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Francia y España

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Hora de decisión

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FRANCIA Y ESPAÑA

Francia: el juicio de Charles Maurrás

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El cable ha traído de Francia una nueva noticia sorprendente: Charles Maurrás, Director de Acción Francesa, ha sido juzgado por el delito de traición a la Patria y condenado a prisión perpetua. ¡Así se han invertido los valores morales, sociales y políticos en el mundo! Quién podría haber juzgado y condenado al Tribunal, a quienes lo forman y a quienes lo constituyeron, ha quedado convertir en reo. Un reo difícil que ya desde ahora; pero ciertamente con el simple transcurso de unos cuantos meses o de unos cuantos años, ha de ser glorificado por Francia, por la Francia inmortal y justiciera que nunca deja perpetuarse el error y que no teme las rectificaciones, sino que vive de ellas y no vacilen poner en sus altares a la qué siglos antes que mara en negro días de sujeción y de engaños.

Francia traicionada

Acababa de firmarse el pacto de Versalles. Francia era la primera potencia militar del Continente. El inmenso sacrificio que fue la primera guerra mundial, la

* Revista La Nación. Año IV No. 173, 3 de febrero de 1945. Pág. 26. Firmado como Manuel Castillo.

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dejaba, sin embargo, exhausta y, como nunca, necesitada de una interna revisión de sus valores reales y de su estructura, y de una organización internacional suficiente para garantizar la paz justa y duradera en Europa.

Pero ni en lo interior ni en lo externo, Francia pudo cubrir sus necesidades. Internacionalmente, la liga de Naciones quedó como un organismo nebuloso y sin capacidad positiva de acción. Faltó del apoyo, qué hubiera sido vital, de los Estados Unidos, y presa el mismo de una política internacional echa otra vez de componendas y equilibrios inestables. Interiormente, cuando la sustancia la unidad en el sacrificio debió haber borrado las pasiones jacobinas, las conspiraciones sectarias que mantenían a Francia dividida contra ella misma, la acción de los viejos políticastros corrompidos de la tercera República y la conjura del nuevo imperialismo comunista, desataron otra vez las pugnas internas y otra vez lograron paralizar la vida francesa volviendo convulsión incesante lo que hubiera debido ser robusto esfuerzo de construcción pragmática.

El juego conjunto de la institución internacional y de los errores y desviaciones de la política interna, llevó gradualmente a Francia a despeñaderos cada vez más lamentables en su propia ordenación económica, política y social, y aún en la militar, y al rompimiento de sus alianzas y al abandono de su posición irremplazable en la armonía vital de Europa.

El traidor Maurrás

Muchos advirtieron el riesgo inminente que se cernía sobre Francia y por ende, sobre el mundo entero. Numerosas voces se alzaron para advertir la amenaza y señalar camino de salvación. Pero Maurrás fue el primero, el más constante, el más vigoroso entre todos los que, de 1918 a 1939, se esforzaron en proclamar la verdad, en señalar dramáticamente la amenaza, y en denunciar a los conspiradores, a los que simultáneamente traicionaban a Francia y al Occidente.

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Nadie luchó como él. Nadie como él vio claramente el error de Versalles, la trágica equivocación de la liga de Naciones, la urgencia de obtener para Francia –y con ello para todo el mundo– garantías internacionales eficaces.

Pero Maurrás sabía, y lo gritaba también, que la falta de garantías, la inanidad de la Liga de Naciones, los errores de Versalles, tenían en Francia misma una base, se fundaban en la profunda división abierta como una herida en el cuerpo mismo de Francia, en el profundo cisma creado y ahondado deliberadamente entre la Nación y el Estado, en la corrupción de una política interna de “Affaires”, de transiciones y de inestabilidad. Y rudamente combatido durante veintiún años, llamando los por sus nombres, contra los miserables, los traficantes, los farsantes, los traidores que envenenaban a Francia, la anemiaban y la conducían a la desesperación en la derrota.

Nadie olvidará en Francia qué, cuando el mundo oficial y oficioso se deshacía en la propaganda de la Línea Maginot, Maurrás gritaba señalando el gravísimo peligro: “la Línea Maginot no garantiza, a Francia, no garantiza la paz del mundo, no garantiza nada. La tradición, el destino, la vocación de Francia, no consiste en levantar una muralla y en aislarse de Europa y pretenderse segura, sino en arrasar o en impedir murallas que rompan la unidad europea, en vivir la vida de Europa íntegramente y participar de ella orientando, regulando, haciendo justicia, gestionando la paz, manteniéndose siempre alerta, el arma siempre al brazo, no para rechazar una agresión, sino para desanimarla o hacerla imposible, o para reprimirla y restaurar el orden violado”. ¿Hay que revisar las deserciones y los engaños de los veintiún años posteriores a Versalles? La política de ayuda a Alemania, el abandono de Austria, las conspiraciones de la “pequeña entente”, el rompimiento con Italia, la sustitución de las realidades vitales en la política internacional con el ideologismo y la jerigonza verbal del Frente Popular. Contra todo ello peleó Maurrás ardientemente, asistido, sobre todo, de un grupo de jóvenes. Él previno a Francia de todos los peligros; él trato de ponerla de nuevo en la ruta de su destino

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y de su vocación; él hizo cuanto humanamente fue posible para restaurar el sentido político peculiar de la gran Nación, en el Continente europeo y en la comunidad internacional.

Y él, también, dio la batalla a los equivocados; pero particularmente a los pícaros, a los desentendidos, a los complotista que dentro de Francia se esforzaban en desbaratar sus posibilidades, magníficas, en apartarla de su camino nacional y mundial, en separarla de su tradición más valiosa, en convertirla en instrumento de la mafia internacional, bandoleros asociados para asaltar el poder en todas partes para el pretexto de reformas sociales y de democracia que ellos son los primeros en pisotear y en hacer imposible. Batalla campal de principios, fue la de Maurrás. Magno desdeño tampoco las escaramuzas ni los encuentros personales. Argumentó contra Briand, contra Clemenceau, contra Pointcaré; denunció a Daladier, a Blum; abofeteó y ridiculizó a Los bribones ellos menores como aquel Pierre Voy que, ya con los alemanes encima, todavía daba los aeroplanos de Francia a sus compinches de la mafia en España. En las cuestiones básicas y en los temas de detalle y en las picardías grandes o pequeñas, estuvo siempre presente, siempre francés, siempre occidental, siempre hombre, Charles Maurrás, condenado ahora como traidor tal vez por los mismos que de verdad traicionaron a Francia por servir a la mafia internacionalista o por anteponer su interés personal o de facción al interés sagrado de su Patria.

Y todavía el lamentable corresponsal norteamericano que transmite la noticia, sin darse cuenta de la trágica ironía de sus palabras, dice muy en serio qué ¡” no se pudo comprobar que Maurrás pues si tuviera dinero del enemigo”!

España: información directa

Llegan algunos viajeros de España. De distintos colores y matices. Pero sus informaciones coinciden en numerosos puntos objetivos aunque sus preferencias respecto del futuro de España varían.

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Existe allá un inmenso y sistemático esfuerzo constructivo. Se ha rehecho mucho, casi todo, de lo que materialmente se destruyó en la guerra civil, y se ha construido, además, mucho nuevo. El empeño de industrialización es tremendo y magnífico. La producción industrial y agrícola, creciente. No existe deuda internacional. La vida es cara, aunque no tanto como en otros partes en donde hay menos motivos para lo que sea. Económicamente, España está en mejor posición que muchos otros países aún más alejados que ella de la guerra y menos destruidos por una revolución interna.

En la vida civil hay restricciones y no es de esperarse que se encuentren artículos de prensa en contra del Gobierno; pero en esos grandes centros de formación de opinión pública en España –los cafés, las peñas, las tertulias–, iniciar se habla libremente y sin represión. No es cierto que el número de presos políticos llegue a los cientos de miles. Es verdad que el número total de detenidos en las prisiones, apenas se excede del número medio de presos durante la vida normal del País. Numerosos exiliados han vuelto, cuando han estado dispuestos a someterse al juicio respectivo que sólo se refiere a los delitos del orden común.

Algunas básicas reformas sociales están en curso iban cristalizando ya en instituciones eficaces de mejoramiento y de servicio. Cobra ímpetu un movimiento genuino de reforma social y seguramente los medios adictos al régimen son hoy, dentro de España, los burgueses y capitalistas del cuño republicano, liberaloide.

Situación política

Todo el mundo sabe que sí está lejos de haber encontrado una fórmula de estructura política permanente para España y que será menester, por ende, buscar esa fórmula y empeñarse en realizarla a la brevedad posible. Algunos creen tenerla en la monarquía, con diversas soluciones. Otros la buscan en una ordenación republicana capaz de dar garantías de vinculación, de estabilidad, de freno a la demagogia.

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Y ya hay, por supuesto, debate y pugna entorno de estas fórmulas. Se analizan y se discuten sus méritos y posibilidades. Se piensa en los caminos que podría llevar a la transformación de un orden transitorio en un equilibrio permanente y adecuado. Hay también, resentimientos viejos y sentimientos que sólo el tiempo y una gran cordura nacional generosa permitirán curar y superar.

Pero el éxito del esfuerzo realizado para mantener a España fuera de la guerra, es indudablemente el asunto primordial en la política española de ahora. Todo el pueblo español está de acuerdo en ese punto. Y ese éxito da al Gobierno arraigo y fuerza y posibilidades inmensas para planear y realizar un programa de transformaciones que todos desearían ver cumplidas antes de que el Gobierno, por cualquiera contingencia, pierda las inmensas posibilidades que hoy tiene en sus manos.

Gentes nuevas, nuevas ideas

Hay algo que es lo más importante. La España de preguerra, sus hombres, sus preocupaciones, sus métodos, nada tienen que ver con la España nueva. Han surgido otros hombres. Han surgido organizaciones nuevas. Hay popularidad es en popularidad es que no existieron antes. hay programas nuevos y preocupaciones que nada tienen que ver con el pasado. ¿Qué piensan en España de los Negrines y Prietos y Bayos? Unánimemente los desprecian y los detestan. Para todo el pueblo español –republicanos o monárquicos, pobres y ricos, de todos los colores–, esas gentes son unos politiqueros envejecidos en su mundillo especial de disputas, transacciones, componendas; son unos fracasados que tuvieron lamas brillante ocasión de servir España y la perdieron por su mezquindad, por su egoísmo, por su radical ineptitud, por su incomprensión, envuelta en mala literatura política, por la ruindad de sus concepciones facciosas y personalistas, por volverle la espalda España y no entenderla ni servirla, son unos señores que han hecho del destierro ocasión jugosa alimentar económicamente con los fondos sacados

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de España y políticamente, con los sacrificios y los dolores de todos los que de buena fe lo siguieron creyendo qué servían siquiera un ideal social y político cualquiera.

Es decir, qué en España habrá todavía numerosas mutaciones, transformaciones capitales. Pero que no serán en forma alguna participes –ni menos aún autores– de esos cambios, los Prietos y Bayos y Martínez Barrios y compañía. Será el pueblo español, serán sus nuevos líderes y jefes y dirigentes y orientadores, los que guían y cumplan la evolución española internacional pretendieron imponer otra vez a estas gentes en el Poder, será imposible que ellos se mantuvieron en el Poder, ni por las buenas porque el lenguaje que ellos hablan ya nada dice al pueblo español; y por las malas, porque toda la fuerza internacional, y todos los “guardias de asalto”, y todas las “checas” no serían bastantes para dominar a España. Cada “visita domiciliaria” sería resistida a tiros. Cada “peseillo” se convertiría en un duelo a balazos. Todos los procedimientos que usaron antes de la guerra civil para sojuzgar a España, y cualesquiera otros similares, despertaría en una resistencia inquebrantable.

Seguirá viviendo España. Sufrirá transformaciones profundas. Quizá hasta sea por algún tiempo víctima otra vez de la conspiración internacional desatada en su contra. Quizás hasta se adueñen de ella, nuevamente, y de modo transitorio, las fuerzas internacionales. Sólo hay una cosa que no podrá suceder: que los viejos politicastros vuelvan al Poder y lo conserven.

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