hábitos de consumo irresponsables de estas trabajadoras –que gastarían sus escasos ingresos en bienes como zapatillas, celulares–, a partir de los cuales se configura un retrato de persona poco previsora. Por último, también se alude a la idea de peligrosidad de esta fuerza de trabajo: las empleadoras se refieren fundamentalmente a la propensión a los hurtos pero también a entablar demandas laborales oportunistas. Esta construcción del perfil de quienes se emplean en el servicio doméstico puede pensarse como funcional al incumplimiento de las obligaciones patronales. De este modo, la precaria situación de estas trabajadoras tendría más que ver con sus propias prácticas (por ejemplo, trabajar poco y consumir mucho) antes que con las condiciones laborales deficientes que se les ofrecen. Como contrapartida, es interesante observar que entre las empleadoras que sí realizan aportes patronales comienza a asomar un discurso en torno al registro del servicio doméstico en clave moral. En esta línea, las entrevistadas remarcan la importancia de “tener todo en regla” y/o “como corresponde”, así como la de “cumplir” con la empleada. Más allá de esta dimensión normativa, también surgen consideraciones pragmáticas. A modo de ejemplo: la gran mayoría de estas empleadoras señala que el registro constituye también un acto de prevención. Tal como se mencionara más arriba, desde 2013, las contribuciones patronales incluyen el pago de una aseguradora de riesgos del trabajo. En consecuencia, las entrevistadas manifiestan sentirse “cubiertas” ante potenciales demandas relacionadas con accidentes laborales. Al comparar el perfil de las empleadoras que no registran con aquellas que sí lo hacen, se observa entre estas últimas un grupo con una mayor presencia de sectores medios-altos así como un peso mucho más importante de contrataciones a tiempo completo. Por esta razón –y sumado a las razones pragmáticas que

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subyacen al registro–, en este grupo aparece como una ventaja adicional de la formalización el incentivo tributario que rige desde el año 2006 dirigido a la regularización del sector. Este permite deducir, hasta cierto monto, salarios y contribuciones patronales del impuesto a las ganancias (un tributo que en los hogares de estas empleadoras se paga con mayor frecuencia que en los de sus pares que no registran). De manera promisoria, y sin pretender establecer relaciones causales unívocas, las empleadoras que registran aluden con mayor frecuencia a imágenes de la ocupación que tienden a posicionar en clave de “auténtico trabajo”. Muchas entrevistadas reconocen que el servicio doméstico implica una labor sacrificada y manifiestan admirar ciertas habilidades o técnicas que han desarrollado las trabajadoras (sobre todo en relación con la limpieza). La mayor incidencia de las contrataciones a jornada completa entre este grupo –y especialmente cuando las empleadoras también trabajan de forma remunerada y tienen hijos pequeños– redunda en una alta dependencia del servicio. Por ende, son estas entrevistadas las que más realzan y valoran el rol de las trabajadoras, muchas veces calificado como “indispensable” o “fundamental”. Además, en estos casos, no es infrecuente que las empleadoras tracen paralelismos entre la propia ocupación y la de la empleada. Tal como señala una encuestada: “tenés una tipa [la trabajadora] que está ahí a las 8, firme como un soldado (…), ¿cómo no va a tener aportes? (…) si vos salís a tu trabajo y ella está entrando al suyo”. Ahora bien, si consideramos que las cargas patronales son invariablemente evaluadas como accesibles (tanto entre quienes realizan los aportes como entre quienes no lo hacen) cabe preguntarse sobre las razones detrás de la persistencia del trabajo no registrado. Una mirada sobre las prácticas asociadas a la informalidad deja en claro que las empleadoras que no registran suelen “ahorrar” mucho más allá del mero costo de los aportes patronales. Ejemplo de ello lo constituye el desapego en relación con los salarios mínimos pautados para el sector (“Yo les digo lo que puedo pagar; si les sirve, bien…”), la supresión


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del aguinaldo o su reemplazo por regalos o sumas de dinero discrecionales (“A fin de año algo le doy… lo que puedo, es como mi contribución a la Navidad”), o la frecuente omisión del pago de vacaciones (“Y no, si no viene, no cobra”). Asimismo, estas empleadoras suelen prescindir de los servicios sin mediar indemnización alguna (“Cuando le dije que no la necesitaba más me devolvió la llave y listo. Ellas entienden”). Frente a estos hábitos, la formalización laboral se erige como una herramienta de suma importancia puesto que deja constancia escrita de la existencia de la relación laboral y las condiciones de trabajo. En efecto, en el recibo de sueldo figuran cuestiones tales como los montos de remuneración, la cantidad de horas trabajadas, el pago de aguinaldo y vacaciones. De esta manera, el registro acota –o al menos pone en evidencia– los arreglos laborales inequitativos a los que frecuentemente se somete a las trabajadoras del servicio en casas particulares. En este sentido, los datos estadísticos nos muestran que las empleadas “en blanco” gozan de pisos mínimos de trabajo decente que contemplan el pago de todas estas obligaciones básicas. En consecuencia, podemos pensar al registro como un dispositivo efectivo para

desarmar privilegios y desigualdades de clase fuertemente arraigados en el marco de esta ocupación. Sin duda, el análisis de las percepciones y las prácticas de las empleadoras de servicio doméstico nos muestra un panorama todavía ambiguo, propio de un proceso de transición. Las imágenes y los comportamientos discriminatorios que todavía persisten en buena medida comienzan a ser desafiados por nuevas formas de relacionarse con las trabajadoras, lo que implica el reconocimiento del valor de estos servicios y las obligaciones que conlleva su contratación. Si resulta indiscutible el rol que, para motorizar estos cambios, han tenido las intervenciones gubernamentales en los últimos años, es innegable su responsabilidad para darles continuidad. A pesar de que el camino pueda estar marcado por algunas resistencias iniciales –propias de cualquier proceso que apunta a redistribuir ingresos–, los potenciales frutos del esfuerzo merecen la pena. Garantizar condiciones laborales dignas para la enorme porción de mujeres que desempeña esta ocupación implica no solo un resarcimiento necesario sino también, en términos más amplios, un aporte significativo a la construcción de una sociedad más justa e igualitaria. •

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Una mirada sobre las prá"icas asociadas a la informalidad deja en claro que las empleadoras que no regi!ran suelen “ahorrar” mucho más allá del mero co!o de los aportes patronales.

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TRA BA JO #

A RT I S TA I N V I TA D O

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M I GU E L R O T H S C H I L D



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LAS TRANSFORMACIONES DEL TRABAJO: QUÉ NOS PASA, QUÉ NOS ESPERA #

POR ADRIÁN GOLDIN PROFESOR EMÉRITO DE LA U N I V E R S I DA D D E B U E N O S A I R E S Y D E L A U N I V E R S I DA D D E SA N A N D R É S

Arco Iris o la ascensión del arte concreto (detalle), 2016


Adrián Goldin

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La incorporación a ritmo creciente de la robótica y de la digitalización está provocando, por ahora de modo gradual, una dramática alteración tanto en los procesos de producción y generación de servicios como en la situación del empleo y los fenómenos sociales que de allí derivan. En ese marco tan complejo, se trata de saber quiénes son aquellos a los que el sistema institucional debe proteger y, a la vista de la discontinuidad de las trayectorias, cómo proteger a cada uno todo el tiempo.

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El mundo del trabajo transita un proceso de transformación de singular intensidad. Se trata, entre otros fenómenos, de la incorporación a ritmo creciente de la robótica y de la digitalización a los procesos de producción y de prestación de servicios, todo lo que propone una dramática alteración –incipiente ya, y que en buena parte parece estar por suceder– en el modo en que el sistema productivo se relaciona con el trabajo humano. De un lado, tiende a desplegarse el modelo de la llamada Industry 4.0 –para muchos expresión de la denominada “cuarta revolución industrial”– que se manifiesta en la utilización creciente de máquinas cognitivas, robots y programas de software que coordinan y protagonizan los procesos de producción e instrumentan la transformación digital e inteligente de la industria. Es cada vez mayor el número de ocupaciones que se automatizan en los más diversos sectores de las empresas –entre otros, el transporte, la producción, el soporte administrativo, las ventas, los servicios– en los que numerosos puestos de trabajo están siendo reemplazados por robots o lo serán más pronto que tarde. Otro tanto sucede o ha de suceder en otras actividades como las de los mineros, los cajeros bancarios, los agentes de viaje. Desde la perspectiva empresaria, es ya un lugar común –y por añadidura, banalmente cierto– afirmar que, además de la eficiencia y rapidez en el desarrollo de los procesos,


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esas máquinas no se cansan, no se enferman ni cursan embarazos; no se quejan, no reclaman ni ejercen derecho alguno. Se advierte, en especial, que las tecnologías que expresan esas formas de inteligencia artificial no se sobreponen solo a puestos de baja calificación –desafío este último que dota de centralidad indesplazable a la formación técnica y profesional– sino también a otros que únicamente pueden desempeñar hasta ahora quienes cuentan con una adecuada calificación profesional que les habilita para ello. Hay, en efecto, ciertas funciones en las que las tecnologías de la automación permiten que personas con limitada formación puedan asumir tareas antes reservadas a otras de formación más elaborada. Todo lo cual, contradictorio como es, complejiza sensiblemente la administración de los procesos de transformación a partir de un masivo cambio en la cantidad, contenido y grado de exigencia de los puestos de trabajo. Pero, por otro lado, el procesamiento digital de la información y el despliegue de instrumentos de comunicación virtual alteran también el modo en que se reclutan las prestaciones y las tareas, ahora derivadas hacia vínculos que eluden –con mayor o menor éxito– la forma del empleo. En ese ámbito, tienden a instalarse (aún de modo incipiente) prestaciones de servicios intermediadas por plataformas informáticas, que son parte de la denominada “economía colaborativa”; es la gig o sharing economy, cuya más elocuente connotación en español es, me parece, la que le adjudicó hace poco un periodista español: “economía de los bolos o de los pequeños encargos”. Aun cuando es solo una de las expresiones de este proceso, es inevitable usar a uber de ejemplo, por ser su manifestación más difundida –de allí la denominada “uberización” de las relaciones laborales– que se refleja en los trabajos on demand por medio de aplicaciones, en la multiplicación de los freelancers (autónomos o cuentapropistas), en el crowdworking; esta última supone el uso de Internet para conectar clientes y trabajadores sobre una base global, involucrando en general tareas que se pueden encomendar y recibir online. En particular, pequeños trabajos pero también, aunque de modo menos frecuente, los de mayor envergadura. En estos modos de reclutamiento, la tecnología replica con formas novedosas las tendencias de tercerización y consiguiente triangulación de los vínculos de trabajo –las diversas maneras de subcontratación– pero con una particularidad notable: no es solo la empresa principal comitente o usuaria la que se evanesce para los derechos, reclamos y necesidades de quienes prestan el servicio, sino que tiende también a difuminarse el propio sujeto intermediario, que se presenta apenas como una plataforma informática. Un mero servicio de contacto, casi una abstracción… Fenómenos que por añadidura operan sobre un “lugar de trabajo fisurado” (“the fissured workplace” según la esclarecida reflexión del economista David Weil), en el cual, incluso antes de la aparición de esas tensiones digitales, se había generalizado la recién evocada tendencia a derivar responsabilidades laborales a complejas redes de proveedores, subcontratistas y franquiciados relacionados en extensas y muchas veces inaprensibles cadenas mundiales de suministro. 23


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Desde la perspectiva empresaria, es ya un lugar común –y por añadidura, banalmente cierto– afirmar que, además de la eficiencia y rapidez en el desarrollo de los procesos, esas máquinas no se cansan, no se enferman ni cursan embarazos; no se quejan, no reclaman ni ejercen derecho alguno.

Por cierto, no debe sorprender que todas estas novedosas formas de trabajo y producción determinen el diseño de las relaciones laborales y por añadidura induzcan a otras empresas que no son parte de la economía colaborativa a modificar sus propios modelos de reclutamiento de personal e introducir nuevas formas de organización del trabajo. Con todo lo cual cambia su propia naturaleza, a lo que contribuyen también las variaciones demográficas, el cambio climático, la desigualdad creciente, la cada vez más extendida financiarización de la economía. Los individuos –los que logran ocuparse– tienden a integrarse en relaciones de trabajo que les aíslan, les privan de seguridad y alteran las identidades sociales, flexibilizan casi sin límites las condiciones de trabajo, postergan o cuanto menos ponen en cuestión el respeto de los derechos fundamentales; hacen impracticable la fijación de mínimos salariales, inviabilizan las limitaciones de las jornadas laborales, frustran toda posibilidad de voz y acción colectiva y, en fin, trasladan a cada trabajador el costo y la gestión de los diversos componentes de su cobertura social (entre ellos, los de salud, higiene y seguridad, así como de los mecanismos para la previsión de sus contingencias sociales). Más preocupante aún es que todo esfuerzo por restablecer la vigencia de la lógica tutelar puede ser neutralizado por una profundización del propio despliegue tecnológico: la acentuación de la protección podría derivar en la sustitución de más puestos de trabajo. De nuevo solo a modo de ejemplo, la alternativa de reconocer un vínculo contractual entre los conductores que operan en el ámbito de uber para imponerle 25


Adrián Goldin

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Todavía

De este modo se exacerba la creciente discontinuidad de las trayectorias profesionales y la instalación de un proceso extendido de desestandarización y atipicidad de las formas de utilización del trabajo, con manifestaciones cada vez más generalizadas de precarización de los vínculos de quienes prestan sus servicios.

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a esta última las obligaciones que son propias de un empleador –cuestión que se encuentra en debate judicial en diversas jurisdicciones en el mundo– podría derivar en el reemplazo de los actuales prestadores del servicio por driverless cars (vehículos sin conductores), ya en operación en estados como Arizona, Pittsburgh y Pennsylvania. De este modo se exacerba la creciente discontinuidad de las trayectorias profesionales y la instalación de un proceso extendido de desestandarización y atipicidad de las formas de utilización del trabajo, con manifestaciones cada vez más generalizadas de precarización de los vínculos de quienes prestan sus servicios. A esta misma tendencia se afilia el desdibujamiento frecuente de los límites entre el empleo dependiente y el autoempleo –tan presente en las modalidades de reclutamiento de la evocada economía compartida– agudizando el fenómeno del debilitamiento subjetivo del sistema del protección laboral y problematizando de ese modo el reconocimiento de quienes debieran gozar de su amparo. Esta tendencia de precarización en curso plantea al sistema de protección laboral al menos tres interrogantes: primero, quiénes son los sujetos que necesitan protección (si solo son los trabajadores dependientes o también quienes son jurídicamente autónomos pero económicamente dependientes); segundo, cómo asegurar a cada uno de ellos la continuidad de la protección –cómo protegerlos “todo el tiempo”– a la vista de la recordada discontinuidad de sus trayectorias (hoy dependientes, mañana autónomos o desempleados, luego en goce de licencias por


TRABAJO

razones familiares, cívicas, formativas, etc.); y, tercero, en caso de producirse un déficit extendido, permanente y estructural de empleo –en razón del posible reemplazo masivo del trabajo humano por tecnología–, cómo atender las necesidades esenciales de quienes quedan de ese modo al margen del sistema de producción. Esta situación explica, entre otras ideas y reflexiones que los límites de este breve artículo no nos permite abordar, el amplísimo intercambio en la literatura sobre el denominado “ingreso básico universal” (o también llamado “ingreso ciudadano”) consistente en una prestación en dinero que todos los ciudadanos recibirían del Estado o de otros agentes públicos, privados o sociales para hacer posible la satisfacción de sus necesidades esenciales que el sistema productivo ya no estaría en condiciones de asegurarle. Una vez más –como tantas veces antes, frente a cada una de las denominadas revoluciones industriales e incluso ante innovaciones tecnológicas que hoy parecerían mutatis mutandis menos relevantes– asume dimensión central el interrogante, implícito en las líneas precedentes, acerca de si la tecnología abatirá de modo definitivo porciones decisivas del empleo (la visión pesimista) o si la misma tecnología alumbrará nuevos puestos de trabajo en cantidades equivalentes (la visión optimista). Si bien en las oportunidades anteriores esta última perspectiva tendió a prevalecer y pudo verificarse el modo en que se compensarían los puestos de trabajo desplazados, no todos quienes hoy reflexionan sobre esta cuestión se sienten en condiciones de predecir qué sucederá esta vez, en razón de qué, a la vista de las características y propiedades de la digitalización y la robótica, el trayecto puede quizás ser diferente. Por cierto, esta cuestión ha sido asumida por la oit en las vísperas de la próxima celebración de su primer centenario (1919-2019). La Organización Internacional del Trabajo reitera su compromiso de orientar estos procesos de modo de asegurar la vigencia plena de la justicia social, entronizada en su Constitución de 1919 y reafirmada más tarde por la Declaración de Filadelfia de 1944, en cuyos términos “una paz durable no puede ser establecida más que sobre la base de la justicia social”. Como tan sabiamente expresara Franklin D. Roosevelt en su discurso sobre el Second Bill of Rights (enero de 1944), la libertad individual no puede existir sin seguridad e independencia económica: “los hombres necesitados no son hombres libres: los hambrientos y los desempleados constituyen la substancia sobre las que se erigen las dictaduras”. Con todo ello se vincula la “Iniciativa relativa al futuro del trabajo” –una de las siete iniciativas del centenario de la oit– que, tras una memoria del Director General, fue objeto de discusión en la 102 reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo (2013) y que enseguida el Consejo de Administración respaldó y puso en ejecución. A juicio de Guy Ryder, Director General de la oit, no se trata solo de hacer un seguimiento del proceso de reforma del trabajo sino, de modo aún más comprometido, de “forjar el futuro del trabajo que queremos”. ! 27


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¿EL FIN DEL TRABAJO? #

P O R M A RTA N OV I C K DIRECTORA ORGANIZADORA DEL CENTRO D E I N N OVAC I Ó N D E L O S T R A BA JA D O R E S , I N V E S T I GA D O R A ( C O N I C E T-U M E T )

Paradise (detalle), 2011



Marta Novick

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Todavía

El trabajo sigue siendo la fuente de ingresos de la mayoría de las personas. Frente a posiciones que pregonan su fin se vuelve necesario reafirmar el rol de las instituciones laborales para evitar así la precarización del empleo que desemboca inevitablemente en una profundización de la desigualdad social.

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El trabajo, como señalaba el sociólogo francés Robert Castel, es el “vehículo concreto sobre cuya base se erigen los derechos y deberes sociales, las responsabilidades y el reconocimiento, al mismo tiempo que las sujeciones y coacciones”. También es el principal mecanismo de transmisión a los hogares de la situación de la economía, ya que constituye la fuente principal de generación de ingresos para la mayoría de los individuos. Durante la primera década del siglo xxi en América Latina hemos asistido a una resignificación del concepto de trabajo, al mismo tiempo que a un crecimiento del empleo, sobre todo del registrado en la región. Siendo el continente más desigual del mundo, se ha podido reducir la desigualdad por medio del aumento del empleo de calidad, crecimiento de los salarios reales y una fuerte recuperación de las instituciones laborales; sin embargo, los últimos dos o tres años han sido escenario de una desaceleración de la economía regional y, concomitantemente, de un aumento del desempleo y del trabajo informal. Para hablar de este tema en América Latina no podemos circunscribirnos a lo que tradicionalmente se denomina la situación del mercado de trabajo, analizado a partir de los datos de empleo, desempleo o de las tasas de informalidad y su correspondiente pérdida de protección social. La dinámica del trabajo en la sociedad actual debe analizarse en el marco de un vertiginoso proceso de innovación, de cambio tecnológico, de nuevas fuentes de productividad. Ya no se trata de la economía y de la sociedad que se estabilizan hacia mediados del siglo xx y que construyen mecanismos de productividad y de distribución a partir del trabajo. En la actualidad, surgen nuevas dimensiones y nuevos retos que tallan en la definición de la productividad, de la rentabilidad de los sistemas económicos y en la definición de las relaciones laborales. Vivimos una época en la que el “futuro del trabajo” acecha con nuevas tecnologías, con nuevas modalidades de empleo, con sistemas productivos globalizados que exigen mayor eficiencia y modernización, que plantean desafíos y exigen redefiniciones a las regulaciones laborales, a la protección social y muy especialmente al sistema educativo y a la formación técnica y profesional.


TRABAJO

Paradise (detalle), 2011

Esta nota pretende rescatar la significación del trabajo en esta sociedad latinoamericana, en la que coexisten estrategias y modelos de producción muy heterogéneos, superpuestos y sin uniformidad ni unicidad: no hay un “modelo ideal”. Por este motivo, sigue pendiente el desafío de sentar las bases para un desarrollo económico y social sustentable tanto en lo productivo, en lo social como ambiental. La heterogeneidad estructural de América Latina, la diversidad y la coexistencia de sectores de diferente velocidad y productividad, otorgan a este debate una complejidad mayor. Lo vincula directamente con las dificultades que presenta el modelo actual de desarrollo en materia de ciudadanía, de distribución del ingreso y de equidad. Si bien las políticas sociales y de protección social juegan un papel central en la forma en que el crecimiento económico es redistribuido en la sociedad, la retribución del trabajo sigue constituyendo la principal fuente de ingresos de las personas y, por lo tanto, el nivel y las desigualdades que allí se generen contribuirán significativamente en la evolución de la distribución total de la renta y en la búsqueda de la igualdad. El trabajo debe ser analizado desde un marco multidimensional donde confluyan de manera heterogénea y combinada las políticas macroeconómicas, de comercio internacional, de producción y de estrategias de investigación, desarrollo e implementación tecnológica. La articulación y la coherencia –o incoherencia– de las políticas públicas, la reflexión en torno a economías que operan en base a la economía real o a la especulación financiera, o si predomina en ellas el Estado o el mercado, son factores centrales para ubicar y comprender lo que sucede en el espacio del trabajo y de lo social. Empleo e ingresos no constituyen dimensiones dependientes de las estrategias macroeconómicas –como lo plantea el paradigma ortodoxo económico– sino que integran esa misma macroeconomía conjuntamente con las políticas monetarias y fiscales, por su rol en materia de consumo, de generación de expectativas y, por ende, de inversión. De la articulación de todos estos elementos resulta la conformación de modelos económicos sociales divergentes, pero también de estrategias productivas de cada sociedad en un 31


Marta Novick

momento determinado de su historia. Más allá de esto, cuando se observan los valores y las dimensiones privilegiadas por la población y las principales expresiones de conflicto social –como revelan encuestas realizadas por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (pnud)–, el trabajo y los ingresos constituyen la explicación de más de la mitad de los conflictos sociales. Es importante, entonces, que recuperemos el debate en su visión más amplia y que desterremos definitivamente la idea del fin del trabajo, aún en el marco, de la llamada robotización. Aunque los años por delante traigan sin duda nuevos cambios, la dependencia del trabajo para cada persona y su efecto sobre su bienestar no va a cambiar. Es incumbencia (responsabilidad) de los gobiernos, empleadores, trabajadores y sus organizaciones, a través de esfuerzos internacionales, regionales y nacionales, focalizarse en estos desafíos en el contexto del futuro del trabajo, con el objetivo de promover un trabajo decente para todos.

Todavía

T r a b a j o , d e s i g u a l d a d e i n s t i tu c i o n e s

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La desigualdad, en todas sus dimensiones, ha venido creciendo tanto en el mundo desarrollado como en el mundo ahora denominado “en vías de desarrollo”. Si bien esta tendencia se verifica desde mediados de la década de 1970, en los últimos años, en particular, como consecuencia de la Gran Recesión del 2008-2009, como la denominaron los economistas, la crisis financiera, económica y luego social ha sido aun mayor. Si comparamos los quinquenios 1990-1995 y 2005-2010, a nivel mundial, vemos que solo los países que muestran disminución en la desigualdad están en su mayoría en América Latina: la Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, Venezuela y México y algunos países africanos; mientras que en el conjunto de los países desarrollados se observa un aumento de la desigualdad. Ello, obviamente, no significa que en estos últimos, la desigualdad sea mayor que en nuestra región. De hecho, según la Base Mundial de Ingresos del economista Thomas Piketty (en la que se analiza el porcentaje de concentración de la renta en el 1% más rico de la población en relación al 99% restante) para los pocos países de América Latina en los que hay datos (Argentina, Uruguay y Colombia), las cifras de desigualdad son considerablemente altas. Y en el marco de los países que integran el g20, a partir de los datos de la Organización para la cooperación y el desarrollo Económicos (ocde), Argentina, Brasil y México son los que presentan mayor desigualdad. Como todos sabemos, los condicionantes de la desigualdad son múltiples; sin embargo, estudios recientes de organismos internacionales (oit, ocde, Banco Mundial, etc.) muestran que un factor que ayuda a disminuirla es la dimensión vinculada con empleo e ingresos y, centralmente, la distribución funcional del ingreso (la repartición de la renta entre capital y trabajo). Está demostrado que en esta distribución juegan un rol significativo las instituciones laborales, vinculadas tanto a la calidad del empleo como a los ingresos (salario mínimo, negociación colectiva, inspección del trabajo, derecho a la asociación).


TRABAJO

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El trabajo debe ser analizado desde un marco multidimensional donde confluyan de manera heterogénea y combinada las políticas macroeconómicas, de comercio internacional, de producción y de estrategias de investigación, desarrollo e implementación de tecnologías. Pero este papel de la institucionalidad laboral no es importante solo para el análisis de la desigualdad, sino que también afecta a la innovación y a la productividad. Un economista holandés, Alfred Kleinknecht, compara y verifica que, a pesar de las escasas diversidades en materia de crecimiento del pbi, la dinámica de la productividad y la innovación entre los países más liberales y con menos peso de las instituciones del mercado de trabajo y aquellos con economías denominadas “coordinadas”, donde las regulaciones laborales son más exigentes, presentan diferencias significativas. Los primeros crean algo más de trabajo, aunque más precario: su crecimiento salarial es menor y la productividad por asalariado también es menor. Los resultados de diferentes estudios realizadas por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, Cepal y la oit, señalan que la flexibilidad puede generar, con suerte, efectos positivos de creación de empleo en el corto plazo, pero en el medio y largo ataca y deteriora las condiciones de trabajo, transformándose en una trampa al establecer un círculo vicioso de desempleo y trabajo precario que redunda en un aumento de la desigualdad. Estos análisis muestran que el empeoramiento distributivo tiene mucho que ver con la desregulación del mercado de trabajo, con la pérdida de importancia del poder de negociación de los trabajadores. Por lo tanto, genera sorpresa que volvamos al debate (estudiado y saldado por múltiples investigaciones globales, nacionales y de diversos organismos internacionales) sobre un eventual crecimiento del empleo si se reducen los costos laborales o si se debilitan las instituciones laborales. Creemos que la generación de empleo genuino y de una mayor competitividad para la economía argentina debe darse en base a la innovación y a la inversión. Esta competitividad deberá buscarse en inversiones en ciencia y tecnología, en educación continua de calidad, con el fin de desarrollar habilidades colectivas en el conjunto de los trabajadores y de la ciudadanía. Esta será la competitividad que nos lleve a políticas de desarrollo y de equidad a partir de mejorar la eficiencia del conjunto de las fuerzas productivas y de evitar la segmentación del mercado de trabajo, consecuencia de modelos basados en la disminución de los derechos y en el aumento de la desigualdad. ! 33



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INFORMALIDAD LABORAL Y REGULACIÓN EFECTIVA #

POR LUCAS RONCONI E C O N O M I S TA , D I R E C T O R AC A D É M I C O D E L C I A S I N V E S T I GA D O R D E L C O N I C E T

Guanajuato (detalle), 2013


Lucas Ronconi

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Todavía

La informalidad laboral sigue siendo elevada en Argentina. La leyes no se cumplen y no existen multas para quienes no regularizan a sus empleados. ¿Qué políticas se deben aplicar para que sea posible proteger a través de los códigos laborales a los trabajadores más vulnerables?

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En Argentina tenemos un código de trabajo y seguridad social que apunta a brindarle a todo trabajador un conjunto de beneficios básicos, como un salario mínimo, un ámbito salubre de trabajo, vacaciones pagas, jubilación y acceso a cobertura en caso de enfermedades o accidentes. No somos una excepción, prácticamente todos los países del mundo lo hacen, aunque con diferencias en el contenido. El espíritu de dichas normas es establecer un piso y de esa forma proteger a los más vulnerables. Pero, en algunos países, como ocurre en Argentina, la práctica deja justamente a los más pobres afuera. Por un lado, un tercio de los que trabajan en relación de dependencia quedan excluidos porque el empleador no cumple las normas. Por otro, la economía no crea suficientes empleos, y muchos trabajadores poco calificados no tienen otra alternativa que hacer changas esporádicas y poco remuneradas. Es cierto que existen casos de empleados que acuerdan trabajar “en negro” con su empleador a cambio de mayor salario de bolsillo, o personas que eligen el cuentapropismo para no tener jefe ni horario. La informalidad es un fenómeno heterogéneo. Pero el dato empírico que conviene resaltar es que la gran mayoría de los informales son pobres que desean tener empleo en relación de dependencia registrado y no lo obtienen. En este artículo comenzaré por describir y criticar los fundamentos de los dos principales enfoques que suelen utilizarse en el debate de la informalidad; luego desarrollaré opciones concretas de política pública.


TRABAJO

Para el enfoque neoliberal el culpable central de esta problemática es el código laboral. Según esta visión, el bienestar de la sociedad sería más elevado si se deja que empleadores y trabajadores acuerden libremente las condiciones de trabajo. Se presupone que los mercados están en competencia perfecta; que no hay en la práctica diferencias en el poder de negociación entre dueños y empleados; que los actores son racionales y saben defender su propio interés. De acuerdo con esta visión, cuando un empleador pretende explotar a sus trabajadores pagándoles menos de su productividad, rápidamente los pierde, porque aparece otro que ofrece mayores salarios. La competencia voraz entre empresarios es la que asegura que no existan explotados. Los problemas aparecen cuando distorsiones políticas llevan a que el Estado intervenga aprobando leyes que establecen beneficios laborales que superan la productividad de los trabajadores. En los países en los que las normas se cumplen, dicha ley genera desempleo, mientras que en los países con instituciones débiles se genera mayor informalidad. La visión neoliberal acierta en enfatizar la importancia de la productividad. Es un dato de la realidad que la informalidad en nuestro país se concentra fuertemente entre los trabajadores con baja educación y en forma particular entre los jóvenes poco calificados sin experiencia previa, que en general son los menos productivos. En Argentina, ocho de cada diez trabajadores sin primaria completa son informales, mientras que entre los que tienen título universitario, la cifra es de solo uno de cada diez. ¿Quién está dispuesto a contratar a un trabajador que le genere beneficios por $100 a cambio de pagarle un salario mínimo de $150? Es decir, dictar normas muy alejadas de la realidad no es la solución. Pero esta perspectiva no tiene ni valores humanistas (muchos de sus exponentes han sido complacientes con la esclavitud), ni puede explicar un fenómeno moderno clave: las leyes laborales las han impulsado gobiernos elegidos democráticamente. Los trabajadores, ya sean formales o informales, se encuentren ocupados o desocupados, en su mayoría desean que existan leyes que los protejan. Si las personas saben qué es lo que más les conviene, como presuponen los liberales, ¿cómo puede ser que apoyen normas que, según este enfoque, los perjudican? El segundo abordaje es de inspiración marxista. Según el mismo, el gran culpable de la informalidad es la voracidad de la clase capitalista. El empresariado, ya sea local o extranjero, en su búsqueda insaciable de ganancias explota a los obreros que no tienen otra cosa que su trabajo; les extrae la plusvalía. El capitalismo convierte al trabajo en una mercancía; el trabajo es alienado al arrancarle al trabajador su producto. Se desvirtúa la idea hegeliana de que a través del trabajo el hombre controla la naturaleza, le da forma, y de esa manera se realiza. Uno de los mecanismos que tiene la clase capitalista de extraer la plusvalía es contratar a los obreros por fuera de lo que indica la ley, y de esa forma reducir costos y maximizar ganancias. Si el trabajador se queja, simplemente pierde el empleo, ya que abunda la mano de obra y el capitalista tiene una larga cola de candidatos dispuestos a trabajar en esas condiciones. Para algunos intelectuales latinoamericanos, los informales son el ejército industrial de reserva de un sistema capitalista dependiente. 37


Lucas Ronconi

Todavía

Fama, 2013

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Este enfoque pone énfasis en el poder asimétrico que existe entre capital y trabajo, y las desigualdades que se exacerban a partir de la relación laboral, un gran acierto. Según los datos de Encuesta Permanente de Hogares que realiza el indec en Argentina, el ingreso de las personas ubicadas en el decil más rico es más de veinte veces más elevado que el ingreso de las del decil más pobre, una diferencia muy grande, pero que no refleja la verdadera magnitud del problema ya que el segmento de mayores recursos no está incluido en la encuesta. Lo cierto es que se ignoran al menos dos hechos concretos. Primero, que la división del trabajo genera riqueza material. El tamaño de la torta sería sustancialmente más chico si se eliminara la propiedad privada. ¿Deseamos los argentinos vivir en una sociedad en la que el consumo agregado es más bajo? Segundo, al menos en Argentina, más del 90% de los informales trabaja en pequeñas empresas, en general comercios de barrio; no son las grandes corporaciones las que violan los derechos de los trabajadores. En nuestro país se ha discutido mucho el problema de la informalidad, aunque, a mi parecer, desde posiciones en exceso dogmáticas y parcialmente erróneas como las arriba descriptas. Creo que faltan análisis que ponderen alternativas concretas de política pública. En lo que resta del presente artículo voy a concentrarme en analizar el concepto de regulación efectiva.


TRABAJO

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La informalidad es un fenómeno heterogéneo. Pero el dato empírico que conviene resaltar es que la gran mayoría de los informales son pobres que desean tener empleo en relación de dependencia registrado y no lo obtienen.

“Regulación efectiva” es el conjunto de normas que dicta el Estado y todos los esfuerzos que realiza para que se cumplan. Es decir, incluye tanto la regulación de jure como el enforcement. En el ámbito laboral son los códigos de trabajo y seguridad social, la inspección laboral, el fuero laboral y las multas en caso de incumplimiento. Ciertamente, ambos componentes importan. Sin embargo, la paradoja es que muchos debates no van más allá de discutir la letra de la ley. ¿Acaso es lo mismo, para la realidad concreta de los trabajadores, vivir en una sociedad donde el Estado se esfuerza por asegurar el cumplimiento de las normas, que vivir en una sociedad donde se hace la vista gorda al incumplimiento? ¿Dónde hay mayor regulación laboral efectiva, en la República Democrática del Congo, que tiene el código laboral más protectivo del mundo pero que en la práctica es sistemáticamente violado, o en Canadá, donde las normas son menos protectivas pero se cumplen? A pesar de la relativa obviedad de estos argumentos, en nuestro país los debates suelen girar exclusivamente en torno a la letra de la ley. Por ejemplo, todos los años se discute, y en algunos casos con énfasis, cuál debe ser el monto del salario mínimo vital y móvil. Sin embargo, no se menciona que uno de cada cinco trabajadores gana por debajo del mínimo, y no se discute cómo se hace el enforcement, algo realmente paradójico ya que la política de salario mínimo, al menos en su espíritu, está diseñada para atender a los trabajadores más vulnerables. Fenómenos similares ocurren 39


Lucas Ronconi

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Todavía

¿Dónde hay mayor regulación laboral efectiva, en la República Democrática del Congo, que tiene el código laboral más protectivo del mundo pero que en la práctica es sistemáticamente violado, o en Canadá, donde las normas son menos protectivas pero se cumplen?

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cuando se plantean reformas al código de trabajo. ¿Será que no se habla de inspecciones y multas debido a que el sistema funciona con éxito en Argentina? No. Quiero citar tres ejemplos concretos. Primero, dado que en el ámbito de trabajo la víctima suele conocer al victimario, un eficaz sistema de justicia soluciona muchos de los problemas de incumplimiento laboral. A pesar de que la justicia suele efectivamente fallar a favor del trabajador, en Argentina persiste la informalidad elevada. Una de las razones es que para llegar a la justicia se requiere representación legal y, lamentablemente, los abogados tienden a ignorar a los trabajadores informales más vulnerables (los de menor salario y antigüedad). Son clientes poco atractivos ya que sus ingresos están en función del monto de la demanda. El “efecto descreme” también opera entre los defensores de oprimidos. Segundo, a pesar de que las condiciones de trabajo son en su gran mayoría uniformes para todo el país y dictadas por el gobierno nacional, la facultad de inspección del trabajo reside fundamentalmente en los gobiernos provinciales. Dicha distribución de facultades es inusual para un país federal (en Brasil, el gobierno nacional es responsable tanto de la legislación como de la inspección, mientras que en Canadá ambas dependen de los gobiernos locales). El riesgo para el caso argentino es que genere una “carrera hacia abajo” en la inspección, promocionando la informalidad.


TRABAJO

Atelier Seis, fotocopias color, 2012

Tercero, el gobierno nacional tiene la potestad de inspeccionar y sancionar el incumplimiento con la registración laboral y el pago de aportes y contribuciones a la seguridad social. En apariencia, ha puesto en práctica dos herramientas potentes: el Programa Nacional de Regularización del Trabajo (pnrt), lanzado a fines del 2003, que inspecciona cerca de cien mil firmas por año; y el repsal (Registro Público de Empleadores con Sanciones Laborales), que impide a las empresas listadas acceder a cualquier tipo de subsidio, contrato o crédito de organismos públicos nacionales. A pesar de su aparente severidad, en la realidad no lo son. El sistema brinda un “período de gracia” de diez días en el cual el empleador que incumple con la registración de sus trabajadores –y es descubierto durante la inspección– puede corregir el problema dando la clave de alta temprana y no sufrir ninguna multa. Además, como no existe el concepto de reincidencia en esta etapa del proceso, el empleador tiene los incentivos económicos para evadir los aportes y contribuciones a la seguridad social dado que, si lo vuelven a inspeccionar y encontrar culpable, volverá a tener otros diez días para solucionar el problema y no enfrentar sanción. ¿Por qué hemos diseñado un sistema de enforcement con tantas debilidades? ¿Por qué dedicamos tanta atención a discutir la letra de la ley pero nos olvidamos de considerar su aplicabilidad concreta? Son preguntas complejas, no obstante todo intento políticamente viable de proteger a los trabajadores de más abajo debe enfrentarlas. ! 41


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EMPRENDIMIENTO Y EMPLEO: MITO O REALIDAD #

POR HUGO KANTIS DIRECTOR DE PRODEM, I N S T I T U T O D E I N DUS T R I A , U N I V E R S I DA D NAC I O NA L D E G E N E R A L SA R M I E N T O

Lluvia y Tormento, El Diluvio II (detalle), 2012



Hugo Kantis

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Los emprendimientos ¿constituyen una salida eficaz al desempleo? ¿Se puede hablar de su contribución a la creación de puestos de trabajo? ¿O, en cambio, se trata de una forma específica de supervivencia? Una mirada desmitificadora sobre la situación actual en América Latina.

Las economías de los países de América Latina han experimentado hasta hace pocos años una importante expansión motorizada, en gran medida, por el aumento de la demanda externa de bienes primarios (commodities). No obstante, en los últimos tiempos este impulso externo fue disminuyendo así como también se fue desacelerando el ritmo de crecimiento. En este escenario, una pregunta clave para los países de la región es cómo generar las condiciones endógenas para sostener un sendero de expansión en el mediano y largo plazo que no dependa tan críticamente de factores externos. Es común escuchar los argumentos acerca del rol del emprendimiento como generador de empleo productivo y como fuente de diversificación de nuestras economías. Lo cierto, sin embargo, es que, al hablar de emprendimiento y de las expectativas que podemos depositar en el rol de los emprendedores a la hora de generar empleo, existen mitos que debemos develar. Resulta necesaria una primera aclaración antes de avanzar: el término emprendedor o la actividad emprendedora, para ser más precisos, no solo se refiere a la fase de gestación y creación de la empresa, sino también, en forma extendida, a su desarrollo temprano. La ley recientemente sancionada en la Argentina en este campo incluye a las empresas de hasta siete años, y la mayoría de los estudios académicos suelen denominar como empresa joven a las que tienen hasta diez años de vida.

Todavía

A b r i e n d o l a “c a j a n e g r a” d e l e m p r e n d i m i e nt o

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Ahora bien, ¿contribuyen los emprendimientos a generar empleos sólidos y productivos? A decir verdad, la respuesta dependerá del tipo de emprendimiento. Veamos cómo es esto. Por comenzar, la mayoría de los emprendimientos no presenta una contribución tan positiva como la que señalábamos arriba y esto se debe a varios motivos.


TRABAJO

Por un lado, hay que tener presente que una parte muy importante de quienes inician una actividad emprendedora no consiguen lograr que sobreviva al intento. Y esto tiene que ver con que muchos siguen el camino del emprendimiento porque no tienen una mejor opción. En estos casos puede ser entendido más como una estrategia de supervivencia que como una actividad emprendedora pura por motivaciones positivas. El emprendedorismo sería, en estos casos, una consecuencia de la falta de dinamismo y capacidad de la economía y del mercado de trabajo para ofrecer oportunidades. Además, la mayoría de quienes sí emprenden por deseo no aspiran en realidad a crecer en forma significativa, incluso muchos solo buscan generar un empleo o ingresos para ellos mismos y/o algunos familiares o bien desean crear una empresa de un tamaño tal que no se les “escape de las manos”. El crecimiento no es parte de su objetivo, temen perder el control de la empresa y, además, es común que carezcan de las capacidades y recursos para expandirse de manera importante. Y aun quienes más ambicionan no siempre suelen tener un proyecto potente. En consecuencia, muchos emprendimientos acaban alimentando principalmente el mundo del autoempleo y de las microempresas. Según un estudio de caf-Banco de Desarrollo de América Latina del año 2013, 75% de los empresarios latinoamericanos son titulares de microempresas (versus el 40% en los Estados Unidos) y, en su gran mayoría (tres de cada cuatro casos), se trata de empresas de subsistencia. El citado informe también señala que gran parte de estos microempresarios (más del 70%) comparte las características de un asalariado, en particular de los informales. Por lo tanto, al menos una amplia franja de estos emprendedores deberían ser considerados, según el citado estudio, como desempleados “encubiertos”. Lamentablemente, no suele ser esperable que estas microempresas evolucionen y logren contribuir de manera relevante a la creación de puestos de trabajo de calidad. Estudios en distintos países de la región indican que los autoempleados y los microempresarios suelen permanecer en esa categoría a lo largo del tiempo o incluso volver a ser asalariados. Por ejemplo, las estadísticas provenientes de los registros de empresas de Costa Rica indican que solo el 5% de las microempresas que existían en 2002 pasaron al estrato de pequeña empresa diez años después, en tanto que el 56% había dejado de funcionar. En Chile solo el 7% de las que existían en 2007 consiguieron pasar a ser pequeñas en 2012. Otro tanto puede decirse de los autoempleados, quienes en América Latina representan el 29% de la población económicamente activa (pea), versus el 6% en Estados Unidos. Según el estudio de caf, más de la mitad no desea convertirse en un empleador y apenas un 5% declaró querer contratar a más de cinco ocupados (esto es, salir del mundo de la microempresa). En suma, parece poco verosímil que las microempresas y los autoempleados puedan constituirse en una fuente de crecimiento, generar puestos de trabajo de ingresos de calidad y elevar de la productividad. Por el contrario, lo que domina la escena de la región es la presencia de microempresas de subsistencia, con pocas expectativas de crecer y muy baja capacidad de introducir innovaciones y diferenciar productos y servicios. 45


Hugo Kantis

Entonces, ¿cabe concluir que no es cierto que los emprendedores contribuyen a la creación de empleo y a la diversificación del tejido productivo? ¿Es infundado el optimismo que suele transmitirse al respecto? ¿De qué depende la respuesta? Como anticipábamos más arriba: del tipo de emprendimiento del que estemos hablando. Un primer problema que encontramos es que se suele colocar en la misma bolsa a fenómenos sociales y económicos bien diferentes: los autoempleados, los microempresarios y los emprendimientos orientados al crecimiento. Los estudios internacionales que indican que los emprendedores que lideran empresas jóvenes contribuyen decisivamente a la generación neta de puestos de trabajo destacan también que existe un segmento de empresas jóvenes que algunos autores llaman “de alto crecimiento o de alto impacto”. Esta pequeña porción de empresas explican la mayor parte del empleo que crean sus colegas de la misma edad. Según nuestros estudios, menos del 10% de las empresas con cinco años de vida confirma la mitad de los puestos de trabajo. En América Latina es común utilizar el término “emprendimiento” o “nueva empresa dinámica”, un concepto que he propuesto a inicios de 2000 y que ha tendido a generalizarse, especialmente entre los gobiernos que implementan políticas orientadas a fomentar el surgimiento y desarrollo de este tipo particular de iniciativas. Este concepto se apoya en investigaciones que hicimos desde la universidad y Prodem con el Banco Interamericano de Desarrollo en siete países de la región, cuatro del este de Asia, más Italia y España. La definición incluye a todos los emprendimientos con potencial de convertirse en (al menos) una nueva pyme con posibilidad de seguir creciendo al cabo de esos primeros tres o cuatro años de vida, período en el que se verifica la mayor tasa de mortalidad empresarial. Las evidencias aportadas por nuestros estudios indican que las nuevas firmas dinámicas suelen ser fundadas por equipos que cuentan con vocaciones, aspiraciones y competencias que les permiten crecer y apalancarse en redes de contactos valiosas para llevar adelante propuestas de interés basadas en la diferenciación, la innovación y/o en oportunidades de negocios orientadas a capitalizar tendencias económicas eficientes y escalables. En el caso concreto de Argentina, quienes han liderado el proceso de estímulo de empleo y de empresas a la salida de la crisis de 2002 han sido los emprendedores; luego se sumaron las demás firmas. De hecho, protagonizaron un boom de natalidad empresarial que se prolongó durante varios años. Además, áreas basadas en el conocimiento, como el software, se expandieron con fuerza gracias a los emprendedores del sector. Otro tanto se verifica en actividades como la biotecnología y las intensivas en ingeniería. Cuando uno observa la antigüedad media de estas organizaciones nota con claridad que están, en una gran mayoría, conformadas por jóvenes.

Todavía

Un a p e l í c u l a d e h é r o e s , e q u i p o s y s i s t e m a s

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Otro mito asociado con los emprendedores es que ellos son una suerte de héroes, personas extraordinarias con talento sobrenatural. El conocimiento académico


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Transfiguraciรณn en Notre-Dame de Paris (detalle), 2012

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Hugo Kantis

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disponible sobre el tema indica que se trata de otra falacia, al menos cuando es planteada de forma tan limitada. Sin desconocer la importancia de la dimensión personal en todo proyecto existencial, como es el caso de cualquier emprendimiento, el enfoque ha ido mutando en el tiempo. Los estudios realizados desde la psicología, con foco en los atributos de personalidad de los emprendedores, han sido desplazados por el abordaje de procesos, dedicado a entender cuáles son las fases de toda iniciativa. Y, más recientemente, se ha tendido a generalizar el enfoque sistémico, propuesto por nosotros, desde Prodem, en los primeros años de la década anterior, poco antes de que se comenzara a hablar de “ecosistemas” de emprendimientos a nivel internacional. Esta perspectiva plantea que el surgimiento de estos emprendimientos dinámicos requiere de un contexto fértil para que estos procesos tengan lugar. Existen en especial diez dimensiones clave que dan cuenta de los diferentes factores sociales, culturales, económicos y políticos que afectan no solo su creación y desarrollo. Estos aspectos decisivos se agrupan en torno a tres ejes conceptuales: el capital humano emprendedor y los factores que explican su formación; el espacio de oportunidades de negocios y los componentes que inciden sobre el mismo; y, por último, las causas que facilitan o inhiben la concreción y desarrollo de los emprendimientos. En primer lugar, en cuanto al capital humano emprendedor, podemos afirmar que está influido por diferentes cuestiones entre las que se destacan el conjunto de valores y creencias que moldean la cultura de la sociedad. Del mismo modo, el perfil de las familias en donde las personas nacen y crecen, representado por las condiciones sociales, influye en la formación de valores y actitudes y en el acceso a las oportunidades. Por último, un elemento para destacar en esta etapa de formación de emprendedores es el rol del sistema educativo, no solo en lo que se refiere a la adquisición de conocimientos técnicos sino también al estímulo de vocaciones y competencias emprendedoras. Más tarde, en la adultez, las empresas en las que las personas trabajan completarán una trayectoria de aprendizaje continua. El enfoque sistémico también considera aquellos aspectos que influyen sobre la existencia de oportunidades de negocios, incluyendo a las condiciones de la demanda, como por ejemplo el tamaño y dinamismo del mercado. También es determinante el perfil de las empresas que conforman la estructura empresarial dado que, a través de sus necesidades, pueden generar oportunidades de negocios de alto potencial que den origen a nuevas organizaciones. Finalmente, están las actividades y resultados verificados en el campo de la ciencia y la tecnología, y su vinculación con el sistema empresarial que permite transformar el conocimiento en innovaciones. Es decir, la plataforma de ciencia y tecnología para la innovación (plataforma de cti). El último eje incluye aquellos factores que hacen a la conversión de los proyectos en empresas y su posterior desarrollo. Es fundamental que estos emprendedores


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Parece poco verosímil que las microempresas y los autoempleados puedan constituirse en una fuente de crecimiento, generar puestos de trabajo de ingresos de calidad y elevar de la productividad. Por el contrario, lo que domina la escena de la región es la presencia de microempresas de subsistencia, con pocas expectativas de crecer y muy baja capacidad de introducir innovaciones y diferenciar productos y servicios.

accedan a una oferta apropiada de financiamiento para crear y hacer crecer sus iniciativas. Pero también es importante la existencia de capital social, es decir, de relaciones de confianza que faciliten la construcción de redes de contacto con otros actores relevantes (empresarios, instituciones, etc.) y el acceso a los recursos. Por último, el proceso de emprendimiento se ve afectado por el contexto de políticas y regulaciones que, por acción u omisión, acaban incidiendo sobre los emprendedores y sus empresas. En suma, es hora de pasar del enfoque del “emprendedorismo utópico” al del “emprendedorismo científico”, esto es, desde aquel que desconoce los mitos develados aquí hacia otro que encuentra respaldo en las teorías y evidencias empíricas que son fruto de la investigación rigurosa. De esta manera, será posible avanzar hacia el diseño de políticas que tengan mayores chances de tener impacto sobre el desarrollo económico y social. Los autoempleados y los microemprendedores con proyectos de subsistencia precisan ser apoyados, así como también los emprendimientos con potencial dinámico y las empresas jóvenes con proyección. Pero las expectativas y resultados que cabe esperar de la actividad de cada uno son diferentes. Como también lo son los objetivos, los instrumentos y las capacidades y recursos de las instituciones que trabajan en su apoyo. Trabajar con todos ellos de manera indiferenciada es una excelente manera de hacer un pésimo uso de los recursos públicos. Del otro lado, los principales beneficiarios de las políticas que comprendan estas diferencias son las personas y familias que están por detrás de estas actividades, como también las sociedades en las que ellos viven y sueñan. ! 49


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M I GU E L R O T H S C H I L D NAC I Ó E N B U E N O S A I R E S E N 1 9 6 3 . E N 1 9 9 0 , D E S P U É S D E T E R M I NA R L A C A R R E R A D E B E L L A S A RT E S , P R E S E N TÓ E N E L C E N T R O C U LT U R A L R E C O L E TA S U P R I M E R A M U E S T R A I N D I V I D UA L A T O DA S L A S M UJ E R E S Q U E M E H I C I E RO N S U F R I R C O M O UN P E R RO . O BT U VO U N M Á S T E R E N L A U N I V E R S I TÄT D E R KÜ N S T E D E B E R L Í N A C A R G O D E R E B E C C A H O R N. E N E SA C I U DA D R E S I D E H AC E 2 5 A Ñ O S . E N S U T R A BA J O R E C U R R E A M AT E R I A L E S D I V E R S O S Y C O N F R E C U E N C I A A L A FOTO G R A F Í A C O M O S O P O RT E . L E G US TA T R A B A JA R C O N O B J E T O S C O T I D I A N O S Y DA R L E S U NA C O N N OTAC I Ó N D I V I NA , A S Í C O M O TA M B I É N C O N V E RT I R E N P R O FA N O L O SAG R A D O. S U E L E H AC E R R E F E R E N C I A S A L A H I S TO R I A D E L A RT E , A L A I C O N O G R A F Í A C R I S T I A NA , A M I TO S Y L EY E N DA S B Í B L I C A S PA R A T R A N S M I T I R C O N T E N I D O S Q U E LU E G O R EV I E RT E , M OV I É N D O S E E N U N E S PAC I O E N D O N D E L O R E A L P U E DA C O N F U N D I R S E C O N L O FA N TÁ S T I C O Y V I C E V E R SA . R E A L I Z Ó N U M E R O SA S E X P O S I C I O N E S I N D I V I D UA L E S Y C O L E C T I VA S D E S D E 1 9 9 7 E N A D E L A N T E . F U E P R E M I A D O TA N TO E N A R G E N T I NA C O M O E N A L E M A N I A Y S U O B R A FO R M A PA RT E D E R E C O N O C I DA S C O L E C C I O N E S D E A RT E C O M O L A D E L M US E O D E A RT E M O D E R N O D E BU E N O S A I R E S , L A D E L M US E O D E A RT E L AT I N OA M E R I C A N O D E B U E N O S A I R E S Y L A D E L A F U N DAC I Ó N D E L PAT R I M O N I O C U LT U R A L P RUS I A N O. E S A RT I S TA D E L A GA L E R Í A RU T H B E N Z AC A R ( BU E N O S A I R E S ) .

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ciudades

Memorias de La Antigua

Entre la crónica de una celebración religiosa y los recuerdos de la infancia y la adolescencia, se presenta una mirada sobre esta ciudad guatemalteca, sus ruinas, terremotos y volcanes, grabados en la memoria como un tesoro latente entre pobladores y viajeros.

" POR MÉNDEZ VIDES Escritor y Académico guatemalteco


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Guardianes de ruinas

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La Antigua duerme despierta en el Valle de Panchoy, rodeada por una cadena de montañas y volcanes, bajo el techo azul intenso. El 29 de julio de 1773 el terremoto de Santa Marta destruyó en segundos el conjunto nutrido de edificios barrocos donde se murmuraba en latín y olía a incienso. La huella de la catástrofe aún permanece abierta, supura por los muros rajados, cúpulas rotas, frisos descascarados y cornisas incompletas. Los escombros son la memoria del poder de la Naturaleza, de la insignificancia humana y de nuestra misión asumida voluntariamente de guardianes de ruinas. El Centro Histórico de La Antigua es una cuadrícula de siete calles por siete avenidas, que giran alrededor de una plaza central encabezada por la catedral en ruinas. La primera capilla es la única que está activa, y lo que queda está derruido. Además, hay cinco conventos, nueve monasterios y veintiún restos de templos y ermitas, hoy preservados de la imaginación de los niños, quienes ya no pueden entrar con libertad a explorar la destrucción barroca de los conquistadores. La obra del gobierno es menos profusa, apenas cuatro edificios. Abundan, eso sí, los palacios privados, casas muradas de apariencia exterior discreta que por dentro envuelven corredores infinitos y jardines de rosas y naranjales. Recuerdo el discurso de cierre de la campaña política de un candidato por la alcaldía en el parque central, frente a un reducido grupo de vecinos, cuando prometió que construiría más ruinas para atraer turismo si votaban por él. Como perdió, se dedicó a la compraventa de antigüedades. A sus manos fue a parar el piano vertical apolillado de mi familia, impidiendo que contaminara el resto del mobiliario, machihembre y vigas del techo. Después de todo ya no sería útil, puesto que, días antes, cuando acudí a la casa del maestro para tomar mi primera

lección del dichoso instrumento, me topé con un crespón negro en la puerta de ingreso y el lugar cundido de personas vestidas de luto. Me dieron a tomar un sorbo de agua de rosas, y adiós piano. Termina el empedrado del límite urbano y brota el olor a tierra. El montón de niños pasamos frente a San Jerónimo a toda carrera, en palomilla, huyendo del maestro de caligrafía que dormitaba hipnotizado observando el paso de las parrillas de las camionetas cargadas de canastos y bultos de mercadería frente a La Merced. El reto fue cruzar el arco de La Recolección, esa frágil estructura que se salvó del terremoto doscientos años antes. Saltamos sobre las inmensas piedras armadas de ladrillo, que vegetaban en el mismo punto donde cayeron para el cataclismo. Lagartijas y culebras se escurrían entre los agujeros hacia sus guaridas, esos rincones oscuros que quizá todavía guardan tesoros de oro o madera. Un vagabundo nos espantó porque estábamos invadiendo su territorio, pero no nos detuvimos y escalamos la base del monumento. Desde abajo se percibía inmenso, lo que frenó el impulso de golpe, al intuir el peligro. A principios del siglo XX, ese era exactamente el sitio elegido por el club de los niños suicidas para realizar su obra de arte. Las autoridades recubrieron los puntos de apoyo con alambre de púas, para evitar un nuevo atrevimiento. El más aguerrido entre nosotros se animó y fue deslizándose de rodillas por el angosto paso, sin perder el aplomo, pálido al llegar a la parte más elevada y frágil del arco, la sección que se derrumbó durante el bamboleo del terremoto de 1976. Recuerdo que fui personalmente a comprobar la noticia de su destrucción a la mañana siguiente, y sentí un profundo malestar en el estómago. Pero el valor se aplaude y el riesgo no es nada. A nuestro victorioso amigo le costó un triunfo cambiar de postura para llegar al final, pasó de gato a niño en deslizadero. Llegó adonde estábamos nosotros


sudando frío y todos le estrechamos la mano con admiración. Yo quise ser el siguiente. Repetí sus pasos y modo gatuno. Me rompí el ruedo del pantalón en el alambre espigado. Avancé hasta quedar a un par de metros de la cumbre estrecha, donde sentí la superficie alisada por el musgo de los pasados inviernos. Quise agarrarme de la piedra, pero no la encontré firme. Estuve a un punto de alcanzar la gloria, como cuando el caballo le advirtió a Aquiles que vencería en la batalla contra Héctor, pero después perecería. Así que me acobardé y reculé humillado. Quienes no se habían atrevido festejaron mi intento y el vencedor me agradeció la deferencia, porque estuve a punto de eclipsar su hazaña. Aún me arrepiento de aquella debilidad, pero tras la destrucción del arco por el terremoto también sentí cierto alivio, como cuando se llevaron el piano, o los libros en cuatro idiomas que fueron regalados a la iglesia de San Francisco en el instante en que la muerte signó la fragmentación del inmueble. Quedé excusado de la fineza y la erudición.

El paisaje volcánico Vivo en un fragmento de la casa original de mis ancestros, la octava parte, frente a la iglesia de San Francisco el Grande. En el techo dispongo de un altillo de observación de las cúpulas sobrevivientes y los volcanes. Al suroriente se divisa la única salida natural del valle, la puerta que forma la media luna del Volcán de Agua (Hunahpú) y el de Fuego, denominado así porque está activo quizá desde el período cuaternario; no tiene vegetación alrededor del cráter, es de color azul y ferroso por los minerales. El coloso sorprende de vez en cuando mientras camino por el Tanque de la Unión, dejándome extasiado ante la expulsión de la fumarola que dura apenas un instante, o que luego, en la oscuridad, se vuelve antorcha. Lo común es que se disipe rápido el efecto, para que nadie más aprecie el milagro. Al poniente, unido al ardor de Vulcano, se alza la cumbre inactiva del volcán de Acatenango, y luego los picos del cerro Pablo, con sus claros de maizales que me albergaron en mis días de campamento 53


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lunar, cuando exploraba las rutas sinuosas de caminos angostos formados por el paso de los venados huyendo de las escopetas de los cazadores. En la vertiente opuesta e invisible queda Yepocapa, el poblado que ha sido destruido varias veces por la ceniza de las erupciones, por los terremotos que se quedan grabados en la memoria con sus tumbos y escombros de adobe, paja y leche; y también por la guerra perdida, porque esa fue la ruta clandestina que tomaban los muchachos iluminados para unirse al movimiento insurgente cuando partían a morir en silencio, dejando el cuerpo en cruz por donde el sol se esconde. Recorro la muralla de cumbres, y mi mirada se topa con la cruz de Santiago, con los techos entre quiebracajetes del Hato, la vegetación húmeda del denso monte del Cucurucho, hasta retornar a la inmensidad del más hermoso de todos los accidentes de la tierra, el Volcán de Agua, que, según me enseñaron en la escuela, está en el tercer patio de mi vivienda. A sus alturas ascendí cuatro veces en la adolescencia, impulsado por la emoción de caminar de noche, con

una linterna, luego de apuntarme en Santa María de Jesús, en el libro de Caronte, comprometiéndome a no perderme y regresar. Recuerdo que llegábamos moribundos al cráter, muertos de frío y sofocados, arrastrándonos por los pajonales para alcanzar a tiempo la cima y presenciar el amanecer: al sur, la línea marítima perfecta del Océano Pacífico y, al norte, las cúpulas blancas de los templos en ruinas de mi ciudad natal y la cordillera azul poblada de nubes. Se respiraba el infinito, tan cercano a la idea de la experiencia de lo sublime.

Procesiones solemnes Nuestra principal costumbre heredada es la celebración de la Pasión de Cristo, en cuaresma, con la gravedad espiritual y la fiesta pagana, porque el paso del Nazareno cada domingo frente a la ventana de la casa, seguido de una banda solemne y desafinada interpretando marchas fúnebres, se nos mete a los cuidadores de ruinas en las venas y en lo recóndito del cerebro.


ciudades

& No importa en qué parte del

mundo estemos, los antigüeños regresamos a casa en esas fechas atraídos por el aroma

del corozo, la música, la comida y la protección que nos brinda la memoria.

No importa en qué parte del mundo estemos, los antigüeños regresamos a casa en esas fechas atraídos por el aroma del corozo, la música, la comida y la protección que nos brinda la memoria. Allí estamos juntos con Mariel y nuestras hijas, a quienes recuerdo de pequeñas corriendo fascinadas para no perderse los instantes supremos. Hay momentos tristes cuando se me aparece fugazmente en la ventana la imagen materna borrosa, en el instante preciso cuando se persignaba y derramaba lágrimas ante el paso del Nazareno del Perdón, el Jueves Santo. Crecí en una casa grande que se llenaba de familiares en las fechas imperdibles de los tamales de maíz y comercio cerrado. Todos debíamos apretarnos para dar espacio a los visitantes. Mi habitación daba a la calle, y no dormía la noche de Miércoles Santo, emocionado, presenciando a ratos desde la ventana el proceso de confección de la alfombra de aserrín que don Venancio, el vecino de enfrente, realizaba cada año con una multitud de ayudantes 55


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a quienes mantenía despiertos y animados circulando octavos de aguardiente. Ellas trabajaban toda la noche y, según cómo hubiera resultado el año en ventas –porque era comerciante–, destinaba más o menos recursos a su ofrenda. Hubo un año en que la alfombra fue apenas un tapete discreto, pero otra vez la ofrenda se extendió a lo largo de toda la cuadra, más allá del respeto de las dimensiones de la propia fachada. La alfombra efímera quedó terminada minutos antes de la llegada del cortejo, cuando, totalmente deslumbrados, de rodillas ante el paso del andar humilde del Nazareno del Perdón, vimos cómo –en lo que dura la interpretación de la marcha procesional por los músicos que van cargando sus instrumentos, como la cruz, detrás del andar del Crucificado– quedaba destruida la belleza barroca. Don Venancio falleció y la tradición se esfumó. Pero hace más de un cuarto de siglo nosotros propusimos reanudar la costumbre y, el quinto domingo de Cuaresma, frente a la casa, elaboramos una alfombra tradicional, obligadamente barroca, para adornar el paso del Jesús de la Caída de San Bartolo, en la que invertimos meses de preparativos. La casa rebalsa de familiares y amigos dispuestos a estar catorce horas arrodillados sobre puentes de madera o sobre el empedrado histórico, llenando los moldes de colores. Todos unidos en un acto tradicional que nos amarra. Cuando queda terminada la alfombra, fumo un habano apreciando el resultado y trato de dormir unos minutos, hasta que me alerta el sonido de las fanfarrias de los romanos anunciando que ya viene la procesión. Es entonces cuando tomamos las calles, las ventanas, el techo, y esperamos juntos bajo el sol del mediodía el momento prodigioso del paso solemne del cortejo. Cada Viernes Santo se aparecen los amigos por la casa, artistas, escritores, periodistas; unos creyentes y otros ateos. Después de despedir al último Nazareno

de la temporada y el primer Santo Entierro, nos vestimos todos con la túnica negra y vamos en palomilla, como niños con canas, a cargar la inmensa procesión de la Escuela de Cristo.

Raíces li terarias En La Antigua se rinde tributo a la muerte, a la Pasión, por eso blanqueamos los mausoleos que adornamos con cartuchos blancos y helechos verdes cada primero de noviembre, en el cementerio de San Lázaro, que da al poniente, como la vejez. Junto a la lápida de los cargadores está puesto con una tachuela el turno temporal del año o fijado en cerámica el signo permanente de su Hermandad. Así también, rendimos culto a la Literatura, porque la nuestra es tierra de poetas y escritores, como el cronista Bernal Díaz del Castillo o el poeta Rafael Landívar, para quienes la vida fue una aventura de ida y vuelta. Bernal vino de España a morir en La Antigua como viejo ignorado, guardando su obra inédita, que jamás imaginó se convertiría en nuestro Quijote, la gran novela de aventuras de un soldado que quedó solo en tierra extraña, pródiga y rica, masticando la epopeya de la conquista: Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Landívar, por su lado, fue desterrado, navegó buscando un puerto amigo y quedó enterrado en su inmenso poema en latín al estilo de Virgilio: “Rusticatio Mexicana”, para que no pudiéramos encontrar sus restos ni entenderlo, dándonos la espalda como sombra, como pasado, porque el terremoto de Santa Marta destruyó la patria y la política de la Iglesia lo llevó a perecer en la frialdad de un palacio en Bolonia. Ilustres antecesores, salve. A mí me tocó nacer en La Antigua, un hecho accidental, y aquí habrán de enterrarme; digo, si me sucede lo mismo que a todos, aunque siempre cabe la posibilidad de ser inmortal. •



música

FORRÓ Y MASCULINIDAD EN EL NORDESTE BRASILEÑO

" P O R F E L I P E T RO T TA U n i ve r s i d a d Fe d e r a l F l u m i n e n s e " ARTISTA INVITADA FLORENCIA CAPELLA


Durante las últimas décadas, la música tradicional del sertão ha sido incorporada a la cultura pop de las ciudades. E7e desplazamiento abre nuevos horizontes musicales y revela di7intas formas de narrar el universo rural, al mismo tiempo que mantiene uno de los rasgos con7itutivos de su identidad: la virilidad, la capacidad de seducción y resi7encia.

La región del nordeste brasileño –integrada por nueve de los veintiséis estados de la federación– es relativamente reciente en la geografía nacional. Su trazado comenzó en la segunda mitad del siglo XIX y cobró fuerza durante los tres primeros decenios del XX. La “invención del nordeste”, como la define el historiador Durval Muniz de Albuquerque Jr., se intensificó con el movimiento regionalista de la década de 1920, a medida que las elites económicas, políticas, intelectuales y artísticas locales fueron forjando diversas referencias al nordeste y la nordestinidad. El movimiento buscaba revertir la decadencia económica y política de la región mediante una estrategia de valorización de ciertos elementos característicos. Esos elementos, primordialmente fundados en la economía agraria, constituyeron el punto de convergencia para la construcción del imaginario del sertão, a su vez articulado con el “flagelo de la sequía”. De este

modo, el sertão –figura que atraviesa prácticamente todas las representaciones del nordeste en la narrativa, la poesía, la pintura, la fotografía, los discursos políticos, la literatura de cordel y la música– se transforma en eje unificador de la región y vector de su invención. El sentimiento de nordestinidad reposa en la clasificación de un tipo humano específico, habitante de la región: el nordestino. Aclimatado a un ambiente natural hostil en su lucha por la supervivencia, el sertanejo será un personaje clave en esta construcción que se materializará en variantes tales como el vaquero, el migrante que huye de la sequía, el asaltante de caminos, el pistolero al servicio del hacendado, el beato, el coronel, el labrador explotado. Todos tienen en común su origen geográfico y su condición de “machos”, también indivisiblemente asociada a la identidad regional. Las representaciones 59


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estereotipadas del sertanejo nordestino valoran sus atributos de coraje y resistencia para enfrentar las innúmeras adversidades del sertão que lo acechan día a día: la naturaleza cruel, la explotación, la sequía, la pobreza, el hambre, la violencia. En la música, las múltiples asociaciones entre sertão y nordestinidad alcanzan circulación masiva a nivel nacional a partir del éxito, en los años cuarenta, de Luiz Gonzaga, compositor que inaugura la narrativa musical del nordeste con referencias constantes a la naturaleza (el sertão) y al hombre de campo (el sertanejo). En la figura pública de Gonzaga convergen diversos rasgos de la masculinidad sertanera nordestina que construyen un imaginario musical de enorme expresividad y potencia afectiva que irá creando incluso un género musical: el baião, luego rebautizado forró. Entre esos rasgos cabe mencionar su acento característico, su voz contundente, el uso de expresiones regionales, su indumentaria y las detalladas imágenes que describen las letras de sus canciones. En el aspecto sonoro, la música nordestina y masculina de Luiz Gonzaga está imbricada con el sonido de su acordeón. Inventado en la primera mitad del siglo XIX en Europa, el acordeón llegó al nordeste brasileño hacia fines de ese siglo y se popularizó en el sertão en su formato más rústico, de 8 bajos, con el cariñoso apelativo de sanfona.1 Instrumento versátil, que transita con desenvoltura valses, tarantelas, tangos, choros y xaxados, la sanfona poco a poco define la sonoridad principal del forró de Luiz Gonzaga, que al establecerse en Río de Janeiro cambia los 8 bajos por el acordeón a piano (120 bajos) y sedimenta un repertorio de canciones que se tornarán sinónimo de “música nordestina”. Gonzaga, hijo de

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1 En Brasil sanfona es un término que se usa para designar al acordeón a piano sertanejo. En español la palabra zanfoña se utiliza para referirse a un instrumento musical de cuerdas, parecido a una viola. [N. de T.]

un reconocido sanfoneiro de la región de Araripe, al migrar a la entonces capital del país, comienza a tocarla incorporando el swing del fungadinho, fusionándolos. La sanfona fungada y mixturada será tema de varias letras y matriz de la mítica del sanfoneiro, quien, con el instrumento pegado al pecho, tendrá una suerte de continuidad atávica con él. El movimiento rápido del fuelle (“resfolego”, resoplido) es una invitación al baile y a la seducción, moldea insinuaciones y metáforas entre el sudor, la proximidad de los cuerpos en la danza, la respiración y el insinuante vaivén ritmado de la sanfona. Muchas veces, en el repertorio de Luiz Gonzaga, la sanfona deviene personaje con atributos humanos e incluso puede llorar (Sanfoninha choradeira, 1984), gemir (Fole gemedor, 1964) y sentir. Una idea recurrente en la construcción del imaginario del sanfoneiro es su legendaria resistencia para “tocar toda la noche”. Dado que la fuerza física y la bravura son atributos asociados a la identidad nordestina, el sanfoneiro que anima fiestas debe tener energía suficiente para aguantar la sanfona y garantizar la fiesta. La resistencia es termómetro de la calidad del evento y de la capacidad del músico para desplegar el fuelle. Impulsado por lo disoluto de la danza, el forró se consolida como fiesta, como lugar de sociabilidad, como repertorio cultural, como afirmación de identidad regional y como acto de compartir (y procesar) códigos culturales en tránsito, en conflicto. En ese espacio social, lo nordestino alcanza una sonoridad basada en una figura masculina estereotipada, fuerte, resistente y corajuda, que matiza los elementos constitutivos de la identidad regional. Sanfoneiro macho, uno de los últimos LP de Luiz Gonzaga, grabado en la década de 1980, define claramente esta afirmación de masculinidad al establecer, ya desde el título, una asociación entre la masculinidad del sanfoneiro y la idea de la pertenencia nordestina.


música

Sanfona y forró conforman una simbiosis tan poderosa que la vertiente electrónica del género no prescinde de ese legendario instrumento cuando, a comienzos de los años noventa, busca reconstruir las bases de la vinculación entre forró e identidad nordestina. En el primer disco de Mastruz com Leite –Arrocha o nó (1991)– suena constantemente una sanfona vigorosa, presente en acompañamientos, introducciones y contracantos. Pero, al mismo tiempo, la banda usa teclados, saxofones y guitarras folk. Esta heterodoxia tímbrica se relaciona con el enorme éxito a nivel nacional de la música sertanera del centro oeste y sureste del país, que alcanzó protagonismo en el mercado musical a partir de la década de 1980 con los dúos Chitãozinho & Xororó y Leandro & Leonardo. El surgimiento de estas nuevas formas de narrar el universo rural está estrechamente conectado con una jerarquía de valores en

la que lo urbano y lo moderno asumen la posición de prestigio en detrimento de lo agrario arcaico que, de este modo, queda constreñido a la noción de atraso. En un mercado cultural globalizado y orientado a lo joven, la idea de modernización deviene en necesidad latente. El vaquero, el peón y el sertão ya no son necesariamente exclusivos de la identidad nordestina y pasan a ser referentes jóvenes, articulados con el universo del mundo pop pero con permanentes referencias al imaginario rural modernizado. La negociación de sonoridades es también una negociación de valores, de referentes, de cosas compartidas y experiencias vividas, de modelos de sociabilidad y de identificaciones. La oposición entre un forró basado en la sanfona y un forró sonoramente más variado no es una mera cuestión de preferencias estéticas; es también un contraste entre estilos de vida y referencias culturales profundas: entre lo 61




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tradicional y lo nuevo, entre lo consagrado y lo reciente, entre lo “familiar” y lo “joven”. En otras palabras, la sanfona va perdiendo poco a poco parte de su fuerza simbólica y la capacidad de encarnar en su sonido la articulación entre identidad nordestina y masculinidad. Esta tendencia a la “desanfonización” del forró se intensifica a fines de la década de 1990, cuando nuevas bandas comienzan a entrar en escena y afirman todavía más las referencias sonoras del mundo pop (uso de teclados, baladas románticas, mega eventos, etc.) y la música sertanera (indumentaria country, sombreros de cowboy, canto en tercera, énfasis temático en los rodeos y la reunión del ganado en los últimos meses del invierno). La cultura del cuero y los sonidos de la sanfona ya no representaba el universo country de los peones modernos. La sonoridad de los metales –auxiliados por una banda pop (bajo,

guitarra, batería, eventualmente teclados) y una sanfona de escaso protagonismo– será la base del nuevo imaginario forrocero nordestino, sin nostalgia del pasado ni culto al sertão inocente y sufrido; un nordestino pop, moderno, del litoral, de las playas, de la alegría, de la resistencia, de la bravura, de la machada. El ideal de masculinidad nordestina procesado por el forró “electrónico” busca apartar al sentimiento de nordestinidad de referente rural y sertanejo, ahora entendido como algo “del pasado”. Sin embargo, sería simplista imaginar que estamos ante un proceso de sustitución del estererotipo de identidad sertanera tradicional –al son de la sanfona– por la referencia transnacional del pop –con acompañamiento de metales–. Los dos modelos conviven y comparten espacios sociales y simbólicos en el nordeste contemporáneo, con mayor o menor grado de enfrentamiento y/o conciliación. Artistas como Jorge do Altinho


música

Dado que la fuerza física y la bravura son atributos asociados a la identidad norde7ina, el sanfoneiro que anima fie7as debe tener energía suficiente para aguantar la sanfona y garantizar la fie7a. La resi7encia es termómetro de la calidad del evento y de la capacidad del sanfoneiro para desplegar el fuelle.

o Geraldinho Lins atraviesan sonoramente el “camino del medio” con fuertes alusiones a la sanfona y narrativas de nordestinidad joven y urbana, sonorizada a máximo volumen y con vigorosos metales. Por otro lado, algunos artistas consagrados en el mercado musical como Santana, Flávio José o el compositor Xico Bizerra luchan (el verbo es pertinente) por la valoración del referente idílico de la identidad nordestina, rechazan los nuevos imaginarios y utilizan la sonoridad de la sanfona de una manera casi ortodoxa. Al mismo tiempo, las bandas de forró electrónico (Aviões do Forró, Calcinha Preta y Saia Rodada) niegan con vehemencia el referente sonoro de la sanfona y apuestan a la narrativa de un nordeste cosmopolita y joven, en sintonía con el pop internacional y sus referencias sonoras y conductuales. A pesar de estas distintas formas de negociación de la identidad nordestina, no es arriesgado afirmar

que todas se apoyan en la noción de virilidad y resistencia masculina como territorio seguro de afirmación de la nordestinidad. La condición de macho y de nordestino es continuamente mencionada en las letras y sonorizada con instrumentos de gran potencia (sanfona o conjunto de metales). El nordestino, como afirma Albuquerque Jr., es un “macho hiperbólico” que “toca en cualquier tono”, durante toda la noche, y seduce, conquista y resiste. En tanto identidad regional masculinizada, la nordestinidad se presenta a sí misma como “machada”. El sanfoneiro tradicional (y su voluminoso instrumento) comparte códigos viriles con el varón joven que ostensiblemente aborda hembras en las fiestas pop del forró electrónico. Ambos son construcciones estereotipadas de un imaginario cultural que vincula, rimando, el nordeste con los machos del sertão, conquistadores de tierras y mujeres. • 65


música

Músicas en Paraguay

" P O R RO D O L F O E L Í A S I n ve s t i g a d o r y d o c e n t e , F L A C S O , Pa r a g u a y " FOTOGRAFÍAS LETICIA LÓPEZ


Desde el ceremonial de las misiones jesuíticas hasta la proliferación y desarrollo del jazz y del rock urbanos, en el repertorio paraguayo conviven productivamente las influencias de otras regiones y una renovación constante de los sonidos autóctonos de las polk as, el arpa y los cantos llorosos.

Lejos de ser considerada un conjunto homogéneo, resultado de un traye"o lineal, la cultura desarrollada en el Paraguay debe ser encarada como un complejo de procesos diferentes; cabe, pues, hablar más de “culturas”, en plural, que de una sola cultura, aun enriquecida e!a con la diversidad de sus expresiones. TICIO ESCOBAR

La historia cultural y musical de Paraguay es amplia y compleja. Un análisis general requiere una mirada sobre diferentes expresiones musicales presentes en su historia y en su territorio. Ellas abarcan desde la cosmofonía del mundo indígena; las creaciones populares de la música paraguaya que parten de las corrientes tradicionales del folklore muy ligadas al proceso de colonización; formas actuales que se desarrollan en el contexto urbano, con influencias del rock, del jazz, de las músicas

latinoamericanas; hasta músicas que se dan en los sectores rurales, con sus raíces en el folklore tradicional, que expresan la situación de pobreza y abandono del campesinado paraguayo. En este artículo quisiera brindar un panorama amplio sobre la creación musical en Paraguay. Para ello, haré referencia a los procesos históricos y culturales, analizaré las corrientes y expresiones musicales en Paraguay, y finalmente me gustaría mencionar algunos temas referidos a la producción y circulación de la 67


Rodolfo Elías

música de Paraguay. Me basaré en las ponencias presentadas en el Primer Simposio de Música en Paraguay llevado a cabo en Asunción en julio de 2016 donde hubo una importante participación de músicos e investigadores de Paraguay y de América Latina y en el que tuve la oportunidad de colaborar en la coordinación académica.

Todavía

Un recorrido musical

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Cosmofonía es el término utilizado por el etnomusicólogo Guillermo “Mito” Sequera para referirse al mundo sonoro de los pueblos originarios que habitaban y todavía viven en el territorio paraguayo. Para Mito Sequera, el concepto tiene que ver con el conocimiento de lo sonoro, su explicación relativa al origen, creación, producción, reproducción y administración cultural del universo musical. Estas expresiones, señala Sequera, son resultado del ejercicio colectivo de crear y compartir bienes de expresión comunes. Sin embargo, antropólogos y etnomusicólogos afirman que la consecuencia de la colonización y de la misionalización resulta muchas veces etnocidaria. La colonización, que se inicia con la presencia europea en territorio americano, debe

ser entendida como una forma de dominación social, cultural y económica ejercida por los países europeos en las colonias. Este proceso se extiende hasta la actualidad y se plasma en una relación centro-periferia según la cual los valores y los parámetros culturales y artísticos son definidos desde afuera e impuestos a los sectores subordinados. Durante el periodo colonial, la región paraguaya y sus expresiones culturales, incluyendo la música, se van configurando a partir de la influencia de los colonizadores. Como se sabe, un hecho muy importante en esta construcción cultural fue la presencia de los Jesuitas y el desarrollo de las Misiones, que impulsaron expresiones musicales ligadas a sus ceremonias religiosas con participación de los indígenas. Según el músico e investigador Saúl Gaona, a la salida de los Jesuitas, hacia 1731, ya se cantaban coplas al son de la guitarra y el arpa. En ese momento, “empezaron a encaminarse las interpretaciones musicales hacia una identidad propia, las que posteriormente se convertirían en aires nacionales paraguayos como el purahéi asy (canto lloroso o doloroso) del cual se tienen referencias ya en la primera época de la independencia. La base de este proceso la constituyó la música

europea, que fue modificada hasta adquirir características peculiares conservando en algunos casos los rasgos originales”. Con la independencia paraguaya (1811) se irán conformando las formas musicales del folklore nacional en la medida en que se va afianzando la nación, pasando por períodos de crecimiento, consolidación y grandes crisis, como fue la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870). En las primeras décadas del siglo XX aparecen músicos que ya presentan los rasgos característicos de la música paraguaya. Se puede citar a Agustín Barrios, José Asunción Flores, Herminio Giménez, Mauricio Cardozo Ocampo, Agustín Barboza, Félix Pérez Cardozo, entre otros. Las principales expresiones son la Polca y la Guarania, esta última creación del gran compositor Asunción Flores. La polca es la forma tradicional más antigua, que debe su nombre a la música europea pero tiene características morfológicas diferentes. El arpa y la guitarra son los principales instrumentos utilizados, y se canta principalmente en guaraní. Nuevas posibilidades estéticas Más allá de describir y categorizar estilos y autores, debemos examinar los procesos de cambio


Sixto Corbalán (arpa)

y de integración en las músicas paraguayas de la actualidad, incluyendo la incorporación de elementos contemporáneos en sus formas tradicionales. Por un lado, existen expresiones que se desenvuelven en el contexto campesino, como el purahéi jahe’o que, como lo señala el investigador Mario Rubén Álvarez, es visto con cierto prejuicio por los sectores urbanos. Es una música caracterizada por su tono lloroso y arrastrado que “retrata la realidad más lacerante de nuestro pueblo pobre, olvidado…”.

Por otro lado, la corriente propia de zonas urbanas denominada Nuevo Cancionero, y que comenzó como una forma de resistencia cultural a la dictadura de Stroessner (1945-1989). Se vinculó a la música latinoamericana que cobró fuerza como denuncia de las dictaduras militares vividas en la mayoría de los países de la región, entre las décadas del sesenta y ochenta. También, paralelamente, se han generado corrientes que incluyen el rock y el jazz, lo que ha dado lugar a la creación de nuevas

posibilidades estéticas para la música popular del Paraguay. Este tipo de estilos se puede notar en creaciones como las de Pedro Martínez, con su disco Sonidos del sur y las realizadas por músicos como Germán Lema o Gustavo Viera, entre otros. También se puede observar en la evolución que ha tenido el arpa paraguaya, al ampliar sus posibilidades técnicas tradicionales. Es notable el impulso que ha tenido en los últimos años el jazz en Asunción. Podemos rastrear intérpretes desde los años 69



música

Paula Rodríguez (contrabajo)

cuarenta y cincuenta, algunos de ellos grandes artistas, influenciados principalmente por las corrientes del swing y los ritmos latinos de la época, que formaron orquestas al estilo de las Big Bands como Estrellas Paraguayas del Jazz y Casablanca Jazz. Incluso se crea el Club del Jazz en los años sesenta. A partir de ese momento, se ha mantenido y desarrollado el jazz en el país con la aparición de intérpretes, compositores, la realización de festivales y eventualmente con la apertura de sitios o bares en los que tocan grupos. Sin embargo, no deja de llamar la atención el surgimiento en la actualidad de una nueva generación de jazzistas, quienes mantienen e impulsan una actividad permanente a partir de la creación de clubes (como Mburukujazz y Drácena, en Asunción), festivales (como los organizados por la Municipalidad de Asunción y el Centro Cultural Paraguayo-Americano) y actividades iniciadas de forma espontánea como Jazz a la calle que han promovido el surgimiento de una audiencia, principalmente de jóvenes. También se producen discos, como Jazz de acá, del grupo Joaju, que reúne composiciones de autores paraguayos y propone un intercambio con músicos de Argentina y Brasil.

El avance del rock –según el crítico y periodista Sergio Ferreria– se da en forma de chispazos, es decir, explosiones de entusiasmo, a partir del surgimiento de bandas que tienen una propuesta musical interesante, que logran despertar el interés de un reducido público pero pronto se va agotando. Podemos identificar hitos importantes en la historia del rock paraguayo, como el lanzamiento del álbum Música para los perros en el año 1983 por el grupo Pro Rock Ensamble, considerado por muchos como la fecha de nacimiento de este estilo en Paraguay. Actualmente los grupos están mejor organizados y han encontrado diferentes formas de promover sus creaciones, trabajando en equipo y con profesionalismo. Una atención especial merece el arpa paraguaya, el instrumento más representativo de la música tradicional del país, que constituye una adaptación de las arpas europeas traídas en tiempos de la colonia y utilizadas, por ejemplo, en las Misiones Jesuíticas. Existe un amplio repertorio de la música folklórica para arpa donde se puede notar el gran virtuosismo de sus principales intérpretes como Félix Pérez Cardozo, Digno García, Luis Bordón, entre otros. Es un

instrumento diatónico, pero en la actualidad los arpistas, como Nicolás Caballero, han desarrollado técnicas aplicando llaves especiales para la generación de semitonos, lo que ha permitido extender sus posibilidades en la creación de nuevas secuencias cromáticas y enriquecer la ejecución tanto en el aspecto melódico como en el armónico. En este sentido es muy interesante el trabajo realizado por el arpista Sixto Corbalán. Un punto que debemos resaltar es que Paraguay es sede desde su inicio en el año 2007 del Festival Mundial del Arpa, que reúne, además de los intérpretes nacionales, a grandes arpistas de todo el mundo. La producción musical paraguaya es poco conocida, incluso en los países de la región, excepto por la trayectoria universal de Agustín Barrios y las músicas interpretadas con arpa –que se han difundido internacionalmente y que han influido en territorios de Brasil (como en Campo Grande) y de la Argentina–. En general, los músicos paraguayos cuentan con poco apoyo para la promoción de sus creaciones musicales. Esta situación, sin embargo, ha tenido algunos cambios positivos con la participación del país en plataformas regionales como el 71


Rodolfo Elías

Existe un amplio repertorio de la música folklórica para arpa donde se puede notar el gran virtuosismo de sus principales intérpretes como Félix Pérez Cardozo, Digno García, Luis Bordón, entre otros.

Mercosur Cultural o Ibermúsicas, entre otras. Otra iniciativa interesante es la Red Arpa, que promueve la vinculación de productores, músicos y gestores de la Región Noreste Argentina y del Paraguay, articulando acciones para crear un circuito musical regional.

Todavía

Ref lexiones finales

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En Paraguay debemos profundizar el análisis sobre las expresiones musicales, llevar a cabo investigaciones y, funda-

mentalmente, apoyar proyectos de diferentes corrientes que se desarrollan en el país. Necesitamos realizar una mirada crítica sobre el proceso de colonización y analizar cómo persiste en la actualidad una perspectiva eurocéntrica en las creaciones musicales, ya que, por ejemplo, todavía subsisten criterios como la música erudita versus la música popular, lo urbano versus lo campesino, lo nacional en contraposición a las expresiones sonoras indígenas. Como señala Edward Said, desde una mirada

colonial, el mundo se divide en inferiores y superiores, irracionales y racionales, primitivos y civilizados, tradicionales y modernos. En Paraguay debemos trabajar sobre perspectivas teóricas que nos permitan complejizar y problematizar ciertas visiones asumidas sobre la identidad cultural, el arte y la música. Un segundo tema que emerge es la importancia de la investigación musical en los diferentes contextos culturales y periodos históricos. Como afirma el


Lara Barreto (saxo)

músico e investigador Pedro Martínez, el trabajo tropieza con una escasa bibliografía sobre los géneros musicales paraguayos. Existen materiales que se ocupan de cuestiones biográficas, recopilaciones de canciones y anécdotas, análisis de letras, pero solo algunos abordan aspectos técnicos musicales y muchas veces de manera poco clara o profunda. Finalmente, hay que reconocer el débil apoyo gubernamental a los proyectos, a la investigación y a la reflexión sobre los proce-

sos culturales y particularmente musicales. Todavía, gran parte del esfuerzo recae sobre los hombros de los músicos, quienes se hacen cargo de todo el proceso desde la creación hasta la difusión, con los riesgos que esto implica. Paraguay ha realizado avances en la construcción de políticas culturales, que se han traducido en acciones importantes, por ejemplo, la creación de instituciones educativas musicales, el apoyo a algunos proyectos artísticos, la promoción de la partici-

pación de músicos nacionales en espacios regionales. Sin embargo, estas políticas no han tenido la continuidad ni el crecimiento necesario. Es también imperioso llevar adelante políticas de difusión con el apoyo de los medios masivos de comunicación. Hay pocas programaciones y espacios que promueven las realizaciones de artistas paraguayos en los diferentes géneros musicales, lo cual limita considerablemente el reconocimiento por parte de las audiencias y el público general. • 73


l i t e r at u r a

EROTISMO Y LITERATURA: ¿UNA RELACIÓN NECESARIA?

" P O R A N D R E A O S T RO V I n ve s t i g a d o r a d e l C O N I C E T , U B A y U N S A M " A R T I S T A I N V I T A D A F E R N A N DA C O H E N


Una nueva visión del erotismo, a partir de la creación –narrativa y formal– de una multiplicidad de zonas erógenas, redefine concepciones tradicionales y plantea una imagen “de7erritorializada” del cuerpo.

¿Cómo se vinculan erotismo y literatura? ¿Existe una relación intrínseca, sustancial, entre estos dos términos? En principio podríamos suponer que no, ya que no toda literatura habla de erotismo. Sin embargo, me gustaría proponer una distinción entre lo que podría entenderse como el erotismo en la literatura, es decir, el amor referido, representado en un texto, por un lado, y el erotismo de la literatura, esto es, el del lenguaje, por otro. En el primer caso, nos referimos al amor erótico como objeto de la representación; en el segundo, a un modo de la escritura. ¿Qué entendemos por erotismo? Sin duda, no se trata únicamente de relaciones sexuales. Para hablar de erotismo es imprescindible la presencia del deseo como elemento estructurante fundamental, mejor sería decir fundacional, de la escena erótica. Ahora bien, el deseo –a diferencia de la necesidad– surge y transcurre en el dominio de

la palabra y se inscribe por consiguiente en un relato, un argumento, una situación, una historia y una temporalidad que hacen posible su advenimiento. Planteada esta relación entre deseo y palabra, la representación literaria del erotismo recubrirá por consiguiente ciertas particularidades, ya que suele configurarse mediante un lenguaje alusivo, sutil, metafórico, y su manifestación no puede desligarse de los procedimientos lingüísticos que confluyen para convocarlo. Es decir que en tanto objeto de representación el erotismo induciría determinados códigos estéticos que intervendrían en su configuración. Una de las escenas más paradigmáticas en este sentido la encontramos en La última niebla (1935) de la escritora chilena María Luisa Bombal, novela pionera y transgresora de la literatura latinoamericana en cuanto a la expresión del deseo femenino. En primera persona, la narradora apela a un registro metafórico y hasta alegórico para 75


Todavía

Andrea Ostrov

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relatar la repentina irrupción del deseo que en un momento dado experimenta: “Parece que me hubieran vertido fuego dentro de las venas. Salgo al jardín, huyo. Me interno en la bruma y de pronto un rayo de sol se enciende al través, prestando una dorada claridad de gruta al bosque en que me encuentro; hurga la tierra, desprende de ella aromas profundos y mojados”. Y a continuación: “Entonces me quito las ropas, todas, hasta que mi carne se tiñe del mismo resplandor que flota entre los árboles. Y así, desnuda y dorada, me sumerjo en el estanque. No me sabía tan blanca y tan hermosa. El agua alarga mis formas, que toman proporciones irreales. Nunca me atreví antes a mirar mis senos; ahora los miro. Pequeños y redondos, parecen diminutas corolas suspendidas sobre el agua. Me voy enterrando hasta la rodilla en una espesa arena de terciopelo. Tibias corrientes me acarician y penetran. Como con brazos de seda, las plantas acuáticas me enlazan el torso con sus largas raíces. Me besa la nuca y sube hasta mi frente el aliento fresco del agua”. El erotismo supone un nuevo reconocimiento del propio cuerpo que –como demuestra el párrafo anterior– es redescubierto por la narradora a partir de la experiencia del deseo: su cuerpo se reconfigura en una multiplicidad de zonas erogeneizadas (torso, nuca, frente, senos y rodillas). Al mismo tiempo, la relación erótica encarna el cuerpo del otro en tanto deseado, lo recupera en su totalidad dentro de la escena para subjetivarlo, investirlo y volverlo único. Habilita un entre los cuerpos donde el deseo se despliega y el amor se consuma. La narradora de La última niebla, en otro pasaje, relata del siguiente modo el encuentro con su amante: “Entonces él se inclina sobre mí y rodamos enlazados al hueco del lecho. Su cuerpo me cubre como una grande ola hirviente, me acaricia, me quema, me penetra, me envuelve, me arrastra desfallecida.

A mi garganta sube algo así como un sollozo, y no sé por qué empiezo a quejarme, y no sé por qué me es dulce quejarme, y dulce a mi cuerpo el cansancio infligido por la preciosa carga que pesa entre mis muslos”. La dimensión cultural del eros lo introduce en una determinada historicidad a la que se suman una serie de variables –étnicas, sociales, genéricas– que lo inscriben dentro de determinados códigos que estructuran la escena erótica. Esta se despliega entonces en conformidad con esas mismas convenciones que la delimitan, la disponen y la prescriben, de modo tal que el erotismo tendría lugar en virtud de su propia representación. A esto se refieren Marie-France Hans y Gilles Lapouge en Les femmes, la pornographie, l’érotisme (1978), cuando sostienen que la sexualidad humana “no se lleva a cabo sin decirse. No puede separársela de su propia representación. El juego de los cuerpos, en la medida en que se produce, ya es una representación de ese mismo juego. Toda sexualidad es una sexualidad en espejo”. Transcurre entonces en el dominio de lo imaginario. El siguiente pasaje de la novela Pasión de historia (1987) de la puertorriqueña Ana Lydia Vega es elocuente al respecto, en la medida en que inscribe el cuerpo erotizado de la mujer en una escenografía construida en virtud de una serie de marcas culturales que abarcan desde la gestualidad del personaje hasta la iluminación y la música: “Malén cambia el disco y se recuesta. Está desnuda y su piel oscura brilla bajo la lamparita azul. Está toda desnuda y la música es un rock bien punk […]. Malén retira el disco, se mira, pone el radio, se recuesta. Está desnuda y su piel oscura brilla bajo la lamparita roja. Está toda desnuda y la música ahora es un bolero viejo…”. Mientras la imagen pornográfica no representa sino presenta un acto sexual real mediante la exhibición de los genitales recortados, desprendidos del



Andrea Ostrov

cuerpo, el erotismo desordena el cuerpo en su totalidad, apela a la proliferación de sentidos, convoca el tacto, el olfato, el oído y el gusto, incita a la sinestesia: “¡Ah, /qué pedazo de sol, /carne de mango! / Melones de agua, /plátanos”, leemos en el poema “Pregón” del cubano Nicolás Guillén.

Todavía

EROTISMO Y LENGUAJE

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Ahora bien, existe también un erotismo del lenguaje en la medida en que es posible encontrar erotismo en la escritura más allá de la representación erótica propiamente dicha: se trata, en este caso, de la palabra intransitiva, que no se propone como mero vehículo de un significado sino que, por el contrario, se vuelca sobre sí misma para recuperar su propia dimensión material, sonora o gráfica. Erotismo de la palabra cultivada, modelada, trabajada con fineza, erotismo de la escritura que también implica la sugerencia, la media luz, el matiz; no la explicitación, la transparencia del lenguaje sino la opacidad, el juego sensorial del significante. Cuando esto ocurre, cuando el plano del significante se desentiende del significado y se propone como juego, gasto, fiesta sin finalidad reproductiva, el erotismo irrumpe en el dominio de la palabra. La vinculación entre los significantes se establece en virtud de asociaciones materiales, sonoras, rítmicas, visuales que configuran un entrelazamiento, una combinatoria, un fluir rítmico, un crescendo de intensidad en el cuerpo mismo de la palabra. Basta recordar la frase inicial de El señor Presidente (1943) de Miguel Ángel Asturias para ilustrar este argumento: “¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre!”; o una estrofa del poema “Canto negro” del ya mencionado Nicolás Guillén: “Tamba, tamba, tamba, tamba,/ tamba del negro que tumba;/ tumba del negro, caramba, /caramba, que el negro tumba:/ ¡yamba, yambó, yambambé!”.

Palabras desnudadas de sentido, que se exhiben, se frotan, se entreveran como verdaderos cuerpos en danza.

VIEJOS Y NUEVOS EROTISMOS De acuerdo con el pensamiento de Jacques Lacan, los posicionamientos subjetivos en la escena erótica se ordenan en función del Falo: es la polaridad ser/ tener la que determina las identificaciones de género. Al mismo tiempo, toda práctica sexual no orientada a la genitalidad fue sancionada históricamente como perversión. De hecho, en los siglos XVIII y XIX, los escritores Sade y Sacher-Masoch instalan líneas disidentes dentro del erotismo que, en la actualidad, adquieren particular densidad en la medida en que politizan los cuerpos, los géneros y las identidades y proponen vínculos, familias y sexualidades que exceden y cuestionan el modelo heterosexual hegemónico. En las últimas décadas ha surgido una vasta literatura que no solo explora formas sexuales alternativas sino que además contribuye a desenmascarar el aparato político, jurídico y médico que interviene en la normativización y naturalización de determinados cuerpos y sexualidades y penaliza otros. Nos referimos a una amplia serie de textos que proponen la homosexualidad, el lesbianismo, el travestismo, la prostitución, la homoparentalidad, el sadomasoquismo, la enfermedad y la monstruosidad como principal desafío estético. Si –por dar solo dos ejemplos– El lugar sin límites de José Donoso y La condesa sangrienta de Alejandra Pizarnik (ambos publicados en 1966) resultan antecedentes insoslayables en nuestra literatura, son muchísimos los autores que en la actualidad abordan estas temáticas. A sabiendas de que toda enumeración es arbitraria y excluyente, no podemos dejar de mencionar a Pedro Lemebel, Diamela Eltit (Chile); Manuel Puig, Sylvia Molloy, Reina Roffé, Néstor Perlongher, Osvaldo Lamborghini, Gabriela Cabezón Cámara, Leonor Silvestri, Felix Bruzzone,


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Pablo Pérez, Naty Menstrual (Argentina); Javier Ponce Gambirazio, Carmen Ollé (Perú); Mario Bellatin, Luis Zapata, Carlos Reyes Ávila (México); Fernando Vallejo, Alonso Sánchez Baute (Colombia); Severo Sarduy, Reynaldo Arenas, Pedro Juan Gutiérrez, Ena Lucía Portela (Cuba); Javier Guerrero (Venezuela); Cristina Peri Rossi (Uruguay), entre muchos otros. En todos los casos, una configuración diferente, alternativa, des-organiza el cuerpo normalizado, funcional y productivo, lo desterritorializa, explora nuevas posibilidades estéticas, propone nuevas cartografías, hace visibles los dispositivos disciplinarios que regulan sexos e identidades y presenta los cuerpos como espacios políticos de resistencia y transformación. En el cuento “Rosa náutica” (1998) de Mayra Santos-Febres, por ejemplo, el dolor y la muerte se proponen como condición de posibilidad del goce. Un amante dibuja su cuerpo con dolorosos tatuajes que luego la amada recorre con la lengua aumentando

la intensidad del dolor: “Ella con la lengua lo hacía doler más, despertándolo hasta el delirio que luego le aliviaba con saliva, mojando el tatuaje fresco y el ardor”. Claramente, los dibujos configuran un mapa corporal que descentra la genitalidad y pluraliza las zonas de placer hasta transgredir explícitamente las funciones que la norma heterosexual atribuye a los órganos: “Esta vez él se dejó abrir, esta vez dejó que ella […] le chupara la rosa de los mares que él se había hecho tatuar en su carne más rosada […]. Él mismo se aguantó las nalgas, se las fue separando para la lengua de la amada, para que viera bien por dónde habían entrado las agujas […]”. La reivindicación de la analidad como zona de goce se lee también en los poemas de Manuel Ramos Otero: “No digáis que por falta de su bicho/ mi verso resplandece hasta que arde/ el culo es llamarada por la tarde/ de noche, como Dios, vuelve a su nicho” (Invitación al polvo, 1991), así como en las tantas crónicas de 79



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Es posible encontrar erotismo en la escritura más allá de la representación erótica propiamente di:a: se trata, en e7e caso, de la palabra intransitiva, que no se propone como mero vehículo de un significado sino que, por el contrario, se vuelca sobre sí misma para recuperar su propia dimensión material, sonora o gráfica.

Pedro Lemebel: “Prende un cigarro para que el hombre que lo sigue le pida fuego y le pregunte ‘¿en qué andas?’. Y sin esperar respuesta lo empuje suavemente detrás de las matas. Y ahí, en plena humedad, le encienda la selva rizada del pubis, chupándole con lengua de lagarto sus cojones de menta. Elevando ese beso de fuego hasta la cumbre de su pecíolo selenita” (La esquina es mi corazón, 1994). En “Antieros”, el relato que abre Canon de alcoba (1988) de Tununa Mercado, la voz narradora prescribe una escena autoerótica en la cocina que propone un desplazamiento tanto de los lugares como de las formas “recomendables” del amor: “Cubrir con un poquito de aceite los pezones erectos, rodear con la punta del índice la aureola y masajear levemente cada uno de los pechos. […] Con el mismo aceite con que se ha freído algunas de las tantas comidas que ahora bullen lentamente en sus fuegos untarse la curva de las nalgas, las piernas, las pantorrillas,

los tobillos […]. Untarse todo el cuerpo con mayor meticulosidad, hendiduras de diferentes profundidades y carácter, depresiones y salientes”. Estos escasos ejemplos alcanzan para demostrar que las producciones literarias más contemporáneas proponen un erotismo “liberado” de la localización exclusiva y fijada en los genitales, lo cual supone una proliferación sin pausa de puntos erógenos, móviles e indeterminados, un cuerpo desterritorializado en términos deleuzianos, sin órganos, esto es, des-organizado. Se trata de una exploración estética de las prácticas eróticas desligadas de la genitalidad, multidireccionales, entre las que se inscriben todas las posibilidades y variantes que desnaturalizan el cuerpo heterosexual para modificarlo, rehacerlo, des-jerarquizarlo, desnormativizarlo y hacer visible la dimensión política intrínseca en los procesos de construcción y deconstrucción de los sexos y las identidades. • 81



h i s to r i e ta

! E L M ATA D E R O

J U A N S O T O / H I P Ó L I TA LA SANGRE DERRAMADA En la memoria gráfica nacional el caso Echeverría tiene jurisprudencia: Juan Carlos Huergo, Adolfo Bellocq, Carlos Alonso y Enrique Breccia, son algunos de los dibujantes/ilustradores que sentaron un principio unificador visual sobre el escenario del primer crimen literario argentino y establecieron algunas normas sobre cómo mirar (juzgar) los hechos ocurridos un día de cuaresma de 1838 en el matadero de la Convalecencia, en una Buenos Aires barrosa y semi sumergida. La recurrencia a convertir este suceso literario en otro dibujado quizá responda a la invitación hecha por el mismo Echeverría cuando afirma: “era para vista, no para escrita”. Es decir, la sospecha de que otro lenguaje posible podía ser más fiel a los hechos. Porque El Matadero, ese relato de origen clandestino que circuló secretamente entre los unitarios y que se editó recién veinte años después de la muerte de su autor; ese relato que tenía un fin propangandístico (Feinmann dixit) de visibilizar la barbarie del gobierno de Rosas y advertir a la espantada civilización; ese relato que la crítica fijó como piedra fundacional de nuestras letras y desde el cual elaboró la teoría de una literatura parida a la par de una nación violenta, es decir, el poder violentando cuerpo y lenguaje; ese relato es también una guía perfecta para el lector gráfico: Echeverría no solo establece las coordenadas de tiempo y espacio (croquis), también propone con obstinación de arquitecto la perspectiva desde donde observar las matanzas: hace zoom para que no se escapen detalles y para traer al frente eso que en otros

relatos serían solo fondos: las caras de la chusma, sus gestos, sus animaladas, la empuñadura de sus cuchillos y la sangre que los rodea; se diría que Echeverría tiene la voluntad desbordante de un dibujante que quiere dibujarlo todo, llenar todo el cuadro. Leído así, este cuento puede considerarse también como el primer guión argentino. La versión que realizó el ilustrador/dibujante Juan Soto y que el lector verá/leerá a vuelta de esta página, se suma a los imprescindibles de ese corpus clásico del Echeverría ilustrado. Publicado en 2008 en el suplemento “Picado Grueso” de la Revista Fierro, fue para Soto una inmejorable carta de presentación en la historieta nacional, tras varios trabajos en tierra yanqui. Con pleno dominio del blanco y negro, su gráfica ya despunta en nervio propio dejando atrás la influencia Crumb y Bagge, y establece un modo de narrar personalísimo siempre atravesado por una visión esotérica del mundo, que más tarde, por ejemplo, explotará en sus trabajos como portadista de discos de rock. En Soto no hay artificio, sino visión vital. Nacido en 1967 en la bonaerense 25 de Mayo, su formación como dibujante comenzó cuando era estudiante pupilo en un colegio salesiano. Y este dato biográfico deja de ser anecdótico a la luz de su versión: los hombres son vistos y ordenados desde arriba, ahí donde comparten silla el Poder y la Religión. Ambos son las voces que engañan a las simples “orejas” que se mueven y mueren como animales. La verdadera lucha, ve Soto, no está en la tierra, sino en el cielo que la hace sangrar. •

" P O R L AU TA RO O R T I Z Pe r i o d i s t a y p o e t a






JUAN TERRANOVA

Shakespeare en Malvinas

Todavía

Venía por Ross Road, protegiéndome del viento, doblé por Philomel Street y encontré el cartel en la puerta del dinner. Había comido ahí la noche anterior y sabía que a veces el lugar ofrecía música en vivo. El cartel, sin embargo, decía que ese mismo jueves se iba a dar The Tempe!. Leí “Shakespeare for the fir! time in the Falklands Islands! Don’t miss!” escrito con tiza de colores y abajo “Friday 20.30 hs!”. La idea me tentó. Así que esa noche llegué puntual, quizás unos minutos antes, y compré mi entrada en la barra del bar. La mujer que me la vendió era, como casi todas las mujeres de Port Stanley, muy rubia y algo deforme. Tampoco le interesaba charlar conmigo. Así que le pedí una Longdon Pride, la cerveza artesanal de las islas. El juego de palabras mezclaba la famosa marca inglesa con el Monte Longdon, donde había ocurrido una de las batallas más crueles de la guerra de 1982. El restaurante, construido en madera, era cálido y agradable. Había velas en las mesas y un grupo de cinco personas entró enseguida. Eran dos mujeres adultas, dos hombres altos y al final una vieja con bastón. Afuera ya era de noche, pero adentro el clima tenía una temperatura estable, así que mientras ellos se desabrigaban, yo me saqué mi bufanda. Luego llegó más público, haciendo chistes y riendo, y cuando se dio sala, los que esperábamos nos ubicamos en las mesas del restaurante. Pedí otra cerveza y al lado escuché que elegían fish and #ips. Diez minutos después se atenuaron las luces y un hombre de unos treinta años caminó desde el fondo del salón hasta una esquina donde había una tarima. Ahí una luz blanca lo iluminó y con una dicción admirable dijo: “On a ship at sea: a tempe!uous noise of thunder and lightning heard”. No me sorprendió que la puesta condensara la primera escena náutica en un único narrador, ni tampoco que, llegado el momento, ese mismo actor hiciese de Próspero, un mago que tenía el control de todo lo que pasaba.

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lecturas

Fernando también hacía otros papeles. Calibán, una mujer vestida con pieles, se acercaba mucho a Sycorax, lo cual no dejaba de exhibir cierta sensualidad. Los personajes se movían entre las mesas, decían sus parlamentos desde diferentes rincones del salón, y siempre se les escuchaba con nitidez. Cuando la obra terminó los siete actores habían dado mucho de sí y se los veía cansados y contentos. El público aplaudió de pie. Yo los aplaudí a ellos y también aplaudí la adaptación. Mientras tanto, Miranda respiraba y saludaba con un sonrisa cordial, algo forzada. Después de eso, salir al aire patagónico me generó un contraste muy fuerte. Caminé por las calles desiertas y pasé por el hotel donde encontré un grupo de veteranos con los que ya había desayunado un par de veces. Les conté de la obra y se mostraron amables pero ni siquiera fingieron interés. Había mucha gente en el lobby, y di una vuelta más pero finalmente volví a salir y fui hasta el Victory Bar. No estaba lleno. En el fondo dos chilenos a los que también ya había visto jugaban al pool. En la barra, abajo de las banderas británicas que decoraban el techo, vi a Próspero y a Fernando relajándose después de la función. Los reconocí de inmediato. Me acerqué y los felicité. Al principio me miraron con desconfianza. Pedí otra vez la cerveza local, pero elegí la variante roja. Les dije que era muy buena y que se hacía en la isla. Entonces Próspero se interesó algo más. Le pregunté si me permitían invitarles un trago, sumando a Fernando a la invitación. You’re not from here, sir, dijo Próspero, con voz grave, cuando traían las cervezas. Les expliqué que era apenas un turista argentino. Fernando había estado en Buenos Aires hacía unos años con un Hamlet, pero no parecía tener recuerdos de su visita. The famous Globe to Globe Tour, dijo Próspero. The infamous, you’d rather say, lo corrigió el otro. Luego empezó a explicarme que una parte del elenco estable de The Globe había propuesto, una noche de borrachera, hacer Shakespeare en todos los países del mundo y a los administradores del teatro les había encantado la idea. Cuando iba a darme más precisiones, lo interrumpí. I know the !ory, I read the book, dije. Los dos actores me miraron extrañados.

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Hamlet Globe to Globe by Dominic Dromgoole, agregué. Dromgoole era el director artístico de The Globe en 2014 y había acompañado a los actores en la gira de dos años por más de ciento noventa países. El tour había terminado en Londres con una puesta homenaje en 2016, justo para los cuatrocientos años de la muerte de Shakespeare. Después de eso Dromgoole había escrito un libro contando lo que había sido una verdadera épica teatral. Yo lo había leído en el Kindle con mucha curiosidad y admiración. So, are you an a"or too?, quiso saber Fernando. Not at all, respondí paladeando el momento. I’m a critic. El bar había recibido algunos parroquianos más y por eso no vi llegar a Miranda hasta que estuvo justo en la barra. Saludó y dijo, Gentlemen, I need a drink. Tenía el pelo muy negro, se notaba que era ocurrente y hasta atrevida y, de cerca, sus pómulos me resultaron hermosos. Miranda pidió un gin-tonic, se lo sirvieron, lo probó y después me miró. Hello, dijo, sonriendo. This fine gentleman is a critic who came from Buenos Aires, to review our play, dijo Próspero, con mucha solvencia. Really?, preguntó Miranda. No me dio tiempo a nada más. Enseguida quiso saber qué me había parecido la adaptación y las actuaciones, me dijo que ella siempre se sentía más segura con un escenario tradicional, no necesariamente una caja italiana, pero andar por las mesas no le había convencido mucho, claro, era lo que había decidido su puestista, y señaló con la cabeza a Próspero que sonreía porque quedaba claro que ya conocía su verborragia. Miranda no esperó mi comentario y dio otro trago a su gin-tonic. This fucking isolated town with no theatre, dijo, cerrando los ojos y moviendo la cabeza.

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Durante ese rato hablamos de muchas cosas. Comentamos la obra y hablamos de las Falklands y las Malvinas. Quisieron saber mi posición sobre el reclamo, y les fui

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sincero, diciéndoles que todos los argentinos pensábamos que las Malvinas son argentinas. Luego, brindamos por Shakespeare, y les hablé de Roberto Arlt, el mejor dramaturgo argentino, y de Nelson Rodrigues, el mejor de Brasil. Pero la parte más importante fue cuando volvimos al Hamlet Globe to Globe tour. Fernando recordó que en México la mitad de la compañía se había enfermado con un virus conocido como The Montezuma’s Revenge, al punto que atrás del escenario tenían un baño semipúblico y al costado, baldes para vomitar. También contó que en Camerún los habían detenido seis horas en una aduana por llevar armas, las espadas de utilería, y restos humanos, una calavera. Aunque originalmente era Mercutio, no pocas veces le había tocado a Fernando hacer de Hamlet durante ese tour. Así que le pregunté si alguna vez había interpretado el monólogo con una calavera de verdad. Me miró sorprendido. All ways, my friend, respondió, sonriendo. Se suele decir que los ingleses no se sienten extranjeros en ninguna parte del mundo pero es un lugar común, como decir que la Argentina tiene todos los climas. Y a estos actores se les notaba el cansancio de haber viajado tanto para actuar tan lejos, una sola vez. Eran jóvenes profesionales, llenos de energía, y les gustaba lo que hacían pero actuar en Malvinas implicaba una cuota de resignación. Pensé en las compañías que habían viajado por toda California en carreta durante el siglo XIX, llevando un telón portátil como toda escenografía, pensé en las puestas africanas durante la rebelión de Argelia a principios de la década de 1960 y en un Ri#ard III que había visto en un edificio abandonado de San Pablo. Los actores me contaron que la gira seguía en Chile. Punta Arenas, dijo Próspero, estirando las vocales. Y Fernando quiso saber si ahí la gente hablaba inglés. Le respondí que no pero que seguro igual iban a apreciar la obra. Con la tercera cerveza un hombre pelado y de lentes entró al bar y se acercó a los actores. No me saludó, ni me miró. Habló en voz baja con Próspero y Miranda se me acercó al punto que pude oler el perfume de su pelo.

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He’s from here, dijo. Entonces comprendí, con sorpresa, que era el actor que había hecho de Ariel en la obra. Noté que Próspero le decía que no con la cabeza y, un poco ofuscado, Ariel decidía irse, después de dedicarnos una mirada reprobatoria. Próspero me explicó que le había dicho que yo era argentino y que no estaba bien que a ellos los vieran conmigo. What a fool, dijo Fernando. Luego me contaron que una de las brillantes ideas del British Council, institución que financiaba en parte su viaje, había sido que usaran actores locales en las Falklands. Por sus comentarios, entre amargos y jocosos, comprendí que el casting en Puerto Stanley había resultado especialmente difícil. Con mucho empeño habían logrado elegir un Calibán y un Ariel, y ahora encima el Ariel venía a hacerles planteos pseudopolíticos. And the women are so fat, agregó Miranda. Volviendo del baño, Fernando me preguntó sobre el Galtieri que había colgado ahí. Yo lo había visto la primera vez que había estado en el bar. Enmarcado en una tapa de inodoro, una foto en colores del General Leopoldo Fortunato Galtieri era rubricada con la frase Rot in hell asshole! It’s a long !ory, respondí, but I add up to the wish. Tomamos una cerveza más y hablamos un poco más de teatro y de Shakespeare. Y por unos minutos el Victory se transformó en mi escenario cuando les conté del Hamlet de Pompeyo Audivert y Ricardo Bartís, del mítico Julio César de Jaime Kohan, estrenado en dictadura, de la medicina en la época de la Reina Isabel y del increíble trabajo que había hecho Phyllida Lloyd con Henry IV usando solo un elenco de mujeres. Me di cuenta de que me había pasado cuando Próspero miró la hora en su teléfono, así que pedí una cerveza más, me callé y noté que estaba ebrio. Los actores se despidieron con afecto, excusándose por dejar el bar tan temprano.

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When Argentina recovers the Islands, make a call, may be you can dire" us here in a new Shakespeare, dijo Próspero.

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Miranda me preguntó qué obra elegiría. Les respondí que jamás había dirigido teatro, menos un Shakespeare. But you can !ill #oose one play, respondió Fernando. Henry V, respondí. Y pensé que en vez de un restaurante o una escuela, elegiría los montes, el Tumbledown, el Dos Hermanas, con sus anfiteatros naturales de piedras wagnerianas. Se fueron y yo me quedé un rato más. Pedí la cuenta y no me pareció tanto. La cerveza, de hecho, era más barata que en Buenos Aires. Volví al hotel y esa noche, en mi habitación, recordé que Cervantes le había escrito al rey Felipe II pidiéndole que lo mandara a Bolivia, a La Paz, a las montañas. ¿Cómo habría afectado la historia de las letras latinoamericanas ese viaje? También recordé el panfleto de Samuel Johnson, Thoughts on the late transa"ions respe"ing Falkland’s Islands, publicado en 1771. Y después me dormí. Esa noche no tuve sueños. Afuera el viento del Atlántico Sur pasaba, como siempre, grave, indiferente, vital. +

Juan Terranova (Buenos Aires, 1975). Escritor y periodiCa. Egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado las novelas: El caníbal, El bailarín de tango, El pornógrafo, Mi nombre es Rufus, Lejos de Berlín, Los amigos soviéticos, Hiroshima, El vampiro argentino, y las crónicas: La Virgen del cerro, Peregrinaciones, Diario de Alcalá y Unos días en Córdoba. También el libro de poemas El ignorante, y un libro de relatos: Música para rinocerontes.

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fotografía

LEOPOLD O PLENTZ EX PER IMENTACIÓN Y BELLEZ A

El brasileño Leopoldo Plentz ha desarrollado temáticas muy diferentes a lo largo de su carrera como fotógrafo creativo. Ha heDo paisajes de naturaleza en blanco y negro, escenas callejeras, viCas urbanas y aEualmente experimenta otras alternativas, incorporando el color en regiCros digitales y fotografiando objetos, en un desafío a la manera de los tradicionales bodegones, que dejan aparecer nuevos recursos conceptuales y técnicos.


Leopoldo Plentz

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Leopoldo Plentz es un fotógrafo brasileño contemporáneo que ha transitado en su trabajo temáticas muy diferentes. Ha heDo paisajes de naturaleza en blanco y negro, con una mirada de encuadre preciso y atenta en el uso de la luz y ampliaciones de gran refinamiento técnico. Ha realizado fotografía callejera, teCimoniando coCumbres y hábitos de las principales ciudades latinoamericanas. También tomó paisajes urbanos y experimentó en nuevas búsquedas, las que hoy nos ocupan, en las que aparece de modo evidente una expansión de recursos conceptuales y técnicos. Incansable buscador de la belleza, se puede percibir en su trabajo el disfrute por la realización de imágenes de muy buena faEura fotográfica. ECa caraEerística le permite conCruir un puente fluido entre su visión y la percepción del espeEador. Esa búsqueda de la belleza vincula su trabajo, de algún modo, con el pensamiento zen que propone una sabiduría por fuera de lo racional, basada en la experiencia vivencial. “Uno de los faEores esenciales en la práEica del tiro de arco y de las otras artes que se cultivan en el Japón (y probablemente también en otros países del lejano Oriente), es el heDo de que no entrañan ninguna utilidad”, dice Daisetz T. Suzuki en el prólogo de Zen en el arte del tiro con arco, de Eugen Herrigel. Y, efeEivamente, el trabajo de Plentz da la impresión de que ha nacido de un proceso experimental, a través de hacer y observar, de dejar fluir el trabajo. Aún así, las connotaciones y significados posibles en su obra son numerosos. En Cosas inútiles, los elementos fotografiados fueron recogidos en la calle, en las caminatas a las que es tan afeEo el autor. Juntó deseDos de diferente tipo, algunos irreconocibles, sucios y pisoteados. Objetos residuales de los procesos de consumo, lo que se ve habitualmente como basura. Con su mirada surgieron formas elocuentes y expresivas. Los papeles de envoltorio, impresos o metalizados, con tipografías y colores plenos, arman en algunos casos siluetas antropomorfas, personajes oníricos que caminan o danzan sobre un fondo negro. Otros permiten ver el pico de un envase, o el significativo carrete de un rollo Kodak de 35 mm. en una metáfora del fin de la era de las copias del álbum familiar sobre papel, la del regiCro fotográfico analógico. En Máscaras/Autorretratos, Plentz inició su experiencia haciendo una copia en tres dimensiones de su propio roCro, presionando un fino papel aluminio sobre su cara. A partir de eCa máscara realizó el regiCro fotográfico. La técnica que eligió en ambos ensayos fue muy particular. Colocó los elementos sobre el criCal de un escáner. Descartó el uso de la cámara, acercándose al principio de los fotogramas, una técnica preferida en la primera mitad del siglo XX por artiCas de la talla de Moholy-Nagy y Man Ray. El sensor eleErónico, en eCe caso, recibe la luz reflejada. Una decisión importante, ya que cruzó diCintos tiempos, materiales y tecnologías. De eCe modo, Plentz pone en juego la idea del aEo fotográfico mismo. El heDo de dibujar con luz se concreta sin cámara, pero con un dispositivo que también utiliza los elementos ópticos para obtener la imagen. Incrementa, sin que sea un objetivo central de su propueCa, los contenidos conceptuales del trabajo, sin dejar de lado en ningún momento esa búsqueda de la belleza que ha signado toda su obra. ,

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Leopoldo Plentz nació en Porto Alegre en 1952. A partir de 1975 se dedica a la fotografía de autor y a la documentación de patrimonio cultural. Desde 1979 presenta sus fotos en exhibiciones individuales y grupales. Sus trabajos se pueden encontrar en colecciones públicas y privadas como el Museo de Arte de San Pablo; Museo de Arte Contemporáneo de Porto Alegre; Museo de Arte de Río Grande del Sur Ado Malagoli; Museo de Arte Latinoamericano (OEA, Washington); Museo de Fotografía de la Fundación Cultural de Curitiba; Biblioteca Nacional de París; Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires; y la Colección de Fotografía de Joaquim Paiva. En 2015 participó de la X Bienal del Mercosur con la serie Máscaras/Autorretratos y también de la mueCra Aquí nos vemos. Fotografía Latinoamericana (2000-2015) en el Centro Cultural KirDner de Buenos Aires con la serie Retratos Anónimos. Es profesor de la Escuela Superior de Propaganda y Marketing (ESPM). A lo largo de su trayeEoria recibió numerosos premios.




conferencias 2017 . auditorio fundación osde

JOSÉ VAN DIJCK

En junio de este año la Fundación recibió a la especialista en nuevas tecnologías y cultura digital, José van Dijck. La charla Redes sociales: una mirada crítica, coordinada por el investigador Martín Becerra, trató sobre las tensiones de poder entre usuarios y grandes corporaciones en un ecosistema tecnocultural cambiante y sobre las implicancias de que gran parte de nuestra vida sea cada vez más comercializada y mecanizada a través de plataformas online. Presentamos algunas de las preguntas del público.


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¿Estamos en una sociedad de burbujas endogámicas, homogéneas, incomunicadas o, por el contrario, asistimos a una reconfiguración de los espacios de discusión y de debate en donde nos exponemos a opiniones que en muchos casos son antitéticas con nuestros juicios y prejuicios, y eso nos hace a la vez más endogámicos, pero no solo porque escuchamos lo mismo sino porque estamos más expuestos a otras estímulos?

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Las burbujas de filtros o de informaciones son un problema real y empresas como Facebook o Google lo reconocen. Son el resultado de los mecanismos que analizo. Es decir: si se combina la datificación con la modificación y la selección, ahí aparecen estas burbujas. Uno ya no controla lo que le gusta. Existe un proceso con algoritmos que define lo que a uno le agrada y esto está creando diferentes segmentos en la sociedad. Una pruebita muy fácil que se puede hacer en casa (yo lo hago

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con mi secretaria) es la siguiente: vayan a un sitio de viajes e intenten reservar un vuelo; que otra persona haga lo mismo desde otra computadora, puede ser Apple o Microsoft, no importa. Mi tarifa es diferente de la de mi secretaria. Se trata de algo que es invisible, no es transparente, cambia constantemente; en resumen, estamos creando burbujas personalizadas y también burbujas de precios. Ya no sabemos cuánto pagamos por una determinada cosa. Es muy probable que en un mismo avión no todos estemos pagando el mismo precio. Y esto es parte de todo este sistema. Otra cuestión importante sobre la que, en algún sentido, tenemos la obligación de reflexionar quienes vivimos en el sur del mundo es: ¿cómo operan estos procesos de globalización, de mercantilización creciente en la región más desigual, en donde la diferencia de acceso


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a infraestructuras y conexiones de red es la que exhibe mayor distancia entre los que tienen y no tienen acceso? Me pregunto si en América Latina no hay peculiaridades que deberíamos atender. Lo que decís es totalmente justo. Hay cinco empresas grandes que básicamente controlan todos los conjuntos de datos. Cuanto más grandes son, más control tienen sobre las diferentes plataformas, especialmente en las partes más pobres del mundo, que son las más dependientes de estos mecanismos. También tienen funciones de guardianes. Digamos, si ustedes quieren conectarse con cualquier sitio muy probablemente se les pida que utilicen la identificación de Facebook. Es como el pasaporte del mundo online. Consideramos que los pasaportes son algo muy privado, definen quiénes somos en el contexto de una nación y esto veo que está ocurriendo con muchas cosas; pero

lo que sucede en este mundo virtual es que hay unos pocos guardianes y se privatizan los puntos de ingreso. Como decías, en el planeta hay mucha desigualdad y ese sistema online, les garantizo, no lo está mejorando para nada, de hecho empeora la desigualdad entre aquellas naciones que tienen acceso al mundo online y aquellas que no lo tienen. Por supuesto, hay muchísimo más para decir sobre este tema. La gran brecha digital tiene que ver con lo bien equipados que estemos para manejarnos en el mundo online. Pero aún así, dentro de esos mismos mecanismos, la desigualdad entre las empresas que tienen y son dueñas de los datos, que los controlan, y las personas, que cada vez tenemos menos control sobre ellos, resulta una brecha que se está ensanchando cada vez más. ¿Cuál es la responsabilidad que tienen los Estados frente a los derechos digitales en una sociedad de plataformas?

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Los Estados pueden hacer hasta cierto punto para recuperar ese control. Es muy importante, de hecho, que lo hagan. Tal vez sepan que a partir del 25 de mayo del 2018 Europa tendrá el gdpr, que es una ley sobre protección general de datos, va a ser la primera legislación europea en esa materia. Se necesitaron cinco años para llegar a ella y se implementará el año que viene. Esta ley trata de regular la privacidad en el mundo online, trata de devolverle privacidad a los usuarios. ¿Cómo lo hace? Es complejo.

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Por ejemplo, los usuarios supuestamente tienen que controlar sus propios datos para poder recuperarlos del sistema y esto es muy difícil, porque esos datos están siendo revendidos y revendidos, están siendo recombinados… Hoy, muchas agencias tienen información, una empresa como Axion en Estados Unidos posee medio billón de datos de ciudadanos del mundo. Pueden ser de tipo financiero

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(cuánto ganan), calle en la que viven, teléfono, pero también qué les gusta (¿ve deportes?, cuándo miran las noticias, adónde va de vacaciones). Es casi imposible esperar que, llegado este punto, los Estados vayan y les digan a las empresas: “devuélvanle a los ciudadanos su privacidad”. Es muy poco realista, pero lo que sí pueden hacer es asegurarse de que, dentro de los dispositivos que utilizan, las cuestiones de privacidad sean parte del diseño. Por ejemplo, veamos el caso de la negociación de Airbnb en Ámsterdam. El año pasado, la ciudad tuvo una batalla feroz, porque allí no se permite alquilar el departamento por más de sesenta días. Finalmente, Airbnb dijo: “bueno, muy bien, lo aceptamos. ¿Pero cómo lo ponemos en práctica?”. No hay cuarenta mil agentes reguladores para controlar todos los alquileres. Lo que le pidieron a Airbnb que hiciera, y finalmente aceptó, es que sea parte de la interface, es decir: una vez que se alquiló el día número sesenta


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no se puede alquilar más. Esto es crear valor por diseño. La negociación terminó parcialmente, se tomó esta decisión y se incluyó en el diseño de la aplicación. Esto lo pueden hacer los gobiernos: crear un sistema de valor en el cual todos (un hotel, el transporte de pasajeros, etc.) tengan que obedecer reglas. ¿Cuál es el impacto de la sociedad de las plataformas en el ámbito educativo, en la formación de las personas? Es un punto muy importante. ¿Por qué? En los últimos años, Facebook, Apple y Google se han transformado en los proveedores principales de softwares de tecnología en las escuelas de los Estados Unidos. El índice de escuelas atravesadas por estas es increíble, no solo en primaria, sino, desde 2014, también en la secundaria y en la educación superior. La educación es una área donde hay muchísimo dinero por ganar ya que es un mundo masivo.

Y también hay otra razón por la cual es un sector de mercado tan importante: si los jóvenes comienzan a utilizar plataformas, van a continuar utilizándolas de mayores. Todo tiene que ver con los usos y hábitos de las tecnología; se implementan entre los 6 y los 16 años porque a los 24 ya no aprenden nada nuevo, así que, cuando de niños los capturan online, seguramente van a mantener esas prácticas, van a continuar utilizando esas plataformas el resto de sus vidas. […] El sistema de escuelas públicas de los Estados Unidos no está recibiendo fondos del Estado, entonces, cuando entran Google y Facebook y les ofrecen acuerdos, docentes y dinero para implementar sus plataformas por supuesto que utilizan esos desarrollos. Google tiene sistemas magníficos también para administración. Con el gobierno de Trump esto se va a acrecentar: los fondos privados realmente serán los principales impulsores para las escuelas públicas.

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¿Qué recomendás para escuelas, para docentes, en relación con el uso de las redes sociales?

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Muy buena cuestión. Muchos padres de niños pequeños me preguntan: “¿está bien que los dejemos entrar a Facebook?”. No soy una especialista en este campo, pero creo que como padres nunca deberían dejar de lado a sus niños; lo peor que pueden hacer es dejarlos con los medios sociales y no preocuparse acerca de lo que hacen. Hay que sentarse al lado de ellos, preguntar, que nos expliquen qué es lo que están haciendo. Hay muchas cuestiones con respecto al uso de Facebook, Twitter, Instagram, en el patio del colegio. Está, por ejemplo, el ciberacoso, ciberbullying: muchos chicos son objeto de bullying por haber incluido una foto en internet; y el bullying es la contracara de la autopromoción, por eso puede suceder en los medios sociales. Facebook no asume la responsabilidad por estas

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luchas o problemas entre niños, no son policías, tampoco son funcionarios en el patio del colegio. Pero, ¿los colegios son responsables acerca de comportamiento a través de los medios sociales sea que lo usen en el patio de la escuela o fuera de la escuela? Esto es una pregunta complicada porque los docentes no pueden ser responsables por todo lo que pasa en Facebook. Lo importante es: ¿Facebook es responsable por el ciberbullying? Hubo una niña de 12 años en Canadá que el año pasado se suicidó. ¿Facebook puede ser considerado responsable por los asesinatos o suicidios que se realizan en vivo, por ejemplo? Eso es un área legal que recién estamos observando, no tenemos la terminología, no tenemos las palabras para describir lo que está pasando. ¿Se podrá recomponer un orden cultural con predominio de la razón lógica –agrego: en el supuesto que hayamos tenido alguna vez orden


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cultural– o el ecosistema de plataformas será el de pensamiento extremo y emocional? Sí, entiendo la pregunta. ¿Podemos reconstruir ese ecosistema de plataformas de la manera que queremos? Espero que sí. Soy optimista, así que siempre creo en la negociación y en tratar de definir nuestra propia vida y nuestra propia sociedad. Lo que creo que hay que hacer es tomar acciones como ciudadanos, tenemos que participar con estas empresas que proveen las plataformas y los mecanismos. Nuestros estados también tienen que hacerlo y tenemos que educarnos y educar a nuestros niños acerca de lo que hacen las plataformas. Hace cien años no teníamos aviones: se tuvo que inventar ese espacio y, bueno, ahora ya sabemos convivir con ellos. Han ocurrido otras revoluciones tecnológicas en los últimos dos siglos que han cambiado el mundo. No creo que esta sea la más

significativa de los últimos doscientos años. Yo creo que, por ejemplo, los aviones son mucho más importantes como innovación tecnológica que las plataformas de medios sociales, pero el nivel en que estamos viviendo, en una sociedad en línea mundial, nos obliga a enfrentar temas mundiales que se debaten en todos los niveles: locales, estatales, nacionales y supranacionales. La globalidad es quizás el tema más importante; quizás habría que terminar con una nota optimista: si somos todos parte de esta sociedad, empecemos mañana a hacer un mundo mejor. Esto, tal vez, sería un mensaje un poco católico, pero como el Papa es de aquí, espero que todos entiendan que creo que tenemos que negociar y hacer que la sociedad trabaje en forma conjunta. ○

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' Sofia Spinnato, At the park, 2017

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