5 minute read
Ciertos Escrúpulos
Es patente el esfuerzo que se ha venido haciendo últimamente para hacer prosperar una burda falacia intolerable. El señor Secretario de Relaciones Exteriores parece ser uno de sus campeones. Él expresó hace días en sus declaraciones al representante del Diario de la Marina, de la Habana, y por la identidad de los términos empleados, fue él, probablemente, quien logró colarla en el corazón antes declaraciones hechas al mismo gran periódico por el Presidente de la República. Precisa denunciarla desde luego.
Advertisement
El señor Secretario la ha formulado al decir: “nuestra democracia se preocupa mucho más de la justicia distributiva en la económico que de aquellas fórmulas puramente políticas, o de ciertos escrúpulos netamente electorales…; es una democracia que ha preferido consolidarse por el lado de lo social, antes de confirmar de una manera definitiva su perfil jurídico-político”.
Qué “nuestra democracia” no ha confirmado su "perfil jurídico-político", es evidente. Que no lo ha hecho porque “ha preferido consolidarse por el lado de lo social”, es una burda mentira contra la que claman la situación infrahumana en que viven millones de campesinos y el nivel de vida bajísimo que en todo México
* Revista La Nación. Año I No. 42, 1 de agosto de 1942. Pág. 3.
1942
prevalece. Que como lo suponen los términos empleados por el Secretario de Relaciones, exista una relación de condiciones entre los dos aspectos –el social y el político– de “nuestra democracia”, de tal manera que será preciso primero lograr uno de esos aspectos para poder iniciar después el otro, es una falsedad teórica y práctica. Que por último, “nuestra democracia no se preocupa de ciertos escrúpulos netamente electorales”, simplemente demuestra un cinismo que no es nuevo; pero sí más insultante ahora que no sólo la vida interna de México sino su gravísima situación internacional, se dicen fundadas y orientadas, con las posibilidades máximas de esfuerzo y de sacrificio, al cumplimiento de los principios democráticos.
De tres rumbos principales ha sufrido ataques la democracia, la democracia elemental y primaria de puro sentido político y mayoritario. Ha sido atacada desde el punto de vista técnico. Lo ha sido desde el punto de vista de la continuidad y permanencia, del desinterés y de la elevación que han de tener siempre las instituciones públicas y el ejercicio de la autoridad, y que son radicalmente incompatibles con la volubilidad, el interés egoísta y la discontinuidad del esfuerzo, propios de la democracia política. Lo ha sido finalmente, con toda clase de diatribas y sarcasmos verbales y con terrible y definitivo aniquilamiento práctico, por todas las especies del socialismo y, muy principalmente, por las especies totalitarias, nazi o soviética.
Y la democracia ha ofrecido amplio frente para que esos ataques se produzcan, porque en la teoría y en la práctica, su organización –que hasta ahora es más resultado de luchas interesadas ocupacionales que de un esfuerzo racional constructivo, más imposición de mafias políticas que producto auténtico del espíritu nacional–, ha estado llena de lagunas, deficiencias y contradicciones. Por ello antes de la guerra, dentro del mismo grupo de teóricos y de políticos demócratas, se había iniciado ya un movimiento revisionista extremadamente serio y pendiente todo él a superar fórmulas anquilosadas, –como la del simple sufragio universal indiscriminado y la elección directa,
MÉXICO EN LA OPINIÓN DE MANUEL GÓMEZ MORIN 1940 - 1945. ARTÍCULOS
como las copias inoperantes del sistema parlamentario, como las mojigangas democrateras de nuestros “pequeños países cálidos”, como la corrupción espectacular del mecanismo de los viejos partidos tradicionales–; a dejar en pie, cada vez más claramente definidos, los puntos esenciales de la verdadera democracia, –respecto a la dignidad de la persona humana, subordinación del Estado a la Nación, supremacía del Bien Común–y, a crear aquellos organismos e instituciones que pudieran servir para garantía de esos principios sustanciales y para volver compatible el funcionamiento democrático con la necesidad de una autoridad firme, permanente, responsable, apta, realizadora del Bien Común.
Lo que nunca pensaron los demócratas revisionistas de antes de la guerra, lo que sabemos que hayan pensado y parece imposible que piensen ahora los demócratas de las hoy “Naciones Unidas” que luchan por la democracia, es esto que hace el Secretario de Relaciones de hablar él mismo, campeón de la democracia para la exportación, con desdén despreocupado, de “ciertos escrúpulos electorales” que no interesan a nuestra democracia. Y de erigir, como intento de justificación teórica de la burla cruel que en la práctica se hace de los principios democráticos, la falsa tesis de una presidencia –por otra parte mentirosa también en el caso mexicano–, de la democracia por el lado de lo social sobre la democracia en su perfil jurídico-político. Esta postura incalificable, precisamente en los momentos en que se levanta la democracia como bandera para justificar la demanda de los sacrificios mayores, sólo podían ser aquí; estaba reservada a ser porción importante del poco envidiable patrimonio político del señor Secretario.
Lo cierto es que México es vitalmente indispensable que no se sigan desdeñando “ciertos escrúpulos electorales”. Porque ese desdén –complicado a veces con violencia y con sangre– es una vergüenza nacional que nada puede justificar.
Lo cierto es que si tampoco se ha logrado en México en materia social, si no hay seguro obrero, si no hay servicios sociales, si no hay pensiones, si la
1942
situación del campesino es de miseria, si el nivel general de vida es tan bajo, si no hay auténtica organización de trabajadores, si no hay servicio civil, si no existe, en suma, lo que podría llamarse una democracia “por el lado de lo social”, ello es principal y fundamentalmente debido a que no se ha cumplido aún el viejo anhelo de democracia en su perfil jurídico-político; aquí entre el Estado y la Nación verdadera, por tanto, se ha creado y mantenido celosamente un abismo; aquí ni en las instituciones ni en los hechos se ha cometido la empresa salvadora –tantas veces prometida y rubricada por tanta sangre y tanto sacrificio–, de constituir y robustecer de verdad la unidad nacional que ante todo exige autenticidad de una representación que indisolublemente vincule al Estado con la Nación genuina, y autoridad verdadera como no podrá hacerlo jamás la que desdeña ciertos escrúpulos electorales, sino la que firme e invariablemente, con actitud, cumpla con su deber y por ello mismo garantice la relación del Bien Común.
Que ni en este ni en otras ocasiones, el jefe del Estado se deje engañar por consejeros impenetrables a “ciertos escrúpulos”. Que oiga la voz sincera de la opinión y el coro imperioso de las voces; no extintas aún, de todos los mexicanos que desde hace varias generaciones vienen exigiendo con base indispensable de la Nación, una autoridad con todos los escrúpulos que merecen la voluntad nacional, la dignidad de los mexicanos y el destino superior de México.