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Democracia, Histeria, Ejemplo, Programa
DEMOCRACIA, HISTERIA, EJEMPLO, PROGRAMA
Democracia, tal vez ninguno de los países que forman el frente de las “Naciones Unidas”, tiene una más urgente necesidad de unión interna, que Inglaterra. Después del colapso de la amada Francia, rota su capacidad de resistencia por largos años de frente populismo dominante en su vida pública, Inglaterra necesitó hacer acopio de todas sus energías para soportar el impacto rudísimo de la guerra. Ha sufrido una serie de reveses que por razón natural han hecho es impacto, militar y moralmente más cruel y han exigido esfuerzos y sacrificios cada día mayores. Sin embargo, subsiste en Inglaterra, como valor central, dominante, de su vida y de su capacidad misma de resistencia, la manifestación de la opinión pública.
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En los Estados Unidos, todos los días se avanza en el camino de las restricciones, de las limitaciones de todo orden. El esfuerzo de movilización de la Nación entera para su defensa, ha sido lento; pero va desenvolviéndose con marcha acelerada y exigiendo, cada vez más, sacrificios y renuncias. Pero también allá subsiste fundamental, con las variaciones de estructura y de psicología correspondientes a las diferencias que hay entre los Estados
* Revista La Nación. Año 1 No. 25, 4 de abril de 1942. Pág. 3. Firmado como Manuel Castillo.
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Unidos e Inglaterra, la opinión pública como esqueleto, como espina dorsal de la Nación.
Histeria
De vez en cuando, en los dos países surge la histeria de quienes desean la representación ilimitada, o el interés de dominio político, mal disfrazado de patriotismo, que acusa a todos los inconformes, a todos los que desean mantener viva la tesis esencial del Gobierno de opinión, con los sábados epítetos de “quinta columnista”, “nazi-fascista, o “reaccionarios”. Pero ni la histeria ni el falsificado patriotismo han prosperado. Y los gobiernos siguen dando cuenta de sus actos, oyendo –para atender o para refutar– las opiniones adversas. Están pendientes de vigilar y cultivar la opinión pública, como de hacer frente a los más graves cuidados militares.
Ejemplo
Con cuánta más discreción podríamos seguir aquí, incomparablemente más alejados de la guerra, el ejemplo descrito. Con cuánto mayor empeño debiera el Gobierno esforzarse ahora, en momentos graves pero que no tienen aún la característica de la inminencia del desastre, gestionar por todos los caminos a su alcance una auténtica realización de la unidad nacional; cuán oportuno sería –ahora mismo y no cuando llegué va a sobrevenir la necesidad inmediata de hacer frente a peligros y amenazas vueltos y agresión actual–, formar un programa congruente, apto, para ordenar toda la vida de la Nación en un esfuerzo voluntario, querido, consciente. Este y no los que suponen los politiqueros del régimen ni muchos de sus funcionarios, es el propósito capital que la opinión pública de México, órganos expresivos de ella como esta Revista, y los grupos más auténticos de opinión organizada, como Acción Nacional, persiguen al formular sus juicios acerca del gobierno y de su política. No la ruindad de la crítica sistemática siempre posible y siempre destructora; no la murmuración
MÉXICO EN LA OPINIÓN DE MANUEL GÓMEZ MORIN 1940 - 1945. ARTÍCULOS
irresponsable; no el propósito de llevar personas determinadas al poder; no la defensa de intereses personales o de grupos; no el sentimiento ni la pasión. No. Nada de eso. La formulación de un completo, coherente y sincero programa que sea de verdad cauce y apoyo de una genuina unidad nacional.
No el disparate monstruoso de un nuevo y sombríos sexenalismo que planifique la pasión facciosa y los atropellos del sectarismo destructor. Al contrario, la supresión de todo apetito partidista o faccioso, y el establecimiento de los rumbos y de las normas adecuadas para que pueda realmente manifestarse el enorme caudal de las aptitudes, de los recursos, de la capacidad del sacrificio, de la abnegado generosidad, del gozoso ímpetu constructor qué tiene esa Nación por tanto tiempo desfigurada, incapacitada para hacer lo que puede y debe ser.
Programa
En lo político, en lo social, en lo económico; la indispensable desaparición verdadera de esa falsificación que nos avergüenza –el PRM–, como en la decidida construcción de un sobre y eficaz sistema de educación; en el mejoramiento social expresado en realizaciones ciertas y no en disposiciones inconsultas e irrealizable como los decretos que suponen una solución de Aladino para el inmenso problema de la vivienda popular; en un régimen económico pensado no para echar, sobre el vasto desierto de nuestra economía sedienta de capitales, el riesgo inútil de los siempre pequeños recursos de que la Tesorería puede disponer sumando impuestos y sobregiros, sino para hacer servir esos recursos modestos simplemente como eje rector, como apoyo inicial de un esfuerzo que tiene que ser incomparablemente más amplio para dar de verdad vigor constructivo y equilibrio indispensable a nuestro desarrollo económico. Eso es lo que pide la opinión: un programa; un programa nacional; un programa sin fantasías paradisiacas y si pesimismos descorazonados; un programa realizable, jerarquizado, coherente; un programa en el que sólo figura en lo que sea capaz
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de poner en libertad las fuerzas, los sentimientos, las actitudes positivas de entendimiento, de construcción, que en la Nación existe.