Las consecuencias epistemológicas del proceso de razón instrumental: Resumen

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Las consecuencias epistemológicas del proceso de razón instrumental Resumen El propósito de realizar esta tesis nace de la inquietud de rastrear y analizar dentro del ámbito filosófico un concepto tan complejo y multifacético como es el de la razón y con ello el del conocimiento, por considerarlos elementos claves dentro del desarrollo del hombre como del pensamiento; y a su vez contemplar las consecuencias epistemológicas que conlleva el proceso de instrumentalización de la razón; entendiéndolo y analizándolo desde los distintos contextos temporales e históricos, por medio de los cuales se muestra la forma en cómo el hombre se percibe a sí mismo en relación con su entorno, así como en las distintas expresiones científicas, metodológicas, culturales y éticas. Con ello, partimos del análisis de la construcción de la categoría filosófica de razón, para explicar la relación que esta categoría ha tenido, a través de la historia, con conceptos tales como: el conocimiento, la ciencia y la verdad. Para lograrlo, esta tesis se compone de dos capítulos y una conclusión a manera de síntesis; el primer capítulo se titula: Razón y Epistemología, el cual se subdivide en cinco apartados en los cuales se analiza la construcción de la categoría filosófica de razón, el papel de la Epistemología dentro de la Filosofía y posteriormente la relación entre la razón y el conocimiento, la ciencia y la verdad. En cada uno el recorrido histórico es similar, es decir, comienza con el pensamiento griego y termina en el periodo de la Modernidad; y aunque en cada uno se le brinda mayor importancia al tema que se trate, todos los subcapítulos se entrelazan entre sí, con el objetivo de brindar un panorama amplio para la comprensión de la estructura de la razón y la interacción de los diversos elementos que la acompañan. De esta manera comenzamos la descripción del primer capítulo con el análisis del pensamiento griego sobre el concepto de razón, en el cual observamos cómo a partir del asombro y la admiración que causa la contemplación de la naturaleza y el cosmos, los filósofos presocráticos profundizan en


la explicación sobre los orígenes del universo, los cuales “[…] al buscar el primer principio, el arche de las cosas, buscaban una realidad ontológica, pero no fuera del Universo, sino dentro de él; no encima sino debajo de los fenómenos y de los seres particulares. Esa realidad era el primer principio y la razón ultima de la existencia de los seres. […] [La cual] no podía ser percibida por los sentidos, sino solamente por la inteligencia”1. El logos llega a representar tanto a la palabra, como al discurso, el lenguaje, el orden y la unidad del cosmos; pero sobre todo plantea la idea de la razón vinculada con la esencia de los seres, ya que por medio de la palabra y del pensamiento la razón da cuenta de la realidad. Tal es el caso que para Heráclito el logos es el que brinda orden, unidad y sentidos a todo lo existente, postulando el principio de identidad y unidad entre los seres. El ser, el pensar y el decir se identifican, de tal manera que aquello que se piensa y se dice existe; pues es una misma cosa el pensar con el ser. Con lo cual el logos posee la fuerza de la ley universal y objetiva. Las esencias son prioritarias para entender este concepto de razón, dado que al definirse la propia naturaleza humana como racional, le es posible acceder a la verdad esencial de los seres y poder conocer y expresar la coherencia y adecuación de su razón con la realidad. De esta manera Platón afirma la imposibilidad de que exista la verdad en la materia, es decir, en el conocimiento sensible, por lo cual el alma se librará de las sombras y de las apariencias cuando al deshacerse de su cuerpo pueda contemplar la verdad en las esencias, y no sólo tener un leve recuerdo de ellas, en el Mundo de las Ideas. Pero Aristóteles no comparte del todo esta idea, para él la experiencia juega un papel fundamental en la obtención del conocimiento, pues la realidad es aprehendida y definida desde una forma lógica, en la cual el conocimiento sensible brinda a la razón la posibilidad de abstraer las esencias universales. La razón aristotélica por medio del acto y la potencia se muestra abierta a recibir las formas procedentes de la realidad, con las cuales posteriormente realizará abstracciones ayudado de la estructura racional y lógica preestablecida en su naturaleza. 1 Fraile, Guillermo, Historia de la Filosofía, Tomo I, p. 141.


Con lo cual tenemos un concepto de razón que se vincula con la virtud, pues en la medida en que el hombre busca el conocimiento universal y necesario, alejado de las verdades aparentes y de las opiniones para llegar a la verdad, se acerca de igual manera a la virtud, con lo alcanza la felicidad y la perfección de su naturaleza racional y por ende humana. Durante el Medievo, los filósofos utilizan a la virtud y al logos para introducir el cristianismo, en la medida en que éste último se convierte en el Verbo divino, es decir, en la Palabra que crea, que da esencia y existencia a los seres, en el Verbo que es acción, en la Palabra que es Dios. De esta manera, el Logos divino es conocido por medio de la fe, y entendido como principio ordenador de todos los seres, cuya eternidad, omnipotencia, omnisapiencia, grandeza y perfección se encuentran en la forma más pura. La fe será el requisito indispensable para conocer la verdad de los seres, como es en el caso de la doctrina agustiniana, en la cual la fe ilumina a la inteligencia para que ésta a modo de diálogo interior trascienda al alma que razona y se encienda la luz misma del raciocinio. De esta manera, el conocimiento y la verdad tienen su fundamento en la concepción de una realidad creada por Dios, en la cual el hombre, al ser imagen y semejanza de éste es dotado de libertad y racionalidad para poder conocer y discernir, en el aspecto ideal y aún por medio de conceptos metafísicos, la Verdad divina. Posteriormente, durante el periodo del Renacimiento y la Ilustración, la concepción y la tarea de la razón cambian de manera radical, pues será la ciencia y ya no la metafísica, el ente y ya no la esencia, la que explique la composición del universo. Con ello la facultad racional se vuelve indispensable para averiguar el cómo y ya no el por qué de las cosas. La razón posee un carácter de cálculo, evaluación, argumentación y método que permite por medio de las ciencias exactas, desplazar el objeto de estudio de la metafísica y a los fenómenos. Teniendo por consiguiente un periodo rodeado de experimentos y certezas en el cual se desarrolla el Racionalismo, el Empirismo y la Dialéctica kantiana.


En el Racionalismo el papel de la razón es exaltado de sobremanera, volviéndose la fuente máxima de certeza y de explicación para todos los fenómenos. Con lo que el sujeto racional cartesiano se convierte en el centro de la especulación filosófica que marca de manera tajante su separación de lo material, pues al distinguir las diferentes naturalezas de la res cogitans y la res extensa, se “[…] sientan las bases para desarrollar la razón instrumental […]”2; de tal manera que la primera, es decir res cogitans se eleve sobre la segunda, la res extensa, lo cual introduzca un pensamiento en el que la razón separe la esencia del objeto de sus características mecánicas, las cuales pueden ser manipuladas y utilizadas según se requiera. La capacidad del pensamiento y con ello la certeza de la propia existencia, gracias a la duda metódica, es lo que permite que aquello que se afirme como verdadero posea claridad y evidencia; y que a partir de este momento, el método resulte indispensable para que cualquier tipo de ciencia que pretenda librarse de las proposiciones obscuras y confusas pueda fundamentar sus conceptos. La razón cobra autonomía al juzgar de manera sistemática y certera todos los conocimientos que adquiere. Por su parte, el Empirismo, si bien toma en cuenta el papel de la razón para la elaboración de los conocimientos, el centro de reflexión está en la experiencia sensible, pues una vez que ha eliminado la teoría de las ideas innatas, todavía conservadas en el Racionalismo, el origen de las mismas será la experiencia; y la razón se encargará de regular las relaciones entre las percepciones adquiridas por medio de los sentidos. Pero la experiencia y la razón encuentran su sincretismo en el pensamiento kantiano, en el cual los conocimientos están respaldados por una razón que posee bases universales y que al mismo tiempo se abre a la experiencia sensible. Pues impulsado por los descubrimientos científicos de Galileo y Copérnico, Kant convierte al hombre en el centro del universo epistemológico, aplicando a la naturaleza las formas puras del entendimiento; de tal manera que el conocimiento científico, al igual que el matemático se base en juicios sintéticos a priori, en los cuales se una el carácter universal y necesario del a priori, con la parte sintética que amplía los datos por medio de la experiencia. Con lo 2 Labastida, Jaime, El edificio de la razón, p. 81


cual “[…] la razón no conoce más que lo que ella misma produce según su bosquejo […].”3 La razón ilustrada obliga a los hombres a hacerse responsables de la veracidad, claridad y pureza de sus conocimientos, accediendo a los fenómenos de manera directa, eliminando los dogmas, prejuicios y miedos que se continúan arrastrando del Medievo. “La Ilustración, en su sentido más amplio de pensamiento en continuo progreso, persiguió desde siempre el objetivo de quitarles el miedo a los hombres y convertirlos en amos […] El programa de la Ilustración consistía en liberar al mundo de la magia. Se proponía eliminar los mitos y sustituir la imaginación por la ciencia.”4 El método científico, a partir de este periodo, brinda a la razón un carácter de estructura o modelo por medio del cual se explican los hechos de manera clara y evidente, perspectiva que apoya Augusto Comte durante el Positivismo, con la que afirmar que la única manera de acceder a la verdad y hacer uso correcto de la razón es por medio de la ciencia. El segundo capítulo titulado: Razón instrumental y Epistemología, se subdivide igualmente en cinco apartados, en los cuales se describe la formación de la categoría de razón instrumental, así como la interacción de ésta con el conocimiento, la ciencia y la verdad, mostrando en cada uno de los apartados las consecuencias que conlleva para estos conceptos la eliminación de los fundamentos metafísicos, ontológicos, pero sobre todo objetivos; planteando en cada una de ella las consecuencias epistemológicas que trae consigo esta categoría. El recorrido histórico de este capítulo parte del periodo de la Ilustración, pero se centra en la descripción que realiza la Escuela de Frankfurt, en especial Max Horkheimer sobre la crisis que deja la Modernidad al siglo XX. De este filósofo alemán tomamos la categoría y las características de la razón instrumental, la cual presenta a manera de crítica frente al proyecto de progreso, y de confianza depositada en la racionalidad humana, que promete la Ilustración. Y es que el vínculo que se establece entre la razón, la ciencia y la tecnología durante la Modernidad marca un parteaguas para la construcción de una nueva perspectiva antropológica y con ello epistemológica. 3 Kant, Crítica de la razón pura, p. 13. 4 Horkheimer y Adorno, Dialéctica de la Ilustración, p. 30.


El hombre se convierte en el centro de la realidad, pues gracias a su capacidad racional le es posible captar y aprehender el mundo por medio del pensamiento. De tal manera que la razón se vuelve autónoma en la medida en que la actividad científica, tecnológica y administrativa remplaza a los conceptos metafísicos y teológicos por los descubrimientos científicos y las demostraciones empíricas. Para Max Horkheimer y Theodor Adorno, la Ilustración es la etapa decisiva en la cual la exaltación de la razón comienza su proceso de independencia, subjetividad y pragmatismo, características que poseerá la razón instrumental definida de manera clara en la crítica que realiza Horkheimer del capitalismo. Esta corriente de pensamiento trae consigo los anhelos de la Ilustración con el creciente desarrollo de la industria, el intercambio comercial, la división y especialización del trabajo, el perfeccionamiento de la técnica, las relaciones de dominio y la idea de progreso individual. Y es que tomando en cuenta la distinción que establece Horkheimer, entre la razón objetiva y la razón subjetiva y la relación de mediación entre ambas, es como llega a la identificación de la crisis de la Modernidad; pues si bien el concepto de razón objetiva “jamás excluyó a la razón subjetiva sino que la consideró como una expresión parcial y limitada de una racionalidad englobante, de la que eran derivados los criterios para todas las cosas y seres vivos” 5, afirma que durante el periodo de la Ilustración se exaltó y privilegió el papel de la razón subjetiva sobre la objetiva, trayendo consigo una crisis antropológica y epistemológica, en la cual todos los conceptos fundamentales fueron vaciados de sus contenidos. El interés individual, aunado a la lógica de dominio y la preminicencia de los medios sobre los fines trae consigo un concepto de razón que separa al objeto de estudio del pensamiento, es decir, “[…] la razón se utiliza más bien para caracterizar una cosa o pensamiento que un acto, [refiriéndose exclusivamente] a la relación entre un objeto de este tipo o a un concepto con un fin, no al objeto o al concepto mismo. […] [Con lo cual] No hay ningún fin racional en sí, y en consecuencia carece de sentido discutir la preeminicencia de un fin respecto de otro desde la perspectiva de la razón.”6 5 Horkheimer, Crítica a la razón instrumental, p. 46. 6 Horkheimer, Crítica a la razón instrumental, p. 47.


El pensamiento desde la crítica horkheliana, queda reducido al nivel de un proceso industrial, en el cual se hace evidente en un primer momento la división entre la materia, la naturaleza o la res extensa de Descartes, y la razón, o la res cogitans, privilegiando el poder y el manejo de ésta última sobre la primera; de tal forma que la naturaleza es considerada objeto de dominio y explotación, con un carácter degradado a “[…] mero material, a mera materia primera, que ha de ser dominada sin otro fin ni objetivo que el del dominio mismo.”7 Mientras que la razón vaciada de toda finalidad y contenido objetivo fácilmente queda a merced de la manipulación ideológica, de los intereses creados y de la justificación racional sin fundamentos. Controlada por la lógica de dominio que convierte al universo entero en un instrumento del yo, dentro del cual la ciencia es la encargada de trasformar los fenómenos de acuerdo a intereses convenidos. Todo conocimiento es verificado de forma experimental, pues frente al desenvolvimiento de la técnica, al hombre moderno le es posible incrementar su poder sobre la naturaleza con ayuda de las ciencias. La razón “[…] se consume y realiza en lo que específicamente es en la medida en que niega su propia condición absoluta, su condición de razón en sentido fáctico, y procede a autoasumirse como nuevo instrumento”8. Con lo cual, conceptos que en momentos anteriores se asumían como absolutos o trascendentales, bajo esta perspectiva instrumental su significado, validez y fundamento se relativiza y son tomados como “[…] puntos de vista, actitudes y métodos del comportamiento en relación con los hechos [en los cuales] la experimentación activa es esencial para su verificación.” 9 Esto tiene como consecuencia que todo aquello que se dicte como verdadero debe tener un margen de verificación conforme a los parámetros impuestos, garantizando con ello su utilidad funcional. De esta manera, la razón tiene como medida de sí misma la eficacia comprobada en sus resultados, siendo así que “[…] lo que no sirve para nada, es racionalmente desechable.”10 7 Ibid. p. 119. 8 Ibid, p. 39. 9 Dewey, John, Essays in Experimental Logic citado por Horkheimer, Op. cit. p. 80. 10 Hernández-Pacheco, Javier, Los límites de la razón. Estudio de filosofía alemana contemporánea, p. 28.


“Lo racional es lo útil” afirmará el filósofo Hernández-Pacheco, señalando la manera en cómo la relativización del conocimiento y de la verdad acompañan a una categoría carente de objetividad, que puede ser controlada y manejada según lo dictado por la mayoría; pues al ser la opinión parámetro de veracidad, se muestra la forma en que el pensamiento puede estar al servicio de cualquier empeño particular, sea bueno o malo, pues una vez que se ha perdido toda regla de verdad, “[…] la opinión, quiere ser el límite último de la razón. […] [Con lo cual, si] todo es opinión, no hay argumento posible […]”11. Y con ello todo conocimiento, descubrimiento y verdad, que pasa a la jerarquía de útil fácilmente puede convertirse en medio dentro un contexto en el que todo vale en función del provecho que se pueda obtener de él. Pero lo que en realidad queda al final del discurso, es que “[…] cuando todo es medio y nada un fin que se pueda justificar racionalmente por sí mismo, todo es inútil y nada sirve para nada, pues no hay valor alguno que como absoluto sustente la utilidad última de esa mediatización absoluta del mundo. [Con lo cual] Al final todo es útil para nada.”12 Por su parte, para Jean- Francoise Lyotar la ciencia a partir de la Modernidad entremezcló las relaciones de poder y los intereses particulares, pues afirma que después de la Primera Revolución Industrial la técnica se vinculó con la ganancia económica, con lo cual la ciencia se convierte en una fuerza de producción que a partir del perfeccionamiento de los medios puede generar recursos. La legitimidad del discurso científico, afirma, se encuentra en la eficiencia basada en el desarrollo del capitalismo, proyecto que al buscar la emancipación de la razón y de la moral de cualquier cuestión metafísica o teológica, fracasa por carecer de un principio universalizador y objetivo, que a final de cuentas son las características que buscan destituir. Con ello, la ciencia cumple “el papel de ser una herramienta adecuada para alcanzar la emancipación humana”13, en cuyo fondo se halla el problema sobre la legitimidad del saber, por encontrarse sojuzgado en las relaciones de poder y en el ejercicio de producción y ganancia que 11 Ibid. p. 268. 12 Ibid. p. 39. 13 Lyotard, Jean- Francoise, La posmodernidad (explicada a los niños) p. 75.


pueda obtener la industria de los avances y descubrimientos científicos que se hagan. Pues una vez que la ciencia es dirigida por la razón instrumental, pierde su visión objetiva y universal, carece de conciencia de sí y se convierte en un “sistema unificador que tiende a la primacía de la identidad y desconoce dentro de sus intereses todo tipo de preocupaciones éticas […]”14 Bajo este precepto es imposible hablar de conceptos y verdades absolutas dado que se hallan en continuo cuestionamiento y trasformación, fundamentándose en resultados empíricos. Así, aquello que se denomina como verdadero parte de una metodología, de un lenguaje exacto, inmediato y nominalista expresado por medio de fórmulas, que sólo distingue el discurso humano como generador y dominador. De esta manera “el hombre se descubrió como creador del mundo y como creador de sentido. Se vio como un demiurgo capaz de modelar la realidad conforme sus deseos. Las ideas eternas, Dios, la naturaleza, el ser absoluto, dejaban lugar a la ciencia, la sociología, la psicología, las interpretaciones voluntaristas de lo político. La realidad comenzó a verse como un producto de la invención humana”15. Una vez que la epistemología se convirtió en una ciencia unitaria, especializada, acrítica e irreflexiva frente a la comprensión y explicación de los procesos sociales e intelectivos, vació sus contenidos transformándose en una guía de procedimientos eficaces. Con lo que finalmente, teniendo en cuenta estas consecuencias llegamos al planteamiento en el cual, resulta prioritario restablecer el papel de la razón, como una facultad crítica y reflexiva que en primer lugar debe auto-asumirse en una crisis, para con ello transformar la relación de dominio que existe el hombre su entorno y la sociedad. Y es que a partir de la Epistemología es posible proporcionar un principio de legitimidad para las ciencias en el que se tome en cuenta la objetividad del discurso fundamentador de ésta y no sólo los medios de producción y la finalidad de ganancia. En el mismo sentido, es importante restituir la importancia que existe entre el conocimiento y la acción, entre el saber y el hacer, con el objetivo de rescatar la conciencia entre el desarrollo del 14 Suárez Molano, José Olimpo, Crítica a la razón en la filosofía del siglo XX, p. 46. 15 Pérez-Lindo, Augusto, El problema de la verdad. Estudios sobre Platón, Aristóteles, Descartes, Nagajuna, Kant, Nietzsche y Sartre, p. 47.


progreso científico y las consecuencias antropológicas y epistemológicas que conlleva poseer un compromiso que implica responsabilidad frente a cuestiones de poder. De tal manera que la epistemología, y con ello el pensamiento, debe de poseer y conservar un carácter abierto y reflexivo, tolerante y crítico sobre los anteriores procesos históricos pero sobre todo frente a las necesidades y planteamientos presentes y futuros en los cuales dadas las circunstancias, existe un mayor riesgo para que se acrecente la postura autoritaria e irreflexiva, propia de la razón instrumental, la cual resulta insostenible para fundamentar cualquier principio o ideología, por considerar al pensamiento como una metodología estandarizada, pragmática e intolerante.

Con lo cual la proliferación del diálogo intelectual debe promover la diversidad de

posturas y la expresión integral de la racionalidad humana, la cual lejos de percibirse como superior o dominante, se muestra de manera autentica cuando logra constituirse como una parte integrante de un todo.


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