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Ejemplo de Norteamérica, Teoría de la oposición, El caso México

EJEMPLO DE NORTEAMÉRICA, TEORÍA DE LA OPOSICIÓN, EL CASO MÉXICO

Ejemplo de Norteamérica

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Tuvo recientemente el Presidente Roosevelt una seria escaramuza con la prensa norteamericana. Y no fue él, por cierto, el mejor librado. Ni su popularidad, ni su carácter de Jefe Supremo de la Nación y del Ejército, ni sus poderes extraordinarios por la guerra, lo libraron de la crítica que distingue bien entre lealtad al país y servilismo, entre unidad nacional y sumisión incondicional al político en el poder, entre los actos verdaderos de jefatura y los actos, aunque sean del jefe, que no implican ejercicio legítimo de la autoridad.

Entre los muchos comentarios que el incidente ha suscitado, se destaca el del bien conocido escritor Walter Lippmann. El Presidente dijo que la prensa, mal informada, no estaba capacitada para juzgar, y Lippmann, analizando la situación sin quedarse en los términos mismos en que el conflicto fue planteado, ha dicho “Todos perdemos, el Presidente y la prensa, por falta de una oposición política bien informada, responsable y constructiva… la inexistencia de una

* Revista La Nación. Año II No. 55, 31 de octubre de 1942. Pág. 4. Firmado como Manuel Castillo.

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oposición de este género, hace que el peso de la crítica recaiga enteramente sobre los periodistas…si hubiera un oposición informada y responsable, los periodistas no tendrían que atenerse a la declaraciones oficiales de sus propias e insuficientes investigaciones privadas, y la prensa estaría capacitada para analizar, interpretar y comenzar un debate ilustrado (entre el gobierno y la oposición), en vez de hallarse obligada a formar ella misma este debate”.

Las conclusiones de Lippmann han sido recibidas con general aprobación en los Estados Unidos. Es manifiesto que el gran país vecino se ha venido des organizando desde hace tiempo, por numerosas causas, el saludable sistema de oposición capaz de integrar al gobierno. Y los resultados lamentables son patentes. El más inmediato, puerta y principio de otros muchos que pueden alcanzar extrema gravedad, es este que produjo la escaramuza reciente: los periodistas, como el pueblo todo, sólo encuentran dos fuentes de información y de juicio sobre los asuntos públicos, notas oficiales insatisfactorias por sus omisiones o por sus distorsiones, o rumores, murmuraciones, hechos parcialmente conocidos o indiscreciones irresponsables. Y con esas dos fuentes únicas de conocimiento y de juicio, la prensa y la opinión, por fuerza, inevitablemente, incurren en error, debilitan la unidad nacional y obstrucción en las grandes empresas por necesidad comunes que exige la vida de la Patria.

Teoría de la oposición

La imperiosa necesidad humana de motivos inteligentes de adhesión, impone la necesidad del debate racional de los asuntos públicos, especialmente cuando esos asuntos tienen tan grande trascendencia como en estos días pueden ser definitivos para cada uno de los ciudadanos, para sus seres más queridos o para la Nación misma. Y cuando falta el conocimiento sustancioso de los hechos y de los propósitos que forman la vida pública. Esa necesidad humana de debate, de satisfacción racional, no desaparece; pero tiene que alimentarse de murmuraciones, de exageraciones, de datos aislados que, simplemente por

MÉXICO EN LA OPINIÓN DE MANUEL GÓMEZ MORIN 1940 - 1945. ARTÍCULOS

ello, dan una falsa representación del conjunto de la vida nacional. En vez de un equilibrio constructivo y de una adhesión sustancial, aún en la crítica, al esfuerzo común que el gobierno preside, se suscitan en la opinión desconfianzas y resentimiento. Ineficacia de los movimientos racionales, se sustituye con movimiento de pasión que entorpecen o desgarran el esfuerzo colectivo y son el comienzo de trágicas perturbaciones en la vida del País.

Una oposición al gobierno, una oposición que consista en la representación, dentro de los órganos del Estado, especialmente dentro del órgano de debate qué es el Congreso, el Parlamento, de las convicciones, de los puntos de vista, aun de los intereses diversos que integran la Nación, es el medio preciso para que ese debate indispensable se organice y se efectúe. La oposición puede no tener razón y sus puntos de vista, entonces, son con éxito y con ventaja espiritual y política inmensa para el País, refutados por el gobierno. La oposición puede tener razón y el gobierno aceptar su punto de vista también con ventajas evidentes para el bien público. En todo caso, la oposición no puede formular ni críticas ni demandas irresponsables. Integra al Estado, no está frente a él; tiene una posición clara y conocida y una responsabilidad precisa; no es ni puede ser murmuraciones subrepticias, ni conspiración destructora, ni arrebato de pasión. Integra al Estado y éste, a su vez –oposición y gobierno–, réplica la Nación, se une a ella, es un esfuerzo genuino de representación suya.

El caso México

En México, el mal incipiente que en los Estados Unidos denuncia Lippmann, ha sido desde hace largos años bien arraigada enfermedad de nuestra vida política. El monopolio faccioso extendido con insaciable apetito a todos los aspectos de la actividad pública, ha estrangulado toda posibilidad de una oposición responsable; en los ayuntamientos y en los gobiernos locales, en el Congreso y en el Gobierno federal, se ha cerrado la puerta por medios que no es necesario recordar, a toda representación auténtica de las convicciones y de los intereses

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genuinos que forman la Nación; el poder sea amurallado aislándose de la opinión. Dentro de las murallas –en el seno de la facción–, ocurren disidencias y luchas a veces trágicas y sangrientas, generalmente grotescas y repugnantes. Pero eso no es oposición.

A veces, cuando llega una ocasión que por ley impone la renovación de las personas en el poder, se hace el simulacro vergonzoso que han sido nuestras elecciones. Y, siempre con el pavor mortal de que el simulacro pueda convertirse en batalla verdadera, desde el poder se fomenta una oposición bastarda y simulada que haga imposible la posición verdadera.

El Gobierno amurallado, pierde todo contacto con la opinión. El Estado deja de ser reflejo y expresión de la Nación auténtica. Y entonces ocurren dos fenómenos de idéntica y gravísima trascendencia. De una parte, el gobierno se empeña, con la subconsciente necesidad de contar con un apoyo de opinión que le de apariencia de legitimidad, no encerré fregó y responsable de la Nación, sino en proyectar sobre la Nación sus propias pasiones o los caprichos y los intereses de quienes lo forman. Y paga o aterroriza a la prensa, y hace campañas costosísima de propaganda, y promueve manifestaciones coactivas “de respaldo”, y falsifica organizaciones ciudadanas, y nunca satisfecho, bastardea, para controlarlas, organizaciones como las obreras y las campesinas, alas que desvía de su fin y les infiltra y les impone caracteres y propósitos puramente políticos. Ni se detiene ante las cosas más intocables o más santas: pretende que las instituciones de cultura sean también su reflejo y hasta aspira grotescamente a obtener su propia Iglesia. ¿Quién no recuerda al Patriarca Pérez y al sistema educativo, y a los cismáticos, a la universidad y el sistema educativo, a los Gracianos o a los Morones o sub-Morones, al PRM y al popular? De otra parte, los sentimientos de dignidad humana y de civismo, elementales irreprimibles, sentimientos que nunca logrará matar el más riguroso de los monopolios políticos, cortados del Estado, negados e imposibilitados para integrar responsablemente el Estado que representa a la Patria, alternativamente toman cualquiera de los dos únicos

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caminos que les restan: el de la crítica intransigente, apasionada y hasta donde sea posible, destructora de un régimen que así falsifica y su pierde la arquitectura esencial de la comunidad humana, o el de una patilla pantanosa, mezcla de náusea y de terror, pilastra a la Nación e impide o estorba su desenvolvimiento.

Este amurallamiento del poder, este feudalismo político –en el peor sentido que al concepto de feudalismo a dado una literatura histórica deformante–, este desgarramiento entre el poder y el pueblo, entre el Estado y la Nación, ha causado y seguirá engendrando, mientras subsista, los peores daños para México. Es la fuente de su pobreza, la razón de su atraso, el origen de su anemia, el motivo de su vida convulsa y dramática. Precisa acabar con él. Hacerlo luego, es tarea que no puede diferirse. Es más urgente que cualquiera otra, que las labores mismas de preparación de la defensa nacional, porque es condición ineludible para que esas labores puedan cumplirse.

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