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Biografías, Crisis

BIOGRAFÍAS, CRISIS

Biografías

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Nadie puede esperar ahora que la propaganda deje influir en todas las actividades de la prensa norteamericana. Los Estados Unidos están en guerra y no pueden dejar de utilizar este instrumento poderosísimo de la guerra moderna. pero en algunos casos esa propaganda evidentemente resulta contraria a su propósito. Así por ejemplo, las recientes biografías de los señores Padilla y Lombardo. En México resultarían simplemente grotescas, si no mostraran tan al desnudo una de las peores tragedias nacionales: la de la intromisión en nuestra vida pública de fuerzas no sólo extrañas a México, sino totalmente desconocedores de México o deliberadamente motivadas por una intención de desfigurar la realidad mexicana. Aún en Sudamérica, suponiendo que las biografías color de rosa estén destinadas a dar a las Repúblicas hermanas la impresión de que los Estados Unidos conocen y aprecian valores de un pueblo hispánico, esas biografías causarían por lo menos repugnancia, la repugnancia que engendra siempre la mentira. Desgraciadamente, también allá saben lo que debe pensarse sobre los biografiados y especialmente por lo que a don Ezequiel concierne,

* Revista La Nación. Año I No. 27, 18 de abril de 1942. Pág. 3. Firmado como Manuel Castillo.

1942

habrá pasado el conocimiento elemental del español, el buen gusto común y corriente, y el normal sentido patriótico, para que los discursos y las actitudes de Río de Janeiro –y Washington y New York ahora– hagan no sólo increíble, sino intolerable, la biografía con tanto bombo publicada.

En México, el efecto ha sido claro: ¿Es posible que cuando se trata –y ello con caracteres de ineludible exigencia vital– de establecer una relación más cordial, inteligente, comprensiva, entre los Estados Unidos y México, se cometa allá el error imperdonable de considerar que estos biografíados son realmente una representación de México y pueden ser considerados en alguna forma por el pueblo mexicano como sus mejores imágenes, como sus hombres más destacados y como caudillos, a la vez, de la libertad y de la democracia que han de ser el eje del proyectado entendimiento entre nuestras Naciones?

Es cierto que la culpa es nuestra, pues los cargos públicos de Secretario de Relaciones Exteriores idea gente del Gobierno para subordinar los obreros mexicanos a la pandilla política, cargos que sustentan los biografíados, proceden de México mismo. Esa es la verdad convencional como fue también verdad convencional aquella de que el pueblo mexicano deseaba acabar, en los días de la persecución, con su religión propia. Pero ¿va a seguir fundándose la relación entre los dos países, en verdad es convencional de este tipo? ¿No es sobradamente esa vida la verdad real lo mismo en México que en los Estados Unidos?

Y en cuanto a la grande causa común para cuya defensa se gestiona la solidaridad continental y, muy especialmente, se requieren la amistad y probablemente los sacrificios de México, ¿va a quedar identificada con la que representan aquí los Lombardos y los Padillas? ¿Habrá quien pueda creer en México que ellos son símbolos de democracia y de libertad, de respeto a la dignidad humana y de conciencia del destino nacional, de limpieza de conducta pública, de defensa y de realización del bien común? ¿En esto va a parar el esfuerzo de entendimiento entre los dos pueblos? ¿Tan abismal así es la división que nos separa?

MÉXICO EN LA OPINIÓN DE MANUEL GÓMEZ MORIN 1940 - 1945. ARTÍCULOS

Crisis

La producción, el arreglo de un sistema monetario y de crédito sin el cual aquella es inconcebible, la realización de necesarias obras públicas, el cumplimiento de tareas ineludibles de justicia social y de mejoramiento verdadero, el control de los precios y el costo de la vida, son cuestiones que no pueden resolverse con buenas intenciones, con publicaciones ingenuas, ni siquiera con buenos esfuerzos si estos son dispersos y desorientados. Menos aún, por supuesto, con mentiras y simulaciones, con pasiones personales y palos de ciego, con medidas inconexas cuando no contradictorias.

De todos estos remedios ineficaces ha usado el gobierno y el resultado lo estamos viendo y se hará, por desgracia, cada día más palpable y angustioso. Estamos en los preliminares de una crisis. Dentro del estado crítico general creado por las trágicas circunstancias mundiales, se inicia ya, patentemente, en algunos de sus más amenazadores aspectos, nuestra crisis propia, más dolorosa porque no sólo no ha sido prevista para evitarla o paliarla, sino que ha sido y está siendo activamente gestionada.

Sería imposible evitar los efectos de lo que sistemáticamente se destruyó, se abandonó en el sexenio pasado. Sería muy difícil también, hacer ahora lo que dejó de hacerse, pudiendo haberse hecho, en esos 6 años perdidos en la más tonta y descoyuntada política económica. Pero muchos de los daños positivos que hoy sufrimos y que cada día serán peores y más irremediables, podrían ser evitados; y aún, seguramente, habría la posibilidad de echar desde hoy las bases en que el golpe tremendo de la guerra y de la paz nos permitan salvar los valores esenciales.

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