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Costo de la vida y opinión real

COSTO DE LA VIDA Y OPINIÓN REAL

Vanguardia y reacción

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Imposible dejar de comentar la Tercera Convención Nacional que en esta ciudad reunión recientemente Acción Nacional. Imposible por las conclusiones a que esa Convención llegó, por el espíritu que reinó en ella, por el impacto que ha producido en la opinión.

Más de cuatrocientos delegados vinieron de los diversos estados de la República, expresos de las propias delegaciones y de los miembros de los comités por ellas representadas. Con un gran predominio de agricultores; pero también con numerosos profesionistas, empleados, artesanos, industriales y pequeños comerciantes. Con una aportación valiosísima de datos y estudios sobre los importantes puntos que el temario de la Convención comprendió. Una genuina, variada y homogénea representación de la Nación verdadera. “sin nada que ocultar,; sin nada que simular”, cómo allí mismo se dijo.

Los debates, apasionadamente interesantes, confrontaron datos y opiniones, en apasionado deseo de conocer la verdad y de aceptar en las recomendaciones de acción. Discrepancias de juicio, de visión, sostenidas empeñosamente

* Revista La Nación. Año II No. 84, 22 de mayo de 1943. Pág. 5. Firmado como Manuel Castillo.

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y que se resolvieron luego en unánime aceptación de resoluciones. Dictámenes y estudios macizos, sólidamente estructurados, que quedan como expresión sobria de una trágica realidad nacional y como sincero empeño de encontrar soluciones verdaderas practicables. Decisiones, por último, sobre el aprovechamiento de los inmensos recursos naturales del campo en México, sobre la definición jurídica y social de la tierra mexicana y de la condición de labrador en nuestro País; sobre el crédito agrícola, sobre el alza del costo de la vida y del régimen de salarios, sobre las relaciones del Estado y de la economía, que puntualizan en términos concretos una tesis que en estas columnas hemos sostenido constantemente: es falsa, malévolamente desorientadora, la clasificación de las tendencias que actúan en la vida pública, intendencias de derecha e izquierda; sólo existen, rudamente enfrentadas, dos tendencias verdaderas: la de progreso, la de vanguardia, la que quiere el bien positivo, lo define y lo gestiona limpiamente, y la de retroceso, de negación, qué quiere conservar la simulación y el fraude y el aprovechamiento político de los problemas sociales y nacionales y el monopolio de la vida pública y sus privilegios y granjerías, mediante la incesante falsificación de ideales y principios de revolución social.

La reacción que la Convención de Acción Nacional ha causado, puntualiza y confirma esa tesis. La opinión pública auténtica, a recibido con indudable aplauso las resoluciones que la Convención aprobó. Todos los incluidos en el régimen del monopolio político que prevalece en nuestro País, y los aspirantes a participar en él, sin excepción han atacado con violencia no las resoluciones aprobadas por la Convención, qué siguen limpias, claras, firmes, invitando al pensamiento y al acción, sino Acción Nacional misma, a la organización que por encima de obstáculos, inercias y desfallecimientos, viene desde hace cuatro años haciendo ese duro trabajo de formación de una conciencia nacional verdadera.

Las resoluciones de la Convención de Acción Nacional, como sus programas anteriores Y los principios fundamentales de su doctrina, no han sido tocadas

MÉXICO EN LA OPINIÓN DE MANUEL GÓMEZ MORIN 1940 - 1945. ARTÍCULOS

jamás. Siguen siendo no sólo la más clara y cierta estructuración del pensamiento y los anhelos nacionales, sino la más avanzada expresión de reforma social. Posición absoluta de vanguardia. Los enemigos, que son los enemigos de México, los mismos que han hecho que la reforma social mexicana desemboque en opresión y en miseria y no insuficiencia y en libertad, utilizan hoy contra esa posición de vanguardia, no el raciocinio, sino el proyectil verbal de la injuria y la cortina de humo qué contentas calumnias pretenden oscurecer una verdad que por fortuna gana cada vez más en el pensamiento y en el anhelo del pueblo mexicano, cómo gana cada vez más en el pensamiento y en el anhelo de todos los hombres y mujeres del mundo que sincera y limpiamente quiere una verídica reconstrucción social para el futuro.

Angustia del costo de la vida

No es nuevo el tema infortunadamente; sólo que cada día se vuelve más apremiante y más doloroso. Los precios de los artículos indispensables, siguen subiendo y el lapso entre ellos y el monto de los ingresos de la inmensa mayoría de los habitantes de nuestro País, se hace cada vez mayor y representa cada vez más, no sólo un inmediato descenso en el nivel general de vida, sino un temible factor de injusta incertidumbre y de inestabilidad social.

El Gobierno, en la última semana, ha tomado dos disposiciones que revelan el principio de una precaución real por el problema; pero qué, por continuar líneas de pensamiento y de acción establecidas de antemano en vez de rectificar las valientemente, no constituyen solución sería alguna, antes pueden ser elemento nuevo de desconcierto como son, desde luego, penosa pérdida de tiempo y de energía.

La primera de esas medidas fue la creación de una junta de economía de emergencia que deberá tener a su cuidado la observación y estudio de las perturbaciones causadas sobre la economía nacional por la guerra, la coordinación de las disposiciones relacionadas con la economía del País,

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y la labor de consulta económica para la Presidencia de la República. Esa junta quedó integrada por los Ministros de Hacienda, de Agricultura, de Economía, y de Relaciones, por el Coordinador de la Producción y por el Secretario Particular del Presidente.

Dos observaciones surgen desde luego y han sido hechas por todo el público. La primera: ¿Acaso el problema económico de México no desborda, por todos lados, las consecuencias de la guerra? ¿No existía ya ese problema, en sus elementos fundamentales, mucho tiempo antes de que la guerra estallará? En lo que se refiere directamente al costo de la vida y al precio de los artículos de consumo necesario para la sobria población de nuestro País, ¿La guerra ha tenido algún efecto? ¿Realmente tiene que ver la guerra con los precios del maíz y del frijol, de arroz, del trigo, de las verduras, de la carne, de la leche?

Es decir, que en el enunciado mismo de sus finalidades, el decreto que crea la junta de emergencia es omiso y no se refiere a los datos esenciales del problema. La guerra, indudablemente, influye de modo inevitable en nuestra economía; pero la existencia de una economía deficitaria, de una distribución cara e insuficiente, de una moneda desvalorizada, son cuestiones sustantivas que deben ser en sí mismas consideradas y que constituían, ya desde antes de la guerra, motivo grave de perturbación social. El planteamiento mismo de las funciones de la Junta, está pues, falseada.

La integración Junta, además, es desconcertante. Resulta ya dudoso, en principio, que el problema pueda ser resuelto por una junta. Es problema ejecutivo, de decisión y de acción, no problema de deliberaciones. Pero además, la Junta va a estar formada exclusivamente por los miembros del Gobierno que ya, por ser miembros del Gabinete casi todos ellos, forman una junta –el Gabinete mismo–. ¿Es que entre los Ministros no ha habido bastante colaboración? Así es, en efecto. Pero para lograrla, no hace falta que algunos de ellos se reúnan en junta por obligación creada por un decreto. Su deber ha sido siempre obrar de acuerdo, y si no lo cumplieron antes, ¿Porque puede

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pensarse que lo cumplirán ahora? Cada uno de los Ministros miembros de la Junta, por otra parte, ha tenido en el pasado la responsabilidad de las medidas activamente perjudiciales o insuficientemente útiles, con que él gobierno se ha enfrentado al problema de los precios. Por el hecho de formar ahora una junta, ¿van a cambiar su mentalidad, sus procedimientos? ¿No en este un paso más de lo que por timidez de rectificar a fondo, reconociendo roles y responsabilidades anteriores, o por reiterada comprobación de incapacidad, se han venido recomendando al Gobierno con el último resultado de definir la adopción de medidas de verdadera eficacia.

Control de precios

La segunda disposición que el Gobierno tomó, probablemente por recomendación de la Junta de Economía de Emergencia, consistió en reiterar una vez más la equivocación del control de los precios y de la interferencia en la distribución de los productos necesarios. La Secretaría de Economía, oyendo a la de agricultura, fijará precios de todos los artículos de primera necesidad. El criterio para la fijación, es peligrosamente inoperante y confuso. Los precios, dice el decreto, “deberán ser remunerados… deberán constituir un estímulo para el aumento de la producción y permitir niveles de equilibrio con los precios que rijan (sic) a los artículos industriales que consume la población del campo, y ser convenientes para los consumidores”. Así nada más. Una tautología limitada enumeración de lo que podría ser una imitación lejana de las tesis de paridad invocadas en la política de precios en los Estados Unidos. Es decir, una indefinición absoluta en lo que debiera ser orientación y norma precisas. El decreto además, continúa la vida del “consorcio” para manipular en la distribución, repite las vagas bases del funcionamiento “consorcio” y, para que nada falte al cuadro equivocado, otra vez contiene el enunciado de sanciones un decreto excepcional para sancionar el acaparamiento, como si éste no fuera hecho por quienes nunca recibirán sanción y como, por último, si

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no fuera imposible el acaparamiento en caso de haber abundancia.

De nuevo pues, se reafirma el error que anteriormente se ha venido cometiendo. El hecho esencial que origina la situación actual, es el de la deficiencia de producción. El remedio real consiste en mantener el equilibrio dinámico de la relación entre la producción y el consumo o sea, vista nuestras evidentes posibilidades, en aumentar la producción cómo podemos hacerlo no sólo para satisfacer nuestro consumo, sino para mucho más. Y esa solución real, efectiva, es la única que no se plantea sino en los discursos. En cambio, se pretende atacar el problema no sólo por un punto que es falso; que es además, el más difícil de atacar cuando la posibilidad de aumento de la producción obliga a atacarlo, sino que generalmente y de un modo fatal, implica nuevos motivos de descorazonamiento para la producción, exasperación nueva de los consumos, aumento en la escasez de productos dispensables y, consiguientemente, aumento impetuoso y artificial de los precios.

El Gobierno, titubeante o mal aconsejado, da con este decreto, cómo con el de la formación de la Junta de Economía de Emergencia, un paso que compraría el propósito de bajar el costo de la vida o que, por lo menos, indudablemente difiere la adopción sincera y resuelta de las medidas que verdaderamente tienden a resolver esta situación de angustia y de innecesaria e injusta reducción del nivel de vida de los mexicanos.

Recomendaciones

¿Por qué el Gobierno –qué debe estar lisa y llanamente dispuesto a considerar los estudios o programas que se presenten a la opinión para resolver problemas colectivos–, en vez de dejarse llevar por los vacuas acusaciones calumniosas de los politicastros profesionales, no revisa racionalmente y racionalmente discute soluciones como las aprobadas –con obvio desinterés, con patente limpieza, con indudable elevación, con exclusivo deseo de servir al Bien Común–, en la reciente Convención de Acción Nacional?

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