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Un editorial del siglo XVIII

UN EDITORIAL DEL SIGLO XVIII

Ha comentado La Nación las disparatadas disposiciones inconexas, si no contradictorias, que los directores oficiales de la economía han venido tomando sobre el problema, para el pueblo angustioso, de la escasez y de la carestía. Y es extraordinariamente interesante cotejar esas disposiciones con un documento del Siglo XVIII, publicado como apéndice por Porfirio Martínez Peñaloza en su excelente ensayo La nacionalidad mexicana, que mereció el primer premio en el Certamen de acercamiento nacional y que acaba de ser editado por “JUS”. Ese documento es una “carta-cordillera” enviadas por el Obispo de Valladolid de Michoacán, el 25 de marzo de 1786, en la época de gran escasez de su Diócesis. Dice así el documento interesantísimo:

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El maestro don Fray Antonio de San Miguel, por la divina gracia, y de la Santa Sede Apostólica, Obispo de Valladolid de Michoacán, del Consejo de S. M., etc. Con fecha de día de hoy hemos firmado una carta cordillera para todos los Curatos de esta nuestra Diócesis, cuyo tenor es el siguiente:

“Muy señores míos: La Teología Política caritativa es la que en las actuales críticas circunstancias de escasez de semillas debemos con toda preferencia

* Revista La Nación. Año II No. 75, 20 de marzo de 1943. Págs. 7, 29. Firmado como Manuel Castillo.

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enseñar los eclesiásticos, tanto con la obra como con la palabra. Omitiendo todo exordio, pues la verdadera elocuencia del día estriba únicamente en proporcionar arbitrios para que los pobres no sufran hambre, pasó a insinuar algunos tan prontos. Cuánto fáciles y eficaces para conseguir el insinuado fin”.

“1. El olote machacado en seco en trozos muy menudos, puesto a cocer en agua pura, maliendosé después varias veces en el metate, mezclándose una poquita de sal produce masa muy suave, la que mezclada con iguales partes de maíz molido dándole a todo junto un par de repasos, salen muy sustanciosas tortillas, que se cuecen, en el comal, como las de maíz puro”.

“Aunque de tres partes se les echen las dos de masa de olote, salen también muy buenas”.

“2. De arroz mezclado con maíz salen igualmente las tortillas, muy gustosas; y lo mismo sucede aunque en lugar de maíz se le mezcle al arroz masa de olote”.

“3. En el pueblo de Acuitcio, Curato de Tiripitio, un pobre hizo la experiencia de hacer las tortillas con sólo la masa del olote bien molido, sin mezclarle maíz, ni otra alguna cosa, y le salieron muy buenas, y a su ejemplo van siguiendo otros”.

“4. Con una libra de arroz bien cocido en dos cuartillas de agua, a fuego manso por 3 horas, viéndolo con frecuencia, y que según se va espesando se le mezcle agua caliente, hasta la cantidad de ocho cuartillas, la sal necesaria, resulta seis porciones grandes de alimento suficiente para mantener seis personas cada día”.

“5. El camote, bien sea el dulce o el agreste, qué se dice del cerro, cuyo vástago es semejante a la patria, y su hoja como la del frixol, mezclado con corta cantidad de masa de maíz, produce a sí mismo agradables tortillas. Así se está practicando en el Curato de Sahuayo, en donde del Maguey Mezcal, esto es, de la carne de la penca y especialmente de la cabeza, bien cocida y remolida, sacándole a mano las hebras o pitas largas que no se desbaratan con la molienda, resulta una miel dulce muy espesa, a la cual se le mezcla una tercera o cuarta parte de

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maíz tostado hecho pinole del que usan los arrieros para su atole: batiendo bien uno con otro, se forman tamales, qué cocidos, envueltos antes en unas hojas en forma de barbacoa, o como todos los demás, en olla, resulta un alimento muy gustoso; pero se advierte, que para cocerlos no se les echa agua, sino que en lugar de ésta se echa la miel o zumo del citado maguey-mezcal”.

“6. Con la masa de la cabeza de dicho maguey mezcal, bien cocido y remolido, mezclándoe alguna masa de maíz, resultan también tortillas bastante gustosas, procurando quitar las hebras a mano”.

“7. La frutilla que produce el árbol Parota, bien conocida en tierra caliente, puesta a la lumbre revienta, y tiene el mismo sabor y es de la misma sustancia que las habas; y con un platillo de maíz molido, y dos de frutillas Parota, bien revuelto y mezclado uno con otro, salen agradables tortillas y atole de buen gusto y sustento. Así se está practicando en Apatzingán en donde con plátano a medio madurar, bien cocido y sin mezcla alguna de maíz, se están haciendo agradables y muy sabrosas tortillas, cuyo sustento es sólido y muy seguro.

“Todas estás noticias me las han comunicado (sobre experiencia constante) algunos Curas y otros sujetos particulares”.

Noticias de gran consuelo sobre siembras

“Del Curato de Sahuayo acabamos de recibir varios manojos de trigo muy hermoso, uno que se estaba ya cosechando, y otro muy pronto para cosecharse, con una frondosa mata de garbanzo”.

“De Apatzingán un acecito de arroz ya granado; varias mazorcas de maíz casi duro, y muy frondosas matas de frixol”.

“De Uruapan otros manojos de trigo ya hecho, y lo mismo de Tingambato, con hermosas matas de chile, chícharos, y otras legumbres; y generalmente de todo el Obispado recibimos frecuentes noticias, muy circunstanciadas, de que los maíces de riego y medio riego, los trigos, arroces, frixol y otras semillas continúan en gran bonanza y en muchas partes, con prontitud de cosecharse

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ya. Con lo que confiamos en la Divina Misericordia, qué en fin de abril próximo la escasez y carestía ha de estar ya agonizando, y la avaricia de muchos mordiéndose”.

“Para consuelo de mis amados pobres leerán Vms. esta carta dos o tres veces en días festivos, publicando muchas copias por todas partes y tranqueandolas a cuántos sujetos la pidan; sin costar Vms. Se les presenten oportunos y a beneficio de la causa pública y de los pobres”.

“Dios guarde a Vms. Muchos años –Valladolid de Michoacán y marzo 25 de 1786- B. L. de Vms. Su más atento y seguro servidor –Fray Antonio Obispo de Michoacán– señores curas de….”

“Y para que los pobres de esta capital logren el alivio y consuelo de los arbitrios caritativos tan pronto, cuánto fáciles, que expresamos en dicha nuestra carta, la insertamos en este nuestro edicto, mandato, como andamos, que se publique luego luego en nuestra Santa Iglesia Catedral, en la Iglesia de San Joseph, y en la de nuestro Colegio Clerical, y en la de Religiosos y Religiosas de Santa Catarina, y en la del Colegio de Niños de Santa Rosa y Beatas Carmelitas; ir a mayor abundamiento hacemos presente, que en la sacristía del Sagrario de dicha nuestra Santa Iglesia, si harán algunas copias de dicha nuestra carta, y se permitirá a cualesquiera personas el que saquen copias de ella, a fin de que con toda brevedad se hagan más públicos y notorios los insinuados arbitrios caritativos; no cesando de exhortar y rogar encarecidamente por las misericordiosisimas Entrañas de nuestro dulce Redentor, a los ricos y demás personas de facultades, que con preferencia en el presente tiempo se esfuercen a dar a los pobres cuanta limosna pueda, bien sea el dinero, maíz, semilla, legumbres guisadas, carnes y cualesquiera otros alimentos. Si así lo hicieron en nombre de Dios les anunciamos según aquella promesa infalible del Evangelio: Bienaventurados los misericordiosos porque ellos conseguirán misericordia. Les anunciamos pues, qué en el tremendo día del juicio oirán está favorable sentencia: Venid benditos de mi Padre, pues cuando tuve hambre en

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la persona de mis pobres me disteis de comer. Y por el contrario los avarientos, los codiciosos y los que pudiendo no reparten limosna en tiempo de tanta escasez, oirán la terrible sentencia: Quanto tuve hambre en persona de mis pobres, no me disteis de comer, id pues, malditos al fuego eterno, sin fin, de vuestra eterna condenación. "Dado en nuestro Palacio Episcopal de Valladolid de Michoacán, a veinticinco días del mes de marzo de 1786 –Fr. Antonio Obispo de Michoacán– por mandato de S.S. Ilma. El Obispo de mi Señor –Don Joseph Aguilera, Secretario”.

Fray Antonio de San Miguel, como se ve, no se había graduado de la Facultad de Economía. Ignorante, como todos los mochos, no tuvo la ocurrencia de pensar que el problema de la escasez podría resolverse por una manipulación de precios o por el control autoritario de la distribución, ateniéndose nada más a la recta razón, al sólido sentido común y a lo que él llamaba, con fina espiritualidad, “la teología política caritativa”, Fray Antonio de San Miguel redujo el problema a sus términos reales y estrictos: producción-consumo.

No había producción bastante y ello determinaba la escasez. Era necesario o suplir la producción con “erzats”, con sustitutos, o modificar el consumo; pero sin perder jamás de vista que la solución verdadera estribaba siempre en “los manojos de trigo muy hermosos”, en las “muy frondosas matas de frixol”, en las “hermosas matas de chile, como chícharos y otras legumbres”, en los “maíces de riego y medio riego”, que continuaban “en gran bonanza y en muchas partes, con prontitud de cosecharse ya”.

No pensó el pobre Obispo en hacer una reguladora y distribuidora, ni un consorcio, ni en facultar a los curas para fijar los precios. Con los ojos fijos en la producción, de la que el Obispo recibía “confiamos en la divina misericordia qué en fin de abril próximo de escasez y carestía ha de estar ya agonizando, y la avaricia de muchos mordiéndose”.

“La avaricia de muchos mordiéndose”. Después de enseñar, sin decirlo, el principio fundamental de que el problema de la carestía o de la escasez

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constituye esencialmente un problema de producción –himno de pueril y desorganizante manipulación de precios–; después de enseñar otro principio básico, como es el de que el otro extremo del problema de la carestía es el del consumo, de manera que cuando no se puede aumentar la producción es por fuerza en el lado del consumo dónde debe actuarse, el santo ignorante Obispo señala en la frase con que este párrafo se inicia, una nueva lección: sobre los elementos sustanciales del problema de la escasez –producción y consumo–, se inserta, para agravar el problema, “la avaricia de muchos”. Y a la autoridad corresponde condenar rigurosamente esa avaricia, impedirla o reprimirla en el campo de su jurisdicción, así como le corresponde hacer lo necesario para que la producción se incremente y, mientras ellos no se logre, para reemplazarla, con sustitutos o para desviar el consumo a otros medios de satisfacer la necesidad, poniendo en juego “los arbitrios caritativos que logren el alivio y consuelo de los pobres”.

He aquí pues, toda una vigorosa y definitiva cátedra de economía política magníficamente dada en los términos de la “edad oscura”, –premarxista, cuando la ciencia misma no llevaba el pomposo nombre con que ha sido bautizado en los días gloriosos el coyotaje y la inflación y se llamaba, en el ágil certero lenguaje del Obispo, “Teología Política Caritativa”. La lección es ésta: contra escasez, producción; ante la irremediable falta temporal de esta, regulación del consumo deseándolo a satisfactores sustitutos de la necesidad; en lo que los sustitutos no pudieran dar alivio, consuelo y auxilio a los pobres con la noticia verídica y circunstanciada de la abundante cosecha aproxima y con la exhortación, además, y el encarecido ruego “ por las misericordisima extrañas de nuestro dulce Rector, a los ricos y además personas de facultades, que compreferencia en el presente tiempo se esfuercen a dar a los pobres cuánta limosna puedan”. Reprobación expresa, además, de “la avaricia de muchos”, y la terrible sanción de ella, dentro de la jurisdicción episcopal: “los avarientos, los codiciosos y los que pudiendo, no reparten limosna en tiempo de tanta escasez,

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oiran la terrible sentencia: cuando tuve hambre en persona de mis pobres no me disteis de comer. Id pues, malditos, al fuego, eterno, sin fin, de vuestra eterna condenación”.

Rigor, claridad, auténtico deseo de Bien Común, eficaz ansiedad de servicio, sincero amor a los pobres, recta razón, firme y sano sentido común, arraigo en principios eternos. Compárense todo eso con el titubeo, con la confusión, con las mentiras, con la ineptitud, con la codicia de hoy. Hemos progresado.

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