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Indemnización, Segunda etapa, Arreglos, Otros costos, Juicio, Ventajas

INDEMNIZACIÓN, SEGUNDA ETAPA, ARREGLOS, OTROS COSTOS, JUICIO, VENTAJAS INMEDIATAS

Indemnización

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En aquellos días de marzo en que el General Cárdenas acordó la expropiación petrolera, sin que ninguno de los hombres que en el gobierno lo acompañan se atreviera advertir solamente las consecuencias posibles de la aventura iniciada, se habló mucho de independencia económica, de dominio eminente, de soberanía y, por supuesto, desde hechos de los trabajadores de la industria, ya que fue el ejercicio de estos derechos el motivo inmediato de la medida objeto de numerosos respaldos. Unas cuantas voces, inmediatamente ahogadas por las acusaciones injuriosas de escasos patriotismos o de turbias complicidades con las compañías expropiadas, hicieron ver que además de la soberanía y del dominio eminente, absolutamente indiscutible es por otra parte, menester analizar la oportunidad nacional de la medida, las dificultades que la organización de la industria en forma eficaz traería consigo, el costo que para el pueblo de México representaría la aventura, y la posibilidad real de que la nueva situación no pudiera compensar las los sacrificios del pueblo mexicano con ventajas positivas inalcanzables por otros caminos.

* Revista La Nación. Año I No. 28, 25 de abril de 1942. Pág. 3. Firmado como Manuel Castillo.

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Segunda etapa

Pasaron los respaldos y se inició una segunda etapa de tropiezos y dificultades tanto por el manejo del mercado como por la organización interna de la industria, nunca se ha dado cuenta cabal y detallada al pueblo de México de lo que se ha hecho sobre el particular desde la fecha de la expropiación hasta ahora, sí se sabe que ha sido necesario desembolsar fuertes cantidades para cubrir los gastos de la empresa. Pero ya desde los días de la expropiación, para acallar también las voces que hablaban de que tarde o temprano México habría de pagar una indemnización, se hizo aquella lamentable gestión –de la que tampoco se han rendido cuentas– de una colecta para el pago de la deuda petrolera. Y para tranquilizar conciencias, no faltó elevado funcionario que reiteradamente declarará que el valor de lo debido por indemnización no existiría de 15,000, 000.00 de dólares.

Arreglos

Después en un arreglo especial, se autorizó el pago de 8.500, 000.00 dólares al grupo Sinclair. Ahora en resolución expresamente calificadas como irrevocable, los peritos nombrados por los gobiernos de México y de los Estados Unidos –ya sin intervención de las compañías–, señalan como monto de la indemnización para otros grupos de empresas norteamericanas expropiadas, la cantidad de 23.995,991.00 dólares. Al mismo tiempo se ha anunciado la celebración de un arreglo separado con otro grupo final de compañías norteamericanas, que prefirieron el entendimiento amistoso, por 1.100, 000.00 dólares.

Sumando las cantidades mencionadas antes, resulta que la indemnización que deberá pagarse a las compañías americanas es de 33.595, 991.00 dólares o sea aproximadamente, en pesos mexicanos, $168.000,000.00.

Siempre se dijo que de las compañías inglesas representaban una inversión por lo menos 2 veces superior a las compañías americanas; pero aún suponiendo que las inversiones fueran iguales el mismo tratamiento que a las

MÉXICO EN LA OPINIÓN DE MANUEL GÓMEZ MORIN 1940 - 1945. ARTÍCULOS

norteamericanas, el monto mínimo total de la indemnización a cargo de México, vendrá a ser, aproximadamente de 66.000,000.00 de dólares o, en pesos y en números redondos, de 320 a 330 millones de pesos.

Otros costos

Es un hecho que por diversas razones imputables a las compañías expropiadas o a la administración del petróleo, se requiere una inversión muy cuantiosa en refinerías, instalaciones, perforaciones, exploración, equipo de transporte y de distribución, para poder manejar con eficacia la industria expropiada. Muy conservadoramente se estima que el mínimo de esas inversiones se acerca a 200.000, 000.00 de pesos, que han de ser tan bien pagados, en una forma o en otra, por nuestro país. No es pues aventurado, antes resulta muy conservador, pensar que para México la industria expropiada representará desde luego una inversión seguramente superior a… 600.000, 000.00 de pesos. Esto sólo por lo que se refiere a desembolso positivo, a erogación, sin contar con los daños y perjuicios muy graves que México ha sufrido ya, en muy diversas formas y por valor de sumas cuantiosísimas, a consecuencias de la expropiación.

Juicio

Ahora bien, ¿no es buen tiempo de que se precisa sin demagogia el aspecto positivo de las ventajas que para México ha significado o puede significar la tan respaldada medida expropiatoria? ¿No es buen tiempo ya, al iniciarse una nueva etapa en este asunto, de hacer balance, precisar errores y puntualizar objetivos? ¿No es indispensable hacerlo para que en el pesado sacrificio puede empezar, de verdad, a dar fruto, o no seguir aumentando indebidamente con nuevos sacrificios?

No se trata sólo de puntualizar responsabilidades históricas, aún cuando siempre es interesante definir esas responsabilidades como lo sería –y mucho– puntualizar y exigir las responsabilidades de otro género, más

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inmediato, que también existen. Fundamentalmente lo que importa es que, ya pasada una etapa de lucha en la que era explicable una exaltación en torno de ideas generales y confusas, se proceda, con criterio de gobierno, consentido nacional, a poner en orden la costos empresa y hacer que rindan los mejores frutos posibles. Para ello, son indispensables ese balance de errores y de posibilidades y una muy concreta y muy clara definición de los objetivos que han de perseguirse.

Éramos soberanos ya –o por lo menos éramos tan soberanos ya– antes de la expropiación, cómo después de ella, éramos tan independientes y teníamos tan perfecto dominio eminente antes de la expropiación como ahora. El derecho de México para establecer y aplicar el artículo 27 constitucional; la facultad de México de regular por ley y por medidas administrativas generales el aprovechamiento de petróleo; la facultad de México de participar en esa riqueza natural por la vía de impuestos y derechos; la capacidad de México para regular la posición de los trabajadores en esa industria; todo esto ya existía indiscutiblemente antes de la expropiación, y existían también los sujetos pasivos de esas facultades indudables de nuestra Nación. Ahora esos sujetos, las empresas, no existen, la responsabilidad que sobre ellas se caía de cumplir con lo que legítimamente México dispusiese sobre todos los puntos antes mencionados, ya no existe. El problema pues, de la regulación, del mejor aprovechamiento, de la más justa distribución de la riqueza natural, No recae ya sólo como un derecho sobre el Estado mexicano, sino que es, también su responsabilidad inmediata y directa. Por eso es más urgente que precisa un programa; que conozca, para no recaer en ellos, los errores del pasado; que sepa con claridad, sin equívocos, cuáles son los propósitos que han de señalarse. Y qué, para obtener conformidad verdadera de la Nación en los sacrificios que de ella se demanden, informe de ese programa a la propia nación y le demuestre concretamente su eficaz cumplimiento.

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Ventajas inmediatas

Lo más importante de todas, es la claridad. No era posible esperar sino desastres, de una situación confusa como la que venía existiendo. Ahora podremos empezar a ver claro el resultado de lo que se hizo, a ver claros los esfuerzos que serán necesarios y a ver claro, también, –así debemos exigirlo– el proceso que ha de seguir para compensar a la Nación y sus esfuerzos. Otra ventaja consiste en la desaparición de los obstáculos que impidan el acceso de nuestra producción petrolera al mercado y que, por ello, desfiguraban todo juicio e impedían todo programa sobre este problema importantísimo del petróleo, parte no insignificante del problema mayor del aprovechamiento de nuestros recursos naturales.

Y otras ventajas más, consecuencia de la primeramente señalada: el poder afirma, sin que nada pueda contradecirlo, que la soberanía, la independencia económica, el bienestar de los obreros y otros muchas cosas más, no dependen ni han dependido nunca de panaceas como la expropiación ni de otros remedios similares recomendados por la charlatanería política. Hoy como antes de la expropiación, México, su vida, su prosperidad, la justicia de su organización, dependen de algo más alto y más grande y a la vez más íntimo y más cordial; de que México y los mexicanos sepamos y queramos serlo de verdad. Pero esto es asunto de otra historia.

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