Revista registro Gabriela Macedo Osorio Octubre 2011 Bienestar Prototípica es la actitud de quienes se doran al sol con la exclusiva finalidad de tostarse la piel, y aunque el estado de somnolencia a pleno sol no puede resultar muy placentero, sino que posiblemente desde el punto de vista físico es desagradable, lo cierto es que espiritualmente vuelve inactivos a los hombres. El carácter fetichista de la mercancía se apodera, a través del bronceado del cutis de los hombres mismos, los transforma en fetiches. En verdad, la idea de que una joven, gracias a su tez morena, sea eróticamente más atractiva, no pasa de ser una racionalización. El tostado de la piel se convierte en meta por sí misma, más importante que el flirt que tal vez en un principio estaba destinado a provocar. […] El fetichismo que prospera en el tiempo libre está sujeto a controles sociales suplementarios. Adorno, Theodor (1969), “Tiempo libre”.
Muy mencionada y traída a cuenta es la búsqueda por el bienestar físico, esto es, obtener por medio de rutinas de ejercicio y de una sana alimentación el cuerpo ideal basado en la complexión, estatura y actividad de cada persona. Tomando en cuenta el deber ser, la mayoría de los individuos preocupados por su salud tratarían de mantener un peso ideal, no sólo para verse bien, sino para evitar las enfermedades de moda, tales como la diabetes, los infartos, y la subida abrupta de triglicéridos. Pero en los hechos, la dialéctica de la modernidad se convierte en el origen de la “cultura del cuerpo”, al mostrar no sólo la dicotomía cartesiana, que separa a la res cogitans —la razón—, de la res extensa —el cuerpo— basado en las diferencias de su naturaleza, la primera intangible, la segunda medible, pesable pero sobre todo transformable, sino que a través de la industria capitalista esta supremacía de la razón sobre el cuerpo cobra la imagen de un fetiche, es decir, la razón al ser fuente de poder a través del conocimiento es capaz de diseñar de forma inteligente rutinas de ejercicio, así como aparatos y aditamentos que logran determinar de manera eficiente cuántas repeticiones en determinado tiempo se necesitan para aplanar el abdomen, levantar los glúteos y mantener las piernas en forma.
Así, tenemos un sinfín de productos que prometen alcanzar el cuerpo perfecto con un mínimo de esfuerzo, desde cremas térmico-reductoras, tenis anatómicos e inteligentes, aparatos de ejercicio, tabletas, tés, café, etc., que tienen la consigna de hacerte la vida más fácil para que en esos cinco minutos de descanso logres lo que a otros parece durarles años conseguir, para los varones un abdomen perfectamente marcado y para las mujeres una bella figura más estilizada, con piernas torneadas y glúteos firmes; con lo cual pareciera que lo “saludable” se convirtiera en un prototipo vendible desligado de la idea de lograr un equilibrio físico, pues ya no se habla de salud como homeostasis, es decir, como bienestar y equilibrio integral, sino de áreas específicas del cuerpo que deben ser ejercitadas para resultar atractivas al sexo opuesto, como si la seducción se tratara del gusto por partes aisladas “bien formadas”. La búsqueda por el cuerpo perfecto, dicta un estándar que encuentra su refugio en los gimnasios exclusivos que permitirán salvar las almas (bueno, en este caso los cuerpos) de aquellos fieles que puedan pagar su entrada al “cielo”. El “Deporteismo” lo llamaron de forma mercadotécnica, queriendo con ello fomentar no sólo la disciplina del ejercicio sino promoviéndola como una “religión” cuyo templo son estos recintos, iguales en infraestructura del mismo modo que homogéneos en los cuerpos que prometen formar. Nada más racionalizado que la venta de “indulgencias” a través de membresías, acompañado de la creación de “modelos de vida saludable” que, retomando lo escrito por Theodor Adorno en nuestro epígrafe inicial, lucen características preestablecidas que se consumen automática y acríticamente, convirtiendo al cuerpo en un fetiche, es decir, logrando que el elemento esencialmente material que nos diferencia e iguala con los demás al mismo tiempo, se conciba como un envase que bajo la consigna de “bellezasaludable” se venda y al mismo tiempo se consuma en camas de bronceado y en rutinas de ejercicio sobre aparatos que aunque intrincados buscan volver a la naturalidad perdida a través de prototipos racionalizados que por ello resultan más objetivos y perfectos.