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El peor de los monopolios: el político

EL PEOR DE LOS MONOPOLIOS: EL POLÍTICO

De su propio chocolate

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La campaña para gobernador de Guanajuato ha sido uno de los espectáculos más lamentables. No ha sido una apelación al pueblo del estado. Dentro de la pobre ficción usual, se ha limitado hasta ahora hacer la ordinaria simulación de una campaña interior del PRM para que esté escoja su candidato. García Téllez e Hidalgo han estado oficialmente desde hace cuatro meses luchando por lograr la preferencia del PRM. Esa es la teoría instrumentada en la práctica con una serie de actos públicos costosos y descorazonantes en los que se simula que el pueblo tiene interés en lo que el PRM decida, y congestiones de todo orden ante los influyentes políticos del monopolio para obtener sus favores que son la base verdadera de la decisión perremeana.

Hidalgo y Nacho hicieron una cara propaganda qué podría haber tenido justificación para pedir los votos eficaces del pueblo en las casillas electorales; pero que nada significaba constitucionalmente puesto que sólo trataban de lograr los supuestos votos de los inexistentes miembros del PRM en Guanajuato. Y cuando llegó la hora de los “plebiscitos” –que por supuesto no son tales

* Revista La Nación. Año II No. 86, 5 de junio de 1943. Pág. 7. Firmado como Manuel Castillo.

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ni cuánta ni vale nada–, la decisión de los influyentes, previamente conocido en esta, asignó cientos de miles de votos al señor Hidalgo y dejó para el Lic. García Téllez unos cuantos votos, tan pocos, que no llegaron siquiera al número de los más cercanos parientes que Nacho tiene en sólo la ciudad de León, en dónde por otra parte Nacho es conocido y sería grandemente querido si él no hubiera optado por estar al lado del monopolio y no al lado de su ciudad, del pueblo de su estado.

Nacho ha sido víctima ahora del sistema que él ayudó a crear. Víctima de la falsificación y del fraude con los que ha querido colaborar o contra los que no se ha opuesto cuando debió y pudo hacerlo. Pero hay un drama mayor que este drama personal seguramente doloroso. El drama mayor consiste en qué la mascarada de varios meses que se ha forzado en Guanajuato simulando elecciones internas del PRM, ha hecho que el pueblo pierda todo sentido cívico. De esa mascarada, el pueblo era siempre espectador. Espectador de convite de circo. No le interesaba ni podía interesarle en principio. No le interesaba desde luego porque oficialmente, por definición, era un mero asunto interno de un Partido, no una elección ciudadana defectos constitucionales. Todo tuvo para el pueblo el mero valor de un mal espectáculo. Los candidatos mismos, el propio García Téllez apelando angustiosamente al PRM y a los influyentes políticos, contribuyeron a afirmar ese carácter de la compañía. ¿Cómo pedir, así, que haya una conciencia cívica? ¿Cómo esperar que se opere el cambio de clima indispensable para la renovación de la vida pública de México? El daño que se ha hecho en Guanajuato es inmenso.

Diputados

Algo semejante ha venido corriendo en cuanto a la integración de la próxima Cámara de Diputados. La sucia ficción del PRM y de sus supuestas elecciones internas, hace que la designación de los candidatos oficiales no sé límite a eso: a hacer una indebida designación de candidatos que serán sostenidos ilegalmente

MÉXICO EN LA OPINIÓN DE MANUEL GÓMEZ MORIN 1940 - 1945. ARTÍCULOS

con los recursos y las fuerzas del poder público. Se extiende a un intento de falsificación democrática dentro de las filas inexistentes del Partido y obliga, por tanto, a los aspirantes al favor oficial, hacer una mascarada de petición de votos qué, en el caso de existir no significarán elección constitucional, sino simple triunfo dentro del Partido. Pero esa mascarada desorienta y desconcierta a los ciudadanos, complica deliberadamente la función electoral qué debería ser clara y simple, y como además ni siquiera tiene efectos dentro del propio Partido que simula los plebiscitos, asquea y fatiga a los ciudadanos y contribuye poderosamente a alejarlos del verdadero ejército de su derecho, del real cumplimiento de su deber.

Cuando vengan más tarde las elecciones verídicas, los ciudadanos estarán confusos y disgustados. Tendrán ya la vista los resultados, comprobados nuevamente, del fraude. Se les habrá creado un nuevo obstáculo psicológico para su ciudadanía.

Remedios

Algunos han estado –están– en manos del Gobierno. La supresión de esa farsa perjudicial que es el PRM; la reforma fondo del sistema electoral con la creación de bases firmes para la estructuración de la opinión pública y para garantizar la orientación responsable del sufragio y su respeto; la voluntad decidida, y comprobada con hechos, de dar autenticidad real a la representación qué es la base del sistema constitucional que nos rige y el principio de legitimación del Estado en México.

El Gobierno ha tenido y tiene la posibilidad todavía de aplicar esos remedios. Ha tenido y tiene la obligación ineludible de hacerlo. No lo ha hecho y eso constituye una responsabilidad muy grave. Más grave en estos momentos que en ninguna otra época de nuestra historia.

Pero hay otros remedios que no dependen del Gobierno o que no dependen solamente de él. Qué dependen de los ciudadanos mismos, de todos y cada uno

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de ellos. Que por no haber sido aplicados sistemáticamente, con infatigable constancia, con reiterada intrepidez, han dado lugar a que nos encontremos hoy, en medio de una crisis tan grave como la actual, sin las bases firmes de una vida pública limpia y digna, capaz de permitir a México hacer frente a sus necesidades y a sus compromisos.

Esos remedios han sido y son el ejército resuelto del derecho ciudadano y el cumplimiento decidido de la obligación ciudadana. No la explosión súbita y fugaz de la indignación o del entusiasmo cívicos; menos aún el alejamiento o la indiferencia frente a los problemas comunes, ni el conformismo acomodaticio. El esfuerzo permanente, la convicción inquebrantable; el infatigable esfuerzo cívico renovado todos los días, como todos los días se renuevan el trabajo, el estudio, la empresa, el disfrute y la responsabilidad de los otros aspectos de la vida.

Una ciudadanía cotidiana, tan fiel, tan abnegada, tan firme como la vida de familia o la del trabajo.

No la política como actividad extraña, excepcional, ni menos aún, como actividad nociva y repugnante, sino como parte de las demás actividades propias y normales de cada uno. Como parte importantísima de esas actividades, puesto que de ella depende que las otras actividades puedan desenvolver se normalmente o volverse angustiadas y opresoras. Un buen gobierno es garantía de que el trabajo de cada uno será fecundo y suficiente, y un mal gobierno desembocará en moneda devaluada, en precios imposibles, en falta de trabajo. Un buen gobierno significará muchas y buenas escuelas, hogares respetados, alegre convivir en el orden, y un mal gobierno traerá pocas escuelas, convulsas y sectarias, hogares intranquilos, conflictos de vida y de conciencia, orden social convulso y desequilibrio. Y así en todo lo demás. ¿Qué es inútil el esfuerzo ciudadano? ¿Qué se ha encontrado siempre con la violencia y el fraude cerrándole el paso? ¿Qué repetidas experiencias anteriores invitan a la abstención, justifican la inercia y aún la repugnancia?

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Cierto. Pero esos son los datos del mal; esas son las razones que de un modo especial motivan la urgencia de una vida ciudadana impetuosa y resuelta. Es justamente porque el fraude y la violencia han existido en el pasado, porque todavía están hoy en acción; es justamente porque el Gobierno no ha hecho ni hace lo que es su deber para crear esa vida pública limpia y digna que México necesita; es ese estado patológico en que se halla la Nación, lo que debe incitar al cumplimiento del deber y al ejercicio del derecho ciudadanos. Sin ello, no cambiará la situación lamentable de ahora. Cada día será peor, hasta desembocar en impensables derrumbamientos.

Tropezar aún el empeño con nuevas derrotas. Pero si el empeño realmente existe, no serán muchas más las derrotas que hayas de sufrir, ni serán mayores. El simple hecho de erguirse la ciudadanía, tendrá por fuerza la inmediata consecuencia inevitable de cambiar el clima moral y político de la vida pública mexicana. Por lo demás, los enemigos de ese cambio están ya vencidos, en una desesperada posición defensiva, denunciándose ellos mismos de su corrupción y de sus fracasos, queriendo cobijarse con los mismos principios que han desdeñado o con batido antes.

El camino de salvación es claro. Es el de siempre. El del cumplimiento íntegro del deber, el del obligatorio ejercicio del derecho, el de la eficaz decisión de ser hombres.

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