RETRATOS DE CAMICÁ. Poesía y prosa. Carmen Victoria Muñoz Morales. Ediciones Exilio. Febrero 2019

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RETRATOS DE CAMICÁ -Poesía y prosa-


RETRATOS DE CAMICÁ -Poesía y prosa-

Carmen Victoria Muñoz Morales


Retratos de Camicá -Poesía y prosa© Carmen Victoria Muñoz Morales Correo: carvictoria70@hotmail.com ISBN: 978-958-56969-2-1 Primera edición: febrero de 2019 Tiraje: 250 ejemplares Ediciones Exilio Edición al cuidado de Hernán Vargascarreño fundacionexilio@gmail.com Bogotá Diseño de portada: Salime Hurtado Marún Impresión Editorial Gente Nueva Tel: 320 2188 Bogotá, D.C. Impreso en Colombia / Printed in Colombia


La verdad desnuda En este conjunto de textos poéticos titulados Retratos de Camicá, Carmen Victoria, con especial agudeza para captar la terrible impiedad del hombre bestializado, pone de relieve la indolencia que va encalleciendo la consciencia de muchos sobrevivientes de la violencia, con sus secuelas lógicas, haciendo de las víctimas victimarios de los más débiles, y empoderándolas en la indiferencia y en la apatía, insensibles ante el dolor de lo vivo, como si ya las gentes de Camicá fueran incapaces de alimentar el ser con la belleza de lo animado. Hay mucho dolor e indignación en este libro. En él se retratan personas y animales en manos de seres sin pasión por la vida; también se describen circunstancias que la autora, como gran número de colombianos, hemos conocido o vivido, directa o referencialmente. Cada texto narra un episodio en Camicá que se convierte en una especie de testimonio; son verdades estremecedoras narradas poéticamente; la autora sabe mostrarlas sin morbo y teje un entramado de historias de una manera bella así trate el horror y lo terrible. En Camicá, como en cualquier otro lugar del mundo con conflictos, la moral se relativiza, el sobreviviente RetRatos de CamiCá

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adquiere la cultura que le imponen las circunstancias. Los principios morales tradicionales caen en una zona de desuso y quedan doblegados y vejados por la violencia en todas sus formas, la cual se convierte una práctica validada y trasmitida hasta empotrarse en el imaginario del colectivo como mecanismo para resistir la vida. En estas circunstancias los únicos valores posibles hacen referencia a las prácticas que aseguren preservar la vida. De ahí, surge el interrogante: ¿Qué importancia pueden tener para un pueblo los valores, principios o normas morales que les han señalado como guías para un sano vivir, cuando lo que está en juego no es ni siquiera el pan diario sino la vida? En Autorretratos encontramos un acercamiento a lo divino por medio del verso. La autora mira a Dios no como dualidad sino como unidad: Bien y Mal, Luz y Sombra, Padre y Madre, Constructor y Destructor. Además, es evidente su fascinación por la muerte y por el amor, elementos presentes en sus primeros textos, los cuales los enfoca como puertas o ventanas salvadoras que le brindan al sujeto esperanzas para lograr la esquiva felicidad o hacer conjuros para espantar el miedo. Carmen Victoria es consciente de que su producción literaria puede parecer truculenta, ya que en ella explora los misterios del ser y ahonda en especial en [6]

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lo más oscuro de la condición humana. Por supuesto, ella ama desesperadamente la vida, lástima que, según ella, “el miedo y la angustia estén allí, agazapados y ansiosos.” En general, la palabra y voz de Carmen Victoria Muñoz Morales expresan su propia verdad, desnuda, sin concesiones, pero con transparencia. En sus obras también hay seducción y sensualidad, erotismo, caos, vergüenza de especie por los actos de los hombres, pero también existe el amor, la libertad, la reflexión, la belleza y la esperanza. Esta vez, como en sus trabajos anteriores, nos ofrece un banquete de realidad, drama y esperanza, con su especial manera de contar la tragedia de ser uno mismo en un mundo que perdió el camino del sentir humano. Dora Isabel Berdugo Iriarte Cartagena de Indias, enero del 2019

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RETRATOS DE CAMICÁ



OLvidO Volver a Camicá es regresar al olvido. La calle central, polvareda en verano en invierno barrizal, con casas desvencijadas resistiéndose a caer, son más que eso: allí juegan a vivir los tristes sin sus almas que se llevó la guerra. Aprendieron a beber su propia sangre atenazando el miedo en la garganta, sorbiendo la lágrima sin dejarla correr por la mejilla, pues prohibido era llorar a sus muertos. Maldiciones recibió. No pudieron contarse desaparecidos, muertos, gallinazos… así Camicá se convirtió en el propio infierno. Quizás por eso se detuvo el tiempo; la sumisión es ahora indolencia, se vaciaron ojos, se sellaron labios, se oprimieron corazones y sigilosos volviéronse los pasos. Se saben malditos porque lo bueno pasa de largo, porque los malevos levantaron allí sus casas y no se van. Nunca se van. Por eso, la impenetrable mirada, mustia sonrisa, árida palabra. Por eso, la esperanza es otra ilusión que también los muertos se llevaron. Por eso. RetRatos de CamiCá

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LechO finaL Fueron cuatro los del parque. Amanecieron uno al lado del otro, desamparados y muertos. Los llamaban perros y como a perros los botaron mas era solo un sustantivo, no así para sus verdugos: verdaderos perros de presa untados de hiel y sangre, transpirando crueldad y codicia. Insaciables humanos. Lastimosamente humanos. Los del pueblo miraron la muerte sin asombro, con un murmullo de “no es gran cosa” y se alejaron. No cavaron tumbas, no clavaron cruces, nadie rezó jaculatorio, nadie pidió un minuto de silencio ni encendió una vela. El cura no celebró misa, el pastor no exorcizó ningún espíritu, no hubo ofrendas, cortejo, incienso, entierro, lamentos o lágrimas. Solo risas de chiquillos arrastrando aquellos perros por el polvo de la calle hacia el caño maloliente, lecho final para los parias de siempre. Al agua van los cuatro del parque, los muertos sin nombres, los ausentes. Impunemente olvidados.

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eL cuartO ciegO Antonia tiene más de setenta aniversarios y pocos recuerdos. Vive con los del colegio. Su rostro de anciana ángel es mapa marcado por huellas de tiempo en una geografía: ojos como ríos secos, pozos de aguas muertas, ojos de agua que fluyeron lágrimas; boca con sonrisa fisura leve ahora, antes cráter para lanzar sus gritos de dolor y pánico; su piel territorio de caminos andados; montaña nevada su cabello, como su memoria blanca. ¿Encerró sus recuerdos en un cuarto ciego y le puso candados? Antonia, ¿en dónde están las llaves? Tal vez enterradas junto al cuerpo de Eusebio, su hijo que mataron en la plaza del pueblo. Alguna noche iría hasta el cementerio y las guardó en su tumba. También ha de estar Marcos, el desaparecido. Lo esperó largos años sin perder la esperanza, rogó por su regreso, aun cuando decían que se lo llevaron los mismos que mataron a Eusebio, mas perdió su voz mientras seguía rogando y la figura del hijo se fue volviendo sombra. Antonia, ¿alguna vez lo piensas, por ejemplo, si llueve cuando llega la noche como en aquella noche? Espanta una memoria viva: desarraigos, ausencias, RetRatos de CamiCá

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dolores que hienden un corazón de madre quien perdió sus dos hijos en este lugar absurdo y olvidado. Mejor fuera dejarla en el cuarto cerrado y enterradas las llaves. Si ella escogió la memoria blanca o el cuarto ciego y si sus ojos ya no lloran y si su Marcos ya no vuelve, hay que acunar su olvido, su reposo, abrazar la tierna fragilidad de Antonia. Y aún: la Memoria no muere y aquí queda contada.

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viLma A la memoria de Vilma Reyes Morales

I Entrechocar de botas, estruendo de puertas que abren y cierran, ruido de fusil contra fusil, no sabe a quién buscan, pero sabe que llegarán al cuarto. Y su amiga con terror de muerte e impolutos velos gasas tules azahares. Vilma revestida de lentejuelas cuales esmeraldas, cabello derramándose sobre los hombros como sus cejas azabache, Vilma ojos corales negros. Madre dijo “no vayas a Camicá “, y ella riendo que tal vez era su día pues solo se muere un día, mamá. II Raro silencio, puntas de botas en las hendijas. La de blanco suelta un quejido casi imperceptible, entonces golpean con frenesí, empujan, gritan. “Ajusta el cerrojo, refuerza la puerta con tu espalda”, se dice Vilma y corre. Lágrimas, sudores, orines, humedecen su vestido verde. -Solo vine a una boda, mamá. RetRatos de CamiCá

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-Solo quiero bailar el vals, mamá. Las balas abren un hueco en la puerta, en el cuerpo arrancado del suelo. A través de sus velos, gasas, tules, azahares, la novia mira idiotizada un montón de esmeraldas que se esparcen en el aire.

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niña “Cinco sirenitas te llevarán, por senderos de algas y de coral/ y fosforescentes caballos marinos, harán una ronda a tu lado...” Canción Alfonsina y el mar

Esa niña camina con el sol a su espalda, mirada altanera. Sus sandalias arrastran el polvo de la calle. Como diez años tiene la niña. Al otro lado acecha quien por centavos lame los retoñitos de su pecho y hurga su vientre con uñas mordidas. Ella va hacia el inframundo sin saberlo, ignora que los centavos queman sus manos aunque no vea el fuego. Y va. El hombre ojos de víbora, lengua y astucia de víbora, goza su placer anticipado, prepara el altar del sacrificio y como cada día, espera. Todos saben su destino con su blusa de amplio escote, mas las manos no se tienden, Hada Esperanza no visita su casa, Arcángel llora su impotencia y ningún carruaje divino la levantará del polvo. ¿Quién entonces paliará sus cicatrices, devolverá a sus ojos el asombro? ¿Quién salvará a la niña? A esa niña.

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hay fiesta “La guerra es fiesta”. Estanislao Zuleta.

- ¿Hay fiesta en Camicá? - No, Mam. - Hay algarabía. Hay alborozo. - Eso sí. Vinieron por nosotros. - ¿Para qué? - Para ir a la guerra. A la guerra, Mam. - Pueden matarte. - Somos más fuertes. - ¿Somos? - Ellos. - ¿Quiénes? - Ellos. - ¿Quiénes? - Los de siempre. Los Otros, no ganarán jamás. Tiembla, tambalea, a tientas sus manos encuentran la pared a su espalda. - Con los Otros, está tu hermano. - Duele. Pero es la guerra, Mam. - ¿Y si te mata? - No. Tenemos más poder. - ¿Lo matarías? - Juro que lloraré detrás de mi fusil. [ 18 ]

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- ¡Lo matarías! - Las balas no tienen nombre ni reconocen la sangre, Mam. - ¿Esa es la guerra? - Así es la guerra. Su cuerpo de madre se desliza hasta el piso, se hace un ovillo, llora y ruega: - ¡No te vayas entonces! - ¡Mam! Es por la Patria. Ella salta, se encrespa: - ¿La que mata a sus hijos? Esa no es Patria. Patria soy yo: me partí en dos para parirlos. Los amamanté, cuidé, arrullé… Fueron creciendo entre mis brazos, alisé sus cabellos con mis manos, con mis labios enjugué sus lágrimas. Los hice hombres para que fueran vida, no carroña para gallinazos en un potrero. Soy tu única Patria, ¿lo ves? Hunde su cara en el cuello flácido, ahoga un sollozo, pero dice: - Ya vinieron. Frente a la casa está la algarabía. La escuchas. No llores, no hay de otra, y quizás regrese, Mam. Ve el camión, a los muchachos felices con sus fusiles y capuchas. Ve a su hijo subir de prisa y otro fusil RetRatos de CamiCá

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brillando en su mano, su rostro de dicha embriagado. Los vecinos aplauden. Al fin el alborozo se convierte en eco. Poco después, una ráfaga anuncia el adiós a Camicá. En la acera, con lágrimas sobre su rostro gris, canta con tristeza: - Yo soy Patria, mis hijos, Patria soy yo. La madre canta y espera. Todavía.

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aLas en La Oscuridad Planean por las calles nocturnas, sus chillidos sacuden el sueño de los cuerpos arropados. Cuando la oscuridad se vuelve espesa, hay un batir de alas, pasos huyen, balas silban, motores rugen y algún cuerpo cae. Al amanecer, el rocío se derrama indiferente, se aprietan los labios, la respiración se contiene. Nadie mira, nadie conoce, nadie existe. Solo las pavorosas criaturas del infierno. Vigilan desde las esquinas: cabezas altas, miradas sesgadas, garras, garfios, picos aún con la sangre de quien no será más de este pueblo maldito que espera. Espera. ¿Qué espera?

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fuera de serie De discreto plumaje, el Carricarri acecha desde un roble a la gallina fina que pasea sus polluelos por el patio, feliz e inadvertida. Con ojos fijos en la presa se lanza, se posa en la tierra y sin esfuerzo captura una criatura e inicia el vuelo. Veloz según su estirpe, la madre rompe el aire con sus alas y patas, feroz por la sangre caliente sorprende al cazador y rescata al hijo de su entraña. No fluye la brisa, las nubes se detienen, igual el movimiento de hojas, de flores en los robles. Incrédulo, el rapaz observa a la heroína que arrebata de sus garras al pequeño, regresa con los otros, los cobija con las alas cerradas. Suspendido en el aire aún no entiende, vuela hacia otro roble, algunas de sus plumas desprendidas se las lleva la brisa que se agita de nuevo. Suma vergüenza tiene el Carricarri con experiencia en las lides de caza. Por eso, baja la cabeza para esconder la punta azul del pico entre su pecho. Desde el suelo la madre esta vez lo vigila y comparte temblores bajo su cuerpo que solo cesan cuando el enemigo se pierde en las alturas. Desde una ventana el amo se asombra y de orgullo ríe, pero poco le importa que con pavor se agiten los corazones de las crías. [ 22 ]

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mOta Ni maullidos o estampidas en los techos de zinc ni la desgarrada urgencia de una gata en celo. Luego de Azabache, Sasha y el hijo negrito de ambos, se supo de Mota muriendo también de manera terrible. Mota de mansedumbre, Mota de espuma en la cola, Mota de veneno en el vientre, Mota ausente. Quiebran contra los árboles a las hembras antes de abrir sus ojos por haber nacido hembras y los humanos no lloran el crimen; en piedra convirtió la tradición los corazones. Ya no corretean por esta calle; no existen en las casas ni en la calle. Hay quienes van matando a los gatos del pueblo, hay otros buscando a quienes los van matando. Quizás los motive la creencia absurda que persigue a los gatos a través de los tiempos y han convertido en culto la inconsciencia o tan solo la maldad pura los abdujo. Quizás otra batalla oscura ciérnase ahora sobre Camicá.

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AUTORRETRATOS



BestiaL Ya están los comensales tú y yo entre ellos Annabell dispuesta la escena: mesa, manteles, cubiertos, platos de loza fina, copas, vasos de vidrio azul sin faltar el arreglo de heliconias. Alguien hace vibrar una guitarra. Alguien inicia una canción sobre la civilización y el licor fuerte y el vino salpican la música. Desde el espejo de la pared de enfrente veo traer bandejas con crocantes carnes el plato principal con reverencia al centro de la mesa. Cerda dorada con una manzana roja en el hocico y la muerte en los párpados. Brilla mi mirada mi saliva se espesa mis papilas se expanden. Han trinchado el cuerpo RetRatos de CamiCá

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la manzana se escurre entre los platos (mas no importa el detalle) Las manos van y vienen con los trozos dorados, un comensal corta una oreja “porque se ve tostada” y la risa celebra. Deglutimos todo lo servido la cerda de oro con sus tripas su relleno de entrañas, arroz, aceitunas, alcaparras y uvas. Silencio en la guitarra. El espejo repite las bandejas sin nada, mis ojos febriles el sudor que me corre y mi cara con grasa y mis dientes lobunos se desmaya mi alma la bestia pierde fuerza, cabeza baja, se avergüenza. Ya se aplaca mi ansia ya mis ojos me acusan estoy de nuevo yo asombrados mis ojos sin creerme. Si sabes el secreto para atar el instinto que me crece por dentro [ 28 ]

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que doblega mi carne que vencerรก a la bestia que soy, dilo ahora Annabell.

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cOmO eva No soy mensajera celestial ni pureza de primavera. Comí del fruto y como a Eva Consciencia dijo: ¡vuela! y conocí mis alas y expulsada fui sin piedad del nido. Los árboles me golpearon el lodo me salpicó la oscuridad me hizo esclava. Soy otro ángel caído del vuelo a quien la luz no alcanza. Amigo: ¿quisieras tú reconstruir mis alas?

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PsicĂłticO Algo duele dentro llora se traga mi aire me revienta siniestro fustiga mi paz oprime doblega mata. HabrĂ­a que aislarlo de la oscuridad que lo resguarda defenestrarlo cortar de tajo su cabeza si tuviera forma o principio si lo conociera si fuera alguien.

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¿ser? Lógica conservándome mágica ¿Sabia académica y no empírica? Química sin olvidarme Mística pero nunca profeta. De cierto soy murciélaga sin radares de vuelo cigarra a quien su canto estalla una de esas mariposillas fugaces que ante la luz se quema. Amiga, no te inquietes. También soy torcaza de anidar amoroso pluma que cuenta los avatares de tu alma.

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esPantO No quiero acelerar tu latido no aspiro al brillo de tu lágrima compunción ni queja no tolero. Pero dame tus manos para atrapar mi espanto tus dedos que desaten mi boca tu boca que trague mi grito tu grito que explote mi dicha tu oído para escuchar mi canto de abismos y de cúspides con mi voz expandida sobre ti como un cielo. Medir por fin cristales condensados de tiempo conocer porvenires en un diamante virgen y tener una perla: Tu alma. RetRatos de CamiCá

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devenires Polvo aire lluvia y fuego. Luz tiniebla savia y veneno. De árbol raíces ramas hojas flor polen miel alimento de pájaro mariposa o abeja. Alas escapando al viento arena mar espuma cangrejo danzarín lombriz víbora gata fiera viajera eterna en fin… más allá de mi carne siempre soy.

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PrOPuesta Tú vives tu infierno yo no puedo con el mío nos une el tormento pero dos son demasiado cada uno domina como se le da la gana, divididos tienen más poder para vencer como afirmara Maquiavelo. Podríamos llevarle la contraria hemos aprendido a vivir en contravía y la unión será fuerza, la mejor arma. Podemos juntarlos si tú quieres quizás nuestras criaturas se devoren quizás los derrotemos si hacemos uno solo dejando a Maquiavelo con los pelos de punta. Si tú quieres, te propongo. RetRatos de CamiCá

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La Otra sherezada El psiquiatra me dijo: -¿Conque el suicidio? Entonces, al encierro. -¡No, doctor! Cuando escriba este libro. Al terminarlo, dice: -¿Conque el suicidio? Entonces, al encierro. -¡No, doctor! Mejor comienzo otro. Y seguimos así el viejo guion sin fin. Yo: Nueva Sherezada. Él: Maldito Sultán El Encierro: La Muerte Mis Libros: Las Noches. Pero el maldito insiste: -¿Escribiste tus libros mi Nueva Sherezada? ¡Entonces, a la muerte! Dulcemente le digo: –¡Oh, no, señor Sultán! Tan solo llevo nueve.

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tríPticO eróticO I Te amé, dices. Tus ojos conocieron el tiempo a segundos de los míos, mis yemas rehacían las palmas de tus manos, el borde de tu boca; la punta de mi lengua exploraba tus grietas, mi beso como pulpa de carne te ahogaba la garganta, tierra húmeda mi cuerpo olía a albahaca sabía a yerbabuena. Tú, tremor devastado a mis expensas. Dices que tu piel doblegó la altivez de mis senos, tus dientes remordieron mis pezones sacándome la vida, mis dedos en la espalda fueron caricia lenta igual sobre tu vientre y tu vientre estrujado contra el mío reclamó su delirio. Tuvimos nuestro cielo, dices tú, en mi entraña yo, en tu embate y los gemidos eran gritos libertarios. Fuiste mi hombre, juras mi risa, mi llanto, mi todo RetRatos de CamiCá

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no sé si me soñaste y no quiero mirarte, me apenas y no quisiera dañarte bien mío mas no sé si te amé. No lo recuerdo. II Desde mis párpados gotas de lluvia bajan por las mejillas barbilla cuello hombros pecho, se detienen en las cúspides de mis senos tal con miedo asomadas a un abismo aferrando la caricia sus dedos de río dulce yemas de seda hojas de albahaca pétalos de flor madura polen de colibrí labios humedeciendo la aridez de mis desiertos como besos. Saltan hasta mi ombligo [ 38 ]

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me sorprenden y ruedan ruedan por la superficie de mi vientre como a su refugio como a la carrera se internan en el mangle que rodea la guarida penetran las paredes para no ser más gotas de lluvia leves gotas Para ser cataclismo gozo y gemido brotes y jugos de mi cascada que persiste. III Ahora ya no puedo mirarte Ejército al garete de caballos galopa sobre mí cien mil cascos hundiéndose en mi carne y se quiebra Trémulo el ombligo de mi vientre vierte el pudor sobre la tierra RetRatos de CamiCá

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Pececillos mis muslos se deslizan en la sola humedad de tus pupilas y enardece mi pecho Amor ya no me mires ni siquiera me mires repliega los pĂĄrpados baja la cabeza da la vuelta no entreabras la puerta de este infierno que calcina mi entraĂąa y me quema, amor me quema.

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Piedra ¡Habla! Miguel Ángel

Si me dijeras algo hasta quererte puedo. Por ahora eres p e t r a entre mis dedos; te susurro y no te conmueven mis susurros. En tu forma nada está definido: un lado plano e inclinado una protuberancia para afianzar mi mano triángulo habrías sido si no fuese curvado lo que pudo ser ángulos. Las palmas de mis manos frotan tu suave piel ¡he dicho tu suave piel como a mi amado! Ah, hay tibieza en tu petredad atravesada por mi calor y un ligero rubor pareciera encenderte. ¿Eres ígnea, te formaste de lava? ¿Te botó el mar, eres de arena? Celeste, no, no pareces parida por un rayo. ¿Escuchas mi susurro? Escucha mis susurros. Si me dijeras algo hasta quererte puedo. RetRatos de CamiCá

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aLmas La madre mariposa se quebró Dos mariposas sobre la brisa leve se escaparon Sucedió en el Origen cuando el destello de la primera luz Fueron separadas por sus rumbos el trasegar del tiempo las tormentas, las guerras, el amor y otros mundos. Mas cada tanto, la vida, ¡oh, la vida! las renueva se reencuentran a pesar de sus otros colores y vuelos a pesar de no haberse mirado ni una vez a los ojos. Son mi alma y la tuya del mismo resplandor del alma grande. Dos mariposas leves.

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cOntenidO La verdad desnuda

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RETRATOS DE CAMICÁ

Olvido Lecho final El cuarto ciego Vilma Niña Hay fiesta Alas en la oscuridad Fuera de serie Mota

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AUTORRETRATOS

Bestial Como Eva Psicótico ¿Ser? Espanto Devenires Propuesta La otra Sherezada Tríptico erótico Piedra Almas RetRatos de CamiCá

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Retratos de Camicรก se terminรณ de imprimir para Ediciones Exilio en el mes de febrero de 2019 en los talleres grรกficos de Gente Nueva Editorial en el barrio Teusaquillo de Bogotรก.



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