LA FElICIDAD ES UNA OPCIÓN PERSONAL

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lA fEliCidAd Es unA oPCiÓn PERsonAl

pero nacimos y crecimos en ciudades más pequeñas: él es de Granada y yo de Zaragoza. Cuando nació nuestra tercera hija empezamos a darle vueltas a la posibilidad de buscar trabajo en alguna ciudad de ese estilo, y surgieron al mismo tiempo dos ofertas laborales en Mallorca para Ignacio. En Mallorca refundamos nuestra familia y hemos podido dar a nuestros hijos una vida normal y anónima. Vivir aquí nos ha dado mucha tranquilidad. Me has dicho que eres alguien a quien no se le acaba la ilusión. Perdóname por sacar este tema pero tú viviste la muerte de tu hermano Publio, al que estabas muy unida, cuando este acababa de terminar sus estudios de E3 en ICADE y tú tenías 23 años: tan solo cuatro años después la vida te sacudió con el secuestro y asesinato de tu padre a manos del GRAPO. Has convivido durante 20 años con juicios, testimonios falsos, maledicencias en la prensa, la falta a la verdad en los primeros tiempos por parte del Gobierno, e incluso amenazas de muerte por parte de los asesinos. ¿Cuál es el truco para contar con ese ánimo inagotable?

Entrevista a

CARMEN CORDÓN

Yo creo que hay ejemplos de ánimo como el mío por todas partes, cada uno lleva su cruz, la mía simplemente ha sido más mediática. La vida nos hace pasar antes o después a todos por pruebas tremendas que no hay más remedio que afrontar, si las sobrevives puedes aprender algo fundamental: que ser fuerte es una opción personal. Decides serlo y lo eres. Mírame.

S

in saber por qué, la vida a veces te pone en situaciones extrañas que hay que superar una vez que has dado tu palabra, y ese es el motivo por el que hoy estoy aquí delante de un café preparada para hacer mi primera entrevista como periodista para la revista Enki. Hoy tengo suerte: mi entrevistada es Carmen Cordón, alguien a quien conozco bien y considero mi amiga; la mala noticia es que durante nuestra conversación no podré obviar el rememorar junto a ella el secuestro de su padre, el conocido empresario Publio Cordón, y no sé muy bien cómo abordar un episodio tan delicado de su vida sin que sufra. Somos amigas pero nunca hemos hablado de eso. ¿Sabes, Carmen? Para mí eres una persona difícil de encasillar y creo que eso es lo primero que se debe hacer al plantear una entrevista. Tú aúnas una formación dispar que va desde lo humanista a la administración de empresas (eres Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid y Master in Business Administration por el Instituto de Empresa), algo que te ha permitido tocar muchas teclas a lo largo de tu vida personal y profesional. Eres madre de tres hijos, periodista, escritora, te he visto presentando tu propio programa de entrevistas en Canal 4, columnista de El Mundo, conferenciante, bloguera, maestra y ahora empresaria hotelera siendo, junto a tu marido, propietaria del hotel boutique de más éxito de la ciudad. Te ha dado tiempo a mucho. ¿Cuál es tu realidad? ¿Cómo te describirías a ti misma? Eso de que me ha dado tiempo a mucho, a mí, sobre todo, me suena a que tengo muchos años (risas). Perdona, estoy muy sensibilizada con el tema porque el otro día cumplí 48 años. Fuera de bromas, yo me describiría como una mera superviviente de cosas tremendas que la vida me ha puesto por delante a la que nunca se le ha agotado el ánimo ni la ilusión.

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Inma Sanguino

(Carmen es una persona de mirada dulce y sonrisa pegadiza que invita a la cercanía, creo que me lo pondrá fácil). Empecemos por el principio, Carmen: ¿por qué Mallorca para vivir? Hace 15 años nos trasladamos a vivir aquí Ignacio y yo con los niños. Fue una decisión que tomamos juntos cuando tuvimos el convencimiento personal, aunque ninguna prueba concreta, de que mi padre estaba muerto y el lugar donde residiésemos poco podía influir en cómo se desenvolvieran los acontecimientos en torno a su secuestro. Habíais pasado ya por mucho, imagino… Así es, durante esos 5 años desde el secuestro, hasta que recalamos en Mallorca, vivimos el secuestro de mi padre mientras hacía footing en los alrededores de nuestra casa en Zaragoza. Yo perdí a un ser maravilloso bajo cuya protección descansaba emocionalmente, entonces no era consciente de ello. Fueron vivencias muy intensas que apenas pudimos ni pararnos a pensar. Mi marido Ignacio y yo pasamos de ser una pareja de recién casados que esperaba su primer hijo a negociar con lo peor de la sociedad, unos terroristas de los que casi no habíamos oído hablar. GRAPO se llamaban. Tuvimos que desconfiar de la policía y aprender a esquivarla pues queríamos pagar el rescate sin poner en riesgo la vida de mi padre. No lo conseguimos, asumimos el riesgo evidente que suponía trabajar con ellos. Cruzamos la frontera Ignacio y yo con un maletero lleno de millones con

“tuvImos Que DesconFIAR De lA PolIcíA y APRenDeR A esQuIvARlA Pues QueRíAmos PAgAR el RescAte sIn PoneR en RIesgo lA vIDA De mI PADRe” la esperanza de salvarle, vivimos 8 horas de tensión dando vueltas por París cumpliendo órdenes de los terroristas hasta que les pagamos a los secuestradores un rescate de 400 millones de pesetas de la época, un dinero que ni siquiera teníamos y habíamos reunido a duras penas entre lo nuestro, lo de nuestros amigos y unos créditos. Yo, por aquel entonces, era la única de mis hermanas al frente de las empresas familiares y a esa angustia se añadió el ser testigo de cómo se tambaleaban las empresas (Previasa y Grupo Hospitalario Quirón) ante la ausencia de su líder. Tuvimos que afrontar la venta de Previasa, me sentí fracasada y también tuvimos que asimilar la no liberación prometida tras pagar el rescate. Creo que esa fue la mayor sensación de fracaso que he sentido nunca. Tu padre nunca apareció, y así lleváis 20 años. (A Carmen siempre le acompaña un aire de fragilidad, algo que se desvanece inmediatamente en cuanto eres testigo de cómo mantiene la mirada por muy delicadas que sean mis preguntas. Creo que me lo va a poner fácil). ¿Cómo llegasteis a Mallorca? Dicen que las casualidades no existen pero realmente sucedió así, por casualidad. Ignacio y yo vivíamos en Madrid

Eres fuerte en la resistencia, eso está demostrado, pero eso no explica tu ánimo, esa energía contagiosa que desprendes. ¿Qué vitaminas tomas? Tienes razón, también he aprendido otra gran lección de todo esto: que ser feliz también es una opción y solo depende de ti misma. Explícame eso, por favor. Es muy sencillo, Inma. Si coges un día cualquiera de tu vida, hoy mismo, tienes la opción de dedicarte, desde que te despiertas hasta que te acuestas, a quejarte por todo lo que pasa: que si la leche está fría, o no quedan magdalenas, que hace frío o que no funciona el coche y tengo que ir a trabajar, etc. O puedes emplear exactamente la misma energía y tiempo en justo lo contrario, y alegrarte de todo lo bueno que sucede ese mismo día: tengo leche para desayunar, como las magdalenas engordan mejor hoy como un plátano, o qué tonificante y qué agradable es el frío… hoy, que no tengo coche, voy dando un paseo a la oficina a ver qué me encuentro por el camino. El día es idéntico, pero tu actitud no lo es.

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(Carmen se ha quedado cabizbaja, temo haber ido demasiado lejos con mis preguntas y lo siento mucho…). ¿Sabes, Inma? Fernando Silva Sande es uno de los terroristas más sanguinarios y fríos de la historia de España, pregunta a la Guardia Civil, es un hombre que mata a sangre fría y que se ha llevado por delante a muchas personas inocentes que solo hacían su trabajo en un banco, conduciendo un furgón blindado o por ser funcionarios de prisiones. A mí me han contado policías que lo conocieron cómo él pisoteó fríamente a su compañera recién muerta en un tiroteo para llevarse el dinero del asalto. Está en otra liga, carece de principios.

“seR FelIz es unA oPcIón Que sI lA emPIezAs A usAR no solo hAce De tI unA PeRsonA cADA vez más DInámIcA sIno Que sIembRA AlegRíA A toDos los Que te RoDeAn y PARece como sI lAs cosAs Fuesen mejoRAnDo solo PoR sonReíR”

(Carmen se queda pensando y comienza la descripción del dramático final de la vida de Publio).

Ser feliz es una opción que si la empiezas a usar no solo hace de ti una persona cada vez más dinámica sino que siembra alegría a todos los que te rodean y parece como si la cosas fuesen mejorando solo por sonreír. Pruébalo. Lo entiendo, pero da la impresión de que por mucho que tengamos esa opción, cuando las cosas se ponen negras, no parece muy oportuno responder con una sonrisa, ¿no? Cualquiera diría que has perdido el juicio. Evidentemente, la vida a veces te sacude y no se trata de reír a carcajadas, en esas situaciones se trata de vivir esa situación como una prueba, una oportunidad que la vida te trae para que saques todo lo que llevas dentro, para conocerte mejor a ti y a los que te rodean, para que uses todas las fuerzas con las que Dios te ha bendecido, para experimentar. ¿Sabes?, la vida no puede ser siempre un camino de rosas; de hecho, si lo fuese, creo que los humanos somos tan tontos que no apreciaríamos esa felicidad y hasta nos aburriríamos de ella. Entonces, ¿lo que has vivido te ha hecho más feliz? Cuando la vida te hace ver lo vulnerable que eres, lo fácil que es perderlo todo, lo efímero del tiempo, el escaso valor que tiene lo material… aprendes a darle a las cosas el verdadero valor que tienen. Digamos que yo soy feliz. Cada día agradezco a Dios desde lo más profundo de mi ser el contar con un día más para mirar al sol o las nubes, sentir la paz o la tormenta… o lo que venga y sobre todo por estar rodeada de personas que me quieren y que me dejan que las quiera.

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¿Qué me dices del rencor? ¿Has perdonado? Parece que ese es un paso necesario para esa felicidad de la que te declaras acreedora. Esa es una buena pregunta. Aún tengo clavado en la memoria el día que oí el tono de la voz de mi madre al otro lado del móvil que nos llamaba, a mí y a mis tres hermanas, para leernos los cuatro folios en los que el terrorista Fernando Silva Sande nos pedía perdón por sus fechorías y nos relataba su versión sobre cómo, dónde y por qué murió mi padre. Ese hombre que hacía 20 años le había asaltado mientras hacía footing y se lo llevó a morir a Francia, ese asesino a quien le entregué 400 millones de pesetas en París para salvar su vida mientras él me apuntaba con un arma, 15 años después pedía perdón y contaba lo que sabía, o sencillamente le convenía en el momento procesal que vivía. Si soy sincera, al oír el arrepentimiento de Sande y su versión humanitaria de cómo intentó salvar la vida de mi padre que, según él, había tenido un accidente intentando escapar, quise creerle y perdonar, supongo que es humano intentar cerrar un episodio tan sangriento de mi alma, pero no pude.

“Viví aquella tragedia como una pesadilla terrible de la que apenas me quedaron grabadas algunas escenas”, esas son las primeras palabras del terrorista en su confesión y, sinceramente, cada vez que las recuerdo me vuelven el estómago del revés. Si Sande, el propio asesino que lo custodió en un zulo de 1,5 metros bajo unas escaleras, califica de “pesadilla” aquella vivencia, ¿qué pudo ser lo que vivió mi padre? No me lo quito de la cabeza.

Sande dijo que mi padre murió lentamente con la espalda partida sin poder moverse durante tres días, que los que allí le custodiaban no fueron capaces de reaccionar ni auxiliarle. ¿Realmente tú crees que uno se olvida de dónde ha llevado y enterrado a un secuestrado después de dos años preparando el golpe? He podido superarlo, pasar página, pero para perdonar hay que arrepentirse y ese hombre no se ha arrepentido ni parece que tenga intención de ayudar a mi familia a encontrar su cadáver y darle sagrada sepultura. Ya basta de ocultar la verdad y de alargar esta tortura. Yo no puedo sacarme de la cabeza la escena de mi padre convulsionando en un suelo ardiente de agosto, tal vez con un ojo ido y ahogándose de dolor intentando tragar su tercer Nolotil. Me duele pensar que mi padre, como médico que era, supo que estaba muriendo en ese momento. Imagino su miedo, su soledad… Estoy segura de que sus últimos pensamientos fueron un recuerdo para nosotras, una despedida, una proyección que yo creo que pude sentir y quedó en el aire. Si es verdad (como dice Sande en su carta) que ese infame le hizo el boca a boca a mi padre, quiero pensar que en ese momento mi padre ya se había ido y ya era libre. (Las dos hemos evitado mirarnos a los ojos para evitar que quiebre la frágil fortaleza que nos sostiene en esta conversación. Carmen rompe el hielo). ¿Sabes?, nunca he necesitado acudir a los cementerios, de hecho creo que allí donde yacen los restos mortales de un ser querido no hay nada más que materia en descomposición, y que su esencia, su alma, sigue existien-

do. Pero a pesar de sentir eso, en el caso de mi padre siento una necesidad imperiosa de recoger su cuerpo maltratado y abandonado bajo tierra en Francia. Necesito arroparle, recogerle de donde esté, acurrucarle la cabeza, acariciarle la cara, consolarle de la angustia y la soledad que debió sentir esos días de secuestro. Aunque sea post mórtem le tumbaría en un lugar digno, limpio; no sé, le taparía y le vería descansando en paz… eso me haría mucho bien, nos lo haría a todos los que le queríamos. Bueno, Carmen, la tortura terminó; él descansa en paz hace mucho… (Se ha quedado callada mirando al infinito y no me atrevo a intervenir. Tras unos instantes de sobrecogimiento, me mira de nuevo, sonriendo con complicidad. Entonces le pregunto desde mi más profunda ternura): ¿Y tu madre? Mi madre se quedó sin él. Sin su apoyo, la persona en la que descansaba todo su proyecto vital, el que elaboraron juntos llenos de ilusión cuando se casaron. Muchas pare-

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Fotos por gentileza de Carmen Cordón

jas viven la experiencia de la viudedad y es muy dura. La soledad, ver pasar el tiempo sin disfrutar de lo sembrado. Pero la peor tortura para ella creo que ha sido pensar que la vida de mi padre estuvo en nuestras manos y la tremenda pregunta que nos ronda es, ¿qué hicimos mal? ¿Dónde fallamos? ¿Por qué no pudimos llevar a término su secuestro, pagar y salvarle? Es duro de metabolizar. Nos sentimos muy solas en esos momentos, ni siquiera quisimos acudir a la policía. Tengo entendido que esa soledad de la que hablas también tuvo que ver con la reacción del Ministerio del Interior y la policía. Sí. Además de pelear cuerpo a cuerpo con una banda terrorista tuvimos que combatir contra quienes pensábamos que estaban incondicionalmente de nuestra parte defendiendo algo que yo consideraba incuestionable: la honorabilidad de mi padre secuestrado. El Gobierno llegó a intoxicar con bulos sobre llamadas inventadas que había hecho mi padre desde Sudamérica cuando llevaba ya dos años muerto. Eso yo lo cuento muy bien en mi novela. Tengo un amigo periodista, Felipe Lorenzo, que siempre dice que no solo padecimos el secuestro de una persona, sino también el secuestro de “la Verdad” por parte de nuestros gobernantes.

¿Estás decepcionada por la raza humana? Ni mucho menos. Todavía me emociona pensar en el mayor descubrimiento de toda esta tortura, algo que no habría conocido de no haber vivido algo tan intenso: el valor de la amistad y del compromiso desinteresado, que existe en muchos buenos corazones. Todos ellos me han dado una lección de vida que he asimilado y han hecho de mí una persona mejor. ¿Qué fin le darías a la novela que escribiste para tener paz? En mi novela, Inma, mi madre y mi familia habríamos salvado a mi padre.

Estoy sobrecogida. Eres periodista, ¿qué opinas de los de tu profesión? Que hay de todo. Mi profesión nace de una vocación personal quijotesca de justicia, el periodismo hace una labor fundamental de proteger al ciudadano de a pie denunciando los abusos del poder. Conozco a muchos grandes profesionales de gran categoría intelectual y humana a los que tengo mucho que agradecer, pero desgraciadamente mi mundo está muy intervenido también y otros trabajan al dictado del poder.

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