Neruda, poeta fugitivo Uno de los episodios más significativos de la vida de Neruda fue aquel en que, siendo Senador, fue desaforado y perseguido por Gabriel González Videla, a quien él mismo había ayudado a llegar a la Presidencia de la República. Los sucesos en medio de los que se desarrolla esta persecución, marcan el principio de una era, la de la Guerra Fría en Chile.
Resumen A mediados de 1947, se rompe la alianza del presidente radical Gabriel González Videla con el Partido Comunista, que había contribuido decisivamente a llevarlo al poder. Los comunistas fueron expulsados de todos los cargos públicos y sus dirigentes sindicales perseguidos y relegados. Pablo Neruda, que era senador y ya tenía gran prestigio en Chile y el extranjero, se convierte entonces en el principal antagonista de González Videla. Éste consigue el desafuero del poeta y los tribunales ordenan su detención. En febrero de 1948 Neruda empieza a vivir en la clandestinidad. Lo hará hasta mediados de febrero de 1949, cuando logra salir a Argentina cruzando la cordillera a caballo. Este artículo revisa la importancia que tuvo este período en la vida y en la poesía de Neruda, la alianza de comunistas y radicales, la participación de Neruda en la campaña presidencial de González Videla, las circunstancias políticas que llevan a la ruptura del gobierno con el Partido Comunista, las intervenciones en el congreso de Neruda y sus denuncias a los atropellos de la democracia en Chile, la huelga del carbón, la guerra del gobierno contra el comunismo, la vida de Neruda en la clandestinidad, su salida del país por la cordillera y la versión de González Videla sobres estos hechos. En un apéndice se entregan los perfiles y carreras políticas de Neruda y de González
Videla y una breve historia de la promulgación, vigencia y derogación de la Ley de defensa de la democracia. Cada uno de estos temas se desarrolla en un breve capítulo. El texto puede leerse íntegramente, de principio a fin, o en forma modular, ya que cada capítulo tiene cierta autonomía de sentido.
El poeta perseguido y su Canto general Aquel tiempo de persecución y clandestinidad, fue de primera importancia para Neruda. Entre otras cosas le reveló lo que es la poesía para el hombre, así como el sentido que daría unidad a uno de sus libros más importantes, Canto general; además, como lo señala el escritor José Miguel Varas, contribuyó a darle a Neruda la categoría de Poeta Nacional: …a la manera de los notables poetas, que en el siglo XIX se convirtieron en portavoces y abanderados de sus pueblos, en el proceso de forja de sus identidades y estados nacionales. Poetas románticos y patrióticos como Jan Neruda en Checoeslovaquia, Alexander Pushkin en Rusia, Adan Mickiewicz en Polonia, Victor Hugo en Francia, acaso Espronceda en España.
Agrega Varas: Es posible afirmar que Neruda dejó de ser exclusivamente el poeta del amor y de la interrogación metafísica y adquirió la condición de vate o Poeta Nacional, a partir de aquel año 1948 tan denso en experiencias humanas reveladoras, tan rico en acontecimientos y debates políticos, que marcan para los historiadores el comienzo de una era: la Guerra Fría.
Efectivamente, la lucha contra el fascismo europeo y sus proyectos de hegemonía mundial, había terminado. Al mismo tiempo se había disipado la expectativa de que pudiera continuar la colaboración de la URSS con las potencias occidentales que fueron sus aliadas en la segunda guerra mundial, esperanza que el dirigente comunista norteamericano Earl Browder difundió en libros como Teherán. Nuestro sendero en la guerra y en la paz. La poesía de Tercera residencia, libro que Neruda publica en 1947 es todavía antifascista. Pero ese mismo año, con las tensiones de postguerra,
comienza la Guerra Fría y Neruda entra de lleno en ella. La clandestinidad le dio la oportunidad de terminar Canto general, uno de sus libros más importantes: Mi contacto con las luchas populares iba siendo cada vez más estrecho. Comprendí la necesidad de una nueva poesía épica, que no se ajustara al antiguo concepto formal (…) Siempre estuve buscando tiempo para escribir el libro. Cada día tenía menos posibilidades de hacerlo. Por esos días llegó a Chile una de esas olas persecutorias que caracterizan a nuestra pobre América. Esta vez me alcanzó a mí y tuve que andar de sitio en sitio para que no me hallaran.(…) Para escapar a la persecución no podía salir de un cuarto y debía cambiar de sitio muy a menudo (…) Desde el primer momento comprendí que había llegado la hora de escribir mi libro. Fui estudiando los temas, disponiendo los capítulos y no dejé de escribir sino para cambiar de refugio.
Aquella “ola persecutoria” le dio a Neruda una idea singular sobre la historia de América: la de una lucha por la libertad siempre renovada, desde la época de la Conquista hasta el presente, idea que introduce en Canto general. En sus memorias el poeta anotó: La relación histórica de cuanto me pasaba se acercó dramáticamente a los antiguos temas americanos. En aquel año de peligro y de escondite, terminé mi libro más importante, Canto general.
Un hecho decisivo, tanto para la seguridad del poeta como para su concepción de lo que debe ser la poesía, fue la solidaridad y la ayuda que recibió de muchas personas desconocidas. El poeta recuerda que en todas partes se abría una puerta para resguardarlo y que siempre era acogido por gente desconocida. Después, cuando cruzó la cordillera, recibió la ayuda decisiva de tres arrieros y, como lo manifestó al recibir el Premio Nobel, “En aquella larga jornada encontré las dosis necesarias a la formación del poema”, agregando, más adelante que la enseñanza fundamental que recibió es que “el poeta debe aprender de los demás hombres” y que ningún poeta tiene otro enemigo esencial que “su propia incapacidad para entenderse con sus contemporáneos”.
En un texto de 1950, luego de narrar los viajes que hizo a los minerales del carbón, donde conoció la miseria que llevó a los obreros a la huelga. Aún cuando denunció esa miseria, Neruda valoró su encuentro de poeta con aquella humanidad doliente : Qué hermosa época ésta, en que los poetas hemos podido mirar más allá de las hojas y de las flores, más allá de nuestros pequeños corazones, que querían abarcar inasibles inexistencias(…) Qué época para los poetas, qué tiempo grandioso! Éste es el tiempo de la unidad y de la fraternidad, éste es el tiempo de la victoria, éste no es el tiempo de una vida sino de todas las vidas (…)
Los muertos de la Plaza
El 17 de enero de 1946, el Presidente de la República, Juan Antonio Ríos, que había asumido en 1942, no pudo seguir en el ejercicio de su cargo por el agravamiento del cáncer que lo afectaba. Fue reemplazado por el vicepresidente, Alfredo Duhalde, cuyo breve gobierno quedaría marcado por los sucesos del 28 del mismo mes. Entonces, los manifestantes que, en la plaza Bulnes de Santiago, apoyaban la huelga de los trabajadores del salitre, fueron reprimidos por carabineros, con un saldo de 6 muertos y 77 heridos. Entre las víctimas fatales estaba Ramona Parra, que pasó a convertirse en emblema de las juventudes comunistas. El gobierno había respondido a la huelga de las salitreras disolviendo los sindicatos, presididos, en su mayoría, por dirigentes del PC. Luego de lo ocurrido en la plaza Bulnes, Duhalde declaró estado de sitio por setenta días. Estos hechos anunciaban claramente lo que vendría, en una escala mucho mayor, en los años siguientes.
Neruda en la campaña electoral de 1946 El 27 de junio de 1946 comienza la campaña electoral para suceder al presidente Ríos. La estrategia del PC chileno era la “revolución democrática – burguesa”, buscando la unidad, no a través de partidos, sino de las bases. Por esto participó en la constitución de la Unión de Partidos Democráticos de Chile, junto al Partido Radical. El 21 de julio de 1946 una Convención de Centro Izquierda, formada por radicales y comunistas, eligió a González Videla como candidato a la presidencia. Al mismo tiempo se aprobó su programa de gobierno, que contemplaba, entre sus puntos principales, una reforma agraria que subdividiría las grandes propiedades rurales y entregaría a los campesinos y trabajadores agrícolas las tierras que no se cultivaban; la sindicalización campesina; la creación de un Banco del Estado; la nacionalización de los seguros, petróleo, gas y energía eléctrica; un plan de construcción de viviendas populares; la plenitud de derechos civiles y políticos de la mujerque fue uno de los pocos puntos con el que el gobierno cumplió-, y el fortalecimiento del Estado docente. Pablo Neruda, a la sazón senador de la República, fue nombrado Jefe del Comité Nacional de Propaganda de esta candidatura, cargo desde el cual realizó gran cantidad de actividades, acompañando a González Videla en sus giras por todo el país. En el diario La Hora, del 23 de agosto de 1946, con el título de “Intelectuales de Chile adhieren a la candidatura de Gabriel González”, se publicaba un manifiesto firmado por las principales figuras de la literatura nacional, como Augusto D´Halmar, Mariano Latorre, Ángel Cruchaga, Rubén Azócar, José Santos González Vera, Nicomedes Guzmán, Tomás Lago, Nicanor Parra, Juvencio Valle, y Pablo Neruda, a quien sin duda se debía esta importante adhesión del mundo de la cultura. El 1º de septiembre se realiza en el Estadio Nacional de Santiago, el acto de cierre de la candidatura, en el que hubo diversos números artísticos y discursos. El acto culminó cuando Neruda le tomó a González Videla el
juramento de cumplir con el programa de gobierno orientado hacia la reforma pacífica de las instituciones y la ampliación de la democracia social en favor los trabajadores. Finalmente, Neruda leyó el breve poema que había preparado para esta ocasión, “El pueblo lo llama Gabriel”.
La alianza comunista – radical
Los votos del Partido Comunista fueron decisivos para el triunfo de Gabriel González Videla, en 1946. Diez años antes había llegado a un acuerdo con el Partido Radical para formar listas únicas en las elecciones parlamentarias y municipales. Así por ejemplo, en las elecciones senatoriales de 1945 por Tarapacá y Antofagasta, el poeta Pablo Neruda y el líder histórico del Partido Comunista, Elías Lafferte, fueron en la misma lista con Gabriel González Videla, quien la encabezó. En 1938, el PC fue parte del Frente Popular, que llevó a la presidencia al candidato radical, Pedro Aguirre Cerda. En esta ocasión, los votos comunistas le dieron a Aguirre la estrecha ventaja que obtuvo sobre el candidato de la derecha, Gustavo Ross. En 1942, formaron parte de la Alianza Democrática, con la que triunfó el radical Juan Antonio Ríos. Como ya se ha dicho, en julio de 1946, el PC junto al Partido Radical proclamaron candidato a la Presidencia a González Videla. En estas elecciones el radicalismo estaba dividido. Un grupo de parlamentarios se había separado del PR para formar el Partido Radical Democrático, que apoyó la candidatura liberal de Fernando Alessandri. Los socialistas y falangistas, que habían apoyado a Ríos, no lo hicieron con González Videla. Los primeros presentaron una candidatura propia, la de
Bernardo Ibáñez, y los segundos se sumaron a la del doctor Eduardo CruzCoke, conservador de tendencia social cristiana. De esta forma, la candidatura de González Videla estaba muy debilitada y para tener alguna opción de triunfo necesitaba el apoyo de los comunistas. Finalmente González Videla triunfó en los comicios, pero no con la mayoría absoluta de los votos. La derecha unida podría haber ganado cómodamente estas elecciones, ya que, la suma de los votos de conservadores y liberales, llegaba casi el 57%. El hecho es que el Congreso pleno debería elegir al presidente entre las dos primeras mayorías relativas: González Videla y Cruz – Coke, un médico brillante, que superaba largamente a su adversario, en estatura intelectual y en experiencia política. Como ministro de Salubridad de Arturo Alessandri Palma, en 1937, había impulsado la medicina social, especialmente a favor de la madre y el niño, lo que le había dado gran popularidad. Además estaba lejos de ciertos vicios políticos como la demagogia y el oportunismo, cosa que demostró cuando fue el único parlamentario de derecha que votó en contra de la Ley de defensa permanente de la democracia. González Videla tuvo que recurrir entonces a los liberales, para asegurarse los votos que necesitaba para ser elegido en el Congreso pleno. Éstos hicieron dos exigencias: la suspensión de la sindicalización campesina del programa de gobierno, e incorporarse al gobierno en paridad con los comunistas en cuanto a número de ministros y altos cargos en la administración pública. Esta paridad desde luego buscaba neutralizar a los comunistas, por lo que el gobierno de Gabriel González Videla nació con un conflicto en germen, que no podría resolverse sin la exclusión de uno de los dos partidos políticos antagonistas. Los liberales se opusieron también, en el gobierno y en el Congreso, a las medidas orientadas a la intervención del Estado en las actividades económicas, que había sido parte de la política de todos los gobiernos radicales. Así el llamado Gabinete de Unidad Nacional, que formó González Videla en noviembre de 1946, integrado por ministros radicales, comunistas y
liberales, de unidad no tenía nada, y solo sobrevivió los primeros seis meses del gobierno. Históricamente, quizás lo más interesante de este gabinete era que por primera vez en América Latina, los comunistas integraban un gobierno democrático.
Crecimiento del poder político y sindical del PC
El gabinete concluyó luego de que en las elecciones municipales de 1947, el Partido Comunista tuvo un fuerte aumento en su votación, captando el 16,5 de los sufragios, con lo que se convirtió en la tercera fuerza política del país. En Santiago llegó a ocupar el primer lugar, y en comunas mineras del norte y el sur, obtuvo hasta un 60,5% de la votación. A esto se sumaba el control de las directivas de los principales sindicatos de trabajadores mineros, con lo cual los comunistas podían, eventualmente, paralizar las actividades productivas más importantes del país. Luego de los comicios municipales, los liberales dejaron el gobierno, porque el descenso de un punto en el porcentaje de su votación parecía indicarles que su participación en él los estaba perjudicando políticamente. Los ministros comunistas renunciaron también a sus cargos, aun cuando esto todavía no significó la ruptura con González Videla. Conservaron cierta presencia en el gobierno a través de intendentes, gobernadores y otros altos cargos en la administración pública. El crecimiento del poder político y sindical del Partido Comunista empezaba a causar preocupación no solo en la derecha, sino también entre los radicales, incluido el presidente González Videla, y en una parte de la izquierda. En efecto, algunos sectores del socialismo se sumaron a la ola de anticomunismo que empezaba a crecer entonces en el país. Esto tiene su
explicación. Desde las elecciones parlamentarias de 1945, la votación del Partido Comunista venía creciendo y la del Socialista bajando, hasta el punto de que en las elecciones presidenciales de 1946, los socialistas obtuvieran apenas el 2,5% de los votos. Socialistas y comunistas competían no solo por una misma fuerza electoral, sino por el control de los sindicatos. Además, sectores importantes del socialismo nacional procedían del APRA, fundado en Perú por Víctor Raúl Haya de la Torre, o del trostskismo. Ambas corrientes tenían un fuerte sello anti comunista. Esto explica que un sector del socialismo haya apoyado alguna de las medidas en contra del PC, decretadas por el presidente González Videla, y que incluso algunos militantes socialistas participaran en la Acción Chilena Anticomunista, ACHA, que se formó después de las elecciones municipales de 1947, principalmente por políticos de derecha y también por radicales.
El inicio de la guerra fría
A los Estados Unidos también les preocupaba la situación de Chile, porque con la participación de los comunistas en el gobierno, podía empezar a replicarse en América Latina lo que estaba ocurriendo en algunos países europeos, principalmente en Francia e Italia, donde habían surgido poderosos partidos comunistas locales, que incluso habían integrado gobiernos . La preocupación norteamericana ya se había manifestado cuando a fines de 1946 se declaró una huelga legal, supuestamente impulsada por los comunistas, en el mineral de cobre de Sewell, de propiedad de la Kennecott. El gobierno americano impuso entonces la suspensión de todos los créditos a Chile, medida que siguió funcionando aun después de que se resolvió el conflicto de Sewell, y que solo se derogó luego del rompimiento total de González Videla con los comunistas.
Pero además la situación mundial había cambiado con el inicio de la llamada Guerra fría que enfrentó a los Estados Unidos con la Unión Soviética, su antiguo aliado contra el nazismo.
La ruptura
El primer acto de la ruptura de González Videla con los comunistas, fue la huelga de los conductores y cobradores del transporte público de Santiago, el 12 de junio de 1947, que produjo incidentes que terminaron con cuatro muertos y decenas de heridos. Gonzalez Videla acusó públicamente al Partido Comunista de estos hechos. En la discusión que se suscitó en el Senado habló Pablo Neruda quien dijo que de los tres mil trabajadores del transporte solo setenta eran comunistas, lo mismo que solo cuatro de una directiva sindical de once miembros. Neruda aprovechó la ocasión para recordarle a González Videla el decisivo apoyo que había recibido su candidatura del PC, y su compromiso de cumplir con el programa de gobierno que se había pactado. Mientras tanto, la situación económica no dejaba de empeorar. El déficit fiscal había alcanzado una suma record. La temida inflación empezó a crecer, llegando al 33,5% en 1947. El precio del pan subió en un 53%. En estas circunstancias una solución era desviar el descontento popular, identificando a un enemigo interno y declarándole la guerra. El 17 de agosto de 1947, ante el fracaso de una negociación colectiva con la empresa en Lota y Coronel, se declaró una huelga indefinida de los mineros del carbón, a la que se sumaron los yacimientos de Curanilahue, Schwager y Lolito Sur. Entonces el carbón era el principal combustible doméstico e industrial del país, y movía a un medio de transporte tan importante como eran los ferrocarriles. Paralelamente se movilizaban los trabajadores del cobre en las provincias del norte.
González Videla respondió acusando a los comunistas de promover huelgas políticas y sacando a todos los militantes de ese partido de los cargos públicos que todavía ocupaban. Recurrió a las facultades de la ley nº 7.200 de 1942 para decretar zona en estado de emergencia la región el carbón , poniéndola bajo control militar. Luego presentó al Congreso un proyecto de ley que le otorgara facultades extraordinarias hasta por seis meses, argumentando que existía un plan que atentaba contra la economía nacional que ponía en peligro al estabilidad de la nación. Esta ley se aprobó en solo 24 horas y fue promulgada el 22 de agosto de 1947. La siguieron otras cuatro leyes de facultades extraordinarias, dos de las cuales se aprobaron después de la promulgación de la llamada Ley Maldita. Como el conflicto del carbón no se resolvió con las medidas del gobierno, éste decretó la reanudación de faenas, concediendo, además, reajustes bastante sustanciales a los salarios de los trabajadores. Al mismo tiempo enviaba un importante contingente militar para ocupar los yacimientos mineros. Muchos dirigentes fueron detenidos, y exonerados los trabajadores que se negaban a volver al trabajo o acatar las normas impuestas por las autoridades.
La situación de los trabajadores del carbón y la huelga de 1947
En julio de 1947 Neruda viaja a Lota y Coronel, visita las minas y se entera de las condiciones en que viven los mineros. En un discurso leído en Ciudad de Guatemala, en 1950 e incluido posteriormente en el libro Viajes, con el título de El esplendor de la tierra, el poeta daría cuenta de lo que vio y vivió en esa ocasión: … junto a la unión del Bío – Bío y del océano, están las grandes minas de carbón. Cerca de treinta mil familias de mineros viven hacinadas bajo el destructivo clima de esas regiones. Las poblaciones de Lota y Coronel están junto a un mar sin alegría, el ronco mar gris de las costas australes de Chile. Una historia de lucha y de martirio cubre las vidas de los hombres, de los indomables héroes del carbón. Los he visto salir de la profundidad, tiznados y cansados, avanzando hacia sus arrabales inhumanos.
Más adelante el poeta describe las condiciones físicas en que trabajaban los mineros: Hay que bajar amarrado a los hierros del carrito, en la semitiniebla hay que descender, después de dos horas de viaje, y meterse entreacostado o entrelevantado, porque esa es la posición del minero, pequeña larva negra de las cavidades sobre las que rezuma la humedad arterial del océano frío y en la que muerde la silicosis como una perra hambrienta.
Luego daba cuenta de la situación de miseria que llevó a la huelga: Y por eso, por el grande invierno y por la alimentación miserable, y por los doce kilómetros de viaje portal bajo el océano, y por el grisú, y por la muerte, y por el salario imposible – 50 centavos de dólar por esas 12 horas de trabajo- y por todo lo que sabemos, por los zapatos rotos y por la ropa mojada, y por la tuberculosis y la silicosis, por eso, en aquel mes de julio de 1947, había, como debe ser, como tiene que ser, una gran huelga entre los mineros del carbón de Lota y Coronel, en las profundidades del desolado sur…
La guerra contra el comunismo
Paralelamente el gobierno iniciaba la guerra contra el Partido Comunista. Los partidos de derecha y un sector del socialismo, compartieron la versión según la cual la huelga del carbón era una maniobra política del PC. En su defensa, éste alegó que los motivos de la huelga eran estrictamente económicos y, objetivamente, las condiciones de vida de los mineros del carbón y de sus familias eran deplorables. Se acusó al PC de dirigir dictatorialmente a los sindicatos y de manejarlos de acuerdo a una estrategia revolucionaria antipatriótica y de alcances internacionales. Las medidas del gobierno incluyeron la detención de los militantes comunistas connotados, salvo de los parlamentarios, que gozaban de fuero, y la censura del diario El Siglo. Paralelamente se inició una ofensiva contra las representaciones de los países socialistas, acusadas de colaborar con el PC chileno en el plan orientado a controlar combustibles y materias primas, para que el llamado mundo libre no pudiera echar mano de ellos en caso de guerra con las
potencias del bloque socialista. Así, la huelga del carbón pasaba a convertirse en un problema internacional, y en nada menos que la primera batalla de la tercera guerra mundial, como algunos la calificaron, exageradamente. Con antecedentes muy débiles, el gobierno de González Videla denunció la intromisión del comunismo internacional en Chile, lo que lo llevó a la ruptura de relaciones con Yugoeslavia y luego con la Unión Soviética y Checoeslovaquia.
Primer discurso de Neruda Pablo Neruda, a la sazón senador de la República, junto a dos diputados comunistas y a Bernardo Leighton, diputado falangista, intentaron visitar los minerales del carbón para dar cuenta en el Congreso de la situación que ésta vivía, pero la jefatura de la zona en estado de emergencia se los impidió. En la sesión del Senado, del 14 de octubre de 1947, el senador Pablo Neruda pronuncia el primero de los tres discursos que se difundirán por América y Europa, y con los que se convertirá en el principal adversario del presidente González Videla, a quien señala como el principal responsable de la crisis que se ha desencadenado en el país: Frente a la gravedad de este momento, el gobierno pretendiendo desviar la atención pública de las verdaderas causas de la situación, se esfuerza y se empecina en dar un carácter sedicioso a un conflicto provocado por la intransigencia de las compañías y solo prolongado artificialmente por el capricho de un hombre, atribuye finalidades políticas a peticiones estrictamente económicas y trata, con avieso designio, de hacer creer que tiene extensión nacional, continental y mundial un movimiento local, circunscrito a la zona carbonífera.”
En apoyo de sus afirmaciones, el poeta citó parte de un editorial del New York Times que se preguntaba si los mineros chilenos estaban bien pagados, bien alimentados, bien alojados, si tenían atención médica suficiente y cierta seguridad para cuando tuvieran que retirarse, concluyendo que la respuesta era negativa, es decir, que carecían de todas esas cosas.
A continuación, Neruda detallaba las iniciativas de dirigentes sindicales y de políticos radicales y de derecha para solucionar el conflicto, agregando que González Videla había respondido a todas “con la misma terca negativa”, y agregaba: No solo las espaldas ha dado al pueblo el actual mandatario. Ha hecho algo más grave, ha dado vueltas su corazón y su cabeza. Ha olvidado su corazón a aquellos que lo eligieron (…) Su cabeza ha olvidado la sensación del equilibrio y la justicia.
“Carta íntima para millones de hombres”.
A partir del 6 de octubre de 1947, el diario El Siglo, que era el órgano oficial de PC, estaba bajo censura previa. En el discurso que comentamos, Neruda señalaba que ese diario tenía prohibición de criticar las políticas del gobierno, las del imperialismo norteamericano, y de atacar al dictador español Francisco Franco. En estas circunstancias, el 27 de noviembre de 1947, el poeta decidió publicar en el diario El Nacional, de Caracas, una extensa revisión de la situación nacional y sus antecedentes, titulada “La crisis democrática en Chile es una advertencia dramática para nuestro continente”. El mismo texto se publicó clandestinamente en Chile, y además circuló en México, Colombia, Uruguay y Perú, con el título de “Carta íntima para millones de hombres”. En este texto Neruda denuncia las presiones del gobierno de los Estados Unidos y de las grandes corporaciones norteamericanas, que llevaron a González Videla a traicionar a los sectores populares que lo habían llevado al gobierno. Citó una entrevista que concedió González Videla el 18 de junio de 1947, al diario New Chronicle de Londres, en la que este declaraba que su actitud hacia los comunistas chilenos obedecía a la inminencia de una guerra de los Estados Unidos con la URSS, guerra en la cual Chile debía colaborar con Norteamérica, contra Rusia.
El poeta describía, además, la miseria en que vivían los mineros del carbón, agregando que era ésta la que había generado las demandas que llevaron a la huelga, demandas que el mismo Gabriel González “había encontrado enteramente justificadas un años antes, cuando era candidato a presidente” y agregaba: “Aquella vez derramó lágrimas ante diez mil mineros al ver el fervor con que ellos lo aclamaban como posible realizador de sus esperanzas.” En diversos pasajes de este texto Neruda muestra a González Videla como un personaje demagogo, oportunista y sobre todo inconsecuente hasta la traición: El señor González Videla antes de su elección presidió numerosos comités de acción democrática antifascista y antifranquista a fin de obtener popularidad en el electorado. Una vez llegado al poder, lejos de perseguir a los grupos fascistas nacionales e internacionales, ha perseguido con encono a los mismos grupos liberadores de los que formara parte.
Lo muestra, además, abandonando el programa de gobierno que tan solemnemente juró cumplir y fomentando una campaña en contra de la URSS, después de haber sido presidente honorario del Instituto Soviético de Cultura. Se refiere también, Neruda, a la ruptura de las tradiciones democráticas y republicanas del país: González Videla ha entregado y negociado, pues, el patrimonio histórico, jurídico y moral de Chile. Y lo ha hecho con fría impudicia.
Desafuero del Senador Neruda En la víspera de Navidad de 1947 el gobierno envió a la Corte Suprema un oficio dirigido el Fiscal de turno de la Corte de Apelaciones, para que éste interpusiera ante el tribunal correspondiente la petición de desafuero del senador Pablo Neruda. Este oficio decía: En los diarios “El Nacional” de la ciudad de Caracas, de 27 de noviembre último, y “El Popular” de Méjico, de 6 del presente, se publica a grandes caracteres una
comunicación firmada por el senador chileno, señor Pablo Neruda, en la cual se contienen afirmaciones que trasgreden las disposiciones de la Ley nº 6026, de 11 de febrero de 1937, sobre Seguridad Interior del Estado. Se incurre, además, en delitos de calumnia e injuria contra el Presidente de la República, que la ley antes mencionada sanciona.
Agregaba González Videla que él no habría recurrido a los derechos que la ley le otorgaba, si no fuera por su obligación de “velar por el honor de Chile, tanto dentro de sus fronteras como en el exterior”. Más adelante presentaba a Neruda como un títere del comunismo, ingenuo y sin experiencia política. Comprendió el Partido Comunista que si fuese él o sus actuales dirigentes, quienes hiciesen tales acusaciones en el exterior ellas estarían desprovistas de todo valimiento, por cuanto no hay nación en el mundo que no conozca o no sufra la acción antinacional del comunismo. Fue por eso que quiso asilarse en el prestigio literario que el señor Neruda podría tener en el extranjero (…) Desconocido el señor Neruda en el exterior como militante activo del Partido Comunista, como dócil predicador de sus doctrinas antinacionales, hay en cambio algún conocimiento de él por su actividad literaria. Demuestra este hecho, además, la permanente cobardía que evidencia el Partido Comunista en todos sus actos, toda vez que se vale de una persona inocua y novicia en la política para destruir el prestigio internacional de nuestra Patria e injuriar gratuitamente al Jefe de Estado.
En estas líneas queda en evidencia el oportunismo de González Videla, quien da por universalmente conocida “la acción antinacional del comunismo”. Solo él pareció ignorarla cuando fue aliado de los comunistas y cuando se sirvió del prestigio literario de Neruda en su campaña presidencial. El mismo poeta, en un discurso posterior diría: “Mi inocuidad política se probó cuando dirigí su campaña de propaganda presidencial.” El lunes 5 de enero el Pleno de la Corte de Apelaciones de Santiago declara “que ha lugar a formar causa contra el Senador señor Pablo Neruda”, quien dispondría de cinco días para apelar ante la Corte Suprema. En caso de que ésta confirmara el desafuero, el Ministro sumariante de la Corte de Apelaciones, podría proceder a la detención del poeta. Sus abogados Jorge
Jiles Pizarro y jurista Carlos Vicuña Fuentes comenzaron inmediatamente a preparar la apelación. Como procurador en representación de Neruda actuó Leopoldo Castro García Huidobro. La sesión especial del Senado, de martes 6 de enero de 1948, destinada a oír a Neruda se inició con un incidente originado en una discusión entre el presidente de la cámara alta, Arturo Alessandri Palma y el senador Rodríguez de la Sota, quien pidió la improcedencia de la sesión por no haber temas pendientes. Alessandri, con el apoyo del senador Rudencindo Ortega, alegó que eso era un acto de censura. El Senado se manifestó a favor de la improcedencia, ante lo cual Alessandri y el vicepresidente presentaron sus renuncias, las que fueron rechazadas, de modo que Neruda pudo hablar nuevamente. Siete días después, en el último discurso que pudo decir en el Senado, el poeta reconoció el gesto de Alessandri cuando habló de “la gigantesca estatura del presidente del Senado, al elevar con su gesto, a esta Honorable Corporación, a la altura de los más nobles y más prestigiados Parlamentos del mundo, en defensa de la dignidad y de la libertad de opinión.”
Yo acuso El discurso de Neruda en la sesión del 6 de enero, es una de sus más célebres piezas oratorias. Posteriormente fue publicada con el título de Yo acuso, en alusión a la célebre carta de Emile Zola en el caso Dreyfus. El poeta comenzó señalando que el presidente de la República había pedido su desafuero “para que desde este recinto se deje de escuchar la crítica a las medidas de represión que formarán el único recuerdo de su paso por la historia de Chile.” Luego recordó que hacía exactamente 7 años, “el 6 de enero de 1941, un titán de las luchas por las libertades (…) Franklin Delano Roosvelt, dio al mundo su mensaje, estableciendo las cuatro libertades, fundamentos del futuro por el cual se luchaba y se desangraba el mundo.” Éstas eran las libertades de palabra y de culto y los derechos a vivir libres de miseria y de temor. En el Chile de González Videla no había ninguna de esas libertades ni derechos.
Continuaba diciendo que la acusación “de haber herido el prestigio de mi patria, por haber publicado en el extranjero la verdad”, la acusación de traición y antipatriotismo, era la misma que se hizo, en su momento a los Padres de la Patria. Fueron también las mismas que hicieron el tirano argentino Juan Manuel de Rosas al destacado intelectual Domingo Faustino Sarmiento, y Napoleón III, contra el gran poeta y patriota Víctor Hugo. Más adelante se refiere a la certeza de estar luchando por la causa justa, que hace que el perseguido, en los momentos en que es condenado, sienta “la infinita superioridad que lo distingue de su perseguidor, y concluye esta parte de su argumentación diciendo: …tengo la certeza absoluta que tarde o temprano, más bien temprano que tarde, el inicuo proceso político a que he sido sometido será juzgado como merece y sus inspiradores y perpetradores recibirán el nombre que les corresponde…
Neruda afirma, luego, que el Ejecutivo no es la Patria: No creo que nadie en esta alta Corporación (…) se atreva ahora a sostener que yo, al criticar actuaciones del ejecutivo, a la luz del día, en este recinto, y para el cumplimiento de la misión que me encomendó parte del pueblo de mi patria, al proceder de acuerdo con las normas de la Constitución Política, a manifestar mis opiniones y a exponer hechos que tienen relación con materias sobre las que el Senado debe pronunciarse, ME HAYA VUELTO EN CONTRA DE MI PATRIA.
En el capítulo “Sus propias palabras lo acusarán”, Neruda hace una breve antología de dichos de González Videla en distintas ocasiones, anteriores a su elección como Presidente de la República, y que ponen en evidencia su inconsecuencia. Citaremos solo parte de una declaración al diario antofagastino ABC que hizo GGV a fines de 1945 : Un gobierno de izquierda debe tener visión y responsabilidad suficiente para no dejarse arrastrar por los sectores anti obreros de nuestro país, que están conspirando con éxito contra la unidad de la izquierda y cuyo triunfo más sensacional habría sido utilizar a ministros radicales como instrumentos de represión contra la clase obrera.
Neruda contraatacó devolviendo la acusación que se le había hecho de desprestigiar al país, diciendo: …los que han mancillado brutalmente el prestigio de Chile en la América, pretenden acusar tomando el papel de defensores del prestigio nacional.
Los que tienen a nuestro país aherrojado, atropellado, amordazado y dividido, pretenden tomar la bandera del prestigio que ellos han tirado al suelo.
En consecuencia con este argumento, el poeta hace una cantidad d acusaciones a González Videla, como las de destruir las organizaciones sindicales; ordenar el voto de Chile en las Naciones Unidas, contrario a la ruptura de relaciones con la España de Franco; desorganizar la producción por la evacuación masiva de trabajadores; obligar a las fuerzas armadas a actuar en labores policiales y enfrentarlas con los trabajadores y gastar centenares de millones de pesos en estas tareas, en lugar de renovar el armamento atrasado de esas instituciones; mantener bases extranjeras en territorio chileno, en tiempos de paz; tomar medidas contra a libertad de expresión, y contratar créditos en el extranjero convirtiendo a Chile en un país mendicante. Termina Neruda su intervención afirmando que lo que ha hecho es un juicio político e histórico, y que rechaza los cargos de calumniar e injuriar al presidente: Si quisiera injuriar al presidente de la República, lo haría dentro de mi obra literaria. Pero si me veo obligado a tratar su caso en el vasto poema Canto general de Chile, que escribo actualmente, cantando a la tierra y a los episodios de nuestra patria, lo haré también con la honradez y la pureza que he puesto en mi actuación política.
Por último el poeta señalaba que la noche anterior había escuchado la sentencia de la Corte de Apelaciones que aprobaba su desafuero. Frente a esto, volvía a apelar a la memoria histórica del país, recordando el proceso contra los subversivos de 1920, acusados de antipatriotas, y de estar financiados por “el oro peruano”, agregando que la sentencia en su contra también sería enterrada en el olvido” y que a él no lo desaforaba nadie más que el pueblo. En la sesión del Senado de martes 13 de enero, la última a la que puede concurrir Neruda, éste junto a Lafertte, Guevara y Contreras Labarca se oponen a la prórroga de las facultades extraordinarias solicitadas por el ejecutivo, que finalmente es aprobada. En la misma sesión, los parlamentarios comunistas critican la censura de prensa. Ese mismo día la justicia había declarado inadmisible el recurso presentado por la defensa del poeta.
Intentos por salir del país Ante la inminente aprobación del desafuero, el 21 de enero Neruda obtiene del presidente del Senado, Arturo Alessandri Palma, el permiso constitucional reglamentario para ausentarse del país por más de treinta días. El 27 acepta la ayuda del embajador de México, quien le había ofrecido su auto para salir en él a la Argentina. La tentativa fracasa, según lo que el mismo poeta declaró a la prensa, a causa de un pretexto menor: Nadie me prohibió pasar a la Argentina en forma directa pero impidieron el pase del auto por faltar un documento del Comercio Exterior. Podría haber seguido a pie, pero iba con mi esposa y el trayecto es largo. Además, seguramente habrían encontrado otro subterfugio.
Efectivamente lo encontraron cuando el poeta hizo un nuevo intento de viajar a Mendoza en automóvil. Esta vez se le impidió la salida de Chile porque no llevaba un carnet en el que apareciera como Pablo Neruda, y solo portaba uno con el nombre de Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto. Fracasó también una petición de asilo político en México. Neruda invitó a periodistas de distintos medios, para contarles su situación. Concurrieron veinticinco profesionales, entre reporteros y fotógrafos, pero solo la revista Ercilla, en su edición de 3 de febrero, publicó la entrevista. En ella el poeta declaró: Pedí asilo en la Embajada de México porque mi vida corre peligro. Tres veces agentes de la policía han intentado violar mi domicilio saltando la cerca. Otra vez sujetos desconocidos trataron de incendiar la casa. El Gobierno hace colocar carteles que dicen “Neruda traidor”, los fotografía y reparte en el extranjero. Eso es incitación al asesinato.
El 29 de enero el Pleno de la Corte Suprema rechaza la última apelación interpuesta por la defensa de Neruda por seis votos contra tres. En su libro Ojos y oídos cerca de Neruda, Tomás Lago, sobre la base de lo que le contó el abogado Fernando Silva Yoacham, reconstruyó el ambiente que había en la casa de Neruda el domingo 1º de febrero, cuando ya era inminente el desafuero del poeta senador: …entraba y salía mucha gente a la casa de Avda. Lynch el domingo último, (…) y todos prometían ir a solucionar algo. Salían y volvían sin nada en las manos, como quien
dice a la “pura copucha”. Comprendo que puede haber mucha exageración en estas apreciaciones, pero lo que pasa es que nosotros esperábamos, momento por momento, ver a Pablo fuera de peligro y no podíamos meternos en nada por el “tabú” del partido que capitalizaba la responsabilidad de todo, con su prestigio de organización, disciplina, etc.
Más adelante Lago escribe: Personas muy afectas a Pablo que aparentaban, hasta el día antes, pasar por todo tratándose de su persona, se alejaron poco a poco de su trato con diversos pretextos, de pronto (…) no podía dejar de darse cuenta de que a su propia casa no venía tanta gente como antes, como de las ausencias de fulano o perengano, por más que los amigos más próximos, como en la marcha Aída, en la Ópera, asistiéramos tarde y mañana a su lado para hacer número provocando una mayor animación en torno suyo.
El 3 de febrero la Corte Suprema desafora a Neruda, confirmando el fallo de la Corte de Apelaciones de Santiago. El fallo señala que “procede el desafuero del senador señor Neruda, en cuanto se inculpa a éste como supuesto responsable del delito de injurias publicadas por medio de periódicos extranjeros, enviadas desde el territorio de la República.” Al día siguiente, el ministro sumariante, Miguel González Castillo, dicta orden de detención contra Neruda y el perfecto jefe de investigaciones, Óscar Peluchoneau da instrucciones a su personal para que procedan al cumplimiento de la orden. Se realizan allanamientos de Michoacán, la casa del poeta, y de las residencias de algunos de sus amigos más cercanos como Ángel Cruchaga, Tomás Lago, Inés Valenzuela, Fernando Silva y Rubén Azócar.
El poeta en la clandestinidad
El Partido comunista le encomendó la seguridad de Neruda a un joven militante, Álvaro Jara Hantke, estudiante de historia de veinticuatro años, hijo de una familia de terratenientes de Talca, quien se ocupó de este cometido durante casi doce meses. Cuarenta y cinco años después, reconstruyó esta época de su vida en una ponencia titulada “Neruda 1948: El poeta inalcanzable”.
Para empezar su tarea, Jara recibió la dirección del lugar donde debía ir a buscar a Neruda. Comprobó que correspondía al departamento en que vivía su hermana, la escritora Marta, con su marido Víctor Pey, que había llegado a Chile con los refugiados españoles del Winnipeg : “Frente a la coincidencia, de la cual nadie me había advertido, todos nos reímos y esto pareció darle más confianza al vate…” anota Jara. De aquel departamento céntrico, que estaba en la avenida Vicuña Mackenna 47, Jara llevó al poeta a una parcela llena de árboles frutales, en la entonces rural comuna de Maipú. Su dueño era don Julio Vega: …un hombre bajito, reflexivo y prudente, la esencia de la sabiduría. Contador de profesión, llevaba una vida tranquila entre su oficina en la ciudad y esta apacible fuente de producción de duraznos, damascos, cerezas y otras frutas.
Neruda bautizó como Godomar de Chena ese lugar donde estuvo en más un período. Fue ahí donde concluyó su Canto general, a principios de febrero de 1949, poco antes de partir hacia el sur, desde donde saldría clandestinamente hacia Argentina. Los últimos versos de este libro dicen: Así termina este libro, aquí dejo/ mi Canto general escrito/ en la persecución, cantando bajo/ las alas clandestinas de mi patria./ Hoy 5 de febrero, en este año/ de 1949, en Chile, en “Godomar /de Chena”, algunos meses antes/ de los cuarenta y cinco años de mi edad.
Una de las casas en que Neruda estuvo, por varios períodos, fue la del matrimonio de Aída Figueroa y Sergio Insunza. Aída ha dejado sus recuerdos de ese encuentro: … conocimos a Pablo Neruda el año 1948 y nos valió esa suerte ser jóvenes miembros del Partido Comunista de Chile, dispuestos a cobijar en nuestro modesto departamento – de la calle Ismael Valdés Vergara 640, frente al inicio poniente del Parque Forestal – a militantes del Partido perseguidos por González Videla; primero fueron obreros del carbón, luego algunos de sus niños y más tarde Pablo Neruda y Delia del Carril, “la Hormiguita” (..) vivieron con nosotros por varios períodos más o menos prolongados según lo aconsejaban las medidas de seguridad y las exigencias políticas que en ese momento se le planteaban a Pablo, así como los preparativos de su huída al extranjero.
Todas las mañanas el poeta trabajaba en su Canto general, tecleando en la mesa del comedor en una máquina de escribir portátil. Por las noches les leía lo que había escrito. Aída recuerda: Las noches en que Pablo nos leía fueron para nosotros de muchas exigencia, ya que después de comer estábamos agotados y lo único que queríamos era irnos a dormir. Pero Pablo necesitaba que oyéramos y comentáramos lo que había escrito. ¿Cómo íbamos a comentar nosotros, apabullados por lo que oíamos?
El 12 de julio se celebró clandestinamente el cumpleaños de Neruda en el pequeño departamento del matrimonio Insunza Figueroa. Después, el 2 de septiembre se realizó un recital clandestino, en una casa de Providencia, ocasión en que Neruda les dio a conocer las últimas setenta páginas que había escrito de Canto general. Neruda fue escondido también por Luis Cuevas Mackenna, conocido entre sus amigos como El Paico, vecino del poeta en Isla Negra, quien lo tuvo en Pirque, en su parcela El Raco y después en el fundo El Cardo. Se refugió también en la casa del matrimonio del escritor Luis Enrique Délano y de la fotógrafa Lola Falcón, que estaba en la comuna de Ñuñoa, y en la de la familia Perelman Ide, entre muchos otros escondites con los que consiguió eludir la cacería policial. Álvaro Jara ha dejado también un interesante registro de algunos detalles de la vida diaria del poeta en la clandestinidad. Además de su dedicación a la escritura de Canto general y a la lectura de los libros que requería para ese gran poema americano, todas las noches a las nueve, “en un acto casi litúrgico”, escuchaba los noticiarios radiales. Además, a pesar de todas las medidas de seguridad que se habían tomado respecto de su circulación, el poeta tenía un plan que Jara califica de “tentación, en parte diablura, en parte desafío, al mismo tiempo quiebre de una larga y pesada rutina, con el condimento de emociones.” Se trataba de hacer un paseo nocturno al centro de Santiago, dando una vuelta completa alrededor de la sede del gobierno, el palacio de La Moneda. En ese momento Neruda estaba escondido en Pirque, por lo que el viaje podía prolongarse por una hora y más. Una noche, después de comer, salieron
en el auto de que disponían. Llegaron a Plaza Italia y bajaron por la Alameda hacia la calle Morandé. Jara anota: Mientras el coche rodó en redondo del palacio nadie pronunció palabra. La tensión del momento era fuerte. De mi parte, estaba concentrado en el volante del automóvil y en no ejecutar ninguna maniobra que pudiera parecer sospechosa a los pocos policías que estaban de guardia. Durante el camino de retorno, Pablo estaba feliz, eufórico. Lo expresaba a cada momento. Creo que esa noche durmió como los ángeles. Yo también.
La repatriación de Maruca Reyes Desde fines de la segunda guerra mundial , María Antonia Hagenaar, la primera mujer de Neruda, con quien se había casado en diciembre de 1930, en Batavia, vivía en Bruselas, en una situación precaria, aun cuando el poeta le enviaba una mesada regularmente. El 3 de mayo de 1942 se había publicado en el Diario Oficial de Cuernavaca el edicto del divorcio, que le permitió a Neruda casarse en México, con Delia del Carril, a principios de julio de 1943. El 2 de febrero de 1948 el gobierno le entregó a María Hagenaar, conocida también como Maruca Reyes, el pasaje para que viajara a Chile, y el 26 ella sale de Bruselas con destino a nuestro país. Con esto el oficialismo buscaba crearle nuevas dificultades al poeta, que de hecho fue acusado de bigamia por el Conservador del Registro Civil. Finalmente los tribunales establecieron que no existía aquel supuesto delito. A principios de mayo, la prensa informaba que Maruca había decidido presentar una querella para obtener el co usufructo de los bienes de su esposo. Finalmente, Neruda, desde la clandestinidad y a través de su abogado, Fernando Silva, llegó a un acuerdo económico con Maruca, por el cual ésta aceptó la sentencia de divorcio que se había dictado en México y la consiguiente liquidación de la sociedad conyugal que hubo entre ella y Neruda.
Al parecer, Maruca no fue informada de que Neruda era perseguido por razones políticas, y solo al llegar a Chile se dio cuenta de que la habían traído para usarla en contra de su ex marido.
La vacancia de la senaturía de Neruda Cuando habían transcurrido varios meses desde que Neruda empezó a vivir en la clandestinidad y no existía certeza sobre su permanencia en el país, la autorización que le extendiera Arturo Alessandri, en su calidad de presidente del Senado, estaba por expirar. La presunción de que el poeta se había ausentado de Chile sin una nueva autorización, podía llevar a que su cargo senatorial fuera declarado vacante, y el interesado no podía demostrar que estaba en el país, sin exponerse a ser arrestado. Elías Lafertte habló entonces con Alessandri para pedirle que se reuniera con Neruda para renovarle el permiso. Álvaro Jara recuerda: Se hicieron las gestiones y como lugar para la conversación se estableció la casa de un diputado. A este sitio yo debía transportar a Pablo a una hora determinada de la tarde. Se realizó tal como se había previsto y en forma muy breve. Era un barrio popular, muy cercano a la vieja Estación Central de Ferrocarriles. Don Arturo llegó con toda puntualidad en un gran auto negro, con su chofer Como se le esperaba, la puerta se abrió de inmediato y él ingresó a la casa. A continuación lo hizo Pablo, mientras yo esperaba al volante. Ya he dicho que el barrio era muy populoso, estábamos a plena luz y no había que demorarse, para evitar llamar la atención. Al cabo de unos momentos se retiraba don Arturo y un minuto después Pablo lo hacía conmigo. El vate venía radiante de felicidad detrás de su espesa barba, pues todo quedaba en orden.
Cuando se venció nuevamente el plazo, Neruda ya estaba fuera de Chile y no fue posible obtener del Senado una nueva renovación, de modo que la senaturía de Neruda por Tarapacá y Antofagasta fue declarada vacante y se convocó a una elección complementaria que se realizó el 28 de mayo de 1950. El amplio triunfo del falangista Radomiro Tomic sobre el radical Luis Alberto Cuevas, quien había sido ministro del interior de González Videla, fue considerado como una derrota para éste.
En busca de una salida por mar
Hubo un intento de sacar al poeta por mar, en un barco mercante, desde Valparaíso. Nació espontáneamente de un grupo de marinos. Álvaro Jara recibió instrucciones del secretario general del Partido, Ricardo Fonseca, de viajar al puerto para hablar con los marinos que habían ideado el plan, y ver la casa en que viviría Neruda mientras esperaba la salida del barco. El relato de Álvaro Jara da cuenta de que algunos de los planes de fuga de Neruda que se urdieron, eran tan bien intencionados como improvisados : …se me ungió con plenos poderes para que decidiera por mí mismo la viabilidad y también los elementos de riesgo del proyecto. Recuerdo que después de una larga conversación con tres o cuatro hombres de mar que eran los que se habían ofrecido para la acción, yo opté por renunciar a la idea. Hicimos un plano, a base de mis interrogantes, del muelle, de los accesos, de los puestos de control y llegué a la conclusión de que solo por un milagro se podría llegar hasta el buque. Y yo no podía creer ni esperar milagros. Igualmente, permanecer varios días escondido dentro del barco, sin contar ni beneplácito del capitán y de sus oficiales, era algo que no me convencía para nada. Además, si era descubierto en aguas chilenas, sería desembarcado y entregado a las autoridades del primer puerto que quisiesen. En consecuencia le expliqué a Pablo estos aspectos negativos y estuvo por entero de acuerdo conmigo.
El mismo Neruda registró en sus memorias este episodio: El plan era que yo me embarcara clandestinamente en la cabina de uno de los muchachos y desembarcara al llegar a Guayaquil, surgiendo de en medio de los plátanos. El marinero me explicaba que yo debería aparecer inesperadamente en la cubierta, al fondear el barco en el puerto ecuatoriano, vestido de pasajero elegante, fumándome un cigarro puro que nunca he podido fumar. Se decidió en la familia, ya que era inminente la partida, que se me confeccionara el traje apropiado – elegante y tropical –para lo cual se me tomaron oportunamente las medidas.
El camino de la libertad Finalmente, se puso en práctica del plan del ingeniero Víctor Pey, quien conocía a Jorge Bellet. Entonces éste trabajaba en la hacienda maderera Huenahue, en el interior de Valdivia, y se podía contar con su ayuda para sacar a Neruda a Argentina, a través de la cordillera. El primer problema era cómo pasar con Neruda en automóvil por el control policial de Angostura, y luego seguir viaje al sur. Se recurrió entonces al doctor Baúl Bulnes, uno de los grandes amigos del poeta y su vecino en Isla
Negra. Era médico de carabineros y tenía el grado de capitán. En sus memorias Neruda anota: Salimos cuando caía la tarde protegidos por un automóvil. Mi amigo el doctor Raúl Bulnes era entonces médico de la policía montada. Él me condujo en su invulnerable automóvil hasta las afueras de Santiago en donde me tomó a su cargo la organización del partido.
El partido había determinado que era más seguro que Neruda viajara solo, de modo que Delia tuvo que quedarse en Santiago. Una vez pasado el control de Angostura, el poeta abordó un Chevrolet color cereza, aportado por Manuel Solimano, en el que seguiría hacia el sur, junto a Jorge Bellet, quien se turnaría en el volante con el diputado comunista y dirigente ferroviario Andrés Escobar, quien debería regresar con el auto a Santiago. Como dejó escrito Jorge Bellet, en ese tiempo no existía la carretera Panamericana y el auto corría “sobre un camino de tierra, bien mantenido, pero que no permitía más de 75 kilómetros por hora.” El paso por Temuco, a mediodía, tuvo un significado especial para el poeta: Por simple azar, mi viejo Temuco era mi ruta de salida. Atravesamos el puente y el pueblito Padre Las Casas. Hicimos alto ya lejos de la ciudad, a comer algo sentados en una piedra. Por el declive pasaba un estero bajo y sus aguas sonaban. Era mi infancia que me despedía. Yo crecí en esa ciudad, mi poesía nació entre el cerro y el río, tomó la voz de la lluvia, se impregnó de los bosques tal como la madera. Y ahora, en el camino hacia la libertad, acampaba un instante al lado de Temuco y oía la voz del agua que me enseñó a cantar.
Jorge Bellet describió así el final de esta primera parte del viaje: En Valdivia cargamos gasolina y partimos hacia Futrono. Era una carretera que yo conocía muy bien, la hacía una vez a la semana. Allí, tal como estaba programado, nos esperaba una embarcación de la empresa en la que yo trabajaba y que nos llevaría a Llifen, donde teníamos un jeep. En él viajamos hasta los Llolles en el lago Maihue, en el que otra embarcación nos transportó a nuestro primer paradero, la Hacienda Hueinahue.
Al contarle a Delia en una carta el final de su navegación por el lago Ranco hasta Llifén, Neruda decía: …Después de una soledad abrumadora, ayudados por golpes de escocés llegamos a una ribera. Parecía otro mundo (…) Alumbraban una fogata para guiar a la embarcación, con estopa y madera y desde lejos se veía la altísima montaña, saliendo del agua y a la luz única del fuego irregular unas figuras minúsculas, que se convirtieron en hombres y mujeres a medida que atracábamos.
El poeta se instaló en una de las casas de la hacienda Hueinahue. Todo parecía marchar bien, cuando un sábado del mes de febrero de 1949, Bellet recibió el anuncio de que el dueño del fundo, el acaudalado comerciante y empresario José Rodríguez, llegaba el miércoles siguiente, acompañado de su padre y de tres amigos. Bellet conversó largamente con Neruda. Finalmente resolvieron decirle que éste se encontraba escondido allí. De todas formas, Bellet le pidió a Ricardo Monsalve, comunero de una reducción indígena, que acogiera al poeta en su casa, por el tiempo que durara la visita de Rodríguez. Cuando Bellet informó a su patrón de que Neruda se ocultaba en sus tierras, aquel mostró interés en conocerlo. El poeta recuerda así este encuentro: A la caída de la tarde vi avanzar un jeep. De él bajó, junto con mi amigo Bellet, un hombre maduro y juvenil, de pelo canoso y rostro resuelto. Sus primeras palabras fueron para decirme que desde ese instante él asumía la responsabilidad de custodiarme. En tales condiciones nadie se atrevería a atentar contra mi seguridad. Hablamos sin gran cordialidad, pero el hombre me fue ganando. Lo invité, porque hacía mucho frío, a la cabaña del cacique. Allí continuó nuestra conversación. Por orden suya aparecieron una botella de champaña, otra de whisky, y hielo. Al cuarto vaso de whisky discutíamos a grandes voces. El hombre era absolutista de convicciones. Decía cosas interesantes y estaba enterado de todo, pero su ribete de insolencia me ponía iracundo. Ambos pegábamos grandes palmadas sobre la mesa del cacique hasta que concluimos en paz aquella botella. Nuestra amistad siguió por mucho tiempo. Entre sus cualidades se contaba una franqueza irreductible de hombre acostumbrado a tener la sartén por el mango. Pero también sabía leer mi poesía en forma extraordinaria, con una entonación tan inteligente y varonil que mis propios versos me parecían nacer de nuevo.
Cuando Neruda se encontraba en la hacienda, se recibió otra noticia preocupante: la llegada de un funcionario del gobierno. Éste resultó ser Víctor Bianchi, un hombre múltiple: periodista, boxeador, fotógrafo, dramaturgo, andinista y además… amigo de Neruda. Bianchi iba en comisión oficial, a resolver unos litigios de tierras, cosa que despachó rápidamente. Luego se dedicó a ayudar a Neruda a pasar la cordillera, sumándose a la expedición. Después de discutir y examinar el terreno, Neruda, Bellet y Bianchi decidieron que la mejor alternativa era alcanzar la frontera con Argentina a caballo, por el paso de Lilpela, ruta de cuatreros y contrabandistas, llamado también “el camino de las brujas”, que Bellet ya había explorado. Mientras se hacían los preparativos y se esperaban condiciones climáticas propicias, el poeta comenzó a hacer ejercicios de equitación, ya que desde su juventud en Temuco no cabalgaba. En una de sus cartas le cuenta a Delia: He andado mucho a caballo, el segundo día estuve tan machucado que no podía moverme, me dolía todo el cuerpo y las piernas no podía levantarlas…
Víctor Bianchi anotó en su diario: Por fin estuvimos listos para la aventura el viernes 11 (febrero de 1949). Concluyendo de almorzar, cruzamos medio Maihue en lancha y montamos en los caballos que nos tenían listos los guías Juan Flores y Juan González (…) Cruzamos un tupido bosque. Descendimos al fondo de una quebrada inquietante. Vadeamos el río correntoso. Caminamos y caminamos sin grandes tropiezos y a las tres horas arribamos a Chigüío (…) nos esperaba el tercer guía que para variar también se llamaba Juan.(…) Después del baño termal y de un buen desayuno, partimos los seis hombres, un cuarto para las ocho, rumbo a los imponentes Colmillos del Diablo, que se divisaban entre nubes. Durante dos horas subimos sin cesar. Subimos por laderas boscosas. Subimos por lechos de ríos pedregosos. Subimos entre peñascos, troncos caídos y por el borde de precipicios.
El vasto, espléndido y difícil camino Al recibir el Premio Nóbel de Literatura, en Estocolmo en diciembre de 1971, Neruda recordó esta travesía, sin aludir a las circunstancias históricas que la motivaron. Dijo que “por acontecimientos ya olvidados en sí mismos” tuvo que “atravesar los Andes buscando la frontera de mi país con Argentina”. Entonces Neruda lo relató casi como un viaje iniciático que lo llevó hacia la
libertad y también hacia una revelación de la condición humana y de lo que debía ser la poesía. El camino de la libertad era difícil, estaba lleno de obstáculos formidables: No había huellas, no existían senderos y con mis cuatro compañeros a caballo buscábamos en ondulante cabalgata –eliminando los obstáculos de poderosos árboles, imposibles ríos, roqueríos inmensos, desoladas nieves, adivinando más bien – el derrotero de mi propia libertad.
Sigue la narración que hace el poeta de cómo fue superando algunas de la pruebas que le puso el camino. Entre ellas el cruce de un río y el ascenso por “un canal de piedra socavada, de granito”: A los pocos pasos las cabalgaduras resbalaban, trataban de afincarse en los desniveles de piedra, se doblegaban sus patas, estallaban chispas en las herraduras: más de una vez me vi arrojado del caballo y tendido sobre las rocas. Mi cabalgadura sangraba de narices y patas, pero proseguimos empecinados el vasto, el espléndido, el difícil camino.
Superadas las pruebas, los viajeros llegan a una “pequeña y esmerada pradera” con “agua clara, prado verde, flores silvestres” y luz generosa. Ahí celebran una ceremonia de ofrenda y fraternidad: …nos detuvimos como dentro de un círculo mágico, como huéspedes de un recinto sagrado: y mayor condición de sagrada tuvo aún la ceremonia en la que participé. Los vaqueros bajaron de sus cabalgaduras. En el centro del recinto estaba colocada, como en un rito, una calavera de buey. Mis compañeros se acercaron silenciosamente, uno por uno, para dejar algunas monedas, algunos alimentos en los agujeros de hueso. Me uní a ellos en aquella ofrenda destinada a toscos Ulises extraviados, a fugitivos de todas raleas que encontrarían pan y auxilio en las órbitas del toro muerto. Pero no se detuvo en ese punto la inolvidable ceremonia. Mis rústicos amigos se despojaron de sus sombreros e iniciaron una extraña danza, saltando sobre un solo pie alrededor de la calavera abandonada, repasando la huella circular dejada por tantos bailes de otros que por allí cruzaron antes.
Entonces se produce una de las primeras revelaciones del camino: Comprendí entonces de una manera imprecisa, al lado de mis impenetrables compañeros, que existía una comunicación de desconocido a desconocido, que había una
solicitud, una petición y una respuesta aun en las más lejanas y apartadas soledades de este mundo.
La escena de la llegada a las rústicas termas cordilleranas, en el relato de Neruda adquiere también tiene el carácter de un ritual de comunión del hombre con el hombre: Cerca del fuego, agrupados como sacos, yacían algunos hombres. Distinguimos en silencio las cuerdas de una guitarra y las palabras de una canción que, naciendo de las brasas y de la oscuridad, nos traía la primera voz humana que habíamos topado en el camino. Era una canción de amor y de distancia, un lamento de amor y de nostalgia dirigido hacia la primavera lejana, hacia las ciudades de las cuales veníamos, hacia la infinita extensión de la vida. Ellos ignoraban quiénes éramos, ellos nada sabían del fugitivo, ellos no conocían mi poesía ni mi nombre. O lo conocían, nos conocían? El hecho real fue que junto a aquel fuego cantamos y comimos.
El baño termal tiene, asimismo, el carácter de un rito de inmersión en el calor que nace de la tierra y luego de purificación y renacimiento: …caminamos dentro de la oscuridad hacia unos cuartos elementales. A través de ellos pasaba una corriente termal, agua volcánica donde nos sumergimos, calor que se desprendía de la cordillera y nos acogió en su seno. Chapoteamos gozosos, lavándonos, limpiándonos el peso de la inmensa cabalgata. Nos sentimos frescos, renacidos, bautizados, cuando al amanecer emprendimos los últimos kilómetros de jornada que me separarían de aquel eclipse de mi patria. Nos alejamos cantando sobre nuestras cabalgaduras, plenos de un aire nuevo, de un aliento que nos empujaba hacia el gran camino del mundo que me estaba esperando.
En su Discurso de Estocolmo, el poeta afirmó luego, que no aprendió en los libros cómo hacer un poema. Las lecciones más importantes las obtuvo en aquella jornada por la cordillera: … no sé, después de tantos años, si aquellas lecciones que recibí al cruzar un río vertiginoso, al bailar alrededor del cráneo de una vaca, al bañar mi piel en el agua purificadora de las más altas regiones, digo que no sé si aquello salía de mí mismo para comunicarse después con muchos otros seres, o era el mensaje que los demás hombres me enviaban como exigencia o emplazamiento (…) De todo ello, amigos, surge una enseñanza que el poeta debe aprender de los demás hombres. No hay soledad inexpugnable. Todos los caminos llevan al mismo punto: a la
comunicación de lo que somos. Y es preciso atravesar la soledad y la aspereza, la incomunicación y el silencio para llegar al recinto mágico en que podemos danzar torpemente o cantar con melancolía; mas en esa danza o en esa canción están consumados los más antiguos ritos de la conciencia; de la conciencia de ser hombres y de creer en un destino común.
Neruda y sus compañeros de viaje descendieron hacia el lado argentino hasta llegar a Huahum, al costado poniente del lago Lascar. Ahí los tres Juanes quedaron al cuidado de los caballos, en espera del regreso de Bellet y Bianchi, quienes acompañarían a Neruda hasta el final del viaje. Abordaron una lancha que los llevaría a San Martín de los Andes, y al poeta a la libertad, “al gran camino del mundo que me estaba esperando”, como él mismo escribió. Había hecho un doble viaje, uno territorial, por una parte, y otro que lo llevó, en cada prueba, pasaje o rito del camino a profundizar en el sentido de pertenencia a la humanidad. En San Martín de los Andes los viajeros se alojaron en el Hotel de Turismo donde debían esperar que los contactara el Partido Comunista argentino, pero ni ese día ni el siguiente apareció ningún contacto. Para no despertar sospechas, Bellet invitó a comer en el hotel a las autoridades máximas del pueblo: el gobernador, el comandante del regimiento y el jefe local de Parques nacionales, con sus respectivas señoras. Gracias a la amistad que entablaron en esa cena, los viajeros pudieron comunicarse por la radio del regimiento con un dirigente comunista argentino. Pero entonces apareció el enlace al que esperaban. Al día siguiente, mientras Bellet y Bianchi emprendían el regreso a Chile por la cordillera, Neruda partía a Buenos Aires. Para seguir viaje a Europa, el poeta necesitaba un pasaporte. Se acordó de un viejo amigo, el escritor Miguel Ángel Asturias, quien vivía en Buenos Aires ejerciendo un cargo diplomático y con quien tenía “un vago parecido fisonómico”. Fue a verlo y le pidió prestado el pasaporte diciéndole: “Concédeme el placer de llegar a Europa transformado en Miguel Ángel Asturias”. En sus memorias el poeta escribió:
Tengo que decir que Asturias ha sido siempre un liberal, bastante alejado de la política militante. Sin embargo, no dudó un solo instante. A los pocos días, entre “señor Asturias por acá” y “Señor Asturias por allá”, crucé el ancho río que separa la Argentina del Uruguay, entré a Montevideo, atravesé aeropuertos y vigilancias policiales y llegué finalmente a París disfrazado del gran novelista guatemalteco.
La reaparición de Neruda en París fue espectacular. El 25 de abril de 1949 se presentó en el acto de clausura del I Congreso Mundial por la Paz. El físico francés Frederic Joliot- Curie, le dio la bienvenida. El poeta pronunció un breve discurso en el que dijo: Llego con retraso donde vosotros. Es que no me fue fácil venir. Os traigo el saludo del hombre y la mujer de mis tierras lejanas. A través de las persecuciones he podido apreciar la gran solidaridad humana. El pueblo me ha protegido, me ha defendido, me ha dado esperanza para nuestro combate común por los días que vendrán. Me dirijo especialmente a los intelectuales, para decirles que vamos a defender juntos lo esencial de nuestra cultura. En mi trabajo literario he puesto todo mi amor, toda mi convicción para reclamar siempre justicia y libertad. Hay que cerrar el camino a los destructores. Tengo confianza y esperanza en la construcción de la paz.
La versión de González Videla En sus Memorias, publicadas en 1975 bajo la dictadura de Pinochet y por la editorial del Estado, Gabriel González Videla escribió: El 3 de febrero de 1948 la Corte Suprema aprobó el desafuero de Neruda como Senador de la República, y el día 5 del mismo mes ordenó el Tribunal su detención. Instruí a la policía: “Buscarlo y no encontrarlo”. Esta situación dio lugar a una de las comedias más grotescas que ha forjado el comunismo: el poeta perseguido, el poeta encadenado y barbón, con fotografías a granel y esparcidas por todo el mundo, atravesando la cordillera a pie y a caballo, según afirmaba, en circunstancias que el propio diario comunista El Siglo publicó un reportaje al chofer que lo condujo en automóvil. Nadie tenía interés en su detención, más aún, no se ignoraban sus pasos ni sus confortables escondites en Embajadas amigas o en residencias de altas personalidades
chilenas. Habría sido una torpeza apresarlo para darle en el gusto y provocar los comentarios internacionales que le convenían.
Los numerosos informes de las diligencias realizadas por personal de la policía civil, firmadas por el Prefecto jefe, Óscar Peluchonneau Bustamante, que se encuentran en el expediente, parecen desmentir las afirmaciones de González Videla. Además, la prensa de la época, en sus crónicas habla de la policía civil que activa la búsqueda del poeta e imparte instrucciones a todas las prefecturas del país; de “numeroso personal” asignado a la captura del “parlamentario comunista que está prófugo”; de los premios ofrecidos “al personal de Investigaciones que dé con su paradero”; de 300 agentes “citados al teatro de Investigaciones para recibir instrucciones pertinentes de altos jefes.” Un oficio del director general de Investigaciones, Luis Brun D´Avoglio, al ministro de la Corte de Apelaciones, Miguel González Castillo, detalla una cantidad de diligencias, como vigilancia sobre “16 automóviles de propiedad de diversas personas”; de vigilancia especial en aquellos sitios a los que Neruda concurría con mayor frecuencia; de “ubicación y estudio de cada domicilio sospechoso” incluyéndose una lista de 63 domicilios en los que se hicieron registros y diligencias. D´Avoglio concluye su informe diciendo: De lo expuesto anteriormente puede US, deducir que el Servicio a mi cargo ha procedido con todo celo y acuciosidad, dentro de los medios con los que cuenta, a practicar cuanta diligencia le ha sido posible, a fin de dar cumplimiento con éxito a la orden de detener al senador don Pablo Neruda.
Si la búsqueda de Neruda hubiese sido simulada, no se justificaba una superproducción de esas dimensiones, y un país en Estado de Emergencia difícilmente se podía permitirse la distracción de tantos recursos y personal policial en un simulacro, que, por lo demás, habría sido un engaño para el poder judicial. En otra parte de sus Memorias, González Videla escribe: En enero de 1950 Neruda asistió al Congreso Latinoamericano de Partidarios de la Paz en México, donde tuvo la impudicia de exhibir unas falsas fotografías en que aparecía
disfrazado de presidiario. La verdad es que nunca fue detenido ni menos recluido en prisión (…) Es inverosímil suponer que un genio poético recurriera a tan infantiles y grotescas artimañas como las de disfrazarse con tenida de presidiario y fotografiarse tras una reja, con barba postiza, con manos esposadas y pies encadenados con pesados grilletes.
Si, como el mismo González Videla afirma, Neruda trató de engañar al mundo con la supuesta comedia de su salida clandestina del país, a caballo por la cordillera, cabe preguntarse cómo podría haber conciliado esa “mentira” con la comedia de su supuesta prisión. ¿Cómo podía haber salido del país si estaba tras las rejas, “con manos esposadas y pies encadenados”? Además, el congreso del que habla González Videla no fue en enero de 1950 sino a principios de septiembre de 1949. Puede parecer difícil de creer, también, que con el despliegue de un contingente policial tan grandes no se haya logrado capturar al poeta. Hay que considerar que las redes de protección con que contó Neruda, eran de dimensiones similares a las de sus perseguidores. Con la diferencia que dichas redes tenían un profundo compromiso con la seguridad del poeta, a diferencia del aparato policial que probablemente solo cumplía diligencias de acuerdo a formalidades y protocolos burocráticos, por algo se ofrecían recompensas a quien capturara a Neruda . Se ha dicho también que durante su clandestinidad, Neruda participaba en reuniones sociales, lo que lo exponía a ser encontrado por la policía. Pero en esas ocasiones se observaban rigurosas medidas de seguridad. Álvaro Jara señala que no se dejaban hilos sueltos que permitieran llegar hasta el ovillo. Fuera de la dirección del Partido, nadie, ni siquiera sus familiares y amigos, conocía la misión que estaba desempeñando. Cuando se hacían reuniones sociales, Jara las hacía coincidir con la noche de partida hacia otro refugio, que ninguno de los comensales conocía, de modo que esa misma noche se cortaba la cadena de la información sobre el paradero del poeta. Además, durante la reunión se cerraban con llave las puertas de salida de la casa donde la reunión se celebraba, de manera que nadie podía retirarse antes de que Neruda saliera hacia su nuevo escondite.
Apéndices Perfil político del poeta Pablo Neruda Neruda mostró, en el desempeño de sus cargos consulares y políticos, una consistencia moral sólida, lo que le acarreó sanciones y hasta la pérdida de cargos, cuando se trató de elegir entre el cumplimiento de protocolos funcionarios y valores que él consideraba superiores. Así ocurrió, por ejemplo cuando, siendo cónsul general de Chile en México, el 18 de junio d 1943, en el funeral de la madre del líder comunista brasilero Luis Carlos Prestes, leyó el poema “Dura elegía”, en el que trata de “pequeño tirano” y de “murciélago frío” “que se envuelve en el turbio silencio de la rata”, al dictador brasilero Getulio Vargas, quien se había negado a autorizar a Prestes a asistir al sepelio de su madre, aun cuando el ex presidente mexicano Lázaro Cárdenas se ofreció para ir a ocupar su lugar en la cárcel, como rehén y garantía. Vargas hizo llegar a la Cancillería chilena su reclamo formal y ésta a su vez amonestó a Neruda, quien respondió: …como escritor, mi deber es defender la libertad como norma absoluta de condición civil y humana, y ni reclamaciones ni incidentes de ninguna especie cambiarán mis actuaciones ni mi poesía (…) Los escritores chilenos tenemos una tradición: al aceptar un cargo público o una función del gobierno, por alta o modesta que sea, no acostumbramos a hipotecar nuestra libertad ni nuestra dignidad de hombres libres, y mucho menos, variar la fidelidad a los principios ideológicos o sociales que cada uno en su esfera representa…
Después de este incidente el poeta abandonó su cargo consular. Anteriormente, siendo cónsul en Madrid, había tomado partido por el bando republicano , cuando estalla la guerra civil en 1936. El poeta desarrolló una importante actividad en publicaciones y en organizaciones y congresos antifacistas, lo que también le acarreó sanciones funcionarias. La posición política de Neruda podría caracterizarse como inicialmente anarquista, luego antifascista, pacifista, anti imperialista y en general, afín con los grandes movimientos emancipadores del siglo XX. A partir de 1945 se hace militante del Partido Comunista de Chile en el que permanece hasta su
muerte, aun cuando desde 1956 hace una severa autocrítica a su adhesión anterior a Stalin. El poeta forma sus sucesivas visiones políticas a partir de su condición de testigo de la historia. En una conferencia que da en Montevideo, en busca de apoyo para los refugiados españoles, decía: …un tambor ronco me llama, un latido de dolores humanos, un coro de sangre como nuevo y terrible movimiento de olas se levanta en el mundo…
Pero Neruda fue algo más que un testigo: padeció la historia, presenció la destrucción de España que tanto había amado, la inmolación de amigos entrañables, como García Lorca y Miguel Hernández, y del pueblo de Madrid, víctima de los bombardeos fascistas. Por eso clamó: ¡Venid a ver la sangre por las calles! En consecuencia con ese dolor, emprendió, contra viento y marea, el rescate de los refugiados españoles que trajo a Chile en la nave Winnipeg, en septiembre de 1939, luego de vencer la oposición de los políticos y de la prensa de derecha. Esa empresa fue la consecuente continuación de su extenso poema “España en el corazón”. Porque Neruda fue un poeta político: su poesía es coherente con su trabajo político. Su condición de poeta nunca lo separó del resto de los hombres. Para Neruda el poeta debía ser como el panadero más cercano y cumplir con una función tan humilde y necesaria como la de amasar y dorar el pan de cada día. Desde niño convivió con los obreros que trabajaban en el tren que conducía su padre. Después recitó su poesía entre los trabajadores de la pampa y los cargadores de la Vega. Cuando fue desaforado y perseguido, salió del país por un paso de cuatreros y contrabandistas. En el camino encontró la ayuda de desconocidos y entonces, en medio del desolado paisaje cordillerano, experimentó esa sensación de profunda pertenencia a la comunidad humana, y descubrió que la poesía debía ser un instrumento de comunicación y comunión del hombre con el hombre. Recorrió la pampa como candidato a senador por Tarapacá y Antofagasta, por el Partido Comunista. Viajó por todo Chile apoyando las candidaturas de algunos de sus compañeros de partido. No usaba esos slogans
fáciles, que suenan bien pero que no dice nada. Con su poesía, con su palabra apelaba a la inteligencia y a la sensibilidad del pueblo, al que jamás redujo a una cifra en los cálculos del mercado electoral. Fue precandidato a la Presidencia de la República por su partido, en 1969. Como el mismo recuerda, su candidatura “agarró fuego”. Pero a principios de 1970 renunció en favor de la postulación de su amigo, el doctor Salvador Allende. Creyó y trabajó por el proyecto de un socialismo democrático, en el que se venía trabajando desde Luis Emilio Recabarren y el nacimiento del movimiento obrero en la pampa. Fue una larga lucha llena de victorias y derrotas. Él sabía que el camino era largo y duro, por eso al terminar su discurso, al recibir el Premio Nobel,dijo: “solo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres.” Fue embajador del gobierno de la Unidad Popular, en Francia. Como parte de sus funciones, le correspondió negociar la deuda externa frente a los acreedores de Chile agrupados en el llamado Club de París. También tuvo que defender los embarques de cobre chileno, amenazados con el embargo por las grandes compañías norteamericanas. Mientras cumplía esta pesada labor, nunca dejó de escribir poesía. Recibió el último golpe de la historia, el 11 de septiembre de 1973. Si en 1936, había visto la destrucción de la España había amado, ahora vio cómo ocurría lo mismo con su propio país. Doce días después murió.
La carrera política de Gabriel González Videla Como señala Carlo Huneeus en su libro La Guerra Fría Chilena”, González Videla “tenía una personalidad compleja, bastante irascible y de bruscos cambios de ánimo, y llegaba a tomar decisiones impulsivas, sin medir
las consecuencias. Era muy susceptible a los ataques a su persona, que le provocaban reacciones drásticas y odiosas, con consecuencias políticas que solo después evaluaba.” Su carrera política se movía con soltura entre la derecha y la izquierda. Aún cuando Arturo Alessandri Palma fue opositor del primer presidente radical, Juan Esteban Montero, derrocado en 1932 por el golpe militar que instaló la efímera República Socialista, González Videla convenció a la dirigencia de su partido de apoyar la candidatura de Alessandri a la presidencia, por estimar que era el único que podía hacer que los militares volvieran a sus cuarteles. Más tarde consideró por un tiempo a la derecha como un posible aliado para volver a llevar a la presidencia a un candidato del Partido Radical, cuando éste era ya el más importante del país. Luego se convirtió en impulsor decidido del Frente Popular, y lideró la Convención de Izquierda que en abril de 1938 proclamó a Pedro Aguirre Cerda como candidato a la presidencia. Protagonizó un bullado incidente, cuando el 21 de mayo de 1938 intentó en la sesión del Congreso Pleno, interrumpir la cuenta del presidente Arturo Alessandri, para protestar por la intervención electoral del gobierno a favor del candidato oficialista Gustavo Ross. Se hizo famosa la foto en que González Videla es sacado del Congreso por carabineros. Llegó al Senado en 1945, en una lista conjunta con los comunistas. Como lo señala Huneeus en el libro ya citado: “En la Cámara Alta su labor fue pobre (…) Sus intervenciones en el Senado se pueden contar con los dedos de las manos, sin haber presentado ninguna iniciativa legislativa”, salvo una moción para extender beneficios económicos a las provincias del norte. Fue presidente honorario del comité pro Relaciones con la Unión Soviética y luego rompió relaciones con la URSS. Antes de ser Presidente los únicos cargos de gobierno que tuvo fueron los de Embajador en Francia, durante la ocupación alemana, y luego en Brasil. Su gobierno quedó marcado por la persecución de los comunistas con el consiguiente desmedro para el régimen democrático, las relegaciones masivas y otros atropellos a los derechos humanos que sentaron un nefasto precedente en la historia de Chile. Esto opacó totalmente los aspectos positivos de su
administración, como la continuación de los proyectos estatales de industrialización iniciados por el presidente Pedro Aguirre Cerda, la aprobación del voto femenino, la ampliación del mar territorial a 200 millas, la Universidad Técnica del Estado, y el llamado Plan Serena . Después de dejar la presidencia González Videla tuvo alguna participación en la campaña de Julio Duran, abanderado del Partido Radical en las elecciones presidenciales de 1964, que obtuvo un escuálido 5% de la votación. Más tarde colaboró con el gobierno militar del general Augusto Pinochet, que fue una de las dictaduras más despiadadas en la historia del continente americano y que, entre otras cosas, destruyó los grandes logros del los gobiernos radicales, al entregar a intereses privados, a precios irrisorios, las empresas estatales de la Corporación de Fomento de la Producción, y al intervenir las universidades y municipalizar y privatizar la educación, con lo cual prácticamente demolió el estado docente.
La Ley Maldita
El de 3 de septiembre de 1948, mientras Neruda vivía en la clandestinidad, se promulgó la ley 8.897, llamada Ley de Defensa de la Democracia, y, por sus detractores, la Ley Maldita, nombre con la que se la conoce hasta hoy. El poner al Partido Comunista fuera de la ley implicó borrar de los registros electorales a un porcentaje importante de los votantes, exonerar a cientos de comunistas de cargos públicos, especialmente profesores primarios, con el consiguiente daño a la educación, y descabezar las directivas de muchos sindicatos. Esta ley, además restringió el derecho a huelga y consagró disposiciones represivas que fueron usadas por González Videla y por su sucesor, el general ® Carlos Ibáñez del Campo. Hacia el final de la presidencia de este último, fue derogada, pero algunas de sus disposiciones se traspasaron a la Ley de Seguridad Interior del Estado.
Así, la Ley Maldita tuvo efectos negativos para el movimiento sindical chileno y peores aun para la política nacional. A esta ley se suman otras cinco, que agregaron facultades extraordinarias a las que ya tenía el Presidente de la República, como la nº 7.200 de 1942. Ésta permitía el control militar de zonas del territorio del país y en virtud de ella algunas regiones, especialmente mineras, quedaron bajo autoridades militares. Así se reforzó una tendencia anticomunista en las Fuerzas Armadas, que contribuyó a llevar, 25 años más tarde, al país al peor quiebre de la democracia en su historia. En el congreso la Ley 8.897 fue aprobada por radicales, liberales, conservadores y por un sector de los socialistas, y rechazada por un sector del radicalismo; por la Falange Nacional (más tarde Democracia Cristiana); por el senador conservador Eduardo Cruz –Coke, y por los socialistas de Raúl Ampuero y del senador Salvador Allende, quien la calificó como una bomba atómica lanzada contra “nuestros principios, hábitos y costumbres republicanas.” La Ley y su puesta en práctica generaron un anticomunismo, avivado por la prensa y por el inicio de la guerra fría. Centenares de personas, especialmente dirigentes sindicales , no solo comunistas, fueron detenidos y enviados a apartados lugares de relegación. Uno de ellos, el de Pisagua, durante algún tiempo estuvo a cargo del capitán Augusto Pinochet, que después se convertiría en el campeón de esta práctica iniciada por González Videla, la de destruir la democracia con el pretexto de defenderla. La Ley de Defensa de la Democracia tuvo una vigencia de diez años. Fue derogada en 1958, cuando estaba terminando el gobierno del general Carlos Ibáñez del Campo, sucesor de González Videla en el sillón presidencial. En su campaña electoral de 1952 Ibáñez se comprometió a derogarla para mantener el apoyo de comunistas y una fracción del socialismo. Sin embargo postergó el cumplimiento de esta promesa hasta el final de su mandato y en el curso del mismo, la utilizó más de una vez para enfrentar movimientos huelguísticos. Lo mismo hizo con el campo de relegación de Pisagua.
La derogación de la ley maldita no fue fácil, y de alguna manera se condicionó a su supervivencia parcial en otro cuerpo legal. Efectivamente, se aprobó una nueva Ley de Seguridad Interior del Estado, en la que se incorporaron algunas disposiciones de la ley de Defensa de la Democracia que limitaban las huelgas y otras manifestaciones de protesta de los asalariados. Pero al menos se consiguió la legalización del Partido Comunista, con lo cual se restableció la normalidad del sistema democrático chileno, que duró hasta el quiebre total del mismo, con el golpe militar de 1973.
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