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Campana en el fondo del río Miguel Márquez
Mérida República Bolivariana de Venezuela Abril de 2015
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Campana en el fondo del río © Miguel Márquez © FUNDECEM
Colección Anubizajes Gobierno Socialista de Mérida Gobernador Alexis Ramírez Fundación para el Desarrollo Cultural del Estado Mérida - FUNDECEM Presidente Pausides Reyes Unidad de Literatura y Diseño FUNDECEM Editor Gonzalo Fragui Portada Ilustración fotográfica de Floriano Martins Depósito Legal: LF49120158001181 ISBN: 978-980-7614-23-8
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Desde la metáfora realenga
Miguel Márquez es uno de los poetas que, junto a Armando Rojas Guardia, Igor Barreto, Yolanda Pantin, Rafael Castillo Zapata y Alberto Márquez, deciden fundar en el año 1981 el Grupo Tráfico. En su manifiesto leemos: “Venimos de la noche y hacia la calle vamos. Queremos oponer a los estereotipos de la poesía nocturna, extraviada en su oficio chamánico de convocar a los fantasmas de la psique o de lanzar hasta la náusea el golpe de dados del lenguaje, una poesía de la higiene solar, dentro de la cual el poeta regrese al mundo de la historia, al universo diurno de la vida concretísima de los hombres, en cuyo orbe cotidiano ningún fantasma enfermo moviliza más fuerza que el horror o la belleza encontrables en una acera cualquiera, y ningún aristocrático golpe de dados del verbo podrá abolir jamás el sabor sanguíneo de todas las palabras de la tribu”. Miguel no ha regresado a la noche; sigue transitando las calles que las metáforas de la cotidianidad ponen a disposición de las almas realengas, buscando, escudriñando aquí y acullá, con una lámpara de luz que heredó de un tal Diógenes; buscando, dije, excusas a su prolífica capacidad creadora. La luz, su fiel compañera, quiere ser mujer que no debería partir nunca, es multitud de luciérnagas burlándose del foco apagado, es cementerio alumbrando la angustia de la desmemoria, es estrella brillando en la oscuridad, es ]5[
luz de luna que se cuela entre las ramas, “… luna que sale roja/ Que sale bella, que sale loca” son relámpagos que acuden en auxilio desde Singapur o Grecia; en Miguel la luz tiene voz “…Muy tenue, preciosa” La familia integrada en la Fundación para el Desarrollo Cultural del Estado Mérida (FUNDECEM) se siente honrada de poder contar, entre su producción editorial, con esta obra del poeta amigo Miguel Márquez. Pausides Reyes
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Campana en el fondo del rĂo ]7[
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El mar va dejando arena, un poco de sal, Insinuaciones de la luna en un cuaderno, Palmeras donde la memoria va desnuda, Blanca lujuria que nos tranquiliza, olas Del porvenir y del pasado van y vienen, La piel del perfume capta extravagancias, Una monotonĂa humeante hace un castillo, Expertos nadadores pierden la cordura, No saber quĂŠ hacer es un presagio perfecto, Y un consuelo entregarse al eco y a la lluvia.
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No es la meditación, sino ese azul radiante Que cae desde arriba, desde las nubes pasajeras Y el sonoro extravío que llevan en el cuerpo. Uno piensa que la belleza debe ser verdad, Otro lo niega. Pero en la casa no hay nadie. Hace mucho partieron quienes aquí vivían. Constelaciones para las ruinas, estrellas, Matemáticas que ya no existen. El viento pasa la lengua y se escucha un gato. Pronto, lo oscuro también le dará fin a este poema.
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Vago con frío detrás de las vocales más rápidas, Y siento la húmeda, líquida oscilación del agua. Animales que nadan en lo hondo, secretos Que se ocultan en el sueño. Niños prematuros Viajan en la superficie, lentos, más bien tristes. Amo la epifanía de la flor de loto, su escándalo. Pero el calendario de la intemperie es infeliz. Yo siempre quise ser un lago, negro y profundo.
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Debo partir, salir de esta palabra a solas, Encontrar la promisoria señal del cancionero, Candelabros en el puerto, amigas, letras, Música hasta mañana, presencias múltiples, Prendas íntimas que quedan en los cuartos, Fábulas y ganas de vivir, mentir, andar de farra, Barcos que parten y otros que llegan, faros, Tempestades, traficantes de cartas astrales. Hay que dejar este cuento y sus misterios.
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Si uno supiera lo que escribe en un poema, Si entendiera lo que deja de lado al encender La lámpara, si fuera posible hacerlo a oscuras Y cabalgar con esa materia gruesa, amorfa, Arisca a las vocales, al ritmo, a la sintaxis, Si aquello tomara el lápiz y borrara metáforas Para dar a luz lo que no existe, si uno fuera Capaz en lo crudo y sin ninguna vergüenza.
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El cerebro también es un asunto personal, Inventa paso a paso sus movimientos, El lugar que prefiere o le toca en la gelatina Palpitante de su devenir, el café al amanecer, Los relámpagos con sus choques eléctricos, La capa larga que usa cuando se deprime, Los precipicios entre la ficción y la realidad, La constancia de los sueños diurnos y nocturnos, Y sin querer dormir, impregnado, herido, insomne.
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Abriríamos de pronto las puertas, las ventanas, Bufandas de niebla se esfumarían en la tarde, Una corazonada valiente grabaría la ira y el destino, Pensaríamos que el sol volverá entero en septiembre, San Juan de la Cruz miraría el mundo desde una terraza Del Orinoco, y la confianza sería legítima e inacabada, Hablaría sin un doble observándome en la espalda, Y la ternura se haría sentir con caracoles muy regios, El verbo sería una verdad y tú y yo sin otra compañía.
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Qué raros son el mundo y las palabras, lo sé, veo En torno a lo que existe con un silencio ecuestre, Pájaros que presumen de árboles, nimiedades festivas Que celebran su fugaz e inaprehensible porvenir, Qué ridícula es la farsa de la fiesta sonámbula, La que habla y se desplaza cuando no hay nadie, La mofa turca, la tarántula en los collares, La que sombras suele vestir, la perifrástica, la hule, La V de mocha, de vencida, de aparentosa y funesta. Yo conozco el descaro y la inutilidad
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Interpretar es la tarea de Sísifo, subir, bajar, Deletrear las escaleras donde estábamos, ir Al encuentro con el vacío ancho, aireado, Donde tres imágenes hablan con franqueza. Identifico a dos con nombres propios, y son Figuras arqueológicas, míticas. El otro es yo. Mas el espacio es quien habla en voz alta. Qué dijo, qué dirá, qué somos me pregunto, Y esos ojos tan bellos y el afán a la distancia.
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Hay días en que se presiente hasta el aullido Que escucharemos esta noche a las diez, La mirada de un niño que veremos en una película italiana, La hora en que sabremos que terminará esta angustia, El poema que escribiremos después de este impulso, Después de esa fermentación que fuimos padeciendo, Alojada en lo que vimos o pensamos a lo largo del día, Hay días que parece que pasaron al amanecer, Entonces provoca salir de este cuarto, por aquello Que imagino, o a mi modo, con crueldad, también lo sé.
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Ellas vienen sin diques, sin lĂmites, sin invitaciones. Boquetes oxidados por donde pasan muy rĂĄpido, Mientras alguien se malgasta en objetos, en argucias, En advertencia que no alarma ni espanta ni detiene. Son las peores, las que vienen a diario al camarote, Y por desgracia, les das cuerpo con tu sangre, Les inventas un alma, y siempre vienen al barco, A hacer el trabajo sucio, puntual, inevitable.
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El resplandor de la frase abre un libro, El humo de la mano crea la basura del tiempo, Una muchacha se sacude la muerte con sandalias, Hay agua en abundancia detrĂĄs de la casa en llamas, El ocĂŠano duerme con los ojos abiertos, Y las estrellas brillan en lo oscuro Como estos toros azules, amarillos, con el pecho muy rojo.
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Con imágenes que nacen y mueren en la lengua, en el conflicto, Quería repasar la tupida mirada de los silenciosos, Era frecuente verlo caminar cuando dormía, mientras iba Sonámbulo hasta la pizarra verde con un libro en la mano, Introducía variantes sosegadas de ofrendas esotéricas, Escribía palabras raras con desprendimiento de artista, Su hermana mayor lo cuidó, amándolo, durante largos años, Y lo apodaba su Ángel Azul, hasta que el loco, finalmente, Se lanzó desde muy alto.
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Precipito el hambre contra la luz del cuarto, Ramifico obsesiones con dátiles, albahaca, Pienso que lo más cercano está perdido, lejos, Aúllo de vez en cuando detrás de los ventiladores, Amapolo el sarcasmo con argucias persas y me rindo, Cavo la tumba con el esmero de un octogenario, Cavilo con dos persianas semicerradas y un gato, Pienso que la fiebre puede ser una respuesta exacta, Que la cama de oxígeno mirará la luz de mis ojos, Yo que nací para el desvelo y la risa, pobre canción. Pobre el fulgor de tus manías y la radiante fe En que aún era temprano para esto, lo otro y todavía.
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Uno se espuela y no sabe nada del dolor, Enmascara las pulsiones con hierbabuena, Las pasiones con perejiles y cilantro, Uno que pasa por lo que no pasa y se queda Dentro de lo que no hay, y mira al fondo, Armas de fuego dentro del hielo voraz, Aromas pasajeros en el incendio masivo, Pastos elementales, desadaptados, tardĂos, Uno se queda lejos y sin saber de nosotros, Y tampoco de aquellos y tampoco de nadie.
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Que la madrugada sea testigo, con su letra menuda, De lo poco que pude hacer contra el destino, Lejos, lejos, lejos, como una campana en el fondo del rĂo, Fui vencido a pesar del amor, a pesar del cariĂąo, El tiempo tiene su agenda, su gente, sus preferidos, Lejos, lejos, lejos, como una campana en el fondo del rĂo, Que vengan los versos, que vengan los cantos, Que venga la muerte, que vengan los tragos, Lejos, lejos, lejos, como una campana en el fondo del rĂo.
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Hundo los labios en la memoria Y encuentro islotes, grandes lagunas brillantes, Aves zancudas que son palmeras, Helechos que son pรกjaros, Silencios fantรกsticos de la soledad, La luz de la luna se cuela entre las ramas, Las serpientes cuelgan de los รกrboles Mรกs altos y es precioso su canto a las estrellas, Miro hacia atrรกs y veo una pelea Feroz entre dos animales que no reconozco, Y a mi lado, surge una joven desnuda Desde el azul cobalto, y me fascina Su cuerpo, y me deslumbran sus ojos.
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Si alguien fuma se mueve la tierra, Microbios con bacterias, cristales, Con el humo las ventanas son paredes, Blancos destellos sonámbulos, Relámpagos de Singapur o de Grecia, Alguien fuma su espíritu en Hungría, Botas parcas con el mito de Tracia, Labios secos del invierno, deudas, Contigo el humo detrás del abandono, Las siluetas escarapeladas de un cuarto, La proyección sin fin de un soliloquio.
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Me imito y callo detrás del corazón, El ruido que ha de venir o que pasó, Las cartas con sus letras de alambre, Las cajas donde buscamos a dios un día, Las orejas puntuales del mañana, El lúgubre silbido del alma, su fasto, La claudicación en lo ya visto, La caminata etérea por las calles, El regodeo minusválido y silvestre, Aves que deben sentir lo que yo pienso, Ruegos que deben amar lo que yo olvido.
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Presta la oscuridad por nada, Las camisas lo observan, la luz Que aparece en el muelle taciturno, Camina de la ventana a la sombra, Mira cómo se envuelven los deseos Con las frutas más densas, duras, Le reprocha a la hija el hambre, A su mujer quién sabe por qué, un barco Se dispone a salir con el detritus, vagos, Maleantes hipnotizados con sarcasmos, Lenta camina la sangre, lento camina Un dios bello y siniestro, torpe y efímero, Negro barco perdido, dile adiós a la ternura.
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Qué sabrosa esta hora, liviana, Ligeramente alegre, cuando Despiertas con una imagen En la punta de la lengua y la ves Enterita, la disfrutas, la escribes, El ventilador está tranquilo, la lámpara, Nadie dispersa la poesía en este Pequeño edificio a las tres de la mañana, Y todo en el aire está dispuesto Para la memoria y la rima, para los versos.
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22 Eclipse lorquiano por la RepĂşblica, 14 de abril Y la luna que sale roja, Que sale bella, que sale loca, Entrompada en el canto Su ronda, entrompada en el cielo Va hermosa, que va despacio, Linda y frondosa, Enguitarrada mueve su cuerpo, Mueve su alma, bebe las copas, Engalanada de sangre se asoma, Negra que bailas con traje de rosas.
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La piel se esconde debajo de los árboles, Los saurios insomnes pasan de largo a largo, Qué esperanza puede haber esta noche, qué Puede traer la lluvia que no conozcan los pájaros, Un murciélago, pasada ya la edad de los nervios, Confronta la absurda dureza de las paredes, Cae al suelo y las hormigas celebran, los gusanos, Habla un hueco con el pico destrozado, un foco Apagado entre la multitud de las luciérnagas, Cuerpo frío, congelado, mientras, a cuchillo limpio, Le abren de par en par el costillar de los presagios.
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Una jirafa amiga mía no muy alta, Se tumba en la cama como puede Y ríe mucho cuando le tomo las fotos, La coquetería de su cara es un poema, pone Su boca de mil maneras antes de decir que sí, Yo me adapto a su ritmo y le sobo la piel naranja Y el cuello se le ilumina con las caricias, Las orejas sintonizan con una delicada metafísica Y de pronto su mirada está atenta a cada detalle, A cada sonido que cruza por el cuarto, una mariposa, Una mosca, un cambio del viento en las persianas, Su rostro de reina africana sale perfecto en los retratos, Después apagamos las luces y salimos a tomarnos un trago.
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25 Dejo el l谩piz cerca del cenicero, El cenicero cerca del cuaderno, El cuaderno cerca del poema, El poema cerca del cachicamo El cachicamo cerca de mi padre, Mi padre cerca de las escafandras, Las escafandras cerca de mi madre, Mi madre cerca de los tiburones, Los tiburones cerca de la familia, La familia cerca de la tristeza, Hoy es domingo de resurrecci贸n.
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Enajenado como el pájaro Que sale del corazón de mi pupila Y se estrella contra un semáforo, O un piano rojo en un hotel antiguo, Callar desde otro cuerpo, Desde otro idioma, en otro desamparo, Sin angustia, sin nervios, incluso sin nadie, En los sótanos donde se acumulan las intenciones, En los suburbios donde flotan las esperanzas, Con la anestesia fría del amanecer, Pasan las ambulancias.
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La rabia comenzó a gotear en su cuerpo Pero pronto una mancha húmeda era evidente En las axilas, dos mariposas gigantes, Dos gruesas maneras de estallar en cólera, De confrontar la humillación en aquella calle Tan amplia, populosa, desdichada, Miró hacia un lado, detrás de la panadería, Y lo vio de cuerpo entero, mitad bestia, Mitad pendejo, cómo pudo quererlo, Prefirió caminar en dirección contraria, Entró a un bar y pidió un vaso de ginebra, Bebió otro, y ya mareada se fue a vomitar Lo que quedaba de aquel amor en un baño sucio, Como el espejo donde se vio tan flaca y tan fea.
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Ella salió del bar con una convicción Que recordaría para siempre, ligada A ese tono musical que la acompañó A concluir, no lo que tenía que hacer, Sino lo que realmente deseaba, La luz la molestó al comienzo, pero Rápidamente se adaptó al barro Que la lluvia había dejado en la calle, Los taxis, las motos, el eterno tráfico, Llegó a la panadería, dobló en la siguiente Esquina a la derecha, y como si el mundo Volviera otra vez a acomodarse en su sitio, Mientras la sombra se hacía más densa, La sangre se deslizaba hasta la alcantarilla.
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El vaso de ginebra la vio de frente, sabía Que dos eran suficientes para acabar Con la rabia, la nostalgia o la impotencia, Se fue con ella hasta la laguna profunda Del enredo, de la vergüenza, del sinsentido, Pronto bajó hasta los límites de un cuerpo Dócil a los vapores del alcohol, el humo, Los trenes que parten sin destino, Hizo lo que era su deber, hundir el barco, Llevarla hasta el fondo de los edificios, Para perderla luego en un cementerio de luces, En un vértigo sin nombre ni apellido.
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Mira cómo pasa el tiempo en esta hoja Que cambia el rostro a cada instante, Esta pequeña franja vegetal, espacio Clausurado para la permanencia, hoja De ríos y de sombras, sola está en la hora Sin pedirle nada al futuro ni a las cosas, Un espacio colmado de escalas musicales, Una región transparente en el trasteo, Una cascada blanquinegra que nada pide Y nada añora, una hoja lenta, apenas, Ociosa por la ciudad, una hoja en el suspenso De ser ella, y de ser ninguna y de ser otra.
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Muy lentamente, él comienza a levantarse Del piso donde estaba tendido, trastabilla, Pero logra llegar al momento exacto en que Su mujer le cruza los sueños definitivamente, Cuando le pasan a toda velocidad estampas De su primera infancia, un campo precioso Donde fue feliz en su juventud, los morochos Que tuvo con esta mujer que ya no le soporta Más el maltrato, la vejación, los golpes, Y de pronto, al estudiar la imagen, se escucha Una voz molesta que exclama qué fastidio, y el poeta Se dice a sí mismo: tranquilo, vuelve a escribir los versos.
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La poesía es inútil, no aclara las confusas matemáticas, no termina por decir lo que esperábamos, introduce nuevos elementos en las fábulas de Silbón el oscuro, hace lo que quiere, cambia los planes, maneja las persianas a su antojo, construye con nuestro nombre un crucigrama, ríe en su cuarto cuando está melancólica, apaga las luces cuando la tristeza la enfrasca, y a pesar de todo, o con todo el peso de su desvarío en este cuerpo, que es suyo, yo me digo a mí mismo que sin ella, sin esta antigua sabiduría marsupial, no hubiera conocido este alivio, este pedazo de mí, de ti, que me acompaña y te entiende.
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En el cementerio hay lugares obscenos Para defecar con impaciencia, rudas Abdicaciones entre gente sin fe, ruidos Envenenados que vienen de las cuevas, Olores sofocantes en las palabras, Hierba morada en la boca de las hienas, Residuos, jirones, trozos de carne, moscas, Cruces con mitades del escorbuto y la pĂŠrgola, Detritus con manos largas, peste y ladridos, Los muertos tambiĂŠn son un desamparo.
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Un vago color iconoclasta Entre días perdidos, entre Los muertos, verdes presencias Que ocultas asoman el infierno, La ruina de yodo, la pestífera Sonata para tres voces y el culo, Mijaíl derrama un vaso de cerveza, Gorda está la espuma de las tetas, Inmenso es el color de los paisajes, Hieden las bestias, insoportables, Piedra sobre piedra no puede ser, Las almas se escaparon, las alas, Entre la podrida arborescencia, Entre el tufo y las ánimas benditas.
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lavamos el piso, lavamos el patio, el mueble, dónde está, la lámpara, lavamos las ventanas, el piso, el patio, lavamos el piso, lavamos las paredes, el perro atropellado, muerto, esta casa, nuestra casa, la piel, lavamos el piso, las ventanas, dónde estás, ¿te acuerdas?, dónde estás, ¿me escuchas?
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La desnudez se fue al lugar donde dormía, cada cosa resuena ronca, sorda, indetenible, en el desierto, una muchacha se desploma, no hay pájaros sobre la huella del río, ni está presente la sonora ensoñación de un elogio al mar, al espumoso oleaje, óxido, viento, arena, espejismos, tuberías sin alma y sin proverbios, áspera, de cuero seco está la piel, agrietado el sol, agrietada la luna y el bufo, zafio resplandor de las estrellas.
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Una cortina espesa, gruesa, sumergida, está detrás y encima de lo que voy diciendo, a la luz se ve una daga brillante, a la sombra, hacen el trabajo minucioso la modorra del tiempo y una esperma sombría con la eficacia de un ciego al cruzar de un sueño a la calle que está enfrente, las horas se prolongan, las uñas, nada en este pozo se queda en paz, las hormigas continúan con sus ritos, el vapor caliente nos empapa en el verano, polvo de cenizas cae de la lámpara, una manera de ser algo y de ser nadie, una cortina espesa, gruesa, sumergida, está detrás y encima de lo que voy diciendo.
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Un pez desconcertado cede las branquias, Crepita sobre las hojas el esplendor del mundo Toda la atención se concentra en la mirada, En el verbo fijo de la contemplación, Hay quienes adolecen perturbados esa música Del silencio adormecido que abre las paredes aéreas, Es cuando sube la interrogación hasta el cráneo, La melodía quiere satisfacer lo que no tuvimos, Naves contra naves, espadas, tesoros, raptos, Un blanco acuoso arde en el cielo y pasa de largo, Una llovizna de fuego, y una fe confusa y sin perdón.
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Perdida está la llave, el color, la forma, de pronto, entra a una casa horrenda, llena con objetos de mal gusto que colman el espacio sin dejar un hueco siquiera, y vuelto un etcétera, además le piden que haga algo, que comprenda, que corrija, y antes de darle la voz a la más joven, escupe y tose, a lo mejor, uno supone, para subrayar la aberración en la tormenta.
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Caminaba reconociendo el aire, La piscina ambiental llena de voces, Hojas en el suelo de un árbol centenario, Sombras donde crecer más firme, La cantina, los juegos, el patio, Las vecindades plurales, interrogantes, Hoy vienen a mí cantos elementales, Primerizos, premonitorios del largo rodeo, Y de una joven alegría que aún recuerdo Entre graves preguntas y el deseo infinito De salir corriendo lo más pronto posible sobre todo.
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Una avalancha de agua, motos, carros Que navegan en sentido contrario, Hacia abajo, con árboles, colchones, Gritos que no se dejan ver, perros A la deriva, la dispersión, el caos, Nubes eléctricas estallan por todos lados, La luz es más mezquina que la muerte, No es momento de orar, ni de ver hacia arriba, La montaña de un machetazo se abrió en dos, Piedras enormes ruedan sobre las cabezas Con una gruesa, desproporcionada, injusta Intensidad.
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Bajamos de pronto al sótano en un ascensor Viejísimo y desperté dos días después, Yo le dije que no recordaba nada y se molestó, Íbamos a su oficina, en el edificio América Y el día era claro como su presencia al lado mío, Fresco, adusto, elegante, perfumado, Sentí vergüenza por lo ocurrido, también tristeza, Le pregunté a la memoria qué había pasado Y no quiso verme la cara, Le pregunté a la conciencia, y se hizo la loca, El tiempo se deslizó con el agua entre las manos, Y todavía me hiere y me culpa la confusión, El golpe seco y blanco de tus cenizas.
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No es el tiempo de la nostalgia, ni el de la melancolía, Ni siquiera el de la esperanza, es el tiempo De abrirle la puerta a un ojo intenso, preciso, Con muchas huellas en la piel, tatuajes, heridas, Historias de un cetáceo con arpones en el lomo, Con la libertad de crear y ser creado, es la hora De entrar en el lecho de una trampa soñolienta Y descubrir la v de la evaporación hecha cuerpo, La m de la materia hecha astucia y milagro, Han llegado los cuentos a renovar la vida en breve, Las islas, las ciudades, la gente, los animales, Hoy todo quiere hablar y ser mirado, pero sobre todo Exacto como una flecha, como un dardo que se lanza Desde la abreviatura y el énfasis Hasta el corazón más puro de un niño envenenado.
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Escondida detrás de aquel árbol, Me mira como si tuviera miedo Le veo apenas la cabeza, el cabello Largo y rojo, la desconfianza La mantiene a la expectativa Yo no digo ni hago nada para no Espantarla, y puede Que sea un joven Este que me observa No lo sé, dicen que suelen Ser así, ágiles, intangibles Con un sistema nervioso muy Despierto, pareciera que casi Se disuelve en el aire cuando Pasa el viento al lado suyo La luz suena con una voz Muy tenue, preciosa
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Pero algo anda mal, se me ha Perdido, avanzo a toda prisa Y no hay siquiera una huella A lo mejor, este escarabajo Es el que sabe lo que pasó con ella, Con él, conmigo o con quién sabe
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Esta silla suspendida en el aire, Justo en la parte más alta de la habitación, Tiene sentada a una persona que ya pasó Las angustias cotidianas, habla consigo Como con la brisa y el recuerdo del tiempo, Un recitativo cristalino, brillante, De limpias agujas atraviesa el cuarto, Muy concentrada, serena y contemplativa, Ya no le pesa nada, ni eso le pesa a nadie, Pasa diáfana la melancolía, pasa y se acaba Allí donde termina, lenta, finalmente, Esta livianísima carta.
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Por las noches, cantidad de viajeros Pasan por este y otros vecindarios, En ocasiones, se trata de una banda Que toca música marcial, O una procesión religiosa, incluso Se escuchan los ecos de la iniciación de los niños, Estos pequeños grupos de almas que van Con sus pequeñas sombras por las calles Después de la medianoche, Se parecen tanto a nuestro planeta, Que gira sobre sí mismo, y además Da vueltas alrededor del sol, sin que cosa O mortal caigan en el abismo de las nubes, Ni el mar se precipite vertiginosamente al cielo.
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Miro en torno y sé que las sombras se apartan, Los sombreros se esconden en las espesas nubes, Un reloj que deseaba se convirtió en mi padre, Tomo la fotografía de una cascabel mientras duerme, Hago las veces de un apamate para saber quién soy, Invento la yugoslava y me encuentro detrás del abandono, Un caballo negro me mira, aquel me piensa, Fruta seca abierta por los cuatro costados.
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La casa quedaba en el límite del pensamiento, Al llegar, uno se lanzaba de un tiro a los presagios, Las palabras querían retener los astros que ardían En los mecheros más jóvenes, Eran veinte las rosas moradas que aún recuerdo, Las espinas de un animal orgulloso y espléndido, La pesada mansedumbre de la memoria, La flor del asco, mi desvelo, el ardor.
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Me abrigo de nosotros para saber que respiro, Repito las palabras de una oraci贸n con suerte, Rodeo con ilusiones el estanque de las flores sagradas, Vigilo apasionado cada movimiento del saltamontes, Hago del paladar un astr贸nomo obsesionado, Duermo cuando pasa el tiempo con los suplicantes, Me divierte esta transparencia, me r铆o al constatar Que esto de las amapolas s铆 es un delito, una lengua Robada al ruido, al silencio, a las bacterias.
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Solo pienso en mi madre ¿Puedo hablarte de ella? Ella me parió igual que a ti: Cien poemas difuntos No conoció a sus hijos Sus hijos fornicaron Con gentes extrañas Todas las mujeres A las que amaron Eran iguales: Nos parieron muertos Y querían dar a luz Un hermoso cadáver contigo
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La reflexión Ante la cámara, los reflectores, La seducción inteligente, Los grandes directores, Afiches, marquesinas, Tanta preparación, No podía creerlo, Cuando no hay cuando Ni donde, Puro maquillaje Y delirio, Colores varios Y una sola y cansada perturbación.
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El derrumbe es más cruel que la melancolía, Letra mariposa en un cuerpo ya vencido, Salmo, borrosos tatuajes, apagadas lozanías, Si la franqueza del día era una fresca posibilidad, Cartas que no volverán jamás a nuestro nombre, El tiempo coagulado de la esperma en el espíritu, La convicción y la certeza y el por qué, Adornos para entender lo que hay detrás del polvo, Y el germen que subyace, palpita y avanza en tu corazón.
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La lluvia, un ascensor, una mujer desnuda, Un hombre precipitado en la caída de la noche, El desconsuelo lento de los poetas minuciosos, El rostro de la frescura en la tierra renovada, La palpitación de las arañas en el vacío, El anhelo blanco de una pizarra audaz, Una hembra italiana que tiembla al verse tan linda, Marineros que fuman íntegros sus pensamientos, Frases desmelenadas en las ventanas, Íngrimas ecuaciones de la carne y la luz, La muerte espiritual de los cuadernos cuadriculados, El párpado vagabundo del sueño y el ardor, Y yo, entre la cólera y el grito, Entre la ciudad y el terror, vísceras de la dicha.
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Las bestias beben en los pozos, En los pozos beben las bestias, Acueductos nocturnales, frescos Epitafios de un dios indiferente, Aquí vienen los que no pueden más Con la monotonía, con el fastidio, La suma inmaculada de los acuerdos, Grietas, rajas, torceduras, gritos, Por esta vía he de llegar a mí, lo sé, Pinto batracios en la pared bifronte, Higos entre las llamas, caraduras, Yo conozco del incendio su atracción, La química pura en estado de sitio, Su esplendor, mi vida o su locura, Quiero lo que dejaste en el tormento, Siete caras contra la adversidad, Lujuria con espejos dan lozanía, Vértigo en la cimitarra y la balalaika, Yo quiero ser un andaluz perfecto, Entre los perros y la gente de fiar, Mi consuelo, mi condena, mi amor.
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Me acuesto en agosto sobre las dunas, Veo con inquietud mis manos, gente mía, Adorno la ansiedad con palabras, ritmos, Pregunto por qué las cosas son las cosas, Esta pesada intranquilidad a las seis de la tarde, Ya cuando no hay nada que hacer ni olvidar, Unas sobre otras sobre otras sobre otras, Yo quería llegar a la noche con otro ímpetu, Atisbar la iconoclastia con el entusiasmo, Navegar, bailar, danzar, pero no aquí tallado, Esculpido, maltratado por el sonsonete, la hora nona, El acueducto marsupial de la desdicha y el tiempo, Recuerdo un amigo que nos llamaba a las 6 de la tarde, Era un sabio, alguien que conocía el trasteo de las emociones, El pico largo de la soledad, mi hermana, pájara vieja, Yo no quiero lo que tú quieres si no lo dices, si no lo escribes, Hay quienes se hunden al presentir la llegada de la noche Y se duermen temprano, se humillan a propósito, Pajaritos que saben más de lo que hay que saber, De lo que no debemos preguntar y pasar la página, Esta hora tan difícil, cuándo llegará mañana en la mañana.
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Érase tu corazón un cuento largo, Piedras en el dulce extravío, palabras Con las que adivinar lo que dices, Sonidos en la más clara despedida, La tristeza en su vasto dominio, La muda cicatriz de los árboles, El empuje inexplicable de los gemidos, Rayas para adivinar el sarcasmo, Pliegues donde reverbera el entusiasmo, El hueco tangencial de la pesadumbre, Una hoja blanca y negra, un sello de agua, Dura paciencia y dura esta circunstancia, Lo que quiere y no puede hablar, yo, tú, Nosotros que vamos en caravana tras El brillo natural de la confianza, tras Ese poco que se nos queda en el alma, En el pozo que ayer de lo que te quería decir, Entre el hasta luego y la bienaventuranza, Ojo desprendido, cáscaras y ganas, El deseo en su impulso absoluto, En el nacimiento y el por qué, Aquí, detrás, callado, adolorido.
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Quiero este pequeño cuarto, Rodeado de cosas que amo y me aman, Especialmente libros, cuadernos Donde trato de dibujar imágenes, Líneas, trazos, donde sea posible Escribir una palabra divisoria Que me permita darme cuenta De todo aquello que está fuera del poema O encima de nosotros, o muy dentro De alguien que respira y se escucha En las largas madrugadas que ha pasado aquí, Concentrado, dándole vueltas a las palabras, Al tono, a las emociones, al timbre, al ritmo, Incluso los días en que la luz del sol entra A esta casa como si fuera suya, y lo encuentra Despierto, prendido, libre, en su sitio, Él la recibe como una señal de que la trama va bien, Y siempre ha querido dar ese poco de cuenta Donde dibuja el paisaje que le permite vivir mejor, Y es como no querer salir nunca de allí, Conmovido, claro, agradecido.
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Quería cuando el reloj dormía sobre el libro, El tiempo sobre las tablas, indiscreción Tal vez ayer no más decía, sí, pronunciaba, Rememoraba canciones con un sombrero, Palidecía ante las llagas y conocí el dolor, La multitud de relámpagos en las llamas, El fuego que hace del cerebro una matanza, Una manzana, un querido porvenir, mi cielo, Cuento las canciones con deslindes destilados, Yuca amarga o ron y la naranja de los papelones, Limones no deben faltar, ni meretrices, ni metáforas, Somos el helado y el azúcar y la sangre espesa, Dormimos sin atributos entre las sábanas blancas Y no sabemos vivir en el fragor del nuevo día.
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Mira bien y escúpele a los ojos, La lagartija del poema, El yodo blanco, Tú, La razón de ser y la raíz, El péndulo, el naufragio, Una sorda campana, Una orquídea, La belleza es así, Asco sobre el asco, Luciérnaga de mis deudos, Tumbas en los caballos.
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Después que la casa, no, el sitio Y esa franca manera, Sí, para despertar, para ver La congoja en el sofá, la dicha, Dónde se han despertado Que no logro entender esta luz, Que no puedo saber dónde anda, Mirada colgada, bífida, locuaz, Ella quiere ser tu hembra, Ella que te pasa de lado, sola, Sola quiere decir ya está, Cuelga la ropa en el muro, La repasa con el calor, piensa, Seca mansedumbre, seco ruego, Esta página quiere morir después, No ahora, no, en la costumbre, Pájaro de la desolación, quién es, Tres veces malo, yo me iré Con Tiresias, yo me iré Como quien no va, Alejandra.
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Parecía entregarse al remolino del asombro, Los labios enrojecidos del teorema, Hablaba con el teléfono en la mano, Miraba pasar los carros con pereza, La repugnancia, el ruido, los camiones, Costras pegadas en la espalda, conchas, Gente que pasa sin olvido, sin oídos, Para odiar también se necesita fe, Aló, aló, aló, hasta la gran pureza, Ella sale como vino al mundo y llama A su padre que está muy ocupado, Desde una cabina antigua, trasnochada, ella, Soberbia y preciosa, como si no sonara nada, Allá, afuera.
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Pasiones ventiladas en la terraza del bar, Vacíos indefinibles y puntuales en torno tuyo, Suspicacias, presentimientos, números, Un teatro efímero pero real y resuelto, Canallas que llevan vestidos desolados y almas Perdidas en el fracaso de una anémona solar, El rapto de una locura fuera de borda y vigorosa, Cartas, letras, muchachas que quieren hablar y desdecirse, Palabras sobre el asfalto y las cabezas encendidas, Yo y mi turbante sobre el corazón de la tierra, Por mucho más que un instante te lo prometo, Aquí con los poemas, entre el destino y el azar.
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Este libro
Campana en el fondo del río
se diseñó en la Unidad de Literatura y Diseño ] 74 de FUNDECEM en[ mayo de 2015. En su elaboración se utilizó papel bond, gramaje 20, y la fuente Book Antigua en 11 y 14 puntos.
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