El libro de Catòia

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Reloj de Bolsillo CHUSÉ INAZIO NABARRO

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Quimeras estivales y otras prosas valanderas JESÚS MONCADA

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El cura de Almuniaced JOSÉ RAMÓN ARANA

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Tren de Val de Zafán LIBRO COLECTIVO DE RELATOS

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Allí donde el viento sopla para agitar las hojas de los árboles

En la Francia de entreguerras mundiales, todavía sobrevive una rara secta católica: la de aquellos que no reconocen a la Iglesia desde que el papa pactó con Napoleón un siglo atrás. El niño Catòia, llamado el empolvado, por la costumbre de empolvarse los cabellos como en el siglo XVIII, es el último descendiente de una familia occitana de refractarios. Su infancia habría podido ser la de cualquier niño de la campiña si no fuese por su abuelo, que lo preparó para que fuese el heredero de la “Pequeña iglesia” contra la voluntad de su madre. El libro de Catòia es la novela mayor de la literatura occitana moderna , y una espléndida metáfora de las comunidades que agonizan en una marginación voluntaria. Ha sido publicada en España por primera vez en catalán de la mano de Artur Quintana bajo el título de Catoia, l’enfarinat y ahora se presenta su traducción al castellano.

CHUSÉ INAZIO NABARRO

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El libro de Catòia JOAN BODON

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El juguete rabioso ROBERTO ARLT

www.garadedizions.com 9

La calle del agujero en la media. Todos bailan RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN

El libro de Catòia JOAN BODON

JOAN BODON

Adónde vamos ANA TENA PUY

El libro de Catòia

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Joan Bodon conocido en francés en Jean Boudou, nació en 1920 en Crespin de Naucelle, un pueblecito occitano de Rouergue, en el seno de una familia de pequeños campesinos. Estudió para maestro de escuela y ejerció en diversas localidades de Occitania y en los últimos años en Arbatache, un barrio de Argel, donde murió en 1975. El ambiente propicio de su casa con una madre y una tía que eran grandes narradores, y el contacto con las obras de los felibres –movimiento occitano de defensa de la lengua y la cultura de Oc–, pronto llevó a Bodon a escribir en occitano dando un giro estético a la literatura occitana hacia la modernidad literaria. En prosa es autor de novelas como Contes dels Balssas sobre la familia Balzac, La grava sul camin La Santa Estèla del Centenari Lo libre de Catòia, La Quimèra, Las Domaisèlas, Lo libre dels Grands Jorns, ... y de cuentos Los contes del meu ostal... Cultivó también la poesía Res non val l’electro-chòc y Sus la mar de las galèras. Algunos de sus poemas han sido adaptados por cantautores.


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El cura de Almuniaced JOSÉ RAMÓN ARANA

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Tren de Val de Zafán LIBRO COLECTIVO DE RELATOS

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Allí donde el viento sopla para agitar las hojas de los árboles

En la Francia de entreguerras mundiales, todavía sobrevive una rara secta católica: la de aquellos que no reconocen a la Iglesia desde que el papa pactó con Napoleón un siglo atrás. El niño Catòia, llamado el empolvado, por la costumbre de empolvarse los cabellos como en el siglo XVIII, es el último descendiente de una familia occitana de refractarios. Su infancia habría podido ser la de cualquier niño de la campiña si no fuese por su abuelo, que lo preparó para que fuese el heredero de la “Pequeña iglesia” contra la voluntad de su madre. El libro de Catòia es la novela mayor de la literatura occitana moderna , y una espléndida metáfora de las comunidades que agonizan en una marginación voluntaria. Ha sido publicada en España por primera vez en catalán de la mano de Artur Quintana bajo el título de Catoia, l’enfarinat y ahora se presenta su traducción al castellano.

CHUSÉ INAZIO NABARRO

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El juguete rabioso ROBERTO ARLT

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La calle del agujero en la media. Todos bailan RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN

El libro de Catòia JOAN BODON

JOAN BODON

Adónde vamos ANA TENA PUY

El libro de Catòia

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Joan Bodon conocido en francés en Jean Boudou, nació en 1920 en Crespin de Naucelle, un pueblecito occitano de Rouergue, en el seno de una familia de pequeños campesinos. Estudió para maestro de escuela y ejerció en diversas localidades de Occitania y en los últimos años en Arbatache, un barrio de Argel, donde murió en 1975. El ambiente propicio de su casa con una madre y una tía que eran grandes narradores, y el contacto con las obras de los felibres –movimiento occitano de defensa de la lengua y la cultura de Oc–, pronto llevó a Bodon a escribir en occitano dando un giro estético a la literatura occitana hacia la modernidad literaria. En prosa es autor de novelas como Contes dels Balssas sobre la familia Balzac, La grava sul camin La Santa Estèla del Centenari Lo libre de Catòia, La Quimèra, Las Domaisèlas, Lo libre dels Grands Jorns, ... y de cuentos Los contes del meu ostal... Cultivó también la poesía Res non val l’electro-chòc y Sus la mar de las galèras. Algunos de sus poemas han sido adaptados por cantautores.


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EL LIBRO DE CATÒIA

GARA VICEVERSA,

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Diseño de colección: Ricardo Polo. Equipo de Diseño Gráfico de Prames Dibujo de portada: Sèrgio Naya. Equipo de Diseño Gráfico de Prames

Título original: Lo libre de Catòia Traducido del occitano: Miguel Gimeno

1ª edición en esta colección, diciembre de 2011

© Joan Bodon © de esta edición Gara d’Edizions © del prólogo Artur Quintana GARA D’EDIZIONS Avda. Navarra, 8 E–50010 Zaragoza www.garadedizions.com e–mail: gara@garadedizions.com

I.S.B.N.: 978-84-8094-407-6 Dep. Legal: Z-692-2012 Imprime: INO Reproducciones, S.A.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización previa de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.


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EL LIBRO DE CATÒIA JOAN BODON TRADUCIDO DEL OCCITANO

por MIGUEL GIMENO


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PREFACIO LOS EMPOLVADOS El doce de julio de 1790 el Gobierno francés revolucionario instituía la constitución civil del clero. Bajo el Antiguo Régimen el rey nombraba los obispos, y los intendentes reales los curas. De ahora en adelante lo haría el pueblo soberano. Esto quería decir que el clero católico sería elegido también por los ciudadanos judíos, hugonotes, ateos. En enero de 1791 el Estado exigió al clero que prestara juramento a aquella constitución; la gran mayoría se negó. El marzo del mismo año el Papa Pío VII la condenaba. A partir de este momento hay dos iglesias católicas enfrentadas: la «refractaria», sometida al Papa, monárquica y arraigada en las viejas tradiciones; y la «constitucional», elegida por el Gobierno. Malvivían las dos iglesias durante los años de la revolución. La refractaria organizaba donde podía –la Vendée, Bretaña, Roergue...– sublevaciones campesinas, ferozmente resistentes y ferozmente reprimidas por el Gobierno republicano. Las dos iglesias continuaban separadas. Descabezada la revolución por la reacción thermidoriana primero y definitivamente después por Napoleón, este firmó con el Papa Pío VII el Concordato de 1801 para un retorno más o menos parecido a la situación que había bajo la monarquía. Según el concordato, el Papa obligaría a los obispos y curas refractarios a dimitir y Napoleón haría lo mismo con los obispos y curas constitucionales. Después Napoleón nombraría los nuevos obispos y el Papa les daría la investidura canónica. Justo es decir que según algunos historiadores Napoleón no descabezó la revolución, más bien la normalizó; y que, en cuanto al clero, lejos de devolverlo a su situación de antes de aque7


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lla, lo domesticó. En todo caso, lo cierto es que si bien se suprimía la elección republicana, en su lugar aparecía un nuevo abuso, el nombramiento de los clérigos por el Estado. Unos cuantos obispos refractarios, y entre ellos monseñor de Colbèrt, obispo de Rodez, adujeron que el Papa no tenía poder para obligarlos a dimitir, porque ellos eran continuadores de los apóstoles ni más ni menos que el Papa. Ningún poder, insistían, podía romper la filiación apostólica que poseían, pasada de los unos a los otros a través de los siglos. Algunos curas refractarios se negaron a aceptar el nombramiento hecho por Napoleón, puesto que este era jefe del Estado por elección y no por la voluntad de Dios, como en el caso de los antiguos reyes. El nombramiento hecho por Napoleón equivalía, decían, a aquella elección del cura por sufragio de todos los ciudadanos bajo la República; si antes no se habían sometido, tampoco se someterían ahora. De aquí salió la Pequeña Iglesia, extendida un poco por todo Francia, con núcleos considerables en la Vendée y en Bretaña, y menos en Poitou, en el Lionesado, en Roergue, en la alta Auvernia y en los Alpes. Sus fieles, los «católicos viejos», recibieron el mote de empolvados por su costumbre de empolvarse los cabellos con harina siguiendo la vieja moda, la del siglo XVIII. En Roergue, donde había grupos importantes de empolvados, especialmente en el Villecomtal1, fueron denominados también plombats, apodo derivado del nombre de un cura refractario de Saint Geniez d’Olt, que se llamaba Plombat. El cisma, que ya se adivinaba el 1790, se había consumado. Cismática es –según los empolvados, evidentemente– la Iglesia romana. Más de cien años después dirá un empolvado todavía: «No nos hemos separado del Papa, no; es el Papa quien se ha separado de nosotros; de nosotros, la Iglesia de Jesucristo». Los obispos de la Pequeña Iglesia no ordenaron ya nuevos sacerdotes y hacia finales de los años treinta del siglo pasado 1 Sobre el movimiento empolvado en Villecomtal, «la Roma de los empolvados», véase el artículo breve pero muy sustancioso de Denise Imbert «La réaction anticoncordataire en Pays d’Oc», aparecido a Cahiers Pedagógics del Institut d’Estudis Occitans, núm. 47 (1970), páginas 11-16. Es interesante observar que la autora reproduce fragmentos de El libro de Catòia para situar los documentos que comenta o transcribe.

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habían muerto todos los obispos y curas empolvados. La Iglesia, la comunión de los fieles, continuaba aun así y continúa quizás todavía ahora. La restauración borbónica en Francia aceptó el Concordato de 1801 y por lo tanto no significó ninguna posibilidad de entente entre los católicos viejos y Roma. Los empolvados se aislaron completamente de los otros, tenidos por ellos como cismáticos o herejes. Campesinos todos ellos, vivían en un régimen de autarquía casi total. Señores absolutos dentro de sus masías aisladas de Roergue, supieron hacer de los arruinados ideales de la Iglesia gala del Antiguo Régimen una fuente, a ratos, de auténtica religiosidad. A esto les ayudó, está claro, la democratización que necesariamente se tenía que producir por la desaparición de todo el clero empolvado hacia el 1840, como ya he dicho antes. A partir de este momento los fieles interpretaron ellos solos, sin ningún tipo de intermediarios, los textos sagrados. Más de un siglo se han mantenido, como dicen ellos, por la sola fuerza de la Palabra. La religiosidad entraba en todos los actos de la vida; la casa devenía en templo. Agotadas las especies sagradas y al no poder consagrar otras nuevas por carencia de sacerdotes ordenados, se produjo necesariamente una desmaterialización de los sacramentos, especialmente de la eucaristía. La necesidad de intervenir los fieles renovaba la liturgia. Predicaban en su lengua y crearon un mesianismo y, si se prefiere, al revés: cuando el católico verdadero, como se denominan a sí mismos los empolvados, llora ante el copón vacío, sabe que nunca más podrá encontrar la eucaristía. Es pues un llanto de muerte. Y aun así se mantendrá fiel. El movimiento empolvado duró tanto como la autarquía del campesinado, a la cual proporcionaba una ideología. Su decadencia se produce con la industrialización y el estancamiento general de la agricultura. A comienzos del siglo XX los empolvados eran ya pocos; la mayoría habían vuelto al catolicismo romano o habían seguido el proceso general de laicidad y no practicaban ya ninguna religión. Aun así algunos grupos aislados, a menudo ya sólo una familia, seguían fieles a la Pequeña Iglesia. Quizás todavía hoy queden unos cuantos; de hecho, todavía se mantienen unos 4.000 empolvados. En todo caso, es seguro que 9


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todavía viven personas que de pequeños fueron educados según los ideales de los empolvados. En cualquier caso, a medida que el número de empolvados disminuía, aumentaba el fanatismo de los últimos fieles de la Pequeña Iglesia. El libro de Catòia Hasta aquí la historia. Ahora empieza la ficción: la juventud de Amans Codomièr, apodado Catòia, que debió nacer hacia el 1917, hijo de la última familia empolvada de Roergue. En esta obra publicada el 1966, el autor, Joan Bodon, presenta la destrucción de la minoría empolvada hasta llegar a su último representante. Evidentemente hay un fácil paralelismo entre la situación de los empolvados y la misma situación de la minoría occitana en Francia. Parece que la recepción de El libro de Catòia en Occitania se ha hecho aceptando precisamente este paralelismo2, por otra parte muy discutible. Para unos lectores la obra actuaría de revulsivo y supondría el paso hacia la acción; para otros sería una reafirmación del propio desespero. Confieso que el paralelismo es tentador y aun así no lo creo sostenible. En la obra no hay ninguna alusión directa, evidentemente. Se apuntala en unos parecidos demasiado superficiales: una minoría en proceso de desaparición extendida sobre todo entre el campesinado, tanto en un caso –los occitanos– como en el otro –los empolvados–. Y tampoco es esencial en la obra de Bodon la descripción del proceso de desaparición de la minoría empolvada, sino la presentación de formas de vida en la situación límite de una sociedad, estudiadas casi in vitro podríamos decir. El autor presenta la imposibilidad de la socialización hacia la 2 Comparemos los testimonios siguientes: en el núm. 9 de la revista Viure, de Nimes, die J. L. Guin: «¿Quién es el occitanista que no se siente afectado por esta historia y que no descubre en el gueto vacío donde Catòia está apresado una imagen fiel de nuestra situación? ¿Quién de nosotros no se ha sentido a veces Catòia, es decir, una especie de loco consciente de estar jodido?» Y en la Nouvelle histoire de la littérature occitane, de R. Lafont i C. Anatole (París, 1970): «Presenciamos el fin de esta resistencia [la de los empolvados]; una serie de pequeños desastres evidencian el carácter absurdo de esta resistencia, tozudez que es una nueva locura. El fin de Occitania, que obsesiona a Bodon, se puede leer con transparencia».

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libertad en una sociedad dominada por el fanatismo religioso. El fanatismo no deja surgir en esta sociedad la comunicación entre sus miembros o con el exterior, comunicación que podría liberarla, humanizarla. Para mantenerse estática, la sociedad empolvada tiene que generar formas de represión para los que la forman. Estas formas de represión son dos básicamente: la educación autoritaria y la represión sexual. La educación de Amans en la sociedad empolvada no va dirigida a darle unos principios generales que permitan al chico adaptarse a cada nueva situación, sino a proporcionarle sólo unas formas adaptadas a una situación dada, invariable, un rito pues. Cuando la situación varía, Amans no sabe qué hacer. Siempre le hará falta alguien que lo dirija –no es azar que la frase «me cogió de la mano» salga tan a menudo. El individuo no es apto para la vida fuera de los límites de la sociedad que lo domina. La sexualidad, si fuera admitida en esta sociedad, constituiría una fuerza liberadora que podría introducir una humanización de las relaciones sociales y dar al traste quizás con el proceso educativo autoritario. Hace falta pues reprimirla y Amans será incapaz de adaptarse para el amor. Educado así, Amans interioriza las formas de represión a que está sometido hasta que se transforma en una parte de si mismo. A partir de este momento ya nunca más se podría deshacerme de ella: es ya Catòia; cualquier intento de fuga supone para él un sentimiento de culpa. La narración, siempre en primera persona y en boca de Amans, es aun así situativa, quiero decir que aunque quien habla es el Amans adulto, ya un hombre hecho, que ha sufrido la última guerra mundial y los campos de trabajo en Alemania, la descripción es hecha siempre, o casi siempre, según la perspectiva que Amans tenía cuando pasaban las cosas que nos cuenta; es decir pues, siempre desde la perspectiva del niño o del adolescente. Esto permite asistir al proceso de socialización represiva de Amans desde dentro, nunca como reflexión o moralización por parte del autor. La distanciación está siempre presente. Sin que haya que hacer del autor de este libro un empolvado, es evidente que la obra contiene mucha autobiografía: la madre de Joan Bodon, como la de Catòia, era del Albigés, de la familia 11


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de los Balssà, Balzac para los no iniciados; la casa de los Catòia es la de Joan Bodon, donde había también una «sala del capellán»; la geografía del pueblo y de la comarca de los Catòia es tan vívida porque es también la del autor; la cultura labradora está tan primorosamente descrita porque el autor la conoce muy bien; la leyenda local de la Glèisa vièlha (la Iglesia vieja) de los papas roerganos de la Peniscoleta, fieles todavía en pleno siglo XX a Benedicto XIII (el Papa Luna), se relaciona con el nombre de una masía del ayuntamiento de Crespin, el pueblo donde nació el autor, en Roergue; la imagen de la Virgen María de la Leche recogida por el felibre Vailet esconde también recuerdos de infancia y adolescencia. Bodon declaraba a la revista Oc en 1959: «Un autor sólo puede hablar de las cosas que conoce. Y sólo conoce aquello que la vida le ha permitido conocer. Y aunque yo hubiera escrito en francés, sólo habría podido escribir lo que he escrito: cuentos de mi país, historias que me afectan a mí y a hombres de mi país». Y es precisamente la descripción profundizada de la realidad inmediata del autor que da a este libro su universalidad: la sociedad empolvada es perfectamente identificable en otros muchos lugares y tiempos de este planeta. EN OCCITANO LA VIDA ENTERA El libro de Catòia se sitúa dentro del intento de normalización de la prosa occitana que empieza con la publicación en 1951 de la obra de Robert Lafont La vida de Joan Larsinhac, escrita ya el 1945. Este libro significaba la ruptura con la pretendida especialización que se centraba en un tiempo detenido (o mejor en una atemporalidad de la narración), en el ruralismo, en el folclore, en el sueño de una niñez campesina y en un lenguaje colorista, localista y a menudo desmesurado. Con La vida de Joan Larsinhac demostraba Lafont una cosa que en rigor no habría habido que demostrar, quiero decir que el occitano es una lengua válida para decirlo todo y no, como alguien pretendía, buena sólo para hablar de la añoranza del pasado y de la tradición idealizados sin mucha vergüenza, o de un pretendido campesinado arcadiano 12


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que nunca ha existido. En Joan Larsinhac, Lafont presenta, en vez de aquella atemporalidad, un ahora y aquí decididos, historia pues, no sueño sólo, y como reacción frente al ruralismo tópico la preferencia por un ambiente ciudadano, el de los intelectuales occitanistas de la Resistencia, y preferencia también por un lenguaje neutro, medido, tenso3. El ejemplo de Robert Lafont con La vida de Joan Larsinhac no encontró seguidores hasta pasados unos cuantos años, buena prueba de cómo estaba, de arraigada, entre los escritores occitanos aquella inercia que venía de lejos4. Joan Bodon fue el primero a seguir el camino iniciado por Lafont con su obra Lo libre de los Grands Jorns, publicado en 1956; siguió Pèire Pessamessa en 1957 con Nhòcas e Bachòcas. En esta misma fecha, «sus la fin de la invern», Loïs Delluc acababa su novela Tibal lo garrel, que el año siguiente obtendría el premio Teodor Aubanel y aparecería publicada por Ediciones Aubanel, en Aviñón, al mismo tiempo que en versión francesa; con el título El garrell apareció en 1963 traducida al catalán (por Joan Sales); el éxito logrado por El garrell tanto en su edición original como través de sus traducciones se 3 Sobre esto véanse unas declaraciones de Joan Bodon a Oc en 1959: «En cierto modo la lengua es una prisión y nosotros estamos adentro. Pero hay que abrir la prisión. Es muy bonito esto de buscar palabras extrañas y formas occitanísimas, pero ¿quién entenderá estas bonitas palabras y estas formas tan nuestras? Creo que vale la pena simplificar el vocabulario y las construcciones tanto como se pueda, y esto vale, bien mirado, para toda la lengua. ¡Por qué no un occitano básico! Con un occitano básico se podrían escribir obras maestras. La lengua de los trovadores era el occitano básico de aquel tiempo». Parece que por básico se tenga que entender aquí la koiné normativa en oposición a la atomización dialectal. En este sentido vale la pena indicar que en las obras de Joan Bodon sólo ocasionalmente se encuentran palabras que no figuren en el diccionario de Loïs Alibert, es decir, en el diccionario, en cierto modo, normativo occitano. El estudio profundizado de la lengua de Joan Bodon podría informarnos suficientemente, creo yo, sobre el proceso de formación de una lengua literaria general, apta para todos los usos. 4 También la crítica oficial francesa contribuía y contribuye todavía a esta pretendida «vocación occitana»; un ejemplo parecido en otras latitudes es el de la «vocación lírica» de la lengua gallega con todo aquello de «la dulce Rosalía de Castro» de tantos manuales y crónicas literarias. La pena es que a menudo caen en la trampa buen número de los mismos interesados: véase los obstinados en que lo único realmente bueno de la literatura catalana es la poesía; llega a parecer como que les alarma que se aspire a hacer una literatura tan normal como las otras; una literatura para ser leída nada más y nada menos que como la francesa o la castellana, por ejemplo.

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debe al intenso dramatismo que la sostiene de cabo a rabo y a la sugestiva vivacidad que la caracteriza. Ya dentro de la década de los sesenta aparecen obras de Bernat Manciet y de Ives Roqueta, además de otras de los ya mencionados Lafont, Bodon y Pessamessa. Todo ello supone una veintena escasa de obras, pero para acabar con el carácter «felibrista» que todavía tenían las letras occitanas ayer mismo. Los autores son ahora testigos de su tiempo, aunque este pueda aparecer bajo la máscara de la cienciaficción: descripción de la burguesía rural o urbana, de la condición obrera, militar, intelectual, el colonialismo interior... y también el mundo rural y la condición campesina, está claro, en cuanto que también son realidades muy presentes. En occitano, pues, la vida entera. ARTUR QUINTANA Friburgo de Brisgovia, julio de 1973

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EL LIBRO DE CATÒIA


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Este libro está dedicado a mi maestro Enric Mouly.


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1 CATÒIA Sí, soy Catòia. Catòia el empolvado. Nunca he sido como los otros. Nunca. Porque soy Catòia. Y también porque soy un empolvado. En Sant Genièis nadie sabe que soy Catòia. Nadie sabe que soy un empolvado. Pero lo sé yo. Yo, Amans, Bautista, Blasi Codomièr. Codomièr soy en Sant Genièis. Y aún más, Amans. Y me gusta ser Amans: san Amans, primer obispo de Rodés… En mi tierra mi madre me llamaba Manson. No usaba otro nombre: Manson; que es el diminutivo de Amans. Pero cuando fui a la escuela… Mi madre me habría querido llevar a la escuela en Pascua. El maestro no me aceptó. Tuvimos que esperar hasta octubre: un tiempo de otoño, un día de viento del sur y de castañas. En Sant Genièis no conocen el viento del este. En mi tierra, en el Segalar… Mi madre me puso el guardapolvos totalmente nuevo. Me dio un saquete con tres buñuelos dentro y me agarró de la mano. En el patio de la escuela, nada más vernos llegar, los otros niños dejaron de jugar. Y nos miraban. Yo apretaba las manos de mi mamá. Fuimos a ver al maestro a su despacho para escribir mi nombre en no sé qué registros. Mi nombre… ¡Ah, mi nombre! Mi madre me dejó en el patio sin atreverse a darme un beso: los otros nos miraban. Yo estaba de espaldas contra la pared, el saquete de buñuelos bajo el brazo. Mi madre se había ido. —Catòia... Catòia el pequeño... Catòia... ¿Cuál de ellos lo dijo primero? Ahora todos los niños me rodeaban y me señalaban con el dedo. 19


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—Catòia... Yo todavía no entendía quién era Catòia. Con el dedo meñique los señalaba también. Y grité lo mismo que ellos: —Catòia... Todos aplaudieron. Saltaron como unos locos. Se me acercaron todavía más. —Catòia. Catòia... pequeño Catòia... Y me quitaron la boina de la cabeza. La arrojaron lejos. De un revés me arrancaron el saquete de los buñuelos y lo hacían saltar a puntapiés. Entonces lo comprendí. Yo era Catòia. Pero ¿por qué era Catòia? Giré la cabeza hacia la pared y lloré. Vino el maestro, seguramente para consolarme. Pero ¿cómo me podría ofrecer consuelo? Yo era Catòia. Cuando salimos, a las once, mi madre me esperaba en la esquina del patio. Me le acerqué con los ojos llenos de lágrimas, sin poder hablar, ahogado por los sollozos… Me colmó de besos a pesar de que los otros pasaran por allí, se riesen y nos mirasen. —Qué, ¿no te gusta la escuela? –me preguntaba ella–. Pero ¿qué te pasa, pobre Manson? —Catòia… –decía yo, entrecortadamente–. Catòia… Entonces me cogió a cuestas y me llevó a casa como si fuese un niño pequeño. Y nada más llegar a casa llamó al padre y al abuelo. Mi madre daba unos gritos que para qué y me apretaba todavía con más fuerza. —Me iré de aquí –aullaba–. Me iré sola si es necesario. A un país donde no nos conozca nadie... Mi padre no decía nada. El abuelo se quitó el sombrero. ¡Aquellos cabellos blancos tan largos cayendo sobre los hombros! El abuelo habló, lentamente: —Recuérdaselo, mujer, y tú también, Amans, para que padezcáis. Más ha sufrido Nuestro Señor… El abuelo se santiguó. Nosotros con él. Después se volvió a poner el sombrero sobre sus cabellos de empolvado. 20


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ÍNDICE

Prefacio.............................................................................7 1 Catòia..........................................................................19 2 La harina .....................................................................21 3 La comunicación .........................................................23 4 Mi casa ........................................................................25 5 La sala del capellán ......................................................27 6 Domingos y fiestas ......................................................29 7 La isla de Robinson .....................................................31 8 El derrumbamiento .....................................................33 9 Saligia ..........................................................................35 10 El papa ........................................................................37 11 La primera comunión ..................................................39 12 La confirmación...........................................................41 13 Mi padre......................................................................43 14 Primera muerte ............................................................45 15 Los gendarmes .............................................................47 16 La plegaria ...................................................................49 17 La casa perdida ............................................................51 18 La Comba....................................................................53 19 En el Albigés................................................................55 20 En aquel tiempo ..........................................................57 21 La escuela ....................................................................59 22 El paraguas rojo ...........................................................61 23 El alguacil ....................................................................63 24 El santo varón Job .......................................................65 25 Trogècia .......................................................................67 26 Jaumeta Moran ............................................................69 27 La voluntad de Dios ....................................................71 28 La margarita entre el estiércol ......................................73


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29 El sembrador ...............................................................75 30 Si el grano no muere…................................................77 31 La viña.........................................................................79 32 La papisa......................................................................81 33 Yendo al molino...........................................................83 34 Los papas del Viaur......................................................85 35 La Iglesia Vieja.............................................................87 36 La castidad...................................................................89 37 La feria ........................................................................93 38 El gusto del pan...........................................................97 39 La libertad ...................................................................99 40 El ataúd .....................................................................101 41 Las cartas ...................................................................103 42 La respuesta ...............................................................105 43 El matrimonio ...........................................................107 44 El fuego .....................................................................109 45 La muerte del abuelo .................................................111 46 El ayuntamiento ........................................................113 47 El señor Vèrnhas ........................................................115 48 El cementerio.............................................................119 49 La revisión médica .....................................................121 50 En la ribera del Loira .................................................123 51 La sangre del pollo.....................................................127 52 Asuntos arreglados .....................................................131 53 El viaje.......................................................................135 54 Fernanda....................................................................139 55 El «pèc» ......................................................................143 56 Sarrant.......................................................................147 57 La habitación.............................................................149 58 El Sarrampion............................................................153 59 Blanca piel .................................................................155 60 La señal de la Cruz ....................................................157 61 La calle de la Bulieira.................................................161 Epílogo......................................................................163


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Tren de Val de Zafán LIBRO COLECTIVO DE RELATOS

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Allí donde el viento sopla para agitar las hojas de los árboles

En la Francia de entreguerras mundiales, todavía sobrevive una rara secta católica: la de aquellos que no reconocen a la Iglesia desde que el papa pactó con Napoleón un siglo atrás. El niño Catòia, llamado el empolvado, por la costumbre de empolvarse los cabellos como en el siglo XVIII, es el último descendiente de una familia occitana de refractarios. Su infancia habría podido ser la de cualquier niño de la campiña si no fuese por su abuelo, que lo preparó para que fuese el heredero de la “Pequeña iglesia” contra la voluntad de su madre. El libro de Catòia es la novela mayor de la literatura occitana moderna , y una espléndida metáfora de las comunidades que agonizan en una marginación voluntaria. Ha sido publicada en España por primera vez en catalán de la mano de Artur Quintana bajo el título de Catoia, l’enfarinat y ahora se presenta su traducción al castellano.

CHUSÉ INAZIO NABARRO

7

El libro de Catòia JOAN BODON

8

El juguete rabioso ROBERTO ARLT

www.garadedizions.com 9

La calle del agujero en la media. Todos bailan RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN

El libro de Catòia JOAN BODON

JOAN BODON

Adónde vamos ANA TENA PUY

El libro de Catòia

1

Joan Bodon conocido en francés en Jean Boudou, nació en 1920 en Crespin de Naucelle, un pueblecito occitano de Rouergue, en el seno de una familia de pequeños campesinos. Estudió para maestro de escuela y ejerció en diversas localidades de Occitania y en los últimos años en Arbatache, un barrio de Argel, donde murió en 1975. El ambiente propicio de su casa con una madre y una tía que eran grandes narradores, y el contacto con las obras de los felibres –movimiento occitano de defensa de la lengua y la cultura de Oc–, pronto llevó a Bodon a escribir en occitano dando un giro estético a la literatura occitana hacia la modernidad literaria. En prosa es autor de novelas como Contes dels Balssas sobre la familia Balzac, La grava sul camin La Santa Estèla del Centenari Lo libre de Catòia, La Quimèra, Las Domaisèlas, Lo libre dels Grands Jorns, ... y de cuentos Los contes del meu ostal... Cultivó también la poesía Res non val l’electro-chòc y Sus la mar de las galèras. Algunos de sus poemas han sido adaptados por cantautores.


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2

Reloj de Bolsillo CHUSÉ INAZIO NABARRO

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Quimeras estivales y otras prosas valanderas JESÚS MONCADA

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El cura de Almuniaced JOSÉ RAMÓN ARANA

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Tren de Val de Zafán LIBRO COLECTIVO DE RELATOS

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Allí donde el viento sopla para agitar las hojas de los árboles

En la Francia de entreguerras mundiales, todavía sobrevive una rara secta católica: la de aquellos que no reconocen a la Iglesia desde que el papa pactó con Napoleón un siglo atrás. El niño Catòia, llamado el empolvado, por la costumbre de empolvarse los cabellos como en el siglo XVIII, es el último descendiente de una familia occitana de refractarios. Su infancia habría podido ser la de cualquier niño de la campiña si no fuese por su abuelo, que lo preparó para que fuese el heredero de la “Pequeña iglesia” contra la voluntad de su madre. El libro de Catòia es la novela mayor de la literatura occitana moderna , y una espléndida metáfora de las comunidades que agonizan en una marginación voluntaria. Ha sido publicada en España por primera vez en catalán de la mano de Artur Quintana bajo el título de Catoia, l’enfarinat y ahora se presenta su traducción al castellano.

CHUSÉ INAZIO NABARRO

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El libro de Catòia JOAN BODON

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El juguete rabioso ROBERTO ARLT

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La calle del agujero en la media. Todos bailan RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN

El libro de Catòia JOAN BODON

JOAN BODON

Adónde vamos ANA TENA PUY

El libro de Catòia

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Joan Bodon conocido en francés en Jean Boudou, nació en 1920 en Crespin de Naucelle, un pueblecito occitano de Rouergue, en el seno de una familia de pequeños campesinos. Estudió para maestro de escuela y ejerció en diversas localidades de Occitania y en los últimos años en Arbatache, un barrio de Argel, donde murió en 1975. El ambiente propicio de su casa con una madre y una tía que eran grandes narradores, y el contacto con las obras de los felibres –movimiento occitano de defensa de la lengua y la cultura de Oc–, pronto llevó a Bodon a escribir en occitano dando un giro estético a la literatura occitana hacia la modernidad literaria. En prosa es autor de novelas como Contes dels Balssas sobre la familia Balzac, La grava sul camin La Santa Estèla del Centenari Lo libre de Catòia, La Quimèra, Las Domaisèlas, Lo libre dels Grands Jorns, ... y de cuentos Los contes del meu ostal... Cultivó también la poesía Res non val l’electro-chòc y Sus la mar de las galèras. Algunos de sus poemas han sido adaptados por cantautores.


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