Exhibition Alma de barro.

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cRIStÓBAL

Gabarron.org Museos Fundación Gabarrón Creando Conciencia a través de las Artes

Museo Fundación Cristóbal Gabarrón C/ Rastrojo c/v Barbecho 47014 Valladolid | ESPAÑA T: + 34.983.36.24.90 | F: + 34.983.36.22.23 info@fc-gabarron.es Presidente: Cris Gabarrón Director: José Luis González Curiel

GAbArrón ALMA DE

The Gabarron Foundation Carriage House Center for the Arts 149 East 38th Street. New York, NY 10016. USA T: + 1.212.573-6968 | F: + 1.212.808-9051 info@gabarronfoundation.org Presidente: Theodore W. Kheel Director: Juan M. Gabarrón

FCP

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Fundación Casa Pintada

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BARRO

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Museo Cristóbal Gabarrón

Fundación Casa Pintada Museo Cristóbal Gabarrón de Interpretación de la Cultura Contemporánea C/ San Francisco 14. 30170 Mula. Murcia. ESPAÑA T: + 34.968.662.762 | F: + 34.968.662.763 info@fundacioncasapintada.com Presidente: Antonio Hernández Cava Director: Antonio Parra

Las Salinas Arte Contemporáneo Parque de Esculturas Complejo - Palacio de las Salinas · Km. 4. Ctra. Las Salinas s/n. 47400 Medina del Campo. Valladolid T: + 34.983.804.450 info@salinasartecontemporaneo.es Presidente: Gerardo Torres

Museo de América Caja Duero Colección Fundación Cristóbal Gabarrón Casa Doña María La Brava · Plaza de los Bandos, 7 37002 · Salamanca. ESPAÑA T: + 34.923.260.613 info@fc-gabarron.es Presidente: Julio Fermoso

OBRAS EN EXPOSICIÓN _1. Danza macabra 1

_6. Altar 1

_11. La palmera

Instalación acero y cerámica

Instalación acero y cerámica

Instalación acero, cerámica

164 x 210 x 106 cm

111 x 123 x 120 cm

155 x 175 x 110 cm

_2. Danza macabra 2

_7. Altar 2

_12. Vanitas 1

Instalación acero y cerámica

Instalación acero, madera de cerezo y cerámica

Instalación espejo y cerámica

164 x 210 x 106 cm

cRIStÓBAL

GAbArrón ALMA DE

BARRO

57 x 75 x 42 cm

_16. Sacrificio 7

_21. Sacrificio 6

_26. Almacabra 8

Tótem acero y cerámica

Tótem acero y cerámica

Escultura cerámica esmaltada

133 x 42 x 20 cm

165 x 45 x 20 cm

59 x 17 x 13 cm

_17. Sacrificio 1

_22. Sacrificio 3

_27. Almacabra 9

Tótem acero y cerámica

Tótem acero y cerámica

Escultura cerámica esmaltada

164 x 53 x 20 cm

117 x 43 x 20 cm

60 x 16 x 16 cm

_18. Sacrificio 5

_23. Almacabra 1

_28. Acentos 11

Tótem acero y cerámica

escultura cerámica esmaltada

Fuente cerámica

134 x 51 x 20 cm

186 x 70 x 70 cm

10 x 38x37 cm

Instalación espejo y cerámica

_19. Sacrificio 4

_24. Almacabra 10

_29. Acentos 19

52 x 75 x 52 cm

Tótem acero y cerámica

Escultura cerámica esmaltada

Fuente cerámica

165 x 58 x 20 cm

58 x 19 x 14 cm

4,5 x 33 x 32,5 cm

Instalación espejo y cerámica

_20. Sacrificio 2

_25. Almacabra 7

52 x 75 x 52 cm

Tótem acero y cerámica

Escultura cerámica esmaltada

135 x 50 x 20 cm

53 x 12 x 11 cm

52 x 75 x 52 cm

_3. Danza macabra 3

_8. Altar 3

_13. Vanitas 2

Instalación acero y cerámica

Instalación acero, madera de chopo y cerámica

Instalación espejo y cerámica

164 x 210 x 106 cm

175 x 93 x 75 cm

_4. Danza macabra 4

_9. Altar 4

Instalación acero y cerámica

Instalación acero, madera de chopo y cerámica

164 x 210 x 106 cm

52 x 75 x 52 cm

_14. Vanitas 3

177 x 73 x 66 cm

Del xx de diciembre de 2008 al xx de febrero de 2009 Museo Fundación Cristóbal Gabarrón C/ Rastrojo c/v Barbecho 47014 Valladolid | ESPAÑA T: + 34.983.36.24.90 | F: + 34.983.36.22.23

_15. Vanitas 4

_5. La rueda Instalación acero y cerámica

_10. La Cúpula

145 x 75 x 70 cm

Instalación acero, cerámica 136 x 254 x 254 cm


QUEBRADIZO

Y EtÉREO

En la Cosmogonía del pueblo Kauai (Islas Fiji) se narra el acto de creación del primer hombre: “El Padre Hokianga (el que es) tomó su propia saliva, hecha de agua, sal y sueño, y la mezcló con la fértil carne de arena de la Madre Tierra (Mauna Hualala). Un manantial de barro brotó, vertical y luminoso, ante él, en Te-Wahi-Punamu (la roca del adiós). Con amor y esperanza el Padre Hokianga le dio forma usando sus propias manos. Luego, con su ardiente aliento divino, le insufló una ráfaga eterna de alma. Nació Buka (el primer hombre), quebradizo como el barro, etéreo como el alma…”

obras; un diálogo que se fusiona a dos, a tres, a muchas voces, casi como una polifonía de formas y materia, con el otro diálogo, la otra música que las habita: Vida-Muerte, un binomio inseparable, eterno y necesario; una ecuación tan antigua como el tiempo, que actúa como una dinamo generatriz de espacios y de horas. La Vida, que acaba siendo inevitablemente la otra palabra de la Muerte, oficiando un ritual de creación, atávico y singular como el propio ser humano.

El propio título de esta serie de obras me ha devuelto el recuerdo de este hermoso relato. Un título que, en sí mismo, supone ya una decidida declaración de intenciones: Alma de Barro. Palabrasconceptos que levantan artística acta notarial del espacio físico y mental que conforman estas piezas cerámicas que ahora nos propone Cristóbal Gabarrón. Materiales y sentimientos que le vienen como anillo (de alma) al dedo (de barro) de sus creaciones.

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GAbArrón ALMA DE

BARRO

Alma, porque, pese a la palpable, pesable, medible y visible fisicidad de las obras y los materiales empleados, un aliento de espiritualidad parece insuflar ánima a estos cuerpos. Una voluntad espiritual, de trascendencia, que va más allá de limitadores de credos y de taxonomías religiosas, y entra de lleno en la geografía ancestral de los ritos y cultos atávicos. Puro y duro deseo y necesidad demiúrgica de dar vida y creencias a una materia, en apariencia inanimada, descreída, e inicialmente vestida de cuerpo pero desnuda de espíritu. Barro, porque, pese a esa innegociable espiritualidad que las anima, no dejan de ser y sentirse formas con forma, con materialidad, con esa presencia dúctil y maleable, propia de un elemento milenario, cofundador y cofundidor del mundo, que resulta de la fusión germinal entre la tierra y el agua. Así, Juan Eduardo Cirlot, en su espléndido Diccionario de Símbolos, nos dirá: “Significa la unión del principio meramente receptivo de la tierra con el poder de t ra n s i c i ó n y transformación de las aguas. El légamo es el lugar característico de las hylogenias. De ahí que una de sus condiciones esenciales sea la plasticidad, que, por analogía, se ha relacionado con lo biológico y naciente…” De ese primigenio y ancestral diálogo entre tierra y agua surgen, pues, estas

En cierto modo, ese anhelo espiritual, trascendente, convierte estas obras en una suerte de objetos de culto. Un culto anciano y primigenio, tal vez cruel e implacable, tal vez justo en la inflexible ley de sus ritos, en la oscura verdad de sus oficios tribales, que las adereza y signa casi como si fueran exvotos o reliquias de un pasado perdido en la noche de la vida. Aras para el sacrificio o para la resurrección de las creencias. Junto al barro, hábilmente machihembrado, otro material milenario como es el hierro, conforma la estructura, el apoyo y la morada de muchas de estas obras. Un sabor ácido y oxidado, primitivo y misterioso, que se desprende de buena parte de ellas. El saborcolor-olor de un elemento digno de dioses y de planetas. Según nos cuenta Mircea Eliade en su libro Mitos, Sueños y Misterios, en los “tiempos viejos”, el herrero-chamán tocaba el fuego con la lengua y tomaba el hierro al rojo vivo entre sus manos. Sin duda, con el paso del tiempo, ese testigo de hierro ha sido recogido por el escultor que actúa como un demiurgo, como un nuevo señor del juego eterno del fuego, heredero de esa vieja estirpe de herreros y alquimistas, forjador de un lenguaje de palabras metálicas, escritas a golpe de martillo. Del mismo modo, Gabarrón emplea aquí también la gramática nada parda del hierro para hacerla dialogar con el barro, en un idioma de dureza y ductilidad, de rigurosa estructura recta y de dulce ritmo curvo, de planitud y de plenitud, de mineralización y de organicismo. Precisamente lo orgánico dicta ahora su ley: la generación de formas distorsionadas, vívidas, escapando a las severas reglas de Madame Geometría, dibujando en el espacio ejes nada cartesianos, sino líneas curvas, alabeadas, sometidas a los accidentes de una orografía manual, con protuberancias, con huecos y llenos, con valles y cimas. Una materia amasada con

la misma intensidad y cuidado con el que las manos hacen el pan o con la misma pasión y placer con el que acarician el cuerpo deseado. Por esa geografía acabamos paseando las yemas de nuestros dedos y también las de nuestras pupilas. Estructuras en las que late un hálito figurativo, vaga o cercanamente referencial. Formas estilizadas, deformadas, construidas y reconstruidas, no sujetas a los dictados de la razón sino a los del sueño de la razón, creando un desfile de criaturas orgánicas y animadas, siempre en movimiento, en estado de buena esperanza dinámica, pese a su aparente y engañosa inmovilidad. Piezas más íntimas, más recogidas, más desnudas y austeras -en su extensión y en su intención, en la aparente humildad de su epidermis y en la engañosa economía de sus registros cromáticos- que aquellas otras a las que suele tenernos acostumbrados. Obras para entrar en un combate visual y emocional, cara a cara, o para salir a unos territorios personales e internos. Criaturas plurales, polimórficas y quizás perversas, que pertenecen a una legión de linajes. Reflejos especulares sobre un ángulo diédrico de cristal y azogue. Tótem asaeteado por clavos y espinas para un Tabú de herida y dolor. Potro de torturas o reclinatorio de placeres. Calaveras y cráneos, que son la metáfora visible de un tempus fugit, de un sic transit gloriae mundi, clavadas en el altar del tiempo para recordarnos la caducidad de la maravillosa carne. Altar de sacrificios y de trofeos humanos. Lo que se captura y se cercena también se posee, se comprende. Seres como homúnculos, habitando un paisaje tridimensional con sabor a cuerpo y a víscera, sostenidos por la fuerza de su fuerza o por el sustento del padre Hierro. Epidermis y carne, castigados y acariciados a un mismo tiempo, signados por el ocre de la piel, el rojo de la sangre, el blanco del deseo, el río azul de las venas. Viandas para un banquete terrenal o para el festín de unos dioses lúdicos y ociosos. Platos con frutas de los árboles, con frutas de la tierra, o con el fruto de la carne y del mar salado. Naturalezas muertas muy vivas, que parecen convocarnos, invitarnos e incitarnos a participar en una voluptuosa cena de los sentidos. Una cena ritualizada, pagana y siempre humana. El alimento para un alma de barro.

FRANCISCO CARPIO


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