BRUSELAS TIENE LA CULPA
Desmontando típicos tópicos y falsos mitos sobre la Unión Europea y sus instituciones
el retorno que se recibe a cambio. Sin embargo, apenas un 1% de la riqueza de los Estados miembros, unos 240 euros por habitante, va a parar al presupuesto anual de la UE. Una cifra muy pequeña si la comparamos con las sumas que corresponden a los impuestos nacionales. Además, del presupuesto de la Unión para el período 2014-2020, que asciende a 960.000 millones de euros, solamente se destinará el 6,4% a gastos de administración; mientras que casi el 90% del mismo se destinará a políticas y ayudas que benefician directamente a los ciudadanos. A modo de ejemplo, el Parlamento Europeo supone un coste de tres euros al año al ciudadano, frente a los ocho euros que cuesta a los alemanes o ingleses su parlamento nacional.
Patricia Guasp Barrero
Máster de especialización en Unión Europea y Derecho Europeo, Universidad Libre de Bruselas Licenciada en Derecho, Universidad Complutense de Madrid Asesora en Asuntos Europeos y experta en relaciones europeas Autora del blog Mirando a Europa www.patriciaguasp.wordpress.com
Y por último, uno de los típicos tópicos más repetidos es que “el Parlamento Europeo es un cementerio de elefantes”. Sin embargo, no podemos generalizar ni considerar al Parlamento Europeo un sitio de retirada de “viejas glorias”, ya que primeros ministros como François Hollande o Enrico Letta, o como en el caso de España, varios de sus actuales ministros, pasaron antes por la Eurocámara.
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l pasado mes de mayo, unas elecciones europeas marcadas por la abstención, aunque bastante menor de la esperada, y el auge del euroescepticismo pusieron en evidencia el desencanto de los ciudadanos y el desinterés general hacia la Unión Europea. Es innegable que durante la campaña no se habló lo suficiente de Europa. Y se desaprovechó una buena oportunidad para acabar con los falsos mitos o típicos tópicos que se han instalando en la mentalidad de muchos durante los últimos años. Tópicos como que “la Unión Europea es demasiado burocrática”. Aunque es cierto que la toma de decisiones en la UE tiende a ser lenta y farragosa, y la aprobación de algunas legislaciones por ambos colegisladores –el Parlamento y el Consejo- puede demorarse varios años, ello es consecuencia de su carácter intergubernamental y de todas las garantías democráticas del proceso de toma de decisiones en el seno de la Unión. Además, y para desmitificar esta afirmación, es preciso señalar que toda la Administración de la Unión Europea, incluyendo todas sus instituciones, cuenta con menos de 40.000 funcionarios. Cifra nada desmesurada si la comparamos con una administración autonómica o local, aunque no es algo totalmente comparable, si es bastante ilustrativo. A modo de ejemplo, sólo el ayuntamiento y diputación de Sevilla cuenta con 30.000 funcionarios. Otro de los mitos ya arraigados es el de que “las instituciones europeas salen muy cara a los ciudadanos europeos”, sin tener muy claro
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MIRANDO A EUROPA
Y en este mismo sentido, tampoco es cierto el mito de que “los europarlamentarios trabajan más bien poco”. En la pasada legislatura, se aprobaron alrededor de 2.600 textos y 1.000 actos, se votaron aproximadamente 100.000 enmiendas y se interpusieron más de 55.000 preguntas escritas de control al ejecutivo comunitario.
El Parlamento Europeo es un cementerio de elefantes
En definitiva, la Unión Europea sigue teniendo el reto de conectar con sus ciudadanos. Y ello sólo se consigue con más pedagogía por parte de todos, también de los 54 nuevos eurodiputados que deberán jugar un papel importante y difundir su trabajo en sus circunscripciones de origen. Resulta necesario también implantar una asignatura obligatoria en los planes de estudio sobre la Unión Europea. Y, por supuesto, un compromiso de mejora de la comunicación sobre Europa por parte de los medios de comunicación y de los políticos, que deben dejar de trasladar el mensaje de que todo lo malo es culpa de “Bruselas”; el falso y recurrente tópico que más daño ha hecho al proyecto europeo y que tanto ha contribuido al auge del euroescepticismo y de la eurofobia.
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