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Giras, Patriotismo, Apatía

GIRAS, PATRIOTISMO, APATÍA

Giras

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Han continuado las giras de diversos políticos del Congreso, por las capitales y las poblaciones más importantes de los Estados. Y los diarios han visto aumentado, también, el número de sus inserciones pagadas, en las que se publican –con gasto inútil de espacio y de papel preciosos– además de las copias arregladitas de los discursos, abundantes retratos de los oradores.

Aun cuando en algunos casos se han empleado formas de coacción tan lamentables indecorosas como la revelada en la comunicación de la Cámara de Comercio de Durango, que está revista publicó en su pasado número; aun cuando los politiquillos locales, por simple rutina, se han creído obligados a usar los conocidos procedimientos de presión al convocar a las manifestaciones populares reunidas con motivo de estas giras, generalmente el pueblo ha acudido a ellas por propia voluntad, a pesar de la presión coactiva y protestando contra ella.

Ha acudido voluntariamente en Chihuahua y en Tampico, en Saltillo y en Monterrey, en Chilpancingo, y en Morelia, en todas partes, insuma. Ha acudido

* Revista La Nación. Año I No. 43, 8 de agosto de 1942. Pág. 3. Firmado como Manuel Castillo.

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voluntariamente porque ha creído deber ineludible demostrar –cualquiera que sea la intención de los organizadores–, que la voluntad de unidad nacional, es obvia y decidida.

Después de dar con su presencia, testimonio de este anhelo Nacional de unidad, pista unánime disposición a acometer esforzadamente las empresas que sean dispensables para la salvación de México, lo demás –discursos, propaganda facciosa, exhibicionismo, pequeños intereses personal de los politiqueros– no han interesado a los manifestantes. O más bien, los han entristecido y amargado.

Patriotismo

Alguno de los políticos que gira, después de presenciar una de estas manifestaciones hizo constar, con entusiasmo sorprendido, su descubrimiento de patriotismo popular. Ese entusiasmo resulta insultante demostración del total alejamiento de ese político y de todos los demás semejantes, de la Nación, del pueblo de México. ¡Venir a descubrir ahora qué el patriotismo existe! ¿Cómo, sin él, podría explicarse que México viva aún cuando tanto han hecho quienes dicen representar lo por destruirlo moral, social, política y económicamente?

Sí. Hay un auténtico patriotismo. En una de las mejores formas del atletismo. Aquella que, expresándolo o no, ha sabido –en una lucha desigual contra poderosísimas fuerzas negativas– conservar, acendrar los mejores valores de la nacionalidad, distinguiendo los y separándolos claramente de sus imitaciones fraudulentas y guardándolos, cómo tesoro intocable, en la intimidad del trabajo, del hogar, de la propia vida personal.

Quién, sin más hondo conocimiento de México, presencia solamente el acontecer de su vida pública, sufrirá tremendo engaño sobre la esencia de este País. Creerá que en él se han perdido todas las nociones de dignidad un cuadro ciudadana y todas las aspiraciones de nacionalidad. ¿Qué lugar, en

MÉXICO EN LA OPINIÓN DE MANUEL GÓMEZ MORIN 1940 - 1945. ARTÍCULOS

efecto, puede tener el decoro cívico y el patriotismo sincero, en la sucesión de luchas facciosas, de ideologías cambiantes según el interés del momento, de complicidades repugnantes, de mordidas y de fraudes, de deserciones y abandonos, de despilfarros y de destrucción sistemática que han formado la trama de la vida política?

Pero todo ello no ha sido, no es, obra del pueblo de México, le han sido impuestos no por supuestas fatalidades históricas, sino por la deliberada actuación de fuerzas poderosísimas ante las cuales México, el pueblo mexicano, la Nación verdadera, ha asumido fundamentalmente una posición defensiva, retirando de la vida pública a los anhelos, las tradiciones, las virtudes, que son expresión esencial del patriotismo, para salvaguardarlas, con culto más ardiente mientras más podrida y violenta ha sido la vida política, y la intimidad de la persona y de lo que más cerca de la persona se encuentra: la familia, el trabajo, la amistad. No sólo han muerto, así, esas tradiciones, esos ideales, esas virtudes, esa aspiración ardiente, que integran el espíritu patriótico, sino que se han venido valorando y están disponibles, sin contaminación, para el momento en que sean indispensables en el sostén de esfuerzos y sacrificios máximos, o para el momento en que haya la ocasión real de emprender el esfuerzo de purificación, de reforma, de afirmación radiante, que la vida y la salvación que México reclama.

Apatía

Cierto que puede hacerse con razón una crítica severa. El pueblo de México, la verdadera no han debido limitarse a esta actitud defensiva de retirar de la vida pública los valores más altos de la civilidad, establecer un foso cada vez más ancho y más profundo entre la Nación y el Estado. Debieron, por el contrario, empeñarse en inundar la vida pública con esos valores superiores, en conquistarla y en afirmar en ella la inquebrantable subordinación del Estado a la Nación, del interés parcial al bien común, de la mecánica política de intereses

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y componendas, al derecho inspirado por la justa aspiración nacional. Hay sí –en los últimos tiempos sobre todo–, un pecado Nacional de indiferencia de cobardía. Reconocerlo así del principio de la reparación. Pero no sólo es una explicación sino que, respecto del pasado, constituye una exculpante verdadera, la consideración de que en un siglo de vida independiente, cuántas veces ha parecido haber una ocasión, por mediocre que sea, de gestionar el bien de México, no se han regateado esfuerzos ni sacrificios para hacerlo. El hecho de que cada una de esas ocasiones haya concluido en un nuevo fraude, la reiteración de la traición o del engaño, que tal vez en otras partes habrían organizado explicables reacciones de desesperación destructora o de abandono corrompido, aquí se han traducido en esa división profunda, defensiva, más marcada tal vez que ningún otro pueblo, entre el país oficial y el país real, entre el Estado y la Nación. Incapacitado el pueblo para hacer imperar los valores nacionales, los ha sabido conservar y los tiene intactos, preciosos, instrumento y señal de salvación, para hacerlos valer. ¿Cuándo? Ahora mismo. Ahora que tanto los necesita México. Ahora que se cierne sobre la Patria, como culminación de largos años de errores, el más sincero peligro que la ha amenazado en toda su existencia. El pueblo de México, está listo. Es limpio y capaz. Quiere y puede poner al servicio de la Nación un caudal de aptitudes, de sobriedad, de resistencia, de trabajo, de lucha, de pureza. Eso es lo que ha ido a decir –a pesar del asco de la coacción y de las simulaciones–, en las manifestaciones que se repiten en todas las ciudades de la República, eso claramente expresado sin palabras porque no se ha dado al pueblo oportunidad de hablar; eso no los vacuos, ampulosos discursos de politiqueros que contradicen con toda su vida sus palabras, es lo que vale en las manifestaciones.

El gobierno tiene la gran responsabilidad de advertir el significado real de las manifestaciones populares mencionadas; El deber ineludible de no ser cómplice, y aún por simple tolerancia, de una conspiración para aprovechar el

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patriotismo verdadero en fines de metro político. Tiene la obligación precisa de saber que la inmensa aspiración Nacional de unidad, reclama un programa serio, constructivo, eficaz; un ímpetu verdadero de organización, un genuino sentido de jerarquía y de autoridad, un gobierno que de verdad represente a la Nación una dirección firme, respetuosa, iluminada, quién causa, orden y vuelva fecundo el patriotismo real, sustancial, del pueblo mexicano.

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